Papa Francisco en rueda de prensa a bordo del avión papal

julio 31, 2013

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Los temas que Francisco no abordó en la JMJ: Mujer, divorciados, homosexuales, Vatileaks, Curia romana…

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de julio de 2013 (Zenit.org) – En el vuelo de regreso del Brasil, una hora después de despegar de Río de Janeiro en la noche del domingo, 28 de julio (cuando en Italia ya era la noche del 29), el papa Francisco se reunió con los periodistas a bordo del avión en una larga rueda de prensa, cuya transcripción se ofrece a continuación.

El texto original fue proporcionado este martes por la Sala de Prensa vaticana.

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Papa Francisco regresa de Brasil

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RUEDA DE PRENSA CON EL SANTO PADRE

Papa Francisco: Buenas noches y muchas gracias. Estoy feliz. Ha sido un hermoso viaje, espiritualmente me ha hecho bien. Estoy bastante cansado, pero con el corazón alegre, y estoy bien, bien: me hizo bien espiritualmente.

Encontrar a la gente hace bien, porque el Señor actúa en cada uno de nosotros, trabaja en el corazón, y la riqueza del Señor es tanta que siempre podemos recibir tantas cosas bellas de los demás. Y esto me hace bien. Esto, como un primer balance.

Luego diré que la bondad, el corazón del pueblo brasileño es grande, es cierto: es grande. Es un pueblo muy amable, un pueblo que ama la fiesta, incluso en el sufrimiento siempre encuentra la manera de lucir bien en todas partes. Y eso está bien: es un pueblo feliz, ¡es un pueblo que ha sufrido tanto! Es contagiosa la alegría de los brasileños, ¡es contagiosa! Y tienen un gran corazón, este pueblo.

Diré lo mismo de los organizadores, tanto por nuestra parte, como de parte de los brasileños; sentía que estaba en frente de una computadora, una computadora encarnada… ¡De verdad! Todo estaba programado, ¿no? Pero muy bello.

Luego, tuvimos problemas con las previsiones de la seguridad: la seguridad aquí, la seguridad allá; no hubo un incidente en todo Río de Janeiro, en estos días, y todo fue espontáneo. Con menos seguridad, tuve la oportunidad de estar con la gente, abrazar, saludar, sin coches blindados… es la seguridad de confiar en un pueblo.

Es cierto que siempre existe el peligro de que aparezca un loco… oh, sí, que haya un loco que haga algo, ¡pero también está el Señor! Sin embargo, hacer un espacio de blindaje entre el obispo y la gente es una locura, y yo prefiero esta locura: por fuera, y correr el riesgo de la otra locura. Prefiero esta locura: estar afuera. La cercanía es buena para todos.

Luego, la organización de la Jornada, nada específico, sino todo: lo artístico, lo religioso, la parte catequética, la liturgia… ¡fue hermoso! Tienen una capacidad de expresarse en el arte. Ayer, por ejemplo, han hecho cosas maravillosas, ¡hermosas! Después, Aparecida: Aparecida para mí es una experiencia religiosa fuerte. Me acuerdo de la Quinta Conferencia (del Celam ndt).

Yo estaba allí para orar, para orar. Yo quería ir solo, un poco escondido, ¡pero había una multitud impresionante! Sin embargo, no era posible, eso lo sabía antes de llegar. Y hemos orado, nosotros. No sé… algo… pero también de su parte. Su trabajo ha sido, según me han dicho, –no he leído los periódicos en estos días, no tuve tiempo, no he visto la televisión, no–, pero me dijeron que fue un buen trabajo, ¡bueno, bueno!

Gracias, muchas gracias por su cooperación, gracias por hacer esto. Luego el número, el número de jóvenes. Hoy –no podía creerlo–, pero el Gobernador habló hoy de tres millones. No puedo creerlo. Pero desde el altar –¡esto es verdad!–, no sé si ustedes, algunos de ustedes han estado en el altar: desde el altar, hasta el final, toda la playa estaba llena, hasta la curva; más de cuatro kilómetros.

Es decir, muchos jóvenes. Y dicen, me lo dijo el arzobispo Tempesta, que provenían de 178 países: ¡178! También el vice presidente me dio este número: eso es seguro. ¡Es importante! ¡Fuerte!

Padre Lombardi: Gracias. A continuación, le damos la palabra en primer lugar a Juan de Lara, que es de la agencia EFE, y es español, y es el último viaje que hace con nosotros, así que estamos felices de darle esta oportunidad.

Juan de Lara: Santidad, buenas noches. En nombre de todos los compañeros le queremos agradecer estos días que nos ha regalado en Río de Janeiro, el trabajo que ha hecho y el esfuerzo que ha supuesto, y también en nombre de todos los periodistas españoles, le queremos agradecer las plegarias y los rezos por las víctimas del accidente ferroviario de Santiago de Compostela. Muchísimas gracias.

Y la primera pregunta, no tiene mucho que ver con el viaje, pero aprovechamos la ocasión de que nos da esta posibilidad y quería preguntarle: Santidad, en estos cuatro meses de pontificado, hemos visto que ha creado varias comisiones para reformar la Curia vaticana. Quisiera preguntarle: ¿Qué tipo de reforma tiene en mente, contempla la posibilidad de suprimir el IOR, el llamado Banco del Vaticano? Gracias.

Papa Francisco: Los pasos que fui dando en estos cuatro meses y medio, vienen de dos vertientes: el contenido de lo que había que hacer, todo, viene de la vertiente de las congregaciones generales que tuvimos los cardenales. Fueron cosas que los cardenales pedimos al que iba a ser el nuevo papa. Yo me acuerdo que pedía muchas cosas, pensando en otro.

O sea, pedíamos, hay que hacer esto…por ejemplo, la comisión de ocho cardenales, sabemos que es importante tener una consulta outsider, no las consultas que se tienen, sino outsider. Y esto va en la línea –-aquí hago como una abstracción, pensando, pero para explicarlo–, en la línea, cada vez (mayor) de la maduración de la relación entre sinodalidad y Primado.

O sea, estos ocho cardenales favorecen la sinodalidad, ayudan a que los diversos episcopados del mundo se vayan expresando en el mismo gobierno de la iglesia. Hay muchas propuestas que se hicieron, que todavía no están puestas en práctica, como la reforma de la Secretaría del Sínodo, en la metodología; como la comisión post-sinodal que tenga carácter permanente de consulta; como los consistorios cardenalicios con temáticas no tanto formales –como por ejemplo la canonización–, sino también temáticas, etc.

Bueno, la vertiente de los contenidos viene de ahí. La segunda vertiente es la oportunidad. Les confieso, a mí no me costó, al mes de pontificado, armar la comisión de los ocho cardenales, que es una cosa… La parte económica yo pensaba tratarla el año que viene, porque no era lo más importante que había que tocar.

Sin embargo, la agenda se cambió debido a circunstancias que ustedes conocen, que son de dominio público y que aparecieron problemas y que había que enfrentarlos. El primero, el problema del IOR, o sea, cómo encaminarlo, cómo delinearlo, cómo reformularlo, cómo sanear lo que haya que sanear, y ahí está la primera comisión de referencia, ese es el nombre.

Ustedes conocen el quirógrafo, lo que se pide, los integrantes y todo. Después tuvimos la reunión de la comisión de los quince cardenales que se ocupan de los aspectos económicos de la Santa Sede. Son de todas partes del mundo. Y ahí, preparando esa reunión se vio la necesidad de hacer una misma comisión de referencia para toda la economía de la Santa Sede.

O sea, que se tocó el problema económico fuera de agenda, pero estas cosas suceden cuando (se está) en el oficio de gobierno ¿cierto?, uno va por aquí, pero le patean un golazo de allá y lo tiene que atajar, ¿no es cierto?

Entonces, la vida es así y, eso es lo lindo de la vida también. Repito la pregunta que me hacía del IOR, perdón, estoy hablando en castellano. Perdón… me venía la respuesta en castellano.

Con referencia a la pregunta que me hizo del IOR, que no sé cómo va a terminar el IOR; algunos dicen que tal vez es mejor que sea un banco, otros que sea un fondo de ayuda, otros dicen que se cierre. ¡Es decir! Se escuchan estas voces. No lo sé. Confío en el trabajo de la gente del IOR, que están trabajando en esto, también en la Comisión.

El presidente del IOR sigue siendo el mismo que era antes; en cambio el director y el vice director han dimitido. Pero esto, no le podría decir cómo terminará esta historia, y esto también es bueno, porque se encuentra, se busca; somos humanos, en esto; tenemos que encontrar lo mejor.

Mas esto sí; pero las características del IOR — ya sea banco, ya sea fondo de ayuda, o lo que sea–, transparencia y honestidad. Esto debe ser así. Gracias.

Padre Lombardi: Muchas gracias, Santidad. Ahora damos paso a uno de los representantes del grupo italiano, y tenemos a uno que usted conoce bien: Andrea Tornielli, que viene a hacerle una pregunta en nombre del grupo italiano.

Andrea Tornielli: Santo Padre, tendría una pregunta un poco tal vez indiscreta: ha dado la vuelta al mundo la fotografía, cuando partimos, de Usted que sube al avión llevando un maletín negro, y han habido artículos de todo el mundo que han comentado esta novedad: sí, del papa que sube…, no sucedía, digamos, que el papa subiese con su equipaje de mano.

Por lo tanto, también han habido hipótesis de lo que contenía el maletín negro. Por lo tanto, mis preguntas son: uno, ¿por qué llevó Usted su maletín negro, y no lo llevó un colaborador; y dos, si nos puede decir lo que había dentro… Gracias.

Papa Francisco: ¡No era la clave de la bomba atómica! La llevé porque siempre lo he hecho así: yo, cuando viajo, la llevo. Y en el interior, ¿qué había? Hay una máquina de afeitar, está el breviario, la agenda, hay un libro para leer –he traído uno de Santa Teresita del cual soy devoto.

Yo siempre llevo la bolsa cuando viajo: es normal. Pero hay que ser normales… No sé… es un poco extraño para mí lo que me dices, que ha dado la vuelta al mundo esta imagen. Pero tenemos que acostumbrarnos a ser normales. La normalidad de la vida. No lo sé, Andrea, si te respondí …

Padre Lombardi: Ahora le damos la palabra a un representante de la lengua portuguesa, Aura Miguel, que es de Radio Renascença:

Aura Miguel: Santidad, quería preguntarle ¿por qué pide insistentemente que oremos por usted? No es normal, habitual, escuchar a un papa pedir tanto que oren por él…

Papa Francisco: Siempre me he preguntado esto. Cuando era presbítero lo pedía, pero no con tanta frecuencia; empecé a pedirlo con cierta frecuencia en mi trabajo de obispo, porque siento que si el Señor no ayuda en este trabajo de ayudar al pueblo de Dios a seguir adelante, uno no puede… Realmente me siento con muchas limitaciones, con tantos problemas, incluso pecador –¡ustedes lo saben!–, y tengo que pedir esto.

¡Pero, me viene de adentro! Incluso a la Virgen le pido que ore por mí ante Dios. Es un hábito, pero es una costumbre que viene del corazón y también por la necesidad que tengo por mi trabajo. Siento que tengo que pedirlo… No lo sé, es así…

Padre Lombardi: Ahora pasamos al grupo de habla inglesa, y le damos la palabra a nuestro colega Pullella de Reuters, que está aquí delante.

Philip Pullella: Santidad, gracias por su disponibilidad, en nombre del grupo inglés. El colega de Lara ya ha hecho la pregunta que queríamos hacer, así que sigo un poco en ese sentido: Usted, al tratar de hacer estos cambios, recuerdo que le dijo al grupo de América Latina que son muchos los santos que trabajan en el Vaticano, pero que también hay personas que son menos santas, ¿no?

¿Encontró resistencia a este deseo de cambiar las cosas en el Vaticano? ¿Encontró resistencia? La segunda pregunta es: Usted vive de un modo muy austero, permaneció en Santa Marta, etc…. ¿Usted quiere que sus colaboradores, incluso los cardenales, sigan este ejemplo y tal vez vivan en comunidad, o es algo solo para usted?

Papa Francisco: Los cambios… los cambios vienen también de dos frentes: lo que nosotros los cardenales hemos pedido, y lo que viene de mi personalidad. Usted habló del hecho de que yo permanezco en Santa Marta: pero yo no podría vivir solo en el Palacio, que no es de lujo. ¡El apartamento papal no es tan lujoso!

Es amplio, es grande, pero no es lujoso. ¡Pero yo no puedo vivir solo o con un grupo pequeño! Necesito gente, encontrar gente, hablar con la gente… Y así, cuando los chicos de los colegios jesuitas me han hecho la pregunta: «¿Por qué Usted? ¿Por austeridad, por pobreza?».

No, no: por razones psiquiátricas, simplemente, porque psicológicamente no puedo. Cada uno debe llevar adelante su vida, con su manera de vivir, de ser.

Los cardenales que trabajan en la Curia no viven de modo rico y suntuoso: viven en un pequeño apartamento, son austeros, son austeros. Los que conozco, estos apartamentos que la APSA (Administración del Patrimonio de la Sede Apostólica ndt) le da a los cardenales. Todo el mundo tiene que vivir como el Señor le pide de vivir.

Pero la austeridad –una austeridad en general–, creo que es necesaria para todos los que trabajamos en el servicio de la Iglesia. Hay tantos matices en la austeridad…, cada uno tiene que encontrar su camino. En comparación con los santos, esto es cierto, hay santos: cardenales, obispos, presbíteros, religiosas, laicos; personas que rezan, personas que trabajan mucho, y también quien va por los pobres, encubiertamente.

Sé de algunos que se preocupan por la alimentación de los pobres o después, en su tiempo libre, van a ejercer su ministerio en una iglesia o en otra… Son presbíteros. Hay santos en la Curia. Y también hay algunos que no son tan santos, y esos son los que hacen más ruido. Ustedes saben que hace más ruido un árbol que cae en un bosque, que el que crece. Y me duele cuando se dan estas cosas.

Pero hay algunos que causan escándalo, algunos. Tenemos a este monseñor en la cárcel, creo que todavía está en la cárcel; no fue a la cárcel porque se parecía a la beata Imelda precisamente, no era un beato. Son escándalos éstos, que duelen. Una cosa –esto no lo he dicho antes, pero me he dado cuenta–, creo que la Curia se ha reducido ligeramente en el nivel que tenía antes, de aquellos viejos curiales… el perfil del viejo curial, fiel, que hacía su trabajo.

Necesitamos más de estas personas. Creo que… los hay, pero no tantos como antes. El perfil del antiguo hombre de Curia: lo diría así. Tenemos que tener más de estos. ¿Qué si encuentro resistencia? ¡Bah! Si hay resistencia, todavía no la he visto. Es cierto que no he hecho muchas cosas, pero puedo hablar que sí, he encontrado ayuda, y también encontré gente leal.

Por ejemplo, me gusta cuando una persona me dice: «Yo no estoy de acuerdo», y de esto he encontrado. «Aunque esto no lo veo así, no estoy de acuerdo: yo digo, Usted lo hace.» Este es un verdadero colaborador. Y esto lo encontré en la Curia. Y esto es bueno.

Pero cuando hay personas que dicen: «Oh, qué bien, qué bien, qué bien», y luego dicen lo contrario del otro lado… Aún esto no lo he notado. Tal vez sí, habrán algunos, pero no lo he notado. La resistencia: en cuatro meses no se puede encontrar mucho…

Padre Lombardi: Así pues, ahora pasamos a una brasileña. Entonces, Patricia Zorzan.

Patricia Zorzan: Hablando en nombre de los brasileños. La sociedad ha cambiado, los jóvenes han cambiado, y vemos en Brasil muchos jóvenes. Usted no ha hablado sobre el aborto, el matrimonio entre personas del mismo sexo. En Brasil han aprobado una ley que amplía el derecho al aborto y ha permitido el matrimonio entre personas del mismo sexo. ¿Por qué no ha hablado sobre esto?

Papa Francisco: La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso. No era necesario volver sobre eso, como tampoco hablé sobre la estafa o la mentira, o otras cosas, en las cuales la iglesia tiene una doctrina clara.

Patricia Zorzan: Pero es un asunto que interesa a los jóvenes…

Papa Francisco: Si, pero no era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos, ¿no es cierto? Además los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia.

Patricia Zorzan: ¿Cuál es la postura de su Santidad, puede hablarnos?

Papa Francisco: La de la Iglesia. Soy hijo de la Iglesia.

Padre Lombardi: Izoard, que ya hemos llamado, así que tenemos un grupo del grupo francés.

Antoine-Marie Izoard: Buenos días, Santidad. En nombre de los colegas de habla francesa en el vuelo –que son nueve en este vuelo. Para un papa que no quiere hacer entrevistas, realmente estamos agradecidos. Ya a partir del 13 de marzo, Usted se presenta como el obispo de Roma, con una grandísima, fortísima insistencia.

Por lo tanto, nos gustaría entender cuál es el sentido profundo de esta insistencia. Por lo tanto, quisiéramos entender cuál es el sentido profundo de esta insistencia, si por casualidad ¿más que de colegialidad se hablará quizás de ecumenismo, por decir, como primus inter pares de la Iglesia? Gracias.

Papa Francisco: Sí, en esto, no hay que ir más allá de lo que se dice. El papa es obispo, el obispo de Roma, y por qué es el obispo de Roma es el sucesor de Pedro, el Vicario de Cristo. Hay otros títulos, pero el primer título es «Obispo de Roma», y de allí viene todo.

Hablar, pensar que esto quiere decir primus inter pares, no, esto no es el resultado de esto. Simplemente, es el primer título del papa: el Obispo de Roma. Pero también hay otros… Creo que usted dijo algo sobre ecumenismo: creo que esto va a favorecer un poco al ecumenismo. Pero, solo esto…

Padre Lombardi: Ahora, Darío Menor de La Razón, España:

Darío Menor Torres: Una pregunta sobre sus sentimientos. Comentó hace una semana de aquel niño que le preguntó que cómo se sentía, si alguno se podía imaginar cómo se podía ser papa y si lo podía desear. Decía, que había que estar loco para ello.

Después de su primera experiencia multitudinaria como han sido estos días en Río, si nos puede contar cómo se siente siendo papa, si es muy duro, si es feliz siéndolo y, si además, también de alguna manera, ha acrecentado su fe o por el contrario, ha tenido alguna duda. Gracias.

Papa Francisco: Hacer el trabajo de obispo es algo hermoso, es hermoso. El problema es cuando uno busca aquel trabajo: esto no es tan bonito, esto no es del Señor. Pero cuando el Señor llama a un presbítero para ser un obispo, esto es hermoso. Siempre existe el peligro de sentirse un poco superior a los demás, y no como los demás, un poco príncipe. Son peligros y pecados.

Pero el trabajo del obispo es hermoso: es ayudar a los hermanos a seguir adelante. El obispo delante de los fieles, para marcar el camino; el obispo en medio de los fieles, para ayudar a la comunidad; y el obispo detrás de los fieles, porque los fieles muchas veces tienen el olor de las calles. El obispo tiene que ser así.

La pregunta era ¿si me gustaba? A mí me gusta ser un obispo, me gusta. ¡En Buenos Aires estaba tan feliz, tan feliz! Yo estaba feliz, es cierto. El Señor me ayudó en eso. Pero yo estaba feliz como presbítero, y como obispo estaba feliz. En este sentido, digo que me gusta.

Pregunta adicional: ¿Y ser papa?

Papa Francisco: ¡También, también! Cuando el Señor te pone ahí, si haces lo que el Señor quiere, eres feliz. Este es mi sentimiento, lo que siento.

Padre Lombardi: Ahora, otro del grupo italiano: Salvatore Mazza de «Avvenire».

Salvatore Mazza: Yo ni siquiera puedo levantarme. Lo siento, no puedo a alzarme por todos los cables que tengo bajo mis pies… Hemos visto en los últimos días, lo hemos visto lleno de energía, incluso a altas horas de la noche; lo estamos viendo ahora con el avión que se mueve, que está tranquiamente de pie, sin un momento de vacilación.

Queríamos preguntarte: se habla mucho de los próximos viajes. Se habla de Asia, de Jerusalén, de la Argentina. ¿Tiene ya un calendario más o menos definido para el próximo año, o todavía está por verse?

Papa Francisco: Definido, definido no hay nada. Pero puedo decirle algo de lo que se está pensando. Está definido, lo siento, el 22 de septiembre en Cagliari. Luego, el 4 de octubre en Asís. En mente, en Italia, me gustaría visitar a mis ancestros, un día: ir en avión por la mañana y volver con otro, porque ellos, pobrecillos, me llaman y tenemos una buena relación. Pero solo un día.

Fuera de Italia: el patriarca Bartolomé I quiere hacer un encuentro para conmemorar el 50 aniversario de Atenágoras y Pablo VI en Jerusalén. Incluso el gobierno israelí ha hecho una invitación especial para ir a Jerusalén. Y creo que el gobierno de la Autoridad Palestina lo mismo. Esto se está pensando: no se sabe si se va o no se va …

Entonces, creo que no hay posibilidad de regresar a América Latina, porque el papa latinoamericano, el primer viaje a América Latina… ¡adiós! ¡Tendremos que esperar un poco! Creo que se puede ir al Asia, pero está todo en el aire. He recibido una invitación para ir a Sri Lanka, así como a las Filipinas. Sin embargo, al Asia hay que ir. Porque el papa Benedicto XVI no tuvo tiempo de ir a Asia, y es importante. Se fue a Australia y luego a Europa y América, pero Asia…

Ir a la Argentina: en este momento creo que se puede esperar un poco, porque todos estos viajes tienen una cierta prioridad. Yo quería ir a Constantinopla, el 30 de septiembre para hacer una visita a Bartolomé I, pero no puedo, no es posible para mi agenda. Si nos encontramos, lo haremos en Jerusalén.

Pregunta adicional: ¿Fatima?

Papa Francisco: Fátima, existe también una invitación a Fátima, es cierto, es cierto. Hay una invitación para ir a Fátima.

Pregunta adicional: ¿30 de septiembre o el 30 de noviembre?

Papa Francisco: Noviembre, noviembre: San Andrés.

Padre Lombardi: Bueno. Así que ahora vamos a ir a los Estados Unidos, y llamamos a Hada Messia de la CNN para hacerle una pregunta:

Hada Messia: Buenas. Usted se sostiene mejor que yo… No, no, no, está bien, está bien. Mi pregunta es: cuando se reunió con los jóvenes argentinos, un poco en broma, un poco en serio, les dijo que Usted a veces, se siente atrapado: queríamos saber a qué se refiere, exactamente…

Papa Francisco: ¿Sabes cuántas veces he querido ir por las calles de Roma, porque me gustaba, en Buenos Aires, ir por la calle?, ¡me gustaba mucho! En este sentido, me siento un poco enjaulado. Sin embargo, tengo que decir que son tan buenos los de la Gendarmería Vaticana, son buenos, buenos, y estoy agradecido. Incluso me permiten hacer alguna cosa más.

Creo que… su deber es proteger la seguridad. Enjaulado, en aquel sentido. Me gustaría ir por la calle, pero entiendo que no es posible: lo entiendo. En ese sentido, lo dije. Por que mi hábito era, como decimos en Buenos Aires, ser un cura callejero…

Padre Lombardi: Ahora llamamos nuevamente a un brasileño: es Marcio Campos.

Papa Francisco: Me preguntaba la hora, porque tienen que servir la cena, ¿tienen hambre?

Todos: No, no…

Marcio Campos: Santidad, Santo Padre, quiero decirle que cuando sienta nostalgia del Brasil, del pueblo brasileño, alegre, abrace la bandera que le entregué. También me gustaría dar las gracias a mis colegas del diario Folha de São PauloEstadoGlobo y Veja por estar representándolos con una pregunta. Santo Padre, es muy difícil acompañar a un papa. Todos estamos cansados. Usted se encuentra bien, y todos estamos cansados…

En Brasil, la Iglesia católica ha perdido fieles en los últimos años. ¿El movimiento de Renovación Carismática es una posibilidad para evitar que los fieles asistan a las iglesias pentecostales? Muchas gracias por estar aquí y muchas gracias por estar con nosotros.

Papa Francisco: Es muy cierto lo que dices de la disminución de los fieles: es cierto, es cierto. Hay estadísticas. Hemos hablado con los obispos brasileños del problema, en una reunión que tuvimos ayer. Usted preguntaba sobre el movimiento de Renovación Carismática.

Le digo una cosa. Con los años, a finales de los años setenta, principios de los ochenta, no podía verlos. Una vez, hablando de ellos, he dicho esta frase: «Estos confunden una celebración litúrgica con una escuela de samba.» Esto lo dije yo. Me he arrepentido.

Después los he conocido mejor. Es también cierto que el movimiento, con buenos consejeros, ha seguido por un buen camino. Y ahora creo que este movimiento hace tanto bien para la Iglesia, en general.

En Buenos Aires, los reunía a menudo y una vez al año celebraba una misa con todos ellos en catedral. Siempre los he favorecido, cuando me convertí, cuando vi lo bueno que hacían. Porque en este momento en la Iglesia –y aquí amplío un poco la respuesta–, creo que los movimientos son necesarios.

Los movimientos son una gracia del Espíritu. «Pero, ¿cómo se puede sostener un movimiento que es tan libre?». ¡También la Iglesia es libre! El Espíritu Santo hace lo que quiere. Entonces, Él hace el trabajo de la armonía, pero creo que los movimientos son una gracia, aquellos movimientos que tienen el espíritu de la Iglesia.

Por esta razón creo que el movimiento de Renovación Carismática no solo ayuda a evitar que algunos pasen a las denominaciones pentecostales. ¡No! ¡Sirve a la Iglesia misma! Nos renueva. Y todos buscan el propio movimiento de acuerdo con su carisma, donde el Espíritu le guíe. Estoy cansado… Estoy cansado.

Padre Lombardi: Ahora, Guénois de Le Figaro para el grupo francés.

Jean-Marie Guénois: Santo Padre, una pregunta con mi colega de La Croix, también: Usted ha dicho que la Iglesia sin la mujer pierde la fecundidad. ¿Qué medidas concretas va a tomar?

Por ejemplo, el diaconado femenino o una mujer al frente de un dicasterio? Y una pequeñísima pregunta técnica: Usted dijo que estaba cansado. ¿Tiene facilidades especiales para el retorno? Gracias, Santidad.

Papa Francisco: Vamos a empezar desde lo último. Este avión no cuenta con un equipamiento especial. Yo estoy adelante, un hermoso sillón, común, pero común, como el que todos tienen. He pedido que se escriba una carta y una llamada telefónica para decir que no quería una adecuación especial en el avión: ¿está claro?

Segundo, la mujer. Una iglesia sin las mujeres es como el Colegio Apostólico sin María. El papel de la mujer en la Iglesia no es solo la maternidad, la madre de familia, sino que es más fuerte: es como el icono de la Virgen, Nuestra Señora; ¡aquella que ayuda a crecer a la Iglesia! ¡Piensen que Nuestra Señora es más importante que los Apóstoles! ¡Es más importante!

La Iglesia es femenina: es Iglesia, es esposa, es madre. Pero la mujer, en la Iglesia, no solo tiene que… no sé cómo decirlo en italiano…, el papel de la mujer en la Iglesia no solo debe terminar como una madre, como trabajadora, limitada… ¡No! ¡Es otra cosa!

Ya los papas… Pablo VI escribió algo hermoso sobre las mujeres, pero creo que debemos seguir adelante en la explicitación de este rol y carisma de la mujer. No se puede entender una Iglesia sin las mujeres, pero mujeres que estén activas en la Iglesia, con sus perfiles, que llevan adelante.

Pienso en un ejemplo que no tiene nada que ver con la Iglesia, pero es un ejemplo histórico: en América Latina, el Paraguay. Para mí, la mujer del Paraguay es la mujer más gloriosa de América Latina. ¿Usted es paraguayo? Se mantuvieron después de la guerra, ocho mujeres por cada hombre, y estas mujeres han hecho una elección un poco difícil: la decisión de tener hijos para salvar: la patria, la cultura, la fe y el idioma.

En la Iglesia, debemos pensar en la mujer en esta perspectiva: de opciones arriesgadas, pero como mujeres. Esto se debería explicar mejor. Creo que no hemos hecho todavía una profunda teología de la mujer, en la Iglesia. Solo que puede hacer esto, que puede hacer aquello, ahora hace de monaguillo, ahora lee la lectura, es la presidenta de Cáritas…

Pero, ¡hay más! Se debe hacer una profunda teología de la mujer. Esto es lo que pienso.

Padre Lombardi: Por el grupo español, ahora tenemos a Pablo Ordaz, de El País:

Pablo Ordaz: Queríamos saber su relación de trabajo, no tanto amistosa, de colaboración con Benedicto XVI. No ha habido antes una circunstancia así, y si tiene contactos frecuentes, y le está ayudando en esa carga. Muchas gracias.

Papa Francisco: Creo que la última vez que hubo dos papas, o tres papas, no se hablaban entre ellos, estaban peleando a ver quién era el verdadero… Tres llegaron a haber en el Cisma de Occidente. Hay algo que califica mi relación con Benedicto: lo quiero mucho. Siempre lo he querido. Para mí es un hombre de Dios, un hombre humilde, un hombre que ora.

Yo estaba tan feliz cuando fue elegido papa. Incluso cuando renunció, ¡fue para mí un ejemplo de grandeza! Un grande. ¡Solo un hombre grande hace esto! Un hombre de Dios y un hombre de oración. Ahora vive en el Vaticano, y algunos me dicen: ¿pero cómo se puede hacer esto? ¡Dos papas en el Vaticano! Pero, ¿no te obstruye? ¿No te hace la revolución en contra? T

odas estas cosas que dicen, ¿no? Encontré una frase para responder a esto: «Es como tener tu abuelo en casa», pero el abuelo sabio. Cuando en una familia el abuelo está en casa, es venerado, amado, se le escucha. ¡Él es un hombre de prudencia! No se entromete. Le dije muchas veces: «Santidad, reciba, haga su vida, venga con nosotros». Vino para la inauguración y bendición de la estatua de San Miguel.

Bueno, esa frase lo dice todo. Para mí es como tener el abuelo en casa: mi padre. Si tuviera una dificultad o una cosa que no he entendido, llamaría: «Dígame, ¿puedo hacerlo, aquello?». Y cuando fui a hablar sobre el gran problema de Vatileaks, me habló de todo con una sencillez…, al servicio.

Y hay algo que no sé si lo saben, creo que sí, pero no estoy seguro: cuando nos habló, en el discurso de despedida, el 28 de febrero, nos dijo: «En medio de vosotros está el próximo papa: le prometo obediencia». Es un grande; ¡esto es de un grande!

Padre Lombardi: Así pues, ahora le damos de nuevo la palabra a una brasileña, Ana Ferreira.

Anna Ferreira: Santo padre, buenas noches. Gracias. Me gustaría decir «gracias» tantas veces: gracias por haber traído tanta alegría al Brasil, y gracias también por responder a nuestras preguntas. A nosotros los periodistas nos gusta mucho preguntar. Quisiera saber por qué ayer le habló a los obispos brasileños sobre la participación de las mujeres en nuestra Iglesia.

Me gustaría entender mejor: ¿cómo debe ser esta participación de nosotras las mujeres en la Iglesia? Y Usted,¿qué piensa de la ordenación de mujeres? ¿Cuál debe ser nuestra posición en la Iglesia?

Papa Francisco: Me gustaría explicar un poco de lo que he dicho sobre la participación de la mujer en la Iglesia: no se puede limitarse al hecho de que haga de monaguillo o la presidenta de Cáritas, la catequista… ¡No! Tiene que haber más, más profundamente, incluso más a nivel místico, con esto que he dicho de la teología de la mujer.

Y, en relación con la ordenación de mujeres, la Iglesia ha hablado y dice: «No». Lo ha dicho Juan Pablo II, y con una declaración definitiva. Aquella está cerrada, aquella puerta, pero sobre esto quiero decirte algo. Ya lo he dicho, pero lo repito. Nuestra Señora, María, era más importante que los apóstoles, que los obispos, los diáconos y presbíteros.

La mujer, en la Iglesia, es más importante que los obispos y los presbíteros; cómo, es lo que debemos tratar de explicar mejor, porque creo que falta una explicación teológica de esto. Gracias.

Padre Lombardi: Gian Guido Vecchi, del Corriere della Sera.

Gian Guido Vecchi: Santo Padre, Usted también en este viaje ha hablado en varias ocasiones de la misericordia. A propósito del acceso a los sacramentos de los divorciados y vueltos a casar, ¿hay la posibilidad de que algo cambie en la disciplina de la Iglesia?

Que estos sacramentos sean una oportunidad para acercar a estas personas, en lugar de una barrera que los separa de los otros creyentes?

Papa Francisco: Este es un tema que se pregunta siempre. La misericordia es mayor que en aquel caso que usted se plantea. Creo que este es el tiempo de la misericordia. Este cambio de época, también con muchos problemas de la Iglesia –como un mal testimonio de algunos presbíteros, incluso los problemas de corrupción en la Iglesia, también el problema del clericalismo, por ejemplo–, han dejado muchos heridos, muchos heridos.

Y la Iglesia es Madre: debe ir a curar a los heridos, con misericordia. Pero si el Señor no se cansa de perdonar, no tenemos otra opción que esto: en primer lugar, atender a los heridos. Es madre, la Iglesia, y debe ir por este camino de la misericordia. Y encontrar una misericordia para todos. Pero creo que, cuando el hijo pródigo ha vuelto a casa, el padre no le dijo: «Pero, tú, escucha, siéntate: ¿qué hiciste con el dinero?». ¡No! ¡Hizo fiesta!

Luego, tal vez, cuando el hijo ha querido hablar, ha hablado. La Iglesia tiene que hacerlo así. Cuando hay alguien… no solo esperarlo: ¡hay que ir a buscarlo! Esta es la misericordia. Y creo que este es un kairós: este tiempo es un kairósde misericordia. Pero esta primera intuición la tenía Juan Pablo II, cuando comenzó con Faustina Kowalska, la Divina Misericordia… tenía algo, se dio cuenta de que era una necesidad de este tiempo.

En relación con el problema de la Comunión a personas en segunda unión, porque los divorciados pueden ir a la comunión, no hay problema, pero cuando viven una segunda unión, no pueden. Creo que es necesario tener en cuenta esto en la totalidad de la pastoral del matrimonio. Y por eso hay un problema.

Pero también –un paréntesis–, los ortodoxos tienen una práctica diferente. Siguen la teología de la economía, como lo llaman, y dan una segunda oportunidad, lo permiten. Pero creo que este problema –cierro el paréntesis–, debe ser estudiado en el marco de la pastoral del matrimonio.

Y para esto, dos cosas: en primer lugar, uno de los temas a consultar con estos ocho del Consejo de Cardenales, con los que nos reuniremos el 1, 2 y 3 de octubre, es la forma de avanzar en el cuidado pastoral del matrimonio, y este problema saldrá allí. Y una segunda cosa: ha estado conmigo hace dos semanas, el Secretario del Sínodo de los Obispos, por el tema del próximo Sínodo.

Era un tema antropológico, pero hablando y hablando, yendo y viniendo, vimos este tema antropológico: la fe, cómo ayuda a la planificación de la persona, pero en la familia y, seguir por lo tanto, sobre la pastoral matrimonial.

Estamos en camino hacia un cuidado pastoral del matrimonio un poco más profunda. Y esto es un problema para todos, porque hay muchos, ¿verdad? Por ejemplo, les digo solo uno: el cardenal Quarracino, mi predecesor, decía que para él la mitad de todos los matrimonios son nulos.

Pero lo decía así, ¿por qué? Porque se casan sin madurez, se casan sin darse cuenta de que es de por vida, o se casan porque socialmente deben casarse. Y en esto entra también la pastoral del matrimonio. Y también el problema judicial de la nulidad de los matrimonios, aquello debe ser revisado, ya que los tribunales eclesiásticos no son suficientes para esto.

Es complejo el problema de la pastoral matrimonial. Gracias.

Padre Lombardi: Gracias. Así que ahora tenemos a la señora Pigozzi que es de Paris Match.

Caroline Pigozzi: Buenas tardes, santo padre. Me gustaría saber si, desde que es papa, todavía se siente jesuita …

Papa Francisco: Es una pregunta teológica, porque los jesuitas hacen voto de obediencia al papa. Pero si el papa es un jesuita, tal vez debería hacer un voto de obediencia al padre general de los jesuitas… No sé cómo resolver esto… Me siento jesuita en mi espiritualidad; en la espiritualidad de los Ejercicios, la espiritualidad, aquella que tengo en mi corazón.

Tanto me siento así, que en tres días iré celebrar con los jesuitas la fiesta de san Ignacio: celebraré la misa de la mañana. No he cambiado de espiritualidad, no. Francisco, franciscano: no. Me siento jesuita y pienso como jesuita. No hipócritamente, pero pienso como jesuita. Gracias.

Padre Lombardi: Si todavía tiene fuerzas, aún hay algunas preguntas. Ahora, Nicole Winfield, que es de Associated Press.

Nicole Winfield: Santidad, gracias de nuevo por venir «entre los leones.» En el cuarto mes de su pontificado, quisiera pedirle que haga un pequeño balance. ¿Puede decirnos cuál fue lo mejor de ser papa, una anécdota; y qué es lo peor, y qué es lo que le ha sorprendido más en este período?

Papa Francisco: No sé cómo responder a eso, de verdad. Las cosas gruesas, cosas grandes no han habido. Cosas hermosas sí; por ejemplo, la reunión con los obispos italianos ha estado tan hermoso, tan hermoso. Como obispo de la capital de Italia, me sentí como en casa con ellos. Y eso era bueno, pero no sé si ha sido lo mejor. Ha habido algo doloroso, que ha entrado en lo profundo de mi corazón, como fue la visita a Lampedusa.

Eso es de llorar, me hizo mucho bien. Cuando estos barcos arriban los dejan algunas millas antes de la costa y ellos deben, con la barca, llegar solos. Y esto me duele porque creo que estas personas son víctimas de un sistema socio-económico mundial. Pero lo peor, perdonen, es que que me dio una ciática -¡de verdad!-, que tuve el primer mes porque para tener las entrevistas me acomodaba en un sillón y esto me hizo un poco mal.

¡Es una ciática muy dolorosa, dolorosísima! ¡No se la deseo a nadie! Pero estas cosas: hablar con la gente, el encuentro con los seminaristas y las religiosas ha sido bellísimo, bellísimo. También la reunión con los alumnos de los colegios jesuitas fue hermoso, cosas buenas.

Pregunta adicional: ¿Qué es lo que más le ha sorprendido?

Papa Francisco: La gente, la gente, personas buenas que he encontrado. Encontré mucha gente buena en el Vaticano. Pensé en qué decir…, pero eso es cierto. Hago justicia diciendo esto: mucha gente buena. Muchas personas buenas, tantas personas buenas, ¡pero buenas, buenas, buenas!

Padre Lombardi: Elizabeth, a ella la conoce, y también a Sergio Rubini, tal vez se acerca, así tenemos a los argentinos.

Elizabeth Piqué: Papa Francisco, ante todo en nombre de los 50 mil argentinos que encontré ahí y me decían ¿vas a viajar con el papa?, por favor decíle que fue fantástico, estupendo, preguntále, cuando va a viajar, pero ya dijo que no va a viajar… Entonces le voy a hacer una pregunta más difícil. ¿Se asustó cuando vio el informe «Vatileaks»?

Papa Francisco: No. Te voy a contar una anécdota sobre el informe «Vatileaks». Cuando fui a verlo al papa Benedicto, después de rezar en la capilla fuimos a su estudio y vi una caja grande y un sobre grueso. Benedicto me dijo, me decía: «En esta caja grande están todas las declaraciones, las cosas que dijeron los testigos, todo está allí.

Pero el resumen y el juicio final está en este sobre. Y aquí se dice ta-ta-ta…». ¡Estaba todo en su cabeza! ¡Pero qué inteligencia! ¡Todo de memoria, todo! Pero no, yo no estaba asustado, no. No, no. Y era un problema grueso, ¿eh? Pero yo no estaba asustado.

Sergio Rubín: Santidad, dos cositas. Esta es la primera: Usted ha insistido mucho en detener la pérdida de fieles. En Brasil ha sido muy fuerte. Tiene la esperanza de que este viaje contribuya a que mucha gente vuelva a la Iglesia, se sienta más cercana. Y la segunda, la más familiar: a Usted le gustaba mucho la Argentina, y llevaba muy en el corazón a Buenos Aires.

Los argentinos se preguntan si usted no extraña esa Buenos Aires, que recorría en colectivo, en micro, iba por las calles. Muchas Gracias.

Papa Francisco: Yo creo que un viaje papal siempre hace bien. Y creo que esto va a hacer bien al Brasil, pero no solo la presencia del papa, sino lo que en esta Jornada Mundial de la Juventud se ha hecho; se han movilizado y ellos harán mucho bien, tal vez ayudarán mucho a la Iglesia.

Pero estos fieles que se han ido, muchos no están contentos porque sienten que pertenecen a la Iglesia. Creo que esto será positivo, no solo por el viaje, sino especialmente por la Jornada: la Jornada ha sido un evento maravilloso. Y sobre Buenos Aires, sí, a veces la echo de menos. Y eso se siente.

Pero es una falta serena, es la falta serena… Pero yo creo que usted, Sergio, conoce mejor que yo a todo lo demás, usted puede responder a esta pregunta. ¡Con el libro que escribió!

Padre Lombardi: Luego tenemos el ruso y luego estaba Valentina, que era la decana, que quería cerrar ella.

Alexey Bukalov: Buenas noches Santo Padre. Volviendo al ecumenismo: hoy los ortodoxos celebran 1025 años de cristianismo, hay grandes celebraciones en muchas capitales. Si desea hacer un comentario sobre este hecho, me hará feliz. Gracias.

Papa Francisco: En las Iglesias ortodoxas, han conservado la liturgia prístina, tan hermosa. Nosotros hemos perdido un poco el sentido de la adoración. Ellos lo conservan, ellos alaban a Dios, cantan, el tiempo no cuenta. El centro es Dios, y esto es un tesoro de lo que me gustaría hablar en esta ocasión en la que me hace esta pregunta.

Una vez, hablando de la Iglesia occidental, de la Europa occidental, sobre todo la Iglesia que más ha crecido, me dijeron esta frase: «Lux ex oriente, ex occidente luxus«. El consumismo, el bienestar, nos hicieron mucho mal. En cambio, ustedes conservaron esta belleza de Dios en el centro, la referencia. Cuando se lee a Dostoevskiy –creo que para todos nosotros debe ser un autor para leer y releer, por que tiene una sabiduría–, se percibe lo que es el alma rusa, el alma oriental. Es algo que nos hará mucho bien.

Necesitamos de esta renovación, de este aire fresco de Oriente, de esta luz del Oriente. Juan Pablo II lo escribió en su Carta. Pero muchas veces el luxus de Occidente nos hace perder el horizonte. No sé, siento decir esto. Gracias.

Padre Lombardi: Y cerramos con Valentina, que como había comenzado en el viaje de partida, ahora cierra en el viaje de vuelta.

Valentina Alazraki: Santidad, gracias por haber mantenido la promesa de responder a nuestras preguntas a la vuelta…

Papa Francisco: Les atrasé la cena…

Valentina Alazraki: No importa, no importa…. La pregunta sería, bueno, de parte de todos los mexicanos. ¿Cuándo va a Guadalupe?, pero esa es de los mexicanos. La mía sería: Usted va a canonizar a dos grandes papas, Juan XXIII y Juan Pablo II. Quisiera saber, ¿cuál es según usted, el modelo de santidad que se desprende del uno y del otro y, el impacto que han tenido en la Iglesia y en Usted?

Papa Francisco: Juan XXIII es un poco la figura del «cura rural», el presbítero que ama a cada uno de los fieles, que sabe cómo tratar a los fieles, y esto la hecho de obispo como de nuncio. Y, ¡cuántos testimonios falsos de bautismo hizo en Turquía en favor de los judíos!

Era un valiente, un cura rural bueno, con un sentido del humor tan grande, tan grande, y una gran santidad. Cuando era nuncio, algunos no lo querían mucho en el Vaticano, y cuando venía para traer cosas o solicitarlas, en algunas oficinas lo hacían esperar. Nunca se quejó: rezaba el rosario, leía el breviario… Un manso, un humilde, incluso uno que se preocupaba por los pobres.

Cuando el cardenal Casaroli regresó de una misión –creo que en Hungría o en la antigua Checoslovaquia de entonces, no recuerdo cuál de las dos–, se le acercó para explicarle cómo había sido la misión, en aquella época de la diplomacia de los «pequeños pasos». Y tuvieron la audiencia –veinte días después Juan XXIII habría muerto–, y mientras Casaroli se iba, lo detuvo: «Ah eminencia –no, no era eminencia, excelencia–, una pregunta: ¿todavía va donde esos jóvenes?»

Porque Casaroli iba a la cárcel de menores de Casal del Marmo y jugaba con ellos. Y Casaroli le dijo: «Sí, sí». «Nunca los abandone…» Esto a un diplomático, que venía de hacer un camino de diplomacia, un viaje tan difícil, Juan XXIII le dijo: «Nunca abandone a los muchahchos». ¡Es un grande, un grande!

Luego aquello del Concilio: es un hombre dócil a la voz de Dios, para aquello que le vino del Espíritu Santo, y él fue dócil. Pío XII pensaba hacerlo, pero las circunstancias no estaban maduras para ello. Creo que este [Juan XXIII] no había pensado en las circunstancias: él ha sentido eso y lo hizo. Un hombre que se dejaba guiar por el Señor.

Sobre Juan Pablo II me mueve llamarlo «el gran misionero de la Iglesia»: es un misionero, es un misionero, un hombre que llevó el evangelio por todas partes, usted lo saben mejor que yo. Pero, ¿cuántos viajes hizo? ¡Solo iba! Sentía este fuego de llevar la Palabra del Señor.

Es un Paul, es un san Pablo, es un hombre así; y esto para mí es genial. Y hacer la ceremonia de canonización con los dos juntos, creo que es un mensaje a la Iglesia: estos dos son buenos, son buenos, son dos buenos. Pero está encaminada la causa de Pablo VI y también del papa Luciani: estas dos están en curso. Algo que creo que he dicho, pero no sé si aquí o en otro lugar: la fecha de la canonización.

Se pensaba el ocho de diciembre de este año, pero es un gran problema; los que vienen de Polonia, los pobres, porque los que tienen los medios pueden llegar en avión, pero los que vienen, los pobres, vienen en bus y ya en diciembre los caminos tienen hielo y creo que deberíamos reconsiderar la fecha. He hablado con el cardenal Dziwisz y me sugirió dos posibilidades: o Cristo Rey de este año o el domingo de la Divina Misericordia el próximo año.

Creo que es un tiempo corto para Cristo Rey de este año, ya que el Consistorio será el 30 de septiembre y para fines de octubre hay poco tiempo. Pero no lo sé, tengo que hablar con el cardenal Amato sobre esto. Pero creo que el 8 de diciembre no será.

Pregunta adicional: Pero serán canonizados juntos?

Papa Francisco: Los dos juntos, sí.

Padre Lombardi: Gracias, Santidad. ¿Quién más hay? ¿Ilze? Entonces hemos completado, incluso más que los que se habían inscrito antes…

Ilze Scamparini: Me gustaría pedir permiso para hacer una pregunta un poco delicada: también otra imagen ha girado por el mundo, y ha sido la de monseñor Ricca y las noticias sobre su intimidad… Quiero saber, Santidad, ¿qué va a hacer al respecto? ¿Cómo lidiar con este problema y cómo Su Santidad se propone abordar todo el tema del lobby gay?

Papa Francisco: Lo de monseñor Ricca: hice lo que el Derecho Canónico manda a hacer, que es la investigatio previa. Y a partir de estainvestigatio no hay nada en relación con aquello que lo acusan, no encontramos nada de eso. Esta es la respuesta. Pero me gustaría añadir una cosa más en esto: veo que muchas veces en la Iglesia, fuera de este caso y también en este caso, se buscan los «pecados de juventud», por ejemplo, y esto se publica.

No los delitos, ¿eh? Los delitos son otra cosa: abuso a menores es un delito. No, los pecados. Pero si una persona, laica o presbítero o religiosa, cometió un pecado y luego se convirtió, el Señor perdona, y cuando el Señor perdona, el Señor olvida, y esto es importante para nuestra vida.

Cuando vamos a la confesión y decimos realmente, «He pecado en esto», el Señor se olvida, y nosotros no tenemos el derecho de no olvidar, porque corremos el riesgo de que el Señor no se olvide de nuestros pecados.

Es un peligro aquello. Esto es importante: una teología del pecado. Muchas veces pienso en san Pedro: hizo uno de los peores pecados, que es negar a Cristo, y con este pecado lo hicieron papa. Tenemos que pensar mucho.

Pero, volviendo a su pregunta más concreta: en este caso, hice la investigatio previa y no hemos encontrado. Esta es la primera pregunta. Luego, usted habló del lobby gay. ¡Mah! Se escribe mucho del lobby gay.

Todavía no he encontrado a alguien que me dé su tarjeta de identificación en el Vaticano con el «gay». Dicen que hay. Yo creo que cuando uno se encuentra con una persona así, hay que distinguir el hecho de ser una persona homosexual, del hecho de hacer un lobby, porque no todos los lobbys son buenos. Eso es malo.

Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buenas intenciones, ¿quién soy yo para juzgarla? El Catecismo de la Iglesia Católica explica de modo tan hermoso esto, pero dice…, espera un poco, como se dice … y dice: «no hay que marginar a estas personas por esto, deben ser integradas en la sociedad».

El problema no es tener esa tendencia, no, tenemos que ser hermanos, porque este es uno, pero si hay otro, es otro. El problema consiste en hacer lobby por esta tendencia: el lobby de los codiciosos, el lobby de los políticos, el lobby de los masones, muchos lobby.

Este es el problema más grave para mí. Y muchas gracias por haber hecho esta pregunta. ¡Muchas gracias!

Padre Lombardi: Gracias. Me parece que mejor que esto no se hubiera podido hacer. Incluso hemos abusado del papa que nos había dicho que ya estaba un poco cansado, y le deseamos que descanse un poco ahora.

Papa Francisco: Gracias a ustedes, y buenas noches, buen viaje y buen descanso.

Traducido del original italiano por José Antonio Varela V.

 


El maná de cada día, 31.7.13

julio 31, 2013

Miércoles de la 17ª semana del Tiempo Ordinario

San Ignacio de Loyola

San Ignacio de Loyola



SAN IGNACIO DE LOYOLA, PRESBÍTERO


PRIMERA LECTURA: Éxodo 34, 29-35

Cuando Moisés bajó del monte Sinaí con las dos tablas de la alianza en la mano, no sabía que tenía radiante la piel de la cara, de haber hablado con el Señor.

Pero Aarón y todos los israelitas vieron a Moisés con la piel de la cara radiante, y no se atrevieron a acercarse a él.

Cuando Moisés los llamó, se acercaron Aarón y los jefes de la comunidad, y Moisés les habló.

Después se acercaron todos los israelitas, y Moisés les comunicó las órdenes que el Señor le había dado en el monte Sinaí.

Y, cuando terminó de hablar con ellos, se echó un velo por la cara.

Cuando entraba a la presencia del Señor para hablar con él, se quitaba el velo hasta la salida. Cuando salía, comunicaba a los israelitas lo que le hablan mandado. Los israelitas veían la piel de su cara radiante, y Moisés se volvía a echar el velo por la cara, hasta que volvía a hablar con Dios.


SALMO 98

Santo eres, Señor, Dios nuestro.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro, postraos ante el estrado de sus pies: Él es santo.

Moisés y Aarón con sus sacerdotes, Samuel con los que invocan su nombre, invocaban al Señor, y él respondía.

Dios les hablaba desde la columna de nube; oyeron sus mandatos y la ley que les dio.

Ensalzad al Señor, Dios nuestro; postraos ante su monte santo: Santo es el Señor, nuestro Dios.


Aclamación antes del Evangelio: Jn 15, 15b

A vosotros os llamo amigos -dice el Señor-, porque todo lo que oído a mi Padre os lo he dado a conocer.


EVANGELIO: Mateo 13, 44-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:
-«El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.»


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31 de julio
San Ignacio de Loyola, Presbítero

Nació el año 1491 en Loyola, en las provincias vascongadas; su vida transcurrió primero entre la corte real y la milicia; luego se convirtió y estudió teología en París, donde se le juntaron los primeros compañeros con los que había de fundar más tarde, en Roma, la Compañía de Jesús. Ejerció un fecundo apostolado con sus escritos y con la formación de discípulos, que habían de trabajar intensamente por la reforma de la Iglesia. Murió en Roma el año 1556.

EXAMINAD SI LOS ESPÍRITUS PROVIENEN DE DIOS

De los Hechos de san Ignacio recibidos por Luis Gonçalves de Cámara de labios del mismo santo

Ignacio era muy aficionado a los llamados libros de caballerías, narraciones llenas de historias fabulosas e imaginarias. Cuando se sintió restablecido, pidió que le trajeran algunos de esos libros para entretenerse, pero no se halló en su casa ninguno; entonces le dieron para leer un libro llamado Vida de Cristo y otro que te por título Flos sanctórum, escritos en su lengua materna.

Con la frecuente lectura de estas obras, empezó a sentir algún interés por las cosas que en ellas se trataban. A intervalos volvía su pensamiento a lo que había leído en tiempos pasados y entretenía su imaginación con el recuerdo de las vanidades que habitualmente retenían su atención durante su vida anterior.

Pero, entretanto, iba actuando también la misericordia divina, inspirando en su ánimo otros pensamientos, además de los que suscitaba en su mente lo que acababa de leer. En efecto, al leer la vida de Jesucristo o de los santos, a veces se ponía a pensar y se preguntaba a sí mismo:
«¿Y si yo hiciera lo mismo que san Francisco o que santo Domingo?»

Y, así, su mente estaba siempre activa. Estos pensamientos duraban mucho tiempo, hasta que, distraído por cualquier motivo, volvía a pensar, también por largo tiempo, en las cosas vanas y mundanas. Esta sucesión de pensamientos duró bastante tiempo.

Pero había una diferencia; y es que, cuando pensaba en las cosas del mundo, ello le producía de momento un gran placer; pero cuando, hastiado, volvía a la realidad, se sentía triste y árido de espíritu; por el contrario, cuando pensaba en la posibilidad de imitar las austeridades de los santos, no sólo entonces experimentaba un intenso gozo, sino que además tales pensamientos lo dejaban lleno de alegría.

De esta diferencia él no se daba cuenta ni le daba importancia, hasta que un día se le abrieron los ojos del alma y comenzó a admirarse de esta diferencia que experimentaba en sí mismo, que, mientras una clase de pensamientos lo dejaban triste, otros, en cambio, alegre.

Y así fue como empezó a reflexionar seriamente en las cosas de Dios. Más tarde, cuando se dedicó a las prácticas espirituales, esta experiencia suya le ayudó mucho a comprender lo que sobre la discreción de espíritus enseñaría luego a los suyos.

Oración

Señor, Dios nuestro, que has suscitado en tu Iglesia a san Ignacio de Loyola para extender la gloria de tu nombre, concédenos que después de combatir en la tierra, bajo su protección y siguiendo su ejemplo, merezcamos compartir con él la gloria del cielo. Por nuestro Señor Jesucristo.


Homilía del Papa Francisco en la eucaristía de clausura en Copacabana

julio 30, 2013

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¡Vayan, sin miedo, para servir!

¡Vayan, sin miedo, para servir!

.Queridos hermanos y hermanas, queridos jóvenes

«Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Con estas palabras, Jesús se dirige a cada uno de ustedes diciendo: «Qué bonito ha sido participar en la Jornada Mundial de la Juventud, vivir la fe junto a jóvenes venidos de los cuatro ángulos de la tierra, pero ahora tú debes ir y transmitir esta experiencia a los demás».

Jesús te llama a ser discípulo en misión. A la luz de la palabra de Dios que hemos escuchado, ¿qué nos dice hoy el Señor? ¿qué nos dice hoy el Señor? Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servir.

1. Vayan. En estos días aquí en Río, han podido experimentar la belleza de encontrar a Jesús y de encontrarlo juntos, han sentido la alegría de la fe. Pero la experiencia de este encuentro no puede quedar encerrada en su vida o en el pequeño grupo de la parroquia, del movimiento o de su comunidad. Sería como quitarle el oxígeno a una llama que arde.

La fe es una llama que se hace más viva cuanto más se comparte, se transmite, para que todos conozcan, amen y profesen a Jesucristo, que es el Señor de la vida y de la historia (cf. Rm 10,9).

Pero ¡cuidado! Jesús no ha dicho: si quieren, si tienen tiempo vayan, sino que dijo: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos».

Compartir la experiencia de la fe, dar testimonio de la fe, anunciar el evangelio es el mandato que el Señor confía a toda la Iglesia, también a ti; es un mandato que no nace de la voluntad de dominio, de la voluntad de poder, sino de la fuerza del amor, del hecho que Jesús ha venido antes a nosotros y nos ha dado, no nos dio algo de sí, sino se nos dio todo él, él ha dado su vida para salvarnos y mostrarnos el amor y la misericordia de Dios.

Jesús no nos trata como a esclavos, sino como a personas libres, amigos, hermanos; y no sólo nos envía, sino que nos acompaña, está siempre a nuestro lado en esta misión de amor.

¿Adónde nos envía Jesús? No hay fronteras, no hay límites: nos envía a todos. El evangelio no es para algunos sino para todos. No es sólo para los que nos parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos.

No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor.

En particular, quisiera que este mandato de Cristo: «Vayan», resonara en ustedes jóvenes de la Iglesia en América Latina, comprometidos en la misión continental promovida por los obispos. Brasil, América Latina, el mundo tiene necesidad de Cristo. San Pablo dice: «¡Ay de mí si no anuncio el evangelio!» (1 Co 9,16).

Este continente ha recibido el anuncio del evangelio, que ha marcado su camino y ha dado mucho fruto. Ahora este anuncio se les ha confiado también a ustedes, para que resuene con renovada fuerza. La Iglesia necesita de ustedes, del entusiasmo, la creatividad y la alegría que les caracteriza.

Un gran apóstol de Brasil, el beato José de Anchieta, se marchó a misionar cuando tenía sólo diecinueve años. ¿Saben cuál es el mejor medio para evangelizar a los jóvenes? Otro joven. ¡Éste es el camino que ha de ser recorrido por ustedes!

2. Sin miedo. Puede que alguno piense: «No tengo ninguna preparación especial, ¿cómo puedo ir y anunciar el evangelio?». Querido amigo, tu miedo no se diferencia mucho del de Jeremías, escuchamos en la lectura recién, cuando fue llamado por Dios para ser profeta: «¡Ay, Señor, Dios mío! Mira que no sé hablar, que sólo soy un niño». También Dios les dice a ustedes lo que le dijo a Jeremías: «No les tengas miedo, que yo estoy contigo para librarte» (Jr 1,6.8). Él está con nosotros.

«No tengan miedo». Cuando vamos a anunciar a Cristo, es él mismo el que va por delante y nos guía. Al enviar a sus discípulos en misión, ha prometido: «Yo estoy con ustedes todos los días» (Mt 28,20). Y esto es verdad también para nosotros. Jesús no nos deja solos, nunca deja solo a nadie. Nos acompaña siempre.

Además, Jesús no dijo: «Andá», sino «Vayan»: somos enviados juntos. Queridos jóvenes, sientan la compañía de toda la Iglesia, y también la comunión de los santos, en esta misión. Cuando juntos hacemos frente a los desafíos, entonces somos fuertes, descubrimos recursos que pensábamos que no teníamos. Jesús no ha llamado a los apóstoles para que vivan aislados, los ha llamado a formar un grupo, una comunidad.

Quisiera dirigirme también a ustedes, queridos sacerdotes que concelebran conmigo esta eucaristía: han venido a acompañar a sus jóvenes, y es bonito compartir esta experiencia de fe. Seguro que les ha rejuvenecido a todos. El joven contagia juventud. Pero es sólo una etapa en el camino. Por favor, sigan acompañándolos con generosidad y alegría, ayúdenlos a comprometerse activamente en la Iglesia; que nunca se sientan solos.

Y aquí quiero agradecer de corazón a los grupos de pastoral juvenil, a los movimientos y nuevas comunidades que acompañan a los jóvenes en su experiencia de ser Iglesia, tan creativos y tan audaces. ¡Sigan adelante y no tengan miedo!

3. La última palabra: para servir. Al comienzo del salmo que hemos proclamado están estas palabras: «Canten al Señor un cántico nuevo» (95,1). ¿Cuál es este cántico nuevo?

No son palabras, no es una melodía, sino que es el canto de su vida, es dejar que nuestra vida se identifique con la de Jesús, es tener sus sentimientos, sus pensamientos, sus acciones. Y la vida de Jesús es una vida para los demás, la vida de Jesús es una vida para los demás. Es una vida de servicio.

San Pablo, en la lectura que hemos escuchado hace poco, decía: «Me he hecho esclavo de todos para ganar a los más posibles» (1 Co 9,19). Para anunciar a Jesús, Pablo se ha hecho «esclavo de todos».

Evangelizar es dar testimonio en primera persona del amor de Dios, es superar nuestros egoísmos, es servir inclinándose a lavar los pies de nuestros hermanos como hizo Jesús.

Tres palabras: Vayan, sin miedo, para servirVayan, sin miedo, para servir. Siguiendo estas tres palabras experimentarán que quien evangeliza es evangelizado, quien transmite la alegría de la fe, recibe más alegría.

Queridos jóvenes, cuando vuelvan a sus casas, no tengan miedo de ser generosos con Cristo, de dar testimonio del evangelio. En la primera lectura, cuando Dios envía al profeta Jeremías, le da el poder para «arrancar y arrasar, para destruir y demoler, para reedificar y plantar» (Jr 1,10).

También es así para ustedes. Llevar el evangelio es llevar la fuerza de Dios para arrancar y arrasar el mal y la violencia; para destruir y demoler las barreras del egoísmo, la intolerancia y el odio; para edificar un mundo nuevo.

Queridos jóvenes: Jesucristo cuenta con ustedes. La Iglesia cuenta con ustedes. El Papa cuenta con ustedes.

Que María, Madre de Jesús y Madre nuestra, los acompañe siempre con su ternura: «Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos». Amén.

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El maná de cada día, 30.7.13

julio 30, 2013

Martes de la 17ª semana del Tiempo Ordinario

10-commandments

El Señor no las abrogó, sino que les dio ple­nitud



PRIMERA LECTURA: Éxodo 33, 7-11; 34, 5b-9. 28

En aquellos días, Moisés levantó la tienda de Dios y la plantó fuera, a distancia del campamento, y la llamó «tienda del encuentro».

El que tenía que visitar al Señor salía fuera del campamento y se dirigía a la tienda del encuentro. Cuando Moisés salía en dirección a la tienda, todo el pueblo se levantaba y esperaba a la entrada de sus tiendas, mirando a Moisés hasta que éste entraba en la tienda; en cuanto él entraba, la columna de nube bajaba y se quedaba a la entrada de la tienda, mientras él hablaba con el Señor, y el Señor hablaba con Moisés.

Cuando el pueblo vela la columna de nube a la puerta de la tienda, se levantaba y se prosternaba, cada uno a la entrada de su tienda. El Señor hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con un amigo. Después él volvía al campamento, mientras Josué, hijo de Nun, su joven ayudante, no se apartaba de la tienda. Y Moisés pronunció el nombre del Señor.

El Señor pasó ante él, proclamando: «Señor, Señor, Dios compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia y lealtad. Misericordioso hasta la milésima generación, que perdona culpa, delito y pecado, pero no deja impune y castiga la culpa de los padres en los hijos y nietos, hasta la tercera y cuarta generación.»

Moisés, al momento, se inclinó y se echó por tierra.
Y le dijo: «Si he obtenido tu favor, que mi Señor vaya con nosotros, aunque ése es un pueblo de cerviz dura; perdona nuestras culpas y pecados y tómanos como heredad tuya.»

Moisés estuvo allí con el Señor cuarenta días con sus cuarenta noches: no comió pan ni bebió agua; y escribió en las tablas las cláusulas del pacto, los diez mandamientos.

SALMO 102, 6-7. 8-9. 10-11. 12-13

El Señor es compasivo y misericordioso.

El Señor hace justicia y defiende a todos los oprimidos; enseñó sus caminos a Moisés y sus hazañas a los hijos de Israel.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.

No nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas. Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre sus fieles.

Como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos. Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles.


Aclamación antes del Evangelio

La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; quien lo encuentra vive para siempre.


EVANGELIO: Mateo 13, 36-43

En aquel tiempo, Jesús dejó a la gente y se fue a casa.

Los discípulos se le acercaron a decirle: «Acláranos la parábola de la cizaña en el campo.»

Él les contestó: «El que siembra la buena semilla es el Hijo del hombre; el campo es el mundo; la buena semilla son los ciudadanos del reino; la cizaña son los partidarios del Maligno; el enemigo que la siembra es el diablo; la cosecha es el fin del tiempo, y los segadores los ángeles.

Lo mismo que se arranca la cizaña y se quema, así será al fin del tiempo: el Hijo del hombre enviará a sus ángeles, y arrancarán de su reino a todos los corruptores y malvados y los arrojarán al horno encendido; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga.»

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EL TESTAMENTO DE DIOS

San Ireneo (Contra los herejes 4, 16, 2-5)

 

Moisés dice al pueblo en el Deuteronomio: El Señor, nuestro Dios, hizo alianza con nosotros en el Horeb; no hizo esa alianza con nuestros padres, sino con nosotros.

¿Por qué razón no la hizo con nuestros pa­dres? Porque la ley no ha sido instituida para el justo; y los padres eran justos, tenían la eficacia del decálogo inscrita en sus cora­zones y en sus almas, amaban a Dios, que los había creado, y se abstenían de la injusticia con respecto al prójimo: razón por la cual no había sido necesario amonestarlos con un texto de corrección, ya que la justicia de la ley la llevaban dentro de ellos.

Pero cuando esta justicia y amor hacia Dios cayeron en olvido y se extinguieron en Egipto, Dios, a causa de su mucha misericordia hacia los hombres, tuvo que manifestarse a sí mismo mediante la palabra.

Con su poder, sacó de Egipto al pueblo para que el hombre volviese a seguir a Dios; y afligía con prohibiciones a sus oyentes, para que nadie despreciara a su Creador.

Y lo alimentó con el maná, para que recibiera un alimento espiritual, como dice también Moisés en el Deuteronomio: Te alimentó con el maná, que tus padres no conocieron, para enseñarte que no sólo vive el hombre de pan, sino de todo cuanto sale de la boca de Dios.

Exigía también el amor hacia Dios e insi­nuaba la justicia que se debe al prójimo, para que el hombre no fuera injusto ni indigno para con Dios, preparando de antemano al hombre mediante el decálogo, para su amistad y la concordia que debe mantener con su prójimo; cosas todas provechosas para el hombre, sin que Dios necesitara para nada de él.

Efectivamente, todo esto glorificaba al hom­bre, completando lo que le faltaba, esto es la amistad de Dios, pero a Dios no le era de nin­guna utilidad, pues Dios no necesitaba del amor del hombre.

En cambio, al hombre le faltaba la gloria de Dios, y era absolutamente imposible que la alcanzara, a no ser por su empeño en agradarle. Por eso, dijo también Moisés al pueblo: Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra.

A fin de preparar al hombre para semejante vida, el Señor dio, por sí mismo y para todos los hom­bres, las palabras del Decálogo: por ello estas palabras continúan válidas también para no­sotros, y la venida de la carne de nuestro Señor no las abrogó, antes al contrario les dio ple­nitud y universalidad.

En cambio, aquellas otras palabras que contenían sólo un significado de servidumbre, aptas para la erudición y el castigo del pueblo de Israel, las dio separadamente, por medio de Moisés, y solo para aquel pueblo, tal como dice el mismo Moisés: Yo os enseño los mandatos y decretos que me mandó el Señor.

Aquellos preceptos, pues, que fueron dados como signo de servidumbre a Israel han sido abrogados por la nueva alianza de libertad; en cambio, aquellos otros que forman parte del mismo derecho natural y son origen de libertad para todos los hombres, quiso Dios que encontraran mayor plenitud y universalidad, concediendo con largueza y sin límites que todos los hombres pudieran conocerlo como padre adoptivo, pudieran amarlo y pudieran seguir, sin dificultad, a aquél que es su Palabra.

 


Mucho de Benedicto, pero es toda de Francisco

julio 29, 2013
Papa Francisco

Papa Francisco

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José Luis Restán

Páginas Digital

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“La providencia nos está dando una sacudida con el Papa Francisco, estoy impresionado por la fuerza de su testimonio, por su estilo de vida y por su capacidad de relacionarse con la gente”.

Así se expresaba recientemente el Cardenal Ángelo Scola en una entrevista concedida al vaticanista Andrea Tornielli. Es una valoración muy cualificada pero además llena de precisión. Cuatro meses después de la elección de Jorge Bergoglio para la Sede de San Pedro, es indudable que el nuevo Papa ha impreso una quinta velocidad al camino de la Iglesia.

Su singular personalidad ha irrumpido rompiendo esquemas, pero no olvidemos que a eso ha contribuido decisivamente el gesto profético de Benedicto XVI y su propio testimonio de los últimos días.

La urgencia expresada por Benedicto XVI en la vigilia de la beatificación de John Henry Newman, cuando decía que los cristianos no podemos permitirnos el lujo de continuar como si no pasara nada, haciendo caso omiso de la profunda crisis de fe que impregna nuestra sociedad, o confiando sencillamente en que el patrimonio de valores transmitido durante siglos de cristianismo seguirá inspirando y configurando el futuro de nuestra sociedad, es la que traspiran los relámpagos de Francisco cuando nos invita a salir a las periferias existenciales, para llevar al corazón de cada hombre la única respuesta a su ansia de curación y de felicidad, que es Jesucristo.

La publicación de la encíclica Lumen Fidei es una demostración clamorosa de la dinámica de la renovación en la continuidad. Por eso ha desagradado tanto al frente de los creadores virtuales de un pontificado en abierta ruptura (según ellos) con cuarenta y cinco años de guía eclesial, la que va desde el Pablo VI de la Humanae Vitae hasta Benedicto XVI.

A estos recreadores virtuales les ha fastidiado la impronta ratzingeriana de la primera encíclica de Francisco porque les deja sin argumentos. Y es que nadie puede sustraerse a la sentencia del cardenal Ouellet en la presentación del documento: “en esta encíclica hay mucho de Benedicto, pero es toda de Francisco”.

Otro gesto que ha producido alergia en el campo de los constructores de fantasías eclesiales ha sido la decisión (personalísima) de Francisco, de canonizar conjuntamente a Juan XXIII y a Juan Pablo II.

Alguno no ha podido reprimir su mal humor al decir que “eran como el agua y el aceite” pues uno amaba el diálogo mientras el otro tendía a la imposición.

Afortunadamente estas y otras leyendas apolilladas se las conoce muy bien el Papa Bergoglio. La futura canonización de ambos pontífices tendrá un valor añadido como lectura histórica del arco de los últimos cincuenta años.

Entre las filas de la fantasía rupturista vuelve a cobrar protagonismo estos días Leonardo Boff, primero entusiasmado y ahora desilusionado con Francisco. Empieza a estropearse el festival.

Leonardo debería escuchar más a su hermano Clodovis, que ha reconocido abiertamente que en el gran debate de los años ochenta sobre la Teología de la Liberación Ratzinger llevaba razón: “hacer el bien no basta para ser cristiano, lo esencial es confesar la fe… sin eso la Iglesia se vuelve irrelevante, pero no sólo ella sino el mismo Cristo”.

Para terminar apunto un pasaje clave en la celebrada pero poco estudiada homilía de Francisco en la isla de Lampedusa. Aquel en que en que recordando la desorientación de Adán tras su desobediencia, explica que cuando el hombre pretende ocupar el lugar de Dios “la armonía se rompe… y el otro no es ya un hermano al que amar, sino simplemente alguien que molesta en mi vida, en mi bienestar…

El sueño de ser poderoso, de ser grande como Dios, en definitiva de ser Dios, lleva a una cadena de errores que es cadena de muerte, ¡lleva a derramar la sangre del hermano!”.


El maná de cada día, 29.7.13

julio 29, 2013

Lunes de la 17ª semana del Tiempo Ordinario

Fermentar la masa

Fermentar la masa



PRIMERA LECTURA: Éxodo 32, 15-24. 30-34

En aquellos días, Moisés se volvió y bajó del monte con las dos tablas de la alianza en la mano. Las tablas estaban escritas por ambos lados; eran hechura de Dios, y la escritura era escritura de Dios, grabada en las tablas.

Al oír Josué el griterío del pueblo, dijo a Moisés: «Se oyen gritos de guerra en el campamento.»

Contestó él: «No es grito de victoria, no es grito de derrota, que son cantos lo que oigo.»

Al acercarse al campamento y ver el becerro y las danzas, Moisés, enfurecido, tiró las tablas y las rompió al pie del monte. Después agarró el becerro que habían hecho, lo quemó y lo trituró hasta hacerlo polvo, que echó en agua, haciéndoselo beber a los israelitas.

Moisés dijo a Aarón: «¿Qué te ha hecho este pueblo, para que nos acarreases tan enorme pecado?»

Contestó Aarón: «No se irrite mi señor. Sabes que este pueblo es perverso. Me dijeron: «Haznos un Dios que vaya delante de nosotros, pues a ese Moisés que nos sacó de Egipto no sabemos qué le ha pasado.» Yo les dije: «Quien tenga oro que se desprenda de él y me lo dé»; yo lo eché al fuego, y salió este becerro.»

Al día siguiente, Moisés dijo al pueblo: «Habéis cometido un pecado gravísimo; pero ahora subiré al Señor a expiar vuestro pecado.»

Volvió, pues, Moisés al Señor y le dijo: «Este pueblo ha cometido un pecado gravísimo, haciéndose dioses de oro. Pero ahora, o perdonas su pecado o me borras del libro de tu registro.»

El Señor respondió: «Al que haya pecado contra mí lo borraré del libro. Ahora ve y guía a tu pueblo al sitio que te dije; mi ángel irá delante de ti; y cuando llegue el día de la cuenta, les pediré cuentas de su pecado.»


SALMO 105,19-20.21-22.23

Dad gracias al Señor porque es bueno.

En Horeb se hicieron un becerro, adoraron un ídolo de fundición; cambiaron su gloria por la imagen de un toro que come hierba.

Se olvidaron de Dios, su salvador, que había hecho prodigios en Egipto, maravillas en el país de Cam, portentos junto al mar Rojo.

Dios hablaba ya de aniquilarlos; pero Moisés, su elegido, se puso en la brecha frente a él, para apartar su cólera del exterminio.


Aclamación antes del Evangelio: Jn 8, 12b

Yo soy la luz del mundo -dice el Señor; el que me sigue tendrá la luz de la vida.


EVANGELIO: Mateo 13, 31-35

En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: «El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.»

Les dijo otra parábola: «El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»

Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»
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TRES MEDIDAS DE HARINA

De niño, cuando vivía con sus padres en Nazaret, el Señor disfrutaría mucho viendo a su madre preparar el pan. A veces, incluso, metería las manos en aquel montón de harina, intentando ayudar a su madre en la costosa tarea de preparar la masa. El secreto estaba en aquella minúscula y diminuta levadura que se escondía en el interior y que hacía que, al día siguiente, la mezcla fuera mayor.

Así era también ese Reino de Dios que el Señor intentaba explicar a las gentes, con la misma fuerza misteriosa y oculta de esa levadura que la mujer esconde en tres medidas de harina.

Tú y yo, a veces, nos sentimos más minúsculos y diminutos que esa levadura, incapaces de tener la misma fuerza que ella. Nos sobrepasan situaciones, problemas, preocupaciones, ambientes de pecado, ideologías torcidas y contrarias a Dios, y crece en nosotros, como enorme montón de harina, el desánimo, la desesperanza, el agobio, el miedo al qué dirán, la apatía.

A veces esas tres medidas de harina están en tu ambiente de trabajo, en tu familia, allí donde te topas con situaciones de obstinada incredulidad y de pertinaz alejamiento de Dios. Sin embargo, con ser grande, la fuerza de la levadura siempre será insignificante para explicar cómo es ese poder que esconde en sí el Reino de Dios.

No quieras fermentar por ti mismo toda esa masa de harina que te rodea. No quieras ser tú de esa falsa levadura que pretende cambiar las cosas y las personas sólo por el encanto personal de sus cualidades, habilidades, simpatía, inteligencia, argumentos.

¿Cómo pretendes tú despertar en otros el interrogante de Dios si andas por dentro como ese montón de harina que espera todavía a ser fermentado por la gracia y el poder de Dios?

No pretendas dar lo que no tienes y deja que la oración, el trato con Dios, la gracia de los sacramentos, vaya fermentando en ti para hacerte sabroso pan que sacie a tu alrededor tanta hambre de Dios.

Lañas diarias www.mater-dei.es


Impresionante exhortación del Papa Francisco a los obispos de Brasil

julio 28, 2013

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Papa Francisco

Papa Francisco en Brasil

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La humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial

Discurso del Santo Padre al episcopado brasileño

Por Francisco Papa

RíO DE JANEIRO, 27 de julio de 2013 (Zenit.org) – El santo padre se ha reunido hoy a las 13.00 en el edificio João Paulo II en el arzobispado de Río de Janeiro, con los cardenales de Brasil, la presidencia de la Conferencia Episcopal de Brasil y los obispos brasileño y ha comido con ellos.

Publicamos a continuación el discurso que el santo padre ha dirigido al episcopado brasileño:

Queridos hermanos

¡Qué bueno y hermoso encontrarme aquí con ustedes, obispos de Brasil!
Gracias por haber venido, y permítanme que les hable como amigos; por eso prefiero hablarles en español, para poder expresar mejor lo que llevo en el corazón. Les pido disculpas.

Estamos reunidos aquí, un poco apartados, en este lugar preparado por nuestro hermano Mons. Orani, para estar solos y poder hablar de corazón a corazón, como pastores a los que Dios ha confiado su rebaño.

En las calles de Río, jóvenes de todo el mundo y muchas otras multitudes nos esperan, necesitados de ser alcanzados por la mirada misericordiosa de Cristo, el Buen Pastor, al que estamos llamados a hacer presente. Gustemos, pues, este momento de descanso, de compartir, de verdadera fraternidad.

Deseo abrazar a todos y a cada uno, comenzando por el Presidente de la Conferencia Episcopal y el Arzobispo de Río de Janeiro, y especialmente a los obispos eméritos.

Más que un discurso formal, quisiera compartir con ustedes algunas reflexiones.

La primera me ha venido a la mente cuando he visitado el santuario de Aparecida.

Allí, a los pies de la imagen de la Inmaculada Concepción, he rezado por ustedes, por sus Iglesias, por los sacerdotes, religiosos y religiosas, por los seminaristas, por los laicos y sus familias y, en particular, por los jóvenes y los ancianos; ambos son la esperanza de un pueblo: los jóvenes, porque llevan la fuerza, la ilusión, la esperanza del futuro; los ancianos, porque son la memoria, la sabiduría de un pueblo.


1. Aparecida: clave de lectura para la misión de la Iglesia

En Aparecida, Dios ha ofrecido su propia Madre al Brasil. Pero Dios ha dado también en Aparecida una lección sobre sí mismo, sobre su forma de ser y de actuar. Una lección de esa humildad que pertenece a Dios como un rasgo esencial, está en el adn de Dios.

En Aparecida hay algo perenne que aprender sobre Dios y sobre la Iglesia; una enseñanza que ni la Iglesia en Brasil, ni Brasil mismo deben olvidar.

En el origen del evento de Aparecida está la búsqueda de unos pobres pescadores. Mucha hambre y pocos recursos. La gente siempre necesita pan. Los hombres comienzan siempre por sus necesidades, también hoy.

Tienen una barca frágil, inadecuada; tienen redes viejas, tal vez también deterioradas, insuficientes.

En primer lugar aparece el esfuerzo, quizás el cansancio de la pesca, y, sin embargo, el resultado es escaso: un revés, un fracaso. A pesar del sacrificio, las redes están vacías.

Después, cuando Dios quiere, él mismo aparece en su misterio. Las aguas son profundas y, sin embargo, siempre esconden la posibilidad de Dios; y él llegó por sorpresa, tal vez cuando ya no se le esperaba. Siempre se pone a prueba la paciencia de los que le esperan.

Y Dios llegó de un modo nuevo, porque siempre puede reinventarse: una imagen de frágil arcilla, ennegrecida por las aguas del río, y también envejecida por el tiempo. Dios aparece siempre con aspecto de pequeñez.

Así apareció entonces la imagen de la Inmaculada Concepción. Primero el cuerpo, luego la cabeza, después cuerpo y cabeza juntos: unidad. Lo que estaba separado recobra la unidad.

El Brasil colonial estaba dividido por el vergonzoso muro de la esclavitud. La Virgen de Aparecida se presenta con el rostro negro, primero dividida y después unida en manos de los pescadores.

Hay una enseñanza perenne que Dios quiere ofrecer. Su belleza reflejada en la Madre, concebida sin pecado original, emerge de la oscuridad del río. En Aparecida, desde el principio, Dios nos da un mensaje de recomposición de lo que está separado, de reunión de lo que está dividido.

Los muros, barrancos y distancias, que también hoy existen, están destinados a desaparecer. La Iglesia no puede desatender esta lección: ser instrumento de reconciliación.

Los pescadores no desprecian el misterio encontrado en el río, aun cuando es un misterio que aparece incompleto. No tiran las partes del misterio. Esperan la plenitud. Y ésta no tarda en llegar. Hay algo sabio que hemos de aprender.

Hay piezas de un misterio, como teselas de un mosaico, que encontramos y vemos. Nosotros queremos ver el todo con demasiada prisa, mientras que Dios se hace ver poco a poco. También la Iglesia debe aprender esta espera.

Después, los pescadores llevan a casa el misterio. La gente sencilla siempre tiene espacio para albergar el misterio. Tal vez hemos reducido nuestro hablar del misterio a una explicación racional; pero en la gente, el misterio entra por el corazón. En la casa de los pobres, Dios siempre encuentra sitio.

Los pescadores «agasalham»: arropan el misterio de la Virgen que han pescado, como si tuviera frío y necesitara calor. Dios pide que se le resguarde en la parte más cálida de nosotros mismos: el corazón.

Después será Dios quien irradie el calor que necesitamos, pero primero entra con la astucia de quien mendiga. Los pescadores cubren el misterio de la Virgen con el pobre manto de su fe. Llaman a los vecinos para que vean la belleza encontrada, se reúnen en torno a ella, cuentan sus penas en su presencia y le encomiendan sus preocupaciones.

Hacen posible así que las intenciones de Dios se realicen: una gracia, y luego otra; una gracia que abre a otra; una gracia que prepara a otra. Dios va desplegando gradualmente la humildad misteriosa de su fuerza.

Hay mucho que aprender de esta actitud de los pescadores. Una iglesia que da espacio al misterio de Dios; una iglesia que alberga en sí misma este misterio, de manera que pueda maravillar a la gente, atraerla. Sólo la belleza de Dios puede atraer.

El camino de Dios es el de la atracción, la fascinación. A Dios, uno se lo lleva a casa. Él despierta en el hombre el deseo de tenerlo en su propia vida, en su propio hogar, en el propio corazón. Él despierta en nosotros el deseo de llamar a los vecinos para dar a conocer su belleza.

La misión nace precisamente de este hechizo divino, de este estupor del encuentro. Hablamos de la misión, de Iglesia misionera. Pienso en los pescadores que llaman a sus vecinos para que vean el misterio de la Virgen. Sin la sencillez de su actitud, nuestra misión está condenada al fracaso.

La Iglesia siempre tiene necesidad apremiante de no olvidar la lección de Aparecida, no la puede desatender. Las redes de la Iglesia son frágiles, quizás remendadas; la barca de la Iglesia no tiene la potencia de los grandes transatlánticos que surcan los océanos.

Y, sin embargo, Dios quiere manifestarse precisamente a través de nuestros medios, medios pobres, porque es siempre él quien actúa.

Queridos hermanos, el resultado del trabajo pastoral no se basa en la riqueza de los recursos, sino en la creatividad del amor.

Ciertamente, es necesaria la tenacidad, el esfuerzo, el trabajo, la planificación, la organización, pero hay que saber ante todo que la fuerza de la Iglesia no reside en sí misma, sino que está escondida en las aguas profundas de Dios, en las que ella está llamada a echar las redes.

Otra lección que la Iglesia ha de recordar siempre es que no puede alejarse de la sencillez, de lo contrario olvida el lenguaje del misterio, y no sólo se queda fuera, a las puertas del misterio, sino que ni siquiera consigue entrar en aquellos que pretenden de la Iglesia lo que no pueden darse por sí mismos, es decir, Dios mismo.

A veces perdemos a quienes no nos entienden porque hemos olvidado la sencillez, importando de fuera también una racionalidad ajena a nuestra gente. Sin la gramática de la simplicidad, la Iglesia se ve privada de las condiciones que hacen posible «pescar» a Dios en las aguas profundas de su misterio.

Una última anotación: Aparecida se hizo presente en un cruce de caminos. La vía que unía Río de Janeiro, la capital, con San Pablo, la provincia emprendedora que estaba naciendo, y Minas Gerais, las minas tan codiciadas por las Cortes europeas: una encrucijada del Brasil colonial.

Dios aparece en los cruces. La Iglesia en Brasil no puede olvidar esta vocación inscrita en ella desde su primer aliento: ser capaz de sístole y diástole, de recoger y difundir.

2. Aprecio por la trayectoria de la Iglesia en Brasil

Los obispos de Roma han llevado siempre en su corazón a Brasil y a su Iglesia. Se ha logrado un maravilloso recorrido. De 12 diócesis durante el Concilio Vaticano I a las actuales 275 circunscripciones.

No ha sido la expansión de un aparato o de una empresa, sino más bien el dinamismo de los «cinco panes y dos peces» evangélicos, que, en contacto con la bondad del Padre, en manos encallecidas, han sido fecundos.

Hoy deseo reconocer el trabajo sin reservas de ustedes, Pastores, en sus Iglesias. Pienso en los obispos que están en la selva, subiendo y bajando por los ríos, en las zonas semiáridas, en el Pantanal, en la pampa, en las junglas urbanas de las megalópolis. Amen siempre con una dedicación total a su grey.

Pero pienso también en tantos nombres y tantos rostros que han dejado una huella indeleble en el camino de la Iglesia en Brasil, haciendo palpable la gran bondad de Dios para con esta iglesia.

Los obispos de Roma siempre han estado cerca; han seguido, animado, acompañado.

En las últimas décadas, el beato Juan XXIII invitó con insistencia a los obispos brasileños a preparar su primer plan pastoral y, desde entonces, se ha desarrollado una verdadera tradición pastoral en Brasil, logrando que la Iglesia no fuera un trasatlántico a la deriva, sino que tuviera siempre una brújula.

El Siervo de Dios Pablo VI, además de alentar la recepción del Concilio Vaticano II con fidelidad, pero también con rasgos originales (cf. Asamblea General del celam en Medellín), influyó decisivamente en la autoconciencia de la Iglesia en Brasil mediante el Sínodo sobre la evangelización y el texto fundamental de referencia, que sigue siendo la Exhortación Apostólica Evangelii nuntiandi.

El beato Juan Pablo II visitó Brasil en tres ocasiones, recorriéndolo «de cabo a rabo», de norte a sur, insistiendo en la misión pastoral de la Iglesia, en la comunión y la participación, en la preparación del Gran Jubileo, en la nueva evangelización.

Benedicto XVI eligió Aparecida para celebrar la V Asamblea General del Celam, y esto ha dejado una huella profunda en la Iglesia de todo el continente.

La Iglesia en Brasil ha recibido y aplicado con originalidad el Concilio Vaticano II y el camino recorrido, aunque ha debido superar algunas enfermedades infantiles, ha llevado gradualmente a una Iglesia más madura, generosa y misionera.

Hoy nos encontramos en un nuevo momento. Como ha expresado bien el Documento de Aparecida, no es una época de cambios, sino un cambio de época. Entonces, también hoy es urgente preguntarse: ¿Qué nos pide Dios? Quisiera intentar ofrecer algunas líneas de respuesta a esta pregunta.

3. El icono de Emaús como clave de lectura del presente y del futuro.

Ante todo, no hemos de ceder al miedo del que hablaba el Beato John Henry Newman: «El mundo cristiano se está haciendo estéril, y se agota como una tierra sobreexplotada, que se convierte en arena».

No hay que ceder al desencanto, al desánimo, a las lamentaciones. Hemos trabajado mucho, y a veces nos parece que hemos fracasado, como quien debe hacer balance de una temporada ya perdida, viendo a quienes se han marchado o ya no nos consideran creíbles, relevantes.

Releamos una vez más el episodio de Emaús desde este punto de vista (Lc 24, 13-15). Los dos discípulos huyen de Jerusalén. Se alejan de la «desnudez» de Dios. Están escandalizados por el fracaso del Mesías en quien habían esperado y que ahora aparece irremediablemente derrotado, humillado, incluso después del tercer día (vv. 24,17-21).

Es el misterio difícil de quien abandona la Iglesia; de aquellos que, tras haberse dejado seducir por otras propuestas, creen que la Iglesia —su Jerusalén— ya no puede ofrecer algo significativo e importante. Y, entonces, van solos por el camino con su propia desilusión.

Tal vez la Iglesia se ha mostrado demasiado débil, demasiado lejana de sus necesidades, demasiado pobre para responder a sus inquietudes, demasiado fría para con ellos, demasiado autorreferencial, prisionera de su propio lenguaje rígido; tal vez el mundo parece haber convertido a la Iglesia en una reliquia del pasado, insuficiente para las nuevas cuestiones; quizás la Iglesia tenía respuestas para la infancia del hombre, pero no para su edad adulta.4

El hecho es que actualmente hay muchos como los dos discípulos de Emaús; no sólo los que buscan respuestas en los nuevos y difusos grupos religiosos, sino también aquellos que parecen vivir ya sin Dios, tanto en la teoría como en la práctica.

Ante esta situación, ¿qué hacer?

Hace falta una Iglesia que no tenga miedo a entrar en su noche. Necesitamos una Iglesia capaz de encontrarse en su camino. Necesitamos una Iglesia capaz de entrar en su conversación.

Necesitamos una Iglesia que sepa dialogar con aquellos discípulos que, huyendo de Jerusalén, vagan sin una meta, solos, con su propio desencanto, con la decepción de un cristianismo considerado ya estéril, infecundo, impotente para generar sentido.

La globalización implacable, la urbanización a menudo salvaje, prometían mucho. Así que muchos se han enamorado de las posibilidades de la globalización, y en ella hay algo realmente positivo.

Pero muchos olvidan el lado oscuro: la confusión del sentido de la vida, la desintegración personal, la pérdida de la experiencia de pertenecer a un cualquier «nido», la violencia sutil pero implacable, la ruptura interior y las fracturas en las familias, la soledad y el abandono, las divisiones y la incapacidad de amar, de perdonar, de comprender, el veneno interior que hace de la vida un infierno, la necesidad de ternura por sentirse tan inadecuados e infelices, los intentos fallidos de encontrar respuestas en la droga, el alcohol, el sexo, convertidos en otras tantas prisiones.

Y muchos han buscado atajos, porque la «medida» de la gran Iglesia parece demasiado alta. Muchos han pensado: la idea del hombre es demasiado grande para mí, el ideal de vida que propone está fuera de mis posibilidades, la meta a perseguir es inalcanzable, lejos de mi alcance.

Sin embargo —siguen pensando—, no puedo vivir sin tener al menos algo, aunque sea una caricatura, de eso que es demasiado alto para mí, de lo que no me puedo permitir. Con la desilusión en el corazón, han ido en busca de alguien que les ilusione de nuevo.

La gran sensación de abandono y soledad, de no pertenecerse ni siquiera a sí mismos, que surge a menudo en esta situación, es demasiado dolorosa para acallarla. Hace falta un desahogo y, entonces, queda la vía del lamento: ¿Cómo hemos podido llegar hasta este punto?

Pero incluso el lamento se convierte a su vez en un boomerang que vuelve y termina por aumentar la infelicidad. Hay pocos que todavía saben escuchar el dolor; al menos, hay que anestesiarlo.

Hoy hace falta una Iglesia capaz de acompañar, de ir más allá del mero escuchar; una Iglesia que acompañe en el camino poniéndose en marcha con la gente; una Iglesia que pueda descifrar esa noche que entraña la fuga de Jerusalén de tantos hermanos y hermanas; una Iglesia que se dé cuenta de que las razones por las que hay quien se aleja, contienen ya en sí mismas también los motivos para un posible retorno, pero es necesario saber leer el todo con valentía.

Quisiera que hoy nos preguntáramos todos: ¿Somos aún una Iglesia capaz de inflamar el corazón? ¿Una Iglesia que pueda hacer volver a Jerusalén? ¿De acompañar en casa?

En Jerusalén residen nuestras fuentes: Escritura, catequesis, sacramentos, comunidad, la amistad del Señor, María y los Apóstoles… ¿Somos capaces todavía de presentar estas fuentes, de modo que se despierte la fascinación por su belleza?

Muchos se han ido porque se les ha prometido algo más alto, algo más fuerte, algo más veloz.

Pero, ¿hay algo más alto que el amor revelado en Jerusalén? Nada es más alto que el abajamiento de la cruz, porque allí se alcanza verdaderamente la altura del amor. ¿Somos aún capaces de mostrar esta verdad a quienes piensan que la verdadera altura de la vida esté en otra parte?

¿Alguien conoce algo más fuerte que el poder escondido en la fragilidad del amor, de la bondad, de la verdad, de la belleza?

La búsqueda de lo que cada vez es más veloz atrae al hombre de hoy: internet veloz, coches y aviones rápidos, relaciones inmediatas… Y, sin embargo, se nota una necesidad desesperada de calma, diría de lentitud.

La Iglesia, ¿sabe todavía ser lenta: en el tiempo, para escuchar, en la paciencia, para reparar y reconstruir? ¿O acaso también la Iglesia se ve arrastrada por el frenesí de la eficiencia?

Recuperemos, queridos hermanos, la calma de saber ajustar el paso a las posibilidades de los peregrinos, al ritmo de su caminar, la capacidad de estar siempre cerca para que puedan abrir un resquicio en el desencanto que hay en su corazón, y así poder entrar en él. Quieren olvidarse de Jerusalén, donde están sus fuentes, pero terminan por sentirse sedientos.

Hace falta una Iglesia capaz de acompañar también hoy el retorno a Jerusalén. Una Iglesia que pueda hacer redescubrir las cosas gloriosas y gozosas que se dicen en Jerusalén, de hacer entender que ella es mi Madre, nuestra Madre, y que no están huérfanos. En ella hemos nacido.

¿Dónde está nuestra Jerusalén, donde hemos nacido? En el bautismo, en el primer encuentro de amor, en la llamada, en la vocación.

Se necesita una Iglesia que también hoy pueda devolver la ciudadanía a tantos de sus hijos que caminan como en un éxodo.

4. Los desafíos de la Iglesia en Brasil

A la luz de lo dicho, quisiera señalar algunos desafíos de la amada Iglesia en Brasil.

La prioridad de la formación: obispos, sacerdotes, religiosos y laicos

Queridos hermanos, si no formamos ministros capaces de enardecer el corazón de la gente, de caminar con ellos en la noche, de entrar en diálogo con sus ilusiones y desilusiones, de recomponer su fragmentación, ¿qué podemos esperar para el camino presente y futuro?

No es cierto que Dios se haya apagado en ellos. Aprendamos a mirar más profundo: no hay quien inflame su corazón, como a los discípulos de Emaús (cf. Lc 24, 32).

Por esto es importante promover y cuidar una formación de calidad, que cree personas capaces de bajar en la noche sin verse dominadas por la oscuridad y perderse; de escuchar la ilusión de tantos, sin dejarse seducir; de acoger las desilusiones, sin desesperarse y caer en la amargura; de tocar la desintegración del otro, sin dejarse diluir y descomponerse en su propia identidad.

Se necesita una solidez humana, cultural, afectiva, espiritual y doctrinal.

Queridos hermanos en el episcopado, hay que tener el valor de una revisión profunda de las estructuras de formación y preparación del clero y del laicado de la Iglesia en Brasil. No es suficiente una vaga prioridad de formación, ni los documentos o las reuniones.

Hace falta la sabiduría práctica de establecer estructuras duraderas de preparación en el ámbito local, regional, nacional, y que sean el verdadero corazón para el episcopado, sin escatimar esfuerzos, atenciones y acompañamiento.

La situación actual exige una formación de calidad a todos los niveles. Los obispos no pueden delegar este cometido. Ustedes no pueden delegar esta tarea, sino asumirla como algo fundamental para el camino de sus Iglesias.

Colegialidad y solidaridad de la Conferencia Episcopal

A la Iglesia en Brasil no le basta un líder nacional, necesita una red de «testimonios» regionales que, hablando el mismo lenguaje, aseguren por doquier no la unanimidad, sino la verdadera unidad en la riqueza de la diversidad.

La comunión es un lienzo que se debe tejer con paciencia y perseverancia, que va gradualmente «juntando los puntos» para lograr una textura cada vez más amplia y espesa. Una manta con pocas hebras de lana no calienta.

Es importante recordar Aparecida, el método de recoger la diversidad. No tanto diversidad de ideas para elaborar un documento, sino variedad de experiencias de Dios para poner en marcha una dinámica vital.

Los discípulos de Emaús regresaron a Jerusalén contando la experiencia que habían tenido en el encuentro con el Cristo resucitado. Y allí se enteraron de las otras manifestaciones del Señor y de las experiencias de sus hermanos.

La Conferencia Episcopal es precisamente un ámbito vital para posibilitar el intercambio de testimonios sobre los encuentros con el Resucitado, en el norte, en el sur, en el oeste…

Se necesita, pues, una valorización creciente del elemento local y regional. No es suficiente una burocracia central, sino que es preciso hacer crecer la colegialidad y la solidaridad: será una verdadera riqueza para todos.

Estado permanente de misión y conversión pastoral

Aparecida habló de estado permanente de misión y de la necesidad de una conversión pastoral. Son dos resultados importantes de aquella Asamblea para el conjunto de la Iglesia de la zona, y el camino recorrido en Brasil en estos dos puntos es significativo.

Sobre la misión se ha de recordar que su urgencia proviene de su motivación interna: la de transmitir un legado; y, sobre el método, es decisivo recordar que un legado es como el testigo, la posta en la carrera de relevos: no se lanza al aire y quien consigue agarrarlo, bien, y quien no, se queda sin él.

Para transmitir el legado hay que entregarlo personalmente, tocar a quien se le quiere dar, transmitir este patrimonio.

Sobre la conversión pastoral, quisiera recordar que «pastoral» no es otra cosa que el ejercicio de la maternidad de la Iglesia. La Iglesia da a luz, amamanta, hace crecer, corrige, alimenta, lleva de la mano…

Se requiere, pues, una Iglesia capaz de redescubrir las entrañas maternas de la misericordia. Sin la misericordia, poco se puede hacer hoy para insertarse en un mundo de «heridos», que necesitan comprensión, perdón y amor.

En la misión, también en la continental, es muy importante reforzar la familia, que sigue siendo la célula esencial para la sociedad y para la Iglesia; los jóvenes, que son el rostro futuro de la Iglesia; las mujeres, que tienen un papel fundamental en la transmisión de la fe. No reduzcamos el compromiso de las mujeres en la Iglesia, sino que promovamos su participación activa en la comunidad eclesial. Si pierde a las mujeres, la Iglesia se expone a la esterilidad.

La tarea de la Iglesia en la sociedad

En el ámbito social, sólo hay una cosa que la Iglesia pide con particular claridad: la libertad de anunciar el Evangelio de modo integral, aun cuando esté en contraste con el mundo, cuando vaya contracorriente, defendiendo el tesoro del cual es solamente guardiana, y los valores de los que no dispone, pero que ha recibido y a los cuales debe ser fiel.

La Iglesia sostiene el derecho de servir al hombre en su totalidad, diciéndole lo que Dios ha revelado sobre el hombre y su realización.

La Iglesia quiere hacer presente ese patrimonio inmaterial sin el cual la sociedad se desmorona, las ciudades se verían arrasadas por sus propios muros, barrancos, barreras.

La Iglesia tiene el derecho y el deber de mantener encendida la llama de la libertad y de la unidad del hombre.

Las urgencias de Brasil son la educación, la salud, la paz social. La Iglesia tiene una palabra que decir sobre estos temas, porque para responder adecuadamente a estos desafíos no bastan soluciones meramente técnicas, sino que hay que tener una visión subyacente del hombre, de su libertad, de su valor, de su apertura a la trascendencia.

Y ustedes, queridos hermanos, no tengan miedo de ofrecer esta contribución de la Iglesia, que es por el bien de toda la sociedad.

La Amazonia como tornasol, banco de pruebas para la Iglesia y la sociedad brasileña

Hay un último punto al que quisiera referirme, y que considero relevante para el camino actual y futuro, no solamente de la Iglesia en Brasil, sino también de todo el conjunto social: la Amazonia.

La Iglesia no está en la Amazonia como quien tiene hechas las maletas para marcharse después de haberla explotado todo lo que ha podido. La Iglesia está presente en la Amazonia desde el principio con misioneros, congregaciones religiosas, y todavía hoy está presente y es determinante para el futuro de la zona.

Pienso en la acogida que la Iglesia en la Amazonia ofrece también hoy a los inmigrantes haitianos después del terrible terremoto que devastó su país.

Quisiera invitar a todos a reflexionar sobre lo que Aparecida dijo sobre la Amazonia, y también el vigoroso llamamiento al respeto y la custodia de toda la creación, que Dios ha confiado al hombre, no para explotarla salvajemente, sino para que la convierta en un jardín.

En el desafío pastoral que representa la Amazonia, no puedo dejar de agradecer lo que la Iglesia en Brasil está haciendo: la Comisión Episcopal para la Amazonia, creada en 1997, ha dado ya mucho fruto, y muchas diócesis han respondido con prontitud y generosidad a la solicitud de solidaridad, enviando misioneros laicos y sacerdotes.

Doy gracias a Monseñor Jaime Chemelo, pionero en este trabajo, y al Cardenal Hummes, actual Presidente de la Comisión. Pero quisiera añadir que la obra de la Iglesia ha de ser ulteriormente incentivada y relanzada.

Se necesitan instructores cualificados, sobre todo profesores de teología, para consolidar los resultados alcanzados en el campo de la formación de un clero autóctono, para tener también sacerdotes adaptados a las condiciones locales y fortalecer, por decirlo así, el «rostro amazónico» de la Iglesia.

Queridos hermanos, he tratado de ofrecer de una manera fraterna algunas reflexiones y líneas de trabajo en una Iglesia como la que está en Brasil, que es un gran mosaico de teselas, de imágenes, de formas, problemas y retos, pero que precisamente por eso constituye una enorme riqueza.

La Iglesia nunca es uniformidad, sino diversidad que se armoniza en la unidad, y esto vale para toda realidad eclesial.

Que la Virgen Inmaculada de Aparecida sea la estrella que ilumine el compromiso de ustedes y su camino para llevar a Cristo, como ella ha hecho, a todo hombre y a toda mujer de este inmenso país.

Será él, como lo hizo con los dos discípulos confusos y desilusionados de Emaús, quien haga arder el corazón y dé nueva y segura esperanza.


El maná de cada día, 28.7.13

julio 27, 2013

Domingo XVII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

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Pedid y se os dará

Pedid y se os dará



Antífona de entrada: Sal 67, 6-7. 36

Dios vive en su santa morada. Dios que prepara casa a los desvalidos, da fuerza y poder a su pueblo.


Oración colecta

Oh Dios, protector de los que en ti esperan, sin tí nada es fuerte ni santo; multiplica sobre nosotros los signos de tu misericordia, para que, bajo tu guía providente, de tal modo nos sirvamos de los bienes pasajeros, que podamos adherirnos a los eternos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


PRIMERA LECTURA: Génesis 18, 20-32

En aquellos días, el Señor dijo: «La acusación contra Sodoma y Gomorra es fuerte, y su pecado es grave; voy a bajar, a ver si realmente sus acciones responden a la acusación; y si no, lo sabré.»

Los hombres se volvieron y se dirigieron a Sodoma, mientras el Señor seguía en compañía de Abrahán. Entonces Abrahán se acercó y dijo a Dios: «¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable?

Si hay cincuenta inocentes en la ciudad, ¿los destruirás y no perdonarás al lugar por los cincuenta inocentes que hay en él? ¡Lejos de ti hacer tal cosa!, matar al inocente con el culpable, de modo que la suerte del inocente sea como la del culpable; ¡lejos de ti! El juez de todo el mundo, ¿no hará justicia?»

El Señor contestó: «Si encuentro en la ciudad de Sodoma cincuenta inocentes, perdonaré a toda la ciudad en atención a ellos.»

Abrahán respondió: «Me he atrevido a hablar a mi Señor, yo que soy polvo y ceniza. Si faltan cinco para el número de cincuenta inocentes, ¿destruirás, por cinco, toda la ciudad?»

Respondió el Señor: «No la destruiré, si es que encuentro allí cuarenta y cinco.»

Abrahán insistió: «Quizá no se encuentren más que cuarenta.»
Le respondió: «En atención a los cuarenta, no lo haré.»

Abrahán siguió: «Que no se enfade mi Señor, si sigo hablando. ¿Y si se encuentran treinta?»
Él respondió: «No lo haré, si encuentro allí treinta.»

Insistió Abrahán: «Me he atrevido a hablar a mi Señor. ¿Y si se encuentran sólo veinte?»
Respondió el Señor: «En atención a los veinte, no la destruiré.»

Abrahán continuó: «Que no se enfade mi Señor si hablo una vez más. ¿Y si se encuentran diez?»
Contestó el Señor: «En atención a los diez, no la destruiré.»

SALMO 137, 1-2a. 2bc-3. 6-7ab. 7c-8

Cuando te invoqué, Señor, me escuchaste.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario.

Daré gracias a tu nombre, por tu misericordia y tu lealtad. Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.

El Señor es sublime, se fija en el humilde, y de lejos conoce al soberbio. Cuando camino entre peligros, me conservas la vida; extiendes tu brazo contra la ira de mi enemigo.

Tu derecha me salva. El Señor completará sus favores conmigo: Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.


SEGUNDA LECTURA: Colosenses 2, 12-14

Por el bautismo fuisteis sepultados con Cristo, y habéis resucitado con él, porque habéis creído en la fuerza de Dios que lo resucitó de entre los muertos.

Estabais muertos por vuestros pecados, porque no estabais circuncidados; pero Dios os dio vida en él, perdonándoos todos los pecados.

Borró el protocolo que nos condenaba con sus cláusulas y era contrario a nosotros; lo quitó de en medio, clavándolo en la cruz.


Aclamación antes del Evangelio: Rm 8, 15bc

Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «¡Abba!, Padre.»


EVANGELIO: Lucas 11, 1-13

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»

Él les dijo: «Cuando oréis decid:

«Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»»

Y les dijo:
«Si alguno de vosotros tiene un amigo, y viene durante la medianoche para decirle: «Amigo, préstame tres panes, pues uno de mis amigos ha venido de viaje y no tengo nada que ofrecerle.»

Y, desde dentro, el otro le responde: «No me molestes; la puerta está cerrada; mis niños y yo estamos acostados; no puedo levantarme para dártelos.»

Si el otro insiste llamando, yo os digo que, si no se levanta y se los da por ser amigo suyo, al menos por la importunidad se levantará y le dará cuanto necesite.

Pues así os digo a vosotros: Pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca halla, y al que llama se le abre.

¿Qué padre entre vosotros, cuando el hijo le pide pan, le dará una piedra? ¿O si le pide un pez, le dará una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dará un escorpión?

Si vosotros, pues, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo piden?»


APRENDER A PEDIR

P. Francisco Fernández Carvajal
Homilética.org

—    El sentido de nuestra filiación divina debe estar presente siempre en nuestra oración.

—    Pedir bienes sobrenaturales, y también bienes materiales, si nos ayudan a amar a Dios.

—    La súplica de Abrahán.


I. Jesús se retiraba a orar, con frecuencia, muy de mañana y a lugares apartados1. Sus discípulos le encontraron muchas veces en un diálogo lleno de ternura con su Padre del Cielo. Y un día, al terminar la oración, le dijo uno de sus discípulos: Señor, enséñanos a orar2

Esto hemos de pedir también nosotros: Jesús, enséñame a tratarte, dime cómo y qué cosas debo pedirte… Porque en ocasiones –incluso aunque llevemos años haciendo oración– estamos delante de Dios como el niño que apenas sabe pronunciar unas cuantas palabras mal aprendidas.

El Señor les enseñó entonces el modo de rezar y la oración por excelencia: el Padrenuestro. Sus labios pronunciarían cada palabra de esta oración universal con una particular entonación.

Y nos señala la confianza que hemos de tener siempre en todo diálogo con Dios al mostrar nuestra radical necesidad, porque esa confianza es fundamento de toda oración verdadera:

¿Quién de vosotros que tenga un amigo, y acuda a él a medianoche y le diga: Amigo, préstame tres panes, porque un amigo mío ha llegado de viaje y no tengo qué ofrecerle…? Os digo que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos por su importunidad se levantará para darle cuanto necesite.

Una buena parte de nuestras relaciones con Dios están definidas por la petición confiada. Somos hijos de Dios, hijos necesitados, y Él solo desea darnos, y en abundancia:

pues, ¿qué padre habrá entre vosotros a quien si el hijo le pide un pez, en lugar de un pez le dé una serpiente? ¿O si le pide un huevo, le dé un escorpión?

El Señor mismo sale fiador de nuestra petición: todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá. No pudo ser más categórico. Solo nos iremos de vacío si nos sentimos satisfechos de nosotros mismos; si pensáramos que nada necesitamos, porque nos hubiéramos contentado con unas metas bien cortas, o porque hubiéramos pactado con defectos y flaquezas.

Colmó de bienes a los hambrientos, y a los ricos los despidió sin nada3. Debemos acudir al Sagrario como gente muy necesitada ante Quien todo lo puede: como acudían a Jesús los leprosos, los ciegos, los paralíticos…

«Rezar –señalaba Juan Pablo II al comentar este pasaje del Evangelio– significa sentir la propia insuficiencia a través de las diversas necesidades que se presentan al hombre, y que forman parte de su vida: la misma necesidad del pan a que se refiere Cristo, poniendo como ejemplo al hombre que despierta a su amigo a medianoche para pedírselo.

Tales necesidades son numerosas. La necesidad de pan es, en cierto sentido, el símbolo de todas las necesidades materiales, de las necesidades del cuerpo humano (…). Pero la escala de estas necesidades es más amplia…»4.

La humildad de sentirnos limitados, pobres, carentes de tantos dones, y la confianza en que Dios es el Padre incomparable pendiente de sus hijos, son las primeras disposiciones con las que debemos acudir diariamente a la oración.

«Si nosotros aprendemos en el sentido pleno de la palabra, en su plena dimensión, la realidad Padre, hemos aprendido todo (…). Aprender quién es el Padre quiere decir adquirir la certeza absoluta de que Él no podrá rechazar nada. Todo esto se dice en el Evangelio de hoy. Él no te rechaza ni siquiera cuando todo, material y psicológicamente, parece indicar el rechazo. Él no te rechaza jamás»5.

Nunca deja de atendernos. El sentido de nuestra filiación divina y la conciencia de la propia indigencia y debilidad deben estar siempre presentes en nuestro trato con Dios.

II. Todo el que pide, recibe; y el que busca, encuentra; y a quien llama, se le abrirá.

Ante todo debemos pedir y buscar los bienes del alma, querer amar cada día más al Señor, deseos auténticos de santidad en medio de las peculiares circunstancias en las que nos encontremos.

También debemos pedir los bienes materiales, en la medida en que nos sirvan para alcanzar a Dios: la salud, bienes económicos, lograr ese empleo que quizá nos es necesario…

«Pidamos los bienes temporales discretamente –nos aconseja San Agustín–, y tengamos la seguridad –si los recibimos– de que proceden de quien sabe que nos convienen. ¿Pediste y no recibiste? Fíate del Padre; si te conviniera te lo habría dado. Juzga por ti mismo.

Tú eres delante de Dios, por tu inexperiencia de las cosas divinas, como tu hijo ante ti con su inexperiencia de las cosas humanas. Ahí tienes a ese hijo llorando el día entero para que le des un cuchillo o una espada. Te niegas a dárselo y no haces caso de su llanto, para no tener que llorarle muerto.

Ahora gime, se enfada y da golpes para que le subas a tu caballo; pero tú no le haces caso porque, no sabiendo conducirlo, le tirará o le matará. Si le rehusas ese poco, es para reservárselo todo; le niegas ahora sus insignificantes demandas peligrosas para que vaya creciendo y posea sin peligro toda la fortuna»6.

Así hace el Señor con nosotros, pues somos como el niño pequeño que muchas veces no sabe lo que pide.

Dios quiere siempre lo mejor; por eso, la felicidad del hombre se encuentra siempre en la plena identificación con el querer divino, pues, aunque humanamente no lo parezca, por ese camino nos llegará la mayor de las dichas.

Cuenta el Papa Juan Pablo II cómo le impresionó la alegría de un hombre que encontró en un hospital de Varsovia después de la insurrección de aquella ciudad durante la Segunda Guerra Mundial. Estaba gravemente herido y, sin embargo, era evidente su extraordinaria felicidad.

«Este hombre llegó a la felicidad –comentaba el Pontífice– por otro camino, ya que juzgando visiblemente su estado físico desde el punto de vista médico, no había motivos para ser tan feliz, sentirse tan bien y considerarse escuchado por Dios. Y sin embargo había sido escuchado en otra dimensión de su humanidad»7, en aquella dimensión en la que el querer divino y el humano se hacen una sola cosa.

Por eso, lo que nosotros debemos pedir y desear es hacer la voluntad de Dios: hágase tu voluntad en la tierra como en el Cielo. Y este es siempre el medio para acertar, el mejor camino que podíamos haber soñado, pues es el que preparó nuestro Padre del Cielo.

«Dile: Señor, nada quiero más que lo que Tú quieras. Aun lo que en estos días vengo pidiéndote, si me aparta un milímetro de la Voluntad tuya, no me lo des»8. ¿Para qué lo quiero yo, si Tú no lo quieres? Tú sabes más. Hágase tu voluntad…

III. La Primera lectura9 de la Misa nos muestra otro ejemplo conmovedor: la súplica de Abrahán, el amigo de Dios, por aquellas ciudades que tanto habían ofendido a Dios y que iban a ser destruidas: ¿Es que vas a destruir al inocente con el culpable? Si hay cincuenta justos en la ciudad, ¿los destruirías y no perdonarás el lugar por los cincuenta inocentes que hay en él?

Abrahán tratará de salvar las ciudades, «regateando» con Dios, en el que confía y del que se siente verdaderamente querido. Y habla poniendo delante de Dios el inmenso tesoro que son unos cuantos justos, unos cuantos santos.

El Señor se complace tanto en quienes son justos, en quienes le aman y por tanto cumplen su voluntad, que estará dispuesto a perdonar a miles de pecadores que cometieron incontables ofensas contra Él, con tal de que se encuentren diez justos en la ciudad.

Tan agradable es a Dios el amor y la adoración de estos pocos que es capaz de olvidar las iniquidades de aquellas ciudades.

Es una enseñanza clara para nosotros, que queremos seguir al Señor de cerca –¡con obras!– y contarnos entre sus íntimos, pues a veces puede insinuarse en el alma la tentación de preguntarse: ¿de qué sirve que yo trate de luchar y de esforzarme en cumplir con fidelidad la voluntad de Dios, si son tantos los que le ofenden y quienes viven como si Él no existiera o como si no mereciera ningún interés?

Dios tiene otras medidas, bien distintas de las humanas, acerca de la utilidad de una vida.

Un día, al final, el Señor nos hará ver la eficacia enorme, más allá del tiempo y de la distancia, de aquella madre de familia que gastó sus días en sacar la familia adelante; el valor para toda la Iglesia del dolor de aquel enfermo que ofreció diariamente al Señor sus padecimientos; el «precio» de una hora de estudio o de trabajo convertida en oración…

Con una medida que solo la misericordia divina conoce, a Yahvé le hubieran bastado diez justos para salvar a Sodoma y Gomorra. Las obras de estos justos, puestas en una balanza, habrían pesado más que todos lo pecados de aquellos miles de infelices pecadores.

Nosotros, cuando procuramos ser fieles al Señor, hemos de experimentar la alegría de saber que esta entrega, a pesar de nuestros muchos defectos, es el gozo de Dios en el mundo. Él está pronto a escuchar nuestra oración. Y debemos pedir cada día por la sociedad que nos rodea, pues parece alejarse cada vez más de Dios.

«La oración de Abrahán –comenta el Papa Juan Pablo II– es muy actual en los tiempos en los que vivimos. Es necesaria una oración así, para que todo hombre justo trate de rescatar al mundo de la injusticia»10.

Terminemos nuestra oración haciendo el propósito de aprender a orar, de aprender a pedir como hijos. Hemos de acudir al Señor con mucha frecuencia, pues nos encontramos tan necesitados como aquellos que se agolpaban a la puerta11, esperando de Él la salud del alma o del cuerpo.

La Virgen Nuestra Madre nos enseñará a ser audaces en la petición. A Ella le rogamos que nos ayude a conseguir, con nuestro apostolado, que en todos los ambientes –en cada ciudad y en todo pueblo, en cada lugar de trabajo y en toda profesión– haya esos diez, veinte, cincuenta… justos que son agradables a Dios y en los que Él se puede apoyar.

1 Cfr. Mt 14, 23; Mc 1, 35; Lc 5, 16; 9, 18. — 2 Evangelio de la MisaLc 11, 1-13. — 3 Lc 1, 53. — 4 Juan Pablo II, Homilía 27-VII-1980. — 5 Ibídem. — 6 San Agustín, Sermón 80, 2, 7-8. — 7 Juan Pablo II, loc. cit. — 8San Josemaría Escrivá, Forja, n. 512. — 9 Gen 18, 20-32. — 10 Juan Pablo II, loc. cit. — 11 Cfr. Mc 1, 33.


El maná de cada día, 27.7.13

julio 27, 2013

Sábado de la 16ª semana del Tiempo Ordinario

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Dejadlos crecer juntos hasta la siega

PRIMERA LECTURA: Éxodo 24, 3-8

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una: «Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel.

Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar.

Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo: «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

SALMO 49, 1-2.5-6.14-15

Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza.

El Dios de los dioses, el Señor, habla: convoca la tierra de oriente a occidente. Desde Sión, la hermosa, Dios resplandece.

«Congregadme a mis fieles, que sellaron mi pacto con un sacrificio.» Proclame el cielo su justicia; Dios en persona va a juzgar.

«Ofrece a Dios un sacrificio de alabanza, cumple tus votos al Altísimo e invócame el día del peligro: yo te libraré, y tú me darás gloria.»


Aclamación antes del Evangelio: St 1, 21bc

Aceptad dócilmente la palabra que ha sido plantada y es capaz de salvaros.


EVANGELIO: Mateo 13, 24-30

En aquel tiempo, Jesús propuso otra parábola a la gente:

«El reino de los cielos se parece a un hombre que sembró buena semilla en su campo; pero, mientras la gente dormía, su enemigo fue y sembró cizaña en medio del trigo y se marchó. Cuando empezaba a verdear y se formaba la espiga apareció también la cizaña. Entonces fueron los criados a decirle al amo:

«Señor, ¿no sembraste buena semilla en tu campo? ¿De dónde sale la cizaña?»

Él les dijo: «Un enemigo lo ha hecho.» Los criados le preguntaron: «¿Quieres que vayamos a arrancarla?»

Pero él les respondió: «No, que, al arrancar la cizaña, podríais arrancar también el trigo. Dejadlos crecer juntos hasta la siega y, cuando llegue la siega, diré a los segadores: ‘Arrancad primero la cizaña y atadla en gavillas para quemarla, y el trigo almacenadlo en mi granero’.»»



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LAS GAVILLAS DE TU CIZAÑA

La cizaña se cría rápida y espontáneamente en los sembrados. Puede alcanzar alturas notables, por lo que sus hojas se distinguen fácilmente de las buenas espigas. Cuando se corta no sirve más que para atarla en gavillas y quemarla, porque la harina de sus semillas es venenosa.

Pero ha de crecer con el trigo, hasta el tiempo de la siega, no sea que, al arrancarla, se arranquen también de raíz las buenas espigas. El labriego sabio y paciente sabe esperar ese tiempo de la siega, que coloca las cosas en su sitio: el grano en el granero y la cizaña en el fuego.

No te extrañe, por tanto, que a tu alrededor veas crecer rápida y frondosa la cizaña del mal y del pecado en la tierra pobre y desabrida de tantos corazones. Y tampoco te extrañes de encontrar en tu alma, junto a la semilla buena de tus deseos, intenciones y firmes propósitos, esos otros frutos de la cizaña que son tus defectos, vicios, manías y malos hábitos.

Si sabes ser paciente labriego, no te dejarás vencer por el derrotismo o el desánimo cuando veas que, a tu alrededor, todo parece ponerse contra Dios, contra el bien y contra la Iglesia. Mientras vivamos en esta vida, veremos crecer juntos, en las mieses de la historia, el mal y el pecado con la santidad y la gracia.

A ti te corresponde, en los tiempos oportunos, segar tu propio campo y quemar las gavillas de esa cizaña que crece imparable en tu alma, no sea que, volviendo el amo de los segadores, no vea grano en tu campo y no pueda llevarte a su granero.

No te quejes de lo mal que están las cosas, del ambiente tan difícil que te rodea, de las dificultades que intentan ahogar tu cristianismo, de tanta hostilidad dura y amargada contra todo lo que sea cristiano. Tu preocúpate de tu campo, de tu buen grano, de tus gavillas de cizaña, que, cuando mande el dueño de las mieses, a todos llegará el tiempo de la siega.

Lañas diarias www.mater-dei.es


Papa Francisco: ¡Pon a Cristo en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás defraudado!

julio 26, 2013
Papa Francisco

Papa Francisco


TEXTO Y VIDEO: Discurso del Papa Francisco en fiesta de bienvenida JMJ Río 2013

Río de Janeiro, 25 Jul. 13  (ACI)


Queridos jóvenes:

«Qué bien se está aquí», exclamó Pedro, después de haber visto al Señor Jesús transfigurado, revestido de gloria. ¿Podríamos repetir también nosotros esas palabras? Pienso que sí, porque para todos nosotros, hoy, es bueno estar aquí reunidos en torno a Jesús. Él es quien nos acoge y se hace presente en medio de nosotros, aquí en Río.

Pero en el Evangelio también hemos escuchado las palabras del Padre: «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle» (Lc 9, 35).

Por tanto, si por una parte es Jesús el que nos acoge; por otra, también nosotros hemos de acogerlo, ponernos a la escucha de su palabra, porque precisamente acogiendo a Jesucristo, Palabra encarnada, es como el Espíritu nos transforma, ilumina el camino del futuro, y hace crecer en nosotros las alas de la esperanza para caminar con alegría (cf. Carta enc. Lumen fidei, 7).

Pero, ¿qué podemos hacer? «Bota fé – Pon fe». La cruz de la Jornada Mundial de la Juventud ha gritado estas palabras a lo largo de su peregrinación por Brasil. ¿Qué significa «Pon fe»? Cuando se prepara un buen plato y ves que falta la sal, «pones» sal; si falta el aceite, «pones» aceite… «Poner», es decir, añadir, echar.

Lo mismo pasa en nuestra vida, queridos jóvenes: si queremos que tenga realmente sentido y sea plena, como ustedes desean y merecen, les digo a cada uno y a cada una de ustedes:

«pon fe» y tu vida tendrá un sabor nuevo, tendrá una brújula que te indicará la dirección; «pon esperanza» y cada día de tu vida estará iluminado y tu horizonte no será ya oscuro, sino luminoso; «pon amor» y tu existencia será como una casa construida sobre la roca, tu camino será gozoso, porque encontrarás tantos amigos que caminan contigo.

¡Pon fe, pon esperanza, pon amor!

Pero, ¿quién puede darnos esto? En el Evangelio hemos escuchado la respuesta: Cristo. «Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle».

Jesús es quien nos trae a Dios y nos lleva a Dios, con él toda nuestra vida se transforma, se renueva y nosotros podemos ver la realidad con ojos nuevos, desde el punto de vista de Jesús, con sus mismos ojos (cf. Carta enc. Lumen fidei, 18).

Por eso hoy les digo con fuerza: «Pon a Cristo» en tu vida y encontrarás un amigo del que fiarte siempre; «pon a Cristo» y verás crecer las alas de la esperanza para recorrer con alegría el camino del futuro; «pon a Cristo» y tu vida estará llena de su amor, será una vida fecunda.

Hoy me gustaría que todos nos preguntásemos sinceramente: ¿en quién ponemos nuestra fe? ¿En nosotros mismos, en las cosas, o en Jesús?

Tenemos la tentación de ponernos en el centro, de creer que nosotros solos construimos nuestra vida, o que es el tener, el dinero, el poder lo que da la felicidad. Pero no es así.

El tener, el dinero, el poder pueden ofrecer un momento de embriaguez, la ilusión de ser felices, pero, al final, nos dominan y nos llevan a querer tener cada vez más, a no estar nunca satisfechos, y terminamos empachados, pero no alimentados y es muy triste ver una juventud empachada, pero débil.

La juventud tiene que ser fuerte, alimentarse de su fe y no empacharse de otras cosas.

¡»Pon a Cristo» en tu vida, pon tu confianza en él y no quedarás defraudado!

Miren, queridos amigos, la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios; la fe nos inunda de su amor que nos da seguridad, fuerza, esperanza.

Aparentemente no cambia nada, pero, en lo más profundo de nosotros mismos, todo cambia.

En nuestro corazón habita la paz, la dulzura, la ternura, el entusiasmo, la serenidad y la alegría, que son frutos del Espíritu Santo (cf. Ga 5, 22) y nuestra existencia se transforma, nuestro modo de pensar y de obrar se renueva, se convierte en el modo de pensar y de obrar de Jesús, de Dios.

En el Año de la Fe, esta Jornada Mundial de la Juventud es precisamente un don que se nos da para acercarnos todavía más al Señor, para ser sus discípulos y sus misioneros, para dejar que él renueve nuestra vida.

Querido joven, querida joven: «Pon a Cristo» en tu vida. En estos días, Él te espera en su Palabra; escúchalo con atención y su presencia enardecerá tu corazón.

«Pon a Cristo»: Él te acoge en el Sacramento del perdón, para curar, con su misericordia, las heridas del pecado. No tengas miedo de pedir perdón. Él no se cansa nunca de perdonarnos, como un padre que nos ama.

¡Dios es pura misericordia! «Pon a Cristo»: Él te espera en el encuentro con su Carne en la Eucaristía, Sacramento de su presencia, de su sacrificio de amor, y en la humanidad de tantos jóvenes que te enriquecerán con su amistad, te animarán con su testimonio de fe, te enseñarán el lenguaje de la caridad, de la bondad, del servicio.

También tú, querido joven, querida joven, puedes ser un testigo gozoso de su amor, un testigo entusiasta de su Evangelio para llevar un poco de luz a este mundo nuestro.

«Qué bien se está aquí», poniendo a Cristo, la fe, la esperanza, el amor que él nos da, en nuestra vida.

Queridos amigos, en esta celebración hemos acogido la imagen de Nuestra Señora de Aparecida. Con María, queremos ser discípulos y misioneros. Como ella, queremos decir «sí» a Dios. Pidamos a su Corazón de Madre que interceda por nosotros, para que nuestros corazones estén dispuestos a amar a Jesús y a hacerlo amar.

¡Él nos espera y cuenta con nosotros! Amén.