Maná y Vivencias Cuaresmales (38), 31.3.23

marzo 31, 2023

Viernes de la 5ª semana de Cuaresma

 

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó
En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.

 

Antífona de entrada: Salmo 30, 10. 16.18

Ten piedad de mí, Señor, porque estoy angustiado; líbrame del poder de mis enemigos y de aquellos que me persiguen. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.

Oración colecta

Perdona las culpas de tu pueblo, Señor, y que tu amor y tu bondad nos libren del poder del pecado, al que nos ha sometido nuestra debilidad. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Jeremías 20, 10-13

Oía el cuchicheo de la gente: «Pavor en torno; delatadlo, vamos a delatarlo.» Mis amigos acechaban mi traspié: «A ver si se deja seducir, y lo abatiremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él.»

Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Se avergonzarán de su fracaso con sonrojo eterno que no se olvidará. Señor de los ejércitos, que examinas al justo y sondeas lo íntimo del corazón, que yo vea la venganza que tomas de ellos, porque a ti encomendé mi causa.

Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

SALMO 17, 2-3a.3bc-4.5-6.7

En el peligro invoqué al Señor, y me escuchó.

Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza; Señor, mi roca, mi alcázar, mi libertador.

Dios mío, peña mía, refugio mío, escudo mío, mi fuerza salvadora, mi baluarte. Invoco al Señor de mi alabanza y quedo libre de mis enemigos.

Me cercaban olas mortales, torrentes destructores me aterraban, me envolvían las redes del abismo, me alcanzaban los lazos de la muerte.

En el peligro invoqué al Señor, grité a mi Dios. Desde su templo él escuchó mi voz, y mi grito llegó a sus oídos.

 

Aclamación antes del Evangelio: Juan 6, 63. 68

Tus palabras, Señor, son Espíritu y vida; tú tienes palabras de vida eterna.

 

EVANGELIO: Juan 10, 31-42

En aquel tiempo, los judíos agarraron piedras para apedrear a Jesús.

Él les replicó: «Os he hecho ver muchas obras buenas por encargo de mi Padre: ¿por cuál de ellas me apedreáis?»

Los judíos le contestaron: «No te apedreamos por una obra buena, sino por una blasfemia: porque tú, siendo un hombre, te haces Dios.»

Jesús les replicó: «¿No está escrito en vuestra ley: “Yo os digo: Sois dioses”? Si la Escritura llama dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y no puede fallar la Escritura), a quien el Padre consagró y envió al mundo, ¿decís vosotros que blasfema porque dice que es hijo de Dios? Si no hago las obras de mi Padre, no me creáis, pero si las hago, aunque no me creáis a mí, creed a las obras, para que comprendáis y sepáis que el Padre está en mí, y yo en el Padre.»

Intentaron de nuevo detenerlo, pero se les escabulló de las manos. Se marchó de nuevo al otro lado del Jordán, al lugar donde antes había bautizado Juan, y se quedó allí.

Muchos acudieron a él y decían: «Juan no hizo ningún signo; pero todo lo que Juan dijo de éste era verdad.»

Y muchos creyeron en él allí.

 

Antífona de comunión: 1 Pedro 2, 24

Jesús llevó a la cruz nuestros pecados, cargándolos en su cuerpo, a fin de que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Gracias a sus llagas, fuimos curados.

 

 

VIVENCIAS CUARESMALES

 

 

Os he hecho ver muchas obras buenas, ¿por cuál de ellas me apedreáis?

38. VIERNES

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

TEMA INSPIRADOR.- Sigue el conflicto. Jesús es el Hijo de Dios consagrado y enviado por el Padre. Falta sólo una semana para entrar en el Triduo Pascual.

Este viernes es conocido como el “viernes de pasión” y también “viernes de concilio”, sobre todo en América, porque en este día tuvieron consejo los jefes de los judíos para ver la manera de acabar con Jesús de una vez por todas y a como diese lugar.

Lo narra el evangelio de la misa de mañana, sábado.

Como norma sería conveniente que al comenzar esta reflexión o tu oración personal, dedicaras un par de minutos a recordar y revivir lo experimentado el día anterior. De esta forma quedaría más grabado en tu interior y en tu vida, y podrías empalmar con lo siguiente.

Si no fluye nada, no te preocupes, pasa adelante: al nuevo día, al nuevo mensaje, a la nueva experiencia que Dios te tiene preparada para la nueva jornada.

En este día viernes recuerda y revive la Eucaristía de ayer o del último domingo. Algo te impactaría seguramente, revívelo y agradécelo. Recuerda que la Misa constituye un mar sin fondo; cualquier esfuerzo que hagas para descubrir ese tesoro será muy bien empleado.

Por otra parte, cuanto más vayas entendiendo y viviendo, eso mismo será un estímulo para seguir buscando incansablemente.

Considera hoy que la alianza con Dios se establece en lo profundo de tu corazón, mediante la fe sincera; pero como la fe debe ser tan manifiesta como profunda, debes sentir y expresar esa alianza con Dios en la existencia diaria, en una conversión permanente que te conduzca a reforzar tu nueva vida en el Espíritu debilitando en ti al hombre viejo con toda su maldad. Recuerda los frutos del buen Espíritu: Gálatas 5, 13-16-25.

A la Misa llevas esa lucha diaria. Con dos finalidades: primero, para confirmar lo bueno, uniéndolo a la gloria que Cristo tributa a su Padre para perfeccionar o completar, si se puede hablar así, la ofrenda de Cristo; y en segundo lugar, para purificarte de todo lo malo que aún te domina, mediante una nueva efusión del poder de Dios en ti, del Espíritu Santo.

La Eucaristía es culmen y fuente. Te sientas y te dispones a escuchar la Palabra y a tomar el Pan de los ángeles para poder tú después preparar algo parecido para Dios mediante una vida santa. Aceptas la invitación de Dios con la intención de poder invitarlo tú después a tu propia mesa. Por eso, toma agradecido el don de Dios y estarás dispuesto a convertirte tú mismo en don para Dios, haciéndote don de Dios para los demás, pan partido para tus hermanos.

Sólo así se puede comulgar dignamente. Si cada Misa no supone el ascender un peldaño en la escala de santidad, no estás comulgando bien. Debes convertirte cada día más y más en lo que recibes: Cuerpo de Cristo, hermano universal para construir el Reino y realizar la obra de Dios.

Analiza todo esto siguiendo, hoy especialmente, más de cerca la celebración de la Misa en el corazón de la misma: en la palabra y la acción del sacerdote durante la plegaria eucarística y la comunión.

Reza de corazón la oración sobre las ofrendas: “Concédenos, Dios de misericordia, servir siempre a tu altar con dignidad y, participando en él frecuentemente, danos la salvación”.

Hoy constatamos en el Evangelio la oposición más radical a Jesús, y a la vez la fe sencilla de otros, que creen en Jesús; muy diferente suerte, que se libra no sólo fuera sino también dentro de nosotros mismos. De ahí que la oración colecta pida que la bondad y amor de Dios “Nos libren del poder del pecado al que nos ha sometido nuestra debilidad”.

Ese poder es muy grande y siempre constatamos su fuerza dentro de nosotros mismos por más que procuramos con sinceridad convertirnos a Dios. Por eso la oración después de la Comunión pide que: “El don de la eucaristía nos proteja siempre y aleje de nosotros todo mal”.

Puedes completar tu oración con la lectura de Jeremías 20, 10-13: Oía el cuchicheo de la gente: “Pavor en torno”. –Delatadlo, vamos a delatarlo. Mis amigos acechaban mi traspiés: -A ver si se deja seducir y lo violaremos, lo cogeremos y nos vengaremos de él. Pero el Señor está conmigo, como fuerte soldado; mis enemigos tropezarán y no podrán conmigo. Cantad al Señor, alabad al Señor, que libró la vida del pobre de manos de los impíos.

Salmo 17: En el peligro invoqué al Señor y me escuchó.

 

De las instrucciones de san Doroteo, abad
La falsa paz de espíritu

El que se acusa a sí mismo acepta con alegría toda clase de molestias, daños, ultrajes, ignominias y otra aflicción cualquiera que haya de soportar, pues se considera merecedor de todo ello, y en modo alguno pierde la paz. Nada hay más apacible que un hombre de ese temple.

Pero quizá alguien me objetará: “Si un hermano me aflige, y yo, examinándome a mí mismo, no encuentro que le haya dado ocasión alguna, ¿por qué tengo que acusarme?”

En realidad, el que se examina con diligencia y con temor de Dios nunca se hallará del todo inocente, y se dará cuenta de que ha dado alguna ocasión, ya sea de obra, de palabra o con el pensamiento. Y, si en nada de esto se halla culpable, seguro que en otro tiempo habrá sido motivo de aflicción para aquel hermano, por la misma o por diferente causa; o quizá habrá causado molestia a algún otro hermano.

Por esto, sufre ahora en justa compensación, o también por otros pecados que haya podido cometer en muchas otras ocasiones.

Otro preguntará por qué deba acusarse si, estando sentado con toda paz y tranquilidad, viene un hermano y lo molesta con alguna palabra desagradable o ignominiosa y, sintiéndose incapaz de aguantarla, cree que tiene razón en alterarse y enfadarse con su hermano; porque, si éste no hubiese venido a molestarlo, él no hubiera pecado.

Este modo de pensar es, en verdad, ridículo y carente de toda razón. En efecto, no es que al decirle aquella palabra haya puesto en él la pasión de la ira, sino que más bien ha puesto al descubierto la pasión de que se hallaba aquejado; con ello, le ha proporcionado ocasión de enmendarse, si quiere.

Éste tal es semejante a un trigo nítido y brillante que, al ser roto, pone al descubierto la suciedad que contenía.

Así también el que está sentado en paz y tranquilidad según cree, esconde, sin embargo, en su interior una pasión que él no ve. Viene el hermano, le dice alguna palabra molesta y, al momento, aquél echa fuera todo el pus y la suciedad escondidos en su interior.

Por lo cual, si quiere alcanzar misericordia, mire de enmendarse, purifíquese, procure perfeccionarse, y verá que, más que atribuirle una injuria, lo que tenía que haber hecho era dar gracias a aquel hermano, ya que le ha sido motivo de tan gran provecho.

Y, en lo sucesivo, estas pruebas no le causarán tanta aflicción, sino que, cuanto más se vaya perfeccionando, más leves le parecerán. Pues el alma, cuanto más avanza en la perfección, tanto más fuerte y valerosa se vuelve en orden a soportar las penalidades que le puedan sobrevenir (Instr. 7, sobre la acusación de sí mismo, 2-3; PG 88, 1699).

 


Maná y Vivencias Cuaresmales (37), 30.3.23

marzo 30, 2023

Jueves de la 5ª semana de Cuaresma

 

Postrarse como Abrahán, he ahí la actitud justa ante Dios
Postrarse como Abrahán, he ahí la actitud justa ante Dios.
.

Antífona de entrada: Hebreos 9, 15

Cristo es el mediador de la nueva alianza, porque mediante su muerte, aquellos que han sido llamados, reciben la herencia eterna que les había sido prometida.

Oración colecta

Escucha nuestras súplicas, Señor, y mira con amor a los que han puesto su esperanza en tu misericordia; límpialos de todos sus pecados, para que perseveren en una vida santa y lleguen de este modo a heredar tus promesas. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Génesis 17, 3-9

En aquellos días, Abrán cayó de bruces, y Dios le dijo: «Mira, éste es mi pacto contigo: Serás padre de muchedumbre de pueblos.

Ya no te llamarás Abrán, sino que te llamarás Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre de pueblos.

Te haré crecer sin medida, sacando pueblos de ti, y reyes nacerán de ti.

Mantendré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros.

Os daré a ti y a tu descendencia futura la tierra en que peregrinas, la tierra de Canaán, como posesión perpetua, y seré su Dios.»

Dios añadió a Abrahán: «Tú guarda mi pacto, que hago contigo y tus descendientes por generaciones.»

 

SALMO 104, 4-5. 6-7. 8-9

El Señor se acuerda de su alianza eternamente

Recurrid al Señor y a su poder, buscad continuamente su rostro. Recordad las maravillas que hizo, sus prodigios, las sentencias de su boca.

¡Estirpe de Abrahán, su siervo; hijos de Jacob, su elegido! El Señor es nuestro Dios, él gobierna toda la tierra.

Se acuerda de su alianza eternamente, de la palabra dada, por mil generaciones; de la alianza sellada con Abrahán, del juramento hecho a lsaac.

 

Aclamación antes del Evangelio: Salmo 94, 8

Hagámosle caso al Señor, que nos dice: “No endurezcáis vuestro corazón”.

 

EVANGELIO: Juan 8, 51-59

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos: «Os aseguro: quien guarda mi palabra no sabrá lo que es morir para siempre.»

Los judíos le dijeron: «Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no conocerá lo que es morir para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?»

Jesús contestó: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “Es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera: “No lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría.»

Los judíos le dijeron: «No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?»

Jesús les dijo: «Os aseguro que antes que naciera Abrahán, existo yo.»

Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.

 

Antífona de comunión: Romanos 8, 32

Dios no escatimó la vida de su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros y con él nos ha dado todos los bienes.

 

 

VIVENCIAS CUARESMALES

 

En la Misa se actualiza la alianza perfectamente cumplida.

 

37. JUEVES

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

TEMA: Alianza con Abrahán y cumplimiento en Cristo.

Dos experiencias: La adoración de un Dios que toma la iniciativa y que promete y se compromete él solito, de manera unilateral; eso es lo decisivo. Y en segundo lugar, la respuesta dada por el mismo Dios en Jesucristo: Cristo realiza esa respuesta plenamente, como hombre y como Dios.

Como hombre, en nombre de todos los seres humanos; y la renueva sacramentalmente en la Eucaristía, para nosotros, para que crezcamos a su estatura: cada año, durante el devenir del año litúrgico; cada semana, en la misa dominical; cada día, en la misa diaria y sobre todo en la liturgia de las horas. En la Misa se realiza mistéricamente la salvación por la fe, después se realizará en la vida, como una prolongación.

Abrahán cae de bruces ante Dios, se prosterna ante él. He ahí la verdadera actitud del hombre ante su Dios, la de siempre, la justa. Por más confianza que nos inspire, por más íntimos que nos considere o nos consideremos, siempre Dios es un Misterio, el Otro, es el único Santo, el Infinito.

Todo respeto y adoración son poco, siempre. Él es digno de toda alabanza, de toda bendición. El hombre es indigno de hacer de Dios mención. “Nunca es digno el hombre de hacer de ti mención”, confesará san Francisco.

Cuando el hombre adora así a su Dios, se hace digno de escuchar su Palabra. Sólo entonces Dios habla para salvación y no para condenación, y esa Palabra es decisiva, normativa, absoluta, porque expresa una voluntad infinita y estable o una decisión del mismo Dios que se define como fiel a su Palabra y que por tanto realiza lo que la palabra significa. Es el Dios que da vida: el que dice y hace.

Esta lectura de Génesis 17, 3-9 expresa el designio salvífico de Dios:

“Abrán cayó de bruces y Dios le dijo: Mira, éste es mi pacto contigo: serás padre de muchedumbre de pueblos. Ya no te llamarás Abrán, sino Abrahán, porque te hago padre de muchedumbre. Cumpliré mi pacto contigo y con tu descendencia en futuras generaciones, como pacto perpetuo. Seré tu Dios y el de tus descendientes futuros. Dios añadió a Abrahán: Guardad mi alianza, tú y tus descendientes, por siempre”.

Se trata del único designio divino que tendrá muchas manifestaciones, pero el mismo en esencia, porque es el amor de Dios al hombre, a la humanidad de generación en generación. Es bueno adorar y bendecir a Dios por este designio salvífico manifestado a Abrahán aquí, y que culminará Cristo mismo. Él en persona encarna ese designio.

Alegrémonos por esa unidad, armonía y coherencia de Dios en todas sus palabras y acciones, en sus obras. Porque es eterna su fidelidad, su misericordia.

Por tanto, Dios no sólo habla de manera pasajera sino que establece una alianza con el hombre para siempre, inamovible. Ese compromiso de Dios afecta al hombre en todo su ser. Por eso Dios mismo cambia el nombre a Abrán. “Te llamarás Abrahán -que significa ‘muchedumbre’- porque te haré padre de un gran pueblo”.

Entre los hebreos el nombre de una persona expresa el ser y la misión de la misma, según la mente de Dios. No es algo anecdótico o postizo, como entre nosotros. Y menos puede haber contradicción entre lo que uno es y lo que hace. El nombre que Dios pone a cada persona se identifica con su misión, con su vocación porque el hombre es un ser esencialmente vocacionado. La respuesta a esa llamada es la personal historia de salvación.

Esta correspondencia entre el nombre y la misión constituye la coherencia radical del creyente. Se trata del orden establecido por Dios, cuyo resultado es la plenitud personal y la paz, en todas sus modalidades.

Según la Biblia, el hombre es, antes que “naturaleza” fija y terminada, vocación, esencialmente. Es decir, Dios “llama” al hombre a una vida de relación con él, y llamándolo, lo crea; y llamándolo a cada momento y en cada circunstancia lo recrea y lo hace vivir permanentemente en su presencia, en una historia de salvación tejida de palabras y de obras.

Dios capacita al hombre para esa relación o religación, y, consiguientemente, le da una naturaleza de ser inteligente, libre y racional: capaz de “responder o corresponder” a Dios, que es comunión. Por tanto el hombre es vocación, su esencia consiste en ser amado por Dios hasta convertirlo en su interlocutor y confidente.

Y esa vocación justifica su racionalidad e intencionalidad. La vocación determina su esencia y condición racional y su libertad. Ahí radica la mayor riqueza del hombre, toda su dignidad.

Esa vocación es fundamentalmente llamada a la santidad. Sed santos como santo es vuestro Padre que está en los cielos. Por tanto, si el hombre no alcanza esa relación con Dios, se convierte en un ser profundamente irrealizado, fracasado. Un ser descentrado, no logrado. Este fracaso es ontológico antes que nada y por encima de todo, no sólo moral y psicológico. Estos dos últimos aspectos son secundarios y consecuencia del primero.

De ahí que, cuando el hombre se aparta de este propósito de Dios, entra con facilidad en el camino de la incoherencia, de la tensión entre lo que las circunstancias de la vida le exigen y el capricho personal de vivir a su antojo.

Así descubrimos frecuentemente en muchos hombres de hoy que consideran el trabajo como una esclavitud, las tareas propias del hogar como una carga pesada. Muchos esperan ansiosamente que llegue la hora de salir del trabajo, para hacer su voluntad, para ser libre, para hacer lo que realmente les interesa y donde creen que se realizan.

En fin, concluimos que, sin Dios, sin el sometimiento a sus planes, todo se desordena y el hombre pierde el norte de su vida y se enreda en la maraña de sus pasiones, es presa fácil del propio egoísmo y de la avidez de los ojos y de la soberbia de la vida, de la seducción del poder y de la pasión insaciable del placer.

Por tu parte, hermano, trata de vivir hoy esa alianza con Dios participando en la Santa Misa, precisamente hoy día, jueves eucarístico. El próximo jueves será Jueves Santo. El Padre tomó la iniciativa y se comprometió enviando a su Hijo al mundo para cumplir su parte hasta el fin, y a la vez haciendo que un hombre como nosotros, Jesús de Nazaret, fuera obediente hasta la muerte y muerte de cruz. En Cristo, pues, toda la humanidad ya ha respondido de manera perfecta a la alianza con Dios.

En la Misa se actualiza esa alianza perfectamente cumplida por ambos lados en Cristo mismo, en su persona. Tú, hermano, procura aportar tu participación en el pan y en el vino y trata de experimentar cómo hay algo tuyo en el Pan y en el Vino, antes y después de la Consagración, antes y después de la Comunión.

Entra en el misterio de la Eucaristía: atiende a cada palabra y a cada signo que realiza el sacerdote sobre todo a partir de la presentación de los dones y de manera especial a partir del prefacio: “En verdad es justo y necesario”. Que cada Eucaristía te cambie, te ayude a sentir, expresar y realizar mejor tu identidad cristiana: en el templo y en el mundo.

Agradece a Cristo su confesión acerca de su relación con el Padre: Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, a quien conozco y cuya palabra guardo.

San Agustín explica el amén de la Comunión: “Si sois de Cristo y sus miembros, es el sacramento de lo que sois lo que recibís. Es a lo que sois a lo que respondéis amén. Esa respuesta es vuestra firma. Oyes efectivamente: Cuerpo de Cristo. Y tú debes responder: amén”.

Sé miembro del Cuerpo de Cristo para que tu amén sea verdadero.


El giro definitivo de la predicación del P. Emiliano Tardif

marzo 29, 2023

.

El día que comprendamos el poder que tiene el testimonio, cambiará nuestra predicación.

.

El Padre Emiliano Tardif, un sacerdote muy usado por Dios, decía: Antes yo preparaba mucho mis homilías. Estudiaba autores clásicos y leía teólogos modernos Eran tan buenas y profundas mis lecturas que no quería que se perdiera nada de lo que les iba a decir.

Pero el Señor cambio todo eso. Un domingo, delante de los apuntes bien hechos de mi homilía, el Señor me dijo: Si tú, que tienes tantos estudios y has leído tanto, no eres capaz de grabártelo en la memoria sólo para repetirlo, ¿cómo quieres que esta gente sencilla que no tiene la misma preparación que tú, lo grabe en su corazón para vivirlo?

Desde entonces cambié mi predicación. Ahora ya no hago otra cosa sino testificar el poder de Dios y lo que Él está haciendo; y cuento las historias del amor de Dios. El día que comprendamos el poder que tiene el testimonio, cambiará nuestra predicación.

Hoy día no necesitamos un nuevo Evangelio, sino una nueva evangelización; es decir, proclamar con poder y eficacia que Cristo vive; no repitiendo teorías que oímos y leímos, sino con el testimonio de la propia experiencia.

Hoy día debemos evangelizar con el poder del Espíritu Santo.

Un evangelizador es ante todo un testigo que tiene experiencia personal de la resurrección de Cristo Jesús, y que presenta, más que una doctrina, a una persona viva que comunica vida y vida en abundancia.

Después, sólo después y siempre después, se debe enseñar la catequesis y la moral. A veces estamos muy preocupados en que la gente cumpla los mandamientos de Dios antes de que conozca y experimente al Dios de los mandamientos.

Jesús envió a sus apóstoles, no a enseñar teorías ni ideas abstractas, sino a testificar lo que habían visto y oído. Pero, desgraciadamente, parece que estamos más preocupados de enseñar doctrina que de comunicar vida.

Nadie, por cierto, puede ser transmisor del Evangelio, si él mismo no ha experimentado la nueva vida en Cristo.

Cuando comunicamos lo que el Señor ha hecho -sobre todo en cada uno de nosotros- a partir de su resurrección, solo entonces todo cambia. La predicación va acompañada de señales y prodigios que Jesús prometió.

Padre Emiliano Tardif


Maná y Vivencias Cuaresmales (36), 29.3.23

marzo 29, 2023

Miércoles de la 5ª semana de Cuaresma

 

Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos

 

Antífona de entrada: Salmo 17, 48-49

Tú, Señor, me liberas de mis enemigos, me haces triunfar de mis agresores y me libras del hombre violento.

Oración colecta

Ilumina, Señor, el corazón de tus fieles purificado por las penitencias de Cuaresma, y tú, que nos infundes el piadoso deseo de servirte, escucha paternalmente nuestras súplicas. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Daniel 3, 14-20.91-92.95

En aquellos días, el rey Nabucodonosor dijo: «¿Es cierto, Sidrac, Misac y Abdénago, que no respetáis a mis dioses ni adoráis la estatua de oro que he erigido?

Mirad: si al oír tocar la trompa, la flauta, la citara, el laúd, el arpa, la vihuela y todos los demás instrumentos, estáis dispuestos a postraros adorando la estatua que he hecho, hacedlo; pero, si no la adoráis, seréis arrojados al punto al horno encendido, y ¿qué dios os librará de mis manos?»

Sidrac, Misac y Abdénago contestaron: «Majestad, a eso no tenemos por qué responder. El Dios a quien veneramos puede librarnos del horno encendido y nos librará de tus manos. Y aunque no lo haga, conste, majestad, que no veneramos a tus dioses ni adoramos la estatua de oro que has erigido.»

Nabucodonosor, furioso contra Sidrac, Misac y Abdénago, y con el rostro desencajado por la rabia, mandó encender el horno siete veces más fuerte que de costumbre, y ordenó a sus soldados más robustos que atasen a Sidrac, Misac y Abdénago y los echasen en el horno encendido.

El rey los oyó cantar himnos; extrañado, se levantó y, al verlos vivos, preguntó, estupefacto, a sus consejeros: «¿No eran tres los hombres que atamos y echamos al horno?»

Le respondieron: «Así es, majestad.»

Preguntó: «¿Entonces, cómo es que veo cuatro hombres, sin atar, paseando por el horno sin sufrir nada? Y el cuarto parece un ser divino.»

Nabucodonosor entonces dijo: «Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, que envió un ángel a salvar a sus siervos que, confiando en él, desobedecieron el decreto real y prefirieron arrostrar el fuego antes que venerar y adorar otros dioses que el suyo.»

 

SALMO: Daniel 3, 52.53.54.55.56

A ti gloria y alabanza por los siglos.

Bendito eres, Señor, Dios de nuestros padres, bendito tu nombre santo y glorioso.

Bendito eres en el templo de tu santa gloria.

Bendito eres sobre el trono de tu reino.

Bendito eres tú, que sentado sobre querubines sondeas los abismos.

Bendito eres en la bóveda del cielo.

 

Aclamación antes del Evangelio: Lucas 8, 15

Felices los que retienen la Palabra de Dios con un corazón bien dispuesto y dan fruto gracias a su constancia.

 

EVANGELIO: Juan 8, 31-42

En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos que habían creído en él: «Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.»

Le replicaron: «Somos linaje de Abrahán y nunca hemos sido esclavos de nadie. ¿Cómo dices tú: “Seréis libres”.»

Jesús les contestó: «Os aseguro que quien comete pecado es esclavo. El esclavo no se queda en la casa para siempre, el hijo se queda para siempre. Y si el Hijo os hace libres, seréis realmente libres. Ya sé que sois linaje de Abrahán; sin embargo, tratáis de matarme, porque no dais cabida a mis palabras. Yo hablo de lo que he visto junto a mi Padre, pero vosotros hacéis lo que le habéis oído a vuestro padre.»

Ellos replicaron: «Nuestro padre es Abrahán.»

Jesús les dijo: «Si fuerais hijos de Abrahán, haríais lo que hizo Abrahán. Sin embargo, tratáis de matarme a mí, que os he hablado de la verdad que le escuché a Dios, y eso no lo hizo Abrahán. Vosotros hacéis lo que hace vuestro padre.»

Le replicaron: «Nosotros no somos hijos de prostitutas; tenemos un solo padre: Dios.»

Jesús les contestó: «Si Dios fuera vuestro padre, me amaríais, porque yo salí de Dios, y aquí estoy. Pues no he venido por mi cuenta, sino que él me envió.»

 

Antífona de comunión: Colosenses 1, 13-14

Nos hizo entrar en el Reino de su Hijo muy querido, en quien tenemos la redención y el perdón de los pecados.

 

 

VIVENCIAS CUARESMALES

 

Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos.

 

36. MIÉRCOLES

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

TEMA.- Cristo nos da la libertad que nada ni nadie nos podrá arrebatar.

La experiencia remarcada en esta misa es la libertad interior del creyente en todo momento. Aunque esté rodeado de llamas ardientes, aunque le cerquen los enemigos confabulados, él permanece confiado en el Señor.

El Salmista nos invita a bendecir siempre a Dios. Aun en medio de las austeridades cuaresmales, debemos alabar a Dios en todo y por todo, pues él todo lo dispone para nuestro bien. Es nuestra certeza, y la alabanza a Dios constituye ya nuestra fortaleza.

Leer el texto de los tres jóvenes arrojados al horno de fuego: Daniel 3, 14-20-91-92. Nabucodonosor exclamó: Bendito sea el Dios de Sidrac, Misac y Abdénago, etc. Las alabanzas de los creyentes, Daniel 3, 52-54-55-56, no sólo los edifican a ellos y los fortalecen estando en medio de las llamas, sino que provocan la conversión del pecador y la confesión de la gloria de Dios.

En el evangelio, Cristo nos invita a guardar su Palabra para que nos pueda conducir a la libertad interior que nada ni nadie nos podrá arrebatar. Esa libertad en Cristo, constituye una tarea permanente para todos nosotros. Escuchemos el relato evangélico: “Si os mantenéis en mi palabra seréis de verdad discípulos míos; conoceréis la verdad y la verdad os hará libres”.

Por eso la oración después de la comunión pide que el Sacramento que acabamos de recibir sea medicina para nuestra debilidad, sane las enfermedades de nuestro espíritu y nos asegure su constante protección.

 

De los sermones de san Agustín, obispo

Cantemos al Señor el cántico del amor

Cantad al Señor un cántico nuevo, resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. Se nos ha exhortado a cantar al Señor un cántico nuevo. El hombre nuevo conoce el cántico nuevo. Cantar es expresión de alegría y, si nos fijamos más detenidamente, cantar es expresión de amor. De modo que quien ha aprendido a amar la vida nueva sabe cantar el cántico nuevo.

De modo que el cántico nuevo nos hace pensar en lo que es la vida nueva. El hombre nuevo, el cántico nuevo, el Testamento nuevo: todo pertenece al mismo y único reino. Por esto, el hombre nuevo cantará el cántico nuevo, porque pertenece al Testamento nuevo.

Todo hombre ama; nadie hay que no ame; pero hay que preguntar qué es lo que ama. No se nos invita a no amar, sino a que elijamos lo que hemos de amar. ¿Pero, cómo vamos a elegir si no somos primero elegidos, y cómo vamos a amar si no nos aman primero? Oíd al apóstol Juan: Nosotros amamos a Dios, porque Él nos amó primero.

Trata de averiguar de dónde le viene al hombre poder amar a Dios, y no encuentras otra razón sino porque Dios le amó primero. Se entregó a sí mismo para que le amáramos y con ello nos dio la posibilidad y el motivo de amarle.

Escuchad al apóstol Pablo que nos habla con toda claridad de la raíz de nuestro amor: El amor de Dios, dice, ha sido derramado en nuestros corazones. Y, ¿de quién proviene este amor? ¿De nosotros tal vez? Ciertamente no proviene de nosotros. Pues ¿de quién? Del Espíritu Santo que se nos ha dado.

Por tanto, teniendo una gran confianza, amemos a Dios en virtud del mismo don que Dios nos ha dado. Oíd a Juan que dice más claramente aún: Dios es amor, y quien permanece en el amor permanece en Dios, y Dios en él. No basta con decir: El amor es de Dios. ¿Quién de vosotros sería capaz de decir: Dios es amor? Y lo dijo quien sabía lo que se traía entre manos.

Dios se nos ofrece como objeto total y nos dice: “Amadme, y me poseeréis, porque no os será posible amarme si antes no me poseéis”. ¡Oh, hermanos e hijos, vosotros que sois brotes de la Iglesia universal, semilla santa del reino eterno, los regenerados y nacidos en Cristo!

Oídme: Cantad por mí al Señor un cántico nuevo. “Ya estamos cantando”, decís. Cantáis, sí cantáis. Ya os oigo. Pero procurad que vuestra vida no dé testimonio contra lo que vuestra lengua canta.

Cantad con vuestra voz, cantad con vuestro corazón, cantad con vuestra boca, cantad con vuestras costumbres: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué es lo que vais a cantar de aquel a quién amáis? Porque sin duda queréis cantar en honor de aquel a quien amáis; preguntáis qué alabanzas vais a cantar de él.

Ya lo habéis oído: Cantad al Señor un cántico nuevo. ¿Preguntáis qué alabanzas debéis cantar? Resuene su alabanza en la asamblea de los fieles. La alabanza del canto reside en el mismo cantor.

¿Queréis rendir alabanzas a Dios? Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar. Vosotros mismos seréis su alabanza, si vivís santamente (Sermón 34, 1-3, 5-6: CCL 41, 424-426).


Maná y Vivencias Cuaresmales (35), 28.3.23

marzo 28, 2023

Martes de la 5ª semana de Cuaresma

 

Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado.

 

Antífona de entrada: Salmo 26, 14

Espera en el Señor, sé valiente: ten ánimo, espera en el Señor.

Oración colecta

Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu santa voluntad, para que, en nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Números 21, 4-9

En aquellos días, desde el monte Hor se encaminaron los hebreos hacia el mar Rojo, rodeando el territorio de Edom.

El pueblo estaba extenuado del camino, y habló contra Dios y contra Moisés: «¿Por qué nos has sacado de Egipto para morir en el desierto? No tenemos ni pan ni agua, y nos da náusea ese pan sin cuerpo.»

El Señor envió contra el pueblo serpientes venenosas, que los mordían, y murieron muchos israelitas.

Entonces el pueblo acudió a Moisés, diciendo: «Hemos pecado hablando contra el Señor y contra ti; reza al Señor para que aparte de nosotros las serpientes.»

Moisés rezó al Señor por el pueblo, y el Señor le respondió: «Haz una serpiente venenosa y colócala en un estandarte: los mordidos de serpientes quedarán sanos al mirarla.»

Moisés hizo una serpiente de bronce y la colocó en un estandarte. Cuando una serpiente mordía a uno, él miraba a la serpiente de bronce y quedaba curado.

 

SALMO 101, 2-3.16-18.19-21

Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti.

Señor, escucha mi oración, que mi grito llegue hasta ti; no me escondas tu rostro el día de la desgracia. Inclina tu oído hacia mí; cuando te invoco, escúchame en seguida.

Los gentiles temerán tu nombre, los reyes del mundo, tu gloria. Cuando el Señor reconstruya Sión y aparezca en su gloria, y se vuelva a las súplicas de los indefensos, y no desprecie sus peticiones.

Quede esto escrito para la generación futura, y el pueblo que será creado alabará al Señor. Que el Señor ha mirado desde su excelso santuario, desde el cielo se ha fijado en la tierra, para escuchar los gemidos de los cautivos y librar a los condenados a muerte.

 

Aclamación antes del Evangelio:

La semilla es la palabra de Dios y el sembrador es Cristo; todo aquel que lo encuentra vivirá para siempre.

 

EVANGELIO: Juan 8, 21-30

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos: «Yo me voy y me buscaréis, y moriréis por vuestro pecado. Donde yo voy no podéis venir vosotros.»

Y los judíos comentaban: «¿Será que va a suicidarse, y por eso dice: “Donde yo voy no podéis venir vosotros”?»

Y él continuaba: «Vosotros sois de aquí abajo, yo soy de allá arriba: vosotros sois de este mundo, yo no soy de este mundo. Con razón os he dicho que moriréis por vuestros pecados: pues, si no creéis que yo soy, moriréis por vuestros pecados.»

Ellos le decían: «¿Quién eres tú?»

Jesús les contestó: «Ante todo, eso mismo que os estoy diciendo. Podría decir y condenar muchas cosas en vosotros; pero el que me envió es veraz, y yo comunico al mundo lo que he aprendido de él.»

Ellos no comprendieron que les hablaba del Padre.

Y entonces dijo Jesús: «Cuando levantéis al Hijo del hombre, sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo; porque yo hago siempre lo que le agrada.»

Cuando les exponía esto, muchos creyeron en él.

 

Antífona de comunión: Juan 12, 32

Cuando yo sea levantado de la tierra, atraeré a todos hacia mí, dice el Señor.

 

 

VIVENCIAS CUARESMALES

 

Crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio.

35. MARTES

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

 

TEMA ILUMINADOR.- La identidad de Jesús queda clarificada cuando es levantado en la Cruz. Miremos la Cruz como la máxima expresión del amor de Dios por nosotros:

“Cuando levantéis al Hijo del hombre sabréis que yo soy, y que no hago nada por mi cuenta, sino que hablo como el Padre me ha enseñado. El que me envió está conmigo, no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada”.

En la misa de hoy, se reconoce la debilidad del hombre. Él tiene un corazón vacilante, propenso al desánimo. Por eso ya la antífona de entrada, Salmo 26, 14, increpa al creyente: “Espera en el Señor, sé valiente, ten ánimo, espera en el Señor”.

Parecida exhortación se dirige a múltiples personajes bíblicos ante las exigencias de la vocación divina: a Moisés ante el faraón; a Josué ante la misión de introducir a Israel en la tierra prometida, etc. “Sé valiente, ten ánimo, no temas, el Señor está contigo, espera en él”.

Es muy fuerte la tentación de la desesperanza. Es grande la facilidad con la que se inflan los fantasmas del miedo, la inseguridad, y la incredulidad.

El temor y el miedo resumen los sentimientos más negativos y más dañinos que le amenazan al hombre de todas las épocas y en todos los momentos de su vida; por eso es tan reiterativa la exhortación bíblica, la del Espíritu bueno frente a la terquedad del espíritu malo para arrebatar de la mente del creyente la memoria y el recuerdo del poder de Dios, mil veces demostrado en la Historia Sagrada, tanto colectiva como personal.

Por eso pedimos en la oración colecta: “Concédenos, Señor, perseverar en el fiel cumplimiento de tu santa voluntad para que, en nuestros días, crezca en santidad y en número el pueblo dedicado a tu servicio”.

Perseverar porque nos desanimamos, y así, no sólo nos dañamos a nosotros mismos, sino que impedimos que la salvación llegue a otros hombres. Pedimos a Dios que la Iglesia crezca en calidad o santidad y en cantidad, que tenga nuevos hijos. Para ello Dios nos necesita a nosotros. Se le recuerda esa mediación eclesial, dispuesta por él mismo en su bondad.

La Cuaresma tiene esas dos connotaciones: santificación de toda la iglesia mediante una mejor comprensión y vivencia del misterio cristiano; y a la vez, un crecimiento de la misma por la conversión de los pecadores y el bautismo de los nuevos creyentes en la Vigilia Pascual. Vamos tomando conciencia de nuestra condición misionera por el mero hecho de ser bautizados.

En nuestros días, algunos padres ya no bautizan a sus hijos, pero aumenta el número de los adultos que se convierten y se preparan como catecúmenos en el tiempo cuaresmal para recibir la vida nueva en Cristo mediante el bautismo administrado durante la Vigilia Pascual. Oremos con fervor renovado por estos nuevos hijos de Dios y miembros convencidos de la Iglesia.

La lectura de Números 21, 4-9 confirma una vez más que el pueblo murmura contra Dios porque se olvida de las maravillas realizadas por él contra Egipto y en favor de su pueblo.

Escuchemos: “El Dios que salva al pueblo a través de la serpiente levantada en alto es el mismo que salva a todos los hombres mediante el Crucificado”.

En la oración sobre las ofrendas se suplica a Dios que él mismo dirija “nuestro corazón vacilante”, en un acto de profunda sinceridad y reconocimiento del poder de Dios y de la debilidad radical del hombre.

La antífona de la comunión completa el texto leído. Dice: “Cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí, dice el Señor”.

El oficio de lectura de la liturgia de las horas, en esta semana, nos trae la carta a los Hebreos: En la medida en que el justo se somete a Dios se va haciendo salvador de sus hermanos. Toda la vida del justo sirve perfectamente a los planes de Dios. Le pareció bien llevarlo a la perfección a base de sufrimientos para que pueda compadecerse de sus hermanos (Capítulo 2, 8-18).

Puedes meditar, hermano, este aleccionador texto sobre la “paciencia de Cristo”: Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo para que sigamos sus huellas. Él no cometió pecado ni encontraron engaño en su boca. Cuando lo insultaban, no devolvía el insulto; en su pasión no profería amenazas. Al contrario, se ponía en manos del que juzga justamente.
Cargado con nuestros pecados, subió al leño, para que, muertos al pecado, vivamos para la justicia. Sus heridas nos han curado (1 P 2, 21b-24).

 

 

De las Instrucciones de San Doroteo Abad
Instr. 7, sobre la acusación de sí mismo
(1-2 PG 88, 1695-1699)

Tratemos de averiguar, hermanos, cuál es el motivo principal de un hecho que acontece con frecuencia, a saber, que a veces uno escucha una palabra desagradable y se comporta como si no la hubiera oído, sin sentirse molesto; y en cambio, otras veces, así que la oye, se siente turbado y afligido.

¿Cuál, me pregunto, es la causa de esta diversa reacción? ¿Hay una o varias explicaciones? Yo distingo diversas causas y explicaciones… Pero, si examinamos atentamente la cuestión, veremos que la causa de toda perturbación consiste en que nadie se acusa a sí mismo.

De ahí deriva toda molestia y aflicción, de ahí deriva el que nunca hallemos descanso; y ello no debe extrañarnos, ya que los santos nos enseñan que esta acusación de sí mismo es el único camino que nos puede llevar a la paz.

Que esto es verdad, lo hemos comprobado en múltiples ocasiones; y nosotros, con todo, esperamos con anhelo hallar el descanso, a pesar de nuestra desidia, o pensamos andar por el camino recto, a pesar de nuestras repetidas impaciencias y de nuestra resistencia en acusarnos a nosotros mismos.

Así son las cosas. Por más virtudes que posea un hombre, aunque sean innumerables, si se aparta de este camino, nunca hallará el reposo, sino que estará siempre afligido o afligirá a los demás, perdiendo así el mérito de todas sus fatigas.

Nos unimos a la oración de toda la Iglesia por los nuevos catecúmenos que se preparan para recibir el bautismo en la noche de la Vigilia Pascual. También oramos unos por otros para que en esta Cuaresma y Pascua renovemos nuestro primer amor. Nos servimos de los textos del Ritual de la Iniciación Cristiana de Adultos (RICA):

“Oh Padre de la vida eterna, que no eres Dios de muertos, sino de vivos, y que enviaste a tu Hijo como mensajero de la vida, para arrancar a los hombres del reino de la muerte y conducirlos a la resurrección,

te rogamos que libres a estos elegidos de la potestad del espíritu maligno, que arrastra a la muerte, para que puedan recibir la nueva vida de Cristo resucitado y dar testimonio de ella. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén” (RICA, n. 178, p. 87).


Maná y Vivencias Cuaresmales (34), 27.3.23

marzo 27, 2023

Lunes de la 5ª semana de Cuaresma

 

Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más
Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.

 

Antífona de entrada: Salmo 55, 2

Ten compasión de mí, Señor, porque me pisotean y acosan todo el día mis enemigos.

Oración colecta

Señor Dios nuestro, cuyo amor sin medida nos enriquece con toda bendición, haz que, abandonando la corrupción del hombre viejo, nos preparemos como hombres nuevos, a tomar parte de la gloria de tu reino. Por nuestro Señor Jesucristo.

 

PRIMERA LECTURA: Daniel 13, 1-9.15-17.19-30.33-62

Vivía en Babilonia un hombre llamado Joaquín.
Se había casado con una mujer llamada Susana, hija de Jilquías, que era muy bella y temerosa de Dios; sus padres eran justos y habían educado a su hija según la ley de Moisés. Joaquín era muy rico, tenía un jardín contiguo a su casa, y los judíos solían acudir donde él, porque era el más prestigioso de todos.

Aquel año habían sido nombrados jueces dos ancianos, escogidos entre el pueblo, de aquellos de quienes dijo el Señor: «La iniquidad salió en Babilonia de los ancianos y jueces que se hacían guías del pueblo.» Venían éstos a menudo a casa de Joaquín, y todos los que tenían algún litigio se dirigían a ellos. Cuando todo el mundo se había retirado ya, a mediodía, Susana entraba a pasear por el jardín de su marido.

Los dos ancianos, que la veían entrar a pasear todos los días, empezaron a desearla. Perdieron la cabeza dejando de mirar hacia el cielo y olvidando sus justos juicios. Mientras estaban esperando la ocasión favorable, un día entró Susana en el jardín como los días precedentes, acompañada solamente de dos jóvenes doncellas, y como hacía calor quiso bañarse en el jardín. No había allí nadie, excepto los dos ancianos que, escondidos, estaban al acecho.

Dijo ella a las doncellas: «Traedme aceite y perfume, y cerrad las puertas del jardín, para que pueda bañarme.»

En cuanto salieron las doncellas, los dos ancianos se levantaron, fueron corriendo donde ella, y le dijeron: «Las puertas del jardín están cerradas y nadie nos ve. Nosotros te deseamos; consiente, pues, y entrégate a nosotros. Si no, daremos testimonio contra ti diciendo que estaba contigo un joven y que por eso habías despachado a tus doncellas.»

Susana gimió: «¡Ay, qué aprieto me estrecha por todas partes! Si hago esto, es la muerte para mí; si no lo hago, no escaparé de vosotros. Pero es mejor para mí caer en vuestras manos sin haberlo hecho que pecar delante del Señor.»

Y Susana se puso a gritar a grandes voces. Los dos ancianos gritaron también contra ella, y uno de ellos corrió a abrir las puertas del jardín. Al oír estos gritos en el jardín, los domésticos se precipitaron por la puerta lateral para ver qué ocurría, y cuando los ancianos contaron su historia, los criados se sintieron muy confundidos, porque jamás se había dicho una cosa semejante de Susana. A la mañana siguiente, cuando el pueblo se reunió en casa de Joaquín, su marido, llegaron allá los dos ancianos, llenos de pensamientos inicuos contra Susana para hacerla morir.

Y dijeron en presencia del pueblo: «Mandad a buscar a Susana, hija de Jilquías, la mujer de Joaquín.» Mandaron a buscarla, y ella compareció acompañada de sus padres, de sus hijos y de todos sus parientes.

Todos los suyos lloraban, y también todos los que la veían. Los dos ancianos, levantándose en medio del pueblo, pusieron sus manos sobre su cabeza. Ella, llorando, levantó los ojos al cielo, porque su corazón tenía puesta su confianza en Dios.

Los ancianos dijeron: «Mientras nosotros nos paseábamos solos por el jardín, entró ésta con dos doncellas. Cerró las puertas y luego despachó a las doncellas. Entonces se acercó a ella un joven que estaba escondido y se acostó con ella. Nosotros, que estábamos en un rincón del jardín, al ver esta iniquidad, fuimos corriendo donde ellos. Los sorprendimos juntos, pero a él no pudimos atraparle porque era más fuerte que nosotros, y abriendo la puerta se escapó. Pero a ésta la agarramos y le preguntamos quién era aquel joven. No quiso revelárnoslo. De todo esto nosotros somos testigos.»

La asamblea les creyó como ancianos y jueces del pueblo que eran. Y la condenaron a muerte.
Entonces Susana gritó fuertemente: «Oh Dios eterno, que conoces los secretos, que todo lo conoces antes que suceda, tú sabes que éstos han levantado contra mí falso testimonio. Y ahora voy a morir, sin haber hecho nada de lo que su maldad ha tramado contra mí.»

El Señor escuchó su voz y, cuando era llevada a la muerte, suscitó el santo espíritu de un jovencito llamado Daniel, que se puso a gritar: «¡Yo estoy limpio de la sangre de esta mujer!»

Todo el pueblo se volvió hacia él y dijo: «¿Qué significa eso que has dicho?»

Él, de pie en medio de ellos, respondió: «¿Tan necios sois, hijos de Israel, para condenar sin investigación y sin evidencia a una hija de Israel? ¡Volved al tribunal, porque es falso el testimonio que éstos han levantado contra ella!»

Todo el pueblo se apresuró a volver allá, y los ancianos dijeron a Daniel: «Ven a sentarte en medio de nosotros y dinos lo que piensas, ya que Dios te ha dado la dignidad de la ancianidad.»

Daniel les dijo entonces: «Separadlos lejos el uno del otro, y yo les interrogaré.»

Una vez separados, Daniel llamó a uno de ellos y le dijo: «Envejecido en la iniquidad, ahora han llegado al colmo los delitos de tu vida pasada, dictador de sentencias injustas, que condenabas a los inocentes y absolvías a los culpables, siendo así que el Señor dice: “No matarás al inocente y al justo.” Conque, si la viste, dinos bajo qué árbol los viste juntos.»

Respondió él: «Bajo una acacia.»

«En verdad –dijo Daniel– contra tu propia cabeza has mentido, pues ya el ángel de Dios ha recibido de él la sentencia y viene a partirte por el medio.»

Retirado éste, mandó traer al otro y le dijo: «¡Raza de Canaán, que no de Judá; la hermosura te ha descarriado y el deseo ha pervertido tu corazón! Así tratabais a las hijas de Israel, y ellas, por miedo, se entregaban a vosotros. Pero una hija de Judá no ha podido soportar vuestra iniquidad. Ahora pues, dime: ¿Bajo qué árbol los sorprendiste juntos?»

Él respondió: «Bajo una encina.»

«En verdad –dijo Daniel– tú también has mentido contra tu propia cabeza: ya está el ángel del Señor esperando, espada en mano, para partirte por el medio, a fin de acabar con vosotros.»

Entonces la asamblea entera clamó a grandes voces, bendiciendo a Dios que salva a los que esperan en él.

Luego se levantaron contra los dos ancianos, a quienes, por su propia boca, había convencido Daniel de falso testimonio y, para cumplir la ley de Moisés, les aplicaron la misma pena que ellos habían querido infligir a su prójimo: les dieron muerte, y aquel día se salvó una sangre inocente.

 

SALMO 22, 1-3a.3b-4.5.6

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

 

Aclamación antes del Evangelio: Ezequiel 33, 11

Yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva.

 

EVANGELIO: Juan 8, 1-11

En aquel tiempo, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba.

Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?»

Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo.

Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.»

E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer, en medio, que seguía allí delante.

Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?, ¿ninguno te ha condenado?»

Ella contestó: «Ninguno, Señor.»

Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más.»

 

Antífona de comunión: Juan 8, 10-11

Mujer, ¿dónde están? ¿Ninguno te ha condenado? Contestó ella: Ninguno, Señor. Jesús le dijo: Tampoco yo te condeno. Vete y no vuelvas a pecar.

 

 

VIVENCIAS CUARESMALES

 

Yo soy la luz del mundo: el que me sigue tendrá la luz de la vida.

 

34. LUNES

QUINTA SEMANA DE CUARESMA

 

 

TEMA ILUMINADOR: Controversia entre Jesús y los judíos. Lucha entre la luz y las tinieblas.

El tiempo cuaresmal está llegando a su fin y con él el desenlace final de la vida terrena del Señor. De ahí que se nos invita a sentir más de cerca cuanto acontece en el corazón de Cristo y cuanto preocupa su mente.

Por eso precisamente, en estos días previos a la Semana Santa, se utiliza el prefacio de pasión en la misa y se usan opcionalmente los himnos de Semana Santa en la Liturgia de las Horas.

Se acerca el desenlace de la vida de Jesús. Una pregunta obvia: ¿Cuánto tiempo disfruta Jesús del lado bueno y gratificante de su misión, previo a la cruz? ¿Es un tiempo cronológico? ¿La cruz es algo inherente a la entrega a Dios? ¿No habrá algún tiempo de vacaciones para liberarnos del dolor y de cuesta arriba que supone nuestra existencia terrena?

Cristo, el Señor, nos da ejemplo de la asunción de la cruz en la vida de cada día y en los momentos más duros de la muerte. Los evangelios nos muestran, cada uno a su estilo, esa experiencia realmente suprema y definitiva del Señor. Él vivía siempre en Dios, asentado en Dios, afirmado en su Padre Dios; aunque no siempre lo sentía de igual manera.

Dice la Carta a los Hebreos: «Notad que tiende una mano a los hijos de Abrahán, no a los ángeles. Por eso tenía que parecerse en todo a sus hermanos, para ser sumo sacerdote compasivo y fiel en lo que a Dios se refiere, y expiar así los pecados del pueblo. Como él ha pasado por la prueba del dolor, puede auxiliar a los que ahora pasan por ella» (2, 17-18).

Se suele decir que si no nos cuesta la fe, si no nos acarrea dolor y problemas es muy sospechosa. Se dice en la Escritura: Hombre, si te dispones a servir a Dios, prepárate para el combate. El servicio del hombre sobre la tierra es una milicia.

La oración colecta de hoy es muy linda: Dios nos tiene un amor sin medida y nos da su Espíritu sin medida; y así nos enriquece con toda bendición. Pedimos que ese amor nos arranque del hombre viejo para disfrutar como hombres nuevos del reino de Dios. Lo antiguo es lo puramente natural. Pues todo fue recreado en Cristo.

Él es el hombre nuevo por excelencia. Él es la mismísima “novedad” en persona, la manifestación del poder de Dios. El hombre nuevo vive agradecido, en plena gratuidad, como María, conservándolo todo en su corazón y alabando constantemente a Dios porque ha mirado la humildad de su sierva.

La casta Susana personifica al justo calumniado por los malvados pero liberada por el poder de Dios que suscita profetas de la verdad. Al final de los tiempos suscitó al profeta de Dios por antonomasia, Cristo Jesús. Por eso el salmista puede confiar en su Señor porque él le pastorea y le cuida día y noche: Salmo 22, 1-3-4-5-6.

Este salmo contiene una oración que es capaz de levantar el ánimo del creyente más abrumado y oprimido. Habría que rezarla todos los días para experimentar su fuerza sanadora y gratificante.

Nuevamente en la oración sobre las ofrendas se vuelve al hombre renovado. Todos los esfuerzos ascéticos cuaresmales están encaminados a dejarnos invadir por el Espíritu de Dios que renueva todo nuestro ser. Por más predicaciones que escuchemos, por más lecturas que reflexionemos y más oraciones que formulemos, mientras no venga el Espíritu, de poco nos servirá.

Por eso decía Jesús, al final de su vida: “Muchas cosas me quedan aún por deciros, pero ahora no podéis cargar con ellas; cuando venga el Espíritu él os conducirá a la Verdad plena” (Jn 16, 12-13).

Por eso, todas nuestras prácticas cuaresmales han de desembocar en la súplica del envío del Espíritu. Si ellas han provocado en nosotros ansia del Espíritu, han dado su mejor fruto: Ven, Espíritu Santo, dulce huésped del alma; ven, padre amoroso del pobre; ven, en tus dones espléndido.

Si falta algo por transformar, lo colocamos en el pan y en el vino para que lo transforme el Espíritu que descenderá sobre ellos. Que al asumirlos en la comunión sean medicina eficaz para el cuerpo y para el alma proporcionándonos una nueva efusión del poder divino en nosotros que ahoga el mal a fuerza de bien. Toda eucaristía debe proporcionarnos una nueva efusión del poder de Dios, de su Espíritu.

Escuchemos una vez más y con renovado agradecimiento la confesión de Jesús: Yo soy la luz del mundo. Y permitámosle iluminar todo nuestro ser. ¿Cómo haces la oración personal después de comulgar sacramentalmente? La liturgia te ofrece unos momentos de silencio sagrado para facilitar el trato íntimo con tu Señor, el Amigo que nunca falla. Aparte de esa oración de intimidad, en otros momentos de la jornada o de la semana, podrías hacer comuniones espirituales. Seguramente eso te ayudaría a valorar más la comunión sacramental.

 

 

De la primera Apología de san Justino, mártir,
en defensa de los cristianos

La celebración de la Eucaristía

A nadie es lícito participar de la eucaristía si no cree que son verdad las cosas que enseñamos y no se ha purificado en aquel baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y no vive como Cristo nos enseñó.

Porque no tomamos estos alimentos como si fueran un pan común o una bebida ordinaria, sino que, así como Cristo, nuestro salvador, se hizo carne por la Palabra de Dios y tuvo carne y sangre a causa de nuestra salvación, de la misma manera hemos aprendido que el alimento sobre el que fue recitada la acción de gracias que contiene las palabras de Jesús, y con que se alimenta y transforma nuestra sangre y nuestra carne, es precisamente la carne y la sangre de aquel mismo Jesús que se encarnó.

Los apóstoles, en efecto, en sus tratados llamados Evangelios, nos cuentan que así les fue mandado, cuando Jesús, tomando pan y dando gracias, dijo: Haced esto en conmemoración mía. Esto es mi cuerpo; y luego, tomando del mismo modo en sus manos el cáliz, dio gracias y dijo: Esto es mi sangre, dándoselo a ellos solos.

Desde entonces seguimos recordándonos siempre unos a otros estas cosas; y los que tenemos bienes acudimos en ayuda de los que no los tienen, y permanecemos unidos. Y siempre que presentamos nuestras ofrendas alabamos al Creador de todo por medio de su Hijo Jesucristo y del Espíritu Santo.

El día llamado del sol se reúnen todos en un lugar, lo mismo los que habitan en la ciudad que los que viven en el campo, y, según conviene, se leen los tratados de los apóstoles o los escritos de los profetas, según el tiempo lo permita. Luego, cuando el lector termina, el que preside se encarga de amonestar, con palabras de exhortación, a la imitación de cosas tan admirables.

Después nos levantamos todos a la vez y recitamos preces; y a continuación, como ya dijimos, una vez que concluyen las plegarias, se trae pan, vino y agua: y el que preside pronuncia fervorosamente preces y acciones de gracias, y el pueblo responde Amén; tras de lo cual se distribuyen los dones sobre los que se ha pronunciado la acción de gracias, comulgan todos, y los diáconos se encargan de llevárselo a los ausentes.

Los que poseen bienes de fortuna y quieren, cada uno da, a su arbitrio, lo que bien le parece, y lo que se recoge se deposita ante el que preside, que es quien se ocupa de repartirlo entre los huérfanos y las viudas, los que por enfermedad u otra causa cualquiera pasan necesidad, así como a los presos y a los que se hallan de paso como huéspedes; en una palabra, él es quien se encarga de todos los necesitados.

Y nos reunimos todos el día del sol, primero porque este día es el primero de la creación, cuando Dios empezó a obrar sobre las tinieblas y la materia; y también porque es el día en que Jesucristo, nuestro Salvador, resucitó de entre los muertos. Le crucificaron, en efecto, la víspera del día de Saturno, y al día siguiente del de Saturno, o sea el día del sol, se dejó ver de sus apóstoles y discípulos y les enseñó todo lo que hemos expuesto a vuestra consideración (Caps. 66-67: PG 6, 427-431).

La oposición a Jesús va creciendo y su apresamiento y condena a muerte parecen inminentes. Por eso, durante la quinta semana de Cuaresma se dice el Prefacio I de la Pasión del Señor que reza así:

En verdad es justo y necesario darte gracias, Dios todopoderoso y eterno, “porque en la pasión salvadora de tu Hijo el universo aprende a proclamar tu grandeza y, por la fuerza de la cruz, el mundo es juzgado como reo y el Crucificado exaltado como juez poderoso”.

 

 

LA HOMILÍA DEL PAPA FRANCISCO: Tres mujeres, tres jueces corruptos

Casa Santa Marta, lunes 23 de marzo de 2015

Donde no hay misericordia no hay justicia, y muchas veces hoy el pueblo de Dios sufre un juicio sin misericordia: así, en síntesis, habló el Papa Francisco durante la misa de la mañana de este lunes 23 de marzo en la Casa Santa Marta del Vaticano.

Comentando las lecturas del día, y refiriéndose también a otro pasaje evangélico, el Papa Francisco habla de tres mujeres y tres jueces: una mujer inocente, Susana, una pecadora, la adúltera, y una pobre viuda necesitada: “Las tres – explica – según algunos Padres de la Iglesia, son figuras alegóricas de la Iglesia: la Iglesia santa, la Iglesia pecadora y la Iglesia necesitada”.

“Los tres jueces son malos” y “corruptos”, observa el Papa: está en primer lugar el juicio de los escribas y fariseos que llevan a la adúltera a Jesús. “Tenían en el corazón la corrupción de la rigidez”. Se sentían puros porque observaban “la letra de la ley”: “la ley dice esto y se debe hacer esto”.

“Pero estos no eran santos, eran corruptos, corruptos porque una rigidez semejante sólo puede prosperar con una doble vida, y estos que condenaban a estas mujeres, después iban a buscarlas por detrás, a escondidas, para divertirse un poco’. Los rígidos son -uso el adjetivo que les daba Jesús– hipócritas, tienen doble vida. Los que juzgan, pensemos en la Iglesia –las tres mujeres son figuras alegóricas de la Iglesia–, los que juzgan con rigidez a la Iglesia tienen doble vida. Con la rigidez no se puede ni respirar”.

Después están los dos jueces ancianos que chantajean a una mujer, Susana, para que se les entregue, pero ella resiste: “Eran jueces viciosos –subraya el Papa– tenían la corrupción del vicio, en este caso de la lujuria. Y se dice que cuando está este vicio de la lujuria, con los años se hace más feroz, más malvado”.

Finalmente, está el juez interpelado por la pobre viuda. Este juez “no temía a Dios y no le importaba nadie: no le importaba nada, sólo se importaba él mismo”: Era “un hombre de negocios, un juez que con su profesión de juzgar hacía negocios”. Era “un corrupto del dinero, del prestigio”. Estos jueces –explica el Papa–, el hombre de negocios, los viciosos y los rígidos, “no conocían una palabra, no conocían lo que es la misericordia”.

“La corrupción les llevaba lejos de comprender la misericordia, de ser misericordiosos. Y la Biblia nos dice que la misericordia es precisamente el juicio justo. Y las tres mujeres –la santa, la pecadora y la necesitada, figuras alegóricas de la Iglesia– sufren por esta falta de misericordia”.

“También hoy el pueblo de Dios, cuando se encuentra con estos jueces, sufre un juicio sin misericordia, tanto en lo civil como en lo eclesiástico. Y donde no hay misericordia no hay justicia. Cuando el pueblo de Dios se acerca voluntariamente para pedir perdón, para ser juzgado, cuántas veces encuentra a uno de estos”.

Encuentra a los viciosos que “son capaces de intentar explotarles”, y este “es uno de los pecados más graves”; encuentra a los “hombres de negocio” que “no dan oxígeno a ese alma, no dan esperanza”; y encuentra “a los rígidos que castigan en los penitentes lo que esconden en su alma”. “Esto – dice el Papa – se llama falta de misericordia”.

Y concluye: “Quisiera sólo decir una de las palabras más bellas del Evangelio que me conmueve mucho: ‘¿Nadie te ha condenado?’ – ‘No, nadie, Señor’ – ‘Tampoco yo te condeno’. Tampoco yo te condeno: una de las palabras más bellas, porque está llena de misericordia”.

Traducción propia de Aleteia del servicio de Radio Vaticano

sources: ALETEIA


El Papa: “Jesús da vida incluso cuando parece que ya no hay esperanza”

marzo 26, 2023

.

El Papa Francisco saluda a los peregrinos que asisten al Angelus en la Plaza de san Pedro, 26 marzo 2023

.

Alas 12 del mediodía de hoy, domingo 26 de marzo 2023, el Santo Padre Francisco se asomó a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano para recitar el Ángelus con los fieles y peregrinos congregados en la Plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa al introducir la oración mariana.

Palabras del Papa

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

Hoy, quinto domingo de Cuaresma, el Evangelio nos presenta la resurrección de Lázaro (cf. Jn 11,1-45). Es el último de los milagros de Jesús narrados antes de la Pascua: la resurrección de su amigo Lázaro.

Lázaro es un amigo íntimo de Jesús, que sabe que está a punto de morir; se pone en camino, pero llega a su casa cuatro días después del entierro, cuando ya se ha perdido toda esperanza. Su presencia, sin embargo, reaviva cierta confianza en el corazón de sus hermanas Marta y María (cf. vv. 22.27).

Ellas, incluso en el dolor, se aferran a esta luz, a esta pequeña esperanza. Y Jesús las invita a tener fe y les pide que abran el sepulcro. Luego reza al Padre y grita a Lázaro: «¡Sal fuera!» (v. 43). Y vuelve a la vida y sale. Este es el milagro, así de sencillo.

El mensaje es claro: Jesús da vida incluso cuando parece que ya no hay esperanza. Sucede, a veces, sentirse desesperanzado -esto le ha pasado a todo el mundo- o encontrarse con personas que han perdido la esperanza, amargadas porque han vivido cosas malas, el corazón herido no puede esperar.

A causa de una pérdida dolorosa, de una enfermedad, de una amarga decepción, por un agravio o una traición sufrida, por un grave error cometido… han dejado de esperar. A veces oímos a alguien decir: «¡Ya no hay nada que hacer!», y cierra la puerta a toda esperanza. Son momentos en los que la vida parece una tumba cerrada: todo está oscuro, a nuestro alrededor sólo vemos tristeza y desesperación.

El milagro de hoy nos dice que no es así, que el final no es así, que en esos momentos no estamos solos, al contrario, que es precisamente en esos momentos cuando Él se acerca más que nunca para devolvernos la vida.

Jesús llora: el Evangelio dice que Jesús, ante la tumba de Lázaro lloró, y hoy Jesús llora con nosotros, como lloró por Lázaro: el Evangelio repite dos veces que se conmovió (cf. vv. 33.38) y subraya que rompió a llorar (cf. v. 35).

Al mismo tiempo, Jesús nos invita a no dejar de creer y esperar, a no dejarnos aplastar por sentimientos negativos, que se llevan sus lágrimas. Se acerca a nuestras tumbas y nos dice, como entonces: «Quitad la piedra» (v. 39). En estos momentos tenemos como una piedra dentro y el único capaz de quitarla es Jesús, con su palabra: «Quita la piedra».

Esto es lo que dice Jesús, también a nosotros. Quita la piedra: el dolor, los errores, incluso los fracasos, no los escondas dentro, en una habitación oscura, solitaria, cerrada. Quita la piedra: saca todo lo que hay dentro. «Ah, me avergüenza. Échamela con confianza, dice el Señor, no me escandalizaré; échamela sin miedo, porque yo estoy contigo, te amo y deseo que vuelvas a vivir».

Y, como a Lázaro, nos repite a cada uno de nosotros: ¡Sal! ¡Levántate, vuelve al camino, recupera la confianza! Cuántas veces en la vida nos hemos encontrado así, en esta situación de no tener fuerzas para volver a levantarnos. Y Jesús: «¡Ve, sigue! Yo estoy contigo». Te llevo de la mano, dice Jesús, como cuando eras un niño y aprendías a dar tus primeros pasos.

Querido hermano, querida hermana, quítate las vendas que te atan (cf. v. 45); por favor, no cedas al pesimismo que deprime, no cedas al miedo que aísla, no cedas al desánimo por el recuerdo de las malas experiencias, no cedas al miedo que paraliza.

Jesús nos dice: «¡Te quiero libre, te quiero vivo, no te abandonaré y estoy contigo! Todo es oscuro, ¡pero yo estoy contigo! No dejes que el dolor te aprisione, no dejes que muera la esperanza.

Hermano, hermana, ¡volved a la vida!». – «¿Y cómo lo hago?» – «Tómame de la mano», y Él nos toma de la mano. Déjate sacar: y Él es capaz de hacerlo. En estos malos tiempos que a todos nos suceden.

Queridos hermanos y hermanas, este pasaje del capítulo 11 del Evangelio de Juan, que da tanto gusto leer, es un himno a la vida, y se proclama cuando se acerca la Pascua.

Quizás también nosotros en este tiempo llevamos en el corazón alguna carga o algún sufrimiento, que parece aplastarnos; alguna cosa mala, algún viejo pecado que no podemos sacar, algún error de juventud, nunca se sabe. Estas cosas malas tienen que salir. Y Jesús dice: «¡Sal!».

Entonces es el momento de quitar la piedra y salir al encuentro de Jesús, que está cerca. ¿Podemos abrirle nuestro corazón y confiarle nuestras preocupaciones? ¿Lo hacemos? ¿Podemos abrir la tumba de los problemas, somos capaces, y mirar por encima del umbral, hacia su luz, o le tenemos miedo?

Y a su vez, como pequeños espejos del amor de Dios, ¿somos capaces de iluminar los ambientes en los que vivimos con palabras y gestos de vida? ¿Damos testimonio de la esperanza y la alegría de Jesús? ¿Nosotros, pecadores, todos nosotros?

Y también quisiera decir una palabra a los confesores: queridos hermanos, no olvidéis que también vosotros sois pecadores, y que estáis en el confesionario no para torturar, sino para perdonar, y perdonadlo todo, como el Señor lo perdona todo.

María, Madre de la esperanza, renueva en nosotros la alegría de no sentirnos solos y la llamada a llevar la luz a las tinieblas que nos rodean.

https://www.exaudi.org/es/tag/angelus-26-marzo-2023/


La Anunciación como alternativa al 8M

marzo 25, 2023

.

Icono de la Virgen María con el Niño, la nueva Eva, Madre de Dios, Bendita entre todas las mujeres, Reina y Señora de todo lo creado.

.

Julio Llorente – Periodista y cofundador de Ediciones Monóculo

16 de Marzo de 2023

El otro día, en televisión, me preguntaron por mi opinión sobre el 8M. Les interesaba si lo había celebrado o no y, si sí, cómo y, si no, por qué.

Yo respondí que no lo había celebrado porque a la mujer hay que celebrarla a diario y sin ideologías, lo cual desconcertó a una de las personas presentes, que me pidió explicaciones. Le dije que, a mi juicio, las feministas del 8 de marzo defienden menos a la mujer que una concepción concretísima, reduccionista, algo sectaria, de la mujer y menos sus derechos que una ideología.

Efectivamente, dicen de sí las feministas que defienden las libertades de las mujeres. ¡Nada menos!

Hablan del derecho al aborto, que debería ser universal y gratuito, eso consideran, y del derecho a la autodeterminación de género, que también; hablan de la brecha salarial, una injusticia según ellas desgraciadamente extendida, y de la necesaria libertad para elegir la conducta sexual que a cada una le plazca, al parecer reprimida por un sistema opresivo y machista.

Reivindican muchos derechos, lo sabemos, pero rara vez mencionan, ni siquiera de soslayo, como quien deslizase una opinión subversiva en un ambiente hostil, el más básico e incuestionable derecho femenino: la maternidad. ¿No les importa a las feministas del 8M la maternidad? ¿Acaso no les parece lo suficientemente relevante?

En un contexto en el que la congelación de óvulos emerge como una opción juiciosa para medrar en el trabajo sin renunciar al deseo de ser madre, en un contexto en el que demasiados empresarios sin escrúpulos despiden a las mujeres cuando se quedan embarazadas, uno agradecería que las feministas hablaran algo más de la maternidad, qué menos, y algo menos, faltaría más, del sexo con regla y de la autodeterminación.

El 8M no reivindica a las madres. Reivindica a una mujer emancipada del hombre, empoderada, autosuficiente; a una mujer que no necesita al otro sexo porque ella misma puede darse la felicidad que anhela; a una mujer para la que la maternidad es más una carga que un don. Se entenderá entonces que ni yo ni muchos otros nos sumemos a la fiesta.

Creo que la mujer necesita al hombre casi tanto como el hombre a la mujer y que sólo uniéndose a uno, sólo entregándose plenamente a él y amándolo hasta la muerte, alcanza la plenitud para la que está hecha. Su felicidad no radica en el empoderamiento, sino en la entrega; no en la emancipación, sino en esa bendita, ¡liberadora!, atadura que constituye el amor.

El 8M se celebra unos días antes de la Anunciación, que nos presenta algo así como un contrarreferente, un contramodelo. Frente a la mujer que se afirma haciendo su voluntad, la Mujer que se afirma rindiéndosela a Dios; frente a la mujer que se realiza en la oficina, trabajando, y en las calles, manifestándose, la Mujer que se realiza sobre todo gestando a un niño y criándolo; frente a la mujer que hace exactamente lo que el sistema espera que haga —no formar una familia y sí producir y consumir—, la Mujer que arriesga su reputación y se expone al juicio de las masas para hacer el Bien (¡para engendrarlo!).

Propongo, pues, que los católicos celebremos nuestro 8M el día de la Anunciación. Honraríamos a la Virgen María, que nunca está de más, y de paso le mostraríamos al mundo un ideal distinto de mujer, que bien lo necesita.

Reivindicaríamos entonces a la mujer trabajadora, naturalmente, pero también a aquella cuyo peculiar modo de trabajar es desvelarse por su familia; a la mujer que renuncia a hacer su voluntad para hacer lo que se le ha revelado como bueno; a esa heroica mujer que, sorda a las promesas del tecnocapitalismo, ciega a la seducción del éxito, se libera uniéndose a un hombre y entregándose a unos hijos.

Convencido como estoy de que el mundo es bueno y de que, por tanto, cuantas más personas lo habiten, mejor, defiendo algo que quizá se antoje políticamente incorrecto. Mucho más importante que la carrera profesional, más incluso que denunciar injusticias y reivindicar derechos en manifestaciones multitudinarias, lo más importante que puede hacer la mujer, también el hombre, es dar la vida a un semejante que goce como ella de las maravillas del mundo y las bendiga.


Maná y Vivencias Cuaresmales, 26.3.23

marzo 25, 2023

Domingo V de Cuaresma, Ciclo A

.

¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?
¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

.

Antífona de entrada: Salmo 42, 1-2

Señor, hazme justicia. Defiende mi causa contra gente sin piedad; sálvame del hombre injusto y malvado, tú que eres mi Dios y mi defensa.

Oración colecta:

Te rogamos, Señor Dios nuestro, que tu gracia nos ayude, para que vivamos siempre de aquel mismo amor que movió a tu Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Ezequiel 37, 12-14

Así dice el Señor: «Yo mismo abriré vuestros sepulcros, y os haré salir de vuestros sepulcros, pueblo mío, y os traeré a la tierra de Israel. Y, cuando abra vuestros sepulcros y os saque de vuestros sepulcros, pueblo mío, sabréis que soy el Señor.

Os infundiré mi espíritu, y viviréis; os colocaré en vuestra tierra y sabréis que yo, el Señor, lo digo y lo hago.» Oráculo del Señor.

SALMO 129,1-2.3-4ab.4c-6.7-8

Del Señor viene la misericordia, la redención copiosa.

Desde lo hondo a ti grito, Señor; Señor, escucha mi voz, estén tus oídos atentos a la voz de mi súplica.

Si llevas cuentas de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, y así infundes respeto.

Mi alma espera en el Señor, espera en su palabra; mi alma aguarda al Señor, más que el centinela la aurora. Aguarde Israel al Señor, como el centinela la aurora.

Porque del Señor viene la misericordia, la redención copiosa; y él redimirá a Israel de todos sus delitos.

SEGUNDA LECTURA: Romanos 8, 8-11

Los que viven sujetos a la carne no pueden agradar a Dios. Pero vosotros no estáis sujetos a la carne, sino al espíritu, ya que el Espíritu de Dios habita en vosotros. El que no tiene el Espíritu de Cristo no es de Cristo.

Pues bien, si Cristo está en vosotros, el cuerpo está muerto por el pecado, pero el espíritu vive por la justificación obtenida. Si el Espíritu del que resucitó a Jesús de entre los muertos habita en vosotros, el que resucitó de entre los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales, por el mismo Espíritu que habita en vosotros.

Aclamación antes del evangelio: Juan 11, 25.26

Yo soy la resurrección y la vida, dice el Señor; el que cree en mí no morirá para siempre.

EVANGELIO: Juan 11, 1-45

Un hombre llamado Lázaro había caído enfermo. Era natural de Betania, el pueblo de María y de su hermana Marta. Esta María, hermana de Lázaro, fue la que derramó perfume sobre los pies del Señor y los secó con sus cabellos. Así que las dos hermanas enviaron a decir a Jesús:
–Señor, tu amigo está enfermo.

Jesús dijo al oírlo:
–Esta enfermedad no va a terminar en muerte, sino que ha de servir para mostrar la gloria de Dios y también la gloria del Hijo de Dios.

Jesús quería mucho a Marta, a su hermana y a Lázaro; sin embargo, cuando le dijeron que Lázaro estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde se encontraba. Después dijo a sus discípulos:
–Vamos otra vez a Judea.

Los discípulos le contestaron:
–Maestro, hace poco los judíos de esa región trataron de matarte a pedradas, ¿y otra vez quieres ir allá?

Jesús les dijo:
–¿No es cierto que el día tiene doce horas? Pues bien, si uno anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo; pero si uno anda de noche tropieza, porque le falta la luz.

Después añadió:
–Nuestro amigo Lázaro se ha dormido, pero voy a despertarle.
Los discípulos le dijeron:
–Señor, si se ha dormido es señal de que va a sanar.

Pero lo que Jesús decía era que Lázaro había muerto, mientras que los discípulos pensaban que se había referido al sueño natural. Entonces Jesús les habló claramente:
–Lázaro ha muerto. Y me alegro de no haber estado allí, porque así es mejor para vosotros, para que creáis. Pero vayamos a verle.

Tomás, al que llamaban el Gemelo, dijo a los otros discípulos:
–Vayamos también nosotros, para morir con él.

Jesús, al llegar, se encontró con que ya hacía cuatro días que habían sepultado a Lázaro. Betania estaba cerca de Jerusalén, a unos tres kilómetros, y muchos judíos habían ido a visitar a Marta y María, para consolarlas por la muerte de su hermano.

Cuando Marta supo que Jesús estaba llegando, salió a recibirle; pero María se quedó en la casa. Marta dijo a Jesús:
–Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto. Pero aun ahora yo sé que Dios te dará cuanto le pidas.
Jesús le contestó:
–Tu hermano volverá a vivir.

Marta le dijo:
–Sí, ya sé que volverá a vivir cuando los muertos resuciten, en el día último.
Jesús le dijo entonces:
–Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá; y ninguno que esté vivo y crea en mí morirá jamás. ¿Crees esto?
Ella le dijo:
–Sí, Señor, yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios, el que tenía que venir al mundo.

Después de esto, Marta fue a llamar a su hermana María y le dijo en secreto:
–El Maestro está aquí y te llama.

En cuanto María lo oyó, se levantó y fue a ver a Jesús; pero Jesús no había entrado aún en el pueblo, sino que permanecía en el lugar donde Marta había ido a encontrarle.
Al ver que María se levantaba y salía de prisa, los judíos que habían ido a consolarla a la casa, la siguieron pensando que iba al sepulcro a llorar.

Cuando María llegó a donde estaba Jesús, se puso de rodillas a sus pies, diciendo:
–Señor, si hubieras estado aquí, mi hermano no habría muerto.
Jesús, al ver llorar a María y a los judíos que habían llegado con ella, se sintió profundamente triste y conmovido, y les preguntó:
–¿Dónde lo habéis sepultado?

Le dijeron:
–Señor, ven a verlo.
Y Jesús lloró. Los judíos dijeron entonces:
–¡Mirad cuánto le quería!

Pero algunos decían:
–Este, que dio la vista al ciego, ¿no podría haber hecho algo para que Lázaro no muriese?

Jesús, otra vez muy conmovido, se acercó al sepulcro. Era una cueva que tenía la entrada tapada con una piedra. Jesús dijo:
–Quitad la piedra.
Marta, la hermana del muerto, le dijo:
–Señor, seguramente huele mal, porque hace cuatro días que murió.
Jesús le contestó:
–¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios?

Quitaron la piedra, y Jesús, mirando al cielo, dijo:
–Padre, te doy gracias porque me has escuchado. Yo sé que siempre me escuchas, pero digo esto por el bien de los que están aquí, para que crean que tú me has enviado.

Habiendo hablado así, gritó con voz fuerte:
–¡Lázaro, sal de ahí!
Y el muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas y envuelta la cara en un lienzo. Jesús les dijo:
–Desatadlo y dejadle ir.

Al ver lo que Jesús había hecho, creyeron en él muchos de los judíos que habían ido a acompañar a María.

Antífona de comunión: Juan 11, 26

El que está vivo y cree en mí, dice el Señor, no morirá para siempre.

.

VIVENCIAS CUARESMALES

En la Cruz resplandece la gloria de la Trinidad

.

33. DOMINGO QUINTO

DE CUARESMA

CICLO A

.

TEMA ILUMIADOR.- Yo soy la Resurrección y la Vida. El que cree en mí no morirá para siempre.

En la oración colecta se pide participar en el mismo amor que movió a Cristo a complacer al Padre y a salvar a los hombres.

Ya no se trata sólo de contemplar el amor de Cristo como algo externo sino de interiorizarlo afectiva y efectivamente. El dolor parece que está acercando al justo a Dios. Ahora, en el sufrimiento parece que es más difícil rehuir a Dios. La presencia de Dios en el corazón y en la vida real se interaccionan con más fuerza y nitidez.

Poco a poco se impone la única realidad: sólo Dios basta. Él todo lo llena. Si a él lo tengo, ¿qué me falta? Si él está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros? ¿Quién nos podrá separar del amor de Dios que está en Cristo Jesús?

La pasión va perfeccionando al justo. Dios perfeccionó a Jesús a base de sufrimientos. Lo hizo más humilde y lo llenó de su amor. Por eso puede someterse a los verdugos. Como cordero llevado al matadero. Sólo hay un actor, Dios mismo. Los demás actores del gran teatro del mundo se van diluyendo como niebla matinal, y se secan como hierba del campo.

Dice el salmista: volví a pasar y ya no estaban. Y no se trata de verlo con los ojos de la carne, sino con los del Espíritu. Es decir, como los mira y los ve Dios mismo. La luz y la verdad se van imponiendo con todo su brillo y munificencia: precisamente en la pasión, en el dolor.

Por eso se ve como hermano aun al mismo adversario y aun al enemigo. Él no tiene culpa; no sabe lo que hace. El justo ya no se enreda en las mediaciones humanas, tratando de buscar culpables, hallar explicaciones: todo aparece con una especial claridad más allá de las cortinas puramente humanas.

Esta purificación del justo a través del dolor viene a ser como una “resurrección en vida”. Pues se accede a un tipo de existencia que permite al justo vivir permanentemente en un nivel de victoria, en una felicidad que resulta inaccesible e incomprensible para los pecadores, los hombres carnales.

De ahí la oportunidad de las lecturas de hoy acerca de la resurrección del justo, y del poder de Jesús para resucitar muertos, gracias al poder que le ofrece el Padre Celestial. Veamos las lecturas de este domingo.

La resurrección prometida en el Antiguo Testamento Cristo la ha llevado a cabo en su propia persona antes y después de su muerte. La resurrección de Lázaro es un anticipo de la resurrección operada por Jesús en todo bautizado.

El bautismo se nos da como don, gracias al cual entramos en comunión con las personas de la Santísima Trinidad, por la fe, la esperanza y la caridad. A la vez, nosotros asumimos el bautismo como una tarea que llevamos a cabo día a día con la ayuda constante del Espíritu Santo derramado en nuestros corazones.

El Espíritu que habita en nuestro interior lo sentimos como primicia de la resurrección definitiva en Cristo para gloria del Padre. Dios que nos creó de la nada nos recreará en Cristo por el poder del Espíritu. Se trata del poder de Dios: “Yo lo digo y lo pongo por obra”. Como lo ha demostrado en Cristo, también lo realizará en nosotros, para alabanza de su gloria.

Observa la perfecta comunión y solidaridad que se vive en la Trinidad, modelo de toda comunidad, y contémplala con admiración. Maravillosa revelación de Jesús que ora en el Espíritu a su Padre hasta conmoverse interiormente: “Te doy gracias, Padre. Yo sé que siempre me atiendes.”

.

De los sermones de san Gregorio de Nisa, obispo

Primogénito de la nueva creación

Ha comenzado el reino de la vida y se ha disuelto el imperio de la muerte. Han aparecido otro nacimiento, otra vida, otro modo de vivir, la transformación de nuestra misma naturaleza. ¿De qué nacimiento se habla? Del de aquellos que no han nacido de sangre, ni de amor carnal, ni de amor humano, sino de Dios.

¿Preguntas que cómo es esto posible? Lo explicaré en pocas palabras. Este nuevo ser lo engendra la fe; la regeneración del bautismo lo da a luz; la Iglesia, cual nodriza lo amamanta con su doctrina e instituciones y con su pan celestial lo alimenta; llega a la edad madura con la santidad de vida; su matrimonio es la unión con la Sabiduría; sus hijos, la esperanza; su casa, el reino; su herencia y sus riquezas, las delicias del paraíso; su desenlace no es la muerte, sino la vida eterna y feliz en la mansión de los santos.

Éste es el día en que actuó el Señor, día totalmente distinto de aquellos otros establecidos desde el comienzo de los siglos y que son medidos por el paso del tiempo. Este día es el principio de una nueva creación, porque, como dice el profeta, en este día Dios ha creado un cielo nuevo y una tierra nueva.

¿Qué cielo? El firmamento de la fe en Cristo. Y, ¿qué tierra? El corazón bueno que, como dijo el Señor, es semejante a aquella tierra que se impregna con la lluvia que desciende sobre ella y produce abundantes espigas.

En esta nueva creación, el sol es la vida pura; las estrellas son las virtudes; el aire, una conducta sin tacha; el mar, aquel abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento de Dios; las hierbas y semillas, la buena doctrina y las enseñanzas divinas en las que el rebaño, es decir, el pueblo de Dios, encuentra su pasto, los árboles que llevan fruto son la observancia de los preceptos divinos.

En este día es creado el verdadero hombre, aquel que fue hecho a imagen y semejanza de Dios. ¿No es, por ventura, un nuevo mundo el que empieza para ti en este día en que actuó el Señor? ¿No habla de este día el Profeta, al decir que será un día y una noche que no tienen semejante?

Pero aún no hemos hablado del mayor de los privilegios de este día de gracia: lo más importante de este día es que él destruyó el dolor de la muerte y dio a luz al primogénito de entre los muertos, a aquel que hizo este admirable anuncio: Subo al Padre mío y Padre vuestro, al Dios mío y Dios vuestro.

¡Oh mensaje lleno de felicidad y de hermosura! El que por nosotros se hizo hombre semejante a nosotros, siendo el Unigénito del Padre, quiere convertirnos en sus hermanos y, al llevar su humanidad al Padre, arrastra tras de sí a todos los que ahora son ya de su raza (Sermón 1 sobre la resurrección de Cristo: PG 46, 603-606, 626-627).

.

De los sermones de san León Magno, papa

La gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo

Que la predicación del Evangelio sirva para la confirmación de la fe de todos, y que nadie se avergüence de la cruz de Cristo, gracias a la cual el mundo ha sido redimido. Que nadie tema sufrir por la justicia, ni desconfíe del cumplimiento de las promesas, porque por el trabajo se va al descanso, y por la muerte se pasa a la vida; pues el Señor echó sobre sí toda la debilidad de nuestra condición, y, si nos mantenemos en su amor, venceremos lo que él venció y recibiremos lo que prometió.

En efecto, ya se trate de cumplir los mandamientos o de tolerar las adversidades, nunca debe dejar de resonar en nuestros oídos la palabra pronunciada por el Padre: “Éste es mi Hijo, Amado, mi predilecto; escuchadlo”(Sermón 51, 3-4.8: PL 54, 310-311.313).

.


Maná y Vivencias Cuaresmales (32), 25.3.23

marzo 25, 2023

Sábado de la 4ª semana de Cuaresma

NOTA: En este año 2023 este sábado es 25 y se celebra la Solemnidad de la Anunciación, cuyos textos litúrgicos ya están publicados. Pero en atención a las personas que siguen día a día la espiritualidad cuaresmal, publicamos además esta entrada del tiempo cuaresmal. 

¿Acaso nuestra ley permite juzgar a alguien sin escucharlo primero?

Antífona de entrada: Salmo 17, 5-7

Oleaje de muerte me envolvía, torrentes destructores me aterraban; pero en mi angustia invoqué al Señor y él escuchó mi voz desde su templo.

Oración colecta

Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Jeremías 11, 18-20

El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban:

«Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

SALMO 7, 2-3.9bc-10.11-12

Señor, Dios mío, a ti me acojo.

Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio.

Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente, tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo.

Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día.

Aclamación antes del Evangelio: Juan 3, 16

Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.

EVANGELIO: Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían: «Éste es el Mesías.»
Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?»

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?»

Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.»
Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.»

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?»

Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.»
Y se volvieron cada uno a su casa.

Antífona de comunión: 1 Pedro 1, 19

Hemos sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto y sin mancha.

VIVENCIAS CUARESMALES

La gente estaba dividida a causa de Jesús


32. SÁBADO

CUARTA SEMANA DE CUARESMA

TEMA ILUMINADOR.- Las opiniones sobre los orígenes de Jesús dividen a la gente. Signo de contradicción.

Lectura evangélica.- Unos decían: “Realmente este hombre es el profeta”. Otros afirmaban también: “Es el Cristo”. Pero otros se preguntaban: “El Cristo, ¿puede venir de Galilea?”. La gente estaba dividida a causa de Jesús.

El enfrentamiento del poder del mal con el bien resulta cada vez más directo y encarnizado. Mientras tanto el justo no se hace justicia por sí mismo, no se cuida a sí mismo, pues ha confiado a Dios la defensa de su vida. Hasta vive de una manera casi ingenua e irresponsable, porque Dios es su poderoso guardián. Y nadie puede hacer nada contra él si no se le permite desde arriba.

Además, Dios mismo dosifica las pruebas para que el justo salga ganando en todo. Él es fiel y compasivo, y, por tanto, no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

En este ambiente de persecución se mueven casi todos los textos de la misa de hoy: Salmo de entrada: 17, 5-7, Juan 7, 40-53. Frente a esa amenaza, el justo es instruido internamente por Dios mismo en el ejercicio de su oración: Salmo 7, 23; 9, 10; 11, 12; Jeremías 11, 18-20: Yahvé me lo había advertido y yo mismo lo pude comprobar. Tú me abriste los ojos para ver sus maniobras.

No es pura susceptibilidad, ni manía persecutoria ni victimismo sino la realidad cruda vista desde Dios y en paz; esa dura realidad posibilita un crecimiento en el amor y proporciona al justo la sabiduría auténtica según Dios. Es decir, la madurez espiritual y la victoria definitiva; la inexpugnabilidad del profeta.

Sin embargo, para curarse en salud, la oración sobre las ofrendas pone en boca del justo esta plegaria: “Somete nuestras voluntades rebeldes a tu santa voluntad”. Todo es poco para cultivar la humildad y distanciarse de la vanagloria y del victimismo. Sigue vigente la súplica cuaresmal: “Señor, sondea mi corazón; mira si mi camino se desvía, examíname, enséñame, ten paciencia conmigo”.

Escuchemos la Lectura de Jeremías porque es mucho lo que se atreve a decir el profeta, 11, 20: “Yahvé de los ejércitos, que juzgas rectamente y que ves el fondo de las entrañas”. El profeta se despoja de sus disfraces de seguridad e incredulidad, y se atreve a retar al mismo Dios para que le tome en serio su palabra. Él no vive de rentas; rehúsa privilegios, trampas y rodeos, y permanece confiado en su valiente y fuerte Salvador.

Resumiendo la semana: las dos posturas contrapuestas: a favor de Jesús y en contra de Jesús. La razón de la sinrazón para rechazar a Jesús: trabaja en sábado para hacer curaciones; ¿de Nazaret puede salir algo bueno? El Mesías no puede ser galileo; nosotros “sabemos” dónde nacerá el Mesías. De ése no sabemos nada.

Por otro lado, las razones de la fe sencilla en Jesús: nadie habló como él. ¿No será éste el Mesías?; nadie puede hacer milagros si Dios no está con él; y Dios no escucha a los pecadores; ¡Él es un profeta! Él me ha dicho todo lo que yo he hecho; ¿quién es el Mesías, dónde está para que crea en Él?

De las cartas pascuales de san Atanasio, obispo

Vamos preparando la cercana fiesta del Señor no sólo con palabras, sino también con obras.

El Verbo, que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de nosotros, ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en efecto: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo sacerdote, camino y puerta, ya que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha revelado como fiesta y solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol:

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo; puesto que su persona era la Pascua esperada. Desde esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú eres mi júbilo: me libras de los males que me rodean.En esto consiste el verdadero júbilo pascual, la genuina celebración de la gran solemnidad, en vernos libres de nuestros males; para llegar a ello, tenemos que esforzarnos en reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la quietud del temor de Dios.

Así también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando fiesta; uno de ellos, el bienaventurado salmista, se levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse propicio a Dios con sus plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos y cantos de alabanza su alegría por la victoria obtenida sobre el Faraón y los demás que habían oprimido a los hebreos con duros trabajos.

Otros, finalmente, vivían entregados con alegría al culto divino, como el gran Samuel y el bienaventurado Elías; ellos, gracias a sus piadosas costumbres, alcanzaron la libertad, y ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su antigua peregrinación, realizada en medio de tinieblas, y contemplan ya la verdad que antes sólo habían vislumbrado.

Nosotros, que nos preparamos para la gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al acercarnos a aquella fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos, y en esto estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice:

Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que quita el pecado del mundo;él es quien purifica nuestras almas, como dice en cierto lugar el profeta Jeremías: Paraos en los caminos a mirar, preguntad: ¿Cuál es el buen camino?; seguidlo, y hallaréis reposo para vuestras almas.

En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera esparcida sobre los impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal externa; mas ahora, por la gracia del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza total; y así enseguida formaremos parte de su escolta y podremos ya desde ahora, como situados en el vestíbulo de la Jerusalén celestial, preludiar aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este favor divino; ellos decían, en efecto: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor y, así, vamos preparando la fiesta del Señor no sólo con palabras, sino también con obras (Carta 14, 1-2: PG 26, 1419-1420).