Respetar y cuidar la paternidad espiritual

febrero 28, 2023

Fray Antonio Carrón recordó muchas acciones en las que la Iglesia está siendo pionera en este ámbito.

Fray Antonio Carrón abordó el abuso de conciencia en la dirección espiritual, en la segunda jornada de estudio sobre abuso de poder organizado por el Instituto Teológico de Vida Religiosa en Madrid.

Todas las situaciones de abuso, especialmente las de conciencia, «deben tocarnos el corazón directamente». Así comenzó su ponencia fray Antonio Carrón, consejero general de la Orden, que abordó el abuso de conciencia y dirección espiritual en la segunda jornada de estudio sobre abuso de poder, organizada por el Instituto Teológico de Vida Religiosa en Madrid (España).

Además de reflexionar sobre la problemática, regaló varios mensajes para la esperanza en un asunto que para la Iglesia es prioritario.

Ante más de 200 personas, el religioso agustino recoleto, profesor del Instituto de Antropología y estudios interdisciplinares sobre la Dignidad y el Cuidado humano de la Universidad Pontificia Gregoriana, animó a crear un entorno seguro en la Iglesia, que respete y cuide el acompañamiento.

Carrón explicó lo que supone el abuso, de forma general, para centrar en el abuso de conciencia. Afirmó que «hablar de conciencia es tocar tierra sagrada». «Es necesario descalzarse; es decir, abordarlo con sumo respeto», dijo.

Coherencia con el Evangelio

Aseguró que la crisis de abusos, si bien no forma parte del ADN de la Iglesia, «está mermando la confianza y la credibilidad». Por ello, expuso la necesidad de que el proceso sinodal se aborde desde este punto de vista, ya que, como advirtió, muchas personas dudan de si pueden confiar en algún sacerdote, si cualquier gesto puede ser abuso o si hay lugar para la esperanza en la Iglesia.

Ahondando en el asunto de la ponencia, Antonio Carrón explicó que el abuso de conciencia es «apoderarse de la voluntad del otro, controlando las decisiones e ideales de la otra persona». «Todo abuso, también el de conciencia, lleva consigo un abuso de poder, una relación asimétrica del poder que elimina la posibilidad de reaccionar y se lleva a cabo mediante un proceso de acercamiento», indicó.

«Nos tenemos que mirar a fondo, porque si no lo abordamos de manera integral, no somos coherentes con el Evangelio. Jesús vino a sanar heridas y, si no hay una conversión, poco podremos avanzar», dijo. En este sentido, habló de la importancia del acompañamiento y la paternidad espiritual: «Cuando la paternidad espiritual se desvía, destrozamos lo más profundo y sagrado de la persona, entramos en un proceso de vampirización«.

Además de explicar los factores que pueden favorecer al posible abuso en el entorno del acompañamiento, Antonio Carrón abrió una puerta a la esperanza. «Estamos trabajando por prevenir para proteger, formar para prevenir, evaluar para mejorar, educar para transformar, todo ello para generar una cultura del buen trato», dijo.

Recordó muchas acciones en las que la Iglesia está siendo pionera en este ámbito, así como la necesidad del acompañamiento.


Maná y Vivencias Cuaresmales (7), 28.2.23

febrero 28, 2023

Martes de la 1ª semana de Cuaresma

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Como baja la lluvia y no vuelve a mí sin haber cumplido mi encargo, así será mi Palabra… 

 


Antífona de entrada: Salmo 89, 1-2

Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre tú eres Dios.

Oración colecta

Señor, mira con amor a tu familia, y a los que moderan su cuerpo con la penitencia, aviva en su espíritu el deseo de poseerte. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 55, 10-11

Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.»

SALMO 33, 4-5.6-7.16-17.18-19

El Señor libra de sus angustias a los justos.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.

Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.

Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 4

No solo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO: Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así:

Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno.

Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»

Antífona de comunión: Salmo 4, 2

Tú, Dios, defensor mío, que me escuchaste cuando te invoqué y me consolaste en la tribulación, ten piedad de mí y escucha mi plegaria.

VIVENCIAS CUARESMALES

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Nuestra dichosa dependencia, vital y existencial, respecto de Dios, fuente de vida.

7. MARTES

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

TEXTO ILUMINADOR:

Dice el Señor: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no regresan allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar… así será la Palabra que salga de mi boca; no volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería y haber llevado a cabo su misión”.

 

TEMA: Cristo, nuestra respuesta al Padre; nuestra gloria.

Marco de la primera semana, lectura de Isaías 55, 10-11.

La Cuaresma implica conversión y tomar conciencia de nuestros pecados, pero frecuentemente no nos consideramos, ni lo somos de hecho, grandes pecadores o personas perversas. No hemos cometido graves delitos, pero sí hemos dejado de hacer mucho bien que pudimos o debimos haber hecho.

Son muchísimos nuestros pecados de omisión; porque mucho se nos ha dado; mucho y bueno es lo que Dios ha sembrado en nosotros; por eso, mucho se nos pide. ¿Y qué fruto estamos dando nosotros? He ahí la cuestión.

Hoy nos lo recuerda la primera lectura tomada de Isaías. Nosotros somos tierra de Dios que él quiere fecundar para que dé frutos buenos y en abundancia. La lluvia fecundante es el Espíritu Santo, el poder de Dios.

La semilla dejada en nosotros es Cristo mismo, pues en él fuimos creados y fuera de él nada ha sido hecho de cuanto ha sido creado. Por tanto, en el fondo “somos” Cristo. Es lo más profundo de nosotros mismos. Hay un germen divino en nosotros, hay un hijo de Dios en germen que debe crecer a la estatura de Cristo.

Se nos ha dado como vocación ser hijos en el Hijo Primogénito. Fue el don precioso, lo que más le gustó al Padre regalarnos. Pero se nos ha dado esta gracia, también como tarea. Ahora, se nos encomienda dar la talla: hacernos día a día verdaderos y auténticos hijos del Padre Dios en su bendito Hijo Jesucristo.

Ese precisamente es el ejercicio fundamental de la Cuaresma, hasta llegar a ser “plenamente” hijos de Dios. ¡Vaya meta que nos espera!

Pero esta tarea, aparte de no exceder nuestras fuerzas por la gracia de Dios, ya está realizada ejemplarmente y de forma misteriosa y plena en Cristo. Él ya ha respondido por nosotros en su “humanidad santísima” habitada por el Espíritu «filial» en persona, por el Hijo de Dios.

Cristo es el rocío, es la lluvia que desciende a la tierra y de ésta ha brotado la justicia, la santidad, el tallo de Jesé, lleno del poder del Espíritu Santo, lleno de gracia y santidad. Sólo Cristo, Dios y hombre a la vez, ha glorificado al Padre como éste se merece.

Él ha llevado a plenitud la voluntad del Padre en total fidelidad, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Sobre esa vara de Jesé, reposa el Espíritu de sabiduría, de entendimiento… los siete dones del Espíritu, toda la floración de los frutos del Espíritu Santo.

Todo lo bueno que los hombres hicieron antes de Cristo y todo lo que harán después de él, ya está recapitulado y realizado en Cristo: hacia él confluye todo y de él todo dimana, por la acción del único Espíritu, y para gloria del Padre celestial.

Por eso nos alegramos en Cristo que es nuestro orgullo, nuestra gloria. Él nos libra de toda ansiedad y temor en nuestra relación con Dios. Él nos enseñó a llamar a Dios “Padre”. No tenemos por qué multiplicar las palabras, ni presentarnos a Dios sólo cuando nos consideramos dignos.

No podemos comprar la salvación, sería nuestra ruina el quedarnos para siempre aislados de Dios, condenados en nuestra propia autosuficiencia, en la mayor soledad, y en el legalismo letal.

Por Cristo, salimos de nosotros mismos para depender de Dios y alegrarnos siempre porque al Padre le pareció bien hacernos hijos en su bendito Hijo, sólo para que sea alabado su nombre.

La alabanza por la gratuidad de nuestra salvación es nuestra liberación radical, es pasar de la muerte a la vida, del temor al amor. La oración de alabanza es la más perfecta: la que más agrada a Dios porque es la que más nos libera de nosotros mismos y nos permite gozarnos y disfrutar en Dios plenamente.

La alegría en el Señor es nuestra salvación. La alabanza de Dios y el gozo en su poder son nuestra fortaleza.

Dios ya lo ha hecho todo, ya dispuso el banquete de la Sabiduría: a nosotros sólo nos queda el dejarnos conducir por Cristo, tomados de su mano, hasta la presencia del Dueño de la casa, y dejarnos acomodar a la mesa por el mismo Cristo, el Dueño de la fiesta que está entre nosotros como el que sirve y nos ofrece el vino nuevo del Espíritu, el néctar del júbilo.

Agradecer la gratuidad divina es comenzar a imitarla, portándonos con los demás como Dios se ha comportado con nosotros, usando con los demás la medida que usa Dios con nosotros, para entrar así en su Reino donde se llega a tener, dando; y donde renunciando, se llega a poseer.

Una de las experiencias más gratificantes para el ser humano es precisamente vivir la gratuidad: recibiéndola y dándola a discreción.

Finalmente, si el Padre nos ha enviado al nuevo Adán, Cristo, lleno de gracia y santidad, no debe extrañarnos que nos proporcione juntamente con él, en él y por él, las palabras mismas con las que debemos agradecerle ese magnífico don. Si nos ha dado la Vida también nos ha dado la Palabra para agradecérsela.

Por eso, Jesús mismo enseñó personalmente a sus discípulos a orar. La existencia santa de Jesús se proyecta en la oración para volver al Padre y así la oración está al servicio de la vida. Toda una corriente de vida que viene del Padre y vuelve al Padre por Cristo en el Espíritu Santo, pero incorporándonos a nosotros también en ese círculo vital, y, por tanto, salvífico. 

Y en esa corriente de vida somos incorporados nosotros mismos, por pura gracia: en virtud de la voluntad salvífica del Padre que nos ha predestinado antes de los siglos, a través de Cristo, para ser sus hijos en el Hijo bendito, mediante el Espíritu Santo, el del Padre y del Hijo.

Apreciemos la oración del Padrenuestro que Cristo mismo nos enseñó: la más apropiada para corresponder a la dignidad y valor del don recibido, la vida nueva en el Espíritu. La oración dominical es reconocida como “un sacramental”, es decir, tiene algo de sagrado o divino. No es una oración cualquiera.

Por tanto, de alguna forma está adornada con la presencia de la divinidad: en sus orígenes, en su contenido y en las consecuencias salvíficas que produce en quienes la usan con fe, en todos cuantos deseamos sinceramente rezarla, no en la letra, sino en el Espíritu.

Ofrecemos a continuación unas consideraciones de San Cipriano sobre el Padrenuestro. 

Del tratado de San Cipriano, obispo y mártir,
sobre el Padrenuestro

El que nos dio la vida nos enseñó también a orar

Muchas cosas quiso Dios que dijeran e hicieran oír los profetas, sus siervos; pero cuánto más importantes son las que habla su Hijo, las que atestigua con su propia voz la misma Palabra de Dios, que estuvo presente en los profetas, pues ya no pide que se prepare el camino al que viene, sino que es él mismo quien viene abriéndonos y mostrándonos el camino, de modo que quienes, ciegos y abandonados, errábamos antes en las tinieblas de la muerte, ahora nos viéramos iluminados por la luz de la gracia y alcanzáramos el camino de la vida, bajo la guía y dirección del Señor.

El cual, entre todos los demás saludables consejos y divinos preceptos con los que orientó a su pueblo para la salvación, le enseñó también la manera de orar, y, a su vez, él mismo nos instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir.

El que nos dio la vida nos enseñó también a orar, con la misma benignidad con la que da y otorga todo lo demás, para que fuésemos escuchados con más facilidad, al dirigirnos al Padre con la misma oración que el Hijo no enseñó.

El Señor había ya predicho que se acercaba la hora en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad; y cumplió lo que antes había prometido de tal manera que nosotros, que habíamos recibido el espíritu y la verdad, como consecuencia de su santificación, adoráramos a Dios verdadera y espiritualmente, de acuerdo con sus normas.

¿Pues qué oración más espiritual puede haber que la que nos fue dada por Cristo, por quien nos fue también enviado el Espíritu Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó de labios del Hijo, que es la verdad? De modo que orar de otra forma no es sólo ignorancia, sino culpa también, pues él mismo afirmó: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.

Oremos, pues, hermanos queridos, como Dios, nuestro maestro, nos enseñó. A Dios le resulta amiga y familiar la oración que se le dirige con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo que llega a sus oídos.

Cuando hacemos oración, que el Padre reconozca las palabras de su propio Hijo; el mismo que habita dentro del corazón sea el que resuene en la voz, y, puesto que lo tenemos como abogado por nuestros pecados ante el Padre, al pedir por nuestros delitos, como pecadores que somos, empleemos las mismas palabras de nuestro defensor.

Pues, si dice que hará lo que pidamos al Padre en su nombre, ¿cuánto más eficaz no será nuestra oración en el nombre de Cristo, si la hacemos, además, con sus propias palabras?

Observación final

Estimado amigo, apreciada amiga, que estás haciendo el itinerario cuaresmal: si estas Vivencias están aportando bienestar a tu vida, ¿por qué no compartes tu alegría con otros hermanos? Cuando uno encuentra algo importante, siente ganas casi irresistibles de hacer partícipes a sus amigos de su alegría.

Piensa en alguna persona, amiga o conocida, que pueda estar necesitando, y hasta buscando a tientas, una renovación de su fe y de su razón de vivir.

El Papa Benedicto, en su mensaje para la Cuaresma del 2012, nos invitaba a mirar y a fijarnos en el hermano para descubrir sus necesidades, para apreciarlo como Dios lo aprecia y lo ama. En definitiva, para conducirlo a Dios. Anímate a ser testigo del Señor, cada vez más consciente y valientemente.

En esta Cuaresma el Señor nos dice: En el tiempo oportuno yo te escucho; pues mira, ahora es el tiempo de la salvación.


Maná y Vivencias Cuaresmales (5), 27.2.23

febrero 27, 2023

Lunes de la 1ª semana de Cuaresma

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Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda, y les dirá…


Antífona de entrada: Salmo 122, 2-3

Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.

Oración colecta

Conviértenos a ti, Dios salvador nuestro; ilumínanos con la luz de tu palabra, para que la celebración de esta Cuaresma produzca en nosotros sus mejores frutos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Levítico 19,1-2.11-18

El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de Dios. Yo soy el Señor.

No explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor.

No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu conciudadano. No andarás con cuentos de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor.

No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.”»

SALMO 18, 8.9.10.15

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.

Aclamación antes del Evangelio: 2 Corintios 6, 2

Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación.


EVANGELIO: Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”

Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.”

Entonces también estos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y estos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»

Antífona de comunión: Mateo 25, 40.34

En verdad os digo que cuanto hicieréis con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo habéis hecho, dice el Señor. Venid, benditos de mi Padre, y tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.

VIVENCIAS CUARESMALES

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No te cierres a tu propia carne

6. LUNES

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

La santidad de Dios se expresa en la cercanía a los pobres. La santidad del hombre consiste en imitar a Dios: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (porque es imagen de Dios; porque el deseo de la felicidad es algo connatural a todo hombre; hay que amar al hermano “como Dios te ama a ti”).

Se pide en la oración colecta que Dios nos convierta, nos ilumine, además de extender su mano sobre nuestra debilidad para que la Cuaresma dé en nosotros sus mejores frutos.

En la Cuaresma Dios siente celos por su pueblo, por cada uno de nosotros, que fuimos iluminados en el Bautismo y llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo.

Al ver nuestro desvalimiento y la incongruencia en la práctica cristiana, Dios se remanga el brazo como cuando sacó a los israelitas de Egipto “con mano poderosa y brazo extendido”.

Dijo en efecto a Moisés: He bajado y he visto que mi pueblo está oprimido, y quiero que tú lo saques de Egipto.

Dios jamás se resigna a vernos esclavizados en el pecado y viviendo como siervos cuando en realidad somos hijos.

El hijo pródigo no podía seguir viviendo entre cerdos, animales impuros, comiendo su mismo alimento. Era hijo del Rey. Le correspondía otro tipo de existencia. El padre salía todas las tardes a otear el horizonte por si regresaría su hijo perdido…

Dios no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de sus hijos.

He bajado, dice el Señor, y he visto el sufrimiento de mi pueblo en Egipto… Su santidad consiste en sentir en carne propia lo que viven sus hijos.

Por eso, le dice a Moisés que su nombre es: “El que está junto a ti”, “el que no te abandona”. Su santidad no significa tanto transcendencia cuanto cercanía, fidelidad, misericordia, como está poniendo de relieve el Papa Francisco, gracias a Dios.

Durante la Cuaresma, tratamos de acoger esa cercanía de Dios, permitiéndole que renueve y hasta rehaga nuestras vidas. Y en segundo lugar, tratamos de llevar a nuestros hermanos hasta Dios para que recuperen su libertad.

Como el Padre nos trató enviando a su Hijo, así nosotros debemos comportarnos como hermanos unos de otros, prójimos o próximos y misericordiosos.

Sólo así podremos seguir gozando del amor de Dios, precisamente dándolo a discreción. Sólo así percibiremos en nuestra conciencia la voz clara del Espíritu de Cristo: Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer.

Si Cristo no tuvo reparo en identificarse con cualquier hombre y también conmigo, ¿por qué voy a sentir repugnancia, si tengo ya su Santo Espíritu?

El milagro de la Cuaresma consistirá en la renovación del corazón de cada creyente, pasando del egoísmo al amor.

Corazones nuevos, hombres nuevos para crear la civilización del amor, un mundo más fraterno, más inclusivo, donde prevalezca el respeto, la misericordia y el perdón de las ofensas. En expresión del Papa Francisco, se trata de la «revolución de la ternura».

Será la obra de Dios actuante en nosotros por la fuerza de su Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Dejémonos transformar por él y supliquémosle: atráenos a ti para que podamos acercarnos a ti. Y en ti abrazaremos a todos los hombres y a toda la creación.

Ven, Espíritu divino, en esta Cuaresma y descúbrenos al Padre a través de Cristo el Señor, presente en todos los hombres, en particular, en los más necesitados. Amén.

ORACIÓN COLECTA

Conviértenos a ti, Dios Salvador nuestro; ilumínanos con la luz de tu Palabra, para que la celebración de esta Cuaresma produzca en nosotros sus mejores frutos.

Frutos de santidad: 1ª Lect. “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. No robaréis. No mentiréis. No engañaréis a vuestro prójimo…” (Levítico l9, 1-2.11-18).

La santidad en Dios no significa tanto separación de la historia humana, o trascendencia, sino cercanía al hombre, plenitud en el amor.

Es el primer fruto de la filiación divina, imitar al Padre, el único bueno y misericordioso, ser pacientes como él, que manda el sol y la lluvia sobre buenos y sobre malos.

“Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino… Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…” (Mt 25, 31-46).

En la oración después de la comunión se pide que la recepción del cuerpo y sangre de Cristo y la nueva efusión del Espíritu Santo producida por la eucaristía, en el transcurso de la misa, constituya un alivio para el cuerpo y para el alma.

Toda misa es «sanadora» porque llega a la persona en toda su integridad, restaurando nuestro ser según la llamada original a ser imagen de Cristo, plenitud de todas las cosas, gracias al cual y mediante su Espíritu podemos establecer relaciones positivas con toda criatura.

Estamos llamados a ser bendecidos por el único Hijo en quien el Padre encuentra sus complacencias.

“Restaurar en Cristo la integridad de la persona”, “imagen” de Dios. Toda ascesis cristiana trata de hacernos volver a la “imagen prístina” que Dios puso en nosotros (purificar; iluminar). Salmo 102. Himno a la Misericordia de Dios. (Se recomienda meditar para pedir el perdón de Dios…).

Comentario de San Agustín a Mt 25, 31-46:

Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué son, sino nuestros portaequipajes, que nos ayudan a traspasar nuestros bienes de la tierra al cielo? Los entregas a tu portaequipajes y lleva al cielo lo que le das. “¿Cómo, dices, lo lleva al cielo? Estoy viendo que los consume en comida”.

Así es precisamente como los traslada, comiéndolos en vez de conservarlos. ¿O es que te has olvidado de las palabras del Señor? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino. Tuve hambre y me disteis de comer…

Si no despreciaste a quien mendigaba en tu presencia, mira a quién llegó lo que diste: Cuando lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis. Lo que tú diste lo recibió Cristo; lo recibió quien te dio qué dar; lo recibió quien al final se te dará a sí mismo…

Mi exhortación, hermanos míos, sería ésta: dad del pan terreno y llamad a las puertas del Pan celeste. El Señor es ese pan. Yo soy, dijo, el pan de vida (Jn 5, 35)… Dios quiere que le demos a él, puesto que también él nos ha dado a nosotros…

Aunque él es el verdadero Señor y no necesita de nuestros bienes, para que pudiéramos hacer algo en su favor, se dignó sufrir hambre en los pobres: Tuve hambre, dijo, y me disteis de comer… Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicisteis (Sermón 389, 4-6).

OBSERVACIÓN FINAL

Estimado lector, te propongo un ejercicio de síntesis en tu itinerario cuaresmal.

Puedes preguntarte: De todo lo que estoy pensando hoy, orando y conversando, ¿qué debo confirmar como ya logrado y conseguido? ¿Qué progreso experimento dentro de mí y en mi comportamiento con el hermano?

Haz un esfuerzo de autoanálisis invocando previamente la ayuda del Espíritu.

Y por otro lado, ¿qué debo cambiar, qué queda aún esperando ser aclarado, asumido, sanado, superado… con la gracia de Dios y la acción vivificadora y consoladora del Espíritu?

¡Feliz día: Que lo llenes de buenas obras!


Angelus del Papa Francisco: Domingo I de Cuaresma, 26 febrero 2023

febrero 26, 2023

El Papa en el Ángelus del I Domingo de Cuaresma ©Vatican MediaDomingo, 26 de febrero de 2023

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PAPA FRANCISCO: ÁNGELUSPlaza de San Pedro
Domingo, 26 de febrero de 2023

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de este primer Domingo de Cuaresma nos presenta a Jesús en el desierto tentado por el diablo (cfr. Mt 4,1-11). Diablo significa “el que divide”. El diablo siempre quiere crear división, y eso es lo que se propone también tentando a Jesús. Veamos entonces de quién quiere dividir el diablo a Jesús, y de qué modo lo tienta.

¿De quién quiere separar el diablo a Jesús? Después de recibir el bautismo de Juan en el Jordán, Jesús fue llamado por el Padre «mi Hijo amado» (Mt 3,17), y el Espíritu Santo descendió sobre Él en forma de paloma (cfr. v.16).

El Evangelio nos presenta así las tres Personas divinas unidas en el amor. Luego, Jesús mismo dirá que ha venido al mundo a hacernos partícipes de la unidad que existe entre Él y el Padre (cfr. Jn 17,11). El diablo, en cambio, hace lo contrario: entra en escena para dividir a Jesús del Padre y apartarlo de su misión de unidad para nosotros. Divide siempre.

Veamos ahora de qué modo intenta dividir. El diablo quiere aprovechar la condición humana de Jesús, que se encuentra débil porque ha ayunado durante cuarenta días y tiene hambre (cfr. Mt 4,2). El maligno intenta entonces instilar en Él tres “venenos” potentes con el fin de paralizar su misión de unidad. Y estos venenos son el apego, la desconfianza y el poder.

Ante todo, el veneno del apego a las cosas, el apego a las necesidades; mediante razonamientos persuasivos, el diablo trata de sugestionar a Jesús: “Tienes hambre, ¿por qué tienes que ayunar? Escucha tu necesidad, satisfácela, tienes derecho y tienes también poder para ello: transforma las piedras en pan”.

Después, el segundo veneno, la desconfianza: “¿Estás seguro de que el Padre quiere tu bien? —insinúa el maligno—. ¡Ponlo a prueba, chantajéalo! Tírate desde el punto más alto del templo y haz que haga lo que tú quieres”.

Por último, el poder: “¡No necesitas a tu Padre! ¿Por qué esperar sus dones? ¡Sigue los criterios del mundo, logra todo tú solo y serás poderoso!”. Las tres tentaciones de Jesús.

E igualmente nosotros vivimos estas tres tentaciones, siempre. Es terrible. Pero es así también para nosotros: el apego a las cosas, la desconfianza y la sed de poder son tres tentaciones frecuentes y peligrosas que el diablo emplea con el fin de dividirnos del Padre y hacer que ya no nos sintamos hermanos y hermanas entre nosotros; las usa para llevarnos a la soledad y a la desesperación.

¡Esto es lo que quiere hacer el diablo, esto es lo que quiere hacernos a nosotros: llevarnos a la desesperación!

Pero Jesús vence las tentaciones. ¿Y cómo las vence? Evitando discutir con el diablo y respondiendo con la Palabra de Dios. Esto es importante: con el diablo no se discute, con el diablo no se dialoga. Jesús le hace frente con la Palabra de Dios. Cita tres frases de las Escrituras que hablan de libertad respecto a las cosas (cfr. Dt 8,3), de confianza (cfr. Dt 6,16) y de servicio a Dios (cfr. Dt 6,13), tres frases opuestas a las tentaciones.

No dialoga nunca con el diablo, no negocia con él, sino que rechaza sus insinuaciones con las Palabras benéficas de las Escrituras. Esto supone una invitación para nosotros: ¡con el diablo no se discute! No se negocia, no se dialoga; no se le vence tratando con él, es más fuerte que nosotros. Al diablo se le vence oponiéndole con fe la Palabra divina.

Jesús nos enseña a defender de este modo la unidad con Dios y entre nosotros de los ataques del que divide. La Palabra divina es la respuesta de Jesús a las tentaciones del diablo.

Por ello, preguntémonos: ¿qué lugar tiene en mi vida la Palabra de Dios? ¿Recurro a la Palabra de Dios en mis luchas espirituales? Si tengo un vicio o una tentación que se repite, ¿por qué no busco, haciendo que me ayuden, un versículo de la Palabra de Dios que responda a ese vicio?

Luego, cuando llegue la tentación, lo recito, lo rezo confiando en la gracia de Cristo. Probemos, nos ayudará en las tentaciones, nos ayudará mucho, porque, entre las voces que se agitan dentro de nosotros, resonará la voz benéfica de la Palabra de Dios.

Que María, que ha acogido la Palabra de Dios y con su humildad ha derrotado la soberbia del que divide, nos acompañe en la lucha espiritual de la Cuaresma.



Después del Ángelus

Queridos hermanos y hermanas:

Una vez más llegan noticias dolorosas desde Tierra Santa: tantas personas muertas, también niños… ¿Cómo detener esta espiral de violencia? Renuevo el llamamiento a actuar de modo que el diálogo prevalezca sobre el odio y sobre la venganza, y rezo a Dios por los palestinos y los israelíes, para que encuentren el camino de la fraternidad y de la paz, con la ayuda de la comunidad internacional.

Estoy muy preocupado también por la situación en Burkina Faso, donde continúan los ataques terroristas. Invito a rezar por la población de ese querido país, para que las violencias sufridas no hagan que pierda la confianza en el camino de la democracia, de la justicia y de la paz.

Esta mañana me he enterado con dolor del naufragio ocurrido en la costa calabresa, cerca de Crotone. Ya se han recuperado cuarenta muertos, entre ellos muchos niños. Rezo por cada uno de ellos, por los desaparecidos y por los migrantes supervivientes. Doy las gracias a cuantos los han socorrido y a quienes los están acogiendo. Que la Virgen sostenga a estos hermanos y hermanas nuestros.

Y no olvidemos la tragedia de la guerra en Ucrania, ya se ha cumplido un año de guerra. Y tampoco olvidemos el dolor de los pueblos sirio y turco, ocasionado por el terremoto.

Dirijo mi saludo a todos los que habéis venido desde Italia y desde otros países. Saludo a los peregrinos procedentes de España, Portugal, México y Croacia. Saludo a los fieles de Palermo, Montelepre, Termini Imerese y Riese Pio X; a los alumnos del Seminario Interregional Campano de Nápoles; a los adolescentes de diversas parroquias de la diócesis de Milán; a los niños de Confirmación de Cavaion y Sega (Verona), al grupo de Limbadi y a los niños de la Primera Comunión de Sant’Aurea en Ostia Antica.

Saludo a la Asociación Italiana de Donantes de Órganos, que celebra el 50 aniversario de su fundación: os agradezco vuestro compromiso de solidaridad social y os animo a seguir promoviendo la vida a través de la donación de órganos.

Un saludo especial a todos los que han venido con ocasión del Día Mundial de las Enfermedades Raras, que tendrá lugar pasado mañana: renuevo mi apoyo a las asociaciones de los enfermos y de sus familias; que no les falte nuestra cercanía, especialmente a los niños, para hacerles sentir el amor y la ternura de Dios.

Y os deseo a todos un feliz domingo. Por favor, no os olvidéis de rezar por mí. ¡Buen almuerzo y hasta la vista!


¿Cómo debe ser una universidad pontificia según el Papa Francisco? Esto respondió

febrero 26, 2023

Papa Francisco. Crédito: Vatican Media / Fachada de la Pontificia Universidad Gregoriana.

Por Diego López Marina – 25 de febrero de 2023

El Papa Francisco se dirigió a los rectores, profesores y estudiantes de las universidades e instituciones pontificias de Roma, para agradecerles por su aporte a la Iglesia y para compartir su visión de cómo debe ser una casa de estudios vinculada a la Santa Sede.

Según el Santo Padre, una universidad honrada con el título de Pontificia es una “escuela de acuerdo y consonancia entre diferentes voces e instrumentos”, y “no una escuela de la uniformidad”.

San John Henry Newman describe a la casa de estudios como el lugar donde diferentes conocimientos y perspectivas se expresan en armonía, se complementan, corrigen y equilibran entre sí, recordó Francisco durante una audiencia en el Vaticano, el 25 de febrero.

“Esta armonía pide ser cultivada ante todo en vosotros mismos, entre las tres inteligencias que vibran en el alma humana: la de la mente, la del corazón y la de las manos, cada una con su propio timbre y carácter, y todas necesarias”, dijo el Santo Padre a los rectores.

“Lenguaje de la mente que se combina con el del corazón y el de las manos: lo que piensas, lo que sientes, lo que haces”, subrayó.

La “inteligencia de las manos”

El Papa Francisco advirtió a los académicos que la “mente no podrá comprender nada si las manos están cerradas por la avaricia o si son ‘manos agujereadas’, perdiendo el tiempo, la salud y los talentos”.

También aseguró uno no puede instruirse “si las manos tienen dedos apuntando sin piedad a los hermanos y hermanas que se equivocan” o si “no pueden unirse y subir al Cielo en oración”.

“Las manos de Jesús tocan el pan y el vino, el cuerpo y la sangre, la vida misma, y ​​dan gracias, toman y dan gracias porque sienten que todo es don del Padre”, recordó el Papa.

“Hagamos, pues, armonía dentro de nosotros mismos, haciendo también nuestras manos ‘eucarísticas’ como las de Cristo y acompañando el toque, en cada contacto y apretón, con un humilde, gozoso y sincero agradecimiento”, exhortó a los presentes.

Importancia de las universidades pontificias

El Papa Francisco aprovechó su discurso para reconocer la importancia del trabajo de las universidades pontificias en Roma.

“Son parte de una riqueza que creció bajo la guía del Espíritu Santo en la búsqueda, el diálogo, el discernimiento de los signos de los tiempos y la escucha de las diferentes expresiones culturales”, reconoció.

“En eso destacan por su especial cercanía -también geográfica- al Sucesor de Pedro y a su ministerio de anuncio gozoso de la verdad de Cristo”, agregó.

Asimismo, agradeció los presentes por conformar “un vasto y multiforme sistema de estudios eclesiásticos, que ha florecido a lo largo de los siglos gracias a la sabiduría del Pueblo de Dios, difundida por todo el mundo y estrechamente vinculada a la misión de evangelización de toda la Iglesia”.

https://www.aciprensa.com/noticias/como-debe-ser-una-universidad-pontificia-segun-el-papa-francisco-esto-respondio-77520?fbclid=IwAR0wRSNUZjuq-sV7_RBuBfCGQNPoJjph-Xpu31So9mllr03aPv7a15LQJ-k


Maná y Vivencias Cuaresmales, 26.2.23

febrero 25, 2023

Domingo I de Cuaresma, Ciclo A

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Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás
Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás

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Antífona de entrada: Sal 90, 15-16

Me invocará y lo escucharé; lo defenderé, lo glorificaré; lo saciaré de largos días.

Oración colecta

Al celebrar un año más la santa Cuaresma, concédenos, Dios todopoderoso, avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo y vivirlo en su plenitud. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Génesis 2, 7-9; 3, 1-7

El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo.

El Señor Dios plantó un jardín en Edén, hacia oriente, y colocó en él al hombre que había modelado.

El Señor Dios hizo brotar del suelo toda clase de árboles hermosos de ver y buenos de comer; además, el árbol de la vida, en mitad del jardín, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.

La serpiente era el más astuto de los animales del campo que el Señor Dios había hecho. Y dijo a la mujer: «¿Cómo es que os ha dicho Dios que no comáis de ningún árbol del jardín?»

La mujer respondió a la serpiente: «Podemos comer los frutos de los árboles del jardín; solamente del fruto del árbol que está en mitad del jardín nos ha dicho Dios: «No comáis de él ni lo toquéis, bajo pena de muerte.»»

La serpiente replicó a la mujer: «No moriréis. Bien sabe Dios que cuando comáis de él se os abrirán los ojos y seréis como Dios en el conocimiento del bien y del mal. »

La mujer vio que el árbol era apetitoso, atrayente y deseable, porque daba inteligencia; tomó del fruto, comió y ofreció a su marido, el cual comió.

Entonces se les abrieron los ojos a los dos y se dieron cuenta de que estaban desnudos; entrelazaron hojas de higuera y se las ciñeron.

SALMO 50, 3-4.5-6a.12-13.14.17

Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa, lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA: Romanos 5, 12-19

Hermanos:

Lo mismo que por un hombre entró el pecado en el mundo, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres, porque todos pecaron.

Porque, aunque antes de la Ley había pecado en el mundo, el pecado no se imputaba porque no había Ley. A pesar de eso, la muerte reinó desde Adán hasta Moisés, incluso sobre los que no habían pecado con una transgresión como la de Adán, que era figura del que había de venir.

Sin embargo, no hay proporción entre el delito y el don: si por la transgresión de uno murieron todos, mucho más, la gracia otorgada por Dios, el don de la gracia que correspondía a un solo hombre, Jesucristo, sobró para la multitud.

Y tampoco hay proporción entre la gracia que Dios concede y las consecuencias del pecado de uno: el proceso, a partir de un solo delito, acabó en sentencia condenatoria, mientras la gracia, a partir de una multitud de delitos, acaba en sentencia absolutoria.

Por el delito de un solo hombre comenzó el reinado de la muerte, por culpa de uno solo. Cuánto más ahora, por un solo hombre, Jesucristo, vivirán y reinarán todos los que han recibido un derroche de gracia y el don de la justificación.

En resumen: si el delito de uno trajo la condena a todos, también la justicia de uno traerá la justificación y la vida.

Si por la desobediencia de uno todos se convirtieron en pecadores, así por la obediencia de uno todos se convertirán en justos.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 4b

No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

EVANGELIO: Mateo 4, 1-11

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre.

El tentador se le acercó y le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.»

Pero él le contestó, diciendo: «Está escrito: «No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios»»

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: «Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras»»

Jesús le dijo: «También está escrito: «No tentarás al Señor, tu Dios»»

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: «Todo esto te daré, si te postras y me adoras».

Entonces le dijo Jesús: «Vete, Satanás, porque está escrito: «Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto»»

Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían.

Antífona de comunión: Sal 90, 4

El Señor te cubrirá con sus plumas, bajo sus alas te refugiarás.

VIVENCIAS CUARESMALES

San Agustín, padre de la Iglesia.

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5. PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
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Observación general:

Los mensajes bíblicos de los Domingos cuaresmales correspondientes a los tres ciclos giran en torno a estos temas y realidades:

1era. y 2da. Lectura: Historia de la salvación

Evangelios: Catequesis prebautismal.

La oración colecta de la misa de hoy resume lo que pedimos y lo que deseamos alcanzar durante la Cuaresma:

“Al celebrar un año más la santa Cuaresma
concédenos, Señor Todopoderoso,
avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo
y vivirlo en su plenitud”.

Las tres tentaciones que Cristo venció son el ”resumen“ o síntesis de todas las tentaciones que puede sufrir o padecer el hombre en el mundo. Con el ejemplo y la gracia de Cristo, nosotros podemos también vencer toda tentación hasta con facilidad, si ponemos los medios pertinentes.

Reducimos las tentaciones a tres clases:

1. Comodidad y avaricia, hasta utilizar a Dios para transformar las piedras en pan (inmadurez, egocentrismo, egoísmo o egolatría). Sucumbir a las apetencias corporales.

Domina o vence la caridad frente al egoísmo: Jesús vive para los demás y no utiliza los dones de Dios en su propio provecho sino en función de los demás. No se aprovecha del hambre de la multitud para crecerse como bienhechor o mesías. Busca agradar a Dios no a los hombres; busca solo cuanto desea su Padre celestial; desea cumplir en todo la voluntad del Padre.

Por eso, ahora no hace el milagro que le sugiere el diablo. Lo hará cuando lo disponga el Padre. Y lo realizará a favor de la multitud hambrienta, pensando en los demás; pues la voluntad del Padre es que alimente a la multitud.

2. Honor sobre los demás (soberbia, endiosamiento, empoderamiento). Ceder a las apetencias espirituales hasta provocar una intervención milagrosa de Dios enviando ángeles que auxilien a Jesús, y así lograr fama, admiración  y veneración de la gente.

Domina o vence la esperanza sobre la acomodación a las ofertas fáciles e inmediatas de una felicidad ficticia… Ir por el recto camino; no según las conveniencias del momento.

3. Honor sobre Dios (dominio, poder… adoración): “Todo esto te lo daré, si te postras”. Endiosamiento, empoderamiento, (claudicar ante el mal).

Domina o vence la fe frente a la egolatría o adoración de otros dioses. Jesús defiende la fe en su Padre y no se deja llevar por falsos dioses. Sólo a Dios hay que adorar; servirle a él por encima de todas las cosas. Sólo él es Soberano, Dueño y Amo, digno de adoración y de toda bendición.
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La oración después de la comunión nos recuerda que la eucaristía fortalece la vida teologal: la fe, la esperanza y la caridad. La tentación pone a prueba nuestra unión con Dios sustentada en esas tres virtudes.
Reza así:

Después de recibir el pan del cielo
que alimenta la fe,
consolida la esperanza
y fortalece en el amor,

te rogamos, Dios nuestro,
que nos hagas sentir hambre de Cristo,
pan vivo y verdadero,
y nos enseñes a vivir constantemente
de toda palabra que sale de tu boca. Por Jesucristo.

De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos

En Cristo fuimos tentados, en él vencimos al diablo

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, si invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros.

¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo; te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra.

De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.

Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: “Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra”, es decir, desde todas partes.

Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.

Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.

Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.

De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo!

Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, y de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria cierta y definitiva.

Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado (Salmo 60, 2-3: CCL, 39, 766).

“Di a esta piedra que se convierta en pan” (Lc 4,3)

Las piedras son minerales cuyo valor está a merced del criterio arbitrario de los hombres. Una piedra que a nosotros nos resulta preciosa, o que dicen que es útil para la construcción, quizá no tiene tanto valor fuera de ese pequeño mundo en donde es tan apreciada, porque ha de medirse con objetos de una valía mucho más elevada y noble que la que aporta el simple valor material.

Cuántas veces nos resulta agobiante y pesado nuestro día a día porque nos empeñamos en vivirlo cargando a las espaldas con un fardo repleto de piedras y piedras que, en nuestro pequeño mundo, tienen un valor casi absoluto.

Las piedras de tantas obligaciones y compromisos que asumimos sólo por quedar bien ante los demás, la losa pesada de esos deberes laborales que cumplimos sin responsabilidad ni dedicación, o nuestro cristianismo cumplidor y mediocre que convertimos en un duro y desabrido pedernal.

La tentación está en querer convertir todas esas rocas en ese poco de pan tierno y sabroso que el mundo valora y con el que sacia, sólo momentáneamente, las hambres más profundas del alma.

Querer un cristianismo de mínimos, correcto y cumplidor, capaz de saciar al hombre sin el esfuerzo y fracaso de la cruz, es vivir en la constante tentación de la mediocridad acomodaticia que pone una vela a Dios y otra al diablo.

No pretendas vivir tu vida cristiana alimentada sólo con el pan de tus criterios, ambiciones y egoísmos, porque nunca verás plenamente saciada tu hambre de felicidad. Tampoco llenes tu alma de piedras inútiles y pesadas que te hacen caer bajo el peso de tantos activismos estériles y de agobios inútiles o de conveniencia.

Has de aprender a llevar en tu vida esa misma carga ligera que llevó Cristo hasta la Cruz: el pecado de tu vida y de la vida de todos los hombres sobrellevado por el amor infinito hacia el Padre.

En el saco vacío de nuestra oración han de caber sólo tantas y tantas inquietudes, agobios y preocupaciones que pesan sobre la vida de nuestros hermanos, los hombres.

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Maná y Vivencias Cuaresmales (4), 25.2.23

febrero 25, 2023

Sábado después de Ceniza

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Familia con hijos
Familia, sé lo que eres, que ya es bastante.

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Antífona de entrada: Salmo 68, 17

Escúchanos, Señor, pues eres bueno y míranos conforme a tu bondad infinita.

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, mira compasivo nuestra debilidad y extiende sobre nosotros tu mano poderosa. Por nuestro Señor Jesucristo.

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PRIMERA LECTURA: Isaías 58,9b-14

Así dice el Señor Dios: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.

El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.

Si detienes tus pies el sábado y no traficas en mi día santo, si llamas al sábado tu delicia y lo consagras a la gloria del Señor, si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia.

Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob.» Ha hablado la boca del Señor.

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SALMO 85, 1-2.3-4.5-6

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

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Aclamación antes del Evangelio: Ezequiel 33, 11

No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, dice el Señor.

EVANGELIO: Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»

Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros.

Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»

Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»

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Antífona de comunión: Mateo 9, 13

Misericordia quiero y no sacrificios, dice el Señor; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
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VIVENCIAS CUARESMALES

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4. SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

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TEMA: Santificación del Sábado.

Sumisión a Dios, amor ordenado hacia el hermano.

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La vida feliz en el amor a Dios y al prójimo, necesita un tiempo fuerte de revisión, de celebración y afirmación personal y comunitaria. Ese tiempo sagrado es el Día del Señor, el Domingo.

En el Antiguo Testamento se nos prescribe el descanso sabático: «Si detienes tus pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia» (Is 58, 13-14).

En otras palabras y abundando en lo mismo:

Seis días tendrás para tus trabajos y ocupaciones, pero el séptimo día, no trabajarás, no lucrarás, pues no te pertenece; es del Señor. Por tanto, descansarás y lo santificarás. ¿Cómo?

Dando culto a tu Dios, por una parte, y, por otra, entregándote a los hermanos, sobre todo a tu propia familia. Ellos, además del pan de cada día, necesitan tu cariño, tu cercanía, tu amor sincero.

También te acordarás de los pobres: Darás limosna de lo que el Señor te ha regalado en tu trabajo durante la semana. Si tienes fe darás hasta el diezmo de todo cuanto el Señor te da, porque tu confianza está en el Señor, no en tus fuerzas ni en tus previsiones, ni en tus provisiones o seguridades.

Ese día es sagrado, reservado para Dios; no le pertenece al hombre, es de Dios, y el hombre debe respetarlo haciendo lo que Dios prescribe.

Lo expresa la primera lectura: es preciso renovar el amor al hermano practicando una convivencia verdaderamente fraterna, en primer lugar en el hogar, que es la iglesia doméstica; y en segundo lugar, participando en la eucaristía, en la familia eclesial como cuerpo místico de Cristo, llevando al altar la ofrenda, compartiendo los bienes con el hermano necesitado.

En el Domingo, todos los bautizados celebran la mayor riqueza que tienen en común: la salvación en Cristo. Si comparten lo más valioso, con más razón compartirás lo que vale menos, lo material.

Por tanto, los hermanos deben igualarse o nivelarse en la posesión y en el uso de los bienes materiales; es decir, tienen que hacer limosna.

En el domingo debe anticiparse aquella unidad que tendremos en la Jerusalén celestial. Los santos padres son muy exigentes en la construcción del reino de Dios sobre la justicia, la limosna y la intercomunión o comunicación de los bienes materiales.

La común herencia de los bienes eternos debe relativizar y orientar la posesión y el uso de los bienes temporales y pasajeros.

La caridad y la justicia para con todos los hombres, especialmente para con los más necesitados, acarreará al cristiano la plenitud de vida y la máxima capacidad de trasmitir vida, empezando por su propia casa:

“Brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas.

Si detienes tus pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de realizar tus negocios, entonces el Señor será tu delicia.

Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob –ha hablado la boca del Señor– “ (Is 58, 9-14).

Como se trata de algo tan importante, Dios no lo deja a la improvisación sino que «manda» santificar el Sábado, para nosotros el Día del Señor, el Domingo.

Dios sabe que el hombre necesita dedicar un día íntegro cada semana, para renovar los fundamentos de su existencia, para mantener y aun hacer crecer su bienestar integral: su relación con Dios y su relación con el hermano, comenzando por la familia; y hasta para salvaguardar su propia salud física, psicológica y emocional.

La Iglesia prescribe este descanso dominical para todos sus hijos bajo conciencia de pecado grave, porque se trata de algo transcendental en la vida cristiana.

Efectivamente, quien no santifica el Día del Señor estaría dañando gravemente su vida espiritual: su relación vital con Dios y su relación afectuosa con los hermanos. Ese tal lastimaría gravemente su bienestar integral como persona creyente.

En fin, no estaría capacitado para vivir como el Señor espera de él: siendo sal de la tierra y luz del mundo.

El Día del Señor es un día de fiesta para renovar la vida familiar: reconciliación y diálogo entre los esposos y renovación de la relación con los hijos; el domingo pueden rezar juntos y, si se puede, acudir en familia al templo para escuchar la palabra de Dios, darle gracias por la salud, el trabajo, la fe… y renovar la verdadera comunión entre todos los miembros de la familia en el seno de la comunidad eclesial.

Con el precepto dominical, Dios y la Iglesia salen al encuentro de la debilidad del hombre, procurándole una vida feliz.

Con la observancia obsequiosa del Domingo, nosotros le permitimos a Dios extender su mano misericordiosa cada semana sobre nosotros para sanar nuestras dolencias, darnos ánimo para seguir caminando por la vida con esperanza y fortaleza hasta llegar a la Patria definitiva.

Cada domingo, reconocemos que estamos enfermos, y acudimos esperanzados al Señor; y él se va glorificando en nuestra debilidad y adelantando su Reino en nuestra persona, en nuestra familia, en la Iglesia.

“Éste -el día domingo- es un día que constituye el centro mismo de la vida cristiana… El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano” (Dies Domini, 7).

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Maná y Vivencias Cuaresmales (3), 24.2.23

febrero 24, 2023

Viernes después de Ceniza

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Ayunarán cuando se lleven al novio.


Antífona de entrada: Salmo 29, 11

El Señor me escuchó, tuvo piedad de mí y ha venido en mi ayuda.

Oración colecta

Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia con que hemos empezado la Cuaresma; y que la austeridad exterior que practicamos vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 58, 1-9a

Así dice el Señor Dios:

«Grita a plena voz, sin cesar, alza la voz como una trompeta, denuncia a mi pueblo sus delitos, a la casa de Jacob sus pecados. Consultan mi oráculo a diario, muestran deseo de conocer mi camino, como un pueblo que practicara la justicia y no abandonase el mandato de Dios. Me piden sentencias justas, desean tener cerca a Dios. “¿Para qué ayunar, si no haces caso?; ¿mortificarnos, si tú no te fijas?”

Mirad: el día de ayuno buscáis vuestro interés y apremiáis a vuestros servidores; mirad: ayunáis entre riñas y disputas, dando puñetazos sin piedad. No ayunéis como ahora, haciendo oír en el cielo vuestras voces.

¿Es ése el ayuno que el Señor desea para el día en que el hombre se mortifica?, mover la cabeza como un junco, acostarse sobre saco y ceniza, ¿a eso lo llamáis ayuno, día agradable al Señor?

El ayuno que yo quiero es éste: Abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cerrojos de los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos, partir tu pan con el hambriento, hospedar a los pobres sin techo, vestir al que ves desnudo y no cerrarte a tu propia carne.

Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: “Aquí estoy.”»

SALMO: Sal 50, 3-4.5-6a.18-19

Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.

Aclamación antes del Evangelio: Amós 5, 14

Buscad el bien y no el mal, para que viváis, y el Señor estará con vosotros.

EVANGELIO: Mateo 9, 14-15

En aquel tiempo, se acercaron los discípulos de Juan a Jesús, preguntándole: «Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?»

Jesús les dijo: «¿Es que pueden guardar luto los invitados a la boda, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán.»

Antífona de comunión: Salmo 24, 4

Señor, enséñame tus caminos, dime cuáles son tus senderos.

VIVENCIAS CUARESMALES

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Todos los viernes son días penitenciales


3. VIERNES DESPUÉS DE CENIZA



TEMA CENTRAL

Coherencia del cristiano: Amor a Dios y amor al hombre

La apuesta por la rectitud y la verdad, que es el verdadero amor, se manifiesta inmediatamente en el amor al hermano.

Pues las mismas actitudes que adoptamos con Dios, las adoptamos con el hermano.

Si uno se acerca rectamente a Dios, se acerca correctamente a los hombres, porque todos procedemos de Dios, y todo lo creado se hizo por la Palabra. Y fuera de ella nada se ha hecho.

Por tanto, en el fondo, toda la creación es comunicación y todo está llamado a convivir en el amor y la complementariedad.

Se da una especie de globalización espiritual en el Verbo: Dios y los hombres, Creador y creatura son inseparables para siempre, por efecto del misterio de la Encarnación. Por ella se ha celebrado un matrimonio perpetuo entre Dios y el hombre.

La actitud religiosa hacia Dios lleva consigo una recta orientación del hombre mismo desde lo más profundo de su ser; y, por tanto, todos sus comportamientos serán rectos, constructivos, buenos.

La benevolencia con Dios lleva a la benevolencia con el hermano. No puede haber contradicción entre Dios y el hombre, entre el amor a Dios y el amor al hombre. Todo ayuno y sacrificio, todo esfuerzo por llegar a Dios debe hacer al hombre más grande y más cercano a sus hermanos.

El ayuno está en función del amor. Sólo el amor dice bien del ser del hombre. Sólo el amor plenifica al hombre, lo centra, lo libera del mal, lo hace feliz al ponerlo en comunión con toda la realidad, tomada de manera integral.

Todo ha sido creado en el Verbo, en la Palabra, y fuera de la Palabra, nada se hizo de lo que ha sido hecho.

Texto bíblico: «¿No saben cuál es el ayuno que me agrada?, dice el Señor. Romper las cadenas injustas, desatar las amarras del yugo… Entonces tu luz surgirá como la aurora… Si llamas a Yahvé, responderá: aquí estoy» (Isaías 58, 1-9).

Exigencia: Todo ayuno, toda religión del cumplimiento debe desembocar en el Nuevo Testamento, en el encuentro con el Amado. Es preciso pasar del temor al amor, de la letra al espíritu, de la obligación a la libertad, de la tristeza y ansiedad a la alegría y al gozo, del amor servil al desposorio, del ritualismo a la alabanza, del legalismo a la caridad liberadora; de la ideología a la humilde y solidaria cercanía; en fin, de la queja y la maldición a la bendición liberadora.

ORACIÓN COLECTA (Que lo exterior conduzca a la renovación de las actitudes internas y del corazón)

“Confírmanos, Señor, en el espíritu de penitencia

con que hemos empezado la Cuaresma

y que la austeridad exterior que practicamos

vaya siempre acompañada por la sinceridad de corazón.

¿Qué vamos a hacer si todo está tan mal?

¿Qué harías si te dijeran que mañana se acaba el mundo? Algo así le preguntó a San Luis Gonzaga un compañero, mientras estaban jugando. El santo respondió: seguiría jugando. Ante el inminente peligro de que todo desaparezca, San Luis Gonzaga pensaba que lo mejor era continuar con lo que estaba haciendo.

Cambio de pregunta, para quedarme con la misma respuesta: ¿qué voy a hacer a la vista de tanta corrupción social y tanto pecado eclesial? ¿A quién voy a votar si en todos los partidos hay políticos que se aprovechan del cargo, mienten descaradamente, hacen de la política su negocio privado, sin interesarse por el bien de los ciudadanos?

¿Voy a dejar la Iglesia porque de pronto aparecen historias que avergüenzan e indignan a todos, sea cual sea el interés que hay detrás de la propagación de tales historias?

En línea con la respuesta de San Luis Gonzaga, yo voy a seguir haciendo lo mismo, voy a votar al partido que me parezca menos malo (porque bueno del todo no hay ninguno, y dejar de votar aún es peor que votar al menos malo), voy a continuar celebrando la eucaristía con la mayor dignidad posible, a seguir preparando mis homilías, conferencias y clases con todo interés.

¿Estoy diciendo que el mal no tiene importancia? Estoy diciendo que el mal no va a condicionar mi trabajo, ni mis esfuerzos por hacer el bien, ni mi necesidad de rezar (aunque sea una pobre oración), ni la normalidad de mis relaciones, ni mi libertad a la hora de expresarme.

Algo así decía Jesús: que tu mano izquierda no sepa lo que hace tu derecha; o, cuando des limosna, no vayas pregonándolo a bombo y platillo. Y, sin embargo, son precisamente las buenas personas, los muchos funcionarios honrados, los muchos políticos decentes, los muchos clérigos entregados y limpios, los que mantienen en pie las instituciones.

El mal, tan antiguo como la historia, no es algo abstracto, se encarna en personas y realidades. La diferencia entre el pasado y el presente no es la existencia del mal; la diferencia está en que hoy tenemos una cantidad de información como nunca ha habido. ¿Hay hoy más gente mala, más políticos aprovechados o más clérigos indecentes que en tiempos pasados?

Es dudoso. Precisamente porque hay más información, la gente va con más cuidado. El miedo guarda la viña. El miedo a que lo sepan hace que me contenga. Hoy y siempre el trigo y la cizaña han crecido juntos. Arrancar la cizaña es deseable.

Lo peligroso es arrancar el trigo creyendo arrancar cizaña. Lo peligroso es no valorar el bien, no darse cuenta del bien que hay en medio de tanto mal. A pesar de la gran cantidad de información que tenemos sobre el mal, el bien supera con creces al mal.

Martín Gelabert, sacerdote dominico

De las homilías del Pseudo Crisóstomo

La oración es luz del alma

El sumo bien está en la plegaria y en el diálogo con Dios, porque equivale a una íntima unión con él: y así como los ojos del cuerpo se iluminan cuando contemplan la luz, así también el alma dirigida hacia Dios se ilumina con su inefable luz.

Una plegaria, por supuesto, que no sea de rutina, sino hecha de corazón; que no esté limitada a un tiempo concreto o a unas horas determinadas, sino que se prolongue día y noche sin interrupción.

Conviene, en efecto, que elevemos la mente a Dios no sólo cuando nos dedicamos expresamente a la oración, sino también cuando atendemos a otras ocupaciones, como el cuidado de los pobres o las útiles tareas de la munificencia, en todas las cuales debemos mezclar el anhelo y el recuerdo de Dios, de modo que todas nuestras obras, como si estuvieran condimentadas con la sal del amor de Dios, se conviertan en un alimento dulcísimo para el Señor.

Pero sólo podremos disfrutar perpetuamente de la abundancia que de Dios brota, si le dedicamos mucho tiempo.

La oración es luz del alma, verdadero conocimiento de Dios, mediadora entre Dios y los hombres.

Hace que el alma se eleve hasta el cielo y se adhiera a Dios con inefables abrazos, apeteciendo la leche divina, como el niño que, llorando, llama a su madre; por la oración, el alma expone sus propios deseos y recibe dones mejores que toda la naturaleza visible.

Pues la oración se presenta ante Dios como venerable intermediaria, alegra nuestro espíritu y tranquiliza sus afectos.

Me estoy refiriendo a la oración de verdad, no a las simples palabras: la oración que es un deseo de Dios, una inefable piedad, no otorgada por los hombres, sino concedida por la gracia divina, de la que también dice el Apóstol: Nosotros no sabemos pedir lo que nos conviene, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables.

El don de semejante súplica, cuando Dios lo otorga a alguien, es una riqueza inagotable y un alimento celestial que satura el alma; quien lo saborea se enciende en un deseo indeficiente del Señor, como en un fuego ardiente que inflama su alma.

Cuando quieras reconstruir en ti aquella morada que Dios se edificó en el primer hombre, adórnate con la modestia y la humildad y hazte resplandeciente con la luz de la justicia; decora tu ser con buenas obras, como con oro acrisolado; y embellécelo con la fe y la grandeza de alma, a manera de muros y piedras;

y, por encima de todo, como quien pone la cúspide para coronar un edificio, coloca la oración, a fin de preparar a Dios una casa perfecta y poderle recibir en ella como si fuera una mansión regia y espléndida, ya que, por la gracia divina, es como si poseyeras la misma imagen de Dios colocada en el templo del alma (Suplemento, Homilía 6 sobre la oración: PG 64, 462-466).


Maná y Vivencias Cuaresmales (2), 23.2.23

febrero 23, 2023

Jueves después de Ceniza

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Libertad para elegir el bien o el mal.


Antífona de entrada: Salmo 54, 17-20.23

Clamé al Señor, y escuchó mi voz y me libró de los que me atacaban. Encomienda a Dios tus afanes y él te sustentará.

Oración colecta

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 30, 15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla.

Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.

Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»

SALMO 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.

Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 17

Arrepentíos, dice el Señor; porque el Reino de los cielos se ha acercado.

EVANGELIO: Lucas 9, 22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

Antífona de comunión: Salmo 50, 12

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

VIVENCIAS CUARESMALES

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La señal del cristiano

2. JUEVES DESPUÉS DE CENIZA

TEMA: Libertad del hombre, capacidad de elegir

El camino hacia la fe: gracia de Dios y libertad del hombre


Texto bíblico: Deuteronomio 30, 15-20.

«Ten en cuenta que hoy yo pongo ante ti el bien y la vida por una parte y por otra el mal y la muerte. Si escuchas los mandamientos de tu Dios que yo te prescribo, vivirás y te multiplicarás. Yahvé te bendecirá en la tierra que vas a poseer. Escoge pues la vida…

Pongo hoy por testigo ante ustedes al cielo y a la tierra, te pongo delante la vida y la muerte, la bendición o la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia. En eso está tu vida y la duración de tus días…»

Libertad del hombre: Dios a nadie va a salvar sin su colaboración, es decir, contra su voluntad. Pues el hombre se define por sus decisiones; tiene que optar, necesariamente; no puede permanecer en la indecisión, ambigüedad o indiferencia. Si no avanza, retrocede. Los talentos recibidos hay que invertirlos según la voluntad del Señor que nos los confió.

Por otra parte, Dios a nadie condenará sin justa causa. «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti», enseñó certeramente san Agustín. Dios respeta nuestra libertad y espera nuestra decisión, pues quiere que todos se salven y, mediante el Santo Espíritu, hace agradables sus mandamientos, inspira y previene nuestras acciones, mueve nuestra voluntad hacia el bien. Pero siempre sin forzar nuestra libertad.

Por eso, afirmamos que sólo creerá el que “quiera” creer. Parafraseando a Luis Evely podemos afirmar que nunca verás tan claro, tan claro, que te sientas obligado a creer; ni tan oscuro, tan oscuro, que te parezca absurdo e irracional el creer. Nunca verás tan confuso y contradictorio que ello te exima de creer.

La fe, por tanto, exige un «plus», un algo más, un extra. La persona tiene que decidir libremente. Tiene que pronunciarse, definirse; implicarse comprometiendo todo su ser. 

Es decir, el hombre debe poner algo de su parte, debe querer creerle a Dios, debe mirar a Dios con tal admiración y benevolencia que, aunque se diera la posibilidad de que Dios fuera mentiroso, él se resistiría a creerlo; más aún, no lo quiere creer; más aún, hace a Dios sincero, “recrea” -si se puede hablar así- al mismo Dios, precisamente por su actitud humilde, benevolente, contemplativa y obsequiosa.

Y esto le hace más grande al hombre que a Dios. El hombre da la talla mediante su fe. Se mide. Se define a sí mismo.

La fe, pues, no se contenta con aceptar resignada y pasivamente la verdad y la realidad de Dios sino que la afirma, la hace existente por su amor, le interesa que Dios exista y sea Dios, no hombre; le gusta y se complace en que Dios sea soberano, y lo quiere por amor: Que Dios sea Dios.

La fe, por tanto, hasta podemos afirmar que recrea a Dios, le da consistencia, lo afirma, lo inventa por amor, si fuera necesario. La fe expresa una querencia dinámica del hombre que le sublima en su ser, le hace merecedor de salvación, lo introduce en una existencia generosa y por tanto feliz.

Pero tal apuesta es también gracia de Dios, no pura iniciativa y capacidad del hombre.

De ahí la expresión del salmista:

«Dichoso el hombre que teme al Señor; su gozo es la ley del Señor. Será como un árbol plantado al borde de la acequia…»

(Salmo 1ero., vers. 1, 2, 3, 4 y 6).

El hombre, colocado ante el misterio de Dios, puede adoptar una doble postura:

por una parte, y gracias a la fe, apuesta por la sencillez, el respeto, la docilidad, la querencia, la inocencia, la voluntad de fidelidad y la benevolencia; o por el contrario, permite que en su corazón se vayan estableciendo la sospecha gratuita y torcida, la queja, la susceptibilidad, la hipersensibilidad, el resentimiento, la envidia, la soberbia, la autosuficiencia, el amor propio, la petulancia vanidosa, la insensatez, la superficialidad… en fin, el atrevimiento.

Esa apuesta por la fe y el amor generoso es equivalente a perder la vida por Cristo: es salir de sí mismo o renunciar a ganar el mundo; es decir, renunciar a vivir en total autonomía e independencia (evangelio).

Perder la vida propia significa vivir en total dependencia respecto de Dios. Es hacerle más caso a Dios que a uno mismo, librarse de la propia soledad para comunicarse con Dios hasta hacerse un solo ser con él; y así, adquirir la verdadera valía y la plena libertad y felicidad, pues “Nos hiciste, Señor, para ti…”, sentencia san Agustín.

San Pablo manifiesta su unión existencial con Dios en Cristo por obra del Espíritu: “Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20).


ORACIÓN COLECTA (de la misa):

“Que tu gracia, Señor,

inspire, sostenga y acompañe nuestras obras

para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente

y tienda siempre a ti como a su fin”.

ORACIÓN PERSONAL (sugerida):

Señor, Padre Santo,

enséñame el camino de la sencillez.

Enséñame a mirar a tu bendito Hijo Jesús

con toda atención y reverencia

para descubrir su maravillosa sumisión a ti y a los hombres,

obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz…

Ayúdame a negarme a mí mismo (Evangelio),

creyendo más en tus insinuaciones que en mis convicciones;

que no busque mi propio interés sino tu gloria,

que salga de mí mismo y me encuentre contigo.

Te lo pido por Cristo tu Hijo,

en quien nos das toda sabiduría y el sentido de nuestra vida. Amén.


Maná y Vivencias Cuaresmales (1), 22.2.23

febrero 22, 2023

MIÉRCOLES DE CENIZA (Ayuno y abstinencia)

miércoles de ceniza
Miércoles de Ceniza: Comienza la Cuaresma.


Antífona de entrada: Sabiduría 11, 24-25.27

Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Oración colecta

Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Joel 2, 12-18

«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.»

Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo.

Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»

SALMO 50, 3-4.5-6a.12-13.14.17

Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 20–6,2

Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

Aclamación: Salmo 94, 8

Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No endurezcáis vuestro corazón”.

EVANGELIO: Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»

Antífona de comunión: Salmo 1, 2-3

El que medita la ley del Señor día y noche, dará fruto a su tiempo.

VIVENCIAS CUARESMALES


1. MIÉRCOLES DE CENIZA

Mensaje central:

La ceniza simboliza la condición “creatural” del hombre. El Evangelio de hoy pide vivir en autenticidad, en coherencia ante Dios y ante los hombres. En este primer día cuaresmal deseamos renovar lo fundamental de la vida cristiana: Una interioridad llena de Dios y, por tanto, vaciada de toda «mundanidad». Pues somos «obra de Dios» desde el principio y desde lo más profundo de nuestro ser. Es nuestra vocación original.

I. DIOS, FUENTE DE VIDA Y DE PERDÓN

El texto bíblico de la antífona de entrada a la Misa, Sabiduría Cap. 11, 24-25-27, dice:

“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”.

Consideraciones al respecto:

1. Dios es fuente de vida, de toda forma de vida. Por eso, nunca se cansa de nosotros, no se da por vencido a pesar de nuestras infidelidades; vuelve a llamarnos a la conversión una y otra vez; y de una forma especial, una vez al año, en un tiempo extraordinario, tiempo de gracia: la Cuaresma. Dios siempre da vida, no odia, quiere que todo viva: para eso Él ha creado todas las cosas.

2. Le recordamos a Dios que somos su obra, y, al recordárselo, le provocamos su amor propio, su celo, pues, en verdad somos su propiedad. Dios no puede permanecer indiferente ante nuestra suerte. Está vinculado con nosotros; mejor, nos «religó» para siempre con Él. “Nos hiciste, Señor, para ti”, rezará san Agustín.

3. Dios aparta su vista de nuestros pecados: nadie puede ver a Dios y seguir viviendo, porque la santidad de Dios asusta, trasciende al hombre; así como la indignidad del hombre abruma y mata. Dios es misericordioso, y, como sabe que somos de barro, “mide” al hombre en su capacidad para aguantar la conciencia de su culpabilidad.

Por eso, lo hiere en aquel mínimo suficiente que se necesita para que se arrepienta y tenga vida, sin caer en la desesperación o autocastigo. Como que Dios no nos mostraría toda la gravedad de nuestro desprecio a su bondad y misericordia infinitas, porque no podríamos soportarla, nos destruiría. El Padre quiere que tengamos vida en abundancia… para eso ha hecho pecado a su propio Hijo.

II. SER Y ACTUAR EN LA PRESENCIA DE DIOS: Mt. 6, 1-6. 16-18

Autenticidad: Andar en verdad. El Creador y la creatura.

1. Somos obra de Dios: sólo Él es nuestro amo y señor, nuestro soberano; por tanto, a nadie debemos llamar maestro; no deberíamos considerar a nadie nuestro dueño, ni permitir a otro que se haga maestro nuestro.

2. Por tanto debemos actuar, no ante los hombres, sino ante Dios. No para agradar a los hombres sino a Dios, no para recibir compensaciones humanas, siempre insatisfactorias, sino a Dios mismo. Sólo Él es nuestro origen y nuestro destino.

No podemos contentarnos con menos; eso es lo que él ha dispuesto. San Agustín lo expresa así: “Nos hiciste, Señor, para ti; y por tanto, siempre estaremos inquietos hasta que descansemos en ti”.

3. Los demás pertenecen a Dios, no a nosotros; por tanto, no podemos seducirlos o acapararlos, deslumbrarlos o utilizarlos en nuestro provecho, poniéndoles tropiezos en su camino hacia la verdad, o apartándolos de su única meta, Dios mismo.

Ceniza = Condición humana: La grandeza del hombre y a la vez su fragilidad radical se resumen en su condición de criatura. Es decir, no es Dios.

Por eso, al recibir la ceniza se le recuerda al creyente: Acuérdate de que eres polvo, y en polvo te convertirás. Dios le recuerda al hombre su dignidad radical basada en su vocación divina; y a la vez, reafirma la dignidad del hombre y su fe salvífica.

4. Autenticidad y sinceridad en nuestra relación con Dios. Debe ser la primera condición y base para la convivencia humana. La primera honestidad del hombre con Dios Padre será el fundamento de la honestidad con el hombre en las relaciones interpersonales y sociales, e incluso consigo mismo.

Repasemos el texto del Evangelio: Cuando reces no te vanaglories, no llames la atención; entra en lo secreto de tu corazón, de tu habitación para que tu oración quede en lo secreto y Dios, que ve en lo secreto, te lo premiará. Cuando des limosna, lo mismo; cuando hagas penitencia, lo mismo. Que todo quede en lo secreto para que Dios, que ve en lo secreto, te lo premie.

Oración sugerida

Oh Dios, fuente de toda verdad, Dios verdadero de Dios verdadero, concédeme andar por el camino de la autenticidad. Dame gusto en pensar y actuar con rectitud de intención en todos mis asuntos. Haz que aborrezca el camino de la mentira y de la falsedad. Dame tu santo temor para andar siempre honestamente en tu presencia hasta descansar en tu paz. Por Jesucristo nuestro Señor, el Fiel y verdadero.- Amén.

De los sermones de san León Magno, papa

Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia

Siempre, hermanos; la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural, es para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu.

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno.

Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia sino por el bien de la paz.

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen (Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2: PL, 54, 285-287).