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Cinco jóvenes agustinos recoletos
reciben la ordenación diaconal
en la iglesia de Santa Rita de Madrid
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El hombre no puede vivir sin ritos ni en el ámbito laical ni en el religioso como bien lo testifica la historia de diversas maneras, y mucho menos ante acontecimientos que considera de gran importancia para la vida de la persona o de la sociedad.
La Iglesia católica valora la ordenación sacerdotal como uno de los momentos importantes de la vida eclesial y de los candidatos a recibir el sacerdocio, por lo que tiene establecido su propio ritual, bello y significativo.
En este contexto es como se entiende que los cinco jóvenes mencionados, ya de víspera y ante la comunidad de la Casa de Formación San Agustín de Las Rozas-Los Negrales (Madrid), hicieran la profesión de fe yprometieran cumplir con fidelidad las responsabilidades anejas al ministerio del diaconado que recibirían al día siguiente de manos del obispo.
El día 22, a las cinco de la tarde, comenzó la ceremonia de la ordenación diaconal dentro de la celebración eucarística. Cuarenta sacerdotes, agustinos recoletos, agustinos y diocesanos, concelebraron con monseñor César Franco.
Formada la doble fila de ministros, comenzó la procesión hacia el presbiterio, mientras el coro de los formandos interpretaba el canto “Sígueme” del agustino recoleto José Manuel González Durán.
A la derecha del obispo se situó José Ramón Pérez, vicario general, como representante de toda la Orden de Agustinos Recoletos. Ángel Pérez Garrido actuó como maestro de ceremonias.
En el templo unos trescientos fieles siguieron la ceremonia. El monitor se encargó de explicar los momentos más importantes de la celebración.
Después de la proclamación del evangelio y la presentación de los candidatos a la ordenación diaconal el obispo pronunció la homilía en la que, a partir de las lecturas escogidas por los cinco jóvenes, expuso con claridad los elementos básicos del orden de los diáconos, llamados a configurarse y a expresar en su vida a Cristo servidor de Dios y de los hombres; de aquí la dedicación a servir a los pobres; de aquí la vida de oración por la recitación a diario de la liturgia de las horas; de aquí el servicio de la Palabra; de aquí el servicio al altar; de aquí el compromiso del celibato para que, a imitación de Cristo, el diácono pueda dedicarse al servicio libremente. Cristo fue sacerdote en cuanto servidor. El diácono, que recibe el tercer grado del sacramento del orden, seguirá los pasos de Cristo hasta el anonadamiento.
Aleccionados los candidatos y la asamblea, comenzaron los ritos de ordenación que se desarrollaron fielmente, según las rúbricas: Prestación de obediencia al obispo diocesano y a los superiores legítimos, oración de la asambleacantando las letanías de los santos mientras los candidatos permanecen tumbados en tierra, imposición de las manos por el obispo y en silencio a uno por uno de los ordenandos, oración cosagratoria, vestición de los nuevos diáconos con la estola y dalmática, y entrega del evangeliario. Todos estos ritos terminan con el beso del obispo a cada diácono, que expresa la acogida de los diáconos en su ministerio.
Si hubo un momento que de alguna manera sobrecogió a la asamblea fue cuando los cinco jóvenes se tumbaron cuan largos eran al pie de las gradas del presbiterio mientras todos vueltos hacia el altar entonaban las letanías de los santos, impetrando al Señor su misericordia y a los santos su intercesión a favor de los ordenandos.
Concluido el ritual de la ordenación, los nuevos diáconos comenzaron a ejercer sus funciones, sirviendo al altar y distribuyendo la comunión a los fieles.
Durante la hora y media que duró la celebración, el silencio y la participación fueron una constante que contribuyeron a crear un clima ‘sagrado’.
El coro de la Casa de Formación San Agustín de Las Rozas-Los Negrales, bajo la batuta del maestro de canto José Bernardo Álvarez, imprimió una calidad, belleza y solemnidad ‘extra’ a toda la celebración tanto en los cantos a una sola voz como en las dos piezas cantadas a tres voces: “Dona nobis pacem” (K. György) y “Cerca de ti, Señor”, que deleitaron a todos.
Durante la procesión de vuelta a la sacristía el coro interpretó el canto “Hermano entre los hombres” de Kairoi.
Después de la misa, parabienes y felicitaciones a los nuevos diáconos y multitud de fotos, aunque no hubiera reporteros de oficio, antes de pasar al salón parroquial para degustar un abundante refrigerio preparado por la empresa de restauración ARAMARK y poder seguir conversando.
El salón se puso en bote, como en ninguna otra ocasión. Hacia las ocho de la tarde el salón quedó vacío, pero el espíritu de todos no menos que el cuerpo, había quedado lleno, sobre todo el de los cinco nuevos diáconos: Gustavo, Wilmer, Juan José, Tomás y José Asunción, recoletos de tres provincias: San Nicolás de Tolentino, San Agustín y San José.
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Tomado de agustinosrecoletos.org