Jesús sabe que sus paisanos lo rechazarán… ¡pero no deja de invitarlos!, señala el Papa Francisco

enero 31, 2022

El Papa Francisco saluda a la gente reunida en la Plaza de San Pedro

Jesús sabe que sus paisanos lo rechazarán… ¡pero no deja de invitarlos!, señala el Papa Francisco

ReL – 30 enero 2022

Dios no retrocede, no deja de ofrecer su amor, incluso en ambientes y contextos hostiles. Esa enseñanza ha querido dar el Papa Francisco al comentar este domingo 30 de enero el fragmento del Evangelio dominical, cuando Jesús acude a predicar a su pueblo, Nazaret, donde no es bien acogido (Lc 4, 21-30).

Ante fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro, el Pontífice comentó ese evangelio desde la ventana del Palacio Apostólico con ocasión del habitual rezo del Ángelus.

Sus paisanos, señala el Papa Francisco, más que una palabra de verdad, querían milagros, signos prodigiosos. El Señor no los realiza en esta ocasión y ellos lo rechazan, porque dicen que ya lo conocen (versículo 22).

La frase que se convirtió en refrán

Jesús pronuncia entonces una frase que se ha convertido en un refrán popular: «Ningún profeta es bien recibido en su propia tierra» (v. 24).

Según el Papa, con este refrán Jesús indica que ya sospechaba que probablemente sería rechazado en su pueblo. «Conocía a su gente, sabía el riesgo que corría, contaba con el rechazo», dice el Papa.

«¿Por qué, si prevé el fracaso, sigue yendo a su pueblo? ¿Por qué hacer el bien a personas que no están dispuestas a aceptarte?», plantea después el Pontífice.

«Es una pregunta que nos hacemos a menudo y al mismo tiempo nos ayuda a entender mejor a Dios», argumentó el Obispo de Roma haciendo hincapié en que «ante nuestras cerrazones, Él no retrocede: no pone frenos a su amor».

También los padres aman a hijos ingratos

Francisco subrayó que podemos ver un reflejo de este gesto de amor, en aquellos padres que son conscientes de la ingratitud de sus hijos, pero que igualmente no dejan de amarlos y hacerles el bien: «Dios es así, pero a un nivel mucho más alto. Y hoy también nos invita a creer en el bien, a no escatimar esfuerzos para hacer el bien», aseveró.

Volviendo al episodio de lo ocurrido en Nazaret, Francisco señala que los paisanos de Jesús «no fueron acogedores»… ¿Y nosotros lo somos?», plantea el Papa.

Después analiza el caso de dos personajes bíblicos que sí acudieron a Dios, dispuestos a acogerlo aunque Dios propusiera cosas desconcertantes.

“Son dos extranjeros: una viuda de Sarepta de Sidón y Naamán, el sirio, enfermo de lepra. Ambos acogieron a los profetas: la primera a Elías, el segundo a Eliseo. Pero no fue una acogida fácil, sino que pasó por pruebas.

La viuda acogió a Elías, a pesar de la hambruna y de que el profeta era perseguido (cf. 1 Reyes 17:7-16). Naamán, en cambio, a pesar de ser una persona de altísimo nivel, aceptó la petición del profeta Eliseo, que lo llevó a humillarse, a bañarse siete veces en un río (cf. 2 Re 5,1-14)”

En este contexto, Francisco hizo hincapié en que, tanto la viuda, como Naamán, en definitiva, aceptaron a Jesús a través de la disposición y humildad: «La fe pasa por aquí: disposición y humildad. La viuda y Naamán no rechazaron los caminos de Dios y sus profetas; fueron dóciles, no rígidos y cerrados».

Dios, Jesús y los profetas, pueden resultar inesperados

El Papa considera que Jesús recorre el camino de los profetas: se presenta como no nos lo esperamos. «No lo encuentra quien busca milagros, sensaciones nuevas, una fe hecha de poder y signos externos. Lo encuentra, en cambio, quien acepta sus caminos y sus desafíos, sin quejas, sin sospechas, sin críticas y sin caras largas».

En otras palabras -continuó el Papa- Jesús te pide que lo acojas en la realidad cotidiana que vives; en la Iglesia de hoy, tal como es; en los que están cerca de ti cada día; en la concreción de los necesitados. Ahí está Él, invitándonos a purificarnos en el río de la disposición, y en tantos y saludables baños de humildad.

Finalmente, el Santo Padre invitó a todos a preguntarnos: «¿Nosotros, somos acogedores, o nos parecemos a sus compatriotas, que creían saberlo todo sobre Él?».

«Quizás, después de tantos años como creyentes, pensamos que conocemos bien al Señor, con nuestras propias ideas y juicios», afirmó Francisco, poniendo en guardia sobre el riesgo de que actuando así, «nos acostumbremos a Jesús, nos cerremos a sus novedades, fijos en nuestras posiciones».

«En cambio, el Señor pide una mente abierta y un corazón sencillo», concluyó el Papa pidiendo a la Virgen María, «modelo de humildad y disposición, que nos muestre el camino para acoger a Jesús».

https://www.religionenlibertad.com/papa_francisco/652770959/jesus-paisanos-rechazaran-invitarles-papa-francisco.html?fbclid=IwAR29AgWxb6lm-waBveVvHJNGehxjeetlp927U7dPeit-8B7_KIS_sqCcSHM


El maná de cada día, 31.1.22

enero 31, 2022

Lunes de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

El Señor me sostiene
El Señor me sostiene, ¿quién me hará temblar?

PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 15, 13-14.30; 16,5-13a

En aquellos días, uno llevó esta noticia a David: «Los israelitas se han puesto de parte de Absalón.»

Entonces David dijo a los cortesanos que estaban con él en Jerusalén: «¡Ea, huyamos! Que, si se presenta Absalón, no nos dejará escapar. Salgamos a toda prisa, no sea que él se adelante, nos alcance y precipite la ruina sobre nosotros, y pase a cuchillo la población.»

David subió la cuesta de los Olivos; la subió llorando, la cabeza cubierta y los pies descalzos. Y todos sus compañeros llevaban cubierta la cabeza, y subían llorando. Al llegar el rey David a Bajurín, salió de allí uno de la familia de Saúl, llamado Semeí, hijo de Guerá, insultándolo según venía.

Y empezó a tirar piedras a David y a sus cortesanos –toda la gente y los militares iban a derecha e izquierda del rey–, y le maldecía: «¡Vete, vete, asesino, canalla! El Señor te paga la matanza de la familia de Saúl, cuyo trono has usurpado. El Señor ha entregado el reino a tu hijo Absalón, mientras tú has caído en desgracia, porque eres un asesino.»

Abisay, hijo de Seruyá, dijo al rey: «Ese perro muerto ¿se pone a maldecir a mi señor? ¡Déjame ir allá, y le corto la cabeza!»

Pero el rey dijo: «¡No os metáis en mis asuntos, hijos de Seruyá! Déjale que maldiga, que, si el Señor le ha mandado que maldiga a David, ¿quién va a pedirle cuentas?»

Luego dijo David a Abisay y a todos sus cortesanos: «Ya veis. Un hijo mío, salido de mis entrañas, intenta matarme, ¡y os extraña ese benjaminita! Dejadlo que me maldiga, porque se lo ha mandado el Señor. Quizá el Señor se fije en mi humillación y me pague con bendiciones estas maldiciones de hoy.»

David y los suyos siguieron su camino.

SALMO 3, 2-3.4-5.6-7

Levántate, Señor, sálvame.

Señor, cuántos son mis enemigos, cuántos se levantan contra mí; cuántos dicen de mí: «Ya no lo protege Dios.»

Pero tú, Señor, eres mi escudo y mi gloria, tú mantienes alta mi cabeza. Si grito, invocando al Señor, él me escucha desde su monte santo.

Puedo acostarme y dormir y despertar: el Señor me sostiene. No temeré al pueblo innumerable que acampa a mi alrededor.

Aclamación antes del Evangelio: Lc 7, 16

Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.

EVANGELIO: Marcos 5, 1-20

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos llegaron a la orilla del lago, en la región de los gerasenos.

Apenas desembarcó, le salió al encuentro, desde el cementerio, donde vivía en los sepulcros, un hombre, poseído de espíritu inmundo; ni con cadenas podía ya nadie sujetarlo; muchas veces lo habían sujetado con cepos y cadenas, pero él rompía las cadenas y destrozaba los cepos, y nadie tenía fuerza para domarlo. Se pasaba el día y la noche en los sepulcros y en los montes, gritando e hiriéndose con piedras.

Viendo de lejos a Jesús, echó a correr, se postró ante él y gritó a voz en cuello: «¿Qué tienes que ver conmigo, Jesús, Hijo de Dios Altísimo? Por Dios te lo pido, no me atormentes.»

Porque Jesús le estaba diciendo: «Espíritu inmundo, sal de este hombre.»

Jesús le preguntó: «¿Cómo te llamas?»

Él respondió: «Me llamo Legión, porque somos muchos.»

Y le rogaba con insistencia que no los expulsara de aquella comarca. Había cerca una gran piara de cerdos hozando en la falda del monte.

Los espíritus le rogaron: «Déjanos ir y meternos en los cerdos.»

Él se lo permitió. Los espíritus inmundos salieron del hombre y se metieron en los cerdos; y la piara, unos dos mil, se abalanzó acantilado abajo al lago y se ahogó en el lago.

Los porquerizos echaron a correr y dieron la noticia en el pueblo y en los cortijos. Y la gente fue a ver qué había pasado. Se acercaron a Jesús y vieron al endemoniado que había tenido la legión, sentado, vestido y en su juicio. Se quedaron espantados. Los que lo habían visto les contaron lo que había pasado al endemoniado y a los cerdos. Ellos le rogaban que se marchase de su país.

Mientras se embarcaba, el endemoniado le pidió que lo admitiese en su compañía. Pero no se lo permitió, sino que le dijo: «Vete a casa con los tuyos y anúnciales lo que el Señor ha hecho contigo por su misericordia.»

El hombre se marchó y empezó a proclamar por la Decápolis lo que Jesús había hecho con él; todos se admiraban.

LE ROGARON QUE SE ALEJARA DE ELLOS

Los habitantes de la aldea de Gerasa conocían bien a aquel endemoniado, que vivía en los sepulcros y se mostraba desnudo ante la gente. Más de una vez habían tenido que atarle con grillos y cadenas, pues se manifestaba en él con gran virulencia el poder del demonio.

El nombre de los demonios era “Legión”, porque eran muchos los que habían entrado en aquel hombre.

Jesús liberó a aquel endemoniado del poder del mal, enviando a los demonios a una piara de cerdos. Los porqueros contaron con tanto asombro y temor lo que habían visto, que toda la aldea fue a pedirle a Jesús que se alejara de allí.

Aquellos gerasenos no temían el poder del Señor, que se les había manifestado de forma grandiosa y espectacular. Temían, más bien, que aquel hombre les desinstalara de su vida acomodada.

Estaban acostumbrados a convivir pacíficamente con el mal, habían aceptado que el poder de los demonios rigiera su aldea y su vida. Se encontraban así más o menos tranquilos. No querían que nadie viniese de fuera a romper aquella paz fría y aparente.

Es más cómodo vivir un cristianismo a la carta, de costumbre. Es más fácil vivir apoyados en una fe, que no necesita de la gracia para transformar ese corazón, que prefiere vivir como siempre, sin complicarse la vida.

Pactamos indefinidamente con viejas actitudes y defectos que han anidado en el corazón desde hace tiempo, nos conformamos con ese rescoldo de fe que no crece con los años, preferimos la comodidad de una tibieza que no da problemas, antes que vivir en la tensión espiritual de crecer en el amor a Dios y en la propia conversión.

Y, aunque recemos, o no hayamos perdido la fe de la infancia, podemos ser cristianos gerasenos, que prefieren convivir con su propio pecado y mediocridad, antes que dejar que el Señor entre de verdad a transformar nuestra vida.

www.mater-dei.es

San Juan Bosco, presbítero
San Juan Bosco

31 de enero

San Juan Bosco, presbítero

Nació junto a Castelnuovo, en la diócesis de Turín, el año 1815. Su niñez fue dura. Una vez ordenado sacerdote, empleó todas sus energías en la educación de los jóvenes e instituyó Congregaciones destinadas a enseñarles diversos oficios y formarlos en la vida cristiana. Escribió también algunos opúsculos en defensa de la religión. Murió el año 1888.

TRABAJÉ SIEMPRE CON AMOR

De las cartas de san Juan Bosco, presbítero

Si de verdad buscamos la auténtica felicidad de nuestros alumnos y queremos inducirlos al cumplimiento de sus obligaciones, conviene, ante todo, que nunca olvidéis que hacéis las veces de padres de nuestros amados jóvenes, por quienes trabajé siempre con amor, por quienes estudié y ejercí el ministerio sacerdotal, y no sólo yo, sino toda la Congregación salesiana.

¡Cuántas veces, hijos míos, durante mi vida, ya bastante prolongada, he tenido ocasión de convencerme de esta gran verdad! Es más fácil enojarse que aguantar; amenazar al niño que persuadirlo; añadiré incluso que, para nuestra impaciencia y soberbia, resulta más cómodo castigar a los rebeldes que corregirlos, soportándolos con firmeza y suavidad a la vez.

Os recomiendo que imitéis la caridad que usaba Pablo con los neófitos, caridad que con frecuencia los llevaba a derramar lágrimas y a suplicar, cuando los encontraba poco dóciles y rebeldes a su amor.

Guardaos de que nadie pueda pensar que os dejáis llevar por los arranques de vuestro espíritu. Es dificil, al castigar, conservar la debida moderación, la cual es ne­cesaria para que en nadie pueda surgir la duda de que obramos sólo para hacer prevalecer nuestra autoridad o para desahogar nuestro mal humor.

Miremos como a hijos a aquellos sobre los cuales debe­mos ejercer alguna autoridad. Pongámonos a su servicio, a imitación de Jesús, el cual vino para obedecer y no para mandar, y avergonzémonos de todo lo que pueda tener incluso apariencia de dominio; si algún dominio ejercemos sobre ellos, ha de ser para servirlos mejor.

Éste era el modo de obrar de Jesús con los apóstoles, ya que era paciente con ellos, a pesar de que eran ignoran­tes y rudos, e incluso poco fieles; también con los pecadores se comportaba con benignidad y con una ami­gable familiaridad, de tal modo que era motivo de admiración para unos, de escándalo para otros, pero también ocasión de que muchos concibieran la esperanza de alcanzar ­el perdón de Dios. Por esto, nos mandó que fuésemos mansos y humildes de corazón.

Son hijos nuestros, y, por esto, cuando corrijamos sus errores, hemos de deponer toda ira o, por lo menos, domi­narla de tal manera como si la hubiéramos extinguido totalmente.

Mantengamos sereno nuestro espíritu, evitemos el des­precio en la mirada, las palabras hirientes; tengamos comprensión en el presente y esperanza en el futuro, como nos conviene a unos padres de verdad, que se preocupan sinceramente de la corrección y enmienda de sus hijos.

En los casos más graves, es mejor rogar a Dios con humildad que arrojar un torrente de palabras, ya que éstas ofenden a los que las escuchan, sin que sirvan de provecho alguno a los culpables.

Oración

Señor, tú que has suscitado en san Juan Bosco un padre y un maestro para la juventud, danos también a nosotros un celo infatigable y un amor ardiente, que nos impulse a entregarnos al bien de los hermanos y a servirte a ti en ellos con fidelidad. Por nuestro Señor Jesucristo.


Los mártires de nuestros pecados

enero 30, 2022

Las personas como Urías, dijo el Papa Francisco, «son los mártires no reconocidos de nuestros pecados».

Los mártires de nuestros pecados

Papa Francisco en Casa Santa Marta
Viernes 31 de enero de 2014

Liberarse del peligro de ser cristianos «demasiado seguros», de perder el «sentido del pecado», seducidos por «una visión antropológica superpotente» y mundana capaz de impulsar al hombre a considerar que puede hacer todo por sí mismo.

Esta es la exhortación que el Papa Francisco hizo durante la misa del viernes 31 de enero, refiriéndose al episodio bíblico de la tentación de David, quien, enamorado de Betsabé, esposa de su fiel soldado Urías, la tomó consigo y mandó a su marido a combatir, provocándole la muerte.

La pérdida del sentido del pecado, dijo el Pontífice, es signo de cómo disminuye el significado del reino de Dios. Hace olvidar que la salvación viene de él «y no de la astucia» de los hombres.

Partiendo de la liturgia del día, el Papa centró su homilía en el reino de Dios. El pasaje de Marcos (4, 26-34), dijo el Pontífice, «nos habla del reino de Dios», de cómo crece. En realidad, se lee en el Evangelio, «ni siquiera el sembrador sabe» cómo sucede esto. Pero en otro pasaje, explicó, Jesús dice que es precisamente Dios quien hace crecer su reino en nosotros.

«Y este crecimiento —precisó— es un don de Dios que debemos pedir». Y lo pedimos cada día cuando rezamos «el Padrenuestro: venga tu reino». Es una invocación, observó, que «quiere decir: que crezca tu reino dentro de nosotros, en la sociedad. Que crezca el reino de Dios».

Pero «así como el reino de Dios crece —advirtió—, así también puede disminuir». Y «de esto nos habla la primera lectura», tomada del segundo libro de Samuel (11, 1-4a. 5-10a. 13-17), que narra la tentación de David.

Para explicar el pasaje, el Papa Francisco se remitió a las lecturas del día anterior, en particular a la «hermosa oración de David al Señor: la oración por su pueblo». «El rey reza por su pueblo, es la oración de un santo».

Pero al año siguiente, destacó, «sucedió lo que acabamos de escuchar» en el segundo libro de Samuel: precisamente la tentación de David. Y esto fue lo que alteró a un reino que, a fin de cuentas, era tranquilo a pesar de pequeñas guerras por el control de los confines.

También «David estaba tranquilo», llevaba «una vida normal». Pero un día, «después del almuerzo, durmió la siesta, se levantó, dio un paseo y se le presentó una tentación. Y David cayó en tentación» al ver a Betsabé, la esposa de Urías.

«A todos nosotros —comentó el Papa— nos puede suceder lo mismo», porque «todos somos pecadores y todos somos tentados. Y la tentación es el pan nuestro de cada día». Hasta tal punto que, observó, «si alguno de nosotros dijera: jamás he tenido tentaciones», la respuesta justa sería: «o eres un ángel o eres un tonto». En efecto, «es normal la lucha en la vida: el diablo no está tranquilo, y quiere su victoria».

En realidad, «el problema más grave de este pasaje —precisó— no es tanto la tentación o el pecado contra el noveno mandamiento, sino más bien cómo actuó David».

En efecto, en aquella circunstancia perdió la conciencia del pecado y habló sencillamente de «un problema» por resolver. Y su actitud «era un signo», porque «cuando el reino de Dios disminuye, uno de los signos es la pérdida del sentido del pecado».

David, explicó el Papa, cometió «un grave pecado» y, sin embargo, «no lo sintió» como tal. Para él era sólo un «problema». Por eso, «no pensó en pedir perdón». Solo se preocupó por resolver un problema —después de su relación con Betsabé, la mujer quedó embarazada—, y se preguntó: «¿Cómo hago para cubrir el adulterio?».

Así, elaboró una estrategia y la aplicó de modo tal que indujo a Urías a pensar que el hijo que esperaba su mujer era efectivamente suyo. Urías, explicó el Pontífice, «era un buen israelita, pensaba en sus compañeros y no quería festejar mientras el ejército de Israel luchaba».

Pero David, tras inútilmente intentar convencerlo «con un banquete, con vino», como «hombre resuelto, hombre de gobierno, tomó una decisión»: escribió una carta a Joab, el capitán del ejército, ordenándole que mandara a Urías al lugar más reñido de la batalla, para que muriera.

«Y así sucedió. Urías pereció. Y pereció porque lo pusieron precisamente allí para que muriera»: se trató de «un homicidio».

Sin embargo, «cuando el rey David supo cómo había terminado la historia, permaneció tranquilo y continuó su vida». ¿La razón? David «había perdido el sentido del pecado, y en aquel momento el reino de Dios comenzaba a disminuir» en su horizonte.

Lo demuestra el hecho de que David no «hizo referencia a Dios», no dijo: «Señor, mira qué hice: ¿cómo hacemos?». En él, en cambio, predominó «esta visión antropológica superpotente: ¡yo puedo hacer todo!». Es la actitud de la «mundanidad».

El Pontífice dijo que lo mismo «puede sucedernos a nosotros cuando perdemos el sentido del reino de Dios y, en consecuencia, el sentido del pecado». Al respecto, recordó las palabras de Pío XII: «en la pérdida del sentido del pecado consiste el mal de esta civilización: se puede todo, resolvemos todo. La potencia del hombre en lugar de la gloria de Dios».

Este modo de pensar, afirmó el Papa, «es el pan de cada día». De ahí nuestra «oración de todos los días a Dios: venga tu reino, crezca tu reino». Porque «la salvación no vendrá de nuestra habilidad, de nuestra astucia, de nuestra inteligencia en hacer negocios».

No, «la salvación vendrá por la gracia de Dios y del ejercicio diario que hacemos de esta gracia», es decir, «la vida cristiana».

El Papa Francisco enumeró luego «los numerosos personajes» nombrados en el pasaje bíblico: David, Betsabé, Joab, pero también a «los cortesanos», que estaban alrededor de David y «sabían todo: un verdadero escándalo, pero no se escandalizaban», porque también ellos habían «perdido el sentido del pecado». Y estaba «el pobre Urías, quien pagó la cuenta del banquete».

Precisamente la figura de Urías suscitó la reflexión conclusiva del Santo Padre: «Os confieso que cuando veo estas injusticias, esta soberbia humana», o «cuando advierto el peligro, que yo mismo» puedo correr «de perder el sentido del pecado —admitió—, creo que hace bien pensar en los numerosos Urías de la historia, en los numerosos Urías que también hoy sufren nuestra mediocridad cristiana». Una mediocridad cristiana que predomina cuando «perdemos el sentido del pecado y dejamos que el reino de Dios caiga».

Las personas como Urías, dijo, «son los mártires no reconocidos de nuestros pecados». Así, añadió el Papa, «nos hará bien hoy rezar por nosotros, para que el Señor nos dé siempre la gracia de no perder el sentido del pecado y para que el reino no disminuya en nosotros».

Y concluyó invitando «también a llevar una flor espiritual a la tumba de esos Urías contemporáneos que pagan la cuenta del banquete de los seguros, de los cristianos que se sienten seguros y que, sin querer o queriendo, matan al prójimo».

http://www.vatican.va

Lectura comentada por el Papa Francisco: 2 Samuel 11, 1-4a.5-10a.13-17

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá.

David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella.

David mandó preguntar por la mujer, y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita.»

David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: «Estoy encinta.»

Entonces David mandó esta orden a Joab: «Mándame a Urías, el hitita.»

Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra.

Luego le dijo: «Anda a casa a lavarte los pies.»

Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa.

Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa.

A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: «Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera.»

Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.


El maná de cada día, 30.1.22

enero 29, 2022

Domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo C

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Ambicionad los carismas mejores


Antífona de entrada: Salmo 105, 17

Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.

Oración colecta:

Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.

PRIMERA LECTURA: Jeremías 1, 4-5.17-19

En los días de Josías, recibí esta palabra del Señor:

«Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré: te nombré profeta de los gentiles.

Tú, cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que si no, yo te meteré miedo de ellos.

Mira; yo te convierto hoy en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce, frente a todo el país: frente a los reyes y príncipes de Judá, frente a los sacerdotes y la gente del campo.

Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque yo estoy contigo para librarte.»

SALMO 70, 1-2.3-4a.5-6ab.15ab.17

Mi boca contará tu salvación, Señor.

A ti, Señor, me acojo: no quede yo derrotado para siempre; tú que eres justo, líbrame y ponme a salvo, inclina a mí tu oído, y sálvame.

Sé tú mi roca de refugio, el alcázar donde me salve, porque mi peña y mi alcázar eres tú, Dios mío; líbrame de la mano perversa.

Mi boca contará tu auxilio, y todo el día tu salvación. Dios mío, me instruiste desde mi juventud, y hasta hoy relato tus maravillas.

SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 12, 31–13,13

Ambicionad los carismas mejores. Y aún os voy a mostrar un camino excepcional.

Ya podría yo hablar las lenguas de los hombres y de los ángeles; si no tengo amor, no soy más que un metal que resuena o unos platillos que aturden.

Ya podría tener el don de profecía y conocer todos los secretos y todo el saber, podría tener fe como para mover montañas; si no tengo amor, no soy nada.

Podría repartir en limosnas todo lo que tengo y aun dejarme quemar vivo; si no tengo amor, de nada me sirve.

El amor es paciente, afable; no tiene envidia; no presume ni se engríe; no es mal educado ni egoísta; no se irrita; no lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que goza con la verdad. Disculpa sin límites, cree sin límites, espera sin límites, aguanta sin límites.

El amor no pasa nunca.

¿El don de profecía?, se acabará. ¿El don de lenguas?, enmudecerá. ¿El saber?, se acabará. Porque limitado es nuestro saber y limitada es nuestra profecía; pero, cuando venga lo perfecto, lo limitado se acabará.

Cuando yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño. Cuando me hice un hombre acabé con las cosas de niño.

Ahora vemos confusamente en un espejo; entonces veremos cara a cara.

Mi conocer es por ahora limitado; entonces podré conocer como Dios me conoce.

En una palabra: quedan la fe, la esperanza, el amor: estas tres. La más grande es el amor.

Aclamación: Lucas 4, 18

El Señor me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad.

EVANGELIO: Lucas 4, 21-30

En aquel tiempo, comenzó Jesús a decir en la sinagoga: «Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oír.»

Y todos le expresaban su aprobación y se admiraban de las palabras de gracia que salían de sus labios. Y decían: «¿No es este el hijo de José?»

Y Jesús les dijo: «Sin duda me recitaréis aquel refrán: «Médico, cúrate a ti mismo»; haz también aquí en tu tierra lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaún.»

Y añadió: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Antífona de comunión: Salmo 30, 17-18

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia. Señor, que no me avergüence de haberte invocado.

El Papa dice que no vale ‘negociar’ con Dios

porque el cristiano se abandona en sus manos

Por Álvaro de Juana

VATICANO, 31 Ene. 16 / 07:35 am (ACI).- El Papa Francisco aseguró hoy al presidir el rezo del ángelus que todo creyente está expuesto a una tentación: “considerar la religión como una inversión humana y, en consecuencia, ponerse a ‘negociar’ con Dios buscando el propio interés”.

El Pontífice explicó que, en cambio “en la verdadera religión se trata de acoger la revelación de un Dios que es Padre, y que se preocupa de cada una de sus criaturas, también de aquellas más pequeñas e insignificantes a los ojos de los hombres”.

Y en esto consiste el ministerio de Jesús: “en anunciar que ninguna condición humana pueda constituir motivo de exclusión -¡ninguna condición humana puede ser motivo de exclusión!- del corazón del Padre, y que el único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios”.

“El único privilegio a los ojos de Dios es aquel de no tener privilegios, de no tener padrinos, de abandonarse en sus manos”, añadió.

Francisco comentó el Evangelio de la liturgia del día en el que Jesús se encuentra en la Sinagoga de Nazaret y sus paisanos primero se sorprenden de sus palabras, y luego murmuran de él. “Les aseguro que ningún profeta es bien recibido en su tierra”, les responde Jesús.

“A este punto los presentes se sienten ofendidos, se levantan indignados, echan a Jesús fuera del pueblo y quisieron arrojarlo por el precipicio”, explicó el Santo Padre.

Según Francisco, este pasaje recuerda que Dios ha venido al mundo para salvar a los hombres: “Dios viene al encuentro de los hombres y las mujeres de todos los tiempos y lugares en las situaciones concretas en las cuales estos estén”.

“También viene  a nuestro encuentro. Es siempre Él quien da el primer paso: viene a visitarnos con su misericordia, a levantarnos del polvo de nuestros pecados; viene a extendernos la mano para hacernos alzar del abismo en el que nos ha hecho caer nuestro orgullo, y nos invita a acoger la consoladora verdad del Evangelio, y a caminar por las sendas del bien. Siempre viene Él a encontrarnos, a buscarnos”.

El Papa dedicó sus últimas palabras de la breve catequesis a la Virgen María puesto que “ciertamente aquel día, en la sinagoga de Nazaret, también estaba María allí, la Madre”.

“Podemos imaginar los latidos de su corazón, una pequeña anticipación de aquello que sufrirá debajo de la Cruz, viendo a Jesús, allí en la sinagoga, primero admirado, luego desafiado, después insultado, después amenazado de muerte”.

“En su corazón, lleno de fe, ella guardaba cada cosa. Que ella nos ayude a convertirnos de un dios de los milagros al milagro de Dios, que es Jesucristo”, concluyó.

SI NO TENGO AMOR…

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Dedicamos nuestra reflexión a la segunda lectura, donde encontramos un mensaje importantísimo. Se trata del célebre himno de San Pablo a la caridad. Caridad es el término religioso para decir amor. Por lo tanto se trata de un himno al amor, tal vez el más célebre y sublime que jamás se haya escrito.

Cuando apareció en el ámbito del mundo el cristianismo, el amor había tenido ya diversos cantores. El más ilustre había sido Platón, quien había escrito sobre él un tratado entero.

El nombre común del amor era entones eros (de ahí los términos actuales erótico y erotismo). El cristianismo percibió que este amor pasional de búsqueda y de deseo no bastaba para expresar la novedad del concepto bíblico.

Por ello evitó completamente el término eros y lo sustituyó por el de ágape, que se debería traducir por dilección o caridad, si este término no hubiera adquirido ya un sentido demasiado restringido (hacer caridad, obras de caridad).

La diferencia principal entre los dos amores es ésta. El amor de deseo, o erótico, es exclusivo; se consuma entre dos personas; la intromisión de una tercera persona significaría su final, la traición. A veces hasta la llegada de un hijo puede poner en crisis este tipo de amor.

El amor de donación, o ágape, al contrario, abraza a todos, no puede excluir a nadie, ni siquiera al enemigo.

La fórmula clásica del primer amor es la que oímos en labios de Violeta en la Traviata de Verdi: «Ámame, Alfredo, ámame cuanto yo te amo».

La fórmula clásica de la caridad es aquella de Jesús que dice: «Como yo os he amado, amaos así los unos a los otros». Este es un amor hecho para circular, para expandirse.

Otra diferencia es ésta. El amor erótico, en la forma más típica, que es el enamoramiento, por su naturaleza no dura mucho tiempo, o dura sólo cambiando de objeto, esto es, enamorándose sucesivamente de varias personas.

De la caridad San Pablo dice, en cambio, que «permanece», es más, es lo único que permanece eternamente, incluso después de que hayan cesado la fe y la esperanza.

Entre los dos amores sin embargo –el de búsqueda y el de donación- no existe separación clara ni contraposición, sino más bien desarrollo, crecimiento. El primero, el eros, es para nosotros el punto de partida; el segundo, la caridad, el punto de llegada. Entre ambos existe todo el espacio para una educación al amor y un crecimiento en él.

Tomemos el caso más común, que es el amor de pareja. En el amor entre esposos, al principio prevalecerá el eros, la atracción, el deseo recíproco, la conquista del otro, y por lo tanto un cierto egoísmo.

Si este amor no se esfuerza por enriquecerse, poco a poco, de una dimensión nueva, hecha de gratuidad, de ternura recíproca, de capacidad de olvidarse por el otro y de proyectarse en los hijos, todos sabemos cómo acabará.

El mensaje de Pablo es de gran actualidad. El mundo del espectáculo y de la publicidad parece hoy empeñado en inculcar a los jóvenes que el amor se reduce al eros y el eros al sexo. Que la vida es un idilio continuo en un mundo donde todo es bello, joven, saludable; donde no existe vejez, enfermedad y todos pueden gastar cuanto quieran.

Pero ésta es una colosal falsedad que genera expectativas desproporcionadas, que desilusiona provocando frustraciones, rebelión contra la familia y la sociedad, y abre a menudo la puerta al delito.

La Palabra de Dios nos ayuda a que no se apague del todo en la gente el sentido crítico frente a lo que diariamente se le propina.

http://www.homiletica.org


El maná de cada día, 29.1.22

enero 29, 2022

Sábado de la 3ª semana del Tiempo Ordinario

tempestad
Se levantó un fuerte huracán


PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 12, 1-7a.10-17

En aquellos días, el Señor envió a Natán a David.

Entró Natán ante el rey y le dijo: «Había dos hombres en un pueblo, uno rico y otro pobre. El rico tenía muchos rebaños de ovejas y bueyes; el pobre sólo tenía una corderilla que había comprado; la iba criando, y ella crecía con él y con sus hijos, comiendo de su pan, bebiendo de su vaso, durmiendo en su regazo: era como una hija. Llegó una visita a casa del rico, y no queriendo perder una oveja o un buey, para invitar a su huésped, cogió la cordera del pobre y convidó a su huésped.»

David se puso furioso contra aquel hombre y dijo a Natán: «Vive Dios, que el que ha hecho eso es reo de muerte. No quiso respetar lo del otro; pues pagará cuatro veces el valor de la cordera.»

Natán dijo a David: «¡Eres tú! Pues bien, la espada no se apartará nunca de tu casa; por haberme despreciado, quedándote con la mujer de Urías, el hitita, y matándolo a él con la espada amonita. Asi dice el Señor: «Yo haré que de tu propia casa nazca tu desgracia; te arrebataré tus mujeres y ante tus ojos se las daré a otro, que se acostará con ellas a la luz del sol que nos alumbra. Tú lo hiciste a escondidas, yo lo haré ante todo Israel, en pleno día.»»

David respondió a Natán: «¡He pecado contra el Señor!»

Natán le dijo: «El Señor ha perdonado ya tu pecado, no morirás. Pero, por haber despreciado al Señor con lo que has hecho, el hijo que te ha nacido morirá.»

Natán marchó a su casa. El Señor hirió al niño que la mujer de Urías había dado a David, y cayó gravemente enfermo. David pidió a Dios por el niño, prolongó su ayuno y de noche se acostaba en el suelo. Los ancianos de su casa intentaron levantarlo, pero él se negó y no quiso comer nada con ellos.

SALMO 50, 12-13.14-15.16-17

Oh Dios, crea en mí un corazón puro.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso: enseñaré a los malvados tus caminos, los pecadores volverán a ti.

¡Líbrame de la sangre, oh Dios, Dios, Salvador mío, y cantará mi lengua tu justicia. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 3, 16

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único; todos los que creen en él tienen vida eterna.

EVANGELIO: Marcos 4, 35-41

Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: «Vamos a la otra orilla.»

Dejando a la gente, se lo llevaron en barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón.

Lo despertaron, diciéndole: «Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?»

Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: «¡Silencio, cállate!»

El viento cesó y vino una gran calma.

Él les dijo: «¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?»

Se quedaron espantados y se decían unos a otros: «¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!»


Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?

Aquel día, al atardecer, los apóstoles, una vez más, se dispusieron a atravesar el lago para llegar a la otra orilla. Nadie sospechaba que una espectacular tormenta iba a sorprenderles lejos de la orilla y bien entrados en alta mar.

A pesar de la agitación, de las voces de los marineros, de los tumbos que daba la barca entre las olas encrespadas, del afán por mantenerse a flote, de los trabajos por achicar el agua de la barca, el Señor lograba dormir, allá, en la popa del barco, recostado serenamente sobre una especie de almohadón.

El enfado de los apóstoles debió ser mayúsculo, más que por el aprieto de la situación por ver que el Maestro seguía dormido y, aparentemente, sin preocuparse lo más mínimo por las dificultades de los apóstoles y por el peligro de naufragar.

Sólo cuando el susto y el enfado se hicieron insoportables, los apóstoles despertaron al Maestro reprochándole su inacción y su desinterés. Le habían visto hacer tantos milagros, en situaciones aparentemente menos urgentes, que no podían entender cómo a ellos, a los suyos, no les sacaba de aquel apuro.

Debió desconcertarles la calma y la serena autoridad con que el Señor increpó a los vientos e hizo calmar las aguas. Y debió desconcertarles aún más el reproche que salió de sus labios: ¡hombres de poca fe! ¿por qué tenéis miedo?

El Señor no reprochó a aquellos expertos marineros sus enfados o su torpe pericia para salvarse de aquella tormenta. Tampoco les ahorró los trabajos y fatigas con los que intentaban salvar la barca del naufragio. Sólo cuándo los apóstoles dejaron de confiar sólo en sus propias fuerzas y recursos el Señor pudo hacer un milagro portentoso.

No fue el sueño y la inacción del Señor lo que les condujo a una situación límite; fueron los apóstoles los que, fiados de sí mismos, llegaron ellos solos a una situación límite, en la que no les quedó más remedio que rendirse y doblegar su autosuficiencia ante la omnipotencia de Dios.

Cuándo comprenderemos que es nuestra orgullosa autosuficiencia y nuestra ceguera para ver al Señor dentro de nuestra barca lo que retrasa y dificulta el poder y la acción de Dios.

http://www.mater-dei.es


Pecadores sí, corruptos nunca.

enero 28, 2022

Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. ¡Pecadores sí. Señor, todos lo somos, pero corruptos nunca!

‘Pecadores sí, corruptos nunca’

Papa Francisco en Casa Santa Marta, viernes 29 de enero de 2016

El Santo Padre advierte sobre el momento en el que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”

El papa Francisco ha invitado a rezar a Dios para que la debilidad que nos lleva a pecar no se transforme nunca en corrupción. Este ha sido el tema que ha abordado esta mañana durante su homilía en la misa celebrada en Santa Marta.

De este modo, reflexionando sobre la lectura del día que cuenta la historia de David y Betsabé, ha subrayado cómo el demonio induce a los corruptos a no sentir, a diferencia de otros pecadores, la necesidad del perdón de Dios.

En esta línea, el Pontífice ha explicado que se puede pecar de muchas maneras y por todo se puede pedir sinceramente perdón a Dios y sin ninguna duda saber que ese perdón será obtenido. El problema nace con los corruptos.

La cosa pésima de un corrupto es que no necesita pedir perdón porque le basta el poder, sobre el que apoya su corrupción, ha advertido.

Y este es el comportamiento que el rey David asume cuando se enamora de Betsabé, mujer de un oficial suyo, Urías, que está combatiendo lejos. Así, el Papa ha relatado que después de seducir a la mujer y saber que estaba embarazada, David crea un plan para cubrir el adulterio.

Llama del frente a Urías y le ofrece volver a casa a descansar. Urías, hombre leal, no se siente capaz de volver con su mujer y que sus hombres mueran mientras en la batalla.  Entonces David intenta emborracharle, pero ni siquiera esta “idea” le funciona.

Y tal como ha explicado Francisco, finalmente David escribe una carta para que pongan a Urías como capitán en el frente de la batalla más dura y que después se retiren para que así sea golpeado y muera. “La condena a muerte. Este hombre, fiel, fiel a la ley, fiel a su pueblo, fiel a su rey, lleva consigo la condena a muerte”, ha advertido.

De esta manera, el Pontífice ha precisado que David es un santo pero también un pecador. Cae en la lujuria y aun así Dios le quería mucho.

Incluso “el grande, el noble David” se siente tan “seguro porque el reino era fuerte” que después de haber cometido el adulterio mueve todas las herramientas a su disposición para arreglarlo, aunque sea mintiendo, hasta ordenar el asesinato de un hombre leal, haciéndolo pasar todo como una desgracia de guerra.

“Este es un momento en la vida de David que nos hace ver una situación por la cual todos nosotros podemos pasar en nuestra vida: es el paso del pecado a la corrupción. Aquí David comienza, da el primer paso hacia la corrupción.

Tiene el poder, tiene la fuerza, sea poder eclesiástico, como religioso, económico, político… Porque el diablo nos hace sentirnos seguros: ‘Yo puedo’”, ha subrayado el Papa.

A propósito, el Santo Padre ha explicado que la corrupción –de la que después por gracia de Dios David saldrá– ha tocado el corazón de ese ‘chico valiente’ que había enfrentado al filisteo con la honda y cinco piedras.

Así, ha precisado que hay “un momento donde la costumbre del pecado o un momento donde nuestra situación es tan segura y estamos bien vistos y tenemos tanto poder” que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”.

Finalmente, ha recordado que el Señor siempre perdona “pero una de las cosas más feas que tiene la corrupción es que el corrupto no necesita pedir perdón, no siente la necesidad”.

Por ello, el Santo Padre ha invitado a hacer una oración por la Iglesia, comenzando por nosotros, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes, por los consagrados, por los fieles, por los laicos: ‘Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. ¡Pecadores sí. Señor, todos lo somos, pero corruptos nunca!’

http://es.zenit.org/articles/el-papa-en-sta-marta-pecadores-si-corruptos-nunca/

Lectura bíblica que el Papa comentó en Santa Marta, durante la misa del 29 de enero de 2016: 2 Samuel 11, 1-4a.5-10a.13-17

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá.

David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella.

David mandó preguntar por la mujer, y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita.»

David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: «Estoy encinta.»

Entonces David mandó esta orden a Joab: «Mándame a Urías, el hitita.»

Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra.

Luego le dijo: «Anda a casa a lavarte los pies.»

Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa.

Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa.

A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: «Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera.»

Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.


El maná de cada día, 28.1.22

enero 28, 2022

Viernes de la 3ª semana del Tiempo Ordinario

La semilla germina y va creciendo
La semilla germina y va creciendo


PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 11, 1-4a.5-10a.13-17

Al año siguiente, en la época en que los reyes van a la guerra, David envió a Joab con sus oficiales y todo Israel, a devastar la región de los amonitas y sitiar a Rabá.

David, mientras tanto, se quedó en Jerusalén; y un día, a eso del atardecer, se levantó de la cama y se puso a pasear por la azotea del palacio, y desde la azotea vio a una mujer bañándose, una mujer muy bella.

David mandó preguntar por la mujer, y le dijeron: «Es Betsabé, hija de Alián, esposa de Urías, el hitita.»

David mandó a unos para que se la trajesen. Después Betsabé volvió a su casa, quedó encinta y mandó este aviso a David: «Estoy encinta.»

Entonces David mandó esta orden a Joab: «Mándame a Urías, el hitita.»

Joab se lo mandó. Cuando llegó Urías, David le preguntó por Joab, el ejército y la guerra.

Luego le dijo: «Anda a casa a lavarte los pies.»

Urías salió del palacio, y detrás de él le llevaron un regalo del rey. Pero Urías durmió a la puerta del palacio, con los guardias de su señor; no fue a su casa.

Avisaron a David que Urías no había ido a su casa. Al día siguiente, David lo convidó a un banquete y lo emborrachó. Al atardecer, Urías salió para acostarse con los guardias de su señor, y no fue a su casa.

A la mañana siguiente, David escribió una carta a Joab y se la mandó por medio de Urías. El texto de la carta era: «Pon a Urías en primera línea, donde sea más recia la lucha, y retiraos dejándolo solo, para que lo hieran y muera.»

Joab, que tenía cercada la ciudad, puso a Urías donde sabía que estaban los defensores más aguerridos. Los de la ciudad hicieron una salida, trabaron combate con Joab, y hubo bajas en el ejército entre los oficiales de David; murió también Urías, el hitita.

SALMO 50, 3-4.5-6a.6bc-7.10-11

Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti solo pequé, cometí la maldad que aborreces.

En la sentencia tendrás razón, en el juicio resultarás inocente. Mira, en la culpa nací, pecador me concibió mi madre.

Hazme oír el gozo y la alegría, que se alegren los huesos quebrantados. Aparta de mi pecado tu vista, borra en mí toda culpa.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.

EVANGELIO: Marcos 4, 26-34

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa simiente en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo la cosecha ella sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega.»

Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más pequeña, pero después brota, se hace más alta que las demás hortalizas y echa ramas tan grandes que los pájaros pueden cobijarse y anidar en ellas.»

Con muchas parábolas parecidas les exponía la palabra, acomodándose a su entender. Todo se lo exponía con parábolas, pero a sus discípulos se lo explicaba todo en privado.

LOS MÁRTIRES DE NUESTROS PECADOS

Papa Francisco en Casa Santa Marta
Viernes 31 de enero de 2014

Liberarse del peligro de ser cristianos «demasiado seguros», de perder el «sentido del pecado», seducidos por «una visión antropológica superpotente» y mundana capaz de impulsar al hombre a considerar que puede hacer todo por sí mismo.

Esta es la exhortación que el Papa Francisco hizo durante la misa del viernes 31 de enero, refiriéndose al episodio bíblico de la tentación de David, quien, enamorado de Betsabé, esposa de su fiel soldado Urías, la tomó consigo y mandó a su marido a combatir, provocándole la muerte.

La pérdida del sentido del pecado, dijo el Pontífice, es signo de cómo disminuye el significado del reino de Dios. Hace olvidar que la salvación viene de él «y no de la astucia» de los hombres.

Partiendo de la liturgia del día, el Papa centró su homilía en el reino de Dios. El pasaje de Marcos (4, 26-34), dijo el Pontífice, «nos habla del reino de Dios», de cómo crece. En realidad, se lee en el Evangelio, «ni siquiera el sembrador sabe» cómo sucede esto. Pero en otro pasaje, explicó, Jesús dice que es precisamente Dios quien hace crecer su reino en nosotros.

«Y este crecimiento —precisó— es un don de Dios que debemos pedir». Y lo pedimos cada día cuando rezamos «el Padrenuestro: venga tu reino». Es una invocación, observó, que «quiere decir: que crezca tu reino dentro de nosotros, en la sociedad. Que crezca el reino de Dios».

Pero «así como el reino de Dios crece —advirtió—, así también puede disminuir». Y «de esto nos habla la primera lectura», tomada del segundo libro de Samuel (11, 1-4a. 5-10a. 13-17), que narra la tentación de David.

Para explicar el pasaje, el Papa Francisco se remitió a las lecturas del día anterior, en particular a la «hermosa oración de David al Señor: la oración por su pueblo». «El rey reza por su pueblo, es la oración de un santo».

Pero al año siguiente, destacó, «sucedió lo que acabamos de escuchar» en el segundo libro de Samuel: precisamente la tentación de David. Y esto fue lo que alteró a un reino que, a fin de cuentas, era tranquilo a pesar de pequeñas guerras por el control de los confines.

También «David estaba tranquilo», llevaba «una vida normal». Pero un día, «después del almuerzo, durmió la siesta, se levantó, dio un paseo y se le presentó una tentación. Y David cayó en tentación» al ver a Betsabé, la esposa de Urías.

«A todos nosotros —comentó el Papa— nos puede suceder lo mismo», porque «todos somos pecadores y todos somos tentados. Y la tentación es el pan nuestro de cada día». Hasta tal punto que, observó, «si alguno de nosotros dijera: jamás he tenido tentaciones», la respuesta justa sería: «o eres un ángel o eres un tonto». En efecto, «es normal la lucha en la vida: el diablo no está tranquilo, y quiere su victoria».

En realidad, «el problema más grave de este pasaje —precisó— no es tanto la tentación o el pecado contra el noveno mandamiento, sino más bien cómo actuó David».

En efecto, en aquella circunstancia perdió la conciencia del pecado y habló sencillamente de «un problema» por resolver. Y su actitud «era un signo», porque «cuando el reino de Dios disminuye, uno de los signos es la pérdida del sentido del pecado».

David, explicó el Papa, cometió «un grave pecado» y, sin embargo, «no lo sintió» como tal. Para él era sólo un «problema». Por eso, «no pensó en pedir perdón». Solo se preocupó por resolver un problema —después de su relación con Betsabé, la mujer quedó embarazada—, y se preguntó: «¿Cómo hago para cubrir el adulterio?».

Así, elaboró una estrategia y la aplicó de modo tal que indujo a Urías a pensar que el hijo que esperaba su mujer era efectivamente suyo. Urías, explicó el Pontífice, «era un buen israelita, pensaba en sus compañeros y no quería festejar mientras el ejército de Israel luchaba».

Pero David, tras inútilmente intentar convencerlo «con un banquete, con vino», como «hombre resuelto, hombre de gobierno, tomó una decisión»: escribió una carta a Joab, el capitán del ejército, ordenándole que mandara a Urías al lugar más reñido de la batalla, para que muriera.

«Y así sucedió. Urías pereció. Y pereció porque lo pusieron precisamente allí para que muriera»: se trató de «un homicidio».

Sin embargo, «cuando el rey David supo cómo había terminado la historia, permaneció tranquilo y continuó su vida». ¿La razón? David «había perdido el sentido del pecado, y en aquel momento el reino de Dios comenzaba a disminuir» en su horizonte.

Lo demuestra el hecho de que David no «hizo referencia a Dios», no dijo: «Señor, mira qué hice: ¿cómo hacemos?». En él, en cambio, predominó «esta visión antropológica superpotente: ¡yo puedo hacer todo!». Es la actitud de la «mundanidad».

El Pontífice dijo que lo mismo «puede sucedernos a nosotros cuando perdemos el sentido del reino de Dios y, en consecuencia, el sentido del pecado». Al respecto, recordó las palabras de Pío XII: «en la pérdida del sentido del pecado consiste el mal de esta civilización: se puede todo, resolvemos todo. La potencia del hombre en lugar de la gloria de Dios».

Este modo de pensar, afirmó el Papa, «es el pan de cada día». De ahí nuestra «oración de todos los días a Dios: venga tu reino, crezca tu reino». Porque «la salvación no vendrá de nuestra habilidad, de nuestra astucia, de nuestra inteligencia en hacer negocios».

No, «la salvación vendrá por la gracia de Dios y del ejercicio diario que hacemos de esta gracia», es decir, «la vida cristiana».

El Papa Francisco enumeró luego «los numerosos personajes» nombrados en el pasaje bíblico: David, Betsabé, Joab, pero también a «los cortesanos», que estaban alrededor de David y «sabían todo: un verdadero escándalo, pero no se escandalizaban», porque también ellos habían «perdido el sentido del pecado». Y estaba «el pobre Urías, quien pagó la cuenta del banquete».

Precisamente la figura de Urías suscitó la reflexión conclusiva del Santo Padre: «Os confieso que cuando veo estas injusticias, esta soberbia humana», o «cuando advierto el peligro, que yo mismo» puedo correr «de perder el sentido del pecado —admitió—, creo que hace bien pensar en los numerosos Urías de la historia, en los numerosos Urías que también hoy sufren nuestra mediocridad cristiana». Una mediocridad cristiana que predomina cuando «perdemos el sentido del pecado y dejamos que el reino de Dios caiga».

Las personas como Urías, dijo, «son los mártires no reconocidos de nuestros pecados». Así, añadió el Papa, «nos hará bien hoy rezar por nosotros, para que el Señor nos dé siempre la gracia de no perder el sentido del pecado y para que el reino no disminuya en nosotros».

Y concluyó invitando «también a llevar una flor espiritual a la tumba de esos Urías contemporáneos que pagan la cuenta del banquete de los seguros, de los cristianos que se sienten seguros y que, sin querer o queriendo, matan al prójimo».

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‘Pecadores sí, corruptos nunca’

Papa Francisco en Casa Santa Marta, viernes 29 de enero de 2016

El Santo Padre advierte sobre el momento en el que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”

El papa Francisco ha invitado a rezar a Dios para que la debilidad que nos lleva a pecar no se transforme nunca en corrupción. Este ha sido el tema que ha abordado esta mañana durante su homilía en la misa celebrada en Santa Marta.

De este modo, reflexionando sobre la lectura del día que cuenta la historia de David y Betsabé, ha subrayado cómo el demonio induce a los corruptos a no sentir, a diferencia de otros pecadores, la necesidad del perdón de Dios.

En esta línea, el Pontífice ha explicado que se puede pecar de muchas maneras y por todo se puede pedir sinceramente perdón a Dios y sin ninguna duda saber que ese perdón será obtenido. El problema nace con los corruptos.

La cosa pésima de un corrupto es que no necesita pedir perdón porque le basta el poder sobre el que apoya su corrupción, ha advertido.

Y este es el comportamiento que el rey David asume cuando se enamora de Betsabé, mujer de un oficial suyo, Urías, que está combatiendo lejos. Así, el Papa ha relatado que después de seducir a la mujer y saber que estaba embarazada, David crea un plan para cubrir el adulterio.

Llama del frente a Urías y le ofrece volver a casa a descansar. Urías, hombre leal, no se siente capaz de volver con su mujer y que sus hombres mueran mientras en la batalla.  Entonces David intenta emborracharle, pero ni siquiera esta “idea” le funciona.

Y tal como ha explicado Francisco, finalmente David escribe una carta para que pongan a Urías como capitán en el frente de la batalla más dura y que después se retiren para que así sea golpeado y muera. “La condena a muerte. Este hombre, fiel, fiel a la ley, fiel a su pueblo, fiel a su rey, lleva consigo la condena a muerte”, ha advertido.

De esta manera, el Pontífice ha precisado que David es un santo pero también un pecador. Cae en la lujuria y aun así Dios le quería mucho. Incluso “el grande, el noble David” se siente tan “seguro porque el reino era fuerte” que después de haber cometido el adulterio mueve todas las herramientas a su disposición para arreglarlo, aunque sea mintiendo, hasta ordenar el asesinato de un hombre leal, haciéndolo pasar todo como una desgracia de guerra.

“Este es un momento en la vida de David que nos hace ver una situación por la cual todos nosotros podemos pasar en nuestra vida: es el paso del pecado a la corrupción. Aquí David comienza, da el primer paso hacia la corrupción.

Tiene el poder, tiene la fuerza, sea poder eclesiástico, como religioso, económico, político… Porque el diablo nos hace sentirnos seguros: ‘Yo puedo’”, ha subrayado el Papa.

A propósito, el Santo Padre ha explicado que la corrupción –de la que después por gracia de Dios David saldrá– ha tocado el corazón de ese ‘chico valiente’ que había enfrentado al filisteo con la honda y cinco piedras.

Así, ha precisado que hay “un momento donde la costumbre del pecado o un momento donde nuestra situación es tan segura y estamos bien vistos y tenemos tanto poder” que el pecado deja de “ser pecado” y se convierte en “corrupción”.

Finalmente, ha recordado que el Señor siempre perdona “pero una de las cosas más feas que tiene la corrupción es que el corrupto no necesita pedir perdón, no siente la necesidad”.

Por ello, el Santo Padre ha invitado a hacer una oración por la Iglesia, comenzando por nosotros, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes, por los consagrados, por los fieles, por los laicos: ‘Señor, sálvanos, sálvanos de la corrupción. ¡Pecadores sí. Señor, todos lo somos, pero corruptos nunca!’

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La “revolución radical” de los matrimonios eucarísticos

enero 27, 2022

“Cuando pasamos baches, cuando el cansancio nos puede, siempre recuperamos la vida en la santa misa”

La “revolución radical” de los matrimonios eucarísticos

(Espiritualidad matrimonial propuesta a las «Madres Cristianas Santa Mónica» completando su vocación integral de esposas y madres en la transmisión de la fe y su permanente acompañamiento. Comentario del redactor).

Por Isabel Molina Estrada

Eucaristía y matrimonio son los dos sacramentos del cuerpo por excelencia: el de la entrega de Jesús en la cruz por su esposa la Iglesia, y el del don total de los esposos entre sí en cuerpo y alma.

De ahí que la fusión íntima y radical a la que están llamados los esposos solo se alcanza en el encuentro frecuente con Cristo en cuerpo, sangre, alma y divinidad: Cristo Eucaristía.

Enraizar la vida en la Eucaristía para cualquier católico es esencial, pero para los matrimonios tiene un valor añadido.

Como explica el francés Yves Semen, reconocido experto en Teología del Cuerpo y en sexualidad esponsal, en su libro La espiritualidad conyugal según Juan Pablo II (Desclée De Brouwer, 2011), “la Eucaristía es una obra de entrega nupcial” pues “Jesús se hace ofrenda de sí mismo, hasta el extremo, por su esposa la Iglesia”.

Y añade: “Así es como los esposos están llamados a entregarse el uno al otro: hasta la ofrenda extrema de sí mismos”.

En esta misma línea, el teólogo Juan José Pérez-Soba, quien ha guiado e instruido a muchísimos matrimonios, explica a Misión que “en la Eucaristía, Cristo realiza de modo eminente ese ‘ser una sola carne’ que viven los esposos porque se hace una carne con la Iglesia. Y de esa comunión indisoluble de Cristo con la Iglesia se alimenta el amor indisoluble de los esposos, que participan en un amor eterno”.

Por eso se dice que el matrimonio es el más eucarístico de los sacramentos y el único que no acaba en la celebración sacramental: para ser total, se necesita que el consentimiento de los novios en el altar se consuma en el lecho nupcial, en “el acto de la entrega de los cuerpos, que forma parte constitutiva de la celebración litúrgica del matrimonio”, en palabras de Yves Semen.

Matrimonios eucarísticos

La radicalidad de la entrega que implica el sacramento del matrimonio –darse el uno al otro como Cristo en la cruz–, y que supone una revolución frente a la mentalidad divorcista extendida en la sociedad, solo es posible si los esposos anclan su unión en Jesús Eucaristía.

Algo que han vivido matrimonios santos que gozan de reconocimiento eclesial –y muchos otros anónimos– como Luis y Celia Martin.

En su biografía Santos de lo Ordinario (Homo Legens, 2009), la autora, Hélène Mongin, cuenta que la misa era para los padres de santa Teresita de Lisieux “el centro de su vida y la primera actividad de cada día”.

Es llamativa la anécdota de que para poder cumplir luego con sus ocupaciones diarias, ambos asistían a la primera misa del día, a las cinco y media de la mañana, y al cruzar la puerta de la calle solían despertar a sus vecinos, que comentaban: “Son los santos esposos Martin que van a la iglesia. Aún podemos dormir un rato”.

Para los Martin, “la misa diaria no era una rutina, sino una necesidad vital, un descanso y una fiesta”, incluso en los malos tiempos que atravesaron por las dificultades económicas, físicas o familiares, explica Mongin.

De hecho, la autora de esta biografía, que no tiene desperdicio, asegura que los dos demostraron a la Eucaristía una fidelidad heroica hasta el final y, ya muy enfermos, “consagrarán a la Eucaristía los últimos esfuerzos para moverse”.

“Cuando pasamos baches, cuando el cansancio nos puede, siempre recuperamos la vida en la santa misa”

Centro de gravedad

Como enseña la Teología del Cuerpo de san Juan Pablo II, el mayor anhelo del corazón humano –aunque a veces no lo sabe– es recuperar la gracia primera que disfrutó en la creación en ese estado originario en el que Dios lo puso en el paraíso, donde no existía nostalgia de la unión con Él.

Por eso en el matrimonio los esposos buscan saciar esa sed inagotable de fusión, de comunión, de hacerse uno. Y por eso también a veces surgen traspiés y riñas cotidianas, como expresión de cierta frustración por no poder alcanzar esa unión total de cuerpos, almas y corazones a la que se sienten llamados.

Sin embargo, también la Teología del Cuerpo ofrece claves para que los esposos, dos corazones sedientos y hambrientos de comunión perfecta, se puedan ir fundiendo en una sola alma: como el encuentro que pasa por la Eucaristía.

Esta es la experiencia de matrimonios eucarísticos como el de María Luisa y José María, afincados en Madrid y padres de cuatro hijos, que han permanecido anclados en la Eucaristía desde su noviazgo hace ya 40 años.

“Nuestro noviazgo empezó en la santa misa y así ha continuado desde aquel verano de 1981–rememora María Luisa–. En la misa se arreglaban los enfados, los encontronazos o las faltas de entendimiento”.

Y añade José María: “Siempre que mi novia y yo nos enfadábamos, nos volvíamos a encontrar en la misa. Una, dos, cincuenta veces, el Señor hacía de centro de gravedad: nos atraía y nos volvía a juntar. De Jesús Hostia recibíamos la fuerza y el amor para continuar juntos. ¡Qué cierto es que, si das a Jesús todo, aunque nuestro todo es bien poca cosa, con ese poco Él forma una familia como la de Nazaret!”.

José María venía de un ambiente donde no se frecuentaba la Eucaristía, pero una vez que comenzó a salir con María Luisa, empezó a asistir a misa a diario.

“Cuando conocí a la que iba a ser mi esposa, yo no pensaba en ir a misa, ni en tantas otras cosas que después fui descubriendo. Sin embargo, Dios me llevó a un ambiente en el que se deseaba estar cerca de la Eucaristía. Hoy sé que el ambiente en el que se elige vivir es el que define tu vida, los frutos que darás y los que recogerás”.

Su matrimonio ha girado siempre alrededor de su encuentro cotidiano con el Señor. También cuando comenzaron a llegar los hijos.

“No sé decirte qué nos impulsaba, pero todo estaba ordenado a ese momento. Pasaron los años, y nunca fallamos a la santa misa, y el Señor nos recompensó dándonos fuerzas cada día. Disfrutábamos de estar unidos en la Eucaristía, aunque eso conllevara una maratón de atascos, calor, lluvia…”, asegura María Luisa.

Transformación en Cristo

La Eucaristía “es principio de toda espiritualidad conyugal”, expone Pérez-Soba. “Cuando el Señor dice ‘nadie viene a mí si el Padre no lo atrae’, habla de que es el Espíritu Santo quien atrae a los esposos a la Eucaristía para vivir de ella. Gracias a ese encuentro eucarístico, los esposos van alcanzando una perfección nueva, una transformación en Cristo que hace crecer la intimidad común y la convivencia familiar”, añade.

Así lo corrobora María Luisa, quien comenta que para ella y su marido, “todas las fuerzas, ilusiones y alegrías salen de la Eucaristía. De ella manan a raudales las gracias para vivir cada momento: cuando pasamos baches, cuando no vemos claro, cuando el cansancio nos puede, siempre recuperamos la vida en la santa misa. Una y otra vez el Señor disipa las brumas que se enganchan en nuestro corazón”.

Revitalizador y sedante

“El sacrificio eucarístico es la fuente misma del matrimonio cristiano”, apuntó san Juan Pablo II en su exhortación Familiaris Consortio. “En este sacrificio de la Nueva y Eterna Alianza los cónyuges cristianos encuentran la raíz […] que configura interiormente y vivifica, desde dentro, su alianza conyugal”.

Así lo han comprobado María Luisa y José María una y otra vez: “Después de recibir al Señor en la Eucaristía o estar un rato ante el Santísimo salimos los dos como si nos hubieran puesto un sedante y al mismo tiempo un revitalizador. Él nos da un conocimiento lleno de cariño y comprensión hacia el otro, más delicadeza, más detalles de cariño. En resumen, Él vigoriza nuestro amor”, aseguran.

Artículo publicado en la edición número 62 de la revista Misión, la revista de suscripción gratuita más leída por las familias católicas de España.


El maná de cada día, 27.1.22

enero 27, 2022

Jueves de la 3ª semana del Tiempo Ordinario

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Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.


PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 7, 18-19.24-29

Después que Natán habló a David, el rey fue a presentarse ante el Señor y dijo:

«¿Quién soy yo, mi Señor, y qué es mi familia, para que me hayas hecho llegar hasta aquí? ¡Y, por si fuera poco para ti, mi Señor, has hecho a la casa de tu siervo una promesa para el futuro, mientras existan hombres, mi Señor!

Has establecido a tu pueblo Israel como pueblo tuyo para siempre, y tú, Señor, eres su Dios. Ahora, pues, Señor Dios, mantén siempre la promesa que has hecho a tu siervo y su familia, cumple tu palabra. Que tu nombre sea siempre famoso. Que digan: «¡El Señor de los ejércitos es Dios de Israel!» Y que la casa de tu siervo David permanezca en tu presencia.

Tú, Señor de los ejércitos, Dios de Israel, has hecho a tu siervo esta revelación: «Te edificaré una casa»; por eso tu siervo se ha atrevido a dirigirte esta plegaria. Ahora, mi Señor, tú eres el Dios verdadero, tus palabras son de fiar, y has hecho esta promesa a tu siervo.

Dígnate, pues, bendecir a la casa de tu siervo, para que esté siempre en tu presencia; ya que tú, mi Señor, lo has dicho, sea siempre bendita la casa de tu siervo.»

SALMO 131, 1-2.3-5.11.12.13-14

El Señor Dios le dará el trono de David, su padre.

Señor, tenle en cuenta a David todos sus afanes: cómo juró al Señor e hizo voto al Fuerte de Jacob.

«No entraré bajo el techo de mi casa, no subiré al lecho de mi descanso, no daré sueño a mis ojos, ni reposo a mis párpados, hasta que encuentre un lugar para el Señor, una morada para el Fuerte de Jacob.»

El Señor ha jurado a David una promesa que no retractara: «A uno de tu linaje pondré sobre tu trono.»

«Si tus hijos guardan mi alianza y los mandatos que les enseño, también sus hijos, por siempre, se sentarán sobre tu trono.»

Porque el Señor ha elegido a Sión, ha deseado vivir en ella: «Ésta es mi mansión por siempre, aquí viviré, porque la deseo.»

Aclamación antes del Evangelio: Sal 118, 105

Lámpara es tu palabra para mis pasos, luz en mi sendero.

EVANGELIO: Marcos 4, 21-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a la muchedumbre: «¿Se trae el candil para meterlo debajo del celemín o debajo de la cama, o para ponerlo en el candelero? Si se esconde algo, es para que se descubra; si algo se hace a ocultas, es para que salga a la luz. El que tenga oídos para oír, que oiga.»

Les dijo también: «Atención a lo que estáis oyendo: la medida que uséis la usarán con vosotros, y con creces. Porque al que tiene se le dará y al que no tiene se le quitará con creces hasta lo que tiene.»

CRECER EN VIDA INTERIOR

P. Francisco Fernández Carvajal

La vida interior está destinada a crecer. Corresponder a las gracias recibidas.

Jesús llama unas veces la atención de los Apóstoles para que escuchen su doctrina; otras, los convoca para explicarles de nuevo, a solas, una parábola o para que no dejen de observar algún suceso del que deben retener una enseñanza, pues reciben un tesoro para toda la Iglesia del que luego deberán dar cuenta.

Prestad atención, les dice en cierta ocasión. Y les da esta enseñanza: Al que tiene se le dará; y al que no tiene, incluso lo que parece tener se le quitará (1).

Y comenta San Juan Crisóstomo: «Al que es diligente y fervoroso, se le dará toda la ayuda que depende de Dios: pero al que no tiene amor ni fervor ni hace lo que de él depende, tampoco se le dará lo de Dios. Porque aun lo que parece tener -dice el Señor- lo perderá; no porque Dios se lo quite, sino porque se incapacita para nuevas gracias» (2).

Al que tiene se le dará… Es una enseñanza fundamental para la vida interior de cada cristiano. A quien corresponde a la gracia se le dará más gracia todavía y tendrá aún más; pero el que no hace fructificar las inspiraciones, mociones y ayudas del Espíritu Santo, quedará cada vez más empobrecido.

Aquellos que negociaron con los talentos en depósito, recibieron una fortuna más cuantiosa; pero el que enterró el suyo, lo perdió (3).

La vida interior, como el amor, está destinada a crecer: «Si dices: basta, ya has muerto» (4); exige siempre un progreso, corresponder, estar abierto a nuevas gracias. Cuando no se avanza, se retrocede.

El Señor nos ha prometido que tendremos siempre las ayudas necesarias. En cada instante podremos decir con el Salmista: el Señor anda solícito por mí (5).

Las dificultades, las tentaciones, los obstáculos internos o externos son motivo para crecer; cuanto más fuerte es la dificultad, mayor es la gracia; y si fueran muy grandes las tentaciones o las contradicciones, más serían las ayudas del Señor para convertir lo que parecía entorpecer o imposibilitar la santidad en motivo de progreso espiritual y de eficacia en el apostolado.

Sólo el desamor, la tibieza, hace enfermar o morir la vida del alma. Sólo la mala voluntad, la falta de generosidad con Dios, retrasa o impide la unión con Él. «Según la capacidad que el vaso de la fe lleve a una fuente, así es lo que recibe» (6).

Jesucristo es una fuente inagotable de ayuda, de amor, de comprensión: ¿con qué capacidad -con qué deseos- nos acercamos a Él? ¡Señor, le decimos en nuestra oración, danos más y más sed de ti: que te deseemos con más intensidad que el pobre que anda perdido en el desierto, a punto de morir por falta de agua!

(1) Mc 4, 24-25.- (2) SAN JUAN CRISOSTOMO, Homilías sobre el Evangelio de San Mateo, 45, 1.- (3) Cfr. Mt 25, 14-30.- (4) SAN AGUSTIN, Sermón 51, 3.- (5) Sal 39, 19.- (6) SAN AGUSTIN, Tratado sobre el evangelio de San Juan, 17.-

http://www.homilética.org


Judío ateo y anticristiano, fue al grupo carismático de sus hijas porque volvían «enfervorizadas»

enero 26, 2022

David Munk era ateo y muy precavido contra los cristianos, pero una efusión del Espíritu derribó sus murallas.

P. J. Ginés/ReL – 25 enero

A los 49 años, David Munk era un argentino ateo de familia judía, totalmente opuesto al cristianismo, enfrascado en una crisis matrimonial que parecía llevar a la separación. A los 53, en cambio, es un católico devoto que con su esposa representaba al movimiento Retrouvaille, de ayuda a matrimonios, en un encuentro con el Papa.

Algo sucedió que lo transformó en unas pocas semanas y cambió su vida para siempre. Lo cuenta en un vídeo del canal de YouTube La voz del Espíritu.

Padre judío, madre católica… la fe como problema

David Munk nació en Argentina de padre judío y madre católica. Su abuelo era un judío ortodoxo polaco, muy religioso. Su abuela católica, también era muy religiosa y muy devota de la Virgen.

Sus padres, sin ser tan religiosos, se mantenían cada uno en su religión y lo vivían como una fuente de choques. Fue uno de entre varios motivos de fricción que llevaron a su separación. Él desde pequeño asoció lo religioso a conflicto.

Desde niño, sus padres establecieron que David no elegiría religión hasta los 18 años. Iría en ocasiones a la iglesia con su madre, y en otras a la sinagoga y las fiestas del círculo cultural judío con su padre.

A Israel, a España… tiempos duros

Con el tiempo, él se acercó más a los ambientes judíos. «De hecho, emigré a Israel y estuve viviendo allí, en Tel Aviv. Tengo familia allí».

En 2001 David llegó a España. Fueron tiempos duros, probó negocios que no funcionaron, se volcó en varios trabajos a la vez. Trabajaba mucho, faltaba de casa y poco a poco, la relación con su esposa Andrea fue empeorando. En 2011 era mala y en 2016 estaban a punto de romper.

«Hicimos terapia, primero individual, luego de pareja. Nos ayudó un poco, pero no terminábamos de arrancar», explica.

En 2014 se mudaron de Madrid a Rivas, una población cercana. Su esposa Andrea empezó a participar en el coro de la parroquia, «porque en Argentina cantaba y le gustaba cantar».

Al mismo tiempo, se apuntaron a Retrouvaille, el programa de ayuda a parejas en crisis, de origen católico aunque abierto para todos. «Fue como un meteorito en nuestra relación, como una crisis fuerte pero que la hizo ir a mejor«.

«Yo era un ateo convencido, muy convencido por mi historia familiar. Yo tenía dudas con lo de Retrouvaille por su origen católico, pero lo hicimos igual. Y empezó a funcionar».

Además, David empezó a acompañar a Andrea a la parroquia, para cantar con ella en el coro, «por hacer una actividad, mudados en un barrio nuevo». No sabía lo que correspondía en cada parte de la misa, no rezaba nada, simplemente cantaba lo que tocaba.

Grupo carismático: «enfervorizadas, unas pilas increíbles»

Por esa misma época, David empezó a llevar a su mujer e hijas a un grupo de oración carismática, en el que también se cantaba mucho. «Yo las dejaba en la puerta y me iba a ver el fútbol. Pero luego las iba a buscar y veía que estaban como enfervorizadas, con unas pilas increíbles. Y me dije: ‘voy a ver, porque esto no es normal‘».

El grupo se llamaba «Ruah», que en hebreo significa ‘espíritu’, y eso también le llamó la atención. Decidió quedarse a una sesión de oración. Mucha música, mucho canto, palmadas, ritmo…

«Yo, ateo, asistía como un espectador. Pero como ya en esa época acompañaba en el coro parroquial, dije, vamos a probar, y empecé a cantar, como acompañamiento. Y al poco, sin darme cuenta, empecé a dar palmadas, a participar y a sentir cosas».

La efusión del Espíritu

Las hijas de David participaron en un Seminario de Vida en el Espíritu, un conjunto de charlas con testimonios que los grupos de carismáticos suelen impartir en 7 sesiones, una por semana. Hacia el final del seminario, se realiza una oración especial de invocación del Espíritu Santo, la «efusión del Espíritu» o «bautismo en el Espíritu».

David no acudió a todo el Seminario, pero sí a la efusión. Y allí rezaron por él, que no estaba ni bautizado.

«Empecé a llorar sin parar. No sabía lo que me pasaba. Pero sí sabía que era una emoción muy fuerte y el efecto posterior era liberador. Fue como una ducha, como si te sacaras un peso, una mochila, una carga. Y me dije: ‘esto no tiene explicación. Pero me ocurre'».

Cambios visibles en su vida

Desde esa experiencia, algo cambió en su interior, y también en su vida. Empezó a acudir a la oración semanal sin poner barreras a lo que pasara, abierto a vivir la experiencia. Completó su propio seminario, recibió su propia efusión y en otro retiro sintió muy fuerte la presencia de Dios.

También decidió participar más intensamente en Retrouvaille, «y nuestra pareja empezó a recuperarse, y empezamos a ayudar y participar sirviendo a otras parejas».

Sigue enumerando cosas que cambiaron en su vida: «En el coro, donde antes sólo estaba como cantante, empecé a arrodillarme, a rezar el Padrenuestro... Y empecé a sentir el valor de la misa. Por ejemplo, cada palabra de la homilía tenía que ver con mi familia, mi pasado. Y sentía necesidad de leer la Biblia. Era necesidad, no era algo impuesto».

A menudo se encontraba a sí mismo cantando canciones de fe en los descansos del trabajo. Era un cambio radical con la persona que era unas semanas antes.

«Yo era ateo. Uno puede ser judío siendo ateo, porque tienes la cultura judaica, celebras unas fiestas y unas costumbres. Y a los cristianos les tenía mucho resquemor. Pero aquí mi experiencia era tan brutal…»

David añade que «si no hubiera tenido esta experiencia, yo no habría creído. Desde lo racional, no. Yo tenía la formación judaica, en Tel Aviv estudié judaísmo. Yo tenía una idea muy racional de Dios. Y muchos prejuicios. Eso de que alguien podía resucitar… no me entraba».

Hacia el bautismo

Dándose cuenta de que su vida ya estaba transformada por Dios, pidió bautizarse. Quería hacerlo rápido, pero en la parroquia le hicieron pasar por un proceso de catequesis de adulto durante un año.

«Leí casi de todo. Me metí a leer Santo Tomás, San Agustín… cuando te conviertes con 50 años, mi edad, te vienes con todo tu bagaje y pides la explicación perfecta. Pero fui viendo que lo importante es compartir con el Señor la alabanza, la oración, un Rosario, ves que tu vida cambia, que hay más paz, que empiezas a hacer una oración en la comida, que compartes de todo con tu grupo de oración, sobre todo esa fe que te llena… y todo lo demás pasa a ser secundario».

Su mayor temor ante el bautismo era entristecer a su padre judío, allí en Buenos Aires, con quien tenía una relación buena y fluida.

– Mira, papá, tengo una novedad que darte. Me voy a bautizar, voy a ser cristiano, le dijo David por teléfono.

– Mira, David, estoy contento. Al menos vas a creer. Yo sufría mucho porque tú no creías. Para mí, que tú tengas fe y creas, ya está, respondió su padre.

Le bautizaron en su parroquia de Santa Mónica de Rivas-Vaciamadrid, el día de la Santísima Trinidad de 2019, en junio. Asistieron sus amigos del grupo de oración, del coro y de Retrouvaille, donde llegó a ser uno de los coordinadores.

«Estuve llorando toda la ceremonia, el mismo llanto que en el bautismo en el Espíritu. A los 49 era ateo, y a los 53 no paro de hacer actividades relacionadas con la fe», dice con humor.

https://www.religionenlibertad.com/personajes/700257833/judio-ateo-anticristiano-grupo-carismatico-hijas-enfervorizadas.html