Novena al Señor de los Milagros: Oración preparatoria y final para todos los días

octubre 15, 2023

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La imagen del Señor de los Milagros en procesión, cargada por cofrades de su Hermandad

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NOVENA AL SEÑOR DE LOS MILAGROS

Con reflexiones sobre la Santísima Trinidad

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I. Secuencia de la Novena y partes fijas para todos los días

1. Señal de la cruz

Por la señal de la santa cruz, de nuestros enemigos líbranos, Señor Dios nuestro; en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

2. Acto de contrición

Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión; por mi culpa, por mi culpa, por mi gran culpa.

Por eso ruego a santa María, siempre virgen, a los Ángeles, a los Santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor.

3. Oración preparatoria para todos los días: Postrados ante el Señor de los Milagros.

Señor de los Milagros, me postro a tus pies y te reconozco como mi Salvador y mi Dios. Te adoro y te pido la gracia de hacer devotamente esta Novena en tu honor.

Te doy gracias, Señor Jesús, porque tú bajaste del cielo y viniste al mundo para demostrarnos cuánto nos ama el Padre, Dios invisible. Divino Jesús, tú sabías que el Padre desea que todos sus hijos se salven y tengan vida en abundancia.

Por eso, te ofreciste voluntariamente para cumplir la misión de Mesías y Salvador de todos los hombres. Eso fue lo que más te gustó. Nadie te obligó, a no ser tu amor incondicional y fiel a tu Padre Dios.

Señor Jesús, desde lo más íntimo de mi corazón te agradezco que te encarnaras y te hicieras hombre como uno de nosotros, igual en todo a nosotros, menos en el pecado. Te reconozco como mi Señor y mi Dios y te admiro por tu generosidad y tu solidaridad con los hombres.

Señor de los Milagros, mi Redentor, te bendigo y te alabo por tu bondad y tierna compasión hacia los hombres. Tú eres el puente entre Dios y los hombres. A través de ti, Señor Jesús, todos tenemos acceso seguro y directo al Padre Dios.

Por eso, Padre Santo, yo me postro en tu presencia, te adoro y te bendigo pues tú eres digno de toda bendición en el cielo y en la tierra. A ti la gloria y el poder porque gobiernas el mundo con sabiduría y misericordia. Tú eres el Creador, el Amo y Señor: Todo está en tus manos y nada está perdido.

Gracias, Padre, por enviarnos a tu propio Hijo y también al Espíritu Santo derramado en nuestros corazones. Este Espíritu nos conduce a la Verdad total que nos trajo Jesucristo. El Espíritu Santo habla con suavidad y poder a nuestro espíritu asegurándonos que somos hijos amados del Padre y hermanos entrañables de Cristo. Él nos hace clamar ¡Abba, Padre!

Por eso, Padre de bondad, como hijos tuyos que somos en tu Hijo bendito, te pedimos que nos envíes el Espíritu. Ven, pues, Espíritu Santo, y llénanos del amor del Padre y del Hijo. Ven, dulce huésped del alma. Ven, Padre amoroso del pobre, y no pases de largo en esta Novena. Déjanos la huella de la santa unción que nos da fe, vida y salud.

Te pedimos, Espíritu Vivificador, que durante estos días podamos saborear el amor personal e incondicional del Padre Dios y la dulzura inefable de su bendito hijo Jesucristo, el Señor de los Milagros. Amén.

4. Consideraciones bíblico-teológicas para cada día de la Novena

5. Peticiones o plegaria universal

6. Padre nuestro, Ave María y Gloria (tres veces).

7. Oración final para todos los días 

Santísima Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, te adoro y te bendigo como mi único Señor y mi Dios. Me postro ante tu divina majestad y me rindo totalmente en tu presencia como criatura tuya que soy y también como hijo tuyo en tu bendito Hijo Jesucristo.

Te adoro, mi único Dios y Señor, y te entrego toda mi libertad. Quiero pertenecerte en cuerpo y alma y me consagro íntegramente a tu divina voluntad y misericordia. Te entrego todas mis facultades y pongo ante ti todas mis posibilidades: Deseo hacer siempre tu santa voluntad, pues te confieso como mi único amo y señor. Quiero andar en tu presencia toda mi vida. No quiero vivir dividido, disperso, y renuncio a toda actitud o conducta que me separe y me aparte de ti.

Padre de bondad infinita, te consagro mi memoria y quiero recordar y considerar siempre lo que tú esperas de mí. Deseo vivir, Padre Santo, según las expectativas, planes y proyectos que, desde toda la eternidad, has acariciado, soñado y pensado sobre mí. Que nada me distraiga y me aparte de ese proyecto misterioso. Quiero que estés orgulloso de mí como lo estás de tu amado Hijo, Jesús.

A ti, Señor Jesús, Señor de los Milagros, te consagro mi entendimiento y toda mi capacidad de pensar, discurrir y soñar. Tú eres mi sabiduría y mi ciencia. En ti, divino Maestro, quiero aprender todos los secretos y todo el saber. En ti encuentro el sentido más pleno de mi vida y de mi existencia. No quiero saber ni entender nada fuera de ti. Tú eres mi luz, vida y esperanza. Renuncio a buscar al margen de ti razones para vivir y esperar.

A ti, Espíritu Consolador, te entrego toda mi voluntad. Te consagro toda mi capacidad de gozo y felicidad. Que sólo en ti encuentre alegría y contento. Dame, Espíritu Santo, gusto en las cosas santas. Dame la vida eterna, que es conocer de verdad y saborear el amor del Padre y del Hijo. Hazme sentir la belleza y la bondad de la vida cristiana, y valorar la sabiduría de la Cruz. Líbrame de la mentira y de la vanidad del mundo presente.

Ven, Espíritu Vivificador, y mira mi pequeñez, ten compasión de mí, Padre amoroso del pobre: Ven a iluminar lo que está oscuro en mí, ven a enderezar lo torcido, a calentar lo frío, a endulzar lo amargo, en fin a sanar mis heridas. Ven, Espíritu Santo, a pacificar a los violentos, a reconciliar a los enemistados, a robustecer a los débiles, a vivificar lo que languidece, y finalmente, a resucitar a los que están muertos.

Padre Santo, por tu bendito Jesús, derrama el Santo Espíritu sobre toda carne, sobre tu santa Iglesia, sobre el Perú y de manera especial sobre todos los devotos del Señor de los Milagros, y sobre los que estamos haciendo esta Novena en su honor. Amén.

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre y por los siglos de los siglos. Amén.


Maná y Vivencias Cuaresmales (2), 3.3.22

marzo 3, 2022

Jueves después de Ceniza

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Libertad para elegir el bien o el mal.


Antífona de entrada: Salmo 54, 17-20.23

Clamé al Señor, y escuchó mi voz y me libró de los que me atacaban. Encomienda a Dios tus afanes y él te sustentará.

Oración colecta

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 30, 15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla.

Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.

Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»

SALMO 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.

Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 17

Arrepentíos, dice el Señor; porque el Reino de los cielos se ha acercado.

EVANGELIO: Lucas 9, 22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»

Antífona de comunión: Salmo 50, 12

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.

VIVENCIAS CUARESMALES

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La señal del cristiano

2. JUEVES DESPUÉS DE CENIZA

TEMA: Libertad del hombre, capacidad de elegir

El camino hacia la fe: gracia de Dios y libertad del hombre


Texto bíblico: Deuteronomio 30, 15-20.

«Ten en cuenta que hoy yo pongo ante ti el bien y la vida por una parte y por otra el mal y la muerte. Si escuchas los mandamientos de tu Dios que yo te prescribo, vivirás y te multiplicarás. Yahvé te bendecirá en la tierra que vas a poseer. Escoge pues la vida…

Pongo hoy por testigo ante ustedes al cielo y a la tierra, te pongo delante la vida y la muerte, la bendición o la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia. En eso está tu vida y la duración de tus días…»

Libertad del hombre: Dios a nadie va a salvar sin su colaboración, es decir, contra su voluntad. Pues el hombre se define por sus decisiones; tiene que optar, necesariamente; no puede permanecer en la indecisión, ambigüedad o indiferencia. Si no avanza, retrocede. Los talentos recibidos hay que invertirlos según la voluntad del Señor que nos los confió.

Por otra parte, Dios a nadie condenará sin justa causa. «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti», enseñó certeramente san Agustín. Dios respeta nuestra libertad y espera nuestra decisión, pues quiere que todos se salven y, mediante el Santo Espíritu, hace agradables sus mandamientos, inspira y previene nuestras acciones, mueve nuestra voluntad hacia el bien. Pero siempre sin forzar nuestra libertad.

Por eso, afirmamos que sólo creerá el que “quiera” creer. Parafraseando a Luis Evely podemos afirmar que nunca verás tan claro, tan claro, que te sientas obligado a creer; ni tan oscuro, tan oscuro, que te parezca absurdo e irracional el creer. Nunca verás tan confuso y contradictorio que ello te exima de creer.

La fe, por tanto, exige un «plus», un algo más, un extra. La persona tiene que decidir libremente. Tiene que pronunciarse, definirse; implicarse comprometiendo todo su ser. 

Es decir, el hombre debe poner algo de su parte, debe querer creerle a Dios, debe mirar a Dios con tal admiración y benevolencia que, aunque se diera la posibilidad de que Dios fuera mentiroso, él se resistiría a creerlo; más aún, no lo quiere creer; más aún, hace a Dios sincero, “recrea” -si se puede hablar así- al mismo Dios, precisamente por su actitud humilde, benevolente, contemplativa y obsequiosa.

Y esto le hace más grande al hombre que a Dios. El hombre da la talla mediante su fe. Se mide. Se define a sí mismo.

La fe, pues, no se contenta con aceptar resignada y pasivamente la verdad y la realidad de Dios sino que la afirma, la hace existente por su amor, le interesa que Dios exista y sea Dios, no hombre; le gusta y se complace en que Dios sea soberano, y lo quiere por amor: Que Dios sea Dios.

La fe, por tanto, hasta podemos afirmar que recrea a Dios, le da consistencia, lo afirma, lo inventa por amor, si fuera necesario. La fe expresa una querencia dinámica del hombre que le sublima en su ser, le hace merecedor de salvación, lo introduce en una existencia generosa y por tanto feliz.

Pero tal apuesta es también gracia de Dios, no pura iniciativa y capacidad del hombre.

De ahí la expresión del salmista:

«Dichoso el hombre que teme al Señor; su gozo es la ley del Señor. Será como un árbol plantado al borde de la acequia…»

(Salmo 1ero., vers. 1, 2, 3, 4 y 6).

El hombre, colocado ante el misterio de Dios, puede adoptar una doble postura:

por una parte, y gracias a la fe, apuesta por la sencillez, el respeto, la docilidad, la querencia, la inocencia, la voluntad de fidelidad y la benevolencia; o por el contrario, permite que en su corazón se vayan estableciendo la sospecha gratuita y torcida, la queja, la susceptibilidad, la hipersensibilidad, el resentimiento, la envidia, la soberbia, la autosuficiencia, el amor propio, la petulancia vanidosa, la insensatez, la superficialidad… en fin, el atrevimiento.

Esa apuesta por la fe y el amor generoso es equivalente a perder la vida por Cristo: es salir de sí mismo o renunciar a ganar el mundo; es decir, renunciar a vivir en total autonomía e independencia (evangelio).

Perder la vida propia significa vivir en total dependencia respecto de Dios. Es hacerle más caso a Dios que a uno mismo, librarse de la propia soledad para comunicarse con Dios hasta hacerse un solo ser con él; y así, adquirir la verdadera valía y la plena libertad y felicidad, pues “Nos hiciste, Señor, para ti…”, sentencia san Agustín.

San Pablo manifiesta su unión existencial con Dios en Cristo por obra del Espíritu: “Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20).


ORACIÓN COLECTA (de la misa):

“Que tu gracia, Señor,

inspire, sostenga y acompañe nuestras obras

para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente

y tienda siempre a ti como a su fin”.

ORACIÓN PERSONAL (sugerida):

Señor, Padre Santo,

enséñame el camino de la sencillez.

Enséñame a mirar a tu bendito Hijo Jesús

con toda atención y reverencia

para descubrir su maravillosa sumisión a ti y a los hombres,

obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz…

Ayúdame a negarme a mí mismo (Evangelio),

creyendo más en tus insinuaciones que en mis convicciones;

que no busque mi propio interés sino tu gloria,

que salga de mí mismo y me encuentre contigo.

Te lo pido por Cristo tu Hijo,

en quien nos das toda sabiduría y el sentido de nuestra vida. Amén.


Maná y Vivencias Cuaresmales (1), 2.3.22

marzo 2, 2022

MIÉRCOLES DE CENIZA (Ayuno y abstinencia)

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miércoles de ceniza
Miércoles de Ceniza: Comienza la Cuaresma.


Antífona de entrada: Sabiduría 11, 24-25.27

Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Oración colecta

Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Joel 2, 12-18

«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.»

Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo.

Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»

SALMO 50, 3-4.5-6a.12-13.14.17

Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 20–6,2

Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

Aclamación: Salmo 94, 8

Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No endurezcáis vuestro corazón”.

EVANGELIO: Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»

Antífona de comunión: Salmo 1, 2-3

El que medita la ley del Señor día y noche, dará fruto a su tiempo.

VIVENCIAS CUARESMALES


1. MIÉRCOLES DE CENIZA

Mensaje central:

La ceniza simboliza la condición “creatural” del hombre. El Evangelio de hoy pide vivir en autenticidad, en coherencia ante Dios y ante los hombres. En este primer día cuaresmal deseamos renovar lo fundamental de la vida cristiana: Una interioridad llena de Dios y, por tanto, vaciada de toda «mundanidad». Pues somos «obra de Dios» desde el principio y desde lo más profundo de nuestro ser. Es nuestra vocación original.

I. DIOS, FUENTE DE VIDA Y DE PERDÓN

El texto bíblico de la antífona de entrada a la Misa, Sabiduría Cap. 11, 24-25-27, dice:

“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”.

Consideraciones al respecto:

1. Dios es fuente de vida, de toda forma de vida. Por eso, nunca se cansa de nosotros, no se da por vencido a pesar de nuestras infidelidades; vuelve a llamarnos a la conversión una y otra vez; y de una forma especial, una vez al año, en un tiempo extraordinario, tiempo de gracia: la Cuaresma. Dios siempre da vida, no odia, quiere que todo viva: para eso Él ha creado todas las cosas.

2. Le recordamos a Dios que somos su obra, y, al recordárselo, le provocamos su amor propio, su celo, pues, en verdad somos su propiedad. Dios no puede permanecer indiferente ante nuestra suerte. Está vinculado con nosotros; mejor, nos «religó» para siempre con Él. “Nos hiciste, Señor, para ti”, rezará san Agustín.

3. Dios aparta su vista de nuestros pecados: nadie puede ver a Dios y seguir viviendo, porque la santidad de Dios asusta, trasciende al hombre; así como la indignidad del hombre abruma y mata. Dios es misericordioso, y, como sabe que somos de barro, “mide” al hombre en su capacidad para aguantar la conciencia de su culpabilidad.

Por eso, lo hiere en aquel mínimo suficiente que se necesita para que se arrepienta y tenga vida, sin caer en la desesperación o autocastigo. Como que Dios no nos mostraría toda la gravedad de nuestro desprecio a su bondad y misericordia infinitas, porque no podríamos soportarla, nos destruiría. El Padre quiere que tengamos vida en abundancia… para eso ha hecho pecado a su propio Hijo.

II. SER Y ACTUAR EN LA PRESENCIA DE DIOS: Mt. 6, 1-6. 16-18

Autenticidad: Andar en verdad. El Creador y la creatura.

1. Somos obra de Dios: sólo Él es nuestro amo y señor, nuestro soberano; por tanto, a nadie debemos llamar maestro; no deberíamos considerar a nadie nuestro dueño, ni permitir a otro que se haga maestro nuestro.

2. Por tanto debemos actuar, no ante los hombres, sino ante Dios. No para agradar a los hombres sino a Dios, no para recibir compensaciones humanas, siempre insatisfactorias, sino a Dios mismo. Sólo Él es nuestro origen y nuestro destino.

No podemos contentarnos con menos; eso es lo que él ha dispuesto. San Agustín lo expresa así: “Nos hiciste, Señor, para ti; y por tanto, siempre estaremos inquietos hasta que descansemos en ti”.

3. Los demás pertenecen a Dios, no a nosotros; por tanto, no podemos seducirlos o acapararlos, deslumbrarlos o utilizarlos en nuestro provecho, poniéndoles tropiezos en su camino hacia la verdad, o apartándolos de su única meta, Dios mismo.

Ceniza = Condición humana: La grandeza del hombre y a la vez su fragilidad radical se resumen en su condición de criatura. Es decir, no es Dios.

Por eso, al recibir la ceniza se le recuerda al creyente: Acuérdate de que eres polvo, y en polvo te convertirás. Dios le recuerda al hombre su dignidad radical basada en su vocación divina; y a la vez, reafirma la dignidad del hombre y su fe salvífica.

4. Autenticidad y sinceridad en nuestra relación con Dios. Debe ser la primera condición y base para la convivencia humana. La primera honestidad del hombre con Dios Padre será el fundamento de la honestidad con el hombre en las relaciones interpersonales y sociales, e incluso consigo mismo.

Repasemos el texto del Evangelio: Cuando reces no te vanaglories, no llames la atención; entra en lo secreto de tu corazón, de tu habitación para que tu oración quede en lo secreto y Dios, que ve en lo secreto, te lo premiará. Cuando des limosna, lo mismo; cuando hagas penitencia, lo mismo. Que todo quede en lo secreto para que Dios, que ve en lo secreto, te lo premie.

Oración sugerida

Oh Dios, fuente de toda verdad, Dios verdadero de Dios verdadero, concédeme andar por el camino de la autenticidad. Dame gusto en pensar y actuar con rectitud de intención en todos mis asuntos. Haz que aborrezca el camino de la mentira y de la falsedad. Dame tu santo temor para andar siempre honestamente en tu presencia hasta descansar en tu paz. Por Jesucristo nuestro Señor, el Fiel y verdadero.- Amén.

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De los sermones de san León Magno, papa

Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia

Siempre, hermanos; la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural, es para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu.

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno.

Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia sino por el bien de la paz.

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen (Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2: PL, 54, 285-287).


«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender

junio 28, 2021

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 El hijo, antes de volver, recuerda con cariño la experiencia de su vida como hijo amado. El amor de familia, el recuerdo del hogar son la verdadera herencia del Padre Misericordioso.

«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender

Por Andrés D´Angelo

«Niños pequeños, problemas pequeños.
Niños grandes, problemas grandes».
— Refrán popular.

Cuando te enteras de que tu esposa está embarazada, o cuando te enteras de que te darán un niño en adopción, te cambia la vida para siempre. ¡Tú y tu cónyuge van a ser padres! ¡Y de pronto te vuelves loco de amor!

Te prometes que vas a hacer por esa pequeña personita, que Dios puso en tu camino, todos los sacrificios posibles, todos los esfuerzos imaginables y que siempre vas a ser un padre y una madre presente, paciente, amoroso y genial.

1. Luego los niños comienzan a crecer

Y te das cuenta de que… las cosas no son tan sencillas. Los niños tienen una extraordinaria capacidad de trabajar la paciencia de la gente mayor casi desde el primer día. Por eso, Dios, en su infinita sabiduría, puso un papá y una mamá, para que tomen turnos cuidando al pequeñajo.

Las mamás lo hacen instintivamente, y los papás… no tanto, pero ¡podemos aprender! Cuando logramos hacer un gran equipo, los niños se desarrollan plenos y felices.

2. Y entonces llega la temida adolescencia

No podemos creer que ese pequeño, que era el sol de nuestras vidas, que tantas alegrías nos dio, de pronto se convierta en un ser huraño, protestón, aburrido, peleón y muchas veces tan tonto, que parece que no hay instrumentos para medirlo.

Nos busca, y generalmente nos encuentra, y esos encontronazos no son siempre lindos. La relación se desgasta, nos peleamos, nos amargamos y pensamos: «qué lindo será todo después de la adolescencia, cuando mi hijo o mi hija se comporten como adultos serios y responsables». Pero entonces… ¡Tampoco sucede!

Nos preguntamos: ¿Por qué esta serie de desencuentros entre el hijo ideal que siempre nos imaginamos y la realidad tan dura?

3. ¡Nuestros hijos son libres!

Así es, ¡Porque nuestros hijos son seres libres! Dios no solo los creó libres: ¡los quiere libres! ¿Y por qué Dios querría ese disparate? ¿Por qué no los hizo obedientes, buenos, sencillos, manejables y dulces como siempre los imaginamos?

Porque Dios quiere hijos, y no esclavos. El amor es una decisión libre, y por eso, la libertad es tan importante para Dios. El problema es que nuestros hijos los «tenemos» nosotros, y su libertad muchas veces choca contra nuestra idealización del hijo. Contra nuestras normas de convivencia, y a veces ¡Contra el mismo Dios!

¿Cómo puede ser que ese chiquitín o esa chiquitina que participó en su primera comunión con tanto fervor, de pronto no quiera ir más a Misa? Muchas veces esa revisión de «qué pasó», puede desembocar en una acusación implícita o explícita a nosotros mismos, a nuestra misión como padres.

¿Qué hice, o qué hicimos mal para que este pequeño, que era tan dócil, de pronto se convierta en un rebelde sin causa, que se revuelva contra la autoridad de papá y mamá y quiera «hacer su vida» o que «lo dejemos tranquilo»?

4. ¡No pasó nada, ni hicimos nada mal!

Nuestros hijos están «haciendo» su camino, y para ello deberán dejarnos, por más que muchas veces les duela a ellos y nos duela más a nosotros. Ellos necesitan resolver sus problemas por sí mismos, porque es una herramienta que necesitan para enfrentar la vida por sus propios medios.

Saben instintivamente que no vamos a estar durante toda su vida, y necesitan enfrentar los problemas que generan sus propias conductas en libertad.

Podemos pensar en ellos como en pequeñas plantas que hemos mantenido en un invernadero, y que debemos sacar a las condiciones naturales para que se templen, y desarrollen su propias raíces y follajes.

El invernadero estuvo muy bien mientras fueron frágiles, ahora es tiempo de que prueben (y especialmente que se prueben a sí mismos) en «condiciones reales». De ese modo, cuando vengan las tormentas de la vida, ya tendrán herramientas para enfrentarlas, porque dejamos que desplieguen sus alas y vuelen.

5. ¿Cómo comportarnos ante ese hijo desafiante?

Pero mientras tanto, mientras todavía chocamos, mientras nos desesperan con sus actitudes y desafíos, tendremos que saber cómo comportarnos.

Qué cosas les ayudan en esta exploración, qué cosas podemos hacer para otorgarles confianza, tal vez para hacer más corto este «recorrido divergente» y este crecimiento, y en última instancia, para no perder la paciencia y perjudicarnos mutuamente en esta etapa de su desarrollo.

Para ello me gusta mucho fijarme en la parábola del Hijo Pródigo (o como le gusta llamarla al papa Francisco, la parábola del «Padre Misericordioso»). Viendo la actitud del padre, podremos ver algunas pistas para saber qué hacer en estas circunstancias.

6. Tus hijos te van a «pedir la herencia»

Como vimos, tarde o temprano, tus hijos van a pedirte «que no te metas más en sus vidas», que te hagas a un lado y te apartes, que ellos necesitan «que los dejes en paz». Te lo garantizo, la primera vez que te pase, se te va a partir el corazón en pedazos.

No es fácil, no es lindo y es casi seguro que va a suceder, más temprano que tarde. La tendencia natural sería de decirles «mientras dependas de nosotros, cumplirás nuestras reglas».

Pero el Padre Misericordioso no hace eso. Al contrario, accede al pedido de su hijo y lo deja ir con «su parte de la herencia» y probablemente con los pedazos de su corazón destrozado.

Como te dije en la introducción: ellos necesitan abrirse camino por sus propios medios, necesitan equivocarse y golpearse para poder crecer. Puedes ofrecerle a Dios esos pedazos de tu corazón, para que esa «ruptura» sea fructífera y no tan dolorosa.

7. Tus hijos se van a ir a tierras extrañas

Cuando se vayan de casa, cuando se vayan a estudiar lejos, o cuando comiencen su vida, habrá tiempos en los que no querrán hablar con ustedes, y sentirás que el corazón se te cae de nuevo a pedazos.

¿Cómo puede ser que no nos quieran llamar, que no quieran pasar su cumpleaños con nosotros, que quieran alejarse voluntariamente de la casa que los vio crecer?

Precisamente, porque necesitan ampliar sus horizontes. Conocer gente nueva, experimentar otras formas de ver el mundo, hablar de otros temas, crecer y conocer nuevas experiencias, tal vez algunas que nosotros no nos animamos a su edad… Y también harán algunas cosas que van en contra de nuestras convicciones y creencias.

Van a buscarse en tierras extrañas, con la ilusión de descubrirse y encontrarse, pero también… con el riesgo de perderse. ¿Qué hace el Padre Misericordioso?, ¿va a buscarlo?, ¿va a pedirle que vuelva y que no haga lo que está haciendo? ¡No! El padre se mantiene a una respetuosa distancia.

Respeta la decisión de su hijo, a pesar de que probablemente haya tenido el corazón hecho trizas. Se mantiene apartado, deja que su hijo busque lo que quiera buscar, incluso con riesgo de que se pierda.

8. Puede ser que se equivoquen. Y mucho. Y muy feo

El Hijo Pródigo malgasta su herencia en una vida libertina. Nuestros hijos puede ser, que en esa búsqueda de sí mismos, en esa exploración, se equivoquen. Y esas equivocaciones hasta pueden tener consecuencias graves. La herencia del padre se perdió… aparentemente.

El hijo, a raíz de sus decisiones equivocadas, termina alimentando a cerdos, y deseando comer las bellotas que comen estos animales. Muchas veces, como consecuencia de sus decisiones erróneas, nuestros hijos la van a pasar realmente mal. Nuestra tentación como padres puede ir en dos direcciones, y (en mi opinión) ambas son decisiones equivocadas.

En una primera dirección, podremos resolverles el problema, diciendo: «mi hijo no va a comer bellotas de los cerdos», e intervenir con nuestro dinero, recursos o «poder», para que nuestro hijo «no sufra». La otra decisión equivocada sería enfrentarlo y recriminarle por sus errores. «Te lo advertí», «Te lo mereces».

La actitud correcta es la del padre. Y ya veremos cuál es.

9. Puede ser que pierdan la fe

En el sentido simbólico de la parábola, el derroche de la herencia y la vida con los cerdos significan la pérdida de la fe. En esa búsqueda, puede ser que nuestros hijos también la pierdan, y que dejen de practicar la oración diaria, la misa dominical, la confesión.

¡Nos desesperamos cuando pasa eso! ¿Por qué, si nosotros les enseñamos bien?, ¿por qué si nosotros rezamos constantemente por ellos?, ¿qué hicimos mal?, ¿qué podemos hacer?

Mi querida amiga Silvana Ramos escribió un artículo precioso al respecto, que puedes leer aquí.

Pero te lo resumo rápido: la fe es un don de Dios, y nosotros podremos pedirla para ellos, pero nunca podremos reemplazarla forzándolos a hacer prácticas piadosas, por más que a nosotros nos parezca que es lo que tenemos que hacer. Dios quiere hijos, no esclavos.

Y tal vez, si los forzamos a hacer cosas contra su voluntad, empeoremos la situación. Paz, y ciencia. Es decir: paciencia. Tengamos paz, sepamos que esto puede suceder y recemos al Buen Dios por la fe de nuestros hijos, que Él nunca deja caer una lágrima de madre o padre en vano.

10. El hijo recuerda cómo vivía en la casa de su padre

Una de las claves de la parábola es que el hijo, antes de volver, recuerda con cariño la experiencia de su vida como hijo amado. Ahí es donde tenemos que concentrar nuestras energías. El amor de familia, el recuerdo del hogar son la verdadera herencia del Padre Misericordioso.

Y eso se forja antes, mucho antes de que nuestros hijos decidan seguir su rumbo. Por eso es tan importante que durante su infancia y adolescencia nos enfoquemos en que su experiencia filial sea lo más benéfica posible.

Que sepamos que el amor que les damos durante su infancia y adolescencia va a moldear su carácter, su modo de ver la vida y su modo particular de amar en el futuro a su esposa e hijos, o a sus hijos espirituales en el caso de que Dios suscite la vocación religiosa o sacerdotal en tu hijo.

El amor de los padres es reflejo del amor de Dios, y como tal también moldea la fe de tus hijos. No solo el amor que los padres tienen a los hijos, sino el amor que los padres tienen entre sí. Así que ¡A cuidar a tu cónyuge, para beneficio de tus hijos!

11. El hijo que vuelve

Y un día, el hijo que se rebeló, el que se fue a estudiar lejos, el que no quería saber nada con nosotros, el que incluso nos despreció, vuelve. Me corrijo: no vuelve ese hijo, vuelve una persona renovada, un nuevo hijo. Y generalmente, ese hijo templado por las tormentas de su vida, va a ser extraordinariamente mejor que el que se fue.

Y tenemos que hacer como el Padre Misericordioso: devolverle inmediatamente y sin preguntar nada, la dignidad de hijo. Nuestro hijo sigue siendo nuestro hijo, pero con una ventaja: ya es un adulto probado por la vida, y va a poder acercarse y comprendernos mucho mejor a nosotros como padres.

Ya vamos a poder hablar de igual a igual, de adulto a adulto, de persona fogueada a persona fogueada. Nuestro amor de padres se va a ver engrandecido por lo que nuestro hijo logró por sus propios medios.

«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender


La Anunciación del Señor, solemnidad

marzo 25, 2021

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He aquí la esclava del Señor
He aquí la esclava del Señor: Hágase en mí, de mí…

 

Antífona de entrada: Hb 10, 5. 7

Cuando el Señor entró en el mundo dijo: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.

Oración colecta

Señor, tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María; concédenos, en tu bondad, que cuantos confesamos a nuestro Redentor, como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 7, 10-14;8,10

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»

Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»

Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».»

SALMO 39,7-8a.8b-9.10.11

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.»

«Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.

SEGUNDA LECTURA: Hebreos 10, 4-10

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.

Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.»»

Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.»

Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 1, 14ab

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria.

EVANGELIO: Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

Antífona de comunión: Is 7, 14

Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros.

 

25 de Marzo
La Anunciación del Señor

 

La Anunciación del Plan Salvífico y Encarnación del Verbo en la Virgen María: Comienzo de la salvación.
La Anunciación del Plan Salvífico de Dios Trinidad y Encarnación del Verbo en el seno de la Virgen María: Comienzo de la salvación.

 

 

EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN
De las cartas de san León Magno, papa

La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invul­nerable se une a la naturaleza pasible; de este modo, como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición.

El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza huma­na, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla.

Esta naturaleza nuestra quedó viciada cuando el hombre ­se dejó engañar por el maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. Él, en efecto, aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo partícipe de nues­tros pecados.

Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo –por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales– fue una dignación de su misericor­dia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, perman­eciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición ­de esclavo.

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas.

En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte.

El mismo que es Dios verdadero es también hombre verdadero, y en él, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así cómo la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza.

La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; es hombre, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.


Maná y Vivencias Cuaresmales (32), 20.3.21

marzo 20, 2021

Sábado de la 4ª semana de Cuaresma

¿Acaso nuestra ley permite juzgar a alguien sin escucharlo primero?

Antífona de entrada: Salmo 17, 5-7

Oleaje de muerte me envolvía, torrentes destructores me aterraban; pero en mi angustia invoqué al Señor y él escuchó mi voz desde su templo.

Oración colecta

Que tu amor y tu misericordia dirijan nuestros corazones, Señor, ya que sin tu ayuda no podemos complacerte. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Jeremías 11, 18-20

El Señor me instruyó, y comprendí, me explicó lo que hacían. Yo, como cordero manso, llevado al matadero, no sabía los planes homicidas que contra mí planeaban:

«Talemos el árbol en su lozanía, arranquémoslo de la tierra vital, que su nombre no se pronuncie más.» Pero tú, Señor de los ejércitos, juzgas rectamente, pruebas las entrañas y el corazón; veré mi venganza contra ellos, porque a ti he encomendado mi causa.

SALMO 7, 2-3.9bc-10.11-12

Señor, Dios mío, a ti me acojo.

Señor, Dios mío, a ti me acojo, líbrame de mis perseguidores y sálvame, que no me atrapen como leones y me desgarren sin remedio.

Júzgame, Señor, según mi justicia, según la inocencia que hay en mí. Cese la maldad de los culpables, y apoya tú al inocente, tú que sondeas el corazón y las entrañas, tú, el Dios justo.

Mi escudo es Dios, que salva a los rectos de corazón. Dios es un juez justo, Dios amenaza cada día.

Aclamación antes del Evangelio: Juan 3, 16

Tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en él no muera, sino que tenga vida eterna.

EVANGELIO: Juan 7, 40-53

En aquel tiempo, algunos de entre la gente, que habían oído los discursos de Jesús, decían: «Éste es de verdad el profeta.»
Otros decían: «Éste es el Mesías.»
Pero otros decían: «¿Es que de Galilea va a venir el Mesías? ¿No dice la Escritura que el Mesías vendrá del linaje de David, y de Belén, el pueblo de David?»

Y así surgió entre la gente una discordia por su causa. Algunos querían prenderlo, pero nadie le puso la mano encima.
Los guardias del templo acudieron a los sumos sacerdotes y fariseos, y éstos les dijeron: «¿Por qué no lo habéis traído?»

Los guardias respondieron: «Jamás ha hablado nadie como ese hombre.»
Los fariseos les replicaron: «¿También vosotros os habéis dejado embaucar? ¿Hay algún jefe o fariseo que haya creído en él? Esa gente que no entiende de la Ley son unos malditos.»

Nicodemo, el que había ido en otro tiempo a visitarlo y que era fariseo, les dijo: «¿Acaso nuestra ley permite juzgar a nadie sin escucharlo primero y averiguar lo que ha hecho?»

Ellos le replicaron: «¿También tú eres galileo? Estudia y verás que de Galilea no salen profetas.»
Y se volvieron cada uno a su casa.

Antífona de comunión: 1 Pedro 1, 19

Hemos sido rescatados con la Sangre preciosa de Cristo, el Cordero sin defecto y sin mancha.

VIVENCIAS CUARESMALES

La gente estaba dividida a causa de Jesús


32. SÁBADO

CUARTA SEMANA DE CUARESMA

TEMA ILUMINADOR.- Las opiniones sobre los orígenes de Jesús dividen a la gente. Signo de contradicción.

Lectura evangélica.- Unos decían: “Realmente este hombre es el profeta”. Otros afirmaban también: “Es el Cristo”. Pero otros se preguntaban: “El Cristo, ¿puede venir de Galilea?”. La gente estaba dividida a causa de Jesús.

El enfrentamiento del poder del mal con el bien resulta cada vez más directo y encarnizado. Mientras tanto el justo no se hace justicia por sí mismo, no se cuida a sí mismo, pues ha confiado a Dios la defensa de su vida. Hasta vive de una manera casi ingenua e irresponsable, porque Dios es su poderoso guardián. Y nadie puede hacer nada contra él si no se le permite desde arriba.

Además, Dios mismo dosifica las pruebas para que el justo salga ganando en todo. Él es fiel y compasivo, y, por tanto, no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas.

En este ambiente de persecución se mueven casi todos los textos de la misa de hoy: Salmo de entrada: 17, 5-7, Juan 7, 40-53. Frente a esa amenaza, el justo es instruido internamente por Dios mismo en el ejercicio de su oración: Salmo 7, 23; 9, 10; 11, 12; Jeremías 11, 18-20: Yahvé me lo había advertido y yo mismo lo pude comprobar. Tú me abriste los ojos para ver sus maniobras.

No es pura susceptibilidad, ni manía persecutoria ni victimismo sino la realidad cruda vista desde Dios y en paz; esa dura realidad posibilita un crecimiento en el amor y proporciona al justo la sabiduría auténtica según Dios. Es decir, la madurez espiritual y la victoria definitiva; la inexpugnabilidad del profeta.

Sin embargo, para curarse en salud, la oración sobre las ofrendas pone en boca del justo esta plegaria: “Somete nuestras voluntades rebeldes a tu santa voluntad”. Todo es poco para cultivar la humildad y distanciarse de la vanagloria y del victimismo. Sigue vigente la súplica cuaresmal: “Señor, sondea mi corazón; mira si mi camino se desvía, examíname, enséñame, ten paciencia conmigo”.

Escuchemos la Lectura de Jeremías porque es mucho lo que se atreve a decir el profeta, 11, 20: “Yahvé de los ejércitos, que juzgas rectamente y que ves el fondo de las entrañas”. El profeta se despoja de sus disfraces de seguridad e incredulidad, y se atreve a retar al mismo Dios para que le tome en serio su palabra. Él no vive de rentas; rehúsa privilegios, trampas y rodeos, y permanece confiado en su valiente y fuerte Salvador.

Resumiendo la semana: las dos posturas contrapuestas: a favor de Jesús y en contra de Jesús. La razón de la sinrazón para rechazar a Jesús: trabaja en sábado para hacer curaciones; ¿de Nazaret puede salir algo bueno? El Mesías no puede ser galileo; nosotros “sabemos” dónde nacerá el Mesías. De ése no sabemos nada.

Por otro lado, las razones de la fe sencilla en Jesús: nadie habló como él. ¿No será éste el Mesías?; nadie puede hacer milagros si Dios no está con él; y Dios no escucha a los pecadores; ¡Él es un profeta! Él me ha dicho todo lo que yo he hecho; ¿quién es el Mesías, dónde está para que crea en Él?

De las cartas pascuales de san Atanasio, obispo

Vamos preparando la cercana fiesta del Señor no sólo con palabras, sino también con obras.

El Verbo, que por nosotros quiso serlo todo, nuestro Señor Jesucristo, está cerca de nosotros, ya que él prometió que estaría continuamente a nuestro lado. Dijo en efecto: Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.Y, del mismo modo que es a la vez pastor, sumo sacerdote, camino y puerta, ya que por nosotros quiso serlo todo, así también se nos ha revelado como fiesta y solemnidad, según aquellas palabras del Apóstol:

Ha sido inmolada nuestra víctima pascual: Cristo; puesto que su persona era la Pascua esperada. Desde esta perspectiva, cobran un nuevo sentido aquellas palabras del salmista: Tú eres mi júbilo: me libras de los males que me rodean.En esto consiste el verdadero júbilo pascual, la genuina celebración de la gran solemnidad, en vernos libres de nuestros males; para llegar a ello, tenemos que esforzarnos en reformar nuestra conducta y en meditar asiduamente, en la quietud del temor de Dios.

Así también los santos, mientras vivían en este mundo, estaban siempre alegres, como si siempre estuvieran celebrando fiesta; uno de ellos, el bienaventurado salmista, se levantaba de noche, no una sola vez, sino siete, para hacerse propicio a Dios con sus plegarias. Otro, el insigne Moisés, expresaba en himnos y cantos de alabanza su alegría por la victoria obtenida sobre el Faraón y los demás que habían oprimido a los hebreos con duros trabajos.

Otros, finalmente, vivían entregados con alegría al culto divino, como el gran Samuel y el bienaventurado Elías; ellos, gracias a sus piadosas costumbres, alcanzaron la libertad, y ahora celebran en el cielo la fiesta eterna, se alegran de su antigua peregrinación, realizada en medio de tinieblas, y contemplan ya la verdad que antes sólo habían vislumbrado.

Nosotros, que nos preparamos para la gran solemnidad, ¿qué camino hemos de seguir? Y, al acercarnos a aquella fiesta, ¿a quién hemos de tomar por guía? No a otro, amados hermanos, y en esto estaremos de acuerdo vosotros y yo, no a otro, fuera de nuestro Señor Jesucristo, el cual dice:

Yo soy el camino. Él es, como dice san Juan, el que quita el pecado del mundo;él es quien purifica nuestras almas, como dice en cierto lugar el profeta Jeremías: Paraos en los caminos a mirar, preguntad: ¿Cuál es el buen camino?; seguidlo, y hallaréis reposo para vuestras almas.

En otro tiempo, la sangre de los machos cabríos y la ceniza de la ternera esparcida sobre los impuros podía sólo santificar con miras a una pureza legal externa; mas ahora, por la gracia del Verbo de Dios, obtenemos una limpieza total; y así enseguida formaremos parte de su escolta y podremos ya desde ahora, como situados en el vestíbulo de la Jerusalén celestial, preludiar aquella fiesta eterna; como los santos apóstoles, que siguieron al Salvador como a su guía, y por esto eran, y continúan siendo hoy, los maestros de este favor divino; ellos decían, en efecto: Nosotros lo hemos dejado todo y te hemos seguido.

También nosotros nos esforzamos por seguir al Señor y, así, vamos preparando la fiesta del Señor no sólo con palabras, sino también con obras (Carta 14, 1-2: PG 26, 1419-1420).


Maná y Vivencias Cuaresmales (27), 15.3.21

marzo 15, 2021

Lunes de la 4ª semana de Cuaresma

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alabarle-der-med
Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.


Antífona de entrada: Salmo 30, 7-8

Yo tengo mi confianza en ti, Señor, yo gozaré y me alegraré porque has mirado con bondad mi desgracia y conoces mis angustias.

Oración colecta

Oh Dios, que renuevas el mundo por medio de sacramentos divinos, concede a tu Iglesia la ayuda de estos auxilios del cielo sin que le falten los necesarios de la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.



PRIMERA LECTURA: Isaías 65, 17-21

Así dice el Señor: «Mirad: yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva: de lo pasado no habrá recuerdo ni vendrá pensamiento, sino que habrá gozo y alegría perpetua por lo que voy a crear.

Mirad: voy a transformar a Jerusalén en alegría, y a su pueblo en gozo; me alegraré de Jerusalén y me gozaré de mi pueblo, y ya no se oirán en ella gemidos ni llantos; ya no habrá allí niños malogrados ni adultos que no colmen sus años, pues será joven el que muera a los cien años, y el que no los alcance se tendrá por maldito.

Construirán casas y las habitarán, plantarán viñas y comerán sus frutos.

SALMO 29, 2.4.5-6.11-12a.13b

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado.

Te ensalzaré, Señor, porque me has librado y no has dejado que mis enemigos se rían de mí. Señor, sacaste mi vida del abismo, me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa.

Tañed para el Señor, fieles suyos, dad gracias a su nombre santo; su cólera dura un instante; su bondad, de por vida; al atardecer nos visita el llanto; por la mañana, el júbilo.

Escucha, Señor, y ten piedad de mí; Señor, socórreme. Cambiaste mi luto en danzas. Señor, Dios mío, te daré gracias por siempre.

Aclamación antes del evangelio: Amos 5, 14

Buscad el bien y no el mal, y viviréis; así será verdad lo que decís: que el Señor, el Dios todopoderoso, está con vosotros.

EVANGELIO: Juan 4, 43-54

En aquel tiempo, salió Jesús de Samaria para Galilea. Jesús mismo había hecho esta afirmación: «Un profeta no es estimado en su propia patria.» Cuando llegó a Galilea, los galileos lo recibieron bien, porque habían visto todo lo que había hecho en Jerusalén durante la fiesta, pues también ellos habían ido a la fiesta.

Fue Jesús otra vez a Caná de Galilea, donde había convertido el agua en vino. Había un funcionario real que tenía un hijo enfermo en Cafarnaún. Oyendo que Jesús había llegado de Judea a Galilea, fue a verle, y le pedía que bajase a curar a su hijo que estaba muriéndose.

Jesús le dijo: «Como no veáis signos y prodigios, no creéis.»
El funcionario insiste: «Señor, baja antes de que se muera mi niño.»
Jesús le contesta: «Anda, tu hijo está curado.»

El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino. Iba ya bajando, cuando sus criados vinieron a su encuentro diciéndole que su hijo estaba curado. Él les preguntó a qué hora había empezado la mejoría.
Y le contestaron: «Hoy a la una lo dejó la fiebre.»

El padre cayó en la cuenta de que ésa era la hora cuando Jesús le había dicho: «Tu hijo está curado.» Y creyó él con toda su familia. Este segundo signo lo hizo Jesús al llegar de Judea a Galilea.

Antífona de comunión: Ezequiel 36, 27

Pondré en vosotros mi espíritu y haré que cumpláis mis leyes y decretos.



VIVENCIAS CUARESMALES

El hombre creyó y se puso en camino



27. LUNES

CUARTA SEMANA

DE CUARESMA




TEMA: El poder de la fe produce los milagros de Jesús. «Vete, tu hijo está vivo. El hombre creyó en la palabra de Jesús y se puso en camino» (Jn. 4, 43-54).

La fe es la fuerza del hombre y la debilidad de Dios. La fe es darle crédito a Dios y hacer lo que él dice, antes que nada y por encima de todo, y no tanto poner nuestra confianza en la experiencia propia o la sabiduría, la imaginación.

El reconocimiento del pecado, no puede dejarnos en la inanición, desesperanza o negativismo, sino todo lo contrario. Reconocemos nuestra impotencia, pero a la vez el poder absoluto de Dios que «dice» y «pone por obra». Lo que dice Dios es «lo seguro y normativo, lo correcto, lo único y definitivo».

Su palabra, que se identifica con su voluntad, amor y poder, dice: «Mirad, yo voy a crear un cielo nuevo y una tierra nueva». El hombre que reconoce su pequeñez experimenta en ese mismo grado el poder de Dios que lo hace criatura nueva.

Entonces, todo lo ve con nuevos ojos y sabe que es obra de Dios y no suya, y se llena su boca de alabanzas y se estremece profundamente en su corazón, con un sincero reconocimiento y un anonadamiento ante la infinita misericordia de Dios.

No es una pura emoción, pura sensiblería ante un fantasma irreal; hay realidades incontestables como la alegría, la paz, el perdón, la ilusión; signos inequívocos de la presencia del Espíritu de Dios que es Espíritu de santidad y buen juicio, donde no hay mentira, ni oscuridad, ni temor.

«Mirad mis manos y mis pies, soy yo, el Señor». La verdadera religión supone un encuentro con un alguien. No es pura autosugestión. Y se reconoce por los hechos.

Escuchemos a Isaías que nos anuncia los milagros de Dios en nuestras vidas: Isaías 65, 17. Creer es fiarse de Dios y dejar todas nuestras seguridades; es abrirse a la alabanza, es disponerse a creer en la vida; es permanecer abierto al advenimiento de la luz en plenitud de existencia; en fin, es obra de Dios y colaboración del hombre.

Darle crédito a Dios es desencadenar el poder de Dios en nosotros que nos transforma de inmediato, lenta y progresivamente, siempre más.

Oigamos ahora el relato evangélico: El hombre creyó, dice el Evangelio, y se puso en camino.

Creer es tratar de ensayar un tipo nuevo de vida, es ponerse en camino como si ya estuviese concedido. Créelo y así será. Cree y da gracias a Dios por ello, por lo que hizo, hace y hará, pero verdaderamente.

«Cuando pidan algo, crean que ya se lo han dado, y así será».

 

De los sermones de san León Magno, papa
Del bien de la caridad

Dice el Señor en el evangelio de Juan: la señal por la que conocerán todos que sois discípulos míos será que os amáis unos a otros; y en la carta del mismo apóstol se puede leer: Queridos, amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios.

Que los fieles abran de par en par sus mentes y traten de penetrar, con un examen verídico, los afectos de su corazón; si llegan a encontrar alguno de los frutos de la caridad escondido en sus conciencias, no duden que tienen a Dios consigo, y, a fin de hacerse más capaces de acoger a tan excelso huésped, no dejen de multiplicar las obras de una misericordia perseverante. Pues, si Dios es amor, la caridad no puede tener fronteras, ya que la Divinidad no admite verse encerrada por ningún término.

Los presentes días, queridísimos hermanos, son especialmente indicados para ejercitarse en la caridad, por más que no hay tiempo que no sea a propósito para ello; quienes desean celebrar la Pascua del Señor con el cuerpo y el alma santificados deben poner especial empeño en conseguir, sobre todo, esta caridad, porque en ella se halla contenida la suma de todas las virtudes y con ella se cubre la muchedumbre de los pecados.

Por esto al disponernos a celebrar aquel misterio que es el más eminente, con el que la sangre de Jesucristo borró nuestras iniquidades, comencemos por preparar ofrendas de misericordia, para conceder por nuestra parte, a quienes pecaron contra nosotros, lo que la bondad de Dios nos concedió a nosotros.

La largueza ha de extenderse ahora, con mayor benignidad, hacia los pobres y los impedidos por diversas debilidades, para que el agradecimiento a Dios brote de muchas bocas, y nuestros ayunos sirvan de sustento a los menesterosos.

La devoción que más agrada a Dios es la de preocuparse de sus pobres, y, cuando Dios contempla el ejercicio de la misericordia, reconoce allí inmediatamente una imagen de su piedad.

No hay por qué temer la disminución de los propios haberes con esas expensas, ya que la benignidad misma es una gran riqueza, ni puede faltar materia para la largueza allí donde Cristo apacienta y es apacentado.

En toda esta faena interviene aquella mano que aumenta el pan cuando lo parte, y lo multiplica cuando lo da.

Quien distribuye limosnas debe sentirse seguro y alegre, porque obtendrá la mayor ganancia cuando se haya quedado con el mínimo, según dice el bienaventurado apóstol Pablo:

El que proporciona semilla para sembrar y pan para comer os proporcionará y aumentará la semilla, y multiplicará la cosecha de vuestra justicia en Cristo Jesús, Señor nuestro, que vive y reina con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén (Sermón 10 sobre la Cuaresma, 3-5: PL 54, 299-301).


Maná y Vivencias Cuaresmales (20), 8.3.21

marzo 8, 2021

Lunes de la 3ª Semana de Cuaresma

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Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío
Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca, Señor. Dios mío. 


Antífona de entrada: Salmo 83, 3

Mi alma se consume de deseos por los atrios del Señor. Mi corazón y mi carne claman ansiosos por el Dios viviente.

Oración colecta

Señor, purifica y protege a tu Iglesia con misericordia continua y, pues sin tu ayuda no puede mantenerse incólume, que tu protección la dirija y la sostenga siempre. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: 2 Reyes 5, 1-15

En aquellos días, Naamán, general del ejército del rey sirio, era un hombre que gozaba de la estima y del favor de su señor, pues por su medio el Señor había dado la victoria a Siria. Era un hombre muy valiente, pero estaba enfermo de lepra.

En una incursión, una banda de sirios llevó de Israel a una muchacha, que quedó como criada de la mujer de Naamán, y dijo a su señora: «Ojalá mi señor fuera a ver al profeta de Samaria: él lo libraría de su enfermedad.»
Naamán fue a informar a su señor: «La muchacha israelita ha dicho esto y esto.»
El rey de Siria le dijo: «Ven, que te doy una carta para el rey de Israel.»

Naamán se puso en camino, llevando tres quintales de plata, seis mil monedas de oro y diez trajes. Presentó al rey de Israel la carta, que decía así: «Cuando recibas esta carta, verás que te envío a mi ministro Naamán para que lo libres de su enfermedad.»

Cuando el rey de Israel leyó la carta, se rasgó las vestiduras, exclamando: «¿Soy yo un dios capaz de dar muerte o vida, para que éste me encargue de librar a un hombre de su enfermedad? Fijaos bien, y veréis cómo está buscando un pretexto contra mí.»

El profeta Eliseo se enteró de que el rey de Israel se había rasgado las vestiduras y le envió este recado: «¿Por qué te has rasgado las vestiduras? Que venga a mí y verá que hay un profeta en Israel.»

Naamán llegó con sus caballos y su carroza y se detuvo ante la puerta de Eliseo. Eliseo le mandó uno a decirle: «Ve a bañarte siete veces en el Jordán, y tu carne quedará limpia.»

Naamán se enfadó y decidió irse, comentando: «Yo me imaginaba que saldría en persona a verme, y que, puesto en pie, invocaría al Señor, su Dios, pasaría la mano sobre la parte enferma y me libraría de mi enfermedad. ¿Es que los ríos de Damasco, el Abana y el Farfar, no valen más que toda el agua de Israel? ¿No puedo bañarme en ellos y quedar limpio?»

Dio media vuelta y se marchaba furioso. Pero sus siervos se le acercaron y le dijeron: «Señor, si el profeta te hubiera prescrito algo difícil, lo harías. Cuanto más si lo que te prescribe para quedar limpio es simplemente que te bañes.»

Entonces Naamán bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta, y su carne quedó limpia como la de un niño.

Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel.»

SALMO 41, 2.3;42,3.4

Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿cuándo veré el rostro de Dios?

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Envía tu luz y tu verdad: que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada.

Que yo me acerque al altar de Dios, al Dios de mi alegría; que te dé gracias al son de la cítara, Dios, Dios mío.

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Aclamación antes del Evangelio: Salmo 129, 5.7

Espero en el Señor y confío en su palabra, porque en él se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.

EVANGELIO: Lucas 4, 24-30

En aquel tiempo, dijo Jesús al pueblo en la sinagoga de Nazaret: «Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra. Os garantizo que en Israel había muchas viudas en tiempos de Elías, cuando estuvo cerrado el cielo tres años y seis meses, y hubo una gran hambre en todo el país; sin embargo, a ninguna de ellas fue enviado Elías, más que a una viuda de Sarepta, en el territorio de Sidón.

Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo; sin embargo, ninguno de ellos fue curado, más que Naamán, el sirio.»

Al oír esto, todos en la sinagoga se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte en donde se alzaba su pueblo, con intención de despeñarlo. Pero Jesús se abrió paso entre ellos y se alejaba.

Antífona de comunión: Salmo 116, 1-2

Alabad al Señor, todas las naciones, porque es inquebrantable su amor por nosotros.

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VIVENCIAS CUARESMALES

Os aseguro que ningún profeta es bien mirado en su tierra

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20. LUNES

TERCERA SEMANA DE CUARESMA

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TEMA.- La fe ilumina y sana: conduce al bautismo

Los caminos de Dios no son nuestros caminos. En la liturgia eucarística de este día nos encontramos con las mediaciones por las que Dios quiere llegar a los hombres.

Pero si el creyente no tiene mucho deseo de Dios y humildad, tropieza con la tentación del escándalo y el rechazo de la mediación dispuesta por Dios. Los personajes de las lecturas de hoy se indignan, protestan, se rasgan las vestiduras, se enojan, se enfurecen.

Lectura del segundo libro de los Reyes: 5, 1-15

Así el rey de Israel se indigna porque le piden un milagro. ¿»Acaso soy yo dios para dar muerte o vida»? ¿Para qué me mandó Dios este problema? Evidentemente, le falta la luz de la fe y la humildad necesarias y suficientes como para tantear los planes de Dios en los que no hay azar ni mucho menos despropósito ni injusticia. El hombre de Dios hará frente al problema desde la fe.

Naamán el sirio se escandaliza también, se decepciona, se molesta. Naamán se enojó y se retiró. Había pensado: ¿no podría bañarme en los ríos de Damasco? ¿no son mucho más grandes y cristalinos que todos los ríos de Israel? Los servidores de Naamán tienen más fe y más sentido común, y le sugieren obedecer. Él lo hace y así puede experimentar que no hay en el mundo otro Dios que el de Israel.

Lectura del Evangelio según san Lucas 4, 24-30

Los paisanos de Jesús se resisten a aceptar que Jesús, a quien todos conocen desde niño, tenga algo importante que decirles a ellos. No le creen, no le tienen fe. ¿Acaso no es el hijo de José? ¿No conocemos a todos sus familiares que viven en nuestro pueblo desde siempre? Y se resistían a creer.

Jesús les increpa su incredulidad: ningún profeta es bien recibido en su propia tierra o entre los suyos. Ellos reaccionan con mayor virulencia y hasta desprecio: «Se enojaron mucho, se amotinaron y lo arrastraron fuera de la ciudad».

La incredulidad nos daña, pero también daña al hermano a quien se le despoja del “misterio” que esconde su persona, pues cada hermano, no sólo tiene un mensaje para nosotros de parte de Dios, sino que toda su persona es un mensaje del amor de Dios.

En realidad en ello consiste su mayor riqueza y valor: ser imagen de Dios, regalo de Dios para todo el que así lo quiera recibir y agradecer.

Cada hermano es un don y una interpelación de Dios: acogido, se transforma en bendición; rechazado, en tropiezo, en maldición y desgracia, como les sucedió a los nazarenos y después a los judíos que lo negaron ante Pilatos y lo crucificaron.

Por eso el salmista nos invita a fomentar el deseo de Dios, la búsqueda de Dios, el ansia de ver su rostro en cada persona; y a ver su mano providente en cada circunstancia de la vida. Salmo 41, 2-3. 42, 3-4: Mi alma tiene sed del Dios vivo: ¿Cuándo entraré a ver el rostro el Dios?

ORACIÓN SUGERIDA

Mi alma tiene sed del Dios vivo, no de un dios muerto, domesticado y a mi medida. Tú, mi Dios, eres siempre un Dios sorpresivo, siempre mayor. Como busca la cierva sedienta, así te ansío, mi Dios.

Líbrame, Señor, de saber demasiado. Envíame tu luz y tu verdad; envíame la Palabra y el Espíritu: ellos me guiarán.

Señor, que yo te descubra detrás de todo cuanto sucede a mi alrededor: que la mirada de fe traspase los telones de las apariencias humanas, terrenas.

Si pudiera comprender de una vez que no hay casualidad, que todo es providencia, proyecto maravilloso de tu amor de predilección…

Ten paciencia conmigo, Señor, y enséñame tus caminos. Amén.

EJERCICIO ESPIRITUAL

Para habituarte a ver la disposición de Dios en todo, absolutamente en todo cuanto sucede, podrías hoy, especialmente al acabar el día, dar gracias a Dios por todo lo que has vivido y te ha sucedido, en particular por las adversidades o contratiempos.

Si lo haces así, seguramente tu mente y tu corazón se harán más capaces de descubrir la voluntad de Dios y se irán haciendo más dóciles para seguir los planes de Dios sobre ti y sobre los demás. Experimentarás una mayor liberación al no tener que entenderlo todo; ya no serás tú el único protagonista y responsable de todo.

Recuerda que los padres de Jesús no entendieron algún comportamiento de Jesús, por ejemplo su extravío en el Templo, pero María guardaba todo en su corazón.

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De los tratados morales de San Gregorio Magno, papa,
sobre el libro de Job:

Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

El apóstol Pablo, considerando en sí mismo las riquezas de la sabiduría interior y viendo al mismo tiempo que en lo exterior no es más que un cuerpo corruptible, dice: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro.

En el bienaventurado Job, la vasija de barro experimenta exteriormente las desgarraduras de sus úlceras, pero el tesoro interior permanece intacto. En lo exterior crujen sus heridas, pero del tesoro de sabiduría que nace sin cesar en su interior emanan estas palabras llenas de santas enseñanzas: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

Entendiendo por bienes los dones de Dios, tanto temporales como eternos, y por males las calamidades presentes, acerca de las cuales dice el Señor por boca del profeta: Yo soy el Señor, y no hay otro; artífice de la luz, creador de las tinieblas; autor de la paz, creador de la desgracia.

Artífice de la luz, creador de las tinieblas, porque, cuando por las calamidades exteriores son creadas las tinieblas del sufrimiento, en lo interior se enciende la luz del conocimiento espiritual.

Autor de la paz, creador de la desgracia, porque precisamente entonces se nos devuelve la paz con Dios, cuando las cosas creadas, que son buenas en sí, pero que no siempre son rectamente deseadas, se nos convierten en calamidades y causa de desgracia.

Por el pecado perdemos la unión con Dios; es justo, por tanto, que volvamos a la paz con él a través de las calamidades; de este modo, cuando cualquier cosa creada, buena en sí misma, se nos convierte en causa de sufrimiento, ello nos sirve de corrección, para que volvamos humildemente al autor de la paz.

Pero, en estas palabras de Job, con las que responde a las imprecaciones de su esposa, debemos considerar principalmente lo llenas que están de buen sentido. Dice, en efecto: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males?

Es un gran consuelo en medio de la tribulación acordarnos, cuando llega la adversidad, de los dones recibidos de nuestro Creador. Si acude en seguida a nuestra mente el recuerdo reconfortante de los dones divinos, no nos dejaremos doblegar por el dolor. Por esto, dice la Escritura: En el día dichoso no te olvides de la desgracia, en el día desgraciado no te olvides de la dicha.

En efecto, aquel que en el tiempo de los favores se olvida del temor de la calamidad cae en la arrogancia por su actual satisfacción. Y el que en el tiempo de la calamidad no se consuela con el recuerdo de los favores recibidos es llevado a la más completa desesperación por el estado mental.

Hay que juntar, pues, lo uno y lo otro, para que se apoyen mutuamente; así, el recuerdo de los favores templará el sufrimiento de la calamidad, y la previsión y temor de la calamidad moderará la alegría de los favores.

Por esto, aquel santo varón, en medio de los sufrimientos causados por sus calamidades, calmaba su mente angustiada por tantas heridas con el recuerdo de los favores pasados, diciendo: Si aceptamos de Dios los bienes, ¿no vamos a aceptar los males? (Libro 3, 15-16: PL 75, 606-608).

 


Maná y Vivencias Cuaresmales (2), 18.2.21

febrero 18, 2021

Jueves después de Ceniza

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Libertad para elegir el bien o el mal.
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Antífona de entrada: Salmo 54, 17-20.23

Clamé al Señor, y escuchó mi voz y me libró de los que me atacaban. Encomienda a Dios tus afanes y él te sustentará.

Oración colecta

Señor, que tu gracia inspire, sostenga y acompañe nuestras obras, para que nuestro trabajo comience en ti, como en su fuente, y tienda siempre a ti, como a su fin. Por nuestro Señor Jesucristo.

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PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 30, 15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo: «Mira: hoy te pongo delante la vida y el bien, la muerte y el mal. Si obedeces los mandatos del Señor, tu Dios, que yo te promulgo hoy, amando al Señor, tu Dios, siguiendo sus caminos, guardando sus preceptos, mandatos y decretos, vivirás y crecerás; el Señor, tu Dios, te bendecirá en la tierra donde vas a entrar para conquistarla.

Pero, si tu corazón se aparta y no obedeces, si te dejas arrastrar y te prosternas dando culto a dioses extranjeros, yo te anuncio hoy que morirás sin remedio, que, después de pasar el Jordán y de entrar en la tierra para tomarla en posesión, no vivirás muchos años en ella.

Hoy cito como testigos contra vosotros al cielo y a la tierra; te pongo delante vida y muerte, bendición y maldición. Elige la vida, y viviréis tú y tu descendencia, amando al Señor, tu Dios, escuchando su voz, pegándote a él, pues él es tu vida y tus muchos años en la tierra que había prometido dar a tus padres Abrahán, Isaac y Jacob.»
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SALMO 1

Dichoso el hombre que ha puesto su confianza en el Señor.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.
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Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 17

Arrepentíos, dice el Señor; porque el Reino de los cielos se ha acercado.
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EVANGELIO: Lucas 9, 22-25

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»

Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará. ¿De qué le sirve a uno ganar el mundo entero si se pierde o se perjudica a sí mismo?»
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Antífona de comunión: Salmo 50, 12

¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme.
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VIVENCIAS CUARESMALES

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La señal del cristiano

2. JUEVES DESPUÉS DE CENIZA

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TEMA: Libertad del hombre, capacidad de elegir

El camino hacia la fe: gracia de Dios y libertad del hombre
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Texto bíblico: Deuteronomio 30, 15-20.

«Ten en cuenta que hoy yo pongo ante ti el bien y la vida por una parte y por otra el mal y la muerte. Si escuchas los mandamientos de tu Dios que yo te prescribo, vivirás y te multiplicarás. Yahvé te bendecirá en la tierra que vas a poseer. Escoge pues la vida…

Pongo hoy por testigo ante ustedes al cielo y a la tierra, te pongo delante la vida y la muerte, la bendición o la maldición; escoge, pues, la vida para que vivas tú y tu descendencia. En eso está tu vida y la duración de tus días…»

Libertad del hombre: Dios a nadie va a salvar sin su colaboración, es decir, contra su voluntad. Pues el hombre se define por sus decisiones; tiene que optar, necesariamente; no puede permanecer en la indecisión, ambigüedad o indiferencia. Si no avanza, retrocede. Los talentos recibidos hay que invertirlos según la voluntad del Señor que nos los confió.

Por otra parte, Dios a nadie condenará sin justa causa. «Dios que te creó sin ti, no te salvará sin ti», enseñó certeramente san Agustín. Dios respeta nuestra libertad y espera nuestra decisión, pues quiere que todos se salven y, mediante el Santo Espíritu, hace agradables sus mandamientos, inspira y previene nuestras acciones, mueve nuestra voluntad hacia el bien. Pero siempre sin forzar nuestra libertad.

Por eso, afirmamos que sólo creerá el que “quiera” creer. Parafraseando a Luis Evely podemos afirmar que nunca verás tan claro, tan claro, que te sientas obligado a creer; ni tan oscuro, tan oscuro, que te parezca absurdo e irracional el creer. Nunca verás tan confuso y contradictorio que ello te exima de creer.

La fe, por tanto, exige un «plus», un algo más, un extra. La persona tiene que decidir libremente. Tiene que pronunciarse, definirse; implicarse comprometiendo todo su ser. 

Es decir, el hombre debe poner algo de su parte, debe querer creerle a Dios, debe mirar a Dios con tal admiración y benevolencia que, aunque se diera la posibilidad de que Dios fuera mentiroso, él se resistiría a creerlo; más aún, no lo quiere creer; más aún, hace a Dios sincero, “recrea” -si se puede hablar así- al mismo Dios, precisamente por su actitud humilde, benevolente, contemplativa y obsequiosa.

Y esto le hace más grande al hombre que a Dios. El hombre da la talla mediante su fe. Se mide. Se define a sí mismo.

La fe, pues, no se contenta con aceptar resignada y pasivamente la verdad y la realidad de Dios sino que la afirma, la hace existente por su amor, le interesa que Dios exista y sea Dios, no hombre; le gusta y se complace en que Dios sea soberano, y lo quiere por amor: Que Dios sea Dios.

La fe, por tanto, hasta podemos afirmar que recrea a Dios, le da consistencia, lo afirma, lo inventa por amor, si fuera necesario. La fe expresa una querencia dinámica del hombre que le sublima en su ser, le hace merecedor de salvación, lo introduce en una existencia generosa y por tanto feliz.

Pero tal apuesta es también gracia de Dios, no pura iniciativa y capacidad del hombre.

De ahí la expresión del salmista:

«Dichoso el hombre que teme al Señor;

su gozo es la ley del Señor.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia…»

(Salmo 1ero., vers. 1, 2, 3, 4 y 6).

El hombre, colocado ante el misterio de Dios, puede adoptar una doble postura:

por una parte, y gracias a la fe, apuesta por la sencillez, el respeto, la docilidad, la querencia, la inocencia, la voluntad de fidelidad y la benevolencia; o por el contrario, permite que en su corazón se vayan estableciendo la sospecha gratuita y torcida, la queja, la susceptibilidad, la hipersensibilidad, el resentimiento, la envidia, la soberbia, la autosuficiencia, el amor propio, la petulancia vanidosa, la insensatez, la superficialidad… en fin, el atrevimiento.

Esa apuesta por la fe y el amor generoso es equivalente a perder la vida por Cristo: es salir de sí mismo o renunciar a ganar el mundo; es decir, renunciar a vivir en total autonomía e independencia (evangelio).

Perder la vida propia significa vivir en total dependencia respecto de Dios. Es hacerle más caso a Dios que a uno mismo, librarse de la propia soledad para comunicarse con Dios hasta hacerse un solo ser con él; y así, adquirir la verdadera valía y la plena libertad y felicidad, pues “Nos hiciste, Señor, para ti…”, sentencia san Agustín.

San Pablo manifiesta su unión existencial con Dios en Cristo por obra del Espíritu: “Vivo yo, pero no soy yo; es Cristo quien vive en mí” (Gál 2, 20).

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ORACIÓN COLECTA (de la misa):

“Que tu gracia, Señor,

inspire, sostenga y acompañe nuestras obras

para que nuestro trabajo comience en ti como en su fuente

y tienda siempre a ti como a su fin”.

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ORACIÓN PERSONAL (sugerida):

Señor, Padre Santo,

enséñame el camino de la sencillez.

Enséñame a mirar a tu bendito Hijo Jesús

con toda atención y reverencia

para descubrir su maravillosa sumisión a ti y a los hombres,

obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz…

Ayúdame a negarme a mí mismo (Evangelio),

creyendo más en tus insinuaciones que en mis convicciones;

que no busque mi propio interés sino tu gloria,

que salga de mí mismo y me encuentre contigo.

Te lo pido por Cristo tu Hijo,

en quien nos das toda sabiduría y el sentido de nuestra vida. Amén.


Maná y Vivencias Cuaresmales (1), 17.2.21

febrero 17, 2021

MIÉRCOLES DE CENIZA (Ayuno y abstinencia)

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miércoles de ceniza
Miércoles de Ceniza: Comienza la Cuaresma.


Antífona de entrada: Sabiduría 11, 24-25.27

Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida.

Oración colecta

Señor, fortalécenos con tu auxilio al empezar la Cuaresma, para que nos mantengamos en espíritu de conversión; que la austeridad penitencial de estos días nos ayude en el combate cristiano contra las fuerzas del mal. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Joel 2, 12-18

«Ahora, oráculo del Señor, convertíos a mí de todo corazón con ayuno, con llanto, con luto. Rasgad los corazones y no las vestiduras; convertíos al Señor, Dios vuestro, porque es compasivo y misericordioso, lento a la cólera, rico en piedad; y se arrepiente de las amenazas.»

Quizá se arrepienta y nos deje todavía su bendición, la ofrenda, la libación para el Señor, vuestro Dios. Tocad la trompeta en Sión, proclamad el ayuno, convocad la reunión. Congregad al pueblo, santificad la asamblea, reunid a los ancianos. Congregad a muchachos y niños de pecho. Salga el esposo de la alcoba, la esposa del tálamo.

Entre el atrio y el altar lloren los sacerdotes, ministros del Señor, y digan: «Perdona, Señor, a tu pueblo; no entregues tu heredad al oprobio, no la dominen los gentiles; no se diga entre las naciones: ¿Dónde está su Dios? El Señor tenga celos por su tierra, y perdone a su pueblo.»

SALMO 50, 3-4.5-6a.12-13.14.17

Misericordia, Señor: hemos pecado.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Pues yo reconozco mi culpa, tengo siempre presente mi pecado: contra ti, contra ti sólo pequé, cometí la maldad que aborreces.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Devuélveme la alegría de tu salvación, afiánzame con espíritu generoso. Señor, me abrirás los labios, y mi boca proclamará tu alabanza.

SEGUNDA LECTURA: 2 Corintios 5, 20–6,2

Nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios.

Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios.

Secundando su obra, os exhortamos a no echar en saco roto la gracia de Dios, porque él dice: «En tiempo favorable te escuché, en día de salvación vine en tu ayuda»; pues mirad, ahora es tiempo favorable, ahora es día de salvación.

Aclamación: Salmo 94, 8

Hagámosle caso al Señor que nos dice: “No endurezcáis vuestro corazón”.

EVANGELIO: Mateo 6, 1-6.16-18

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuidad de no practicar vuestra justicia delante de los hombres para ser vistos por ellos; de lo contrario, no tendréis recompensa de vuestro Padre celestial.

Por tanto, cuando hagas limosna, no vayas tocando la trompeta por delante, como hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, con el fin de ser honrados por los hombres; os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando hagas limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace tu derecha; así tu limosna quedará en secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo pagará.

Cuando recéis, no seáis como los hipócritas, a quienes les gusta rezar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, cuando vayas a rezar, entra en tu aposento, cierra la puerta y reza a tu Padre, que está en lo escondido, y tu Padre, que ve en lo escondido, te lo pagará.

Cuando ayunéis, no andéis cabizbajos, como los hipócritas que desfiguran su cara para hacer ver a la gente que ayunan. Os aseguro que ya han recibido su paga. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que tu ayuno lo note, no la gente, sino tu Padre, que está en lo escondido; y tu Padre, que ve en lo escondido, te recompensara.»

Antífona de comunión: Salmo 1, 2-3

El que medita la ley del Señor día y noche, dará fruto a su tiempo.

VIVENCIAS CUARESMALES


1. MIÉRCOLES DE CENIZA

 

Mensaje central:

La ceniza simboliza la condición “creatural” del hombre. El Evangelio de hoy pide vivir en autenticidad, en coherencia ante Dios y ante los hombres. En este primer día cuaresmal deseamos renovar lo fundamental de la vida cristiana: Una interioridad llena de Dios y, por tanto, vaciada de toda «mundanidad». Pues somos «obra de Dios» desde el principio y desde lo más profundo de nuestro ser. Es nuestra vocación original.

I. DIOS, FUENTE DE VIDA Y DE PERDÓN

El texto bíblico de la antífona de entrada a la Misa, Sabiduría Cap. 11, 24-25-27, dice:

“Te compadeces de todos, porque todo lo puedes, Señor. Cierras los ojos a los pecados de los hombres para que se arrepientan. Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; a todos perdonas porque son tuyos, Señor, amigo de la vida”.

Consideraciones al respecto:

1. Dios es fuente de vida, de toda forma de vida. Por eso, nunca se cansa de nosotros, no se da por vencido a pesar de nuestras infidelidades; vuelve a llamarnos a la conversión una y otra vez; y de una forma especial, una vez al año, en un tiempo extraordinario, tiempo de gracia: la Cuaresma. Dios siempre da vida, no odia, quiere que todo viva: para eso Él ha creado todas las cosas.

2. Le recordamos a Dios que somos su obra, y, al recordárselo, le provocamos su amor propio, su celo, pues, en verdad somos su propiedad. Dios no puede permanecer indiferente ante nuestra suerte. Está vinculado con nosotros; mejor, nos «religó» para siempre con Él. “Nos hiciste, Señor, para ti”, rezará san Agustín.

3. Dios aparta su vista de nuestros pecados: nadie puede ver a Dios y seguir viviendo, porque la santidad de Dios asusta, trasciende al hombre; así como la indignidad del hombre abruma y mata. Dios es misericordioso, y, como sabe que somos de barro, “mide” al hombre en su capacidad para aguantar la conciencia de su culpabilidad.

Por eso, lo hiere en aquel mínimo suficiente que se necesita para que se arrepienta y tenga vida, sin caer en la desesperación o autocastigo. Como que Dios no nos mostraría toda la gravedad de nuestro desprecio a su bondad y misericordia infinitas, porque no podríamos soportarla, nos destruiría. El Padre quiere que tengamos vida en abundancia… para eso ha hecho pecado a su propio Hijo.

II. SER Y ACTUAR EN LA PRESENCIA DE DIOS: Mt. 6, 1-6. 16-18

Autenticidad: Andar en verdad. El Creador y la creatura.

1. Somos obra de Dios: sólo Él es nuestro amo y señor, nuestro soberano; por tanto, a nadie debemos llamar maestro; no deberíamos considerar a nadie nuestro dueño, ni permitir a otro que se haga maestro nuestro.

2. Por tanto debemos actuar, no ante los hombres, sino ante Dios. No para agradar a los hombres sino a Dios, no para recibir compensaciones humanas, siempre insatisfactorias, sino a Dios mismo. Sólo Él es nuestro origen y nuestro destino.

No podemos contentarnos con menos; eso es lo que él ha dispuesto. San Agustín lo expresa así: “Nos hiciste, Señor, para ti; y por tanto, siempre estaremos inquietos hasta que descansemos en ti”.

3. Los demás pertenecen a Dios, no a nosotros; por tanto, no podemos seducirlos o acapararlos, deslumbrarlos o utilizarlos en nuestro provecho, poniéndoles tropiezos en su camino hacia la verdad, o apartándolos de su única meta, Dios mismo.

Ceniza = Condición humana: La grandeza del hombre y a la vez su fragilidad radical se resumen en su condición de criatura. Es decir, no es Dios.

Por eso, al recibir la ceniza se le recuerda al creyente: Acuérdate de que eres polvo, y en polvo te convertirás. Dios le recuerda al hombre su dignidad radical basada en su vocación divina; y a la vez, reafirma la dignidad del hombre y su fe salvífica.

4. Autenticidad y sinceridad en nuestra relación con Dios. Debe ser la primera condición y base para la convivencia humana. La primera honestidad del hombre con Dios Padre será el fundamento de la honestidad con el hombre en las relaciones interpersonales y sociales, e incluso consigo mismo.

Repasemos el texto del Evangelio: Cuando reces no te vanaglories, no llames la atención; entra en lo secreto de tu corazón, de tu habitación para que tu oración quede en lo secreto y Dios, que ve en lo secreto, te lo premiará. Cuando des limosna, lo mismo; cuando hagas penitencia, lo mismo. Que todo quede en lo secreto para que Dios, que ve en lo secreto, te lo premie.

Oración sugerida

Oh Dios, fuente de toda verdad, Dios verdadero de Dios verdadero, concédeme andar por el camino de la autenticidad. Dame gusto en pensar y actuar con rectitud de intención en todos mis asuntos. Haz que aborrezca el camino de la mentira y de la falsedad. Dame tu santo temor para andar siempre honestamente en tu presencia hasta descansar en tu paz. Por Jesucristo nuestro Señor, el Fiel y verdadero.- Amén.

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De los sermones de san León Magno, papa

Purificación espiritual por el ayuno y la misericordia

Siempre, hermanos; la misericordia del Señor llena la tierra, y la misma creación natural, es para cada fiel, verdadero adoctrinamiento que lo lleva a la adoración de Dios, ya que el cielo y la tierra, el mar y cuanto en ellos hay manifiestan la bondad y omnipotencia de su autor, y la admirable belleza de todos los elementos que le sirven está pidiendo a la criatura inteligente una acción de gracias.

Pero cuando se avecinan estos días, consagrados más especialmente a los misterios de la redención de la humanidad, estos días que preceden a la fiesta pascual, se nos exige, con más urgencia, una preparación y una purificación del espíritu.

Porque es propio de la festividad pascual que toda la Iglesia goce del perdón de los pecados, no sólo aquellos que nacen en el sagrado bautismo, sino también aquellos que, desde hace tiempo, se cuentan ya en el número de los hijos adoptivos.

Pues si bien los hombres renacen a la vida nueva principalmente por el bautismo, como a todos nos es necesario renovarnos cada día de las manchas de nuestra condición pecadora, y no hay nadie que no tenga que ser cada vez mejor en la escala de la perfección, debemos esforzarnos para que nadie se encuentre bajo el efecto de los viejos vicios el día de la redención.

Por ello, en estos días, hay que poner especial solicitud y devoción en cumplir aquellas cosas que los cristianos deben realizar en todo tiempo; así viviremos, en santos ayunos, esta Cuaresma de institución apostólica, y precisamente no sólo por el uso menguado de los alimentos, sino sobre todo ayunando de nuestros vicios.

Y no hay cosa más útil que unir los ayunos santos y razonables con la limosna, que, bajo la única denominación de misericordia, contiene muchas y laudables acciones de piedad, de modo que, aun en medio de situaciones de fortuna desiguales, puedan ser iguales las disposiciones de ánimo de todos los fieles.

Porque el amor, que debemos tanto a Dios como a los hombres, no se ve nunca impedido hasta tal punto que no pueda querer lo que es bueno.

Pues, de acuerdo con lo que cantaron los ángeles: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor, el que se compadece caritativamente de quienes sufren cualquier calamidad es bienaventurado no sólo en virtud de su benevolencia sino por el bien de la paz.

Las realizaciones del amor pueden ser muy diversas y, así, en razón de esta misma diversidad, todos los buenos cristianos pueden ejercitarse en ellas, no sólo los ricos y pudientes, sino incluso los de posición media y aun los pobres; de este modo, quienes son desiguales por su capacidad de hacer limosna son semejantes en el amor y afecto con que la hacen (Sermón 6 sobre la Cuaresma, 1-2: PL, 54, 285-287).