El maná de cada día, 30.11.20

noviembre 30, 2020

San Andrés, apóstol

Segundo día de la novena a la Inmaculada Concepción
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San Andrés, apóstol.


Antífona de entrada: Mt 4, 18-19

El Señor, junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Pedro y Andrés, y los llamó: Veníos conmigo y los haré pescadores de hombres.

Oración colecta

Protégenos, Señor, con la constante intercesión del apóstol san Andrés a quien escogiste para ser predicador y pastor de tu Iglesia. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Romanos 10, 9-18

Si tus labios profesan que Jesús es el Señor, y tu corazón cree que Dios lo resucitó de entre los muertos, te salvarás. Por la fe del corazón llegamos a la justificación, y por la profesión de los labios, a la salvación. Dice la Escritura: «Nadie que cree en él quedará defraudado.»

Porque no hay distinción entre judío y griego; ya que uno mismo es el Señor de todos, generoso con todos los que lo invocan. Pues «todo el que invoca el nombre del Señor se salvará.»

Ahora bien, ¿cómo van a invocarlo, si no creen en él?; ¿cómo van a creer, si no oyen hablar de él?; y ¿cómo van a oír sin alguien que proclame?; y ¿cómo van a proclamar si no los envían? Lo dice la Escritura: «¡Qué hermosos los pies de los que anuncian el Evangelio!»

Pero no todos han prestado oído al Evangelio; como dice Isaías: «Señor, ¿quién ha dado fe a nuestro mensaje?» Así pues, la fe nace del mensaje, y el mensaje consiste en hablar de Cristo.

Pero yo pregunto: «¿Es que no lo han oído?» Todo lo contrario: «A toda la tierra alcanza su pregón, y hasta los límites del orbe su lenguaje.»

SALMO 18, 2-3.4-5

A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 19

Venid y seguidme -dice el Señor- y os haré pescadores de hombres.

EVANGELIO: Mateo 4, 18-22

En aquel tiempo, pasando Jesús junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, a Simón, al que llaman Pedro, y a Andrés, su hermano, que estaban echando el copo en el lago, pues eran pescadores. Les dijo: «Venid y seguidme, y os haré pescadores de hombres.»

Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Y, pasando adelante, vio a otros dos hermanos, a Santiago, hijo Zebedeo, y a Juan, que estaban en la barca repasando las redes con Zebedeo, su padre. Jesús los llamó también. Inmediatamente dejaron la barca y a su padre y lo siguieron.

Antífona de comunión: Jn 1, 41-42

Dijo Andrés a su hermano Simón: Hemos encontrado al Mesías (que significa Cristo). Y lo llevó a Jesús.
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San Andrés,  Apóstol

Andrés, nacido en Betsaida, fue primeramente discípulo de Juan Bautista, siguió después a Cristo y le presentó también a su hermano Pedro. Él y Felipe son los que llevaron ante Jesús a unos griegos, y el propio Andrés fue el que hizo saber a Cristo que había un muchacho que tenía unos panes y unos peces. Según la tradición, después de Pentecostés predicó el Evangelio en muchas regiones y fue crucificado en Acaya.

HEMOS ENCONTRADO AL MESÍAS

De las homilías de san Juan Crisóstomo, obispo,
sobre el evangelio de san Juan

Andrés, después de permanecer con Jesús y de aprender de él muchas cosas, no escondió el tesoro para sí solo, sino que corrió presuroso en busca de su hermano, para hacerle partícipe de su descubrimiento. Fíjate en lo que dice a su hermano: Hemos encontrado al Mesías, que significa Cristo. ¿Ves de qué manera manifiesta todo lo que había aprendido en tan breve espacio de tiempo?

Pues, por una parte, manifiesta el poder del Maestro, que les ha convencido de esto mismo, y, por otra, el interés y la aplicación de los discípulos, quienes ya desde el principio se preocupaban de estas cosas.

Son las palabras de un alma que desea ardientemente la venida del Señor, que espera al que vendrá del cielo, que exulta de gozo cuando se ha manifestado y que se apresura a comunicar a los demás tan excelsa noticia.

Comunicarse mutuamente las cosas espirituales es señal de amor fraterno, de entrañable parentesco y de sincero afecto.

Pero advierte también, y ya desde el principio, la actitud dócil y sencilla de Pedro. Acude sin tardanza: Y lo llevó a Jesús, afirma el evangelio. Pero que nadie lo acuse de ligereza por aceptar el anuncio sin una detenida consideración. Lo más probable es que su hermano le contase más cosas detalladamente, pues los evangelistas resumen muchas veces los hechos, por razones de brevedad.

Además, no afirma que Pedro creyera al momento, sino que lo llevó a Jesús, y a él se lo confió, para que del mismo Jesús aprendiera todas las cosas. Pues había también otro discípulo que tenía los mismos sentimientos.

Si Juan Bautista, cuando afirma: Éste es el Cordero, y: Bautiza con Espíritu Santo, deja que sea Cristo mismo quien exponga con mayor claridad estas verdades, mucho más hizo Andrés, quien, no juzgándose capaz para explicarlo todo, condujo a su hermano a la misma fuente de la luz, tan contento y presuroso, que su hermano no dudó ni un instante en acudir a ella.
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NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

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DÍA SEGUNDO

El deseo de virginidad de María

María respondió al ángel: ¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? (Lucas 1, 34)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

Mucho antes de que el Ángel Gabriel diera a María el mensaje de que Dios la había elegido para ser la madre de su Hijo, ella había decidido entregarse entera y exclusivamente a través del don de la virginidad perpetua. María sabía que Dios había establecido una Alianza –un lazo familiar- con el Pueblo de Israel en el Monte Sinaí. El Señor se había mantenido fiel a las promesas de la Alianza, pero Israel había violado esa fidelidad. Con sus repetidas desobediencias a los Mandamientos de Dios, Israel demostró ser una esposa adúltera. María, consciente de la historia de su pueblo y dolida por las infidelidades narradas por los Profetas, anhelaba vivir amando a Dios como su esposa fiel para reparar los pecados de su pueblo.

A continuación, la descripción del Papa Juan Pablo II del deseo de María de permanecer virgen toda su vida:

Ella misma deseaba encarnar en sí la imagen de la esposa completamente fiel y plenamente entregada al Espíritu divino y, por eso, se convierte en el comienzo del nuevo Israel, es decir, del pueblo querido por el Dios de la alianza en su corazón de esposo. María no usa, ni en el diálogo ni en el cántico, términos de la analogía nupcial, pero hace mucho más: confirma y consolida una consagración que ya está viviendo y que resulta su condición habitual de vida. En efecto, replica al Ángel de la anunciación: «No conozco varón» (Lc 1, 34). Es como si dijera: soy virgen consagrada a Dios y no quiero abandonar a este Esposo, porque creo que no lo quiere él, tan celoso de Israel, tan severo con quien lo ha traicionado, tan insistente en su misericordiosa llamada a la reconciliación. María es consciente de la infidelidad de su pueblo y quiere ser una esposa fiel al Esposo divino, tan amado.

Dios envió al Ángel Gabriel a la ciudad de Nazaret a decirle a María que había aceptado su deseo de pertenecerle exclusivamente a él y que, de hecho, él había puesto en ella ese deseo. El deseo de María de permanecer virgen era, en realidad, una respuesta al amor fiel de Dios hacia ella. El Ángel le anuncia a María que ella concebiría al hijo de Dios en su virginidad a través del poder del Espíritu Santo que vendría sobre ella y la cubriría con su sombra. Ella se convierte entonces en virgen, esposa y madre simultáneamente. La elección libre de María de permanecer virgen fue lo que posibilitó su pertenencia completa a Cristo como su madre y a cada uno de nosotros como nuestra madre amorosa. La Santísima Virgen María fue testigo de que el precioso valor de la virginidad existe siempre en orden al amor esponsal y la maternidad.

Oración

Dios Todopoderoso y Eterno, María se entregó a Ti sin reserva a través del don de su virginidad. Así como amó a Jesús con todo el corazón, sigue amando y sirviendo a todos sus hijos en la tierra. Por medio de su ejemplo, infunde en todos los miembros de tu Iglesia un aprecio más profundo del valor de la virginidad. Ayúdanos a comprender que la virginidad es el regalo perfecto que los esposos se entregan el uno al otro el día de su boda. Inspira a muchos jóvenes para que abracen una vida consagrada célibe o virgen en el sacerdocio o la vida religiosa. Enséñanos el significado de las palabras de tu Hijo: Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5, 8). Te lo pedimos por Cristo, Nuestro Señor. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida.
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.


El maná de cada día, 29.11.20

noviembre 28, 2020

Domingo I de Adviento, Ciclo B

Primer día de la novena a la Inmaculada Concepción

Al final de la entrada, una nota sobre la Corona de Adviento: Orígenes, simbolismo y oraciones para cada domingo.

¡Velad!
¡Velad, orad, se acerca vuestra liberación!


Antífona de entrada: Sal 24, 1-3

A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados.

Oración colecta

Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador». ¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos, y endureces nuestro corazón para que no te tema?

Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! En tu presencia se estremecerían las montañas.

«Descendiste, y las montañas se estremecieron». Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él.

Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados.

Todos éramos impuros, nuestra justicia era un vestido manchado; todos nos marchitábamos como hojas, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.

Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano.

SALMO 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19

Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha; tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos.

Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantó, y al hijo del hombre que tú has fortalecido.

Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.

SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 1, 3-9

Hermanos:

A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo.

Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.


Aclamación antes del Evangelio: Sal 84, 8

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

EVANGELIO: Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos.

Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

Antífona de comunión: Sal 84, 13

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.
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¡La vida es un sueño!

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Este modo de hablar de Jesús sobreentiende una visión bien precisa del mundo: el tiempo presente es como una larga noche; la vida que llevamos se parece a un sueño; la actividad frenética que en ella desarrollamos es, en realidad, un soñar. Un escritor español del siglo XVII, Calderón de la Barca, escribió un famoso drama sobre el tema: «La vida es sueño».

Del sueño nuestra vida refleja sobre todo la brevedad. El sueño ocurre fuera del tiempo. En el sueño las cosas no duran como en la realidad. Situaciones que requerirían días y semanas, en el sueño suceden en pocos minutos. Es una imagen de nuestra vida: llegados a la vejez, se mira atrás y se tiene la impresión de que todo no ha sido más que un soplo.

Otra característica del sueño es la irrealidad o vanidad. Uno puede soñar que está en un banquete y come y bebe hasta la saciedad; se despierta y se vuelve a tener hambre. Un pobre, una noche, sueña que se ha hecho rico: exulta en el sueño, se pavonea, hasta desprecia a su propio padre, fingiendo no reconocerlo, pero se despierta y ¡se encuentra nuevamente pobre como era antes!

Así sucede también cuando se sale del sueño de esta vida. Uno ha sido aquí abajo ricachón, pero he aquí que muere y se ve exactamente en la situación de aquel pobre que se despierta tras haber soñado que era rico. ¿Qué le queda de todas sus riquezas si no las ha empleado bien? Las manos vacías.

Hay una característica del sueño que no se aplica a la vida, la ausencia de responsabilidad. Puedes haber matado o robado en sueños; te despiertas y no hay rastro de culpa; tu certificado de antecedentes penales está sin mancha. No así en la vida; bien lo sabemos. Lo que uno hace en la vida deja huella, ¡y qué huella! Está escrito de hecho que «Dios dará a cada cual según sus obras» (Romanos 2, 6).

En el plano físico hay sustancias que «inducen» y ayudan a conciliar el sueño; se llaman somníferos y son bien conocidos por una generación como la nuestra, enferma de insomnio. También en el plano moral existe un terrible somnífero. Se llama hábito. El hábito es como un vampiro.

El vampiro –al menos según cuanto se cree– ataca a las personas que duermen y, mientras les chupa la sangre, a la vez les inyecta una sustancia soporífera que hace experimentar aún más dulce el dormir, de modo que el desafortunado se hunde cada vez más en el sueño y el vampiro le puede chupar toda la sangre que quiera.

También el hábito en el vicio adormece la conciencia, por lo que uno ya no siente ni siquiera remordimiento; cree estar muy bien y no se percata de que está muriendo espiritualmente.

La única salvación, cuando este «vampiro» se te ha pegado encima, es que llegue algo de improviso para despertarte del sueño. Esto es lo que se determina a hacer con nosotros la palabra de Dios con esos gritos de despertar que nos hace oír tan frecuentemente en Adviento: «¡Velad!».

Concluimos con una palabra de Jesús que nos abre el corazón a la confianza y a la esperanza: «Dichosos los siervos que el señor al venir encuentre despiertos; yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá» (Lucas 12, 37).

 

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

milagrosa


DÍA PRIMERO

La Inmaculada Concepción de la Madre de Dios

¡Toda hermosa eres, amada mía, no hay tacha en ti! (Cantar de los Cantares 4,7)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

Ya que Dios crea un alma inmortal a través de la unión conyugal del hombre y la mujer, la concepción de toda persona humana es sagrada. Dios llama a la existencia a la persona con su amor, incluso si la concepción se da por un acto de lujuria o violencia.

Cuando la Virgen María fue concebida en el seno de su madre, Dios creó su alma inmortal y la llenó de su vida divina. En la Inmaculada Concepción, Dios redimió en forma especialísima a María preservándola del Pecado Original en previsión de los méritos de Cristo, el Salvador.

Desde el primer instante de su vida, María era de una hermosura plena, llena de gracia (Lc 1,28), sin ningún rastro de egoísmo ni inclinación al pecado y con una libertad sin igual para amar a Dios y a todos los demás.

En la concepción de María, Dios la dotó de las armas para destruir el reino de Satanás (Gen 3,15). La caridad de Cristo llenó a María desde el primer instante de su existencia, dentro del vientre de su madre.

Con estas palabras proclamó el Papa Pío IX el Dogma de la Inmaculada Concepción: Declaramos, pronunciamos y definimos que la doctrina que sostiene que la Santísima Virgen María, desde el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios Todopoderoso, en previsión de los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, fue preservada de toda mancha del pecado original, es doctrina revelada por Dios y por consiguiente debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles.

La buena noticia de la Inmaculada Concepción es que hay más amor en el alma inmaculada de María que mal en el mundo. En su Inmaculada Concepción, Dios dotó a María de la capacidad para dar su sí libremente a su plan de salvación en Cristo y para ayudarnos a nosotros, sus hijos, a decir también que .

Oración

Dios, Padre Todopoderoso, en el momento de nuestra concepción llamaste a cada uno de nosotros a la existencia con tu amor. Amaste a María asombrosamente en su Inmaculada Concepción, preservándola de heredar el pecado de Adán por los méritos anticipados del Salvador. La preparaste en su concepción para ser la Madre y compañera de tu Hijo y nuestra madre amorosa.

Concede a toda persona una reverencia cada vez más honda hacia tu presencia y acción creadora en la concepción humana.

Ayuda a todos a reconocer el mal que hay en el aborto y la anticoncepción, y todos los pecados que ofenden a nuestro Dios Creador.

Que en el abrazo maternal de María, cada cristiano promueva el respeto y la veneración a la vida humana en todas sus etapas.

Te lo pedimos por Jesucristo, Nuestro Señor. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.

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LA CORONA O GUIRNALDA DE ADVIENTO ES EL
PRIMER ANUNCIO DE NAVIDAD

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Adviento, desear a Dios.

La palabra ADVIENTO es de origen latín y quiere decir VENIDA. Es el tiempo en que los cristianos nos preparamos para la venida de Jesucristo. El tiempo de adviento abarca cuatro semanas antes de Navidad.

Origen: La corona de adviento encuentra sus raíces en las costumbres pre-cristianas de los germanos (Alemania).

Nueva realidad: Los cristianos supieron apreciar la enseñanza de Jesús: Juan 8, 12: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida.». La luz que prendemos en la oscuridad del invierno nos recuerda a Cristo que vence la oscuridad. Nosotros, unidos a Jesús, también somos luz: Mateo 5, 14 «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte.”

En el siglo XVI católicos y protestantes alemanes utilizaban este símbolo para celebrar el adviento: Aquellas costumbres primitivas contenían una semilla de verdad que ahora podía expresar la verdad suprema: Jesús es la luz que ha venido, que está con nosotros y que vendrá con gloria. Las velas anticipan la venida de la luz en la Navidad: Jesucristo.

La corona de adviento se hace con follaje verde sobre el que se insertan cuatro velas. Tres velas son color violeta, una es rosa. El primer domingo de adviento encendemos la primera vela y cada domingo de adviento encendemos una vela más hasta llegar a la Navidad. La vela rosa corresponde al tercer domingo y representa el gozo.

Mientras se encienden las velas se hace una oración, utilizando algún pasaje de la Biblia y se entonan cantos. Esto lo hacemos en las misas de adviento y también es recomendable hacerlo en casa, por ejemplo antes o después de la cena. Si no hay velas de esos colores aun se puede hacer la corona ya que lo más importante es el significado: la luz que aumenta con la proximidad del nacimiento de Jesús quien es la Luz del Mundo. La corona se puede llevar a la iglesia para ser bendecida por el sacerdote.

La corona de adviento encierra varios simbolismos:

La forma circular: El círculo no tiene principio ni fin. Es señal del amor de Dios que es eterno, sin principio y sin fin, y también de nuestro amor a Dios y al prójimo que nunca debe de terminar.

Las ramas verdes: Verde es el color de esperanza y vida. Dios quiere que esperemos su gracia, el perdón de los pecados y la gloria eterna al final de nuestras vidas. El anhelo más importante en nuestras vidas debe ser llegar a una unión más estrecha con Dios, nuestro Padre.

Las cuatro velas: Nos hacen pensar en la obscuridad provocada por el pecado que ciega al hombre y lo aleja de Dios. Después de la primera caída del hombre, Dios fue dando poco a poco una esperanza de salvación que iluminó todo el universo como las velas la corona. Así como las tinieblas se disipan con cada vela que encendemos, los siglos se fueron iluminando con la cada vez más cercana llegada de Cristo a nuestro mundo.

Son cuatro velas las que se ponen en la corona y se prenden de una en una, durante los cuatro domingos de adviento al hacer la oración en familia.

Las manzanas rojas que adornan la corona: Representan los frutos del jardín del Edén con Adán y Eva que trajeron el pecado al mundo pero recibieron también la promesa del Salvador Universal.

El listón rojo: Representa nuestro amor a Dios y el amor de Dios que nos envuelve.

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Corona de Adviento: Origen, simbolismo y oraciones
Corona de Adviento: Origen, simbolismo y oraciones

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BENDICIÓN DE LA CORONA DE ADVIENTO

En algunas parroquias o colegios se hace la bendición de las Coronas de Adviento. Si no se puede asistir a estas celebraciones, se puede hacer la bendición en familia con la siguiente oración:

Señor Dios, bendice con tu poder nuestra corona de adviento

para que, al encenderla, despierte en nosotros

el deseo de esperar la venida de Cristo practicando las buenas obras,

y para que así, cuando Él llegue, seamos admitidos al Reino de los Cielos.

Te lo pedimos por Cristo nuestro Señor.

Todos: Amén.

La bendición de Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre esta Corona y sobre todos los que con ella queremos preparar la venida de Jesús.

 

PROPONEMOS ESTE ESQUEMA SENCILLO PARA ORAR AL ENCENDER LA VELA DE ADVIENTO

PRIMER DOMINGO, LLAMADA A LA VIGILANCIA

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: Encendemos, Señor, esta luz, como aquel que enciende su lámpara para salir, en la noche, al encuentro del amigo que ya viene. En esta primer semana de Adviento queremos levantarnos para esperarte preparados, para recibirte con alegría. Muchas sombras nos envuelven. Muchos halagos nos adormecen.

Queremos estar despiertos y vigilantes, porque tú traes la luz más clara, la paz más profunda y la alegría más verdadera. ¡Ven, Señor Jesús! ¡Ven, Señor Jesús!

SEGUNDO DOMINGO

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: Los profetas mantenían encendida la esperanza de Israel. Nosotros, como un símbolo, encendemos estas dos velas. El viejo tronco está rebrotando se estremece porque Dios se ha sembrado en nuestra carne…

Que cada uno de nosotros, Señor, te abra su vida para que brotes, para que florezcas, para que nazcas y mantengas en nuestro corazón encendida la esperanza. ¡Ven pronto, Señor! ¡Ven, Salvador!

TERCER DOMINGO

ENCENDIDO DE LA VELA. Oración.

Guía: En las tinieblas se encendió una luz, en el desierto clamó una voz. Se anuncia la buena noticia: ¡El Señor va a llegar! ¡Preparen sus caminos, porque ya se acerca! Adornen su alma como una novia se engalana el día de su boda. ¡Ya llega el mensajero!. Juan Bautista no es la luz, sino el que nos anuncia la luz.

Cuando encendemos estas tres velas cada uno de nosotros quiere ser antorcha tuya para que brilles, llama para que calientes. ¡Ven, Señor, a salvarnos, envuélvenos en tu luz, caliéntanos en tu amor!

CUARTO DOMINGO

SE ENCIENDEN LAS CUATRO VELAS

Humildad y gloria

El Nacimiento de Jesús

Guía: Lectura del Evangelio según San Lucas (2:6-7)

“Y sucedió que, mientras ellos estaban allí, se le cumplieron

los días del alumbramiento, y dio a luz a su hijo primogénito,

le envolvió en pañales y le acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en el alojamiento.”

“Palabra de Dios”

Todos: “Te alabamos Señor”.

 

 


El maná de cada día, 28.11.20

noviembre 28, 2020

Sábado de la 34ª semana del Tiempo Ordinario
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Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro
Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro.

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PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 22, 1-7

El ángel del Señor me mostró a mí, Juan, el río de agua viva, luciente como el cristal, que salía del trono de Dios y del Cordero. A mitad de la calle de la ciudad, a ambos lados del río, crecía un árbol de la vida; da doce cosechas, una cada mes del año, y las hojas del árbol sirven de medicina a las naciones. Allí no habrá ya nada maldito.

En la ciudad estarán el trono de Dios y el del Cordero, y sus siervos le prestarán servicio, lo verán cara a cara y llevarán su nombre en la frente. Ya no habrá más noche, ni necesitarán luz de lámpara o del sol, porque el Señor Dios irradiará luz sobre ellos, y reinarán por los siglos de los siglos.

Me dijo: «Estas palabras son ciertas y verdaderas. El Señor Dios, que inspira a los profetas, ha enviado a su ángel para que mostrase a sus siervos lo que tiene que pasar muy pronto. Mira que estoy para llegar. Dichoso quien hace caso del mensaje profético contenido en este libro.»

SALMO 94

¡Marana tha! Ven, Señor Jesús.

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Porque el Señor es un Dios grande, soberano de todos los dioses: tiene en su mano las simas de la tierra, son suyas las cumbres de los montes; suyo es el mar, porque él lo hizo, la tierra firme que modelaron sus manos.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

Aclamación antes del Evangelio: Lucas 21, 36

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para manteneros en pie ante el Hijo del hombre.

EVANGELIO: Lucas 21, 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y para manteneros en pie ante el Hijo del hombre.»

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HACIA LA CASA DEL PADRE

P. Francisco Fernández Carvajal

La gloria accidental. Estar vigilantes.

En el Cielo veremos a Dios y gozaremos en Él con un gozo infinito, según la santidad y los méritos adquiridos aquí en la tierra. Pero la misericordia de Dios es tan grande, y tanta su largueza, que ha querido que sus elegidos encuentren también un nuevo motivo de felicidad en el Cielo a través de los bienes legítimos creados a los que el hombre aspira; es lo que llaman los teólogos gloria accidental.

A esta bienaventuranza pertenecen la compañía de Jesucristo, a quien veremos glorioso, al que reconoceremos después de tantos ratos de conversación con Él, de tantas veces como le recibimos en la Sagrada Comunión…, la compañía de la Virgen, de San José, de los Ángeles, en particular del propio Ángel Custodio, y de todos los santos. Especial alegría nos producirá encontrarnos con los que más amamos en la tierra: padres, hermanos, parientes, amigos…, personas que influyeron de una manera decisiva en nuestra salvación…

Además, como cada hombre, cada mujer, conserva su propia individualidad y sus facultades intelectuales, también en el Cielo es capaz de adquirir otros conocimientos utilizando sus potencias15. Por eso será un motivo de gozo la llegada de nuevas almas al Cielo, el progreso espiritual de las personas queridas que quedaron en la tierra, el fruto de los propios trabajos apostólicos a lo largo del tiempo, la fecundidad sobrenatural de las contrariedades y dificultades padecidas por servir al Maestro… A esto se añadirá, después del juicio universal, la posesión del propio cuerpo, resucitado y glorioso, para el que fue creada el alma. Esta gloria accidental aumentará hasta el día del juicio universal16.

Es bueno y necesario fomentar la esperanza del Cielo; consuela en los momentos más duros y ayuda a mantener firme la virtud de la fidelidad. Es tanto lo que nos espera dentro de poco tiempo que se entienden bien las continuas advertencias del Señor para estar vigilantes y no dejarnos envolver por los asuntos de la tierra de tal manera que olvidemos los del Cielo. En el Evangelio de la Misa de hoy17, el último del año litúrgico, nos advierte Jesús: Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida, la preocupación del dinero y se os eche encima aquel día… Estad siempre despiertos… y manteneos en pie ante el Hijo del Hombre.

Pensemos con frecuencia en aquellas otras palabras de Jesús: Voy a prepararos un lugar18. Allí, en el Cielo, tenemos nuestra casa definitiva, muy cerca de Él y de su Madre Santísima. Aquí solo estamos de paso.

«Y cuando llegue el momento de rendir nuestra alma a Dios, no tendremos miedo a la muerte. La muerte será para nosotros un cambio de casa. Vendrá cuando Dios quiera, pero será una liberación, el principio de la Vida con mayúscula. Vita mutatur, non tollitur (Prefacio I de Difuntos) (…). La vida se cambia, no nos la arrebatan. Empezaremos a vivir de un modo nuevo, muy unidos a la Santísima Virgen, para adorar eternamente a la Trinidad Beatísima, Padre, Hijo y Espíritu Santo, que es el premio que nos está reservado»19.

Mañana comienza el Adviento, el tiempo de la espera y de la esperanza; esperemos a Jesús muy cerca de María.

15 Cfr. Santo Tomás, o. c., 1, q. 89, ad 1 ad 3, aa. 5 y 6; 3, q. 67, a. 2. — 16 Cfr. Catecismo Romano, 1, 13, n. 8. — 17 Lc 21, 34-36. — 18 Jn 14, 2. — 19 A. del Portillo, Homilía 15-VIII-1989, en Romana, n. 9, VII-XII-89, p. 243.

El maná de cada día, 27.11.20

noviembre 27, 2020

Viernes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario

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El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.


PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 20, 1-4. 11-21, 2

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo llevando la llave del abismo y una cadena grande en la mano. Agarró al dragón, que es la serpiente primordial, el diablo o Satanás, y lo encadenó para mil años; lo arrojó al abismo, echó la llave y puso un sello encima, para que no pueda extraviar a las naciones antes que se cumplan los mil años. Después tiene que estar suelto por un poco de tiempo.

Vi también unos tronos y en ellos se sentaron los encargados de juzgar; vi también las almas de los decapitados por el testimonio de Jesús y la palabra de Dios, los que no habían rendido homenaje a la bestia ni a su estatua y no habían recibido su señal en la frente ni en la mano. Éstos volvieron a la vida y reinaron con Cristo mil años.

Luego vi un trono blanco y grande, y al que estaba sentado en él. A su presencia desaparecieron cielo y tierra, porque no hay sitio para ellos. Vi a los muertos, pequeños y grandes, de pie ante el trono. Se abrieron los libros y se abrió otro libro, el libro de la vida.

Los muertos fueron juzgados según sus obras, escritas en los libros. El mar entregó sus muertos, muerte y abismo entregaron sus muertos, y todos fueron juzgados según sus obras.

Después muerte y abismo fueron arrojados al lago de fuego, el lago de fuego es la segunda muerte. Los que no estaban escritos en el libro de la vida fueron arrojados al lago de fuego.

Luego vi un cielo nuevo y una tierra nueva, porque el primer cielo y la primera tierra han pasado, y el mar ya no existe. Y vi la ciudad santa, la nueva Jerusalén, que descendía del cielo, enviada por Dios, arreglada como una novia que se adorna para su esposo.

SALMO 83, 3. 4. 5-6a y 8ª

Esta es la morada de Dios con los hombres.

Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza: caminan de baluarte en baluarte.

Aclamación antes del Evangelio: Lc 21, 28

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

EVANGELIO: Lucas 21, 29-33

En aquel tiempo, expuso Jesús una parábola a sus discípulos:

«Fijaos en la higuera o en cualquier árbol: cuando echan brotes, os basta verlos para saber que el verano está cerca.

Pues, cuando veáis que suceden estas cosas, sabed que está cerca el reino de Dios.

Os aseguro que antes que pase esta generación todo eso se cumplirá. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán.»

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CINCO PASOS PARA LA LECTIO DIVINA O LECTURA ORANTE DE LA PALABRA


Primer paso: Disponerse (composición de lugar)

Decídete a leer orando y creyendo. Conéctate a la luz de Dios: Entra en la presencia de Dios. Reconoce con humildad tu condición de creatura, por tanto, débil y limitada: Solo no puedes. Pide ayuda al Espíritu Santo. Pacifica tu corazón: acepta que es Dios quien quiere hablar contigo y saber de ti.

Estás disponiéndote porque el Señor te ha movido internamente. Cuando tú deseas encontrarte con Dios es porque él ya te ha encontrado. No temas. Entra en el santuario donde el Señor habita: Pues quiere verte. Ánimo. Jesús te toma de la mano. No tengas miedo.

Segundo paso: Leer (captar, percibir; legere en latín significa recoger, seleccionar, tomar: Contexto)

Lee despacio y varias veces el texto bíblico. Haz pausas de silencio. No tengas prisa por comprender y delimitar bien el texto y su significado. No te agobies por interpretar. Pon atención a cada palabra, frase o detalle. Para comprender mejor el texto, hazle preguntas al mismo: ¿por qué dice esto, y por qué no dice lo otro? Sitúa el texto dentro del libro al que pertenece. Si puedes recordar el autor, el contexto en que se escribe, la intención del autor, los destinatarios a los que se dirige… Todo eso ayuda.

Cuanto más y mejor centres el texto, sacarás más jugo, más fruto: Esto es buscar el sentido literal del texto, no centrado en la materialidad del mismo. Puedes recurrir a las ayudas de tu Biblia: Notas, citas paralelas, vocabulario. También puedes hacer dos lecturas: Una con la inteligencia para conocer al Interlocutor, Dios mismo; y otra con el corazón para amar, acoger, alegrarte en Dios y con los personajes del texto. Finalmente, no te angusties por ninguna limitación o deficiencia en la realización y ejecución de este segundo paso.

Tercer paso: Escuchar

Es difícil escuchar, y más en un mundo de tanto ruido como el nuestro. Para escuchar hay que hacer silencio dentro de uno mismo, dejar hablar al interlocutor, en este caso, a Dios. En este momento, él es el más importante. Toda la persona del oyente de la Palabra debe quedar como tendida u orientada, tensada hacia Dios. Ábrete a lo que Dios quiera. Que la curiosidad del pensamiento no distraiga tu atención interior, la del corazón, la del afecto o amor a Dios.

Por eso, guarda en tu corazón la Palabra y particularmente las realidades más cuestionantes o importantes, como lo hizo María. Aunque los padres de Jesús no entendieron su respuesta, María lo guardaba todo en su corazón. Ahí se hace “entrañable” la voluntad de Dios, sus planes sobre ti y sobre los demás. Mira a Jesús, rumia su Palabra, fíjate en él. Acaricia y saborea las palabras que más te llegan al corazón. Las que consideres más importantes.

Recuerda finalmente que la invitación a “escuchar” es el primer mandamiento de Dios. Es la llave para encontrarse con Dios. De ahí la insistencia de Dios a su pueblo: Escucha, Israel, a tu Dios; escucha sus mandatos y preceptos, y te irá bien. Es la actitud fundamental para establecer la relación salvífica con Dios y crecer en gracia y en amistad.

Cuarto paso: Orar

Es la hora de comenzar a dirigirse a Dios de manera confiada, respetuosa pero a la vez confidencial: Es hora de hablarle a Dios desde tu intimidad y desde tu pobreza de criatura, pero también desde tu dignidad de hijo de Dios, por gracia; porque eso fue lo que más le gustó a él. Por eso, debes orar con alegría.

Cuéntale a Dios lo que su Palabra te dice y te inspira decirle. Exprésale tus sentimientos, tus afectos, tus emociones… que pueden llegar hasta tus sentidos, debes vibrar: Puedes llegar a reír cuando hablas a Dios, puedes llorar de emoción y de agradecimiento, puedes pedir perdón, cantarle alabanzas con entusiasmo, darle gracias con estremecimiento de todo tu ser… Si el Espíritu te lo permite, déjate de ideas brillantes o rebuscadas y de palabras huecas. Pon amor en lo que dices y ten confianza siempre. Deja que el Espíritu guíe tu oración.

Conviene que tu oración tenga un rostro, que no sea genérica, impersonal… porque tu Dios también tiene un rostro: Es el Padre de nuestro Señor Jesucristo. Dios es uno, pero no solitario. Es Dios en tres personas distintas: Padre, Hijo y Espíritu. Un solo Dios, sí, pero en tres personas distintas. Es el misterio central de nuestra fe y que debe centrar también nuestro diálogo con él. Lo que hace cada persona como propio lo hacen los tres a la vez: Los tres crean, los tres redimen, los tres santifican, pero cada una de manera especial, propia, personal.

Por eso, podemos distinguir y conviene diferenciar una oración dirigida al Padre, otra dirigida al Hijo y otra dirigida al Espíritu. Las tres van dirigidas a Dios, pero a cada persona le agradecemos lo que hace de manera personal y específica.

De ahí que al Padre corresponde que le tributemos una oración de adoración, de postración, de agradecimiento, de obediencia filial, de alabanza, de glorificación, de silencio contemplativo… porque él es el origen de todo, digno de toda bendición, el único santo y bueno, etc.

Al Hijo le corresponde una oración de nuestra parte basada en expresiones y sentimientos o actitudes de confianza, de agradecimiento, de solidaridad, de amistad, de intimidad… porque él es nuestro hermano mayor, el que va delante, el que mejor nos puede comprender porque ha pasado por las mismas pruebas que nosotros experimentamos, es el compañero de camino, él ha triunfado llevando a cabo el encargo que el Padre le confió; si lo seguimos él nos garantiza el triunfo definitivo sobre todo mal.

Al Espíritu Santo, como es el abrazo del Padre y del Hijo, es la simpatía de Dios, es el constructor de la comunidad intradivina y, por tanto, también de la comunidad eclesial, él está dentro de nosotros mismos, más interior a nosotros que nosotros mismos… a él le dirigiremos una oración emocionada de intimidad por ser acogidos con todo afecto, oración de cercanía y descanso, sanadora y afectiva, gozosa y jubilosa pues todo es gracia y bendición, una oración llena de espíritu de alegría, comunión y reconciliación, sanación de toda apetencia mala…

Una oración que nos introduce en el mismo seno de la Santísima Trinidad: Cuanto tenemos lo ofrecemos generosamente y a discreción a todos, y lo de todos es nuestro. No hay barreras, no hay división, ni rivalidades, ni envidias, ni peleas… todo es amor, intercomunicación, y paz en el Señor.

Aunque todo esto te pueda parecer un mundo complicado, no te angusties, vete haciendo y sintiendo lo que el Señor te permita, lo que él quiera regalarte. No lo quieras todo de golpe e inmediatamente. En la vida espiritual, todo se recibe. Nada arrebatamos a la fuerza, nada se merece. Todo es gracia… Pues los planes de Dios sobre ti son de paz y no de aflicción. Y lo que tiene reservado para ti es tan especial que ni ojo vio, ni oído escuchó ni pudo imaginar mente humana… Así que: Ánimo. Todo es vuestro, vosotros de Cristo y Cristo de Dios. Suerte, y que Dios se glorifique en tu vida y en tu oración.

Quinto y último paso: Vivir. Es decir, acción y misión

La Palabra me lleva al compromiso con los demás. Si realmente nos dejamos impactar por la Palabra, no podemos quedarnos indiferentes y resignados como si nada hubiera pasado. Los apóstoles después de recibir al Espíritu en Pentecostés no podían dejar de hablar las maravillas de Dios, no podían acallar ni silenciar la experiencia sufrida. Tal era su entusiasmo y su ímpetu que la gente decía que estaban como borrachos, impulsados por una fuerza o poder superior a ellos.

Después de escuchar lo que Dios quiere de mí, después de captar la misión a la que Dios me envía, ya no puedo permanecer en la montaña de la transfiguración, en el quinto cielo… ¡Qué bien se está aquí! Hay que bajar inmediatamente de la montaña para ir al encuentro de los hermanas y hermanas para proclamarles lo que Dios ha hecho conmigo, como en el caso de los apóstoles o de la samaritana. Si no proclamamos, si no sentimos pasión por dar testimonio es que no hemos sentido gran cosa, no hemos sido alcanzados del todo por el poder de Dios, por el fuego del Espíritu.

Los que se han encontrado con Dios en la oración, salen renovados y transformados, con ganas de comerse el mundo entero. Tienen un halo especial, y viven entusiasmados (en griego, «como en-diosados»). Necesariamente se les notará que han hablado con Dios, como se le notaba a Moisés: Llevarán el brillo de la Verdad de Cristo en sus rostros. No tendrán que llamar la atención con acciones espectaculares o extravagantes.

Aunque hagan lo mismo de siempre, llamarán la atención y los demás lo notarán. Serán, necesariamente, sal de la tierra y luz del mundo; cuantos los vean darán gloria a Dios. Algunos santos regresaban de la oración con el rostro cambiado, con la mirada penetrante… No podían disimularlo. 

Estas personas espirituales, marcadas por la experiencia de Dios, más que maestros que enseñan teorías e ideas, serán testigos de la Verdad por todo el mundo. No podrán ocultar lo que han visto y oído. La persona que se ha encontrado con Dios, o mejor, la persona que haya sido encontrada por Dios, haya sido reconocida por Dios en la oración, se convertirá en un sacramento elocuente del poder de Dios. El orante se convierte en testigo, en profeta de Dios. Oración, acción y misión se implican necesariamente porque son, dentro del creyente y de la comunidad eclesial, un reflejo de la misma vida intratrinitaria.

La Iglesia será mística necesariamente, su comunión es prolongación de la intercomunicación e intercomunión -perijóresis o interincesión- trinitaria y la Iglesia vive para evangelizar: No puede vivir en razón de sí misma, para sí misma, porque Dios es amor, comunión, vida que fluye, luz que no puede dejar de alumbrar. Es decir, las personas divinas dándolo todo lo tienen todo. Son misterio de Amor.

La Iglesia merece la vida divina, dándola; la goza compartiéndola; crece en ella sacrificando su egoísmo. En la medida en que la Iglesia sea canal transparente y limpio del agua de la vida que fluye abundante para los hombres, en esa misma medida ella será plena y vivificada. Siempre al servicio del Reino y para que los hombres tengan vida en abundancia.

Ojalá, hermanos, podáis alimentar vuestro espíritu cada mañana con la Palabra de Vida, con «el maná de cada día», para que vuestra jornada sea cada día más plena, más victoriosa, más esplendorosa ante los hombres y más gratificante para vosotros mismos. La Palabra tiene fuerza por sí misma, y ella os hará libres y felices.

Esta Palabra es el pan «tierno de cada día, amasado cada día con amor renovado. Los judíos salían cada mañana a buscar el maná. No se podía vivir de rentas. No podía ser pan guardado o congelado. Cada día hay que amasarlo, y a nadie sobraba ni a nadie faltaba. Al que recogía mucho, no le sobraba; al que recogía poco, no le faltaba. Que Dios se complazca en vuestras vidas. Amén.

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Leopoldo López: «A Pablo Iglesias le llevaría los informes de la ONU con los crímenes de Maduro»

noviembre 26, 2020

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España está llamada a liderar la alianza internacional en Europa y ser un eslabón con Latinoamérica.

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Leopoldo López: «A Pablo Iglesias le llevaría los informes de la ONU con los crímenes de Maduro»

El líder opositor conversa con ABC sobre su salida de su país de origen y la lucha contra el chavismo

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El símbolo de la resistencia de la oposición venezolana tiene un nombre y apellido: es el de Leopoldo López Mendoza (Caracas, 1971). A pesar de la entereza que demuestra al hablar, es uno de los venezolanos que más ha sufrido la crueldad del régimen de Nicolás Maduro: perseguido político, injustamente encarcelado, torturado y forzado al exilio.

Por los pasillos de La Sabana, sede del partido político que fundó López, Voluntad Popular, se comentaba que cuando iban a visitarlo a la cárcel de Ramo Verde era él quien les daba fuerza a sus allegados.

Un mes después de llegar a Madrid, tras salir clandestinamente de Venezuela, habla con ABC sobre su lucha contra el chavismo y los planes a futuro de la oposición venezolana. Su talón de Aquiles sigue siendo su familia. El líder opositor se quiebra al contar cómo fue el anhelado abrazo tras más de un año separados.

¿Cómo fue el reencuentro con su esposa e hijos?

Yo soñé con ese día durante mucho tiempo. Me imaginaba cómo me iba a encontrar con mi familia, mis hijos y esposa, mi padre, mi madre y mis hermanas. Ese día fue uno de los más emocionantes de mi vida. Pude llegar de sorpresa. Yo llegué un domingo y mi familia tiene como costumbre comer todos los domingos juntos.

Toqué el timbre, Lilian le dice a Manuela que abra que es su abuelo (refiriéndose a su padre) y cuando abrió se quedó en «shock».

Leopoldo sale corriendo y me abraza y para Federica, que es la más pequeña, fue raro, porque yo hablaba con ella por vídeollamada y cuando ella me ve en persona retrocedió hasta que se dio cuenta de que era yo y me abrazó. Ella dice «papi uno» y señala el móvil y «papi dos» y me señala.

Tras más de siete años preso, ¿qué se siente al estar en libertad?

Es raro. Pasé siete años en distintos tipos de confinamiento. De lo más radical, del encierro solitario en la cárcel de Ramo Verde, al arresto domiciliario. Aunque estaba con mi familia, vivía rodeado de funcionarios del Sebin. Por último, viví en la Embajada española. Estaba bien, pero aislado.

En España, me encuentro con una libertad parcial, porque mientras Venezuela y los venezolanos estén sufriendo la opresión y todas las dificultades que atravesamos, yo no me puedo sentir libre.

Usted llegó a decir que nunca se iría del país. ¿Cuál fue el detonante para que tomara esa decisión?

Es verdad. Siempre dije que no quería irme del país. Tenía esa convicción. Sin embargo, las circunstancias han cambiado. Llegué a la conclusión de que podía aportar más para el proceso de Venezuela estando fuera del país.

Quería poder hablar con las instituciones, gobiernos, parlamento y medios de comunicación. Y no podía hacerlo desde la Embajada, porque tenía esa limitación.

Estuvo 18 meses en la residencia del embajador español en Caracas y ha dicho en otras ocasiones que su salida no tiene nada que ver con el relevo de Jesús Silva. ¿Cree que si seguía en la legación su vida corría peligro?

No lo creo. No creo que mi vida corriera peligro por el relevo del embajador. De hecho, no nombraron a un nuevo embajador, sino a un encargado de negocios. Yo llegué a la conclusión de que el ciclo en la Embajada había llegado a su fin, y por eso salí.

¿Madrid es la ciudad correcta para su exilio?

España es un lugar estratégico para la lucha a favor de la libertad de Venezuela. Lo es por varias razones. Primero, el Gobierno de España define muchas de las visiones que se tienen en Europa sobre Latinoamérica, y en particular sobre Venezuela.

Segundo, porque aquí hay una representación importante de venezolanos que también hace que el tema esté muy presente. España es una bisagra hacia Europa. Por supuesto, que hay otras ciudades con un peso significativo para la diáspora en Colombia y EE.UU. Desde aquí me quiero concentrar en organizar a la diáspora.

La oposición venezolana se enfrentará a unas elecciones parlamentarias que anularán al único poder electo democráticamente, la Asamblea Nacional. ¿La continuidad que plantea Juan Guaidó de mantener el gobierno interino es legítima?

Cuando en 2015 se eligió a la Asamblea Nacional, la dictadura buscó inmediatamente la forma de anularla. Poco a poco la desmembraron constitucionalmente. Sin embargo, la AN se mantuvo como el referente de legitimidad dentro y fuera de Venezuela.

Ahora bien, si no hay una elección legítima para sustituir a la AN no habrá un vacío de poder y, por ende, debe tener una continuidad institucional. Y esto que planteo tiene fundamentos legales y constitucionales, con un mandato muy concreto que es lograr unas elecciones presidenciales y parlamentarias libres, justas y verificables.

De lograr unas elecciones presidenciales, ¿la oposición está dispuesta a ir con Maduro de candidato?

Maduro no es la misma persona que era hace cuatro años. Hoy en día tiene acusaciones muy severas sobre sus espaldas. Maduro ha sido señalado por las Naciones Unidas como responsable de crímenes de lesa humanidad.

Lo que queda muy claro es que él es un criminal. Si fuera candidato perdería unas elecciones porque es el personaje con mayor rechazo en el país.

Sin embargo, de cara a unas elecciones generales sí creo que deben participar todos los partidos, todas las corrientes ideológicas, no podemos hacer lo que nos hicieron a nosotros.

Ha dicho que estaría dispuesto a reunirse con Pablo Iglesias, ¿qué le diría al vicepresidente segundo del gobierno?

Lo primero que haría es presentarle los informes de la ONU donde se presentan las atrocidades que comete Nicolás Maduro. Se debe entender que Maduro es un criminal, es responsable de cometer crímenes de lesa humanidad. Yo estoy dispuesto a reunirme con cualquier persona para llevar estas verdades y es importante que se abran todavía más los ojos sobre lo que está ocurriendo en Venezuela.

Nicolás Maduro ha destruido absolutamente todo menos una industria, la única que funciona, a la que le dan financiamiento y apoyan sus aliados internacionales. Me refiero a la industria de la represión que incluye espionaje, encarcelamiento, torturas y asesinatos selectivos. En todo eso es en lo que Maduro invierte los pocos recursos de la nación.

¿Cree que es posible que España lidere un movimiento contra Maduro en Europa teniendo como socio de gobierno a Podemos?

Sí lo creo porque es lo coherente. Porque lo que nosotros estamos pidiendo son elecciones libres y no creo que nadie pueda negarse a unos comicios justos y verificables. Ya España rechazó las elecciones de 2018 y reconoció a Juan Guaidó como presidente interino.

España está llamada a liderar la alianza internacional en Europa y ser un eslabón con Latinoamérica. Va más allá de Pedro Sánchez. Los partidos democráticos tienen esa gran oportunidad, independientemente de la posición política debemos estar de acuerdo en que lo que necesita Venezuela son unas elecciones.

¿Cómo evalúa la actuación de Josep Borrell al frente de la política exterior de la UE en el caso venezolano?

Está orientado en el sentido correcto que es lograr unas elecciones, pero cuando envió a la comisión a Caracas se encontró con una muralla que es la dictadura y, que al final del día, les cerró la puerta en la cara para organizar un proceso electoral legítimo.

https://www.abc.es/internacional/abci-leopoldo-lopez-espana-lugar-estrategico-para-lucha-favor-libertad-venezuela-202011231224_noticia.html


El maná de cada día, 26.11.20

noviembre 26, 2020

Jueves de la 34ª semana del Tiempo Ordinario

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Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.

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PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 18, 1-2.21-23; 19,1-3.9a

Yo, Juan, vi un ángel que bajaba del cielo; venía con gran autoridad y su resplandor iluminó la tierra.

Gritó a pleno pulmón: «¡Cayó, cayó la gran Babilonia! Se ha convertido en morada de demonios, en guarida de todo espíritu impuro, en guarida de todo pájaro inmundo y repugnante.»

Un ángel vigoroso levantó una piedra grande como una rueda de molino y la tiró al mar, diciendo: «Así, de golpe, precipitarán a Babilonia, la gran metrópoli, y desaparecerá. El son de arpistas y músicos, de flautas y trompetas, no se oirá más en ti. Artífices de ningún arte habrá más en ti, ni murmullo de molino se oirá más en ti; ni luz de lámpara brillará más en ti, ni voz de novio y novia se oirá más en ti, porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra, y con tus brujerías embaucaste a todas las naciones.»

Oí después en el cielo algo que recordaba el vocerío de una gran muchedumbre; cantaban: «Aleluya. La salvación y la gloria y el poder son de nuestro Dios, porque sus juicios son verdaderos y justos. Él ha condenado a la gran prostituta que corrompía a la tierra con sus fornicaciones, y le ha pedido cuenta de la sangre de sus siervos.»

Y repitieron: «Aleluya. El humo de su incendio sube por los siglos de los siglos.»

Luego me dice: «Escribe: «Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.»»

SALMO 99, 2.3.4.5

Dichosos los invitados al banquete de bodas del Cordero.

Aclama al Señor, tierra entera, servid al Señor con alegría, entrad en su presencia con vítores.

Sabed que el Señor es Dios: que él nos hizo y somos suyos, su pueblo y ovejas de su rebaño.

Entrad por sus puertas con acción de gracias, por sus atrios con himnos, dándole gracias y bendiciendo su nombre.

«El Señor es bueno, su misericordia es eterna, su fidelidad por todas las edades.»

Aclamación antes del Evangelio: Lucas 21, 28

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

EVANGELIO: Lucas 21, 20-28

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando veáis a Jerusalén sitiada por ejércitos, sabed que está cerca su destrucción. Entonces, los que estén en Judea, que huyan a la sierra; los que estén en la ciudad, que se alejen; los que estén en el campo, que no entren en la ciudad; porque serán días de venganza en que se cumplirá todo lo que está escrito.

¡Ay de las que estén encinta o criando en aquellos días! Porque habrá angustia tremenda en esta tierra y un castigo para este pueblo. Caerán a filo de espada, los llevarán cautivos a todas las naciones, Jerusalén será pisoteada por los gentiles, hasta que a los gentiles les llegue su hora. Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje.

Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.»

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RECHACEMOS EL TEMOR A LA MUERTE

CON EL PENSAMIENTO DE LA INMORTALIDAD QUE LE SIGUE

San Cipriano, Tratado sobre la muerte 18, 24.26

Nunca debemos olvidar que nosotros no hemos de cum­plir nuestra propia voluntad, sino la de Dios, tal como el Señor nos mandó pedir en nuestra oración cotidiana. ¡Qué contrasentido y qué desviación es no someterse inmedia­tamente al imperio de la voluntad del Señor, cuando él nos llama para salir de este mundo!

Nos resistimos y luchamos, somos conducidos a la presencia del Señor como unos siervos rebeldes, con tristeza y aflicción, y partimos de este mundo forzados por una ley necesaria, no por la sumisión de nuestra voluntad; y pretendemos que nos honre con el premio celestial aquel a cuya presencia llegamos por la fuerza.

¿Para qué rogamos y pedimos que venga el reino de los cielos, si tanto nos deleita la cautividad terrena? ¿Por qué pedimos con tanta insistencia la pronta venida del día del reino, si nuestro desea de servir en este mundo al diablo supera al deseo de reinar con Cristo?

Si el mundo odia al cristiano, ¿por qué amas al que te odia, y no sigues más bien a Cristo, que te ha redimido y te ama? Juan, en su carta, nos exhorta con palabras bien elocuentes a que no amemos al mundo ni sigamos sus apetencias de la carne:

No améis al mundo –dice– ni lo que hay en el mundo. Si alguno ama al mundo, no está en él el amor del Padre. Porque lo que hay en el mundo –las pasiones de la carne y la codicia de los ojos y la arrogancia del dinero–, eso no procede del Padre, sino que procede del mundo. Y el mundo pasa, con sus pasiones. Pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Procuremos más bien, hermanos muy que­ridos, con una mente íntegra, con una fe firme, con una virtud robusta, estar dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, cualquiera que ésta sea; rechacemos el temor a la muerte con el pensamiento de la inmortalidad que la sigue. Demostremos que somos lo que creemos.

Debemos pensar y meditar, hermanos muy amados, que hemos renunciado al mundo y que, mientras vivimos él, somos como extranjeros y peregrinos. Deseemos con ardor aquel día en que se nos asignará nuestro propio domicilio, en que se nos restituirá al paraíso y al reino, después de habernos arrancado de las ataduras que en este mundo nos retienen. El que está lejos de su patria natural que tenga prisa por volver a ella.

Para noso­tros, nuestra patria es el paraíso; allí nos espera un gran número de seres queridos, allí nos aguarda el numeroso grupo de nuestros padres, hermanos e hijos, seguros ya de su suerte, pero solícitos aún de la nuestra. Tanto para ellos como para nosotros, significará una gran alegría el poder llegar a su presencia y abrazarlos; la felicidad plena y sin término la hallaremos en el reino celestial, donde no existirá ya el temor a la muerte, sino la vida sin fin.

Allí está el coro celestial de los apóstoles, la multitud exultante de los profetas, la innumerable muchedumbre de los mártires, coronados por el glorioso certamen de su pasión; allí las vírgenes triunfantes, que, con el vigor de su continencia, dominaron la concupiscencia de su carne y de su cuerpo; allí los que han obtenido el premio de su misericordia, los que practicaron el bien, socorriendo a los necesitados con sus bienes, los que, obedeciendo el consejo del Señor, trasladaron su patrimonio terreno a los tesoros celestiales.

Deseemos ávidamente, herma­nos muy amados, la compañía de todos ellos. Que Dios vea estos nuestros pensamientos, que Cristo contemple este deseo de nuestra mente y de nuestra fe, ya que tanto mayor será el premio de su amor, cuanto mayor sea nues­tro deseo de él.

 


Papa Francisco: «Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar»

noviembre 25, 2020

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El papa Francisco, en una imagen reciente – EFE

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Papa Francisco: «Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar»

Relata su operación de pulmón y los meses al borde de la muerte en el libro «Soñemos juntos»

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En el marco de la pandemia de coronavirus, el papa Francisco ha relatado por primera vez en detalle los dos meses que pasó entre la vida y la muerte, cuando tenía 21 años, debido a una grave infección pulmonar que obligó a extirparle el lóbulo superior del pulmón derecho.

En su nuevo libro «Soñemos juntos», el Papa relata que en agosto de 1957, al comienzo de la infección, «me sacaron un litro y medio de agua del pulmón, y ahí me quedé peleando por vivir».

No fue suficiente para controlar la enfermedad y, según recuerda, «durante meses no sabía quién era y si me moría o no. Ni los médicos sabían si iba a sobrevivir. Me acuerdo que un día le pregunté a mi madre, abrazándola, si me iba a morir».

Al cabo de tres meses, continúa el Papa, «me operan para quitarme el lóbulo superior derecho de uno de los pulmones. Tengo experiencia de cómo se sienten los enfermos de coronavirus que luchan por respirar conectados a un ventilador».

Jorge Bergoglio cursaba entonces el segundo año en el seminario de Buenos Aires. Ahora reconoce que «la enfermedad grave que viví me enseñó a depender de la bondad y la sabiduría de los demás. Mis compañeros seminaristas venían a donar sangre, a visitarme y a acompañarme, noche tras noche, en esa difícil situación. Esas cosas no se olvidan».

Las lecciones de aquel período durísimo llegan hasta hoy: «¿Cómo salí de ese ‘Covid’? Salí más realista, salí mejor. Me dio espacio para repensar mi vocación».

Además, «aprendí otra cosa de esa experiencia: la importancia de evitar la consolación barata. La gente me visitaba y me decía que iba a estar bien, que con todo ese dolor nunca iba a tener que sufrir de nuevo».

Eran, según recuerda, «tonterías, palabras vacías que se decían con buenas intenciones pero que nunca me tocaron el corazón. Después de esa experiencia, tomé la decisión de hablar lo menos posible cuando visito a enfermos. Solo los tomo de la mano».

El Papa renueva su agradecimiento a la enfermera jefe que ordenó duplicar «la dosis de los medicamentos indicados —básicamente penicilina y estreptomicina— porque su experiencia le decía que me estaba muriendo. La hermana Cornelia Caraglio me salvó la vida».

Según Francisco, «gracias a su contacto habitual con enfermos sabía mejor que el médico lo que los pacientes necesitaban, y tuvo el coraje de utilizar esa experiencia. Otra enfermera, Micaela, hizo lo mismo cuando tenía un dolor intenso. Me daba en secreto dosis extra de los calmantes, por fuera de los horarios estipulados».

En el libro, que responde a preguntas de su principal biógrafo Austen Ivereigh en numerosas conversaciones durante el confinamiento, el Papa manifiesta que «tuve tres ‘situaciones Covid’ en mi propia vida: la enfermedad, Alemania y Córdoba».

La de Alemania, en 1986, fue su estancia en Frankfurt para trabajar en una tesis doctoral sobre Romano Guardini que no llegaría a terminar.

Su tercer «confinamiento» tuvo lugar «cuando me mandaron a Córdoba (Argentina) entre 1990 y 1992. Este tiempo tuvo su raíz en mi modo de conducir (gobernar), primero como provincial y después como rector. Seguramente alguna cosa buena hice, pero a veces era muy duro. En Córdoba me pasaron la boleta (factura) y tenían razón».

Fue un aislamiento muy largo: «Pasé un año, diez meses y trece días en esa residencia jesuita. Celebraba la Misa, confesaba y ofrecía dirección espiritual, pero no salía para nada, solamente cuando tenía que ir al correo. Fue una especie de cuarentena, de aislamiento, como tantos hemos hecho en estos meses, y me hizo bien. Me llevó a madurar ideas: escribí y recé mucho».

https://www.abc.es/sociedad/abci-papa-francisco-tengo-experiencia-como-sienten-enfermos-coronavirus-luchan-respirar-202011231124_noticia.html?ref=https:%2F%2Fwww.google.com%2F


El maná de cada día, 25.11.20

noviembre 25, 2020

Miércoles de la 34ª semana del Tiempo Ordinario

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Os perseguirán por causa mía.

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PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 15, 1-4

Yo, Juan, vi en el cielo otra señal, magnífica y sorprendente: siete ángeles que llevaban siete plagas, las últimas, pues con ellas se puso fin al furor de Dios. Vi una especie de mar de vidrio veteado de fuego; en la orilla estaban de pie los que habían vencido a la fiera, a su imagen y al número que es cifra de su nombre; tenían en la mano las arpas que Dios les había dado.

Cantaban el cántico de Moisés, el siervo de Dios, y el cántico del Cordero, diciendo: «Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente, justos y verdaderos tus caminos, ¡oh Rey de los siglos! ¿Quién no temerá, Señor, y glorificará tu nombre? Porque tú solo eres santo, porque vendrán todas las naciones y se postrarán en tu acatamiento, porque tus juicios se hicieron manifiestos.»

SALMO 97, 1.2-3ab.7-8.9

Grandes y maravillosas son tus obras, Señor, Dios omnipotente.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Retumbe el mar y cuanto contiene, la tierra y cuantos la habitan; aplaudan los ríos, aclamen los montes.

Al Señor, que llega para regir la tierra. Regirá el orbe con justicia y los pueblos con rectitud.

Aclamación antes del Evangelio: Apocalipsis 2, 10c

Sé fiel hasta la muerte, dice el Señor, y te daré la corona de la vida.

EVANGELIO: Lucas 21, 12-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Os echarán mano, os perseguirán, entregándoos a las sinagogas y a la cárcel, y os harán comparecer ante reyes y gobernadores, por causa mía. Así tendréis ocasión de dar testimonio. Haced propósito de no preparar vuestra defensa, porque yo os daré palabras y sabiduría a las que no podrá hacer frente ni contradecir ningún adversario vuestro. Y hasta vuestros padres, y parientes, y hermanos, y amigos os traicionarán, y matarán a algunos de vosotros, y todos os odiarán por causa mía.

Pero ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas.»

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SI SOMOS OVEJAS, VENCEMOS;
SI NOS CONVERTIMOS EN LOBOS, SOMOS VENCIDOS

San Juan Crisóstomo,
Homilías sobre el evangelio de san Mateo 33, 1.2

Mientras somos ovejas, vencemos y superamos a los lobos, aunque nos rodeen en gran número; pero, si nos convertimos en lobos, entonces somos vencidos, porque nos vemos privados de la protección del Pastor. Este, en efecto, no pastorea lobos, sino ovejas, y, por esto, te aban­dona y se aparta entonces de ti, porque no le dejas mos­trar su poder.

Es como si dijera: «No os alteréis por el hecho de que os envío en medio de lobos y, al mismo tiempo, os mando que seáis como ovejas y como palomas. Hubiera podido hacer que fuera al revés y enviaros de modo que no tu­vierais que sufrir mal alguno ni enfrentaros como ovejas ante lobos, podía haberos hecho más temibles que leo­nes; pero eso no era lo conveniente, porque así vosotros hubierais perdido prestigio y yo la ocasión de manifestar mi poder.

Es lo mismo que decía a Pablo: Te basta mi gracia: la fuerza se realiza en la debilidad. Así es como yo he determinado que fuera». Al decir: Os mando como ovejas, dice implícitamente: «No desmayéis: yo sé muy bien que de este modo sois invencibles».

Pero, además, para que pusieran también ellos algo de su parte y no pensaran que todo había de ser pura gracia y que habían de ser coronados sin mérito propio, añade: Por eso, sed sagaces como serpientes y sencillos como palomas. «Mas, ¿de qué servirá nuestra sagacidad –es como si dijesen– en medio de tantos peligros? ¿Cómo podremos ser sagaces en medio de tantos embates? Por mucha que sea la sagacidad de la oveja, ¿de qué le aprove­chará cuando se halle en medio de los lobos, y en tan gran número? Por mucha que sea la sencillez de la paloma, ¿de qué le servirá, acosada por tantos gavilanes?» Ciertamente, la sagacidad y la sencillez no sirven para nada a estos animales irracionales, pero a vosotros os sirven de mucho.

Pero veamos cuál es la sagacidad que exige aquí el Señor. «Como serpientes –dice–. Así como a la serpiente no le importa perderlo todo, aunque sea seccionado su cuerpo, con tal que conserve la cabeza, así también tú –dice– debes estar dispuesto a perderlo todo, tu dinero, tu cuerpo y aun la misma vida, con tal que conserves la fe. La fe es la cabeza y la raíz; si la conservas, aunque pierdas todo lo demás, lo recuperarás luego con creces».

Así, pues, no te manda que seas sólo sencillo ni sólo sagaz, sino ambas cosas a la vez, porque en ello consiste la verdadera virtud. La sagacidad de la serpiente te hará invulnerable a los golpes mortales; la sencillez de la paloma frenará tus impulsos de venganza contra los que te dañan o te ponen asechanzas, pues, sin esto, en nada aprovecha la sagacidad.

Nadie piense que estos mandatos son imposibles de cumplir. El Señor conoce más que nadie la naturaleza de las cosas: él sabe que la violencia no se vence con la violencia, sino con la mansedumbre.
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El maná de cada día, 24.11.20

noviembre 24, 2020

Martes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario


SANTOS ANDRÉS DUNG-LAC, presbítero, y compañeros mártires

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El Señor llega a regir la tierra.

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PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 14, 14-19

Yo, Juan, miré y en la visión apareció una nube blanca; estaba sentado encima uno con aspecto de hombre, llevando en la cabeza una corona de oro y en la mano una hoz afilada.

Del santuario salió otro ángel y gritó fuerte al que estaba sentado en la nube: «Arrima tu hoz y siega; ha llegado la hora de la siega, pues la mies de la tierra está más que madura.»

Y el que estaba sentado encima de la nube acercó su hoz a la tierra y la segó. Otro ángel salió del santuario celeste llevando él también una hoz afilada.

Del altar salió otro, el ángel que tiene poder sobre el fuego, y le gritó fuerte al de la hoz afilada: «Arrima tu hoz afilada y vendimia los racimos de la viña de la tierra, porque las uvas están en sazón.»

El ángel acercó su hoz a la tierra y vendimió la viña de la tierra y echó las uvas en el gran lagar del furor de Dios. Pisotearon el lagar fuera de la ciudad, y del lagar corrió tanta sangre, que subió hasta los bocados de los caballos en un radio de sesenta leguas.

SALMO 95, 10.11-12.13

El Señor llega a regir la tierra.

Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él afianzó el orbe, y no se moverá; él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Aclamación antes del Evangelio: Apocalipsis 2, 10c

Sé fiel hasta la muerte -dice el Señor-, y te daré la corona de la vida.

EVANGELIO: Lucas 21, 5-11

En aquel tiempo, algunos ponderaban la belleza del templo, por la calidad de la piedra y los exvotos.

Jesús les dijo: «Esto que contempláis, llegará un día en que no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido.»

Ellos le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo va a ser eso?, ¿y cuál será la señal de que todo eso está para suceder?»

Él contestó: «Cuidado con que nadie os engañe. Porque muchos vendrán usurpando mi nombre, diciendo: «Yo soy», o bien «El momento está cerca»; no vayáis tras ellos. Cuando oigáis noticias de guerras y de revoluciones, no tengáis pánico. Porque eso tiene que ocurrir primero, pero el final no vendrá en seguida.»

Luego les dijo: «Se alzará pueblo contra pueblo y reino contra reino, habrá grandes terremotos, y en diversos países epidemias y hambre. Habrá también espantos y grandes signos en el cielo.»

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LLEGARÁS A LA FUENTE, VERÁS LA LUZ

San Agustín. Tratados sobre el evan­gelio de san Juan 35, 8-9

Nosotros, los cristianos, en comparación con los infie­les, somos ya luz, como dice el Apóstol: En otro tiempo erais tinieblas, ahora sois luz en el Señor. Caminad como hijos de la luz. Y en otro lugar dice: La noche está avanzando, el día se echa encima: dejemos las actividades de las tinieblas y pertrechémonos con las armas de la luz. Conduzcámonos como en pleno día, con dignidad.

No obstante, porque el día en que vivimos es todavía noche en comparación con aquella luz a la que esperamos llegar, oigamos lo que dice el apóstol Pedro. Nos dice que vino sobre Cristo, el Señor, desde la sublime gloria, aquella voz que decía: «Éste es mi Hijo amado, mi predilecto». Esta voz –dice– traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada.

Pero, como nosotros no estábamos allí y no oímos esta voz del cielo, nos dice el mismo Pedro: Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día y el lucero nazca en vuestros cora­zones.

Por lo tanto, cuando vendrá nuestro Señor Jesucristo y –como dice también el apóstol Pablo– iluminará lo que esconden las tinieblas y pondrá al descubierto los designios del corazón, y cada uno recibirá la alabanza de Dios, entonces, con la presencia de este día, ya no ten­dremos necesidad de lámparas: no será necesario que se nos lean los libros proféticos ni los escritos del Apóstol, ya no tendremos que indagar el testimonio de Juan, y el mismo Evangelio dejará de sernos necesario. Ya no ten­drán razón de ser todas las Escrituras que en la noche de este mundo se nos encendían a modo de lámparas, para que no quedásemos en tinieblas.

Suprimido, pues, todo esto, que ya no nos será nece­sario, cuando los mismos hombres de Dios por quienes fueron escritas estas cosas verán, junto con nosotros, aquella verdadera y clara luz, sin la ayuda de sus escri­tos, ¿qué es lo que veremos? ¿Con qué se alimentará nuestro espíritu? ¿De qué se alegrará nuestra mirada? ¿De dónde procederá aquel gozo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar? ¿Qué es lo que veremos?

Os lo ruego, amemos juntos, corramos juntos el camino de nuestra fe; deseemos la patria celestial, suspiremos por ella, sintámonos peregrinos en este mundo. ¿Qué es lo que veremos entonces? Que nos lo diga ahora el Evange­lio: En el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios.

Entonces llega­rás a la fuente con cuya agua has sido rociado; entonces verás al descubierto la luz cuyos rayos, por caminos obli­cuos y sinuosos, fueron enviados a las tinieblas de tu corazón, y para ver y soportar la cual eres entretanto purificado. Queridos –dice el mismo Juan–, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él, porque lo veremos tal cual es.

Noto cómo vuestros sentimientos se elevan junto con los míos hacia las cosas celestiales; pero el cuerpo mortal es lastre del alma, y la tienda terrestre abruma la mente que medita. Ha llegado ya el momento en que yo tengo que dejar el libro santo y vosotros tenéis que regresar cada uno a sus ocupaciones. Hemos pasado un buen rato disfrutando de una luz común, nos hemos llenado de gozo y alegría; pero, aunque nos separemos ahora unos de otros, procuremos no separarnos de él.

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El Papa Francisco predica en Santa Marta en la misa del día: Es sabio pensar en el final, será un encuentro de misericordia con Dios

En su homilía de la misa matutina celebrada en la Casa Santa Marta, el Papa Francisco habló de nuestro fin y del fin del mundo, la «mies» del libro del Apocalipsis.   «¿Cómo será mi fin? ¿Cómo me gustaría que el Señor me encontrara cuando me llame? Pensar en esto es sabio y nos ayuda a continuar, hasta el encuentro con Dios, un momento de rendir cuentas pero también de alegría», dijo el Pontífice.

Alessandro Di Bussolo – Ciudad del Vaticano

«¿Cómo será mi fin? ¿Cómo me gustaría que el Señor me encontrara cuando me llame? Es prudente pensar el final, nos ayuda a avanzar, a hacer un examen de conciencia sobre qué cosas debo corregir y cuáles llevar adelante porque son buenas».

Con estas palabras el Papa Francisco dedica su homilía matutina, en Casa Santa Marta, a profundizar sobre el fin del mundo y de la propia vida, ya que en esta última semana del año litúrgico la Iglesia nos hace reflexionar sobre esto, y «es una gracia» -dijo el Santo Padre- «porque no nos gusta pensar en el fin, siempre posponemos este pensamiento para mañana».

El fin del mundo como la «mies madura»

En la primera lectura, del Apocalipsis, San Juan habla del fin del mundo «con la figura de la mies», con Cristo y un ángel armado con una hoz. Cuando llegue nuestra hora, deberemos mostrar la calidad de nuestro trigo, la calidad de nuestras vidas», afirmó el Pontífice.

«Tal vez algunos de ustedes digan: padre, no sea tan sombrío, que no nos gustan estas cosas… pero es la verdad», subrayó Francisco, haciendo hincapié en la importancia de pensar en este momento y prepararnos para vivirlo de la mejor manera posible.

«Es en la mies, donde cada uno de nosotros se encontrará con el Señor. Será un encuentro y cada uno le dirá al Señor: «Esta es mi vida. Este es mi trigo. Esta es mi calidad de vida. ¿Me he equivocado?» -todos deberemos decir esto, porque todos cometemos errores-, también diremos «he hecho cosas buenas», porque todos hacemos cosas buenas; y así haremos para mostrar al Señor el grano», puntualizó Francisco.

Pensar en el final nos ayuda a seguir adelante

«Qué diría yo -se pregunta una vez más el Obispo de Roma- si hoy el Señor me llamara». «Ah, no me di cuenta, estaba distraído… No sabemos ni el día ni la hora».

Y unos podrían decir… «pero, padre, no hable así que soy joven… pero, mira cuántos jóvenes se van, cuántos jóvenes son llamados… nadie tiene una vida asegurada. Lo que sí es seguro es que todos tendremos un final. ¿Cuándo será eso? Sólo Dios lo sabe».

«Nos hará bien esta semana pensar en el final. Si el Señor me llamara hoy, ¿qué haría? ¿Qué le diría? El pensamiento del fin nos ayuda a avanzar; no es un pensamiento estático: es un pensamiento que avanza porque es llevado adelante por la virtud, por la esperanza.

Sí, habrá un fin, pero ese fin será un encuentro: un encuentro con el Señor. Es verdad, será un «rendir cuentas» de lo que he hecho, pero también será un encuentro de misericordia, de alegría, de felicidad. Pensar en el fin, el fin de la creación, el fin de la propia vida, es sabiduría; el sabio lo hace», afirmó el Papa.

No me quedaré aquí para siempre: ¿cómo me gustaría terminar?

Por ello -anadió el Santo Padre- esta semana la Iglesia nos invita a preguntarnos «¿cómo será mi fin? ¿Cómo me gustaría que el Señor me encontrara cuando me llame? Tengo que hacer un examen de conciencia y evaluar… ¿Qué cosas debo corregir, porque no están bien? ¿Qué cosas debo reforzar y continuar porque son buenas?

Cada uno de nosotros tiene muchas cosas buenas. Y en este pensamiento no estamos solos: Ahí está el Espíritu Santo que nos ayuda», explicó Francisco.

«Esta semana le pedimos al Espíritu Santo la sabiduría del tiempo, la sabiduría del fin, la sabiduría de la resurrección, la sabiduría del encuentro eterno con Jesús; para hacernos entender esta sabiduría que está en nuestra fe. El encuentro con Jesús será un día de alegría.

Oremos para que el Señor nos prepare. Y cada uno de nosotros, esta semana, debe terminar la semana pensando en el final: Yo tendré un final. No me quedaré aquí para siempre… ¿Cómo me gustaría terminar?», concluyó.

https://www.vaticannews.va/es/papa-francisco/misa-santa-marta/2018-11/papa-misa-santa-marta-sabio-pensar-en-el-final-encuentro-dios.html?fbclid=IwAR0URtN8i9aktpVN88P_MgXEBkf3QRrXUZqs0a-fi98o9OZtimHHcf60rq4#.W_1kMNPpaYJ.facebook

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SANTOS ANDRÉS DUNG-LAC, presbítero, y compañeros mártires

24 de Noviembre

Durante el siglo XVI, varias familias religiosas anunciaron el Evangelio en las diversas regiones del Vietnam. Mucha gente del pueblo recibió con alegría la Buena Noticia del Evangelio. Esta aceptación de la fe cristiana fue enseguida probada por la persecución. Durante los siglos XVII, XVIII y XIX, a pesar de que hubo breves intervalos de paz, muchos cristianos obtuvieron el don del martirio. Entre ellos hubo obispos, presbíteros, religiosos, religiosas, catequistas, tanto hombres como mujeres, y laicos de sexo y condición diversa. El papa Juan Pablo II canonizó ciento diecisiete mártires el día 19 de junio de 1988; este grupo de mártires estaba formado por noventa y seis vietnamitas, once misioneros dominicos españoles y diez franceses. A petición del episcopado vietnamita, el mismo Papa ha introducido en el Calendario romano la memoria del presbítero Andrés Dung-Lac y sus compañeros.

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LA PARTICIPACIÓN DE LOS MÁRTIRES
EN LA VICTORIA DE CRISTO CABEZA

De la carta de san Pablo Le-Bao-Tinh
a los alumnos del seminario de Ke-Vinh,
enviada el año mil ochocientos cuarenta y tres

Yo, Pablo, encarcelado por el nombre de Cristo, os quiero explicar las tribulaciones en que me veo sumergido cada día, para que, enfervorizados en el amor a Dios, alabéis conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia.

Esta cárcel es un verdadero infierno: a los crueles suplicios de toda clase, como son grillos, cadenas de hierro y ataduras, hay que añadir el odio, las venganzas, las calumnias, palabras indecentes, peleas, actos perversos, juramentos injustos, maldiciones y, finalmente, angustias y tristeza. Pero Dios, que en otro tiempo libró a los tres jóvenes del horno de fuego, está siempre conmigo y me libra de estas tribulaciones y las convierte en dulzura, porque es eterna su misericordia.

En medio de estos tormentos, que aterrorizarían a cualquiera, por la gracia de Dios estoy lleno de gozo y alegría, porque no estoy solo, sino que Cristo está conmigo.

Él, nuestro maestro, aguanta todo el peso de la cruz, dejándome a mí solamente la parte más pequeña e insignificante. Él, no sólo es espectador de mi combate, sino que toma parte en él, vence y lleva a feliz término toda la lucha. Por esto en su cabeza lleva la corona de la victoria, de cuya gloria participan también sus miembros.

¿Cómo resistir este espectáculo, viendo cada día cómo los emperadores, los mandarines y sus cortesanos blasfeman tu santo nombre, Señor, que te sientas sobre querubines y serafines? ¡Mira, tu cruz es pisoteada por los paganos! ¿Dónde está tu gloria? Al ver todo esto, prefiero, encendido en tu amor, morir descuartizado, en testimonio de tu amor.

Muestra, Señor, tu poder, sálvame y dame tu apoyo, para que la fuerza se manifieste en mi debilidad y sea glorificada ante los gentiles, ya que, si llegara a vacilar en el camino, tus enemigos podrían levantar la cabeza con soberbia.

Queridos hermanos, al escuchar todo esto, llenos de alegría, tenéis que dar gracias incesantes a Dios, de quien procede todo bien; bendecid conmigo al Señor, porque es eterna su misericordia. Proclame mi alma la grandeza del Señor, se alegre mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su siervo y desde ahora me felicitarán todas las generaciones futuras, porque es eterna su misericordia.

Alabad al Señor, todas las naciones, aclamadlo, todos los pueblos, porque lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar el poder, y lo despreciable, lo que no cuenta, lo ha escogido Dios para humillar lo elevado. Por mi boca y mi inteligencia humilla a los filósofos, discípulos de los sabios de este mundo, porque es eterna su misericordia.

Os escribo todo esto para que se unan vuestra fe y la mía. En medio de esta tempestad echo el ancla hasta el trono de Dios, esperanza viva de mi corazón.

En cuanto a vosotros, queridos hermanos, corred de manera que ganéis el premio, haced que la fe sea vuestra coraza y empuñad las armas de Cristo con la derecha y con la izquierda, como enseña san Pablo, mi patrono. Más os vale entrar tuertos o mancos en la vida que ser arrojados fuera con todos los miembros.

Ayudadme con vuestras oraciones para que pueda combatir como es de ley, que pueda combatir bien mi combate y combatirlo hasta el final, corriendo así hasta alcanzar felizmente la meta; en esta vida ya no nos veremos, pero hallaremos la felicidad en el mundo futuro, cuando, ante el trono del Cordero inmaculado, cantaremos juntos sus alabanzas, rebosantes de alegría por el gozo de la victoria para siempre. Amén (A. Launay, Le clergé tonkinois et ses pretres martyrs, MEP, Paris 1925, pp. 80-83).

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COMENTARIO

La persecución de los seguidores de Jesús, hoy, como siempre, sigue perteneciendo a la esencia de la identidad cristiana. Según las estadísticas, actualmente unos 350 millones de cristianos sufren persecución en el mundo. Nos sentimos unidos a ellos y orgullosos de nuestra fe, y del poder del Señor en medio de nuestro mundo.

Cuando nos vaya todo bien, deberíamos preocuparnos: Ay de vosotros cuando todo el mundo hable bien de vosotros, cuando recibáis honores y glorias mundanas… Eso mismo hicieron vuestros padres con los falsos profetas.

Por el contrario, dichosos vosotros cuando os persigan, calumnien y maldigan por causa del Reino, porque eso mismo hicieron con los verdaderos profetas. El profeta por antonomasia es Cristo y también sufrió por nosotros hasta la muerte y muerte de cruz. Sufriendo, aprendió a obedecer. Dios sea bendito en sus ángeles y en sus santos. Amén.


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El maná de cada día, 23.11.20

noviembre 23, 2020

Lunes de la 34ª semana del Tiempo Ordinario

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Esa pobre viuda ha echado más que nadie


PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 14, 1-3.4b-5

Yo, Juan, miré y en la visión apareció el Cordero de pie sobre el monte Sión, y con él ciento cuarenta y cuatro mil que llevaban grabado en la frente el nombre del Cordero y el nombre de su Padre.

Oí también un sonido que bajaba del cielo, parecido al estruendo del océano, y como el estampido de un trueno poderoso; era el son de arpistas que tañían sus arpas delante del trono, delante de los cuatro seres vivientes y los ancianos, cantando un cántico nuevo.

Nadie podía aprender el cántico fuera de los ciento cuarenta y cuatro mil, los adquiridos en la tierra. Éstos son los que siguen al Cordero adondequiera que vaya; los adquirieron como primicias de la humanidad para Dios y el Cordero. En sus labios no hubo mentira, no tienen falta.

SALMO 23, 1-2.3-4ab.5-6

Este es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.

Aclamación antes del Evangelio: Mateo 24, 42a. 44

Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos pensáis viene el Hijo del hombre.

EVANGELIO: Lucas 21, 1-4

En aquel tiempo, alzando Jesús los ojos, vio unos ricos que echaban donativos en el arca de las ofrendas; vio también una viuda pobre que echaba dos reales, y dijo:

«Sabed que esa pobre viuda ha echado más que nadie, porque todos los demás han echado de lo que les sobra, pero ella, que pasa necesidad, ha echado todo lo que tenía para vivir.»

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Audacia y fervor, según Gaudete et exsultate, nn. 129-139, (10). ¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos (Salmo 23).

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Al mismo tiempo, la santidad es parresía: es audacia, es empuje evangelizador que deja una marca en este mundo. Para que sea posible, el mismo Jesús viene a nuestro encuentro y nos repite con serenidad y firmeza: «No tengáis miedo» (Mc 6,50). «Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos» (Mt 28,20).

Estas palabras nos permiten caminar y servir con esa actitud llena de coraje que suscitaba el Espíritu Santo en los Apóstoles y los llevaba a anunciar a Jesucristo.

Audacia, entusiasmo, hablar con libertad, fervor apostólico, todo eso se incluye en el vocablo parresía, palabra con la que la Biblia expresa también la libertad de una existencia que está abierta, porque se encuentra disponible para Dios y para los demás (cf. Hch 4,29; 9,28; 28,31; 2 Co 3,12; Ef 3,12; Hb 3,6; 10,19).

El beato Pablo VI mencionaba, entre los obstáculos de la evangelización, precisamente la carencia de parresía: «La falta de fervor, tanto más grave cuanto que viene de dentro».

¡Cuántas veces nos sentimos tironeados a quedarnos en la comodidad de la orilla! Pero el Señor nos llama para navegar mar adentro y arrojar las redes en aguas más profundas (cf. Lc 5,4).

Nos invita a gastar nuestra vida en su servicio. Aferrados a él nos animamos a poner todos nuestros carismas al servicio de los otros. Ojalá nos sintamos apremiados por su amor (cf. 2 Co 5,14) y podamos decir con san Pablo: «¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio!» (1 Co 9,16).

Miremos a Jesús: su compasión entrañable no era algo que lo ensimismara, no era una compasión paralizante, tímida o avergonzada como muchas veces nos sucede a nosotros, sino todo lo contrario. Era una compasión que lo movía a salir de sí con fuerza para anunciar, para enviar en misión, para enviar a sanar y a liberar.

Reconozcamos nuestra fragilidad pero dejemos que Jesús la tome con sus manos y nos lance a la misión. Somos frágiles, pero portadores de un tesoro que nos hace grandes y que puede hacer más buenos y felices a quienes lo reciban. La audacia y el coraje apostólico son constitutivos de la misión.

La parresía es sello del Espíritu, testimonio de la autenticidad del anuncio. Es feliz seguridad que nos lleva a gloriarnos del Evangelio que anunciamos, es confianza inquebrantable en la fidelidad del Testigo fiel, que nos da la seguridad de que nada «podrá separarnos del amor de Dios» (Rm 8,39).

Necesitamos el empuje del Espíritu para no ser paralizados por el miedo y el cálculo, para no acostumbrarnos a caminar solo dentro de confines seguros. Recordemos que lo que está cerrado termina oliendo a humedad y enfermándonos.

Cuando los Apóstoles sintieron la tentación de dejarse paralizar por los temores y peligros, se pusieron a orar juntos pidiendo la parresía:

«Ahora, Señor, fíjate en sus amenazas y concede a tus siervos predicar tu palabra con toda valentía» (Hch 4,29). Y la respuesta fue que «al terminar la oración, tembló el lugar donde estaban reunidos; los llenó a todos el Espíritu Santo, y predicaban con valentía la palabra de Dios» (Hch 4,31).

Como el profeta Jonás, siempre llevamos latente la tentación de huir a un lugar seguro que puede tener muchos nombres: individualismo, espiritualismo, encerramiento en pequeños mundos, dependencia, instalación, repetición de esquemas ya prefijados, dogmatismo, nostalgia, pesimismo, refugio en las normas. Tal vez nos resistimos a salir de un territorio que nos era conocido y manejable.

Sin embargo, las dificultades pueden ser como la tormenta, la ballena, el gusano que secó el ricino de Jonás, o el viento y el sol que le quemaron la cabeza; y lo mismo que para él, pueden tener la función de hacernos volver a ese Dios que es ternura y que quiere llevarnos a una itinerancia constante y renovadora.

Dios siempre es novedad, que nos empuja a partir una y otra vez y a desplazarnos para ir más allá de lo conocido, hacia las periferias y las fronteras. Nos lleva allí donde está la humanidad más herida y donde los seres humanos, por debajo de la apariencia de la superficialidad y el conformismo, siguen buscando la respuesta a la pregunta por el sentido de la vida.

¡Dios no tiene miedo! ¡No tiene miedo! Él va siempre más allá de nuestros esquemas y no les teme a las periferias. Él mismo se hizo periferia (cf. Flp 2,6-8; Jn 1,14).

Por eso, si nos atrevemos a llegar a las periferias, allí lo encontraremos, él ya estará allí. Jesús nos primerea en el corazón de aquel hermano, en su carne herida, en su vida oprimida, en su alma oscurecida. Él ya está allí.

Es verdad que hay que abrir la puerta del corazón a Jesucristo, porque él golpea y llama (cf. Ap 3,20). Pero a veces me pregunto si, por el aire irrespirable de nuestra autorreferencialidad, Jesús no estará ya dentro de nosotros golpeando para que lo dejemos salir.

En el Evangelio vemos cómo Jesús «iba caminando de ciudad en ciudad y de pueblo en pueblo, proclamando y anunciando la Buena Noticia del reino de Dios» (Lc 8,1).

También después de la resurrección, cuando los discípulos salieron a predicar por todas partes, «el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban» (Mc 16,20). Esa es la dinámica que brota del verdadero encuentro.

La costumbre nos seduce y nos dice que no tiene sentido tratar de cambiar algo, que no podemos hacer nada frente a esta situación, que siempre ha sido así y que, sin embargo, sobrevivimos. A causa de ese acostumbrarnos ya no nos enfrentamos al mal y permitimos que las cosas «sean lo que son», o lo que algunos han decidido que sean.

Pero dejemos que el Señor venga a despertarnos, a pegarnos un sacudón en nuestra modorra, a liberarnos de la inercia. Desafiemos la costumbre, abramos bien los ojos y los oídos, y sobre todo el corazón, para dejarnos descolocar por lo que sucede a nuestro alrededor y por el grito de la Palabra viva y eficaz del Resucitado.

Nos moviliza el ejemplo de tantos sacerdotes, religiosas, religiosos y laicos que se dedican a anunciar y a servir con gran fidelidad, muchas veces arriesgando sus vidas y ciertamente a costa de su comodidad. Su testimonio nos recuerda que la Iglesia no necesita tantos burócratas y funcionarios, sino misioneros apasionados, devorados por el entusiasmo de comunicar la verdadera vida.

Los santos sorprenden, desinstalan, porque sus vidas nos invitan a salir de la mediocridad tranquila y anestesiante.

Pidamos al Señor la gracia de no vacilar cuando el Espíritu nos reclame que demos un paso adelante, pidamos el valor apostólico de comunicar el Evangelio a los demás y de renunciar a hacer de nuestra vida cristiana un museo de recuerdos.

En todo caso, dejemos que el Espíritu Santo nos haga contemplar la historia en la clave de Jesús resucitado. De ese modo la Iglesia, en lugar de estancarse, podrá seguir adelante acogiendo las sorpresas del Señor.

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