El maná de cada día, 28.2.22

febrero 28, 2022

Lunes de la 8ª semana del Tiempo Ordinario

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Una cosa te falta, vende lo que tienes y sígueme

PRIMERA LECTURA: 1 Pedro 1, 3-9

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que en su gran misericordia, por la resurrección de Jesucristo de entre los muertos, nos ha hecho nacer de nuevo para una esperanza viva, para una herencia incorruptible, pura, imperecedera, que os está reservada en el cielo. La fuerza de Dios os custodia en la fe para la salvación que aguarda a manifestarse en el momento final.

Alegraos de ello, aunque de momento tengáis que sufrir un poco, en pruebas diversas: así la comprobación de vuestra fe -de más precio que el oro, que, aunque perecedero, lo aquilatan a fuego-llegará a ser alabanza y gloria y honor cuando se manifieste Jesucristo.

No habéis visto a Jesucristo, y lo amáis; no lo veis, y creéis en él; y os alegráis con un gozo inefable y transfigurado, alcanzando así la meta de vuestra fe: vuestra propia salvación.

SALMO 110, 1-2. 5-6. 9ab y 10c

El Señor recuerda siempre su alianza.

Doy gracias al Señor de todo corazón, en compañía de los rectos, en la asamblea. Grandes son las obras del Señor, dignas de estudio para los que las aman.

Él da alimento a sus fieles, recordando siempre su alianza; mostró a su pueblo la fuerza de su obrar, dándoles la heredad de los gentiles.

Envió la redención a su pueblo, ratificó para siempre su alianza; la alabanza del Señor dura por siempre.

EVANGELIO: Marcos 10, 17-27

En aquel tiempo, cuando salía Jesús al camino, se le acercó uno corriendo, se arrodilló y le preguntó:

-«Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?»

Jesús le contestó:

-«¿Por qué me llamas bueno? No hay nadie bueno más que Dios. Ya sabes los mandamientos: no matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, no estafarás, honra a tu padre y a tu madre.»

Él replicó:

-«Maestro, todo eso lo he cumplido desde pequeño.»

Jesús se le quedó mirando con cariño y le dijo:

-«Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dale el dinero a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego sígueme.»

A estas palabras, él frunció el ceño y se marchó pesaroso, porque era muy rico.

Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos:

-«¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!» Los discípulos se extrañaron de estas palabras. Jesús añadió:

-«Hijos, ¡qué difícil les es entrar en el reino de Dios a los que ponen su confianza en el dinero! Más fácil le es a un camello pasar por el ojo de una aguja, que a un rico entrar en el reino de Dios.»

Ellos se espantaron y comentaban:

-«Entonces, ¿quién puede salvarse?»

Jesús se les quedó mirando y les dijo:

-«Es imposible para los hombres, no para Dios. Dios lo puede todo.»

«UNA COSA TE FALTA» (Mc 10, 21)


Diálogo provocador con un joven insatisfecho

Por Mons. Carlos López Hernández, Obispo de Salamanca
18 de mayo de 2012

Obispo: ¿Qué buscas? ¿A qué aspiras en tu vida?

Joven: Yo quiero ser feliz.

O.: Es un buen deseo. ¿Qué haces para conseguirlo?

J.: Estudio en la universidad. Quiero asegurarme un buen futuro profesional.

O.: Lo tienes muy fácil. Cuando acabes la carrera serás feliz.

J.: Si logro encontrar trabajo.

O.: ¡Ah! Entonces, tu felicidad futura ¿no está en tus manos?

J.: ¡Claro!. Y eso es lo que me preocupa. Muchos años de esfuerzo para ir tal vez al paro o ejercer un trabajo que no me gusta.

O.: Hay muchos jóvenes graduados que están en esa situación.

J.: Y están decepcionados, inseguros de su futuro, sin saber qué hacer.

O.: ¿Tu crees que pueden ser felices?

J.: No lo sé. Del todo, no. A medias tal vez.

O.: Tienes una familia que te quiere y te da lo que necesitas; no te falta de nada. Tienes salud, eres físicamente agraciado, te lo pasas bien con tus amigos y amigas. Debes sentirte feliz.

J.: Bueno, no siempre. Yo quiero ser autónomo y mis padres me ponen límites y me exigen responsabilidad.

O.: Será porque quieren lo mejor para ti.

J.: Sí, pero me fastidia que me den normas y me digan lo que tengo que hacer. Ya soy mayor de edad. No quiero depender de nadie.

O.: Pero haces lo que programan tus amigos o lo que le gusta a tu chica, o lo que está de moda.

J.: Sí, porque me proponen lo que saben que me gusta y me apetece.

O.: Pero vas a clase y estudias también cuando no tienes ganas.

J.: Porque hay que aprobar y sacar la carrera. Hay mucha competencia y es necesario tener buen expediente académico.

O.: Estoy seguro que además disfrutas aprendiendo y cumpliendo con tu deber.

J.: Sí, muchas veces, aunque no siempre.

O.: Y seguro que te sientes bien cuando ves el fruto de tu esfuerzo.

J.: Por supuesto.

O.: Y cuando haces felices a tus padres, aunque en principio te fastidie; o cuando compartes tus cosas con tus hermanos, ayudas a tus amigos o eres útil a los demás..

J.: Sí, claro.

O.: Veo que no eres tan egoísta como parecías al principio. Te preocupa la injusticia, el hambre en el mundo, las guerras, la violación de los derechos humanos, la corrupción en la política, la pérdida del estado de bienestar, la situación de los parados, etc.

J.: Sí, y me siento solidario con ellos. Pero no sé que hacer para ayudarlos. Alguna vez he hecho de voluntario en una obra social, pero sólo durante un tiempo.

O.: ¿Y te sentiste feliz al hacerlo?

J.: Sí, bastante.

O.: ¿Por qué no seguiste colaborando?

J.: Porque tenía que estudiar y no me daba tiempo. Además, también necesito hacer otras cosas, como estudiar idiomas. Y quiero también ganar algo en el verano para mis gastos extra y tener un tiempo libre para lo que me gusta hacer.

O.: Perdona, que insista. Si te sientes feliz haciendo una cosa buena, ¿por qué no la haces siempre?

J.: Me parece que no lo sé. Pero no estoy seguro de que me haga siempre feliz lo que me hace sentirme a gusto durante un tiempo. Las circunstancias pueden cambiar y también los gustos. No puedo asegurar lo que me va a apetecer hacer mañana.

O.: Pero te gustaría portarte siempre bien con los demás y que te tengan por buena persona.

J.: Sí, claro está; pero es muy difícil distinguir lo que es conveniente en cada momento, lo que uno tiene derecho a buscar para uno mismo y lo que debe hacer por los demás; cuándo eres bueno y cuándo haces el tonto y abusan de ti.

O.: Veo que, en el fondo, tienes buenos criterios éticos.

J.: En mi familia me han inculcado la enseñanza de Jesús sobre el amor al prójimo y los demás mandamientos.

O.:¿Has seguido esta enseñanza?

J.: A veces sí y a veces no. Y hay mandamientos que no acabo de entender del todo, ni tengo fuerzas para cumplirlos.

O.: ¿Te consideras católico?

J.: Sí, pero poco practicante, aunque pertenezco a una cofradía de Semana Santa. Algunas cosas de la Iglesia me gustan y otras no.

O.: ¿Te parece que la religión es cuestión de gustos?

J.: Sí, tiene que ser libre; a nadie se le puede obligar.

O.: Tienes razón; la fe se propone y no se impone. Pero tú sabes que hay cosas que no gustan de momento y son buenas y necesarias. ¿No te parece que la cuestión es conocer la verdad?

J.: La verdad es relativa, cada uno tiene la suya.

O.: La ley de la gravedad es una verdad común a todos.

J.: Sí, pero eso es una ley física, que se comprueba por la ciencia.

O.: ¿Te has detenido alguna vez a examinar los efectos distintos que produce en la vida de las personas y de la sociedad el amor y el odio, la solidaridad y el egoísmo, la justicia y la injusticia, el dominio de sí y el instinto de placer, la información veraz y la falsa, la fidelidad a la palabra dada y la estrategia, la verdad y la mentira, etc.?

J.: Bueno, bueno, no me quiera comer el coco, que le veo venir. Ya va a decirme que la Iglesia tiene la verdad.

O.: No te lo voy a decir. Sólo quiero invitarte a buscar por ti mismo, con tu cabeza y tu corazón, y a ser sincero contigo mismo y discernir en tu vida lo que te hace sentirte en paz y lo que te deja insatisfecho.

J.: Reconozco que tengo muchos motivos de insatisfacción, por lo que veo en la sociedad y por lo que yo no soy capaz de hacer, aunque me gustaría hacerlo.

O.: Lo que te hace sentirte en paz y satisfecho siempre que lo haces, ¿no será la verdad que te cuesta trabajo reconocer y seguir? ¿No será lo bueno que, en el fondo, quieres poner en práctica?

J.: Todavía no lo he descubierto con claridad. Tengo mucho tiempo por delante para ello. Ahora soy muy joven y…

O.: No me dirás que prefieres seguir insatisfecho, o buscando sólo satisfacciones de repuesto diario.

J.: Tampoco es eso, pero soy un joven de hoy; y, ya sabe, el ambiente me influye. No tengo todo tan claro como para ser distinto, actuar contra corriente y ser señalado como un bicho raro. Tengo tiempo para ir viendo qué pasa.

O.: Ya comprendo. Mientras tanto, para que veas más claro lo que te pasa, te aconsejo tener en cuenta la invitación de Jesús a dos jóvenes inquietos que le preguntaban donde vivía: “Venid y lo veréis. Entonces fueron, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día” (Jn 1, 39). Y así descubrieron y anunciaron: “Hemos encontrado al Mesías” (Jn 1, 41).

J.: Me está diciendo que tengo que leer más el Evangelio.

O.: Tú lo has dicho. Si empiezas a estar con Jesús, podrás llegar un día a comprender su llamada a un joven insatisfecho, que aspiraba a más, pero estaba muy atado a sus riquezas. Jesús le dijo: “Una cosa te falta: anda, vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el cielo, y luego ven y sígueme” (Mc 10, 21).

J.:¿Cómo respondió aquel joven?

O.: Lo mismo que tú ahora. Dando largas y marchándose triste e insatisfecho por no ser capaz de ser totalmente libre. Como ves, la historia se repite. Pero Jesús puede reiterar la llamada. Y ni tú ni yo sabemos ahora, lo que vas a ser capaz de responder mañana.

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El maná de cada día, 27.2.22

febrero 26, 2022

Domingo VIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

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De lo que rebosa el corazón habla la boca


Antífona de entrada: Sal 17, 19-20

El Señor fue mi apoyo: me sacó a un lugar espacioso, me libró, porque me amaba.

Oración colecta

Concédenos, Señor, que el mundo progrese según tu designio de paz para nosotros, y que tu Iglesia se alegre en su confiada entrega. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 27, 4-7

Cuando se agita la criba, quedan los desechos; así, cuando la persona habla, se descubren sus defectos.

El horno prueba las vasijas del alfarero, y la persona es probada en su conversación.

El fruto revela el cultivo del árbol, así la palabra revela el corazón de la persona.

No elogies a nadie antes de oírlo hablar, porque ahí es donde se prueba una persona.

SALMO 91, 2-3. 13-14. 15-16

Es bueno darte gracias, Señor.

Es bueno dar gracias al Señor y tocar para tu nombre, oh Altísimo; proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad.

El justo crecerá como una palmera, se alzará como un cedro del Líbano: plantado en la casa del Señor, crecerá en los atrios de nuestro Dios.

En la vejez seguirá dando fruto y estará lozano y frondoso, para proclamar que el Señor es justo, mi Roca, en quien no existe la maldad.

SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 15, 54-58

Hermanos:

Cuando esto corruptible se vista de incorrupción, y esto mortal se vista de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: «La muerte ha sido absorbida en la victoria. ¿Dónde está, muerte, tu victoria? ¿Dónde está, muerte, tu aguijón?».

El aguijón de la muerte es el pecado, y la fuerza del pecado, la ley.

¡Gracias a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!

De modo que, hermanos míos queridos, manteneos firmes e inconmovibles. Entregaos siempre sin reservas a la obra del Señor, convencidos de que vuestro esfuerzo no será vano en el Señor.

ALELUYA: Flp. 2, 15d-16a

Brilláis como lumbreras del mundo, manteniendo firme la palabra de la vida.


EVANGELIO: Lucas 6, 39-45

En aquel tiempo, dijo Jesús a los discípulos una parábola:

«¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo? No está el discípulo sobre su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

Pues no hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno; por ello, cada árbol se conoce por su fruto; porque no se recogen higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos.

El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón, saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque de lo que rebosa el corazón habla la boca».

Antífona de comunión: Sal 12, 6

Cantaré al Señor por el bien que me ha hecho, cantaré al nombre del Dios Altísimo.

PAPA FRANCISCO. ÁNGELUS, Domingo, 3 de marzo de 2019

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El pasaje del Evangelio de hoy presenta parábolas breves, con las cuales Jesús quiere señalar a sus discípulos el camino a seguir para vivir sabiamente. Con la pregunta: «¿Podrá un ciego guiar a otro ciego?» (Lc 6, 39), quiere subrayar que un guía no puede ser ciego, sino que debe ver bien, es decir, debe poseer la sabiduría para guiar con sabiduría, de lo contrario corre el peligro de perjudicar a las personas que dependen de él.

Así, Jesús llama la atención de aquellos que tienen responsabilidades educativas o de mando: los pastores de almas, las autoridades públicas, los legisladores, los maestros, los padres, exhortándoles a que sean conscientes de su delicado papel y a discernir siempre el camino acertado para conducir a las personas.

Y Jesús toma prestada una expresión sapiencial para indicarse como modelo de maestro y guía a seguir: «No está el discípulo por encima del maestro. Todo el que esté bien formado será como su maestro» (v. 40). Es una invitación a seguir su ejemplo y su enseñanza para ser guías seguros y sabios.

Y esta enseñanza está encerrada, sobre todo, en el Sermón de la Montaña, que desde hace tres domingos la liturgia nos propone en el Evangelio, indicando la actitud de mansedumbre y de misericordia para ser personas sinceras, humildes y justas.

En el pasaje de hoy encontramos otra frase significativa, que nos exhorta a no ser presuntuosos e hipócritas. Dice así: «¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?» (v. 41).

Muchas veces, lo sabemos, es más fácil o más cómodo percibir y condenar los defectos y los pecados de los demás, sin darnos cuenta de los nuestros con la misma claridad.

Siempre escondemos nuestros defectos, también a nosotros mismos; en cambio, es fácil ver los defectos de los demás. La tentación es ser indulgente con uno mismo ―manga ancha con uno mismo― y duro con los demás.

Siempre es útil ayudar a otros con consejos sabios, pero mientras observamos y corregimos los defectos de nuestro prójimo, también debemos ser conscientes de que tenemos defectos. Si creo que no los tengo, no puedo condenar o corregir a los demás.

Todos tenemos defectos: todos. Debemos ser conscientes de ello y, antes de condenar a los otros, mirar dentro de nosotros mismos. Así, podemos actuar de manera creíble, con humildad, dando testimonio de la caridad.

¿Cómo podemos entender si nuestro ojo está libre o si está obstaculizado por una viga? De nuevo es Jesús quien nos lo dice: «No hay árbol bueno que dé fruto malo, y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto» (vv.43-44).

El fruto son las acciones, pero también las palabras. La calidad del árbol también se conoce por las palabras. Efectivamente, quien es bueno saca de su corazón y de su boca el bien y quien es malo saca el mal, practicando el ejercicio más dañino entre nosotros, que es la murmuración, el chismorreo, hablar mal de los demás.

Esto destruye; destruye la familia, destruye la escuela, destruye el lugar de trabajo, destruye el vecindario. Por la lengua empiezan las guerras.

Pensemos un poco en esta enseñanza de Jesús y preguntémonos: ¿Hablo mal de los demás? ¿Trato siempre de ensuciar a los demás? ¿Es más fácil para mí ver los defectos de otras personas que los míos? Y tratemos de corregirnos al menos un poco: nos hará bien a todos.

Invoquemos el apoyo y la intercesión de María para seguir al Señor en este camino.


El maná de cada día, 26.2.22

febrero 26, 2022

Sábado de la 7ª semana del Tiempo Ordinario

Dejad que los niños se acerquen a mí
Dejad que los niños se acerquen a mí


PRIMERA LECTURA: Santiago 5, 13-20

Queridos hermanos:

¿Sufre alguno de vosotros? Rece. ¿Está alegre alguno? Cante cánticos. ¿Está enfermo alguno de vosotros? Llame a los presbíteros de la Iglesia, y que recen sobre él, después de ungirlo con óleo, en el nombre del Señor.

Y la oración de fe salvará al enfermo, y el Señor lo curará, y, si ha cometido pecado, lo perdonará. Así, pues, confesaos los pecados unos a otros, y rezad unos por otros, para que os curéis.

Mucho puede hacer la oración intensa del justo. Elías, que era un hombre de la misma condición que nosotros, oró fervorosamente para que no lloviese; y no llovió sobre la tierra durante tres años y seis meses. Luego volvió a orar, y el cielo derramó lluvia y la tierra produjo sus frutos.

Hermanos míos, si alguno de vosotros se desvía de la verdad y otro lo encamina, sabed que uno que convierte al pecador de su extravío se salvará de la muerte y sepultará un sinfín de pecados.

SALMO 140, 1-2. 3 y 8

Suba mi oración como incienso en tu presencia, Señor.

Señor, te estoy llamando, ven deprisa, escucha mi voz cuando te llamo. Suba mi oración como incienso en tu presencia, el alzar de mis manos como ofrenda de la tarde.

Coloca, Señor, una guardia en mi boca, un centinela a la puerta de mis labios. Señor, mis ojos están vueltos a ti, en ti me refugio, no me dejes indefenso.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del reino a la gente sencilla.

EVANGELIO: Marcos 10, 13-16

En aquel tiempo, le acercaban a Jesús niños para que los tocara, pero los discípulos les regañaban.

Al verlo, Jesús se enfadó y les dijo: «Dejad que los niños se acerquen a mi: no se lo impidáis; de los que son como ellos es el reino de Dios. Os aseguro que el que no acepte el reino de Dios como un niño, no entrará en él.»

Y los abrazaba y los bendecía imponiéndoles las manos.

SI NO OS HACÉIS COMO NIÑOS…

Fíjate en los niños. Son sacramentos de Dios. El Señor afirmó, ante la mirada escandalizada y desconcertada de sus discípulos, que “de los que son como ellos es el Reino de los cielos” (Mc 10, 14-15).

Los niños dependen en todo del amor de sus padres. Aman y son amados, y en eso consiste todo su vivir. Su atractivo irresistible nace de la sencillez con que viven una confianza ciega, inaudita, en el amor del padre y de la madre.

¿Por qué no puede ser ése tu camino de santidad? María fue Madre de Cristo porque supo mantenerse siempre Niña ante Dios Padre. Fue la “pequeña del Padre”.

Su maternidad no se entiende sin su filiación. Para vivir como Ella la maternidad espiritual hay que permanecer siempre niños, pequeños, hijos.

La espiritualidad de la infancia espiritual no tiene nada de blandenguería ni es un camino de santidad de segunda categoría. Con ser pequeño en las formas, ese “caminito” –como gustaba de llamarlo Teresa de Lisieux– va forjando almas grandes en la entrega y en el amor, almas que apoyan toda su vida espiritual en lo esencial y no en las formas ni en lo accidental.

No te apoyes en tus méritos, cualidades, planes y pronósticos, en tus juicios y valoraciones, en tus estados de ánimo o en tus dotes y virtudes espirituales. Sólo quien vive el más confiado abandono en el amor del Padre y de la Madre es capaz de gustar y contagiar la paz y la alegría de los niños.

Lañas diarias www.mater-dei.es


El maná de cada día, 25.2.22

febrero 25, 2022

Viernes de la VII semana de Tiempo Ordinario

Anillos de matrimonio
Lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre


PRIMERA LECTURA: Santiago 5, 9-12

Hermanos, no os quejéis los unos de los otros, para que no seáis condenados; mirad: el juez está ya a las puertas.

Hermanos, tomad como modelo de resistencia y de paciencia a los profetas que hablaron en nombre del Señor; mirad: nosotros proclamamos dichosos a los que tuvieron paciencia.

Habéis oído hablar de la paciencia de Job y ya sabéis el final que le concedió el Señor, porque el Señor es compasivo y misericordioso.

Y sobre todo, hermanos míos, no juréis, ni por el cielo, ni por la tierra, ni hagáis otro tipo de juramento; que vuestro sí sea sí, y vuestro no, no, para que no caigáis bajo condena.

SALMO 102, 1b-2. 3-4. 8-9. 11-12

El Señor es compasivo y misericordioso.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia. No está siempre acusando ni guarda rencor perpetuo.

Como se levanta el cielo sobre la tierra, se levanta su bondad sobre los que le temen; como dista el oriente del ocaso, así aleja de nosotros nuestros delitos.

ALELUYA: Jn 17, 17

Tu palabra, Señor, es verdad; santifícanos en la verdad.


EVANGELIO: Marcos 10, 1-12

En aquel tiempo, Jesús se marchó a Judea y a Transjordania; otra vez se le fue reuniendo gente por el camino y según su costumbre les enseñaba.

Acercándose unos fariseos, le preguntaban para ponerlo a prueba: «¿Le es lícito al hombre repudiar a su mujer?».

Él les replico: «Qué os ha mandado Moisés?».

Contestaron: «Moisés permitió escribir el acta de divorcio y repudiarla».

Jesús les dijo: «Por la dureza de vuestro corazón dejó escrito Moisés este precepto. Pero al principio de la creación Dios los creó hombre y mujer. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne. De modo que ya no son dos, sino una sola carne. Pues lo que Dios ha unido, que no lo separe el hombre».

En casa, los discípulos volvieron a preguntarle sobre lo mismo.

Él les dijo: «Si uno repudia a su mujer y se casa con otra, comete adulterio contra la primera. Y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio».

PAPA FRANCISCO. MISA MATUTINA EN LA CAPILLA DE LA CASA SANTA MARTA

Viernes, 25 de mayo de 2018

Fue el propio Papa, en la homilía, quien sugirió una «noticia a los periódicos e informativos»: la mujer y el marido que viven desde hace muchos años juntos «son a imagen y semejanza de Dios» y por eso, deberían ser más noticia que los divorcios, separaciones y escándalos.

Es, por lo tanto, una invitación a mirar lo positivo y a redescubrir «la belleza del matrimonio» la esencia de la reflexión del Pontífice, que empezó desde el pasaje evangélico de Marcos (10, 1-12).

«Jesús enseña a la masa», afirmó, haciendo notar que «la gente sencilla escucha al Señor porque tiene ganas, tiene sed, tiene sed de doctrina, sed de verdad; tiene una fe que busca crecer». Y la gente sencilla también «intuye que el Señor es un profeta, un maestro y lo sigue. Simplemente escucha».

En cambio, continuó Francisco, volviendo a leer el pasaje del Evangelio, «estos fariseos, o también doctores de la ley se acercaron y para ponerlo a prueba le hicieron una pregunta casuística, aquellas preguntas de la fe que “se puede o no se puede”, donde la fe está reducida a un “sí” o a un “no”». Pero «no el gran “sí” o el gran “no” de los que hemos escuchado hablar, que es Dios», hizo presente el Pontífice refiriéndose al pasaje de la carta de Santiago apóstol (5, 9-12).

Para los fariseos, en cambio, la cuestión es «se puede o no se puede». Y «la vida cristiana, la vida según Dios, según esta gente, está siempre en el “se puede” y “no se puede”, para ponerlo a prueba».

Pero «cuando escucha estas cosas, el corazón de Jesús sufre y va más allá; va arriba, va arriba» explicó el Papa. «La pregunta es sobre el divorcio, sobre el matrimonio: para ellos, el matrimonio parece que fuera “se puede o no se puede”; hasta qué punto debo ir adelante, hasta qué punto no». En cambio, hizo notar Francisco, «Jesús va arriba y llega hasta la creación y habla del matrimonio que tal vez es la cosa más hermosa» que el Señor hizo «en aquellos siete días, son siete etapas».

En el pasaje de Marcos se lee, de hecho, que Jesús les dice: “Desde el inicio de la creación Dios les hizo hombre y mujer; por eso, el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y los dos se convertirán en una sola carne. Así ya no son dos, sino una sola carne”». «Es fuerte lo que dice el Señor», relanzó el Pontífice.

«Dios —continuó— les creó desde el inicio así y no dice “son solo un espíritu, un solo amor”, no: “una carne”, ¡precisamente no se puede dividir eso!». Pero, añadió. «deja el problema de la separación y va a la belleza del matrimonio, a la belleza de la pareja que debe estar unida».

Y así, afirmó el Papa, «el hombre y la mujer dejan a sus familias para comenzar un nuevo camino». Por eso, «hay una ruptura en el hombre y en la mujer para iniciar esto: la ruptura con aquello que estaba antes, con la familia que estaba antes; “deja para convertirse en” y después toda la vida este camino de ir adelante juntos no dos, sino uno». Por lo tanto, «ir por la vida así, uno y lo que es uno debe permanecer uno: esto es lo que dice el Señor».

«Nosotros no debemos detenernos, como estos doctores, en un “se puede o no se puede” dividir un matrimonio» hizo presente el Papa. «A veces está la desgracia de que no funciona —explicó— y es mejor separarse para evitar una guerra mundial, pero esto es una desgracia». Sobre todo «vamos a ver lo positivo».

Y en esta perspectiva, añadió, «a mí me gusta hoy hablar de esto, porque entre vosotros hay siete parejas que celebran el quincuagésimo o vigésimo quinto aniversario de matrimonio». Son parejas, afirmó Francisco, que «vienen a celebrar, es decir, a disfrutar frente al Señor por esos cincuenta años, por esos veinticinco años de camino juntos».

«Cada uno, cuando llega a este punto, reflexiona sobre el camino recorrido y agradece al Señor» continuó el Papa.

«Recuerdo —confió— una vez en una audiencia general, saludando a la gente, me detuve delante de una pareja: ¡eran jóvenes, nunca hubiera pensado que celebraban el sexagésimo! ¡Pero no parecían tan ancianos!». El hecho es que «en ese momento —añadió el Papa— se casaban jóvenes; hoy, para que el hijo se case, la madre debe dejar de planchar sus camisas porque no quiere irse de su casa».

Recordando a esa pareja, Francisco confió de nuevo: «Los miré y les dije: “¿estáis contentos?”. Y ellos, mirándome, se miraron a los ojos y luego, cuando volvieron a mirarme, tenían los ojos vidriosos, y ambos me dijeron: “estamos enamorados”. Después de sesenta años, el amor era fuerte como el buen vino: el tiempo ennoblece al buen vino y cuando envejece se vuelve aún mejor».

«Es cierto que hay dificultades, hay problemas con los hijos o en la misma pareja, discusiones, peleas», reconoció el Pontífice. Pero «lo importante es que la carne sigue siendo una y se superan, se superan, se superan».

Porque, explicó, «esto no es solo un sacramento para ellos», para los cónyuges, «sino también para la Iglesia, como si fuera un sacramento que llama la atención: “¡mirad que el amor es posible!”». Y «el amor es capaz de hacer vivir enamorados toda la vida —recordó Francisco— con alegría y dolor, con el problema de sus hijos y su problema». Pero lo importante, dijo, es «continuar siempre, en la salud y en la enfermedad, pero siempre seguir adelante.

Esto es la belleza». Y «es tan hermoso —explicó el Papa— porque en la Biblia, en el momento de la creación, el Señor los creó hombre y mujer, a su imagen los creó». En el «matrimonio, así, el hombre y la mujer son a imagen y semejanza de Dios».

Tanto es así que aquellos que se preguntan: «¿Cómo es Dios?», podemos sugerir mirar «ese matrimonio que durante tantos años va unido, lucha y tiene hijos y continúa: ¡miren, Dios es así!». Precisamente esos dos cónyuges «son a imagen y semejanza de Dios». De hecho, «el matrimonio es un sermón silencioso para todos los demás, un sermón cotidiano».

Y «es doloroso» observar que una pareja que vive «durante tantos años juntos no es noticia» para «periódicos e informativos». En cambio, «la noticia es el escándalo, el divorcio o los que se separan: a veces debemos separarnos, como he dicho, para evitar un mal mayor».

Pero «la imagen de Dios no es noticia», reiteró Francisco, recordando que «esta es la belleza del matrimonio»: los cónyuges «son a imagen y semejanza de Dios y esta es nuestra noticia, la noticia cristiana».

«Necesitamos pensar más sobre esto», sugirió el Papa. «No es fácil avanzar en la vida matrimonial, en la vida familiar, porque hay tantos problemas, reconoció, pero cuando se logra avanzar y no cae en el fallo, ¡cuánta belleza!». Y el Papa hizo presente, refiriéndose a la carta de Santiago, simplemente «para continuar, la primera lectura nos habló de paciencia: quizás la virtud más importante en la pareja, tanto del hombre como de la mujer, es la paciencia».

Y agregó: «Monseñor Assunto Scotti, que trabaja aquí conmigo, a menudo me dice: “se necesita paciencia”. A menudo me lo repite. Sí, se necesita paciencia para continuar un matrimonio. Se necesita paciencia. Pero es la paciencia lo que mantiene esta imagen y semejanza de Dios».

Para concluir, el Papa invitó a rezar «al Señor para que le dé a la Iglesia y a la sociedad una conciencia más profunda y hermosa del matrimonio», para que «todos podamos comprender y contemplar que en el matrimonio está la imagen y la semejanza de Dios».

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El maná de cada día 24.2.22

febrero 24, 2022

Jueves de la 7ª semana del Tiempo Ordinario

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.
Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.


PRIMERA LECTURA: Santiago 5, 1-6

Ahora, vosotros, los ricos, llorad y lamentaos por las desgracias que os han tocado. Vuestra riqueza está corrompida y vuestros vestidos están apolillados. Vuestro oro y vuestra plata están herrumbrados, y esa herrumbre será un testimonio contra vosotros y devorará vuestra carne como el fuego.

¡Habéis amontonado riqueza, precisamente ahora, en el tiempo final!

El jornal defraudado a los obreros que han cosechado vuestros campos está clamando contra vosotros; y los gritos de los segadores han llegado hasta el oído del Señor de los ejércitos.

Habéis vivido en este mundo con lujo y entregados al placer. Os habéis cebado para el día de la matanza. Condenasteis y matasteis al justo; él no os resiste.

SALMO 48,14-15ab.15cd-16.17-18.19-20

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Éste es el camino de los confiados, el destino de los hombres satisfechos: son un rebaño para el abismo, la muerte es su pastor.

Y bajan derechos a la tumba; se desvanece su figura, y el abismo es su casa.

Pero a mí, Dios me salva, me saca de las garras del abismo y me lleva consigo.

No te preocupes si se enriquece un hombre y aumenta el fasto de su casa: cuando muera, no se llevará nada, su fasto no bajará con él.

Aunque en vida se felicitaba: «Ponderan lo bien que lo pasas», irá a reunirse con sus antepasados, que no verán nunca la luz.

Aclamación antes del Evangelio: 1Ts 2, 13

Acoged la palabra de Dios, no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios.

EVANGELIO: Marcos 9, 41-50

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no se quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar.

Si tu mano te hace caer, córtatela: más te vale entrar manco en la vida, que ir con las dos manos al infierno, al fuego que no se apaga.

Y, si tu pie te hace caer, córtatelo: más te vale entrar cojo en la vida, que ser echado con los dos pies al infierno.

Y, si tu ojo te hace caer, sácatelo: más te vale entrar tuerto en el reino de Dios, que ser echado con los dos ojos al infierno, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.

Todos serán salados a fuego. Buena es la sal; pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la sazonaréis? Que no falte entre vosotros la sal, y vivid en paz unos con otros.»

LO QUE IMPORTA ES IR AL CIELO

P. Francisco Fernández Carvajal

Ser instrumento de salvación para muchos

La consideración de nuestro fin último ha de llevarnos a la fidelidad en lo poco de cada día, a ganarnos el Cielo con los quehaceres y las incidencias diarias, a remover todo aquello que sea un obstáculo en nuestro caminar.

También nos ha de llevar al apostolado, a ayudar a quienes están junto a nosotros para que encuentren a Dios y le sirvan en esta vida y sean felices con Él por toda la eternidad. Ésta es la mayor muestra de caridad y de aprecio que podemos tener.

La primera forma de ayudar a los demás es la de estar atentos a las consecuencias de nuestro obrar y de las omisiones, para no ser nunca, ni de lejos, escándalo, ocasión de tropiezo para otros.

El Evangelio de la Misa recoge también estas palabras de Jesús: Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le pongan al cuello una piedra de molino, de las que mueve un asno, y sea arrojado al mar.

En otro momento ya había dicho el Señor: Es imposible que no sucedan escándalos; pero ¡ay de aquel que los causa! (15)

Pocas palabras encontramos en el Evangelio tan fuertes como éstas; pocos pecados tan graves como el de causar la ruina de un alma, porque el escándalo tiende a destruir la obra más grande de Dios, que es la Redención, con la pérdida de las almas: da muerte al alma del prójimo quitándole la vida de la gracia, que es más preciosa que la vida del cuerpo.

Los pequeños, para Jesús, son en primer lugar los niños, en cuya inocencia se refleja de una manera particular la imagen de Dios; pero también lo son esa inmensa muchedumbre de personas sencillas, con menos formación y, por lo mismo, más fáciles de escandalizar.

Ante las muchas causas de escándalo que diariamente se dan en el mundo, el Señor nos pide a sus discípulos desagravio y reparación por tanto mal, siendo ejemplos vivos que arrastren a otros a ser buenos cristianos, practicando la corrección fraterna oportuna, afectuosa, prudente, que ayude a otros a remediar sus errores o a que se separen de una situación dañosa para su alma, moviendo a muchos para que acudan al sacramento de la Penitencia, donde enderecen sus pasos torcidos.

La realidad de la existencia del infierno, que nos enseña la fe, es una llamada al apostolado, a ser para muchos instrumento de salvación.

Acudamos a la Virgen Santísima: iter para tutum! (16), prepáranos, a nosotros y a todos los hombres, un camino seguro: el que termina en la eterna felicidad del Cielo.

(15) Lc 17, 1.- (16) LITURGIA DE LAS HORAS, Segundas Vísperas del Común de la Virgen, Himno Ave, maris stella.

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El maná de cada día 23.2.22

febrero 23, 2022

Miércoles de la 7ª semana del Tiempo Ordinario

Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose correctamente
El que no está contra nosotros está a favor nuestro.


PRIMERA LECTURA: Santiago 4,13-17

Queridos hermanos:

Vosotros decís: «Mañana o pasado iremos a esa ciudad y pasaremos allí el año negociando y ganando dinero». Y ni siquiera sabéis qué pasará mañana. Pues, ¿qué es vuestra vida? Una nube que aparece un momento y en seguida desaparece.

Debéis decir así: «Si el Señor lo quiere y vivimos, haremos esto o lo otro.» En vez de eso, no paráis de hacer grandes proyectos, fanfarroneando; y toda jactancia de ese estilo es mala cosa. Al fin y al cabo, quien conoce el bien que debe hacer y no lo hace es culpable.

SALMO 48,2-3.6-7.8-10.11

Dichosos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Oíd esto, todas las naciones; escuchadlo, habitantes del orbe: plebeyos y nobles, ricos y pobres.

¿Por qué habré de temer los días aciagos, cuando me cerquen y acechen los malvados, que confían en su opulencia y se jactan de sus inmensas riquezas?

Si nadie puede salvarse ni dar a Dios un rescate. Es tan caro el rescate de la vida, que nunca les bastará para vivir perpetuamente sin bajar a la fosa.

Mirad: los sabios mueren, lo mismo que perecen los ignorantes y necios, y legan sus riquezas a extraños.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 14, 6

Yo soy el camino y la verdad y la vida, dice el Señor; nadie va al Padre, sino por mí.

EVANGELIO: Marcos 9,38-40

En aquel tiempo, dijo Juan a Jesús: «Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.»

Jesús respondió: «No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros está a favor nuestro.»

UNIDAD Y DIVERSIDAD EN EL APOSTOLADO

P. Francisco Fernández Carvajal

No es cristiana la mentalidad estrecha y exclusivista en las tareas apostólicas. El apostolado en la Iglesia es muy variado y distinto.

Los discípulos vieron a uno que echaba demonios en el nombre del Señor. No sabemos si se trataba de alguien que había conocido antes a Jesús, o bien alguno que fue curado por Él y se había constituido por su cuenta en un seguidor más del Maestro.

San Marcos (1) nos ha dejado la reacción de San Juan, quien, acercándose a Jesús, le dijo: Maestro, hemos visto a uno lanzar demonios en tu nombre, pero se lo hemos prohibido, porque no anda con nosotros.

El Señor aprovechó esta ocasión para dejar una enseñanza valedera para todos los tiempos: No se lo prohibáis -dijo Jesús-, pues no hay nadie que haga un milagro en mi nombre y pueda luego hablar mal de mí: el que no está contra nosotros, está con nosotros.

Este exorcista manifestaba una fe honda y operativa en Jesús; lo expresaba a través de las obras. Jesús lo acepta como seguidor suyo y reprueba la mentalidad estrecha y exclusivista en las tareas apostólicas; nos enseña que el apostolado es muy variado y distinto.

“Muchas son las formas de apostolado -proclama el Concilio Vaticano II- con que los seglares edifican a la Iglesia y santifican al mundo, animándolo en Cristo” (2). La única condición es “estar con Cristo”, con su Iglesia, enseñar su doctrina, amarle con obras.

El espíritu cristiano ha de llevarnos a fomentar una actitud abierta ante formas apostólicas diversas, a poner empeño en comprenderlas, aunque sean muy distintas de nuestro modo de ser o de pensar, y alegrarnos sinceramente de su existencia, entre otras razones porque la viña es inmensa y los obreros, pocos (3).

Alégrate, si ves que otros trabajan en buenos apostolados. Y pide, para ellos, gracia de Dios abundante y correspondencia a esa gracia.

“Después, tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro” (4). Porque no sería posible para un cristiano vivir la fe y tener al mismo tiempo una mentalidad como de partido único, de tal manera que quien no adoptara unas determinadas formas, métodos o modos de hacer, o campos de apostolado, estaría en contra.

Nadie que trabaje con rectitud de intención estorba en el campo del Señor. Todos somos necesarios. Importa mucho que, entendiendo bien la unidad en la Iglesia, Cristo sea anunciado de modos bien diversos.

Unidad “en la fe y en la moral, en los sacramentos, en la obediencia a la jerarquía, en los medios comunes de santidad y en las grandes normas de disciplina, según el conocido principio agustiniano: in necessariis unitas, in dubiis libertas, in omnibus caritas (en los asuntos necesarios unidad, en los opinables libertad, en todos caridad)” (5).

Y esa unidad necesaria no será nunca uniformidad que empobrece a las almas y a los apostolados: “en el jardín de la Iglesia hubo, hay y habrá una variedad admirable de hermosas flores, distintas por el aroma, por el tamaño, por el dibujo y por el color” (6). Y esta diversidad es riqueza para gloria de Dios.

Al esforzarnos en una tarea apostólica hemos de evitar una tentación que podría acechar: la de “entretenerse” inútilmente en evaluar las iniciativas apostólicas de los demás. Más que estar pendientes de la actuación de otros, debemos sondear nuestro corazón y ver si ponemos todo el empeño, si procuramos hacer rendir los talentos que hemos recibido de Dios en favor de las almas: “…tú, a tu camino: persuádete de que no tienes otro”.

“La maravilla de la Pentecostés es la consagración de todos los caminos: nunca puede entenderse como monopolio ni como estimación de uno solo en detrimento de otros.

“Pentecostés es indefinida variedad de lenguas, de métodos, de formas de encuentro con Dios: no uniformidad violenta” (7). De ahí nuestro gozo y alegría al ver que muchos trabajan con ahínco por dar a conocer el Reino de Dios, en formas de apostolado a las que el Señor no nos llama a nosotros.

(1) Mc 9, 37-39.- (2) CONC. VAT. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 16.- (3) Cfr. Mt 9, 37.- (4) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 965.- (5) JUAN PABLO II, Discurso a la Conferencia Episcopal Española, Madrid 31-X-1982.- (6) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Carta 9-I-1935.- (7) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Surco, n. 226.-

Homilética.org


El maná de cada día, 22.2.22

febrero 22, 2022

La Cátedra del apóstol san Pedro

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia


Antífona de entrada:
Lc 22, 32

El Señor dice a Simón Pedro: Yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.

Oración colecta

Dios todopoderoso, no permitas que seamos perturbados por ningún peligro, tú que nos has afianzado sobre la roca de la fe apostólica. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: 1 Pedro 5, 1-4

A los presbíteros en esa comunidad, yo, presbítero como ellos, testigo de los sufrimientos de Cristo y partícipe de la gloria que va a manifestarse, os exhorto:

Sed pastores del rebaño de Dios que tenéis a vuestro cargo, gobernándolo no a la fuerza, sino de buena gana, como Dios quiere; no por sórdida ganancia, sino con generosidad; no como déspotas sobre la heredad de Dios, sino convirtiéndoos en modelos del rebaño.

Y cuando aparezca el supremo Pastor, recibiréis la corona de gloria que no se marchita.

SALMO 22, 1-3.4.5.6

El Señor es mi pastor, nada me falta.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara, mis fuerzas; me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre.

Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 16, 18

Tu eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré a mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

EVANGELIO: Mateo 16, 13-19

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.»

Antífona de comunión: Mt 16, 16. 18

Pedro dijo a Jesús: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Jesús le respondió: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia.

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Basílica de San Pedro, Roma
Basílica de San Pedro, Roma

..LA IGLESIA DE CRISTO SE LEVANTA SOBRE LA FIRMEZA DE LA FE DE PEDRO

De los sermones de san León Magno, papa

.De todos se elige a Pedro, a quien se pone al frente de la misión universal de la Iglesia, de todos los apóstoles y los Padres de la Iglesia; y, aunque en el pueblo de Dios hay muchos sacerdotes y muchos pastores, a todos los gobierna Pedro, aunque todos son regidos eminentemente ­por Cristo.

La bondad divina ha concedido a este hombre una excelsa y admirable participación de su poder, y todo lo que tienen de común con Pedro los otros jerarcas, les es concedido por medio de Pedro.

El Señor pregunta a sus apóstoles qué es lo que los hombres opinan de él, y en tanto coinciden sus respuestas en cuanto reflejan la ambigüedad de la ignorancia humana.

Pero, cuando urge qué es lo que piensan los mismos discípulos, es el primero en confesar al Señor aquel que es primero en la dignidad apostólica. A las palabras de Pedro: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo, le responde el Señor: ¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo.

Es decir: «Eres verdaderamente dichoso porque es mi Padre quien te lo ha revelado; la humana opinión no te ha inducido a error, sino que la revelación del cielo te ha iluminado, y no ha sido nadie de carne y hueso, sino que te lo ha enseñado aquel de quien soy el Hijo único».

Y añade: Ahora te digo yo, esto es: «Del mismo modo que mi Padre te ha revelado mi divinidad, igualmente yo ahora te doy a conocer tu dignidad: Tú eres Pedro, que soy la piedra inviolable, la piedra angular que ha hecho de los dos pueblos una sola cosa, yo, que soy el fundamento, fuera del cual nadie puede edificar, te digo a ti, Pedro, que eres también piedra, porque serás fortalecido por mi poder de tal forma que lo que me pertenece por propio poder sea común a ambos por tu participación conmigo».

Sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. «Sobre esta fortaleza –quiere decir– construiré el templo eterno y la sublimidad de mi Iglesia, que alcanzará el cielo y se levantará sobre la firmeza de la fe de Pedro».

El poder del infierno no podrá con esta profesión de fe ni la encadenarán los lazos de la muerte, pues estas palabras son palabras de vida. Y del mismo modo que lleva al cielo a los confesores de la fe, igualmente arroja al infierno a los que la niegan.

Por esto dice al bienaventurado Pedro: Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra quedará desatado en el cielo.

La prerrogativa de este poder se comunica también a los otros apóstoles y se transmite a todos los obispos de la Iglesia, pero no en vano se encomienda a uno o que se ordena a todos; de una forma especial se otorga esto a Pedro, porque la figura de Pedro se pone al frente de todos los pastores de la Iglesia.


Entrevista | Ángel Manuel Pérez: «Narrar la Semana Santa de Sevilla en la calle es otra dimensión»

febrero 21, 2022

«Lo que intento aportar es lograr que a la gente, cuando lea en misa, se la oiga con facilidad y se la entienda»

ALEJANDRO SIGÜENZA 06/12/2021 21:07

Gente de Paz tiene el placer de entrevistar a uno de los grandes periodistas que locutó la Semana Santa de Sevilla a través de la radio en los años 80.

Ángel Manuel Pérez tiene ahora un magnífico proyecto en el que enseña a leer la liturgia de la palabra tanto a miembros de la vida consagrada como a feligreses para mejorar la comunicación en la Iglesia.

– ¿Cuándo nace su pasión por el Periodismo?

Muy jovencillo. Fue de leer. Mi padre me aficionó al hábito de la lectura, y recuerdo aquellas páginas de opinión de un periódico local hace mucho tiempo, cuando la firmaban escritores como Azorín, de quien dice Baroja que es uno de los mejores escritores de la historia de España.

Entonces por eso surgió mi interés por esta profesión, de leer y recortar en casa artículos, coleccionables, etcétera.

Y luego por otros factores como el teatro o los documentales, que me gustan mucho también. Por eso soy igualmente locutor publicitario, que es a lo que me dedico ahora.

Es decir, en mi profesión de Periodista y en la actual de locutor ha jugado un poco todo.

– Ahora vive y trabaja fundamentalmente en Madrid, pero durante la etapa profesional en su ciudad natal, Sevilla, estuvo vinculado a las retransmisiones de Semana Santa. ¿Cómo recuerda aquella etapa?

Con muchas vivencias. Los de mi generación éramos un grupito de poca gente retransmitiendo cofradías en la radio, ya que aún no estaban las televisiones locales ni nada.

Eso era otra dimensión. A mí me gusta más hacer radio en la calle que en estudio. Es apasionante. Ponerte en una esquina con un micrófono, que pase cualquier cofradía y empezar a contar lo que veías.

– ¿Recuerdas alguna anécdota?

Cuento una. Mi hija María Elena tiene ahora 32 años. Recuerdo cuando su madre estaba en estado. Era Semana Santa. Y yo estaba retransmitiendo la salida de la Macarena, porque yo he narrado esa salida durante 12 años.

El caso es que la madre me contaba que cuando salió la Virgen, empezó la niña a moverse y a dar pataditas en la barriga.

Después, con 1 añito, mi hija ya decía «Macaena, Macaena». Y hoy en día, María Elena sale cada madrugada con la Esperanza, y para ella es su gran devoción.

– ¿En qué momento decide irse a vivir a Madrid y continuar su trayectoria profesional allí?

Hace muchos años. Yo comprendí que ya había terminado una etapa en Sevilla. Y a mí siempre me había gustado mucho el tema publicitario, las locuciones, grabar… Y en ese momento era Madrid donde más posibilidades tenía.

Hoy en día con el tema digital da igual. El caso es que por eso me marché. Entendí que había acabado una etapa, y me fui a buscar nuevos horizontes.

Ángel Manuel Pérez se fotografía con uno de los grupos de su curso de lectura.

– Actualmente, además de las locuciones, realiza unos cursos sobre lectura en la Santa Misa tanto para religiosos como para feligreses. ¿Cómo y por qué se embarca en este proyecto?

Nace al ir a misa. Hace 5 o 6 años. Yo iba a escucharla y no me enteraba de nada. Había alguna persona que lo hacía razonablemente bien, pero a la mayoría no se le oía, no se le entendía, etcétera.

Yo soy profesor de locución también, entonces pensé en aportar mi granito de arena.

Y así lo hice. Empecé a moverme, a hablar con parroquias… Hasta ahora que he comenzado a expandirme. Ese fue el motivo.

– ¿En qué lugares ha realizado este curso de lectura?

En Madrid lo he impartido mucho, ya que tiene tres diócesis: Madrid, Getafe y Alcalá de Henares. Y entre todas puede haber 700 u 800 parroquias.

Después en Toledo, Cuenca, Sevilla … Y ya con eso no doy a basto. Hablo fundamentalmente con Parroquias y seminarios, siendo éste último un campo en el que tengo mucho interés porque los seminaristas preparados hacen falta en la iglesia.about:blank

Y yo voy encantado a cualquier sitio, ya sea grande o chico.

– ¿Y en qué se basan estos cursos?

Pues como es un curso para cualquier persona, yo lo enfoco de un modo muy práctico.

Entonces lo primero que hago es destensarlos. La gente sale al ambón con mucho miedo. Tienen mucho miedo escénico y no les sale la voz del cuerpo. Entonces yo los relajo primero.

Luego ya doy una serie de consejos prácticos sobre cómo comportarse en la iglesia, lo que tienen que hacer y fundamentalmente el empleo de la voz. Y lo cierto es que funciona.

Y después hacemos un ensayo en la iglesia, ante el Santísimo, para que ellos puedan leer en su hábitat natural.

Esta forma tan sencilla de enseñar está funcionando y dando resultados.

– ¿Piensa que la comunicación es el talón de Aquiles de la Iglesia?

Sí. Así de claro. La Iglesia es una institución muy grande, compleja y con gente de todo tipo.

Y yo siempre digo a las personas asistentes a los cursos que ayuden a sus párrocos porque hacen una labor inconmensurable.

A las hermandades igual, les pido que ayuden a sus directores espirituales como hermanos.

Y en esa pequeña escala yo soy uno más, y lo que intento aportar es lograr que a la gente cuando lea en misa se la oiga y se la entienda.

Entonces no se trata de ser crítico con la Iglesia porque la Iglesia somos todos, pero respondo sí con matices a la pregunta.

– ¿Qué aceptación y qué reacciones ha visto respecto a su curso?

Agradecimiento. Y yo, aunque lo reconozco y me siento halagado, me produce mucha vergüenza.

Entonces a quien me da las gracias, yo le respondo: Gracias a ti. Y doy las gracias porque es el trabajo que más me gusta, superando incluso al Periodismo o la locución. Lo que más me llena es enseñar a leer en misa. Y la gente es muy agradecida.

https://www.gentedepaz.es/author/alejandro-siguenza/


El maná de cada día, 21.2.22

febrero 21, 2022

Lunes de la 7ª semana del Tiempo Ordinario

Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia
Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia


PRIMERA LECTURA: Santiago 3, 13-18

¿Hay alguno entre vosotros sabio y entendido? Que lo demuestre con una buena conducta y con la amabilidad propia de la sabiduría.

Pero, si tenéis el corazón amargado por la envidia y las rivalidades, no andéis gloriándoos, porque sería pura falsedad. Esa sabiduría no viene del cielo, sino que es terrena, animal, diabólica.

Donde hay envidias y rivalidades, hay desorden y toda clase de males.

La sabiduría que viene de arriba ante todo es pura y, además, es amante de la paz, comprensiva, dócil, llena de misericordia y buenas obras, constante, sincera. Los que procuran la paz están sembrando la paz, y su fruto es la justicia.


SALMO 18, 8.9.10.15

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.

Aclamación antes del Evangelio: 2Tm 1, 10

Jesucristo, nuestro Salvador, ha vencido la muerte y ha hecho resplandecer la vida por medio del Evangelio.

EVANGELIO: Marcos 9, 14-29

En aquel tiempo, cuando Jesús y los tres discípulos bajaron de la montaña, al llegar adonde estaban los demás discípulos, vieron mucha gente alrededor, y a unos escribas discutiendo con ellos. Al ver a Jesús, la gente se sorprendió, y corrió a saludarlo.

Él les preguntó: «¿De qué discutís?»

Uno le contestó: «Maestro, te he traído a mi hijo; tiene un espíritu que no le deja hablar y, cuando lo agarra, lo tira al suelo, echa espumarajos, rechina los dientes y se queda tieso. He pedido a tus discípulos que lo echen, y no han sido capaces.»

Él les contestó: «¡Gente sin fe! ¿Hasta cuándo estaré con vosotros? ¿Hasta cuándo os tendré que soportar? Traédmelo.»

Se lo llevaron. El espíritu, en cuanto vio a Jesús, retorció al niño; cayó por tierra y se revolcaba, echando espumarajos.

Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le pasa esto?»

Contestó él: «Desde pequeño. Y muchas veces hasta lo ha echado al fuego y al agua, para acabar con él. Si algo puedes, ten lástima de nosotros y ayúdanos.»

Jesús replicó: «¿Si puedo? Todo es posible al que tiene fe.»

Entonces el padre del muchacho gritó: «Tengo fe, pero dudo; ayúdame.»

Jesús, al ver que acudía gente, increpó al espíritu inmundo, diciendo: «Espíritu mudo y sordo, yo te lo mando: Vete y no vuelvas a entrar en él.»

Gritando y sacudiéndolo violentamente, salió. El niño se quedó como un cadáver, de modo que la multitud decía que estaba muerto. Pero Jesús lo levantó, cogiéndolo de la mano, y el niño se puso en pie.

Al entrar en casa, sus discípulos le preguntaron a solas: «¿Por qué no pudimos echarlo nosotros?»

Él les respondió: «Esta especie sólo puede salir con oración y ayuno.»

.

METERÉ MI LEY EN SU PECHO

San León Magno. Sermón sobre las bienaventuranzas 95,1-2

Amadísimos hermanos: Al predicar nuestro Señor Jesu­cristo el Evangelio del reino, y al curar por toda Galilea enfermedades de toda especie, la fama de sus milagros se había extendido por toda Siria, y, de toda la Judea, in­mensas multitudes acudían al médico celestial.

Como a la flaqueza humana le cuesta creer lo que no ve y esperar lo que ignora, hacía falta que la divina sabiduría les conce­diera gracias corporales y realizara visibles milagros, para animarlas y fortalecerlas, a fin de que, al palpar su poder bienhechor, pudieran reconocer que su doctrina era sal­vadora.

Queriendo, pues, el Señor convertir las curaciones ex­ternas en remedios internos y llegar, después de sanar los cuerpos, a la curación de las almas, apartándose de las turbas que lo rodeaban, y llevándose consigo a los apósto­les, buscó la soledad de un monte próximo.

Quería ense­ñarles lo más sublime de su doctrina, y la mística cátedra y demás circunstancias que de propósito escogió daban a entender que era el mismo que en otro tiempo se dignó hablar a Moisés. Mostrando, entonces, más bien su terri­ble justicia; ahora, en cambio, su bondadosa clemencia.

Y así se cumplía lo prometido, según las palabras de Jere­mías: Mirad que llegan días –oráculo del Señor– en que haré con la casa de Israel y la casa de Judá una alianza nueva. Después de aquellos días –oráculo del Señor– meteré mi ley en su pecho, la escribiré en sus corazones.

Así, pues, el mismo que habló a Moisés fue el que habló a los apóstoles, y era también la ágil mano del Ver­bo la que grababa en lo íntimo de los corazones de sus discípulos los decretos del nuevo Testamento; sin que hubiera como en otro tiempo densos nubarrones que lo ocultaran, ni terribles truenos y relámpagos que aterro­rizaran al pueblo, impidiéndole acercarse a la montaña, sino una sencilla charla que llegaba tranquilamente a los oídos de los circunstantes.

Así era como el rigor de la ley se veía suplantado por la dulzura de la gracia, y el espíritu de hijos adoptivos sucedía al de esclavitud en el temor.

Las mismas divinas palabras de Cristo nos atestiguan cómo es la doctrina de Cristo, de modo que los que anhe­lan llegar a la bienaventuranza eterna puedan identificar los peldaños de esa dichosa subida. Y así dice: Dicho­sos los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos.

Podría no entenderse de qué pobres hablaba la misma Verdad, si, al decir: Dichosos los pobres, no hubiera añadido cómo había de entenderse esa pobreza; porque podría parecer que para merecer el reino de los cielos basta la simple miseria en que se ven tantos por pura necesidad, que tan gravosa y molesta les resulta.

Pero, al decir dichosos los pobres en el espíritu, da a entender que el reino de los cielos será de aquellos que han merecido más por la humildad de sus almas que por la carencia de bienes.


El arte de perdonar y el proceso de liberación personal

febrero 20, 2022

El proceso del perdón lleva consigo la liberación de la persona

El arte de perdonar lleva consigo un proceso de liberación personal

La sanación por el perdón

La falta del perdón constituye quizás el mayor mal de la humanidad. Por otra parte, el perdón es una de las manifestaciones más inmediatas e importantes del amor. Así como el amor es la señal indicativa de que hemos pasado de la muerte a la vida, de igual forma el perdón confiere vida al creyente y transmite vida a los demás.

Por eso el hombre necesita estar en paz y poder perdonar. Quien no perdona; está muerto: vive inquieto, inestable, desasosegado, violento. Por lo demás, el que odia es un homicida.

De ahí, que Dios quiere que perdonemos. Hemos de reconocer, para empezar bien, que humanamente hablando, es imposible perdonar y olvidar. Pues, por naturaleza, somos susceptibles, resentidos, vengativos; y sin embargo, Dios no sólo quiere que perdonemos; nos manda perdonar.

Nos urge a imitarle: “Sean santos como Yo soy santo. No juzguen, no devuelvan mal por mal… así serán hijos del Padre celestial que hace salir el sol sobre buenos y sobre malos”.

El perdón se aplica a tres niveles de realidad: a uno mismo, a los demás y a Dios.

Mucha gente no se perdona a sí misma; se lamentan constantemente de sus faltas pasadas, maldicen su suerte, sus propios orígenes, tienen un concepto muy miserable de sí mismos, les falta autoestima y compasión o ternura para consigo mismos. Por tanto, estas personas deben aprender a recibir el amor de Dios; pues para Dios son valiosos. Él espera mucho de ellos. Él tiene un plan muy especial para ellos.

En un segundo nivel, encontramos a muchas personas que no perdonan a los demás, no pueden perdonar a sus enemigos, ni olvidar las ofensas; recuerdan el daño que les causaron y lo siguen sintiendo como en carne viva, a flor de piel; es algo que no pueden sacarse de encima; esperan poderse vengar algún día, reivindicar sus derechos; sueñan con el día en que, por fin, se les haga justicia y todo quede aclarado, y todo el mundo les dé la razón, y sea reconstruida su dignidad.

Finalmente, hay gente que se ofende con Dios porque “les quitó» un ser querido, porque les va mal en la vida, porque parecería que Dios los castigaba sin motivo alguno; pues no se merecían tales males; al revés, eran honestos, cumplían con Dios y con los hombres, según su conciencia.

Los tres niveles están implicados. Cuando se vive honestamente la relación con uno mismo, por ejemplo, se mejora la relación con Dios y con los demás. Por otra parte, perdonarse a sí mismo, perdonar a los demás y perdonar a Dios, supone un proceso; no es un momento instantáneo; se aprende a perdonar.

Es un arte, el arte de perdonar. Supone aprendizaje. A todos nos hace bien este ejercicio que supone esfuerzo. No hay privilegiados por más que tengan un carácter afable o un temperamento pacífico. ¿Qué pasos dar hacia el perdón?

* El primer paso consiste en romper el tifón que nos domina y nos hace recordar obsesivamente el mal que nos causaron. Se martiriza uno a sí mismo: la obsesión martillea la mente, causando incluso dolor de cabeza, presión alta, alucinamiento o hipertensión y a veces amago o principio de locura, incluso («colerín»).

La persona está como fuera de sí, no vive, no descansa. En ese momento es preciso desviar la atención de “mi” herida que aún sangra, salir de uno mismo para considerar a la persona que nos ha ofendido, «salir» para ver la realidad objetiva y verla un poco más imparcialmente. Es bueno distraerse, quitar la atención, renunciar a la obsesión.

* En segundo lugar, es preciso renovar la memoria para considerar todo lo bueno que esa persona enemiga nos proporcionó en el pasado. En el éxodo de Egipto, el demonio hacía pecar constantemente al pueblo de Israel, porque les arrebataba la memoria de los portentos que Dios había hecho con ellos; les borraba el recuerdo de lo bueno, y les mostraba con exageración las dificultades del momento.

Por tanto, debemos ser más justos considerando en conjunto la relación con esa persona que nos hirió o nos está hiriendo, real o supuestamente; o la relación con Dios. Ampliar la visión. Ser más justos.

* Un tercer paso hacia el perdón total consiste en tratar de comprender; o sea, considerar a la persona integralmente, en todo su ser consciente e inconsciente. Pues no conocemos sino la periferia de las personas; ignoramos sus múltiples limitaciones en su conciencia, en su voluntad y, por tanto, en su capacidad de decisión y de responsabilidad en lo que hacen.

Debemos admitir que nadie es malo sin motivo, gratuitamente; en principio, no hay personas malvadas o completamente perversas; ellas seguramente son las que más sufren por su incapacidad o maldad. ¡Qué más querrían ellas que ser distintas, no haber cometido tales errores, reaccionar mejor con sus propios familiares, etc.! Pero no pueden, no saben, no aciertan.

Escribe así el padre Larrañaga:

“Él parece orgulloso, no es orgulloso. Es timidez. Parece un tipo obstinado, no es obstinación. Es un mecanismo de autoafirmación. Su conducta parece agresiva contigo; no es agresividad, es autodefensa, un modo de darse seguridad; no te está atacando, se está defendiendo. Y tú estás suponiendo perversidades en su corazón. ¿Quién es el injusto y el equivocado?

Ciertamente, él es difícil para ti; más difícil es para sí mismo. Con su modo de ser sufres tú, es verdad; más sufre él mismo. Si hay alguien interesado en este mundo en no ser así, no eres tú, es él mismo. Le gustaría agradar a todos, no puede… Le gustaría vivir en paz con todos, no puede… Le gustaría ser encantador…

¿Tendrá él tanta culpa como tú propones? En fin de cuentas, ¿no serás tú, con tus suposiciones y repulsas, más injusto con él? Si supieras comprender, no haría falta perdonar” (Encuentro, pág. 132).

* En cuarto lugar, es preciso suspender el juicio sobre nuestros enemigos. Por dos razones: primero, porque no podemos sopesar la culpabilidad, y, segundo, porque el juicio pertenece a Dios. Nuestro hermano no nos pertenece.

Su conducta debería dolernos, no tanto por lo que nos ofende a nosotros mismos, sino por lo que se ofende y perjudica a sí mismo, y ofende sobre todo a Dios, que lo creó y lo redimió. A Dios pertenece. Dios ha hecho inmensamente más que nadie por él, por eso, a él le ofende infinitamente más que a nosotros. Al fin y al cabo, ¿qué nos debe a nosotros…?

Hasta cierto punto, que nuestro prójimo se pierda o se salve, es problema más de Dios que nuestro; más le afecta a Él que a nosotros. Es preciso, por tanto, respetar los derechos de Dios; a Él le compete juzgar, pues Él lo ve todo. Él juzgará con justicia, verdad y misericordia.

Dios es celoso de su derecho: sólo Él es juez por ser el dueño. Ni siquiera juzga el Hijo, sólo el Padre. A nosotros nos desborda esa tarea. No nos pertenece. No sabemos apenas nada de él, ni siquiera nos entendemos a nosotros mismos… Además, la ofensa inferida a nosotros es ridícula comparada con la inferida o causada a Dios.

* En quinto lugar, no podemos saber si somos mejores que los demás, porque no sabemos las gracias que han recibido de Dios. Pues “mucho se le exigirá a quien mucho se le confió”. Quizás tú, colocado en las condiciones y condicionamientos de tu hermano, habrías hecho cosas semejantes y hasta peores que él. Por otra parte, él no debe responder ante ti, sino ante Dios.

¿Quién sabe si, ante Dios, tiene más méritos que tú? Si todo lo has recibido de Dios, ¿de qué te glorías? Si tu hermano hubiera recibido lo que has recibido tú… quizás estaría respondiendo a Dios mejor que tú. Dice san Pablo: “¿Por qué te comparas o desprecias a tu hermano?”. Por tanto, como no sabemos, san Pablo nos sugiere la manera de evitarnos mil enredos: “juzguen a los demás como más dignos”. Y se acabó el pleito.

* Por consiguiente, en sexto lugar, no podemos ser muy exigentes con los demás, no sea que desesperemos al pecador y lo empujemos al abismo. Sólo Dios puede exigir, porque nos lo da previamente. Nuestra responsabilidad es bien concreta: acoger siempre, disculpar siempre, pensar lo mejor. Y así nunca pecaremos.

Se suele decir: “piensa mal y acertarás”. Nosotros decimos: “piensa bien y nunca pecarás”. Piensa bien –aunque a veces te equivoques, pero sólo en un primer momento– y empujarás siempre al pecador a superarse, porque el amor es creativo, rehabilita a la persona, la estimula a superarse, a ser otra; no le consiente quedarse en el pecado.

El amor todo lo perdona, cree y confía sin límites. Empuja a la persona amada hacia lo que Dios quiere de ella, la estimula y la transforma en algo que está siempre más allá, la eleva. En fin, la recrea o rehace.

* En séptimo lugar, excusar siempre a los demás y acusarse uno a sí mismo. No se trata de compararse para ver quién tiene más culpa o merecimiento; se trata de aprender en todo, crecer a porfía, reconocer que Dios mismo es quien nos pastorea en todo y por todo cuanto sucede. No desperdicia ninguna oportunidad. No hay vacíos o tiempos muertos. Todo es aprovechable.

Hay que ser, eso sí, ovejas de su redil que escuchan su voz; por tanto, excusar siempre a los demás y acusarse a uno mismo para ver en qué puedo corregirme o en qué puedo crecer aun más para complacer a Dios, no tanto los hombres. A Él tenemos que rendir cuentas y Él lleva nota de todo.

Porque no hay privilegiados ante Dios, ni vacas sagradas. A quien mucho se le dio, mucho se le exigirá, y a quien tiene se le dará aún más, y tendrá en abundancia, de sobra. Nos envía para que llevemos mucho fruto.

* Un paso más, el octavo: verlo todo desde la fe; nadie nos ha ofendido, sino que Dios lo ha permitido para nuestro bien. No nos enredemos en consideraciones humanas de causas segundas; no ha sido la casualidad, ni la mala suerte, ni la maldad humana, ni la necesidad fatalista… Es Dios quien ha permitido todo lo que nos pasa, los demás no pueden hacer nada que Dios previamente no autorice.

Porque sólo Él es Dios, sólo Él gobierna y manda: “Dios es fiel, y no permitirá que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas”. Dios, por supuesto, no quiere el mal, pero es capaz de transformar el mal en bien, no para todos sino para aquellos que perseveran en la oración humilde y también imitan el ejemplo de Jesucristo. Dice san Pablo que “todo contribuye para el bien de los que Dios ama o para aquellos que aman a Dios”.

Por consiguiente, nada ni nadie puede arrebatar la paz al creyente; él se siente en manos de su Padre y permanece impasible e inexpugnable. Nada ni nadie puede empañar la felicidad de los elegidos de Dios, los verdaderos hijos de Dios. Su felicidad no depende de las circunstancias externas, ni de la correspondencia de los humanos, ni siquiera del propio cónyuge o de los hijos.

En fin, la felicidad depende de uno mismo y de Dios, básica y principalmente. Si mi felicidad dependiera de algo exterior a mí, Dios sería injusto porque yo no sería libre, no sería persona, ni Cristo sería el Señor.

* En noveno lugar, es preciso renunciar a llevar la razón o reivindicar mis derechos. Renunciar a que me hagan justicia los humanos algún día. Renunciar lo más decididamente posible, borrar esa posibilidad como condición para comenzar a vivir en paz.

Entregar a Dios mis derechos: que Él haga justicia, que los asuntos de Dios sean más importantes que los míos… al fin y al cabo, ¿quién soy yo? ¿Qué me he creído?

Renunciar quiere decir también perdonar, entregarlo a Dios todo y olvidar, poder respirar hondo y sacarse de encima ese peso que oprimía; sentirse liberado de esa maraña asfixiante. Entregarlo todo, desatar a mi hermano, dejarlo libre ante Dios, y olvidar para siempre esa pesadilla que no nos dejaba vivir, pues teníamos que estar custodiando a nuestro hermano maniatado y encarcelado por nuestro resentimiento y venganza, para que no se escapara.

Más aún, rezar por la persona que nos ofendió, pedir lo mejor para ella. Al rezar estamos ejercitando el amor hacia ese hermano. A estas alturas del proceso del perdón, podemos incluso intentar bendecir a Dios por todo lo que pasó, ya que fue para nuestro bien y para su gloria.

Bendecimos a Dios, no por el mal, sino porque su amor es infinito hacia nosotros y hacia el hermano; y saca bien siempre aunque sea de lo malo, porque Él no se mueve por las apariencias, ni según el criterio humano, sino según su gran misericordia.

Ya no se ve con malos ojos que Dios sea bueno con el hermano, y que haga lo que quiera con él. Tiene derecho a hacerlo; nosotros no tenemos al Esposo, oímos su voz y nos alegramos, y esto es bastante y suficiente; es nuestra herencia perpetua y nuestra medida rebosante que recibimos siempre del Señor.

¡Gloria al Señor, Padre de todos! ¿Por qué íbamos a ver con malos ojos que Dios fuera bueno, a su manera? ¿No es Él el único Dios? ¿No reparte a cada uno su ración, acaso te falta algo?

Para concluir, podríamos ejercitarnos en la práctica del perdón, fomentando sentimientos de compasión, interés y sobreabundancia de cariño, siempre y por sistema, respecto de todos nuestros hermanos, sin excepción, sea cual fuere su situación social, religiosa, familiar, moral, política, racial, cultural. De esta forma entraríamos en el mundo ancho y maravilloso del amor infinito de Dios que nos hace realmente hijos suyos.

Estas actitudes cristianas son especialmente hoy necesarias, pues la globalización hace que nos lleguen las noticias buenas, pero también y con mayor frecuencia las malas. Y ante las injusticias y el poder del mal en el mundo, estamos tentados de desesperanza, de reniego, de radicalismos que no vienen del Espíritu de Dios ni del evangelio.

Permanecer en el amor y la compasión, inocentes como palomas y prudentes como serpientes… viene a ser hoy como un milagro para nosotros. Permanecer en la misericordia incondicional hacia todo ser humano es nuestra tarea más urgente, quizás, y nuestro mayor testimonio frente a tanto radicalismo y violencia de los que no conocen a Dios. Pues por sus obras los conocerán.