La Anunciación del Señor

abril 8, 2024

La Anunciación del Señor, solemnidad

La solemnidad de la Anunciación del Señor, al coincidir con el Lunes Santo, se traslada al lunes posterior al segundo domingo de Pascua.

He aquí la esclava del Señor
He aquí la esclava del Señor: Hágase en mí…

Antífona de entrada: Hb 10, 5. 7

Cuando el Señor entró en el mundo dijo: Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.

Oración colecta

Señor, tú has querido que la Palabra se encarnase en el seno de la Virgen María; concédenos, en tu bondad, que cuantos confesamos a nuestro Redentor, como Dios y como hombre verdadero, lleguemos a hacernos semejantes a él en su naturaleza divina. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 7, 10-14;8,10

En aquel tiempo, el Señor habló a Acaz: «Pide una señal al Señor, tu Dios: en lo hondo del abismo o en lo alto del cielo.»

Respondió Acaz: «No la pido, no quiero tentar al Señor.»

Entonces dijo Dios: «Escucha, casa de David: ¿No os basta cansar a los hombres, que cansáis incluso a mi Dios? Pues el Señor, por su cuenta, os dará una señal: Mirad: la virgen está encinta y da a luz un hijo, y le pondrá por nombre Emmanuel, que significa «Dios-con-nosotros».»

SALMO 39,7-8a.8b-9.10.11

Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.

Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, y, en cambio, me abriste el oído; no pides sacrificio expiatorio, entonces yo digo: «Aquí estoy.»

«Como está escrito en mi libro para hacer tu voluntad.» Dios mío, lo quiero, y llevo tu ley en las entrañas.

He proclamado tu salvación ante la gran asamblea; no he cerrado los labios: Señor, tú lo sabes.

No me he guardado en el pecho tu defensa, he contado tu fidelidad y tu salvación, no he negado tu misericordia y tu lealtad ante la gran asamblea.

SEGUNDA LECTURA: Hebreos 10, 4-10

Es imposible que la sangre de los toros y de los machos cabríos quite los pecados.

Por eso, cuando Cristo entró en el mundo dijo: «Tú no quieres sacrificios ni ofrendas, pero me has preparado un cuerpo; no aceptas holocaustos ni víctimas expiatorias. Entonces yo dije lo que está escrito en el libro: «Aquí estoy, oh Dios, para hacer tu voluntad.»»

Primero dice: «No quieres ni aceptas sacrificios ni ofrendas, holocaustos ni victimas expiatorias», que se ofrecen según la Ley. Después añade: «Aquí estoy yo para hacer tu voluntad.»

Niega lo primero, para afirmar lo segundo. Y conforme a esa voluntad todos quedamos santificados por la oblación del cuerpo de Jesucristo, hecha una vez para siempre.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 1, 14ab

La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria.

EVANGELIO: Lucas 1, 26-38

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

Antífona de comunión: Is 7, 14

Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros.

25 de Marzo
La Anunciación del Señor

La Anunciación del Plan Salvífico y Encarnación del Verbo en la Virgen María: Comienzo de la salvación.
La Anunciación del Plan Salvífico de Dios Trinidad y Encarnación del Verbo en el seno de la Virgen María: Comienzo de la salvación

EL MISTERIO DE NUESTRA RECONCILIACIÓN
De las cartas de san León Magno, papa

La majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invul­nerable se une a la naturaleza pasible; de este modo, como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también él, pudo ser a la vez mortal e inmortal, por la conjunción en él de esta doble condición.

El que es Dios verdadero nace como hombre verdadero, sin que falte nada a la integridad de su naturaleza huma­na, conservando la totalidad de la esencia que le es propia y asumiendo la totalidad de nuestra esencia humana. Y, al decir nuestra esencia humana, nos referimos a la que fue plasmada en nosotros por el Creador, y que él asume para restaurarla.

Esta naturaleza nuestra quedó viciada cuando el hombre ­se dejó engañar por el maligno, pero ningún vestigio de este vicio original hallamos en la naturaleza asumida por el Salvador. Él, en efecto, aunque hizo suya nuestra misma debilidad, no por esto se hizo partícipe de nues­tros pecados.

Tomó la condición de esclavo, pero libre de la sordidez del pecado, ennobleciendo nuestra humanidad sin mermar su divinidad, porque aquel anonadamiento suyo –por el cual, él, que era invisible, se hizo visible, y él, que es el Creador y Señor de todas las cosas, quiso ser uno más entre los mortales– fue una dignación de su misericor­dia, no una falta de poder. Por tanto, el mismo que, perman­eciendo en su condición divina, hizo al hombre es el mismo que se hace él mismo hombre, tomando la condición ­de esclavo.

Y, así, el Hijo de Dios hace su entrada en la bajeza de este mundo, bajando desde el trono celestial, sin dejar la gloria que tiene junto al Padre, siendo engendrado en un nuevo orden de cosas.

En un nuevo orden de cosas, porque el que era invisible por su naturaleza se hace visible en la nuestra, el que era inaccesible a nuestra mente quiso hacerse accesible el que existía antes del tiempo empezó a existir en el tiempo, el Señor de todo el universo, velando la inmensidad de su majestad, asume la condición de esclavo, el Dios impasible e inmortal se digna hacerse hombre pasible y sujeto a las leyes de la muerte.

El mismo que es Dios verdadero es también hombre verdadero, y en él, con toda verdad, se unen la pequeñez del hombre y la grandeza de Dios.

Ni Dios sufre cambio alguno con esta dignación de su piedad, ni el hombre queda destruido al ser elevado a esta dignidad. Cada una de las dos naturalezas realiza sus actos propios en comunión con la otra, a saber, la Palabra realiza lo que es propio de la Palabra, y la carne lo que es propio de la carne.

En cuanto que es la Palabra, brilla por sus milagros; en cuanto que es carne, sucumbe a las injurias. Y así como la Palabra retiene su gloria igual al Padre, así también su carne conserva la naturaleza propia de nuestra raza.

La misma y única persona, no nos cansaremos de repetirlo, es verdaderamente Hijo de Dios y verdaderamente hijo del hombre. Es Dios, porque en el principio ya existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios; es hombre, porque la Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros.


El Maná de cada día, 25.12.23

diciembre 24, 2023

Natividad del Señor

Misa de medianoche

Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad
Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Antífona de entrada: Salmo 2, 7

El Señor me ha dicho: Tú eres mi Hijo, yo te engendrado hoy.

Oración colecta

Oh Dios, que has iluminado esta noche santa con el nacimiento de Cristo, la luz verdadera, concédenos gozar en el cielo con el esplendor de su gloria a los que hemos experimentado la claridad de su presencia en la tierra. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 9, 1-3. 5-6

El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierra de sombras, y una luz les brilló.

Acreciste la alegría, aumentaste el gozo; se gozan en tu presencia, como gozan al segar, como se alegran al repartirse el botín. Porque la vara del opresor, y el yugo de su carga, el bastón de su hombro, los quebrantaste como el día de Madián.

Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado: lleva a hombros el principado, y es su nombre: «Maravilla de Consejero, Dios guerrero, Padre perpetuo, Príncipe de la paz.»

Para dilatar el principado, con una paz sin límites, sobre el trono de David y sobre su reino. Para sostenerlo y consolidarlo con la justicia y el derecho desde ahora y por siempre. El celo del Señor lo realizará.

SALMO 95

Hoy nos ha nacido el Salvador: el Mesías, el Señor.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre.

Proclamad día tras día su victoria. Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones.

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

SEGUNDA LECTURA: Tito 2, 11-14

Ha aparecido la gracia de Dios, que trae la salvación para todos los hombres, enseñándonos a renunciar a la impiedad y a los deseos mundanos, y a llevar ya desde ahora una vida sobria, honrada y religiosa, aguardando la dicha que esperamos: la aparición gloriosa del gran Dios y Salvador nuestro, Jesucristo.

Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y para prepararse un pueblo purificado, dedicado a las buenas obras.

Aclamación antes del Evangelio: Lucas 2, 10-11

Os traigo una buena noticia, una gran alegría: nos ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor.

EVANGELIO: Lucas 2, 1-14

En aquel tiempo, salió un decreto del emperador Augusto, ordenando hacer un censo del mundo entero.

Este fue el primer censo que se hizo siendo Cirino gobernador de Siria. Y todos iban a inscribirse, cada cual a su ciudad.

También José, que era de la casa y familia de David, subió desde la ciudad de Nazaret, en Galilea, a la ciudad de David, que se llama Belén, en Judea, para inscribirse con su esposa María, que estaba encinta.

Y mientras estaba allí le llegó el tiempo del parto y dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no tenían sitio en la posada.

En aquella región había unos pastores que pasaban la noche al aire libre, velando por turno su rebaño.

Y un ángel del Señor se les presentó; la gloria del Señor los envolvió de claridad, y se llenaron de gran temor.

El ángel les dijo: «No temáis, os traigo una buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, os ha nacido un Salvador: el Mesías, el Señor. Y aquí tenéis la señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre.»

De pronto, en torno al ángel, apareció una legión del ejército celestial, que alababa a Dios, diciendo: «Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor.»

Antífona de comunión: Juan 1, 14

La Palabra se hizo carne y hemos contemplado su gloria.

San Agustín, Sermón 193, 1

Cuando se nos leyó el evangelio, escuchamos las palabras mediante las cuales los ángeles anunciaron a los pastores el nacimiento, de una virgen, de Jesucristo el Señor: Gloria a Dios en los cielos y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad (Lc 2,14).

Palabras de fiesta y de congratulación, no sólo para la mujer cuyo seno había dado a luz al niño, sino también para el género humano, en cuyo beneficio la virgen había alumbrado al Salvador.

En verdad era digno y de todo punto conveniente que la que había procreado al Señor de cielo y tierra y había permanecido virgen después de dar a luz, viera celebrado su alumbramiento no con festejos humanos de algunas mujercillas, sino con los divinos cánticos de alabanza de un ángel.

Digámoslo, pues, también nosotros, y digámoslo con el mayor gozo que nos sea posible; nosotros que no anunciamos su nacimiento a pastores de ovejas, sino que lo celebramos en compañía de sus ovejas; digamos también nosotros, vuelvo a repetirlo, con un corazón lleno de fe y con devota voz:

Gloria a Dios en el cielo y paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.

Meditemos con fe, esperanza y caridad estas palabras divinas, este cántico de alabanza a Dios, este gozo angélico, considerado con toda la atención de que seamos capaces.

Tal como creemos, esperamos y deseamos, también nosotros seremos «gloria a Dios en las alturas» cuando, una vez resucitado el cuerpo espiritual, seamos llevados al encuentro en las nubes con Cristo, a condición de que ahora, mientras nos hallamos en la tierra, busquemos la paz con buena voluntad.

Vida en las alturas ciertamente, porque allí está la región de los vivos; días buenos también allí donde el Señor es siempre el mismo y sus años no pasan.

Pero quien ame la vida y desee ver días buenos, cohíba su lengua del mal y no hablen mentira sus labios; apártese del mal y obre el bien, y conviértase así en hombre de buena voluntad.

Busque la paz y persígala, pues paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.


El maná de cada día, 24.12.23

diciembre 23, 2023

Domingo IV de Adviento, Ciclo B

Hágase en mí según tu palabra
Hágase en mí según tu palabra.

Antífona de entrada: Is 45, 8

Cielos, destilad el rocío; nubes, derramad al Justo; ábrase la tierra y brote el Salvador.

Oración colecta

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: 2 Samuel 7,1-5.8b-12.14a.16

Cuando el rey David se estableció en su palacio, y el Señor le dio la paz con todos los enemigos que le rodeaban, el rey dijo al profeta Natán: «Mira, yo estoy viviendo en casa de cedro, mientras el arca del Señor vive en una tienda.»

Natán respondió al rey: «Ve y haz cuanto piensas, pues el Señor está contigo.»

Pero aquella noche recibió Natán la siguiente palabra del Señor: «Ve y dile a mi siervo David: «Así dice el Señor: ¿Eres tú quien me va a construir una casa para que habite en ella? Yo te saqué de los apriscos, de andar tras las ovejas, para que fueras jefe de mi pueblo Israel. Yo estaré contigo en todas tus empresas, acabaré con tus enemigos, te haré famoso como a los más famosos de la tierra. Daré un puesto a Israel, mi pueblo, lo plantaré para que viva en él sin sobresaltos, y en adelante no permitiré que los malvados lo aflijan como antes, cuando nombré jueces para gobernar a mi pueblo Israel.

Te pondré en paz con todos tus enemigos, y, además, el Señor te comunica que te dará una dinastía. Y, cuando tus días se hayan cumplido y te acuestes con tus padres, afirmaré después de ti la descendencia que saldrá de tus entrañas, y consolidaré su realeza. Yo seré para él padre, y él será para mí hijo. Tu casa y tu reino durarán por siempre en mi presencia; tu trono permanecerá por siempre.”»

SALMO 88, 2-3.4-5.27.29

Cantaré eternamente tus misericordias, Señor.

Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré tu fidelidad por todas las edades. Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno, más que el cielo has afianzado tu fidelidad.»

«Sellé una alianza con mi elegido, jurando a David, mi siervo: “Te fundaré un linaje perpetuo, edificaré tu trono para todas las edades.”»

Él me invocará: «Tú eres mi padre, mi Dios, mi Roca salvadora.» Le mantendré eternamente mi favor, y mi alianza con él será estable.

SEGUNDA LECTURA: Romanos 16, 25-27

Hermanos:

Al que puede fortaleceros según el Evangelio que yo proclamo, predicando a Cristo Jesús, revelación del misterio mantenido en secreto durante siglos eternos y manifestado ahora en los escritos proféticos, dado a conocer por decreto del Dios eterno, para traer a todas las naciones a la obediencia de la fe al Dios, único sabio, por Jesucristo, la gloria por los siglos de los siglos. Amén.

Aclamación antes del Evangelio: Lc 1, 38

Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.

EVANGELIO: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

Antífona de comunión: Is 7, 14

Mirad: la Virgen está encinta y dará a luz un hijo, y le pondrá por nombre Dios-con-nosotros.

Creer para hacer una verdadera Navidad

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

El pasaje del Evangelio del IV domingo de Adviento comienza con las familiares palabras: «Fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret». Es el relato de la Anunciación.

Con estas palabras María hizo su acto de fe. Acogió a Dios en su vida, se confió a Dios. Con aquella respuesta suya al ángel es como si María hubiera dicho: «Heme aquí, soy como una tablilla encerada: que Dios escriba en mí todo lo que quiera». En la antigüedad se escribía en tablillas enceradas; nosotros ahora diríamos: «Soy un papel en blanco: que Dios escriba en mí todo lo que desee».

Se podría pensar que la de María fue una fe fácil. Convertirse en la madre del Mesías: ¿no era éste el sueño de toda muchacha hebrea? Pero nos equivocamos de medio a medio.

Esto no había sucedido jamás antes de ella, ni sucederá nunca después de ella. María conocía bien lo que estaba escrito en la ley mosaica: una joven que el día de las nupcias no fuera hallada en estado de virginidad, debía ser llevada inmediatamente ante la puerta de la casa paterna y lapidada (Cf. Dt 22, 20ss). ¡María sí que conoció «el riesgo de la fe»!

La fe de María no consistió en el hecho de que dio su asentimiento a un cierto número de verdades, sino en el hecho de que se fió de Dios; pronunció su «fiat» a ojos cerrados, creyendo que «nada es imposible para Dios».

En verdad María nunca dijo «fiat» porque no hablaba latín, ni siquiera griego. Lo que con toda probabilidad salió de sus labios es una palabra que todos conocemos y repetimos frecuentemente. Dijo «¡Amén!». Esta era la palabra con la que un hebreo expresaba su asentimiento a Dios, la plena adhesión a su plan.

María no dio su consentimiento con triste resignación, como quien dice para sí: «Si es que no se puede evitar, pues bien, que se haga la voluntad de Dios».

El amén de María fue como el «sí» total y gozoso que la esposa dice al esposo el día de la boda. Que haya sido el momento más feliz de la vida de María lo deducimos también del hecho de que, pensando en aquel momento, ella entona poco después el Magnificat, que es todo un canto de exultación y de alegría.

La fe es el secreto para hacer una verdadera Navidad; expliquemos en qué sentido. San Agustín dijo que «María concibió por fe y dio a luz por fe»; más aún, que «concibió a Cristo antes en el corazón que en el cuerpo».

Nosotros no podemos imitar a María en concebir y dar a luz físicamente a Jesús; podemos y debemos, en cambio, imitarla en concebirle y darle a luz espiritualmente, mediante la fe.

Creer es «concebir», es dar carne a la palabra. Lo asegura Jesús mismo diciendo que quien acoge su palabra se convierte para él en «hermano, hermana y madre» (Cf. Marcos 3, 33).

Vemos por lo tanto cómo se hace para concebir y dar a luz a Cristo. Concibe a Cristo la persona que toma la decisión de cambiar de conducta, de dar un vuelco a su vida. Da a luz a Jesús la persona que, después de haber adoptado esa resolución, la traduce en acto con alguna modificación concreta y visible en su vida y en sus costumbres.

Por ejemplo, si blasfemaba, ya no lo hace; si tenía una relación ilícita, la corta; si cultivaba un rencor, hace la paz; si no se acercaba nunca a los sacramentos, vuelve a ellos; si era impaciente en casa, busca mostrarse más comprensiva, y así sucesivamente.

¿Qué llevaremos de regalo este año al Niño que nace? Sería raro que hiciéramos regalos a todos, excepto al festejado.

Una oración de la liturgia ortodoxa nos sugiere una idea maravillosa: «¿Qué te podemos ofrecer, oh Cristo, a cambio de que te hayas hecho hombre por nosotros? Toda criatura te da testimonio de su gratitud: los ángeles su canto, los cielos la estrella, los Magos los regalos, los pastores la adoración, la tierra una gruta, el desierto un pesebre. Pero nosotros, ¡nosotros te ofrecemos una Madre Virgen!».

http://www.homiletica.org

Jesucristo, Palabra del Padre

Jesucristo, Palabra del Padre,
luz eterna de todo creyente:
ven y escucha la súplica ardiente,
ven, Señor, porque ya se hace tarde.

Cuando el mundo dormía en tinieblas,
en tu amor tú quisiste ayudarlo
y trajiste, viniendo a la tierra,
esa vida que puede salvarlo.

Ya madura la historia en promesas,
sólo anhela tu pronto regreso;
si el silencio madura la espera,
el amor no soporta el silencio.

Con María, la Iglesia te aguarda
con anhelos de esposa y de Madre,
y reúne a sus hijos en vela,
para juntos poder esperarte.

Cuando vengas, Señor, en tu gloria,
que podamos salir a tu encuentro
y a tu lado vivamos por siempre,
dando gracias al Padre en el reino. Amén.

¡Marana tha! ¡Ven, Señor, Jesús!

Yo soy la Raíz y el Hijo de David,
la Estrella radiante de la mañana.

El Espíritu y la Esposa dicen: «¡Ven, Señor!»
Quien lo oiga, diga: «¡Ven, Señor!»

Quien tenga sed, que venga; quien lo desee,
que tome el don del agua de la vida.

Sí, yo vengo pronto.
¡Amén! ¡Ven, Señor, Jesús!

 


El maná de cada día, 12.12.23

diciembre 12, 2023

Martes de la 2ª semana de Adviento


12 de diciembre, Fiesta de la Virgen de Guadalupe, Patrona de México y de toda América:

“La aparición de la imagen de la Virgen en la tilma de Juan Diego fue un signo profético de un abrazo, el abrazo de María a todos los habitantes de las vastas tierras americanas, a los que ya estaban allí y a los que llegarían después” (Papa Francisco, 11 dic. 2013).

Como un pastor, el Señor cuida de todas sus ovejas
Como un pastor, el Señor cuida de todas sus ovejas

PRIMERA LECTURA: Isaías 40, 1-11

«Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»

Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»

Dice una voz: «Grita.»
Respondo: «¿Qué debo gritar?»

«Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

SALMO 95, 1-2.3.10ac.11-12.13-14

Nuestro Dios llega con poder.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Aclamación antes del Evangelio

El día del Señor está cerca; él viene a salvarnos.

EVANGELIO: Mateo 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?

Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

CORAZÓN DE BUEN PASTOR, RUEGA POR NOSOTROS

Conoces íntimamente a tus ovejas, a cada una la llamas por su nombre, das la vida por ellas.

En cada acontecimiento inesperado o aparentemente absurdo, en cada dolor, fracaso o sufrimiento, en todos los instantes de mi jornada, eres siempre el Buen Pastor, que me busca solícito para llevarme sobre sus hombros y recorrer conmigo el camino de mi vida.

Corazón de Buen Pastor, que no escatimas deseos, amores y gracias, con tal de atraer hacia Ti un poco del amor y correspondencia de tus ovejas.

¡Cómo me cuesta adelantarme a las necesidades de los demás! ¡Cuánto me molesta e incomoda estar disponible para servirles sin medida ni regateos, para acompañar sus agobios y soledades, para calmar sus heridas!

¿Cómo no ofrecer mis hombros para que otras ovejas, todos los hombres, descansen en ellos y se apoyen en mí, para ayudarles a seguir caminando juntos hacia el Padre?

Hay todavía muchas ovejas que no son de este redil y que esperan de ti que seas su cayado y pastor.

Corazón de Buen Pastor, que cuidas los apriscos donde resguardar el alma y conoces los verdes pastos donde me llevas a descansar. Sólo siendo tu oveja podré ser para otros pastor y cayado y llevar en mis hombros las cargas de tantos hermanos, que sufren sin la fuerza de Dios.

En el redil de tu Corazón entrañable quisiera yo descansar, viendo en tus divinos ojos el amor vigilante de quien conoce y abraza a cada una de sus ovejas.

Lañas diarias www.mater-dei.es

NUESTRA SEÑORA DE GUADALUPE

P. Francisco Fernández Carvajal

Nuestra Señora de Guadalupe
Nuestra Señora de Guadalupe

— La aparición de la Virgen a Juan Diego.
— Nuestra Señora precede a todo apostolado y prepara las almas.
— La nueva evangelización. El Señor cuenta con nosotros. No desaprovechar las ocasiones.

I. La devoción a la Virgen de Guadalupe en México tiene su origen en los comienzos de su evangelización, cuando los creyentes eran aún muy pocos. Nuestra Señora se apareció en aquellos primeros años a un indio campesino, Juan Diego, y lo envió al Obispo del lugar para manifestarle el deseo de tener un templo dedicado a Ella en una colina próxima, llamada Tepeyac.

Le dijo la Virgen en la primera aparición: «en este santuario le daré a las gentes todo mi amor personal, mi mirada compasiva, mi auxilio, mi salvación: porque Yo, en verdad, soy vuestra Madre compasiva, tuya y de todos los hombres… Allí les escucharé su llanto, su tristeza, para remediar, para curar todas sus diferentes penas, sus miserias, sus dolores»1.

El Obispo del lugar, antes de acceder a esta petición, pidió una señal. Y Juan Diego, por encargo de la Señora de los Cielos, fue a cortar un ramo de rosas, en el mes de diciembre, sobre la árida colina, a más de dos mil metros de altura. Habiendo encontrado, con la consiguiente sorpresa, las rosas, las llevó al Obispo.

Juan Diego extendió su blanca tilma, en cuyo hueco había colocado las flores. Y cuando cayeron en el suelo «apareció de repente la Amada Imagen de la Virgen Santa María, Madre de Dios, en la forma y figura que ahora se encuentra»2.

Esa imagen de Nuestra Señora de Guadalupe quedó impresa en la rústica tilma del indio, tejida con fibras vegetales. Representa a la Virgen como una joven mujer de rostro moreno, rodeada por una luz radiante.

María dijo a Juan Diego, y lo repite a todos los cristianos: «¿No estoy Yo aquí, que soy tu Madre? ¿No estás bajo mi sombra? ¿No estás por ventura en mi regazo?». ¿Por qué hemos de temer, si Ella es Madre de Jesús y Madre de los hombres?

Con la aparición de María en el cerro del Tepeyac comenzó en todo el antiguo territorio azteca un movimiento excepcional de conversiones, que se extendió a toda América Centro-Meridional y llegó hasta el lejano archipiélago de Filipinas.

«La Virgen de Guadalupe sigue siendo aún hoy el gran signo de la cercanía de Cristo, al invitar a todos los hombres a entrar en comunión con Él, para tener acceso al Padre. Al mismo tiempo, María es la voz que invita a los hombres a la comunión entre ellos…»3.

La Virgen ha ido siempre por delante en la evangelización de los pueblos. No se entiende el apostolado sin María. Por eso, cuando el Papa, Vicario de Cristo en la tierra, pide a los fieles la recristianización de Europa y del mundo acudimos a Ella para que «indique a la Iglesia los caminos mejores que hay que recorrer para realizar una nueva evangelización.

Le imploramos la gracia de servir a esta causa sublime con renovado espíritu misionero»4. Le suplicamos que nos señale a nosotros el modo de acercar a nuestros amigos a Dios y que Ella misma prepare sus almas para recibir la gracia.

II. «Virgen de Guadalupe, Madre de las Américas… mira cuán grande es la mies, e intercede junto al Señor para que infunda hambre de santidad en todo el Pueblo de Dios…»5, que los fieles «caminen por los senderos de una intensa vida cristiana, de amor y de humilde servicio a Dios y a las almas»6.

Solo así –con una intensa vida cristiana, con amor y deseos de servir– podremos llevar a cabo esa nueva evangelización en todo el mundo, empezando por los más cercanos.

¡Cuánta mies sin brazos que la recojan!, gentes hambrientas de la verdad que no tienen quienes se la enseñen, personas de todo tipo y condición que desearían acercarse a Dios y no encuentran el camino. Cada uno de nosotros debe ser un indicador claro que señale, con el ejemplo y con la palabra, el camino derecho que, a través de María, termina en Cristo.

De Europa partió la primera llamarada que encendió la fe en el continente americano. ¡Cuántos hombres y mujeres, de razas tan diversas, han encontrado la puerta del Cielo, por la fe heroica y sacrificada de aquellos primeros evangelizadores! La Virgen les fue abriendo camino y, a pesar de las dificultades, con tesón, paciencia y sentido sobrenatural enseñaron por todas partes los misterios más profundos de la fe.

«Ahora nos encontramos en una Europa en la que se hace cada vez más fuerte la tentación del ateísmo y del escepticismo; en la que arraiga una penosa incertidumbre moral con la disgregación de la familia y la degeneración de las costumbres; en la que domina un peligroso conflicto de ideas y movimientos»7.

De estos países que fueron profundamente cristianos, algunos dan la impresión de estar en camino de volver al paganismo del que fueron sacados, muchas veces con la sangre del martirio y siempre con la ayuda eficaz de la Virgen.

Toda una civilización cimentada sobre ideas cristianas parece encontrarse sin recursos para reaccionar. Y desde estas naciones, de donde salió en otros tiempos la luz de la fe para propalarse por todo el mundo, desgraciadamente «se envía al mundo entero la cizaña de un nuevo paganismo»8.

Los cristianos seguimos siendo fermento en medio del mundo. La fuerza de la levadura no ha perdido su vigor en estos veinte siglos, porque es sobrenatural y es siempre joven, nueva y eficaz. Por eso nosotros no nos quedaremos parados, como si nada pudiéramos hacer o como si las dimensiones del mal pudieran ahogar la pequeña simiente que somos cada uno de los que queremos seguir a Cristo.

Si los primeros que llevaron la fe a tantos lugares se hubieran quedado paralizados ante la tarea ingente que se les presentaba, si solo hubieran confiado en sus fuerzas humanas, nada habrían llevado a cabo. El Señor nos alienta continuamente a no quedar rezagados en esta labor, que se presenta «fascinadora desde el punto sobrenatural y humano»9.

Pensemos hoy ante Nuestra Señora de Guadalupe, una vez más, qué estamos haciendo a nuestro alrededor: el interés por acercar a Cristo a nuestros familiares y amigos, si aprovechamos todas las ocasiones, sin dejar ninguna, para hablar con valentía de la fe que llevamos en el corazón, si nos tomamos en serio nuestra propia formación, de la que depende la formación de otros, si prestamos nuestro tiempo, siempre escaso, en catequesis o en otras obras buenas, si colaboramos también económicamente en el sostenimiento de alguna tarea que tenga como fin la mejora sobrenatural y humana de las personas.

No nos debe detener el pensar que en ocasiones es poco lo que tenemos a nuestro alcance, en medio de un trabajo profesional que llena el día y aún le faltan horas. Dios multiplica ese poco; y, además, muchos pocos cambian un país entero.

III. Id por todo el mundo; predicad el Evangelio a todas las criaturas10. Estas palabras del Señor son actuales en cada época y en todo tiempo, y no excluyen a ningún pueblo o civilización, a ninguna persona. Los Apóstoles recibieron este mandato de Jesucristo, y ahora lo recibimos nosotros.

En un mundo que muchas veces se muestra como pagano en sus costumbres y modos de pensar, «se impone a los cristianos la dulcísima obligación de trabajar para que el mensaje divino de la revelación sea conocido por todos los hombres de cualquier lugar de la tierra»11.

Contamos con la asistencia siempre eficaz del Señor: Yo estaré con vosotros hasta la consumación de los siglos12.

Dios actúa directamente en el alma de cada persona por medio de la gracia, pero es voluntad del Señor, afirmada en muchos pasajes del Evangelio, que los hombres sean instrumento o vehículo de salvación para los demás hombres. Id, pues, a los caminos, y a cuantos encontréis llamadlos a las bodas13.

Y comenta San Juan Crisóstomo: «Son caminos también todos los conocimientos humanos, como los de la filosofía, los de la milicia, y otros por el estilo. Dijo, pues: id a la salida de todos los caminos, para que llamen a la fe a todos los hombres, cualquiera que sea su condición»14.

Los mismos viajes, de negocios o de descanso, son ocasiones que Dios pone muchas veces a nuestro alcance para dar a conocer a Cristo15. También los lazos familiares, la enfermedad, una visita de cortesía a casa de unos amigos, una felicitación de Navidad, una carta a un periódico…

«Son innumerables las ocasiones que tienen los seglares para ejercitar el apostolado de la evangelización y de la santificación»16.

Nosotros, cada uno, tendríamos que decir con Santa Teresa de Lisieux: «No podré descansar hasta el fin del mundo mientras haya almas que salvar»17. ¿Y cómo vamos a descansar, si además esas almas están en el mismo hogar, en el mismo trabajo, en la misma Facultad, en el vecindario?

Hemos de pedir a la Virgen el deseo vivo y eficaz de ser almas valientes, audaces, atrevidas para sembrar el bien, procurando, sin respetos humanos, que no haya rincones de la sociedad en los que no se conozca a Cristo18.

Es preciso desterrar el pesimismo de pensar que no se puede hacer nada, como si hubiera una predeterminación hacia el mal. Con la gracia del Señor, seremos como la piedra caída en el lago, que produce una onda, y esta otra más grande19, y no para hasta el fin de los tiempos. El Señor da una eficacia sobrenatural a nuestras palabras y obras que nosotros desconocemos la mayor parte de las veces.

Hoy pedimos a Nuestra Señora la Virgen de Guadalupe que se muestre como Madre compasiva con nosotros, que nos haga anunciadores del Evangelio, que sepamos comprender a todos, participando de sus gozos y esperanzas, de todo lo que inquieta su vida, para que, siendo muy humanos, podamos elevar a nuestros amigos al plano sobrenatural de la fe.

«¡Reina de los Apóstoles! Acepta nuestra prontitud para servir sin reserva a la causa de tu Hijo, la causa del Evangelio y la causa de la paz, basada sobre la justicia y el amor entre los hombres y entre los pueblos»20.

1 Nican Mopohua, según la traducción de M. Rojas, México 1981, nn. 28-32. — 2 Ibídem, nn. 181-183. — 3 Juan Pablo II, Ángelus 13-XII-1987. — 4 Ibídem. — 5 Cfr. ídem, Oración a la Virgen de Guadalupe, México 27-I-1979. — 6 Ibídem. —7 ídem, Discurso 6-XI-1981. — 8 A. del Portillo, Carta pastoral 25-XII-1985. — 9 Ibídem. — 10 Mc 16, 1. — 11 Conc. Vat. II, Decr. Apostolicam actuositatem, 3. — 12 Mt 28, 18. — 13 Mt 22. 9. — 14 San Juan Crisóstomo, en Catena Aurea, vol. III, p. 63. — 15 Cfr. Conc. Vat. II, loc. cit., 14. — 16 Ibídem, 6. — 17 Santa Teresa de Lisieux, Novissima verba, en Obras completas, Monte Carmelo, 5ª ed., Burgos 1980. — 18 Cfr. San Josemaría Escrivá, Forja, n. 716. — 19 Cfr. ídem, Camino, n. 831. — 20 Juan Pablo II, Homilía en Guadalupe, 27-I-1979.

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El maná de cada día, 8.12.23

diciembre 8, 2023

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Patrona de España

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La Inmaculada Concepción. Bartolomé Esteban Murillo, Museo del Prado

Hoy se celebra la concepción inmaculada de aquella que tenía que concebir al Verbo que trasciende todo lo creado.

Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos VII/VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el Papa Pío IX, el día 8 de diciembre del año 1854, declaró como dogma de fe que María, por un singular privilegio, fue preservada de toda mancha de pecado original.

Antífona de entrada: Isaías 61, 10

Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.

Oración colecta

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y, en previsión de la muerte de tu Hijo, la preservaste de todo pecado, concédenos, por su intercesión, llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Génesis 3, 9-15.20

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?» Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo y me escondí». El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»

Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí». El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?» Ella respondió: «La serpiente me engaño, y comí».

El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las bestias del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón».

SALMO RESPONSORIAL

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico, porque ha hecho maravillas: su mano le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; vitoread, tocad.

SEGUNDA LECTURA: Efesios 1, 3-6.11-12

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciación suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

ALELUYA: Lc 1, 28

Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.

EVANGELIO: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. El ángel entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquel.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso, el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril; porque para Dios no hay nada imposible».

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

Antífona de comunión:

¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!, porque de ti ha nacido el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.

¡OH VIRGEN, POR TU BENDICIÓN
QUEDA BENDITA TODA CRIATURA!

De los sermones de san Anselmo, obispo

El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la no­che, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha sido concedida.

Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas.

Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba.

Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración.

¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!

Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual a él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María.

Todo lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin Ma­ría lo que había sido manchado.

Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y Ma­ría es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engen­dró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.

¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él! (Sermón 52: PL 158, 955-956).

INUNDADA DEL ROCÍO CELESTIAL,
RUEGA POR NOSOTROS

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El rocío cae de noche y se deposita sobre la hierba y la tierra, como signo de la generosa bendición de Dios. Ese rocío recordaba al pueblo de Israel que su salvación había de venir también del cielo, tal como evoca una antífona de Adviento, tomada de Isaías: “Cielos, derramad vuestro rocío… Lluevan las nubes al Justo”.

El Verbo preexistente también había de encarnarse como Esposo, después de una larga espera en la noche de los tiempos, a las puertas de ese seno virginal de María, en donde había de entrar a desposar nuestra carne de hombre.

El mismo rocío del Espíritu, que unge a Cristo Cabeza, unge y rocía también la carne virginal y materna de María. Ella, inundada de la divinidad del Espíritu, unge del rocío de Cristo a todo el cuerpo, a la Iglesia, a cuyas puertas sigue esperando, en la noche de los nuevos tiempos, el Verbo hecho ya Esposo glorificado.

Has de venerar a esta Madre, plena de Espíritu Santo, que rocía tus noches y soledades de dulce y suave compañía. Pídele muchas veces que interceda ante su Hijo y Esposo, y te alcance de Él el don y los frutos del Espíritu Santo.

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y, en previsión de la muerte de tu Hijo, la preservaste de todo pecado, concédenos, por su intercesión, llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.


El maná de cada día, 7.12.23

diciembre 7, 2023

Jueves de la 1ª semana de Adviento

Noveno día de la novena a la Inmaculada Concepción

Jesucristo es nuestra roca
Apoyémonos con todas nuestras fuerzas en la roca firmísima que es Cristo

PRIMERA LECTURA: Isaías 26, 1-6

Aquel día, se cantará este canto en el país de Judá: «Tenemos una ciudad fuerte, ha puesto para salvarla murallas y baluartes: Abrid las puertas para que entre un pueblo justo, que observa la lealtad; su ánimo está firme y mantiene la paz, porque confía en ti.

Confiad siempre en el Señor, porque el Señor es la Roca perpetua: doblegó a los habitantes de la altura y a la ciudad elevada; la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó al polvo, y la pisan los pies, los pies del humilde, las pisadas de los pobres.»

SALMO 117, 1.8-9.19-21.25-27a

Bendito el que viene en nombre del Señor.

Dad gracias al Señor porque es bueno, porque es eterna su misericordia. Mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los hombres, mejor es refugiarse en el Señor que fiarse de los jefes.

Abridme las puertas del triunfo, y entraré para dar gracias al Señor. Ésta es la puerta del Señor: los vencedores entrarán por ella. Te doy gracias porque me escuchaste y fuiste mi salvación.

Señor, danos la salvación; Señor, danos prosperidad. Bendito el que viene en nombre del Señor, os bendecimos desde la casa del Señor; el Señor es Dios, él nos ilumina.

Aclamación antes del Evangelio: Isaías 55, 6

Buscad al Señor mientras se le encuentra, invocadlo mientras esté cerca.

EVANGELIO: Mateo 7, 21.24-27

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No todo el que me dice «Señor, Señor» entrará en el reino de los cielos, sino el que cumple la voluntad de mi Padre que está en el cielo.

El que escucha estas palabras mías y las pone en práctica se parece a aquel hombre prudente que edificó su casa sobre roca. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y descargaron contra la casa; pero no se hundió, porque estaba cimentada sobre roca.

El que escucha estas palabras mías y no las pone en práctica se parece a aquel hombre necio que edificó su casa sobre arena. Cayó la lluvia, se salieron los ríos, soplaron los vientos y rompieron contra la casa, y se hundió totalmente.»

Sobre los grados de la contemplación

San Bernardo, Sermón 5 sobre diversas materias 4-5

Vigilemos en pie, apoyándonos con todas nuestras fuerzas en la roca firmísima que es Cristo, como está escrito: Afianzó mis pies sobre roca, y aseguró mis pasos. Apoyados y afianzados en esta forma, veamos qué nos dice y qué decimos a quien nos pone objeciones.

Amadísimos hermanos, éste es el primer grado de la contemplación: pensar constantemente qué es lo que quiere el Señor, qué es lo que le agrada, qué es lo que resulta aceptable en su presencia.

Y, pues todos faltamos a menudo, y nuestro orgullo choca contra la rectitud de la voluntad del Señor, y no puede aceptarla ni ponerse de acuerdo con ella, humillémonos bajo la poderosa mano de Dios altísimo y esforcémonos en poner nuestra miseria a la vista de su misericordia, con estas palabras: Sáname, Señor, y quedaré sano; sálvame y quedaré a salvo. Y también aquellas otras: Señor, ten misericordia, sáname, porque he pecado contra ti.

Una vez que se ha purificado la mirada de nuestra alma con esas consideraciones, ya no nos ocupamos con amargura en nuestro propio espíritu, sino en el espíritu divino, y ello con gran deleite. Y ya no andamos pensando cuál sea la voluntad de Dios respecto a nosotros, sino cuál sea en sí misma.

Y, ya que la vida está en la voluntad del Señor, indudablemente lo más provechoso y útil para nosotros será lo que está en conformidad con la voluntad del Señor. Por eso, si nos proponemos de verdad conservar la vida de nuestra alma, hemos de poner también verdadero empeño en no apartarnos lo más mínimo de la voluntad divina.

Conforme vayamos avanzando en la vida espiritual, siguiendo los impulsos del Espíritu, que ahonda en lo más íntimo de Dios, pensemos en la dulzura del Señor, qué bueno es en sí mismo. Pidamos también, con el salmista, gozar de la dulzura del Señor, contemplando, no nuestro propio corazón, sino su templo, diciendo con el mismo salmista: Cuando mi alma se acongoja, te recuerdo.

En estos dos grados está todo el resumen de nuestra vida espiritual: Que la propia consideración ponga inquietud y tristeza en nuestra alma, para conducirnos a la salvación, y que nos hallemos como en nuestro elemento en la consideración divina, para lograr el verdadero consuelo en el gozo del Espíritu Santo.

Por el primero, nos fundaremos en el santo temor y en la verdadera humildad; por el segundo, nos abriremos a la esperanza y al amor.

Reflexión del Papa Francisco

Jesús dice: «Quien escucha mis palabras y las pone en práctica será semejante a un hombre sabio que ha construido su casa sobre la roca… En cambio el que escucha las palabras pero no las hace suyas, las deja pasar, es decir no escucha seriamente y no las pone en práctica, será como aquel que edifica su casa sobre la arena». Y conocemos el resultado…

Cuando Jesús pone en guardia a la gente de los pseudo profetas, dice: «Por sus frutos los conocerán». Y aquí, de su actitud: tantas palabras, hablan, hacen prodigios, hacen cosas grandes pero no tienen el corazón abierto para escuchar la Palabra de Dios, tienen miedo del silencio de la palabra de Dios y estos son los pseudo cristianos, los pseudo pastores. Es verdad, hacen cosas buenas, es verdad, pero les falta la roca.

Les falta la roca del amor de Dios, la roca de la Palabra de Dios. Y sin esta roca no pueden profetizar, no pueden construir: aparentan, porque al final todo se derrumba. Son los pseudo pastores, los pastores mundanos; también los pastores o los cristianos que hablan demasiado, tienen miedo del silencio, quizás hacen demasiado. Pero no son capaces de escuchar, hacen lo que dicen, hacen de lo propio, pero no de Dios.

Recordemos estas tres palabras, son un signo: hacer, escuchar, hablar. Uno que sólo habla y hace, no es un verdadero profeta, no es un verdadero cristiano, y al final se derrumbará todo: no está sobre la roca del amor de Dios, no está firme como la roca. Uno que sabe escuchar y de la escucha hace, con la fuerza de la palabra de otro, no de la propia, ese permanece firme.

Si bien sea una persona humilde, que no parece importante, ¡pero cuántos de estos grandes hay en la Iglesia! ¡Cuántos obispos grandes, cuántos sacerdotes grandes, cuántos fieles grandes que saben escuchar y de la escucha hacen!

Un ejemplo de nuestros días es la Madre Teresa de Calcuta que no hablaba, y en el silencio ha sabido escuchar y ¡ha hecho tanto! No se derrumbó ni ella, ni su obra. Los grandes saben escuchar y de la escucha hacen porque su confianza y su fuerza está en la roca del amor de Jesucristo (Homilía en Santa Marta, 25 de junio de 2015).

Diálogo con Jesús

Mi Jesús, quiero estar claro con mi objetivo en la vida: ¡ser santo! Por eso quiero construir mi fe en base a tus promesas y mandatos de amor. Tengo bien claro que no todo el que te diga «Señor, Señor» compartirá la Gloria contigo.

Es por ello que hoy, quiero que mi vida responda a mi fe, que mis palabras se transformen en acciones, que mi deseo de amarte traspase barreras y sea trampolín de esperanzas para mis semejantes.

Dame un corazón humilde y obediente, un corazón que cumpla tu voluntad y se fortalezca bajo la roca de tu Palabra, un corazón dócil a seguirte por doquier aunque muchas veces eso implique ir contracorriente y soportar rechazos.

Tú me llamas a una vida nueva, me llamas a retomar el sendero que conduce a la vida y la salvación, y no podré conseguirla si mis pisadas siguen clavadas en el arenal de las cosas terrenales.

Necesito ejercitarme en una vida llena de oración, renunciar a todo aquello que me aparta de tu lado y me roba momentos valiosos sin la compañía de tu amor.

Confío en que me acompañas y me llenas de tu gracia para cumplir esta misión. Me pongo en tus manos y permite que tu Espíritu Santo sea el motor de mis acciones y de mi corazón. Amén

Propósito para hoy

En la oración del día incluiré una acción de gracias a Dios y cuidaré de ser agradecido con todas las personas a mi alrededor

Reflexionemos juntos esta frase:

«La vida de María nos muestra que Dios realiza grandes obras por medio de los más humildes» (Papa Francisco)

PildorasdeFe.net

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN (9/9)

milagrosa


DÍA NOVENO

La Asunción de María al Cielo

Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza en el Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada.

Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. (Apoc 11,19-12,1)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

En sus homilías de Nuestra Santísima Madre, San Francisco de Sales predicaba que María fue perfectamente una con Cristo en el Calvario en la adoración de Jesús al Padre. Ella ofreció amorosamente a Jesús al Padre y ofreció su sufrimiento por sus hijos. El Santo nos dice que María hubiera muerto con Cristo en el Calvario de no haber sido porque su Hijo se lo impidió.

Jesús quería que ella se quedara más tiempo con la Iglesia en la tierra después de su ascensión al Cielo y compartiera más tarde la muerte de él por amor.

Cuando llegó el tiempo querido por Dios, María murió de muerte natural, pero esa muerte fue un acto consciente de adoración en el amor. La Madre de Dios ansiaba con todo su ser estar con Jesús en el Reino. Cuando llegó la hora de la muerte, ella se ofreció como se había ofrecido Jesús al Padre al morir.

Encomendándose al abrazo de Dios, María, encendida con el Espíritu Santo, transformó su muerte en un acto de amor al Padre: un acto eucarístico de adoración en Cristo, por Cristo y con Cristo.

Preservada de la corrupción de la tumba, María fue elevada de entre los muertos por Cristo y fue llevada, en cuerpo y alma, a la gloria del cielo. En 1950, el Papa Pío XII definió solemnemente que la Asunción de María es parte integral de la Revelación cristiana:

Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La dormición de María, es decir, su muerte, resurrección y asunción a la gloria, son una fuente de esperanza para los cristianos que creemos en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Los Padres del Concilio Vaticano II nos enseñaron: La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Lumen Gentium, 68).

Desde su lugar en el Cielo, María intercede con Cristo y a través de Cristo por todas las necesidades de sus hijos en la tierra.

Oración

María, Madre de Dios y nuestra querida Madre, quédate con nosotros en la hora de nuestra muerte. Ayúdanos a comprender que, al morir por nosotros, tu Hijo transformó la muerte en un acto de adoración al Padre, un momento sagrado de pasaje de esta vida a la otra; en el momento que sólo Dios dispone.

Fortalecidos por los sacramentos de la Iglesia, ayúdanos a morir como tú, en un acto de amor y ofrecimiento de la propia persona por la salvación de los demás.

Madre Santa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


El maná de cada día, 6.12.23

diciembre 6, 2023

Miércoles de la 1ª semana de Adviento

Octavo día de la novena a la Inmaculada Concepción

El que por mí deja casa, hermanos o hermanas, padre o madre, mujer, hijos o tierras, recibirá cien veces más, y heredará la vida eterna
Mirad que llega el Señor para salvar a su pueblo

PRIMERA LECTURA: Isaías 25, 6-10a

Aquel día, el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos, en este monte, un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera; manjares enjundiosos, vinos generosos. Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos, el paño que tapa a todas las naciones. Aniquilará la muerte para siempre. El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros, y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país. Lo ha dicho el Señor.

Aquel día se dirá: «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara; celebremos y gocemos con su salvación. La mano del Señor se posará sobre este monte.»

SALMO 22, 1-3a.3b-4.5.6

Habitaré en la casa del Señor por años sin término.

El Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas.

Me guía por el sendero justo, por el honor de su nombre. Aunque camine por cañadas oscuras, nada temo, porque tú vas conmigo: tu vara y tu cayado me sosiegan.

Preparas una mesa ante mí, enfrente de mis enemigos; me unges la cabeza con perfume, y mi copa rebosa.

Tu bondad y tu misericordia me acompañan todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del Señor por años sin término.

Aclamación antes del Evangelio

Mirad que llega el Señor para salvar a su pueblo; dichosos los que están preparados para salir a su encuentro.

EVANGELIO: Mateo 15, 29-37
En aquel tiempo, Jesús, bordeando el lago de Galilea, subió al monte y se sentó en él. Acudió a él mucha gente llevando tullidos, ciegos, lisiados, sordomudos y muchos otros; los echaban a sus pies, y él los curaba. La gente se admiraba al ver hablar a los mudos, sanos a los lisiados, andar a los tullidos y con vista a los ciegos, y dieron gloria al Dios de Israel.

Jesús llamó a sus discípulos y les dijo: «Me da lástima de la gente, porque llevan ya tres días conmigo y no tienen qué comer. Y no quiero despedirlos en ayunas, no sea que se desmayen en el camino.»

Los discípulos le preguntaron: «¿De dónde vamos a sacar en un despoblado panes suficientes para saciar a tanta gente?»

Jesús les preguntó: «¿Cuántos panes tenéis?» Ellos contestaron: «Siete y unos pocos peces.»

Él mandó que la gente se sentara en el suelo. Tomó los siete panes y los peces, dijo la acción de gracias, los partió y los fue dando a los discípulos, y los discípulos a la gente. Comieron todos hasta saciarse y recogieron las sobras: siete cestas llenas.

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN (8/9)

milagrosa



DÍA OCTAVO

María y el Misterio de la Pascua

Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.

Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. (1 Cor 15,3-7)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

La costumbre de dedicar el sábado a la Virgen María se origina en la sensación que tenían los cristianos de que sólo María creía firmemente en la resurrección de Cristo de entre los muertos después de que el cuerpo de Jesús fuera colocado en la tumba el Sábado santo. Todos los demás discípulos estaban consternados y, con suerte, confundidos por la promesa de Jesús de que resucitaría de entre los muertos. Sólo María permaneció fiel en su fe. Es precisamente esa fe la que la Iglesia honra todos los sábados del año.

El beato Juan Pablo II explicaba en su mensaje durante una Audiencia General que María fue probablemente la primera de los discípulos en ver y abrazar al Señor resucitado:

Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús?

Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe.

En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe.

Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección (21 de mayo de 1997).

Las Escrituras nos refieren que luego de que Cristo ascendiera a los cielos, María permaneció con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (Hechos 1:14). Ella se encontraba con los Doce en Pentecostés y, con ellos, recibió el Espíritu Santo. Los Doce recibieron el Espíritu para su tarea de predicar el Evangelio y bautizar a la gente de todas las naciones.

María recibió el Espíritu Santo para su misión de madre de los discípulos de Cristo. Hasta el fin del mundo, María, Madre de la Iglesia, ayudará a sus hijos a vivir según la fe, a difundir la fe y trabajar incansablemente por la conversión de todos los hombres a Cristo.

En su obra maestra, el Tratado de la verdadera devoción a María, San Luis de Montfort explica que María, asunta al Cielo, comparte la fe con sus hijos en la tierra:

La Santísima Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor que la de todos los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás santos. Ahora que reina en los cielos, no tiene ya esa fe, porque ve claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria.

Sin embargo, con el consentimiento del Señor, no la ha perdido al entrar en la gloria: la conserva para comunicarla a sus fieles en la Iglesia peregrina. Por lo mismo, cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen fiel, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la fe verdadera (214).

Los católicos de hoy en día necesitamos que María nos fortalezca para mantenernos firmes en la lucha para proteger la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y para preservar la libertad religiosa. Que ella, elegida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente (Gen 3,15), consiga la renovación de la fe y el celo apostólico en la sociedad a través de nuestra entrega al Evangelio.

Oración

Señor y Padre nuestro concédenos una fe viva, que, animada por la caridad, nos habilite para hacer todas nuestras acciones por puro amor a ti, y a verte y servirte en nuestro prójimo. Una fe firme e inconmovible como una roca, por la cual estemos tranquilos y seguros en las cruces, afanes y desengaños de la vida.

Te pedimos, Padre Santo, una fe valerosa, que nos inspire comenzar y llevar a cabo sin vacilación, grandes empresas por tu gloria y por la salvación de las almas; una fe que sea la Columna de Fuego que nos guíe, y nos lleve unidos hasta el fin, que encienda en todas partes el fuego de tu amor.

Te pedimos, Padre, que el fuego, que tu Hijo trajo a la tierra, ilumine a aquellos que están en oscuridad y en sombra de muerte, que inflame a los tibios, que resucite a los muertos por el pecado. Te pedimos que la luz de Cristo guíe nuestros pasos por el Camino de la Paz, para que, terminada la lucha de la vida, todos los hijos de María nos reunamos en el reino de tu amor y gloria.

Por Jesucristo tu Hijo que vive y reina contigo, por los siglos de los siglos. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


El maná de cada día, 5.12.23

diciembre 5, 2023

Martes de la 1ª semana de Adviento

Séptimo día de la novena a la Inmaculada Concepción

5 de diciembre de 1588: Día de la Recolección Agustiniana

Enhorabuena a la Orden Agustinos Recoletos. El Señor nos conceda la fidelidad al carisma original.

Mira a mi siervo mi elegido
Sobre él se posará el Espíritu del Señor

Antífona de entrada: Zac 14, 5. 7

Vendrá el Señor y con él todos sus santos; y aquel día habrá una luz espléndida.

Oración colecta

Señor Dios, acoge favorablemente nuestras súplicas y ayúdanos con tu amor en nuestras tribulaciones, para que, consolados por la presencia de tu Hijo que viene, no caigamos en la antigua servidumbre del pecado. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 11, 1-10

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.

No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.

No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

SALMO 71, 1-2.7-8.12-13.17

Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del robre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

Aclamación antes del Evangelio

Mirad, el Señor llega con poder e iluminará los ojos de sus siervos.

EVANGELIO: Lucas 10, 21-24

En aquel tiempo, lleno de la alegría del Espíritu Santo, exclamó Jesús: «Te doy gracias, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me lo ha entregado mi Padre, y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo se lo quiere revelar.»

Y volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: «¡Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis! Porque os digo que muchos profetas y reyes desearon ver lo que veis vosotros, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.»

Antífona de comunión: 2 Tim 4, 8

El juez justo dará la corona de la justicia a los que aguarden con amor su venida.

EL ADVIENTO

Preparar la llegada de Cristo al mundo necesita de un tiempo necesario para predisponer nuestro interior a semejante misterio. El adviento viene revestido de esperanza, además de una cierta actitud de tensión espiritual: el color morado con el que el sacerdote se reviste en la celebración de la Eucaristía, es signo de penitencia, austeridad y discreción…

Son los mismos instrumentos que utilizó Dios para hacerse carne. Lo que denominamos el anonadamiento divino, no es otra cosa sino la contemplación del misterio de Dios, que deja de ser tal, para que tú y yo podamos experimentar en nuestra propia carne la gloria de Aquel que se ha hecho de nuestra misma condición.

El adviento es ir también de la mano de María. La Virgen, durante este tiempo, lleva en su seno a Aquel que resuelve el misterio de Dios y mi propio misterio.

Ella, con sencillez, me invita a descomplicar mi existencia para responder a la llamada de Dios sin miedo, sino con la esperanza puesta en el milagro de Belén: todo el poder de Dios hecho niño, asequible a mi entendimiento y a mi voluntad.

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NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN (7/9)

milagrosa



DÍA SÉPTIMO

María en el Calvario

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clofás, y maría Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Juan 19,25-27)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

De pie junto a su hijo crucificado, María sufrió en su corazón todo lo que padeció él. Fue enorme el sacrificio que Dios le pidió a María en el Calvario. Le pidió que creyera, a pesar de que no había ninguna razón humana para creer, lo que le había anunciado a través del Ángel Gabriel treinta años antes: Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lucas 1,32-33).

Dios le pidió a María que consintiera el sacrificio de Cristo ofreciendo a Jesús al Padre en un acto de adoración, y que uniera sus propios sufrimientos a los de Cristo por nuestra salvación. Los Padres del Concilio Vaticano II describieron maravillosamente la obra de María en el Calvario:

María cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia (Lumen Gentium, 61).

Para revelar que, al pie de la cruz, María estaba en pleno parto, dando a luz a la Iglesia, Jesús dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Y al discípulo que amaba, que representa a cada uno de nosotros: Ahí tienes a tu madre. El antiguo autor cristiano Orígenes de Alejandría escribió lo siguiente:

Pues si María, como declaran quienes con solidez argumental la exaltan, no tuvo otro hijo que Jesús, y sin embargo Jesús dice a su madre «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y no «Ahí tienes a este otro hijo», lo que dice Jesús es prácticamente «Ahí tienes a Jesús, a quien diste a luz». Si es cierto que todo el que es perfecto ya no vive en sí mismo sino que es Cristo quien vive en él, entonces si Cristo vive en él, lo que se le dice a María es «Ahí tienes a tu hijo Cristo» (Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, Libro 1, cap. 6).

San Juan agrega enseguida que desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Los estudiosos de las Escrituras señalan que el texto podría traducirse literalmente como desde aquella hora el discípulo la acogió como propia.

Cristo quiere que todos sus discípulos amados establezcan una relación hijo-madre con su madre, la primera y más perfecta de sus discípulos. El discípulo la recibe en su intimidad y le pide que le enseñe los caminos de Cristo.

El beato Juan Pablo II comprendía la consagración a Jesús a través de María a partir de este versículo de la Escritura: «El discípulo la acogió como propia». San Luis de Montfort y San Maximiliano Kolbe le habían enseñado la importancia de la consagración total a Jesús a través de María. Estos tres sacerdotes santos también nos ayudarán a nosotros a entregar todo a Jesús por medio de María.

Es tan importante en estos tiempos de peligro hacer un acto de Consagración total a Jesús a través de la Santísima Virgen. Mediante este acto en el que el cristiano se ofrece a sí mismo, se entrega todo a Cristo por medio de María: el cuerpo, el alma, las posesiones materiales y las ocupaciones, así como todo don espiritual.

Por medio de la consagración, el cristiano se hace libremente siervo y esclavo de María para pertenecer completamente a Jesús. A diferencia de la esclavitud del pecado, esta esclavitud elegida libremente es la única atadura que nos da verdadera libertad y paz.

Entregando todo a Cristo por medio de María, el cristiano confía en que el Espíritu Santo lo utilizará para aplastar la cabeza de Satanás (Gen 3,15) y preparar el Reino de Jesucristo.

Oración

Oración de Consagración escrita por San Maxilimiano Kolbe

Oh Inmaculada, reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo, (su nombre), pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.

A ti, Oh Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho: «Ella te aplastará la cabeza» (Gen 3,15), y también: «Tú has derrotado todas las herejías en el mundo».

Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumento en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús. Donde tú entras, Oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros nos llega a través de tus manos.

V. Ayúdame a alabarte, Oh Virgen Santa
R. y dame fuerza contra tus enemigos. Amén

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


El maná de cada día, 4.12.23

diciembre 4, 2023

Lunes de la 1ª semana de Adviento


Sexto día de la novena a la Inmaculada Concepción

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Venid, subamos al monte del Señor

Antífona de entrada: Jr 31, 10; Is 35, 4

Escuchad, pueblos, la palabra del Señor, anunciadla en los confines de la tierra: Mirad a nuestro Salvador que viene: no temáis.

Oración colecta

Concédenos, Señor Dios nuestro, permanecer alertas a la venida de tu Hijo, para que, cuando llegue y llame a la puerta, nos encuentre en vela y orando. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 2, 1-5

Visión de Isaías, hijo de Amós, acerca de Judá y de Jerusalén: Al final de los días estará firme el monte de la casa del Señor en la cima de los montes, encumbrado sobre las montañas. Hacia él confluirán los gentiles, caminarán pueblos numerosos.

Dirán: «Venid, subamos al monte del Señor, a la casa del Dios de Jacob: él nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sión saldrá la ley, de Jerusalén, la palabra del Señor.»

Será el árbitro de las naciones, el juez de pueblos numerosos. De las espadas forjarán arados, de las lanzas, podaderas. No alzará la espada pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Casa de Jacob, ven, caminemos a la luz del Señor.

SALMO 121, 1-2.4-5.6-7.8-9

Vamos alegres a la casa del Señor.

¡Qué alegría cuando me dijeron: «Vamos a la casa del Señor»! Ya están pisando nuestros pies tus umbrales, Jerusalén.

Allá suben las tribus, las tribus del Señor, según la costumbre de Israel, a celebrar el nombre del Señor; en ella están los tribunales de justicia, en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: «Vivan seguros los que te aman, haya paz dentro de tus muros, seguridad en tus palacios.»

Por mis hermanos y compañeros, voy a decir: «La paz contigo.» Por la casa del Señor, nuestro Dios, te deseo todo bien.

Aclamación antes del Evangelio: Sal 79, 4

Ven a librarnos, Señor, Dios nuestro, que brille tu rostro y nos salve.

EVANGELIO: Mateo 8, 5-11

En aquel tiempo, al entrar Jesús en Cafarnaún, un centurión se le acercó rogándole: «Señor, tengo en casa un criado que está en cama paralítico y sufre mucho.»

Jesús le contestó: «Voy yo a curarlo.»

Pero el centurión le replicó: «Señor, no soy quién para que entres bajo mi techo. Basta que lo digas de palabra, y mi criado quedará sano. Porque yo también vivo bajo disciplina y tengo soldados a mis órdenes; y le digo a uno: «Ve», y va; al otro: «Ven», y viene; a mi criado: «Haz esto», y lo hace.»

Al oírlo, Jesús quedó admirado y dijo a los que le seguían: «Os aseguro que en Israel no he encontrado en nadie tanta fe. Os digo que vendrán muchos de oriente y occidente y se sentarán con Abrahán, Isaac y Jacob en el reino de los cielos.»

Antífona de la comunión: Sal 106, 4-5; Is 38, 3

Ven, Señor; visítanos con tu paz, y nos alegraremos en tu presencia de todo corazón.

SOBRE EL TIEMPO DE ADVIENTO

De las cartas pastorales de San Carlos Borromeo, obispo

Ha llegado, amadísimos hermanos, aquel tiempo tan importante y solemne, que, como dice el Espíritu Santo, es tiempo favorable, día de la salvación, de la paz y de la reconciliación; el tiempo que tan ardientemente desearon los patriarcas y profetas y que fue objeto de tantos suspiros y anhelos; el tiempo que Simeón vio lleno de alegría, que la Iglesia celebra solemnemente y que también nosotros debemos vivir en todo momento con fervor, alabando y dando gracias al Padre eterno por la misericordia que en este misterio nos ha manifestado.

El Padre, por su inmenso amor hacia nosotros, pecadores, nos envió a su Hijo único, para librarnos de la tiranía y del poder del demonio, invitarnos al cielo e introducirnos en lo más profundo de los misterios de su reino, manifestarnos la verdad, enseñarnos la honestidad de costumbres, comunicarnos el germen de las virtudes, enriquecernos con los tesoros de su gracia y hacernos sus hijos adoptivos y herederos de la vida eterna.

La Iglesia celebra cada año el misterio de este amor tan grande hacia nosotros, exhortándonos a tenerlo siempre presente. A la vez nos enseña que la venida de Cristo no sólo aprovechó a los que vivían en el tiempo del Salvador, sino que su eficacia continúa, y aún hoy se nos comunica si queremos recibir, mediante la fe y los sacramentos, la gracia que él nos prometió, y si ordenamos nuestra conducta conforme a sus mandamientos.

La Iglesia desea vivamente hacernos comprender que así como Cristo vino una vez al mundo en la carne, de la misma manera está dispuesto a volver en cualquier momento, para habitar espiritualmente en nuestra alma con la abundancia de sus gracias, si nosotros, por nuestra parte, quitamos todo obstáculo.

Por eso, durante este tiempo, la Iglesia, como madre amantísima y celosísima de nuestra salvación, nos enseña, a través de himnos, cánticos y otras palabras del Espíritu Santo y de diversos ritos, a recibir convenientemente y con un corazón agradecido este beneficio tan grande, a enriquecernos con su fruto y a preparar nuestra alma para la venida de nuestro Señor Jesucristo con tanta solicitud como si hubiera él de venir nuevamente al mundo.

No de otra manera nos lo enseñaron con sus palabras y ejemplos los patriarcas del antiguo Testamento para que en ello los imitáramos.

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN 6/9

milagrosa

DÍA SEXTO

Las bodas de Caná

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.

Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»

Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.»

Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. (Juan 2,1-11)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

La primera mención explícita de la Madre de Jesús en el Evangelio según San Juan es en una fiesta de bodas. María llegó a la celebración, que duraba una semana, antes que Jesús. Cuando llegó Jesús, María inmediatamente le hizo notar: No tienen vino.

Ella quería que todos, particularmente los recién casados y sus familias y amigos, disfrutaran la celebración. Sin duda, María sintió la vergüenza que estaría pasando la joven pareja y tuvo la confianza de acercar su necesidad a Jesús.

Él actuó ante la intercesión de María: sí, ésta es una instancia poderosa de la mediación materna de María. Al cambiar el agua en vino, Jesús realizó el primer gran milagro de su ministerio público.

San Juan relata que Jesús actuó para dar testimonio de su divinidad ante los Apóstoles: Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Antes del milagro, los Apóstoles lo consideraban un rabino, una especie de profesor de la Torá. Al ver el agua convertirse en vino ante sus ojos, los Apóstoles experimentaron la gloria de Jesús como Mesías y Señor y empezaron a creer en él.

Por intercesión de María, se salvó la fe de los elegidos como los primeros sacerdotes de la Iglesia. Tan pronto como en ese momento, María comprendió que tenía derecho a acercar cada necesidad humana y espiritual ante la presencia de su Hijo. Tanto en Caná en aquel entonces como ahora en el Cielo, la Madre de Dios desea que su Hijo revele su poder como Mesías y Señor de toda la creación para salvar a los suyos.

El Catecismo de la Iglesia Católica asocia el primer milagro de Jesús con el Sacramento del Matrimonio: En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo — a petición de su Madre — con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11).

La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, 1613).

Desde el Cielo, María sigue llevando las necesidades humanas y espirituales de las familias a la órbita del poder mesiánico de Cristo.

Oración

María Madre, en Caná te mostraste como la madre de muchos hijos. Comprendiste el dolor que sintieron los pobres y recurriste a tu Hijo para pedirle ayuda. Llena del Espíritu de Dios, quisiste también que los Apóstoles de Jesús compartieran tu fe en él. Comprendiste que la falta de fe es la peor de las pobrezas que puede experimentar una persona. También sabías que sólo Dios puede dar el don de la fe.

Al acercar esas necesidades a Jesús en la oración, hubo abundante vino en la pequeña ciudad de Caná y el vino fuerte de la fe inundó los corazones de los Apóstoles.

María, todos tenemos necesidades, grandes y pequeñas. Todos estamos necesitados de recursos materiales y bienes espirituales. Te rogamos que acerques todas nuestras necesidades a Jesús. Nunca pides nada que pueda dañar a tus hijos. Jesús nunca te niega nada que le pidas.

Ruega especialmente por nuestras familias destruidas por la infidelidad de los esposos, la violencia doméstica, las faltas de amor de los padres y el dolor que causa la anticoncepción, la esterilización y el aborto.

Ayuda a todos a comprender que el Sacramento del Matrimonio fue instituido por tu Hijo para que marido y mujer, mediante su amor mutuo, encuentren la gracia de Jesús y eduquen a sus hijos para el reino.

Mira con bondad a todos esos hijos tuyos que sufren la pesada carga de su atracción a una persona de su mismo sexo. Ayúdalos a descubrir la libertad que brinda la castidad y su belleza.

María, pide por nuestras familias, para que vivan en armonía y con amor, como viviste tú con Jesús y José en tu hogar de Nazaret. María, te necesitamos como madre nuestra y madre de todas las familias. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida.
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.


El maná de cada día, 3.12.23

diciembre 2, 2023

Domingo I de Adviento, Ciclo B

Quinto día de la novena a la Inmaculada Concepción

¡Velad!
¡Velad!

Antífona de entrada: Sal 24, 1-3

A ti levanto mi alma, Dios mío, en ti confío; no quede yo defraudado, que no triunfen de mí mis enemigos, pues los que esperan en ti no quedan defraudados.

Oración colecta

Concede a tus fieles, Dios todopoderoso, el deseo de salir acompañados de buenas obras al encuentro de Cristo que viene, para que, colocados a su derecha, merezcan poseer el reino de los cielos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 63, 16c-17. 19c; 64, 2b-7

Tú, Señor, eres nuestro padre, tu nombre desde siempre es «nuestro Libertador». ¿Por qué nos extravías, Señor, de tus caminos, y endureces nuestro corazón para que no te tema?

Vuélvete, por amor a tus siervos y a las tribus de tu heredad. ¡Ojalá rasgases el cielo y descendieses! En tu presencia se estremecerían las montañas.

«Descendiste, y las montañas se estremecieron». Jamás se oyó ni se escuchó, ni ojo vio un Dios, fuera de ti, que hiciera tanto por quien espera en él.

Sales al encuentro de quien practica con alegría la justicia y, andando en tus caminos, se acuerda de ti. He aquí que tú estabas airado y nosotros hemos pecado. Pero en los caminos de antiguo seremos salvados.

Todos éramos impuros, nuestra justicia era un vestido manchado; todos nos marchitábamos como hojas, nuestras culpas nos arrebataban como el viento.

Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a ti; pues nos ocultabas tu rostro y nos entregabas al poder de nuestra culpa. Y, sin embargo, Señor, tú eres nuestro padre, nosotros la arcilla y tú nuestro alfarero: todos somos obra de tu mano.

SALMO 79, 2ac y 3b. 15-16. 18-19

Oh, Dios, restáuranos, que brille tu rostro y nos salve.

Pastor de Israel, escucha; tú que te sientas sobre querubines, resplandece; despierta tu poder y ven a salvarnos.

Dios de los ejércitos, vuélvete: mira desde el cielo, fíjate, ven a visitar tu viña. Cuida la cepa que tu diestra plantó, y al hijo del hombre que tú has fortalecido.

Que tu mano proteja a tu escogido, al hombre que tú fortaleciste. No nos alejaremos de ti: danos vida, para que invoquemos tu nombre.

SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 1, 3-9

Hermanos: A vosotros gracia y paz de parte de Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo.

Doy gracias a mi Dios continuamente por vosotros, por la gracia de Dios que os ha dado en Cristo Jesús; pues en él habéis sido enriquecidos en todo: en toda palabra y en toda ciencia; porque en vosotros se ha probado el testimonio de Cristo, de modo que no carecéis de ningún don gratuito, mientras aguardáis la manifestación de nuestro Señor Jesucristo.

Él os mantendrá firmes hasta el final, para que seáis irreprensibles el día de nuestro Señor Jesucristo. Fiel es Dios, el cual os llamó a la comunión con su Hijo, Jesucristo nuestro Señor.


Aclamación antes del Evangelio: Sal 84, 8

Muéstranos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación.

EVANGELIO: Marcos 13, 33-37

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Estad atentos, vigilad: pues no sabéis cuándo es el momento.

Es igual que un hombre que se fue de viaje, y dejó su casa y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara.

Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el señor de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer: no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros, lo digo a todos: ¡Velad!».

Antífona de comunión: Sal 84, 13

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto.

¡LA VIDA ES SUEÑO!

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Este modo de hablar de Jesús sobreentiende una visión bien precisa del mundo: el tiempo presente es como una larga noche; la vida que llevamos se parece a un sueño; la actividad frenética que en ella desarrollamos es, en realidad, un soñar. Un escritor español del siglo XVII, Calderón de la Barca, escribió un famoso drama sobre el tema: «La vida es sueño».

Del sueño nuestra vida refleja sobre todo la brevedad. El sueño ocurre fuera del tiempo. En el sueño las cosas no duran como en la realidad. Situaciones que requerirían días y semanas, en el sueño suceden en pocos minutos. Es una imagen de nuestra vida: llegados a la vejez, se mira atrás y se tiene la impresión de que todo no ha sido más que un soplo.

Otra característica del sueño es la irrealidad o vanidad. Uno puede soñar que está en un banquete y come y bebe hasta la saciedad; se despierta y se vuelve a tener hambre. Un pobre, una noche, sueña que se ha hecho rico: exulta en el sueño, se pavonea, hasta desprecia a su propio padre, fingiendo no reconocerlo, pero se despierta y ¡se encuentra nuevamente pobre como era antes!

Así sucede también cuando se sale del sueño de esta vida. Uno ha sido aquí abajo ricachón, pero he aquí que muere y se ve exactamente en la situación de aquel pobre que se despierta tras haber soñado que era rico. ¿Qué le queda de todas sus riquezas si no las ha empleado bien? Las manos vacías.

Hay una característica del sueño que no se aplica a la vida, la ausencia de responsabilidad. Puedes haber matado o robado en sueños; te despiertas y no hay rastro de culpa; tu certificado de antecedentes penales está sin mancha. No así en la vida; bien lo sabemos. Lo que uno hace en la vida deja huella, ¡y qué huella! Está escrito de hecho que «Dios dará a cada cual según sus obras» (Romanos 2, 6).

En el plano físico hay sustancias que «inducen» y ayudan a conciliar el sueño; se llaman somníferos y son bien conocidos por una generación como la nuestra, enferma de insomnio. También en el plano moral existe un terrible somnífero. Se llama hábito. El hábito es como un vampiro.

El vampiro –al menos según cuanto se cree– ataca a las personas que duermen y, mientras les chupa la sangre, a la vez les inyecta una sustancia soporífera que hace experimentar aún más dulce el dormir, de modo que el desafortunado se hunde cada vez más en el sueño y el vampiro le puede chupar toda la sangre que quiera.

También el hábito en el vicio adormece la conciencia, por lo que uno ya no siente ni siquiera remordimiento; cree estar muy bien y no se percata de que está muriendo espiritualmente.

La única salvación, cuando este «vampiro» se te ha pegado encima, es que llegue algo de improviso para despertarte del sueño. Esto es lo que se determina a hacer con nosotros la palabra de Dios con esos gritos de despertar que nos hace oír tan frecuentemente en Adviento: «¡Velad!».

Concluimos con una palabra de Jesús que nos abre el corazón a la confianza y a la esperanza: «Dichosos los siervos que el señor al venir encuentre despiertos; yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá» (Lucas 12, 37).

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN (5/9)

milagrosa



DÍA QUINTO

La maternidad divina de María

He aquí que la estrella que habían visto en el Oriente iba delante de ellos hasta que llegó y se detuvo encima del lugar donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa; vieron al niño con María su madre y, postrándose, le adoraron; abrieron luego sus cofres y le ofrecieron dones de oro, incienso y mirra. (Mateo 2,9-1)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!.

Reflexión

El Cardenal James Gibbons, Arzobispo de Baltimore entre 1877 y 1921, explicó a sus fieles por qué los católicos honran con gozo a María como la Madre de Dios:

Cuando llamamos a la Santísima Virgen la Madre de Dios, afirmamos nuestra fe en dos verdades: primero, que su Hijo, Jesucristo, es verdadero hombre, o ella no sería madre. En segundo lugar, que Él es verdadero Dios, o ella no sería la Madre de Dios. En otras palabras, afirmamos que la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, la Palabra de Dios, que en su naturaleza divina fue engendrado por el Padre desde toda la eternidad, es consustancial con Él. En la plenitud de los tiempos, fue nuevamente engendrado y nació de la Virgen, asumiendo así, desde el seno de María, una naturaleza humana de la misma sustancia que la de ella.

Pero podría argumentarse que la Bienaventurada Virgen no es Madre de la Divinidad. Ella no tuvo ni hubiera podido tener participación en la generación de la Palabra de Dios ya que esa generación es eterna; la maternidad de María se limita a lo temporal. Él es el Creador; ella es su creatura. Se la podría figurar, si se quiere, como la Madre del hombre Jesús o incluso de la naturaleza humana del Hijo de Dios, pero no como la Madre de Dios.

A esta objeción responderé mediante una pregunta. ¿Tuvo la madre de cada uno de nosotros alguna participación en la producción de nuestra alma? ¿No es esa parte más noble de nuestro ser la obra de Dios y sólo Dios? Y sin embargo, ¿alguien osaría llamar por un segundo a su madre «la madre de mi cuerpo» en lugar de «mi madre»?

La comparación nos enseña que los términos padre e hijo, madre e hijo se refieren a las personas y no a las partes o elementos que constituyen a las personas. Nadie se refiere a su madre como «la madre de mi cuerpo» o «la madre de mi alma»; sino, y con toda propiedad, «mi madre», la madre de este ser que vive y respira, piensa y actúa, único en mi personalidad y sin embargo, una unidad de un alma creada directamente por Dios y un cuerpo material que deriva directamente del vientre materno.

De igual manera, tanto cuanto se refleja el sublime misterio de la Encarnación en el orden natural, la Santísima Virgen, cubierta bajo la sombra del Altísimo, al comunicar a la Segunda Persona de la Santísima Trinidad una verdadera naturaleza humana de la misma sustancia que la suya propia, como hace toda madre, se constituyó verdadera y realmente en su Madre.

Es en este sentido que el título de Madre de Dios, negado por Nestorio, le fue reivindicado por el Concilio General de Éfeso en el año 431; en este sentido y en ningún otro es que la Iglesia le ha otorgado ese título.

Oración

Dios, Padre nuestro Todopoderoso, al hacerse hombre, tu Hijo reveló la bondad y la santidad de la concepción, el embarazo y el nacimiento humanos. Con amor tierno de madre, la Virgen María concibió a tu Hijo eterno, lo llevó debajo de su corazón y lo dio a luz. Ninguna intervención tuya en la historia humana ilustra más acabadamente la grandeza y la dignidad de la mujer que la Encarnación.

Que María ayude a todos a creer que el hombre que ella dio a luz, Jesucristo, es verdaderamente tu Hijo eterno hecho hombre. Que ayude a todos a apreciar la maravilla de la concepción, el embarazo y el parto. Que todas las mujeres de nuestra sociedad se acojan bajo el abrazo maternal de María. Ayúdalas a comprender que sus hijos son creados por ti en el momento de la concepción y te pertenecen en esta vida y en la otra.

Padre, protege a todas las mujeres de los ataques a su fecundidad de madres. Guárdalas de quienes las atacan y violentan su dignidad mediante la promoción de la anticoncepción, la esterilización y el aborto. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida.
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.