¡Jóvenes, huid de la fornicación!

enero 13, 2024

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Belleza de la vida cristiana: El cuerpo es templo del Espíritu. ¡Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

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Carta semanal de Mons. Demetrio Fernández:

«Huid de la fornicación» 

Fecha: 12/01/2012 – Actualizada: 13 enero 2024

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1 Corintios 6, 13c-15a.17-20

El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor; y el Señor, para el cuerpo. Dios, con su poder, resucitó al Señor y nos resucitará también a nosotros. ¿No sabéis que vuestros cuerpos son miembros de Cristo? El que se une al Señor es un espíritu con él. Huid de la fornicación. Cualquier pecado que cometa el hombre queda fuera de su cuerpo. Pero el que fornica peca en su propio cuerpo. ¿O es que no sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo? Él habita en vosotros porque lo habéis recibido de Dios. No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros. Por tanto, ¡glorificad a Dios con vuestro cuerpo!

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Comentario de Mons. Demetrio en forma de carta pastoral:

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Impacta escuchar tan directamente esta palabra en la liturgia de este domingo. Parece dirigida especialmente a nuestro tiempo, donde la incitación a la fornicación es continua en los medios de comunicación, en el cine, en la TV, incluso hasta en algunas escuelas de secundaria, dentro de los programas escolares.

San Pablo se dirige a los corintios, una ciudad portuaria donde había de todo, también de lo malo. En el imperio romano, la honestidad y la castidad fue decayendo y las costumbres entre los jóvenes y adolescentes era en ciertos ambientes, sobre todo deportivos, una depravación.

San Pablo se dirige directamente a los jóvenes y les exhorta: “Huid de la fornicación”, y les da una razón de peso: “¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… que habita en vosotros? No os poseéis en propiedad, porque os han comprado pagando un precio por vosotros” (1 Co 6, 20).

Precisamente, una de las propuestas o incluso «valores», que son engaños en realidad, y que hoy más se gritan con ansia de libertad es la contraria: “Yo soy mía/mío, y con mi cuerpo hago lo que quiero”.

El Evangelio de Jesucristo tiene repercusiones en todos los ámbitos de la persona, también en el campo de la sexualidad. La sexualidad humana vista con ojos limpios es el lenguaje y la expresión del amor verdadero, de un amor que no busca sólo su interés y su satisfacción, sino que es donación, entrega.

Es decir, un amor que busca la felicidad del otro y que está dispuesto al sacrificio y a la renuncia. Un amor que tiene su ámbito y su cauce en el matrimonio estable y bendecido por Dios.

La castidad es la virtud que educa la sexualidad, haciéndola humana y sacándola de su más brutal animalidad. Cuando la sexualidad está bien encauzada, la persona vive en armonía consigo misma y en armonía con los demás, evitando toda provocación o violencia. La castidad viene protegida por el pudor.

Cuando la sexualidad está desorganizada es como una bomba de mano, que puede explotar en cualquier momento y herir al que la lleva consigo.

Y esto sea dicho para todos los estados de vida: para la persona soltera, en la que no hay lugar para el ejercicio de la sexualidad, para la persona casada, que ha de saber administrar sus impulsos en aras del amor auténtico, para la persona consagrada, que vive su sexualidad sublimada en un amor más puro y oblativo.

“Huid de la fornicación”, nos dice san Pablo. Me ha llamado la atención un libro publicado estos días, en el que una candidata a miss Venezuela explica su experiencia reciente con un título que lo dice todo: “Virgen a los treinta”.

Precisamente no alcanzó el título al que se presentaba por no aceptar la propuesta de la fornicación, que al parecer era una condición, no escrita, del concurso. En ella se ha cumplido esta palabra de san Pablo. Y el libro se ha convertido en bestseller -el más vendido- entre los jóvenes y las jóvenes de su entorno, de nuestro tiempo.

Es posible llegar virgen al matrimonio, aunque el ambiente no sea favorable. Es posible vivir una consagración  total, de alma y cuerpo, al Señor como una ofrenda al Señor que beneficia a los demás. Es posible ser fiel al propio marido, a la propia mujer.

Más aún, a eso invita la Palabra de Dios en este domingo, huyendo de la fornicación. Y la Palabra de Dios tiene fuerza para que se cumpla en nuestras vidas.

“Vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo… ¡Glorificad a Dios con vuestro cuerpo!” Damos gloria a Dios no sólo con nuestros buenos pensamientos y deseos, con nuestra voluntad que busca someterse a la voluntad divina, purificando continuamente la intención. Damos gloria a Dios también con nuestro cuerpo.

Dios nos ha amado también corporalmente, al hacerse carne el Hijo de Dios. El cristianismo es la religión de la redención de nuestra carne. Nuestro amor a Dios, a Jesucristo, pasa por nuestro cuerpo.

La gracia de Dios es capaz de organizar nuestra sexualidad humana y hacerla progresivamente capaz de expresar el amor más auténtico, el único que hace feliz a toda persona humana.

Recibid mi afecto y mi bendición

+ Demetrio Fernández, obispo de Córdoba

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http://www.diocesisdecordoba.com/

La sexualidad humana vista con ojos limpios es el lenguaje y la expresión del amor verdadero, de un amor que no busca sólo su interés y su satisfacción, sino que es donación, entrega.

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Oración de la Madre gestante. Oración de los padres que esperan prole

enero 12, 2024

Padres que esperan un hijo más: Dios, fuente de toda familia, dador de vida, hace fecundo el amor de los esposos, abiertos a la vida generosa y gozosamente. 

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Oración de la Madre gestante. Oración de los padres que esperan prole. Asociación Madres Cristianas Santa Mónica.

A la oración de la Madre y a la de los Padres por la fe de los hijos, añadimos la Oración de la Madre gestante y la de los Padres que esperan prole.

Con estas oraciones queremos acercarnos, en estos días posteriores a la Navidad, a los esposos y padres que esperan un hijo para acompañarlos en esa experiencia tan particular, tan entrañablemente única. Los esposos se convierten en padres, es decir, con-creadores con Dios: dadores de vida humana y de vida cristiana, a la vez.

La bendición de madres gestantes ha sido una práctica tradicional en la historia de la Iglesia. Aunque la nueva criatura es fruto del amor de los dos esposos, indudablemente la función de la madre en la generación, gestación y conformación de la nueva persona humana es única: Por su cercanía física, emocional y religiosa.

El modelo acabado de maternidad es la Virgen María, Madre de Dios y Madre nuestra en la fe. La vocación de maternidad espiritual está enraizada en la naturaleza de la misma Iglesia.

Por eso, es justo que toda la Iglesia acompañe, sienta y celebre el nacimiento de un hijo. Un hijo que alegra la familia humana y aumenta la familia de Dios por el bautismo.

De ahí que la Asociación Madres Cristianas Santa Mónica se une a la alegría de la familia y celebra con toda la Iglesia esta bendición de Dios: el nacimiento de un hijo nuestro al que queremos hacer hijo de Dios para siempre.

Repito la publicación-entrada de esta tercera oración de las Madres, afiliadas a la Asociación, en estos días todavía con sabor navideño, porque la Navidad es fiesta de gozo y alegría. Y de paz, paz en el corazón, en la familia, en la Iglesia y en el mundo entero.

El domingo 31 celebraremos la Fiesta de la Sagrada Familia, fiesta de las familias cristianas. Como todos los 27 de mes, el 27 de diciembre honramos a Santa Mónica: Con misa votiva, con reuniones de los coros de oración, charlas de formación para las madres que oran por la fe de sus hijos, testimonios, etc.

En esta oportunidad quiero acercarme a las madres y a los padres que no han recibido aún la bendición sobre su nuevo hijo a quien esperan con toda ilusión y felicidad, y les ofrezco a continuación la Oración de la Madres gestante.

Oración de la Madre gestante.

Señor Dios nuestro, Padre, Hijo y Espíritu Santo: te adoro como comunidad trinitaria y fuente de vida en el cielo y en la tierra.

Te doy gracias, Padre bueno, por haber pensado en mí desde toda la eternidad: Tú pronunciaste mi nombre y me creaste mujer. Tanto confiaste en mí, que me has llamado a ser madre, a ser colaboradora tuya en la transmisión de la vida y de la fe a los hijos.

Gracias, Señor Jesús, porque, siendo Dios, quisiste tener una madre en la tierra para hacerte hombre como nosotros. Tú llenaste del Espíritu a la santísima Virgen María para que cumpliera su especial vocación. Así la hiciste modelo de todas las madres redimidas por ti. Apoyada en ella, te pido que derrames tu Espíritu sobre mi marido y sobre mí, para que cumplamos los planes del Padre: Dar vida a nuestro hijo y transmitirle la fe.

Te doy gracias, Espíritu Santo, señor y dador de vida: Ven sobre mí y sobre la criatura que estoy gestando. La confío a tu acción santificadora para que se desarrolle con bien y salud hasta que la dé a luz. Gustosamente acepto los sacrificios del embarazo y las molestias que suponga para mí esta gestación.

Asísteme, Espíritu consolador, y purifícame de todo mal para que pueda transmitir sólo vida y ternura a nuestro hijo. Te pido que esta criatura sea nuestra alegría como esposos y padres, y la de toda la familia.

Gracias, Santísima Trinidad, por llamarme a formar con mi esposo la comunidad conyugal, y también familiar haciendo fecundo nuestro amor. Gracias por el don de mi marido y de nuestro hijo.

Con mi marido me siento feliz disfrutando del amor mutuo, y ahora formando con nuestro hijo una verdadera familia a imagen de la comunidad trinitaria. ¡Qué maravillosos son tus designios, Dios mío, y qué insospechadas experiencias reservas para tus fieles! ¡Cómo no alabarte, si me has dado el esposo querido, los hijos y la vida de fe!

Señor Jesucristo, tú nos dejaste a María como madre. A ella me dirijo confiada: Virgen María, tú eres modelo para mí como mujer, y sobre todo ahora como madre gestante. Quiero contemplar la dulzura de tu rostro para poder imitar tu maternidad. Junto a ti también admiro a tu esposo, el fiel José.

Te pido, Virgen María, que con mi esposo sepamos imitar los ejemplos de tu sagrada familia. Tú eres mi consuelo y fortaleza. Enséñame a dar vida contigo a esta criatura que el Señor nos regala.

Te suplico, Madre santa, que todo esto me lo alcances de tu Hijo bendito, por intercesión de santa Mónica, que gestó a sus hijos dándoles a luz en la vida y en la fe. Así sea. Amén.

 Oración de los Padres que esperan un hijo

(Ambos) Señor Dios nuestro, con todo amor nos ponemos en tu presencia como pareja de esposos que tú has bendecido. Te damos gracias por llamarnos a formar una comunidad conyugal abierta a la vida y a la plenitud del amor. En particular te damos gracias, Señor, porque estás bendiciendo nuestro matrimonio dándonos al hijo que esperamos ilusionados.

Las palabras nos resultan cortas para expresar la felicidad que sentimos, y la emoción que embarga nuestros corazones. Resulta maravilloso experimentar que tú nos haces colaboradores tuyos para transmitir la vida. Nos llena de gozo el saber que somos creadores contigo de esta nueva criatura, nuestra y tuya a la vez, Dios nuestro, fuente de vida.

Conscientes de la grandeza de esta vocación de esposos y padres, queremos ahora purificarnos de todo mal para ser canales limpios por donde pase la vida y la fe a nuestro hijo, a nuestra familia, a la Iglesia, al mundo. Queremos ser signo de tu amor, sacramento de tu misterio de vida y comunión.

Deseamos ser siempre una pareja ejemplar y formar una familia santa para gloria tuya. Como no podemos alcanzar esas metas sino con tu gracia, ahora rezamos el uno por el otro y nos bendecimos mutuamente en tu nombre y en tu amor.

 (Marido-padre) Te doy gracias, Señor, por el don de mi esposa. Ella me hace cercano tu amor, tu perdón y tu preocupación por mí. Ella es la prueba de que me amas y me tomas en serio. Por eso, te doy gracias todos los días de mi vida y te pido que me hagas digno de un don tan maravilloso.

Quiero sinceramente ser mejor esposo y padre cada día. A la vez, te pido perdón si no he sabido valorar a mi mujer debidamente, si he sido duro con ella. Perdón por cualquier debilidad con la que le haya defraudado y ofendido.

En adelante prometo, con tu gracia, ser más delicado y responsable en todos mis comportamientos, particularmente ahora durante la gestación. Quiero darle a mi esposa cariño y protección en estos momentos, para que la criatura pueda sentir a través de nosotros el infinito amor que tú le tienes desde siempre.

Que yo sea un sacramento de tu amor providente para mi esposa y para nuestro hijo. Quiero que ellos descubran en mi conducta responsable y fiel tu presencia protectora en nuestro hogar. Amén.

 (Esposa-madre) Te doy gracias, Señor, por mi marido, el mayor regalo que me has dado en la vida, junto con esta criatura que se está formando dentro de mí. Me siento feliz de poder cumplir tu voluntad, como lo hizo María, siempre confiada y alegre en tu presencia. Señor, que se haga también en mí lo que tú dispongas: Quiero ser la alegría de mi esposo y de mi hijo, para su satisfacción y para gloria tuya.

Perdóname si he causado preocupación a mi marido o si le he defraudado en algo. Por mi parte, estoy segura de que me darás cuanto necesite como esposa y madre. Creo en ti, Señor, pero aumenta mi fe y mi esperanza.

Santa María, Virgen y Madre, confío en ti; necesito tu ternura y fortaleza. Que esta criatura se parezca lo más posible a tu hijo Jesús. Que nuestro hijo se desarrolle sano de cuerpo y alma hasta que nazca. Así sea. Amén.

(Ambos) Señor Dios nuestro, te damos gracias por esta oración que nos has permitido dirigirte con amor. Que podamos cumplir con alegría y generosidad lo que te hemos prometido. Ten misericordia de nosotros pues somos débiles, pero confiamos en ti. Pues si tú nos regalas esta criatura, tú mismo nos ayudarás a cumplir la misión que nos confías.

Por eso, Padre de bondad, concédenos ser generosos dadores de vida. Señor Jesús, que acariciabas a los niños, bendice a nuestro hijo para que nazca sano y sea nuestra alegría y felicidad. Espíritu divino, ven sobre nosotros y asístenos mientras dure esta gestación, para que nuestro hijo sea lleno de gracia y bendición. Señor Dios nuestro, reina en nuestra familia. Es tuya, te la consagramos. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Amén.

ORACIÓN POR LA VIDA. Juan Pablo II

Santa María, aurora del mundo nuevo,

Madre de los vivientes,

a ti confiamos la causa de la vida:

mira, Madre, el número inmenso

de niños a quienes se les impide nacer,

de pobres a quienes se les hace difícil vivir,

de hombres y mujeres víctimas de la violencia inhumana,

de ancianos y enfermos muertos a causa de la indiferencia

o de una presunta piedad.

Haz que quienes creen en tu Hijo sepan anunciar,

con firmeza y amor, a los hombres de nuestro tiempo

el Evangelio de la vida.

Alcánzales la gracia de acogerlo

como don siempre nuevo,

la alegría de celebrarlo con gratitud

durante toda su existencia,

y la valentía de testimoniarlo

con solícita constancia, para construir,

junto con todos los hombres de buena voluntad,

la civilización de la verdad y del amor,

para alabanza y gloria de Dios Creador,

y amante de la vida. Amén

Asociación Madres Cristianas Santa Mónica. Agustinos Recoletos. Provincia Santo Tomás de Villanueva

ismaelojeda.wordpress.comhttps://www.facebook.com/ismael.ojedalozanowww.agustinosrecoletos.com

P. Ismael Ojeda Lozano

Madrid, Parroquia de Santa Mónica, Domingo 19 de diciembre de 2021. Actualizado, enero de 2024, Madrid.


Felicitación del Papa a los padres por San José

marzo 19, 2023

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El Papa y San José

El Papa y San José

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Sean como San José

custodios y educadores de los hijos,

pide el Papa

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VATICANO, 19 Mar. 14 / 08:27 am (ACI/EWTN Noticias).- El Papa Francisco dedicó su catequesis de este miércoles 19 de marzo a San José, en el día en que toda la Iglesia celebra su fiesta, y pidió a los papás del mundo que sean como él, padre adoptivo de Jesús: buenos educadores y custodios del crecimiento de sus hijos en edad, sabiduría y gracia.

A continuación y gracias a Radio Vaticano, presentamos la catequesis completa de hoy:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días:

Hoy, 19 de marzo, se celebra la fiesta de San José, Esposo de María y Patrono de la Iglesia Universal. Así que dedicamos esta catequesis a él, que merece toda nuestra gratitud y devoción por cómo fue capaz de custodiar a la Virgen Santa y al Hijo Jesús. Ser custodio es el sello distintivo de José, es su gran misión, ser custodio.

Hoy me gustaría retomar el tema de la custodia de acuerdo con una perspectiva particular: la perspectiva de la educación. Echemos un vistazo a José como el modelo del educador, que custodia y acompaña a Jesús en su camino de crecimiento «en sabiduría, edad y gracia», como dice el Evangelio.

Él no era el padre de Jesús: el padre de Jesús era Dios, pero él le hacía de papá a Jesús, le hacía de padre para hacerlo crecer. Y ¿cómo lo ha hecho crecer? En sabiduría, edad y gracia.

Empecemos por la edad, que es la dimensión más natural, el crecimiento físico y psicológico. José, junto con María, se encargaron de Jesús, sobre todo, desde este punto de vista, es decir, lo «criaron», preocupándose de que no le faltara nada que fuera necesario para un desarrollo saludable.

No hay que olvidar que el cuidado atento y fiel de la vida del niño también dio lugar a la huida a Egipto, la dura experiencia de vivir como refugiados -José ha sido un refugiado con María y Jesús- para escapar de la amenaza de Herodes.

Luego, una vez de vuelta a casa y establecidos en Nazaret, hay todo el largo período de la vida de Jesús en su familia. En aquellos años, José enseñó también a Jesús su trabajo, y Jesús ha aprendido a hacer el trabajo de carpintero con su padre José. Así José ha criado a Jesús.

Pasemos a la segunda dimensión de la educación que es la de la «sabiduría. José fue para Jesús ejemplo y maestro de esta sabiduría, que se nutre de la Palabra de Dios.

Podemos pensar en cómo José educó al pequeño Jesús a escuchar las Sagradas Escrituras, en especial acompañándole el sábado a la sinagoga de Nazaret. Y José lo acompañaba para que Jesús escuchara la palabra de Dios en la sinagoga.

Y, por último, la dimensión de la «gracia». Dice siempre San Lucas refiriéndose a Jesús: «La gracia de Dios estaba sobre él» (2, 40). Aquí, sin duda, la parte reservada a San José es más limitada respecto a los temas de la edad y de la sabiduría. Pero sería un grave error pensar que un padre y una madre no pueden hacer nada para educar a sus hijos a crecer en la gracia de Dios.

Crecer en edad, crecer en sabiduría, crecer en gracia. Este es el trabajo que ha hecho José con Jesús: hacerlo crecer, en estas tres dimensiones, ayudarlo a crecer.

Queridos hermanos y hermanas, la misión de San José es, sin duda, única e irrepetible, porque Jesús es absolutamente único. Y sin embargo, en su custodia a Jesús, educándolo a crecer en edad, sabiduría y gracia, él fue un modelo para todos los educadores, especialmente para cada padre.

San José es el modelo del educador y del papá, del padre. Así que encomiendo a su protección a todos los padres, los sacerdotes -que son padres, ¡eh!- y los que tienen un papel educativo en la Iglesia y en la sociedad.

En modo particular quisiera saludar hoy, en el día del papá, a todos los padres, a todos los papás: ¡los saludo de corazón!

Veamos: ¿hay algunos papás en la plaza? Levanten la mano los papás, pero ¡cuántos papás! ¡Felicidades, felicidades en su día!

Pido para ustedes la gracia de estar siempre muy cerca de sus hijos, dejándolos crecer, pero de estar muy cercanos, ¿eh? Ellos tienen necesidad de ustedes, de su presencia, de su cercanía, de su amor. Sean para ellos como San José: custodios de su crecimiento en edad, sabiduría y gracia.

Custodios de su camino, educadores. Y caminen con ellos. Y con esta cercanía serán verdaderos educadores. Gracias por todo lo que hacen por su hijos, ¡gracias! Y a ustedes tantas felicidades y buena fiesta del papá, a todos los papás que están aquí, a todos los papás.

Que San José los bendiga y los acompañe.

También algunos de nosotros hemos perdido al papá, se ha ido, el Señor lo ha llamado; tantos que están en la plaza no tienen a su papá. Podemos rezar por todos los papás del mundo, para los papás vivos y también por aquellos difuntos y por los nuestros, y podemos hacerlo juntos, cada uno recordando a su papá, si está vivo o está muerto.

Y recemos al grande Papá de todos nosotros, el Padre, un Padrenuestro por nuestros papás: Padre nuestro…

¡Y muchas felicidades a los papás!

 


¿Qué es el Ministerio de Padres y Madres Orantes?

junio 13, 2022

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El Ministerio de Padres y Madres Orantes celebró el 20 aniversario en el Santuario de Nuestra Señora de Guadalupe en Miami, Florida. 12. julio 2019

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Qué es el Ministerio de Padres y Madres Orantes?

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El Ministerio Padres y Madres Orantes (MPMO) son grupos de padres y madres llenos de amor a Dios y a sus familias, que se han formado como “Ministerios de Padres y Madres Orantes” en diferentes Parroquias de Miami y otros lugares de los Estados Unidos y de varios países de la América Latina.

Estos grupos de padres y madres en oración se han formado en MPMO debido a la gran necesidad que tienen los padres de familia de ayudar a los hijos a desarrollarse como personas de bien y para ayudarles a defenderse de todos los peligros a que están expuestos los jóvenes en esta sociedad actual.

(Los padres recurren a la oración…) Por el dolor que están sintiendo al ver los hijos acosados por los peligros de la droga, el licor, la violencia, el sexo libre y por todo tipo de peligros que los acechan y, lo más doloroso de todo, verlos tan alejados de Dios. Debido también a la dificultad que están teniendo los padres de familia para comunicarse con los hijos. Los hogares se han convertido en centros de angustia y discordias por la falta de comprensión entre los miembros de la familia.

Nuestros hijos, hoy más que nunca, necesitan de nuestras oraciones, para su protección y salvación. Si logramos que en cada hora del día se esté orando por nuestros hijos y los hijos del mundo entero, en algún lugar de este planeta… estaremos ayudando a la Virgen María a aplastarle la cabeza a Satanás.

Sabemos que las oraciones de los padres nunca son desatendidas por Dios y especialmente si nuestra intercesora y presentadora de las oraciones, es la misma Virgen María. Así lo hizo en las bodas de Caná, cuando vio que a los novios se les estaba acabando el vino, ella le pidió a su hijo Jesús, que hiciera su primer milagro, y Jesús, aunque le dijo que no había llegado su hora, la complació y convirtió el agua en el mejor vino.

Unámonos a ella, pues, en esta gran misión de salvar a nuestros hijos y los hijos del mundo entero, estando seguros de que Jesús también la complacerá en esta petición.

Objetivos específicos de cada Ministerio de Padres y Madres Orantes que, al estar unidos, forman el Ejército Eucarístico del Ministerio PMO

  • Salvar a nuestros hijos. No sólo eso, sino que queremos que se conviertan en apóstoles fieles y sumisos al llamado del Señor.
  • Nos unimos a la Bienaventurada Virgen María, Madre de Cristo, en el silencio de la oración de corazón pidiendo por nuestros hijos.
  • Orar incansablemente para defender a nuestros hijos siguiendo el ejemplo de Santa Mónica, madre de San Agustín.

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Planes de acción del MPMO

  • Misa y Hora Santa mensual de alabanza, petición y reparación por nuestros hijos.
  • Celebración especial el día 1ro. de Enero de cada año, en honor a la Madre de Cristo.
  • Ayudar a formar los grupos en cada Parroquia que se nos solicita, en cualquier País que lo desee.
  • Programas de radio en diferentes emisoras para dar ayuda y consuelos a los padres de familia.
  • Ofrecer conferencias y retiros de formación espiritual y sobre la relación entre los miembros de la familia.
  • Congresos de Padres y Madres Orantes en diferentes Países o Parroquias.
  • Distribución de folletos de formación en las Parroquias que tengan los Ministerios de PMO o en las que lo soliciten.
  • Poner a disposición de todos, por una donación mínima, material de recurso para evangelizar; tales como libros, vídeos, CDs de audio, etc.

Nuestra misión es ayudar a papá y mamá a trasmitir la fe, las virtudes y valores cristianos a los hijos y a formar hogares que sean dignos templos donde se desarrolle una familia sana y feliz.

Les enviamos muchas bendiciones y les recordamos que “oren y confíen”.

Luis y Loly García
Fundadores

fundadores

Quienes Somos

Celebración del 20 Aniversario del MPMO

NOTA: Este Ministerio de Padres y Madres Orantes tiene especial devoción a Santa Mónica, referente irrenunciable de las madres cristianas católicas. Modelo de esposas y madres cristianas. Entre sus recursos de inspiración cuentan con una bella oración en la que se implora la intercesión de Santa Mónica y San Agustín.

«Dios de bondad, consolador de los que lloran, tú que, lleno de compasión, acogiste las lágrimas que Santa Mónica derramaba pidiendo la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por la intercesión de ambos, el arrepentimiento sincero de nuestros pecados y los de nuestros hijos. Que ellos vuelvan a ti como lo hizo San Agustín.

Santa Mónica, Madre de San Agustín, sigue rogando por las madres y por sus hijos, por las esposas y sus maridos, y por todos los pobres pecadores que necesitamos convertirnos.
Amén»


Acoger una nueva vida, según Amoris laetitia, 165-171, (14)

agosto 15, 2021

Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa.

Acoger una nueva vida, según Amoris laetitia, 165 ss.

Amor que se vuelve fecundo:

El amor siempre da vida. Por eso, el amor conyugal «no se agota dentro de la pareja […] Los cónyuges, a la vez que se dan entre sí, dan más allá de sí mismos la realidad del hijo, reflejo viviente de su amor, signo permanente de la unidad conyugal y síntesis viva e inseparable del padre y de la madre».

Acoger una nueva vida

La familia es el ámbito no sólo de la generación sino de la acogida de la vida que llega como regalo de Dios. Cada nueva vida «nos permite descubrir la dimensión más gratuita del amor, que jamás deja de sorprendernos. Es la belleza de ser amados antes: los hijos son amados antes de que lleguen».

Esto nos refleja el primado del amor de Dios que siempre toma la iniciativa, porque los hijos «son amados antes de haber hecho algo para merecerlo».

Sin embargo, «numerosos niños desde el inicio son rechazados, abandonados, les roban su infancia y su futuro. Alguno se atreve a decir, casi para justificarse, que fue un error hacer que vinieran al mundo. ¡Esto es vergonzoso! […] ¿Qué hacemos con las solemnes declaraciones de los derechos humanos o de los derechos del niño, si luego castigamos a los niños por los errores de los adultos?».

Si un niño llega al mundo en circunstancias no deseadas, los padres, u otros miembros de la familia, deben hacer todo lo posible por aceptarlo como don de Dios y por asumir la responsabilidad de acogerlo con apertura y cariño.

Porque «cuando se trata de los niños que vienen al mundo, ningún sacrificio de los adultos será considerado demasiado costoso o demasiado grande, con tal de evitar que un niño piense que es un error, que no vale nada y que ha sido abandonado a las heridas de la vida y a la prepotencia de los hombres».

El don de un nuevo hijo, que el Señor confía a papá y mamá, comienza con la acogida, prosigue con la custodia a lo largo de la vida terrena y tiene como destino final el gozo de la vida eterna.

Una mirada serena hacia el cumplimiento último de la persona humana, hará a los padres todavía más conscientes del precioso don que les ha sido confiado. En efecto, a ellos les ha concedido Dios elegir el nombre con el que él llamará cada uno de sus hijos por toda la eternidad.

Las familias numerosas son una alegría para la Iglesia. En ellas, el amor expresa su fecundidad generosa.

Esto no implica olvidar una sana advertencia de san Juan Pablo II, cuando explicaba que la paternidad responsable no es «procreación ilimitada o falta de conciencia de lo que implica educar a los hijos, sino más bien la facultad que los esposos tienen de usar su libertad inviolable de modo sabio y responsable, teniendo en cuenta tanto las realidades sociales y demográficas, como su propia situación y sus deseos legítimos».

El amor en la espera propia del embarazo

El embarazo es una época difícil, pero también es un tiempo maravilloso. La madre acompaña a Dios para que se produzca el milagro de una nueva vida.

La maternidad surge de una «particular potencialidad del organismo femenino, que con peculiaridad creadora sirve a la concepción y a la generación del ser humano». Cada mujer participa del «misterio de la creación, que se renueva en la generación humana».

Es como dice el Salmo: «Tú me has tejido en el seno materno» (139,13). Cada niño que se forma dentro de su madre es un proyecto eterno del Padre Dios y de su amor eterno: «Antes de formarte en el vientre, te escogí; antes de que salieras del seno materno, te consagré» (Jr 1, 5).

Cada niño está en el corazón de Dios desde siempre, y en el momento en que es concebido se cumple el sueño eterno del Creador. Pensemos cuánto vale ese embrión desde el instante en que es concebido. Hay que mirarlo con esos ojos de amor del Padre, que mira más allá de toda apariencia.

La mujer embarazada puede participar de ese proyecto de Dios soñando a su hijo: «Toda mamá y todo papá soñó a su hijo durante nueve meses […] No es posible una familia sin soñar. Cuando en una familia se pierde la capacidad de soñar los chicos no crecen, el amor no crece, la vida se debilita y se apaga».

Dentro de ese sueño, para un matrimonio cristiano, aparece necesariamente el bautismo. Los padres lo preparan con su oración, entregando su hijo a Jesús ya antes de su nacimiento.

Con los avances de las ciencias hoy se puede saber de antemano qué color de cabellos tendrá el niño y qué enfermedades podrá sufrir en el futuro, porque todas las características somáticas de esa persona están inscritas en su código genético ya en el estado embrionario.

Pero sólo el Padre que lo creó lo conoce en plenitud. Sólo él conoce lo más valioso, lo más importante, porque él sabe quién es ese niño, cuál es su identidad más honda. La madre que lo lleva en su seno necesita pedir luz a Dios para poder conocer en profundidad a su propio hijo y para esperarlo tal cual es.

Algunos padres sienten que su niño no llega en el mejor momento. Les hace falta pedirle al Señor que los sane y los fortalezca para aceptar plenamente a ese hijo, para que puedan esperarlo de corazón. Es importante que ese niño se sienta esperado. Él no es un complemento o una solución para una inquietud personal. Es un ser humano, con un valor inmenso, y no puede ser usado para el propio beneficio.

Entonces, no es importante si esa nueva vida te servirá o no, si tiene características que te agradan o no, si responde o no a tus proyectos y a tus sueños. Porque «los hijos son un don. Cada uno es único e irrepetible […] Se ama a un hijo porque es hijo, no porque es hermoso o porque es de una o de otra manera; no, porque es hijo. No porque piensa como yo o encarna mis deseos. Un hijo es un hijo».

El amor de los padres es instrumento del amor del Padre Dios que espera con ternura el nacimiento de todo niño, lo acepta sin condiciones y lo acoge gratuitamente.

A cada mujer embarazada quiero pedirle con afecto: Cuida tu alegría, que nada te quite el gozo interior de la maternidad. Ese niño merece tu alegría. No permitas que los miedos, las preocupaciones, los comentarios ajenos o los problemas apaguen esa felicidad de ser instrumento de Dios para traer una nueva vida al mundo.

Ocúpate de lo que haya que hacer o preparar, pero sin obsesionarte, y alaba como María: «Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador; porque ha mirado la humillación de su sierva» (Lc 1, 46-48).

Vive ese sereno entusiasmo en medio de tus molestias, y ruega al Señor que cuide tu alegría para que puedas transmitirla a tu niño.


Oración de los Padres por la fe de los hijos. Asociación Madres Cristianas Santa Mónica.

julio 18, 2021

La oración es la comunicación integral del hombre con Dios: involucra alma y cuerpo; afectos, sentimientos; memoria, entendimiento, voluntad, expresión corporal… Todo.

Oración de los Padres por la fe de los hijos. Asociación Madres Cristianas Santa Mónica.

Aunque la Asociación Madres Cristianas Santa Mónica expresamente responde a la inquietud de las madres cristianas, preocupadas por la trasmisión de la fe a los hijos, no relega, sin embargo, a los padres y esposos ni mucho menos pretende lastimar de alguna manera la integridad y la santidad del matrimonio.

Por eso, una vez conocida la Oración de las Madres, https://ismaelojeda.wordpress.com/2019/08/23/oracion-de-la-madre-por-la-fe-de-los-hijos-asociacion-madres-cristianas-sta-monica/, les ofrecemos a continuación el texto completo de la Oración de los Padres por la fe de los hijos.

No cabe duda que las madres y esposas que rezan por los hijos también lo hacen por sus esposos, y una de sus alegrías más profundas será ver y sentir junto a ellas a sus esposos dando gracias a Dios por su matrimonio y orando por sus hijos para que siempre estén consagrados a Dios tal como ellos mismos se lo inculcaron.

De este modo los esposos y padres expresan el ideal agustiniano que la misma madre Mónica inculcó a su esposo e hijos y trató de vivir siempre: Tener una sola alma y un solo corazón dirigidos hacia Dios.

Ella tenía como meta llevar a su esposo e hijos a Dios. Sólo así alcanzaría la santidad y la vida plena como madre y esposa cristiana. Estaba convencida de que la práctica religiosa y el santo temor de Dios eran la mejor garantía de la armonía y la felicidad en el hogar.

De hecho, en algunos lugares, y concretamente en Argentina, han  surgido los «agustines», hombres que viven con alegría su vocación de esposos y padres cristianos, que se sienten felices acompañando a sus esposas y madres de sus hijos, a las que se les llama de cariño «madres mónicas».

Pues nada, si así les gusta que sean mónicas y agustines, para gloria de Dios, su propio contento y edificación de sus hijos. Y pasamos al texto de la oración.

Oración de los Padres por la fe de los hijos (pueden rezarla al unísono o alternando).

Padre y Señor nuestro, fuente de toda familia, somos esposos y padres cristianos. Como esposos, formamos una comunidad conyugal gracias al Espíritu de comunión derramado en nuestros corazones por el sacramento del matrimonio. En virtud de tu llamada, nos sentimos padres dadores de vida.

En esta oración compartida te rogamos, Dios nuestro, que la fe cristiana oriente toda nuestra vida, individual y familiar.

Con tu bendición hemos engendrado a nuestros hijos para la vida temporal. Pero nuestra vocación nos pide colaborar con tu gracia para formarlos también en orden a la vida eterna. Ya que de ti los hemos recibido como un don precioso, confiamos que nos concederás cuanto necesitemos para hacerlos hijos tuyos en el seno de la Iglesia.

Sólo así lograremos ser padres en plenitud, y nos sentiremos felices cumpliendo nuestra vocación de esposos y padres cristianos.

Para lograrlo, hemos escogido como patrona y modelo a santa Mónica. Ella alcanzó la felicidad entregándose a su esposo de todo corazón y formando en la fe a los hijos, en especial a su hijo Agustín. Como esposa y madre, Mónica perseveró en la súplica constante por la salvación de los suyos hasta convertirlos a ti plenamente.

Siguiendo su ejemplo, también nosotros te pedimos por nuestra familia, y repetimos en sincera comunión de fe y de sentimientos esta súplica: ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que miremos siempre a la Sagrada Familia de Nazaret como modelo de nuestro hogar, e imitemos sus virtudes domésticas. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que durante toda nuestra vida sepamos colaborar contigo en la generación y educación de nuestros hijos con responsabilidad y amor. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que seamos dóciles a la acción del Espíritu Santo derramado sobre nuestros hijos en el bautismo, y los hagamos crecer sanos en cuerpo y alma como auténticos hijos de Dios. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que nuestros hijos vivan felices en el seno de un hogar lleno de fe y de ternura que tratamos de construir día a día. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que ambos colaboremos activamente en la preparación de la primera comunión de nuestros hijos, y los guiemos hacia la confirmación de su fe personal y adulta. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que logremos que nuestros hijos aprecien los sacramentos de la penitencia y eucaristía, y junto con nosotros vivan la fe, sobre todo los domingos y días festivos. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que, como santa Mónica, tratemos bien a nuestros hijos; y si hubiera que reprenderlos, lo hagamos con serenidad, autoridad y amor. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que, si brotara en alguno de nuestros hijos o hijas el germen de una vocación religiosa o sacerdotal, sepamos colaborar contigo para agradecerla y consolidarla. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que si alguno de nuestros hijos vacila en la fe o se desvía de ella, nosotros sepamos ayudarlo mediante consejos y oraciones, hasta que retorne a la fe. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que acompañemos a nuestros hijos y nietos en la compleja y apasionante vocación de formar verdaderos hogares cristianos y de perseverar en su noble misión. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Para que, al tratar a otros padres, avivemos en ellos su preocupación por el porvenir y bienestar integral de sus hijos, y logremos acercarlos a la vida de la Iglesia. ¡Ayúdanos, Padre y Señor nuestro!

Oración a la Virgen María Nuestra Señora de la Consolación

Virgen María, dulce Madre de La Consolación, que consolaste a santa Mónica, dándole la inmensa alegría de ver cómo el Espíritu Santo trasformaba la inteligencia y el corazón de su hijo Agustín abriéndolo a la fe cristiana; sé también nuestro consuelo.

Danos el gozo de ver a nuestros hijos avanzar con paso firme por el camino de esta vida, iluminados por la fe cristiana y católica. Así, confiados en tu protección, esperamos alcanzar nuestro ideal de esposos y de padres cristianos, y tener a los hijos junto a nosotros en la gloria, para siempre. Amén. 

Oración a san Agustín

Bienaventurado padre san Agustín, tú llegaste a la fe por la oración de tu bendita madre santa Mónica. Tú pensabas, y así lo enseñabas, que una esposa y madre cristiana sólo culmina su misión cuando logra poner a su familia en las manos de Dios y en el seno de la Iglesia.

Te pedimos atiendas nuestras súplicas por nuestros hijos y nietos, para que les ayudemos a vivir en la verdad. Y, si llegan a desviarse de nuestra fe, los hagamos volver al buen camino.

Glorioso san Agustín, que una vez convertido te consagraste al servicio divino como monje, y al servicio de la Iglesia como sacerdote y obispo; alcánzanos de nuestro Padre Dios que, si alguno de nuestros hijos o hijas sintiera la vocación sacerdotal o religiosa, nosotros le ayudemos en su respuesta generosa y en su fidelidad a la llamada. Por Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Asociación Madres Cristianas Santa Mónica. Agustinos Recoletos. Provincia Santo Tomás de Villanueva

ismaelojeda.wordpress.com; https://www.facebook.com/ismael.ojedalozano; www.agustinosrecoletos.com

P. Ismael Ojeda Lozano

Madrid, Parroquia Santa Mónica, julio de 2021


La Renovación Carismática Católica, clave en la nueva evangelización de las familias

julio 12, 2021

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Entrevista con Salvatore Martinez, responsable de este movimiento eclesial en Italia

Rocío Lancho García

ROMA, Monday 4 February 2013 (Zenit.org).

La Renovación Carismática Católica (RCC) en Italia celebró recientemente en Sacrofano, Roma, la VII Asamblea Nacional. El encuentro lleva por lema «Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares» (MC 16, 20), que recoge la invitación de Benedicto XVI a la RCC en ocasión de la Audiencia especial del año pasado en la Plaza de San Pedro: «Afrontar sin temor, guiados por el Espíritu Santo, las exigentes tareas de la nueva evangelización»

ZENIT ha entrevistado a Salvatore Martinez, responsable nacional de este movimiento en Italia, para compartir sus impresiones sobre la Asamblea Nacional y sobre los proyectos de la Renovación Carismática en este país.

¿Se ha celebrado recientemente la VII Asamblea Nacional bajo el tema «Ellos, por su parte, salieron a predicar en todos los lugares»  ¿cómo ha ido el encuentro?

–Salvatore Martinez: La Asamblea Nacional es un encuentro dedicado a los coordinadores diocesanos, a los coordinadores regionales y a los miembros del Comité Nacional de Servicio. Es un encuentro anual, estatutario, de particular importancia en la vida del Movimiento. La Asamblea es una gran ocasión de discernimiento sobre el camino en curso, de verificación pastoral, de profundización de la Orientación para el año 2013, de actualización en lo relacionado con los Proyectos marcados por el Movimiento.

Este año la Asamblea se ha abierto también a los «ancianos de la RCC» y a los delegados nacionales de las Oficinas y de los Ministerios en un espíritu «sinodal» de compartir, y de responsabilidad sobre los proyectos futuros de la RCC. El tema del encuentro «Id y predicad por todo el mundo» (Mc 16, 20) recoge la invitación de Benedicto XVI a la RCC, en ocasión de la audiencia especial del pasado 26 de mayo en la plaza San Pedro: «Afrontar sin temor, guiados por el Espíritu Santo, las exigentes tareas de la nueva evangelización».

Además, han contado con la participación de monseñor Enrico Dal Covolo y monseñor Giuseppe Marciante

–Salvatore Martinez: Monseñor Enrico dal Covolo, obispo, teólogo y patrólogo, desde 2010 rector magnífico de la Universidad Pontificia Lateranense -presente en medio de nosotros el primer día de la Asamblea, 25 de febrero, con corazón de pastor, en la cordialidad y en la simpatía que le caracterizan-, dirigió la Lectio divina sobre el tema: “Sino que según fuimos aprobados por Dios para que se nos confiase el evangelio, así hablamos; no como para agradar a los hombres, sino a Dios, que prueba nuestros corazones” (1 Ts 2, 4).

Después de recorrer los momentos de la conversión de san Pablo, su paso de perseguidor a Apóstol, en la meditatio subrayó algunas palabras significativas: el Evangelio es una Persona, Jesús mismo. Como para Pablo, este Evangelio es para nosotros, para nuestra salvación, a partir del encuentro decisivo con Jesús vivo, resucitado entre los muertos. Una experiencia que se hace vida, camino, encarnación, deseo inagotable de participar de la vida de Jesús, es decir de la vida divina en vista de la vida eterna.

Después de presidir la Celebración Eucarística, monseñor Dal Covolo, llevando en el corazón la atención del Santo Padre Benedicto XVI hacia la Renovación Carismática Católica, se hizo intérprete impartiendo a la Asamblea la Bendición final de la Santa Misa en nombre del Pontífice.

Monseñor Giuseppe Marciante, obispo auxiliar de Roma por el sector Este, se unió a nuestra asamblea para celebrar la Santa Misa del 26 de febrero. Escuchamos en su homilía que «la certeza de la presencia de Cristo es la alegría auténtica que acompaña la vida de los cristianos. De esta alegría la Renovación tiene que hacerse también portavoz, porque, como el obispo subrayó, «hay necesidad en el mundo de centinelas que traigan buenas noticias.

Es, de hecho, para cada uno de nosotros, la invitación del profeta: Alza la voz, no temas, anuncia a la ciudad de Judá» (cf Is 40, 9). Hemos sido invitados a ser en la Iglesia los centinelas de la Nueva Evangelización».

¿Cómo es el compromiso de la RCC con la ‘Nueva Evangelización’?

–Salvatore Martinez: Precisamente durante la Asamblea se presentó e interiorizó el «Plan Nacional para la Nueva Evangelización», respuesta puntual del papa al reciente Sínodo dedicado a la Nueva Evangelización, una extraordinaria experiencia de renovación de la fe que tuve la gracia de vivir como auditor nombrado por Benedicto XVI. El tema de la fe hoy se ha convertido en trascendental.

Benedicto XVI lo ha destacado con determinación afirmando que «la verdadera crisis de la Iglesia es una crisis de fe». El riesgo de pérdida de sabor de la fe es hoy muy fuerte y no solo en Occidente, como efecto de muchas tendencias contrarias al cristianismo y desacralizantes presentes en la sociedad. La evangelización debe ser repensada de forma adecuada al hombre nuevo, renovado por el Espíritu. Para hacerlo no basta la espontaneidad, la buena voluntad, la generosidad de tanta gente que se siente interpelada por la llamada a evangelizar.

Se trata de reanunciar con convicción el Evangelio, proponer la experiencia de Jesús con nuevo fervor a través de los medios sacramentales y carismáticos de los que dispone la Iglesia, positivos y negativos.

Mirando a la globalización, a la crisis económica, al egoísmo generacional, a la debilidad de la vida humana, a la crisis de la familia, a la desconfianza en la Iglesia y en las instituciones, nos hemos preocupado por indicar en nuestro Plan respuestas coordinadas -centradas e inspiradas en la enseñanza del Concilio Vaticano II- a la Tradición de los Padres de la Iglesia, a la difusión del Catecismo de la Iglesia Católica y de la Doctrina Social de la Iglesia.

¿Qué quiere decir concretamente?

–Salvatore Martinez: En el plano de la experiencia y metodológico se trata de reeducar en el compartir del Evangelio, la lectura espiritual de la Palabra de Dios, el ejercicio comunitario de los carismas, para favorecer un nuevo lanzamiento de testimonios fuera del contexto comunitario.

Queremos reeducar a los creyentes en moverse en torno al binomio «Kerigma y carisma» para que la fe no esté ya «entre líneas» sino explícita en la vida social, en la vida eclesial, en la promoción de una nueva subjetividad eclesial y social de la familia, en la formación de catequistas y animadores, especialmente de los jóvenes confirmados y en noviazgo, en la defensa de cuantos sufren y esperan caminos de redención humana, moral y espiritual.

Y en relación al Año de la Fe, ¿cómo está trabajando la RCC en Italia?

–Salvatore Martinez: Entre las iniciativas  señalar, a manos de la RCC y patrocinadas por el Pontificio Consejo para la Promoción de la Nueva Evangelización, está el proyecto 10 plazas para 10 mandamientos. Realizado por primera vez en Italia en el mes de septiembre de 2012, continuará a lo largo del Año de la Fe, específicamente entre los meses de junio a septiembre de 2013.

En ocho ciudades italianas se promoverá una relectura de las Tablas de la Ley a través del arte, la creatividad, la música, la danza, la literatura, los nuevos lenguajes audiovisuales y la presencia de testimonios más o menos significativos, que explicarán el mandamiento asignado a cada una de las ciudades correspondientes. Queremos suscitar una representación del Decálogo en la enseñanza de una laicidad positiva y propositiva, para dar a nuestras ciudades un Dios involucrado en las situaciones humanas, y a los mismo hombres, nuestros contemporáneos, la medida verdadera y justa de lo humano a partir de la ley del amor.

Una gran ocasión para llevar a Dios entre la gente, para hacer pública nuestra fe, para permitir a tantos «personajes» de nuestro tiempo profesar su fe sin vergüenza. Un proyecto que definiría como «profético», al que también el Santo Padre ha querido dar su contribución grabando un videomensaje ad hoc que se transmite en cada plaza, con el cardenal y el alcalde de la ciudad, y que hace de fondo a la lectura del mandamiento particular confiado a cada ciudad.

¿Qué puede contar sobre el Centro Internacional Familia de Nazaret?

–Salvatore Martinez: El Centro Internacional Familia de Nazaret es un proyecto que nace de un «sueño» del beato Juan Pablo II en 1997, manifestado durante el II Encuentro Mundial de las Familias en Río de Janeiro: dar a todas las familias del mundo una morada, una Casa del Papa en la ciudad de la Sagrada Familia, en Nazaret, donde todo inició. Un sueño alimentado por el cardenal Alfonso López Trujillo, difunto presidente del Pontificio Consejo para la Familia y de su sucesor, el cardenal Ennio Antonelli, presidente emérito del Pontificio Consejo para la Familia.

Fue después el santo padre Benedicto XVI quien dio de nuevo impulso a la noticia de la creación de un Centro Internacional para las Familias, durante su Viaje Pastoral a Tierra Santa en 2009. La Obra, confiada a la gestión y a la animación de la RCC, ahora entra más profundamente en su fase operativa, después de que esta iniciativa especial se diera como noticia a todo el mundo, durante el VII Encuentro Mundial de las Familias en Milán, el pasado junio, cuando se presentó como «obra signo» de este acontecimiento eclesial.

La última etapa en la historia del Centro se refiere a la institución de la fundación vaticana «Centro Internacional Familia de Nazaret», creada por el Santo Padre y confiada a la Asociación Renovación Carismática en colaboración con el Pontificio Consejo para la Familia, «para poner en práctica el Magisterio de la Iglesia católica relativo a la familia» (del Acto constitutivo del Estatuto de la Fundación Vaticana «Centro Internacional Familia de Nazaret»). La recién nacida fundación, presidida por mí, se ha asentado, en ocasión del primer consejo de administración, el viernes 18 de enero 2013. Forman parte, además, dos miembros de la RCC, monseñor Vincenzo Paglia, presidente del Pontificio Consejo para la Familia y monseñor Simón Vázquez, subsecretario de este dicasterio.

La fundación tiene sede en el Estado de la Ciudad del Vaticano y está dotada de personalidad jurídica canónica pública y civil vaticana. La sede operativa está en los locales del Pontificio Consejo para la Familia, elección que refuerza la colaboración entre estas dos realidades llamadas a dar vida, juntas, a este gran proyecto. La Fundación se encargará de «difundir el Magisterio de la Familia, promoviendo la formación espiritual y la evangelización de las familias y sostener la pastoral familiar en todo el mundo», también a través de la construcción de nuevos centros o la gestión de centros ya existentes, «con prioridad en Tierra Santa» (del Estatuto de la Fundación Vaticana «Centro Internacional Familia de Nazaret»).

Por lo tanto, hacia Nazaret se desplegarán con prioridad todas las fuerzas y el trabajo de la Fundación, para que pueda ser edificado el Centro Internacional para la Familia sobre la parte superior de la colina que domina la ciudad y la Basílica de la Anunciación.


«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender

junio 28, 2021

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 El hijo, antes de volver, recuerda con cariño la experiencia de su vida como hijo amado. El amor de familia, el recuerdo del hogar son la verdadera herencia del Padre Misericordioso.

«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender

Por Andrés D´Angelo

«Niños pequeños, problemas pequeños.
Niños grandes, problemas grandes».
— Refrán popular.

Cuando te enteras de que tu esposa está embarazada, o cuando te enteras de que te darán un niño en adopción, te cambia la vida para siempre. ¡Tú y tu cónyuge van a ser padres! ¡Y de pronto te vuelves loco de amor!

Te prometes que vas a hacer por esa pequeña personita, que Dios puso en tu camino, todos los sacrificios posibles, todos los esfuerzos imaginables y que siempre vas a ser un padre y una madre presente, paciente, amoroso y genial.

1. Luego los niños comienzan a crecer

Y te das cuenta de que… las cosas no son tan sencillas. Los niños tienen una extraordinaria capacidad de trabajar la paciencia de la gente mayor casi desde el primer día. Por eso, Dios, en su infinita sabiduría, puso un papá y una mamá, para que tomen turnos cuidando al pequeñajo.

Las mamás lo hacen instintivamente, y los papás… no tanto, pero ¡podemos aprender! Cuando logramos hacer un gran equipo, los niños se desarrollan plenos y felices.

2. Y entonces llega la temida adolescencia

No podemos creer que ese pequeño, que era el sol de nuestras vidas, que tantas alegrías nos dio, de pronto se convierta en un ser huraño, protestón, aburrido, peleón y muchas veces tan tonto, que parece que no hay instrumentos para medirlo.

Nos busca, y generalmente nos encuentra, y esos encontronazos no son siempre lindos. La relación se desgasta, nos peleamos, nos amargamos y pensamos: «qué lindo será todo después de la adolescencia, cuando mi hijo o mi hija se comporten como adultos serios y responsables». Pero entonces… ¡Tampoco sucede!

Nos preguntamos: ¿Por qué esta serie de desencuentros entre el hijo ideal que siempre nos imaginamos y la realidad tan dura?

3. ¡Nuestros hijos son libres!

Así es, ¡Porque nuestros hijos son seres libres! Dios no solo los creó libres: ¡los quiere libres! ¿Y por qué Dios querría ese disparate? ¿Por qué no los hizo obedientes, buenos, sencillos, manejables y dulces como siempre los imaginamos?

Porque Dios quiere hijos, y no esclavos. El amor es una decisión libre, y por eso, la libertad es tan importante para Dios. El problema es que nuestros hijos los «tenemos» nosotros, y su libertad muchas veces choca contra nuestra idealización del hijo. Contra nuestras normas de convivencia, y a veces ¡Contra el mismo Dios!

¿Cómo puede ser que ese chiquitín o esa chiquitina que participó en su primera comunión con tanto fervor, de pronto no quiera ir más a Misa? Muchas veces esa revisión de «qué pasó», puede desembocar en una acusación implícita o explícita a nosotros mismos, a nuestra misión como padres.

¿Qué hice, o qué hicimos mal para que este pequeño, que era tan dócil, de pronto se convierta en un rebelde sin causa, que se revuelva contra la autoridad de papá y mamá y quiera «hacer su vida» o que «lo dejemos tranquilo»?

4. ¡No pasó nada, ni hicimos nada mal!

Nuestros hijos están «haciendo» su camino, y para ello deberán dejarnos, por más que muchas veces les duela a ellos y nos duela más a nosotros. Ellos necesitan resolver sus problemas por sí mismos, porque es una herramienta que necesitan para enfrentar la vida por sus propios medios.

Saben instintivamente que no vamos a estar durante toda su vida, y necesitan enfrentar los problemas que generan sus propias conductas en libertad.

Podemos pensar en ellos como en pequeñas plantas que hemos mantenido en un invernadero, y que debemos sacar a las condiciones naturales para que se templen, y desarrollen su propias raíces y follajes.

El invernadero estuvo muy bien mientras fueron frágiles, ahora es tiempo de que prueben (y especialmente que se prueben a sí mismos) en «condiciones reales». De ese modo, cuando vengan las tormentas de la vida, ya tendrán herramientas para enfrentarlas, porque dejamos que desplieguen sus alas y vuelen.

5. ¿Cómo comportarnos ante ese hijo desafiante?

Pero mientras tanto, mientras todavía chocamos, mientras nos desesperan con sus actitudes y desafíos, tendremos que saber cómo comportarnos.

Qué cosas les ayudan en esta exploración, qué cosas podemos hacer para otorgarles confianza, tal vez para hacer más corto este «recorrido divergente» y este crecimiento, y en última instancia, para no perder la paciencia y perjudicarnos mutuamente en esta etapa de su desarrollo.

Para ello me gusta mucho fijarme en la parábola del Hijo Pródigo (o como le gusta llamarla al papa Francisco, la parábola del «Padre Misericordioso»). Viendo la actitud del padre, podremos ver algunas pistas para saber qué hacer en estas circunstancias.

6. Tus hijos te van a «pedir la herencia»

Como vimos, tarde o temprano, tus hijos van a pedirte «que no te metas más en sus vidas», que te hagas a un lado y te apartes, que ellos necesitan «que los dejes en paz». Te lo garantizo, la primera vez que te pase, se te va a partir el corazón en pedazos.

No es fácil, no es lindo y es casi seguro que va a suceder, más temprano que tarde. La tendencia natural sería de decirles «mientras dependas de nosotros, cumplirás nuestras reglas».

Pero el Padre Misericordioso no hace eso. Al contrario, accede al pedido de su hijo y lo deja ir con «su parte de la herencia» y probablemente con los pedazos de su corazón destrozado.

Como te dije en la introducción: ellos necesitan abrirse camino por sus propios medios, necesitan equivocarse y golpearse para poder crecer. Puedes ofrecerle a Dios esos pedazos de tu corazón, para que esa «ruptura» sea fructífera y no tan dolorosa.

7. Tus hijos se van a ir a tierras extrañas

Cuando se vayan de casa, cuando se vayan a estudiar lejos, o cuando comiencen su vida, habrá tiempos en los que no querrán hablar con ustedes, y sentirás que el corazón se te cae de nuevo a pedazos.

¿Cómo puede ser que no nos quieran llamar, que no quieran pasar su cumpleaños con nosotros, que quieran alejarse voluntariamente de la casa que los vio crecer?

Precisamente, porque necesitan ampliar sus horizontes. Conocer gente nueva, experimentar otras formas de ver el mundo, hablar de otros temas, crecer y conocer nuevas experiencias, tal vez algunas que nosotros no nos animamos a su edad… Y también harán algunas cosas que van en contra de nuestras convicciones y creencias.

Van a buscarse en tierras extrañas, con la ilusión de descubrirse y encontrarse, pero también… con el riesgo de perderse. ¿Qué hace el Padre Misericordioso?, ¿va a buscarlo?, ¿va a pedirle que vuelva y que no haga lo que está haciendo? ¡No! El padre se mantiene a una respetuosa distancia.

Respeta la decisión de su hijo, a pesar de que probablemente haya tenido el corazón hecho trizas. Se mantiene apartado, deja que su hijo busque lo que quiera buscar, incluso con riesgo de que se pierda.

8. Puede ser que se equivoquen. Y mucho. Y muy feo

El Hijo Pródigo malgasta su herencia en una vida libertina. Nuestros hijos puede ser, que en esa búsqueda de sí mismos, en esa exploración, se equivoquen. Y esas equivocaciones hasta pueden tener consecuencias graves. La herencia del padre se perdió… aparentemente.

El hijo, a raíz de sus decisiones equivocadas, termina alimentando a cerdos, y deseando comer las bellotas que comen estos animales. Muchas veces, como consecuencia de sus decisiones erróneas, nuestros hijos la van a pasar realmente mal. Nuestra tentación como padres puede ir en dos direcciones, y (en mi opinión) ambas son decisiones equivocadas.

En una primera dirección, podremos resolverles el problema, diciendo: «mi hijo no va a comer bellotas de los cerdos», e intervenir con nuestro dinero, recursos o «poder», para que nuestro hijo «no sufra». La otra decisión equivocada sería enfrentarlo y recriminarle por sus errores. «Te lo advertí», «Te lo mereces».

La actitud correcta es la del padre. Y ya veremos cuál es.

9. Puede ser que pierdan la fe

En el sentido simbólico de la parábola, el derroche de la herencia y la vida con los cerdos significan la pérdida de la fe. En esa búsqueda, puede ser que nuestros hijos también la pierdan, y que dejen de practicar la oración diaria, la misa dominical, la confesión.

¡Nos desesperamos cuando pasa eso! ¿Por qué, si nosotros les enseñamos bien?, ¿por qué si nosotros rezamos constantemente por ellos?, ¿qué hicimos mal?, ¿qué podemos hacer?

Mi querida amiga Silvana Ramos escribió un artículo precioso al respecto, que puedes leer aquí.

Pero te lo resumo rápido: la fe es un don de Dios, y nosotros podremos pedirla para ellos, pero nunca podremos reemplazarla forzándolos a hacer prácticas piadosas, por más que a nosotros nos parezca que es lo que tenemos que hacer. Dios quiere hijos, no esclavos.

Y tal vez, si los forzamos a hacer cosas contra su voluntad, empeoremos la situación. Paz, y ciencia. Es decir: paciencia. Tengamos paz, sepamos que esto puede suceder y recemos al Buen Dios por la fe de nuestros hijos, que Él nunca deja caer una lágrima de madre o padre en vano.

10. El hijo recuerda cómo vivía en la casa de su padre

Una de las claves de la parábola es que el hijo, antes de volver, recuerda con cariño la experiencia de su vida como hijo amado. Ahí es donde tenemos que concentrar nuestras energías. El amor de familia, el recuerdo del hogar son la verdadera herencia del Padre Misericordioso.

Y eso se forja antes, mucho antes de que nuestros hijos decidan seguir su rumbo. Por eso es tan importante que durante su infancia y adolescencia nos enfoquemos en que su experiencia filial sea lo más benéfica posible.

Que sepamos que el amor que les damos durante su infancia y adolescencia va a moldear su carácter, su modo de ver la vida y su modo particular de amar en el futuro a su esposa e hijos, o a sus hijos espirituales en el caso de que Dios suscite la vocación religiosa o sacerdotal en tu hijo.

El amor de los padres es reflejo del amor de Dios, y como tal también moldea la fe de tus hijos. No solo el amor que los padres tienen a los hijos, sino el amor que los padres tienen entre sí. Así que ¡A cuidar a tu cónyuge, para beneficio de tus hijos!

11. El hijo que vuelve

Y un día, el hijo que se rebeló, el que se fue a estudiar lejos, el que no quería saber nada con nosotros, el que incluso nos despreció, vuelve. Me corrijo: no vuelve ese hijo, vuelve una persona renovada, un nuevo hijo. Y generalmente, ese hijo templado por las tormentas de su vida, va a ser extraordinariamente mejor que el que se fue.

Y tenemos que hacer como el Padre Misericordioso: devolverle inmediatamente y sin preguntar nada, la dignidad de hijo. Nuestro hijo sigue siendo nuestro hijo, pero con una ventaja: ya es un adulto probado por la vida, y va a poder acercarse y comprendernos mucho mejor a nosotros como padres.

Ya vamos a poder hablar de igual a igual, de adulto a adulto, de persona fogueada a persona fogueada. Nuestro amor de padres se va a ver engrandecido por lo que nuestro hijo logró por sus propios medios.

«Mi hijo se ha alejado de Dios». 11 cosas que todo padre necesita entender


Pierangelo Sequeri: «La familia es la vanguardia del nuevo cristianismo»

junio 27, 2021

El Papa Francisco abraza a una familia durante la audiencia general del 8 de enero de 2020. Foto: AFP / Andreas Solaro

Pierangelo Sequeri: «La familia es la vanguardia del nuevo cristianismo»

ENTREVISTA / El presidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia asegura que «el futuro de la Iglesia depende de las familias», pero «no hay nuevos instrumentos»

Victoria Isabel Cardiel C. 

El Papa Francisco ha convocado para este 2021 un año especial dedicado a la familia con el objetivo de continuar el camino abierto por Amoris laetitia. Será inaugurado el 19 de marzo, solemnidad de san José, y concluirá con la celebración del X Encuentro Mundial de las Familias, que se celebrará en Roma en junio de 2022.

Han pasado casi cinco años de la publicación de la exhortación del Papa Amoris laetitia. ¿Qué ha cambiado desde entonces en la Iglesia?

Todavía no ha cambiado mucho. Pero la Iglesia ahora sabe que el cambio es irrefutable. Antes, en las parroquias, la familia era el terreno sólido sobre el que construir otras cosas. Pero esto ya no es así.

San Juan Pablo II, Benedicto XVI y ahora Francisco han concentrado sus esfuerzos en la necesaria atención eclesial a la familia, porque han entendido que la familia es la vanguardia del nuevo cristianismo. Pero se está retrasando su implementación porque la Iglesia todavía no está preparada.

¿De ahí que el Papa haya decidido dedicar un año a las familias?

El Papa sabe perfectamente que el futuro de la Iglesia depende de las familias. El problema es que no hay nuevos instrumentos. Se siguen usando las metodologías del pasado, como la asistencia a las familias más necesitadas o la atención pastoral.

Son necesarios mecanismos más creativos para pasar de la teoría a la práctica. Los aparatos son insuficientes para realizar la forma del cristianismo del futuro.

¿Puede poner un ejemplo práctico?

La participación de los laicos en la vida eclesial debe ser una realidad, no solo algo limitado que se reduce a pasar el cepillo en las Misas del domingo. Los sacerdotes en general son muy generosos y mantienen una buena relación con las familias, pero a veces no son humildes.

Los laicos saben más de la vida cotidiana de una familia y es justo que se lo recuerden. La función de los sacerdotes es precisamente dar luz al Evangelio, pero tienen que aceptar que hay cosas que se les escapan, porque ellos no tienen familia.

Está bien que den consejos sobre la educación de los hijos o las relaciones matrimoniales, pero deben dejar espacio a quienes lo viven en su día a día. Las familias no pueden simplemente imitar la espiritualidad de los sacerdotes, sino que tienen que ser valientes y llevar su propia espiritualidad a la Iglesia.

¿Cuáles son los principales retos que afrontan las familias?

Hay problemas sin duda de índole material como la crisis económica. O la falta de compromiso de la política con las familias. Pero la principal dificultad es el oscurecimiento de la familia en favor de la pareja de enamorados.

La teología eclesiástica ha incorporado un cierto romanticismo que hoy se ha convertido en un objeto de consumo superficial. Esto se daba ya en la política y en la economía, donde se manejan campañas para hacer de la vida y el bienestar de la pareja la finalidad de todo.

Hemos pensado que resolviendo la pareja todo el resto estará en orden como consecuencia, pero no es así. La felicidad de la pareja no es una clave de lectura exclusiva. Por ejemplo, no tenemos una idea clara de cómo es la felicidad en la red de constelaciones familiares.

Aquí la Iglesia tiene una oportunidad de mostrar su concepción de familia.

El confinamiento ha permitido a muchas familias pasar más tiempo juntos, pero dicen los expertos que también ha agravado la violencia en el hogar.

No estoy de acuerdo en que haya aumentado la violencia doméstica. Sencillamente se ha concentrado en un periodo de tiempo. El confinamiento ha eliminado las válvulas de escape y ha impuesto a muchas mujeres estar encerradas con sus maltratadores, pero esa violencia ya existía previamente en la relación.

Estaba en la raíz, solo que durante la pandemia ha explotado más frecuentemente. No podemos usar la pandemia como coartada, la violencia doméstica se combate con un programa de 360 grados. No solo con la denuncia, la justicia o la asistencia, sino con programas constantes y generales de atención a la familia.

El Papa dice Fratelli tutti, y eso se traduce también en una buena comunidad de vecinos que monitoreen la temperatura afectiva de los que están cerca.

En esta segunda ola, los mayores brotes de contagio de coronavirus siguen dándose en las residencias de mayores. ¿Qué solución ve?

A los ancianos se les ha pedido un suplemento de clausura durante la pandemia. Pero no podemos aceptar como normal que, cuando una persona llega a cierta edad, sea excluido de forma sistemática del círculo familiar.

Hay situaciones en las que el anciano necesita asistencia médica 24 horas y es difícil hacerlo en casa. Pero la total privación del contexto doméstico para el anciano, que se acaba convirtiendo en un átomo de la sociedad separado de la familia, de ninguna manera es aceptable.

Hay que encontrar otros modos que garanticen al anciano los cuidados que no puede hacer la familia. Esto pasa por incrementar la red domiciliar de asistencia.

¿Qué diría que falta a las políticas familiares?

Ni a la política ni a la economía les interesan las familias. Una familia ahorra, mientras que los individuos solos tienden al consumo. Sí, hay políticas asistenciales que ayudan a las familias en dificultad, pero subsiste un mecanismo perverso, fruto de una cultura ególatra, que insta a realizarse como individuo y no como familia.

No hay políticas que apoyen el equilibrio y la armonía que tiene que haber entre el cuidado de los vínculos familiares y la realización del individuo. Parece que son opciones excluyentes.

Sin embargo, son muchas los aspectos positivos que las familias aportan a la sociedad…

El problema de la sociedad hoy es que no hay modelos válidos de integración entre la realización del individuo y del bien común. Y esto justo se aprende en el núcleo familiar, que es una verdadera escuela de los afectos.

En la familia aprendemos que hay formas positivas de sacrificio. Es decir, que la limitación del propio deseo hace feliz al otro. La familia es una inyección de sociabilidad frente al individualismo.

El sacerdote italiano Pierangelo Sequeri aprendió a leer partituras cuando todavía era un niño. Hijo de músicos, nació en Milán en 1944, y fue ordenado sacerdote en 1968. Cuatro años más tarde se doctoró en Teología. Ha trabajado como docente en varias universidades. Sus trabajos de investigación se destacan por tender puentes entre la teología, la filosofía, la psicología, la estética y la música. En 2009, Benedicto XVI lo incluyó en la Comisión Teológica Internacional. Desde 2016 es el presidente del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II para las Ciencias del Matrimonio y de la Familia, un centro a la vanguardia académica en propuestas de pastoral familiar

Pierangelo Sequeri: «La familia es la vanguardia del nuevo cristianismo»


La belleza única de la mujer en la Iglesia Católica, con velo o sin velo (1 de 2)

junio 25, 2021

Procesión del Señor de los Milagros en su paso por la Plaza de Armas de Lima.

La belleza única de la mujer en la Iglesia Católica, con velo o sin velo

¿Vuelve el uso del velo entre las mujeres católicas?

¿No habrá llegado el momento de redescubrir el significado del velo o de la mantilla entre las mujeres católicas? ¿Qué nos dicen los signos de los tiempos en la Iglesia y en el mundo sobre la mujer? ¿Tendrá el velo suficiente entidad como para promover una renovación de la función de la mujer en la Iglesia? ¿Qué capacidad significativa puede tener el velo en las mujeres?

Hace tiempo me ronda en la cabeza la idea de escribir algo sobre uno de los símbolos religiosos de la tradición judeocristiana: El velo o mantilla usados por las mujeres en las celebraciones religiosas.

Comienzo por recordar que hasta el Concilio Vaticano II estaba generalizado el uso del velo entre las mujeres en la Iglesia. El Concilio no lo prohibió pero tampoco lo mandó ni lo promovió. Sencillamente dejó libertad para usarlo o no, a criterio personal.

El resultado fue que en pocos años desapareció esa práctica en toda la Iglesia, sobre todo romana. Hoy solo se usa el velo o mantilla de manera protocolar en las visitas o encuentros oficiales con el Santo Padre; también lo usan las novias y las religiosas.

Como expresión de religiosidad popular peruana, reseño que en la procesión del Señor de los Milagros de Lima, las señoras que visten hábito morado y queman incienso, también llevan velo blanco.

Actualmente son muy escasas las mujeres que usan el velo o mantilla durante la misa, adoración del Santísimo o en otras celebraciones. Por lo general, estas personas visten el velo con mucha reverencia y convicción porque les ayuda grandemente en su oración.

No suelen provocar rechazo en los demás y las mujeres que las ven, por lo general, se muestran interesadas en conocer los motivos que tienen para usar el velo sobre todo durante la misa.

1. El velo es un signo religioso

¿Qué podemos decir sobre el velo o mantilla? Es un atuendo femenino que, usado en las celebraciones religiosas, se convierte en signo que expresa y facilita la relación con Dios, sobre todo en la oración personal y en el culto litúrgico. El velo bendecido se convierte en “sacramental”: Es decir, adquiere una carga significativa tanto para el que lo porta o usa como para los demás.

Tanto el velo, como el hábito religioso, una medalla, el aro matrimonial… son sacramentales que recuerdan al que los lleva el compromiso contraído de manera privada o pública, pero siempre personal. En ellos expresa el creyente su intención y su relación particular con Dios: su consagración testimonial.

A través de ellos la vivencia interior del creyente se robustece al hacerse pública, y a la vez esos signos ayudan al creyente a evitar los olvidos y las eventuales incoherencias prácticas. Es decir, le ayudan a mantener y hacer crecer su intención primigenia, su experiencia fundante o su consagración original.

Para los demás, esos signos son un testimonio, llaman la atención y les muestran las intenciones de la persona que los lleva. Ofrecen a todos un conocimiento de la persona en su experiencia religiosa, que puede conducir a los demás a valorar, respetar, admirar y hasta imitar a esas personas que manifiestan públicamente su fe. En fin, se fomenta el sentido de Iglesia.

2. Significado específico del velo en la mujer orante

Lo primero que se debe resaltar es que el velo siempre se consideró en la tradición cristiana como una prenda de vestir propia y específica de las mujeres, un atuendo femenino, no de los varones. Tiene referencia no sólo al cabello de las mujeres, sino a su mismo sentido de belleza y de presentación femenina en las oraciones públicas o privadas.

Quizás no sería exagerado ni atrevido afirmar de entrada que el velo tendría algo que ver con el ser y hacer de la mujer en la Iglesia, según los planes de Dios. Aparte de las connotaciones socioculturales, pareciera que el velo en sí “diría bien” con la función esencial y específica de la mujer en la Iglesia y concretamente en las oraciones y en la liturgia. El hecho de llevar velo ayudaría a la mujer en su identidad creyente y en su testimonio ante la comunidad eclesial y ante el mundo.

La Palabra nos dice que Dios los creó desde el principio hombre y mujer. Los hizo a su imagen y semejanza, iguales en su dignidad y en su vocación fundamental, pero distintos en su condición de seres sexuados, hechos el uno para el otro, es decir, esencialmente complementarios.

La sexualidad es mucho más que la genitalidad, pues abarca todos los aspectos del ser humano: autoconciencia, inteligencia, sensibilidad, capacidad de acoger y dar afecto, resistencia al dolor y al sufrimiento, aprecio de la vida, optimismo, religiosidad, etc. Hombres y mujeres somos diferentes; muy diferentes. Pero complementarios, hechos para vivir relacionados en la sociedad y particularmente en el matrimonio.

Se podría sostener que esta condición sexuada del ser humano refleja mejor, o al menos más explícitamente, la esencia de Dios; es expresión de la perfección infinita de Dios, que es Comunión trinitaria, unión en la diversidad, pluralidad en la unidad.

Es decir, la condición sexuada hace más comprensible a los humanos el misterio de Dios Uno y Trino a la vez, Único Dios en tres personas distintas. Además, le facilitaría experimentar la riqueza de la diversidad de los humanos, la belleza de la convivencia humana y las bondades de la complementariedad. Le abriría finalmente a la capacidad de la procreación, a la fecundidad del amor entre dos personas sexualmente diferentes y complementarias.

En la Historia de la Salvación Dios mismo se ha encargado de asumir y de santificar la condición sexuada del ser humano, mediante la Encarnación del Verbo y la Maternidad divina de la Virgen María.

Al encarnarse, Dios asume la condición humana en su totalidad y existencialmente sexuada: De hecho, necesitó una madre, la Santísima Virgen María, mujer y no varón; y en Jesús de Nazaret el Verbo de Dios asumió la condición humana como varón, no como mujer. Jesús no fue mujer. De María asumió Jesús la esencia del hombre y existencialmente fue varón, el hijo de José el carpintero.

Ahora ellos dos, Jesús y María, solamente ellos están resucitados y glorificados en el Cielo, los dos únicos seres humanos, hombre y mujer. Cada uno cumple la voluntad de Dios y sirve a la salvación de los hombres, según el plan único e inescrutable de Dios.

Ante estas consideraciones elementales de nuestra fe, ¡qué desenfocadas resultan ciertas apreciaciones en referencia a Jesús o a María! Así, algunas mujeres recriminan a Jesús que no hiciera apóstol y sacerdotisa a su madre María. Sería falta de amor. A otras les parece una discriminación que la Iglesia no permita a las mujeres acceder al sacerdocio.

3. En las cosas de Dios no hay autoservicio: todo se recibe, nada se toma por propia iniciativa

Lo primero que se desprende de lo expuesto es que Dios en la historia de salvación programa, dispensa y distribuye sus dones como a él le parece: En función del bien de todos y para su gloria. Nadie toma nada por su cuenta, todo se recibe y se agradece. Dios sabe poner a cada uno en el mejor lugar, con las mejores cualidades. Él provee a cada uno con largueza, y sin perjudicar a nadie.

Por tanto, la reivindicación no cabe en la Iglesia. Tampoco la emancipación. Nadie debe buscar su propio bien, su propio interés. Cada uno es un don para los demás. La caridad, que no busca lo propio, se entiende como la búsqueda del bien de los demás. Y la perfección del cristiano consiste en anteponer el bien común al propio.

Al razonar con estos criterios, qué lejos estaríamos del espíritu que, por lo general, ha inspirado la liberación de la mujer, la revolución sexual, el feminismo radical: contrarrestar la tradicional opresión sociocultural del varón y luchar por la conquista del poder de las mujeres sobre los hombres. Que las mujeres se rebelen y luchen por oprimir a los varones, aun a costa de renunciar a su condición de mujeres.

4. Dios sabe lo que hace: La mujer, reflejo y sacramento de la ternura, belleza y amor de Dios.

El Papa Francisco insiste una y otra vez en la necesidad de que la mujer vaya ocupando en la Iglesia el sitio que le pertenece. Porque algo resulta evidente: de hecho en la actualidad no está viviendo plena y específicamente la misión que le corresponde según el plan de Dios y en favor de la Iglesia. Es una tarea pendiente y urgente.

Para reconocer la dignidad y la sublimidad de la vocación propia de la mujer en la Iglesia y en la sociedad hay que rastrear con atención los planes de Dios manifestados en la historia de salvación: Hechos y palabras. No hay que inventar cosas ni pensar mucho.

En la Palabra, al principio, dijo Dios: No está bien que el hombre esté solo. Hagámosle una ayuda semejante a él, un ser “apropiado y proporcionado” para él. Y así Dios creó a la mujer, igual al varón. Ambos llamados a vivir en comunión, a complementarse como un don mutuo en el amor de Dios.

La mujer es un don de Dios deseado por el hombre, necesario y conveniente para él. Sin ella el hombre no es completo, no puede sentirse realizado plenamente.

El hombre y la mujer, por separado, son imagen de Dios y semejanza de Dios, sí, pero de manera imperfecta: Porque el hombre, a pesar de ser dueño de todas las cosas creadas, no hallaba en ellas un ser de su misma dignidad, un ser con el que pudiera entenderse, encontrarse, ayudarse, planificar juntos, gozar juntos…

Para establecer esta comunión conyugal, el hombre dejará a su padre y a su madre, se unirá a su mujer… y los dos serán una sola carne. Tanto el varón como la mujer sienten una atracción mutua para encontrarse, conocerse, dialogar, vivir en comunión, unirse maritalmente y procrear seres semejantes a ellos…

En una palabra, el varón y la mujer están llamados a reproducir en este mundo la comunión de las tres divinas personas. Y les dijo Dios: Crezcan, multiplíquense, llenen de hijos la tierra.

La vida humana surge en el seno de una comunidad y sólo en ella crece y llega a plenitud. Un individuo no puede engendrar vida ni puede garantizar su crecimiento y madurez. En esa comunidad conyugal, el papel de la mujer tiene unas características únicas.

Toda mujer está llamada a encarnar y hacer visible la ternura de Dios, su belleza, su cercanía providente, su capacidad de acogida y de comunión y su apuesta por la vida. Está llamada a ser esposa y así hacerse madre. En la generación de la vida, en su gestación y en la educación del nuevo ser humano, el papel de la mujer, esposa y madre es único, e intransferible.

5. La mujer, primera transmisora del don de la vida y de la fe, iniciadora de humanidad

La mujer es el sagrario de la vida, pues la fecundación acontece en sus entrañas y la implantación vital del embrión humano se realiza en el seno materno. Éste garantiza la permanente y segura acogida del nuevo ser, y con ello su incorporación a la familia humana.

Los esposos y padres, pero específicamente la madre, son los transmisores de la vida y de la experiencia religiosa. A este embrión es infundida el alma inmortal creada directamente por Dios para completar las condiciones vitales del nuevo ser, según los planes de Dios.

Así la esposa y madre se convierte en el primer recinto sagrado donde se desarrollará el nuevo ser humano. Ella será la primera trasmisora del reconocimiento de los padres y del mundo exterior hacia el nuevo ser humano: acogida, valoración, afirmación, seguridad, supervivencia, desarrollo vital, absorción de los valores humanos y de la experiencia religiosa.

La mujer, esposa y madre, comparte las vivencias y experiencias de la Santísima Virgen María. Con ella pronuncia el “fiat”: Hágase en mí, como tú digas. Con María, como mujer y madre, comparte su respuesta “personal” y en cierta soledad, pero no desamparo.

Es la sumisión obsequiosa de la fe a Dios, no al varón, ni al destino, ni a la visión cultural o moda social. Ella se siente feliz como criatura del Señor, vivencialmente como mujer, semejante a María, que es bendita entre todas las mujeres por su particular y personal obediencia a Dios.

“Ser madre no significa sólo traer al mundo un hijo, sino que es también una elección de vida. La elección de vida de una madre es la elección de dar vida. Y esto es grande, esto es bello. Sin las madres, no sólo no habría nuevos fieles, sino que la fe perdería buena parte de su calor sencillo y profundo. No somos huérfanos, somos hijos de la Iglesia, somos hijos de la Virgen y somos hijos de nuestras madres” (Papa Francisco).

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