La Inmaculada Concepción de la Virgen María, solemnidad
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La Inmaculada Concepción. Bartolomé Esteban Murillo, Museo del Prado
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Hoy se celebra la concepción inmaculada de aquella que tenía que concebir al Verbo que trasciende todo lo creado.
Los orígenes de esta fiesta se remontan a los siglos VII/VIII en Oriente. Poco a poco fue penetrando en Occidente y extendiéndose por toda la Iglesia, hasta que el Papa Pío IX, el día 8 de diciembre del año 1854, declaró como dogma de fe que María, por un singular privilegio, fue preservada de toda mancha de pecado original.
NOTA: La Inmaculada Concepción es Patrona de España. La Conferencia Episcopal Española ha conseguido de Roma la autorización para celebrarla este Domingo 8, sin necesidad de trasladarla al lunes. Eso sí, la segunda lectura será del domingo II de Adviento, en la homilía se debe hacer mención del domingo de Adviento, y en las preces se debe incluir una petición de Adviento y la oración presidencial conclusiva será la oración colecta del Domingo II de Adviento.
Antífona de entrada: Isaías 61, 10
Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.
Oración colecta
Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA: Génesis 3, 9-15.20
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?» El contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo y me escondí». El Señor Dios le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»
Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí». El Señor Dios dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?» Ella respondió: «La serpiente me engaño, y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las bestias del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidad entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón». El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
SALMO 97
Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Cantad al Señor un cántico, porque ha hecho maravillas: su mano le ha dado la victoria, su santo brazo.
El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.
Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; vitoread, tocad.
SEGUNDA LECTURA: Romanos 15, 4-9
Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.
En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre.»
Aclamación antes del Evangelio:
Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres.
Texto del Evangelio (Lc 1,26-38): En aquel tiempo, fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María.
Y entrando, le dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Ella se conturbó por estas palabras, y discurría qué significaría aquel saludo.
El ángel le dijo: «No temas, María, porque has hallado gracia delante de Dios; vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Jesús. Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin». María respondió al ángel: «¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón?». El ángel le respondió: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y será llamado Hijo de Dios. Mira, también Isabel, tu pariente, ha concebido un hijo en su vejez, y éste es ya el sexto mes de aquella que llamaban estéril, porque ninguna cosa es imposible para Dios». Dijo María: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y el ángel dejándola se fue.
(EVANGELIO: Mateo 3, 1-12
Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»
Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”»
Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.
Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:
«¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»).
Antífona de comunión
¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!, porque de ti ha nacido el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.
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¡OH VIRGEN, POR TU BENDICIÓN
QUEDA BENDITA TODA CRIATURA!
De los sermones de san Anselmo, obispo
El cielo, las estrellas, la tierra, los ríos, el día y la noche, y todo cuanto está sometido al poder o utilidad de los hombres, se felicitan de la gloria perdida, pues una nueva gracia inefable, resucitada en cierto modo por ti ¡oh Señora!, les ha sido concedida.
Todas las cosas se encontraban como muertas, al haber perdido su innata dignidad de servir al dominio y al uso de aquellos que alaban a Dios, para lo que habían sido creadas; se encontraban aplastadas por la opresión y como descoloridas por el abuso que de ellas hacían los servidores de los ídolos, para los que no habían sido creadas. Pero ahora, como resucitadas, felicitan a María, al verse regidas por el dominio y honradas por el uso de los que alaban al Señor.
Ante la nueva e inestimable gracia, las cosas todas saltaron de gozo, al sentir que, en adelante, no sólo estaban regidas por la presencia rectora e invisible de Dios su creador, sino que también, usando de ellas visiblemente, las santificaba. Tan grandes bienes eran obra del bendito fruto del seno bendito de la bendita María.
Por la plenitud de tu gracia, lo que estaba cautivo en el infierno se alegra por su liberación, y lo que estaba por encima del mundo se regocija por su restauración. En efecto, por el poder del Hijo glorioso de tu gloriosa virginidad, los justos que perecieron antes de la muerte vivificadora de Cristo se alegran de que haya sido destruida su cautividad, y los ángeles se felicitan al ver restaurada su ciudad medio derruida.
¡Oh mujer llena de gracia, sobreabundante de gracia, cuya plenitud desborda a la creación entera y la hace reverdecer! ¡Oh Virgen bendita, bendita por encima de todo, por tu bendición queda bendita toda criatura, no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura!
Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual él, a quien engendra de su corazón como amándose a sí mismo. Valiéndose de María, se hizo Dios un Hijo, no distinto, sino el mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María.
Todo lo que nace es criatura de Dios, y Dios nace de María. Dios creó todas las cosas, y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María; y, de este modo, volvió a hacer todo lo que había hecho. El que pudo hacer todas las cosas de la nada no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado.
Dios es, pues, el padre de las cosas creadas; y María es la madre de las cosas recreadas. Dios es el padre a quien se debe la constitución del mundo; y María es la madre a quien se debe su restauración. Pues Dios engendró a aquel por quien todo fue hecho; y María dio a luz a aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a aquel sin el cual nada existe; y María dio a luz a aquel sin el cual nada subsiste.
¡Verdaderamente el Señor está contigo, puesto que ha hecho que toda criatura te debiera tanto como a él! (Sermón 52: PL 158, 955-956).
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INUNDADA DEL ROCÍO CELESTIAL,
RUEGA POR NOSOTROS
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El rocío cae de noche y se deposita sobre la hierba y la tierra, como signo de la generosa bendición de Dios. Ese rocío recordaba al pueblo de Israel que su salvación había de venir también del cielo, tal como evoca una antífonas de Adviento, tomada de Isaías: “Cielos, derramad vuestro rocío… Lluevan las nubes al Justo”. Ese rocío empapaba la cabeza del esposo del Cantar, como signo de su larga espera, durante la noche, a las puertas de la casa de su amada.
El Verbo preexistente también había de encarnarse como Esposo, después de una larga espera en la noche de los tiempos, a las puertas de ese seno virginal de María, en donde había de entrar a desposar nuestra carne de hombre. Pero, había de entrar como Cabeza, rociada y ungida con el rocío del Espíritu, para unirse así a los miembros del cuerpo espiritual de la Iglesia.
El mismo rocío del Espíritu, que unge a Cristo Cabeza, unge y rocía también la carne virginal y materna de María. Ella, inundada de la divinidad del Espíritu, unge del rocío de Cristo a todo el cuerpo, a la Iglesia, a cuyas puertas sigue esperando, en la noche de los nuevos tiempos, el Verbo hecho ya Esposo glorificado.
Has de venerar a esta Madre, plena de Espíritu Santo, que rocía tus noches y soledades de dulce y suave compañía. Pídele muchas veces que interceda ante su Hijo y Esposo, y te alcance de Él el don y los frutos del Espíritu Santo. Que Ella inunde con ese rocío del Espíritu todos los rincones de tu alma, para que entre en ella el Esposo, que espera siempre a tus puertas, sin que le importen las noches y las oscuridades de tu pecado.
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Oración del papa Francisco a los pies de la Inmaculada en la Plaza de España en Roma,
el 8 de diciembre de 2013
Virgen Santa e Inmaculada, a Ti, que eres el honor de nuestro pueblo y la guardiana atenta que cuida de nuestra ciudad, nos dirigimos con confianza y amor.
¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
El pecado no está en Ti.
Suscita en todos nosotros un renovado deseo de santidad: en nuestra palabra brille el esplendor de la verdad, en nuestras obras resuene el canto de la caridad, en nuestro cuerpo y en nuestro corazón habiten la pureza y la castidad, en nuestra vida se haga presente toda la belleza del Evangelio.
¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
La Palabra de Dios se hizo carne en Ti.
Ayúdanos a mantenernos en la escucha atenta de la voz del Señor: el grito de los pobres nunca nos deje indiferentes, el sufrimiento de los enfermos y los necesitados no nos encuentre distraídos, la soledad de los ancianos y la fragilidad de los niños nos conmuevan, toda vida humana sea siempre amada y venerada por todos nosotros.
¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
En ti está el gozo pleno de la vida bienaventurada con Dios.
Haz que no perdamos el sentido de nuestro camino terrenal: la suave luz de la fe ilumine nuestros días, la fuerza consoladora de la esperanza dirija nuestros pasos, el calor contagioso del amor anime nuestro corazón, los ojos de todos nosotros permanezcan fijos, allí, en Dios, donde está la verdadera alegría.
¡Tú eres la Toda Hermosa, oh María!
Escucha nuestra oración, atiende nuestra súplica: sé Tú en nosotros la belleza del amor misericordioso de Dios en Jesús, que esta belleza divina nos salve a nosotros, a nuestra ciudad, al mundo entero.
Amén.
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