El maná de cada día, 31.8.23

agosto 31, 2023

Jueves de la 21ª semana del Tiempo Ordinario

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Estad preparados

PRIMERA LECTURA: 1 Tes 3, 7-13

Hermanos, nos hemos sentido animados por vuestra fe en medio de todos nuestros aprietos y luchas. Ahora sí que vivimos, sabiendo que os mantenéis fieles al Señor.

¿Cómo podremos dar gracias a Dios por vosotros, por tanta alegría como gozamos delante de Dios por causa vuestra?

Noche y día pedimos insistentemente veros cara a cara y completar lo que falta a vuestra fe.

Que Dios nuestro Padre y nuestro Señor Jesús nos allanen el camino para ir a vosotros.

En cuanto a vosotros, que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

SALMO 89, 3-4. 12-13. 14 y 17

Sácianos de tu misericordia, Señor, y estaremos alegres.

Tú reduces al hombre a polvo,
diciendo: «Retornad, hijos de Adán.»
Mil años en tu presencia son un ayer que pasó;
una vela nocturna.

Enséñanos a calcular nuestros años,
para que adquiramos un corazón sensato.
Vuélvete, Señor, ¿hasta cuándo?
Ten compasión de tus siervos.

Por la mañana sácianos de tu misericordia,
y toda nuestra vida será alegría y júbilo.
Baje a nosotros la bondad del Señor
y haga prósperas las obras de nuestras manos.
Sí, haga prósperas las obras de nuestras manos.

ALELUYA: Mt 24, 42a. 44

Estad en vela y preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

EVANGELIO Mt 24, 42-51

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«Estad en vela, porque no sabéis qué día vendrá vuestro Señor.

Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora de la noche viene el ladrón, estaría en vela y no dejaría que abrieran un boquete en su casa.

Por eso, estad también vosotros preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre.

¿Quién es el criado fiel y prudente, a quien el señor encarga de dar a la servidumbre la comida a sus horas?

Bienaventurado ese criado, si el señor, al llegar, lo encuentra portándose así. En verdad os digo que le confiará la administración de todos sus bienes.

Pero si dijere aquel mal siervo para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegar a sus compañeros, y a comer y a beber con los borrachos, el día y la hora que menos se lo espera, llegará el amo y lo castigará con rigor y le hará compartir la suerte de los hipócritas.

Allí será el llanto y el rechinar de dientes».

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Los Cinco Minutos del Espíritu Santo (12)

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31 de agosto

La persona llena del Espíritu Santo es verdaderamente generosa, y por eso reacciona con generosidad cada vez que alguien la necesita. No tiene que estar motivándose o preparándose para poder hacer una obra buena. Le sale del corazón.

Cuando tenemos una amistad más o menos profunda con alguien, siempre tendremos que dar algo. Y a veces, cuando estamos buscando un poco de tranquilidad, se acerca alguien que necesita de nuestra ayuda.

Pero si tenemos un falso ideal de felicidad, viviremos sintiendo a los demás como ladrones que roban nuestro tiempo y nuestras cosas, escaparemos de ellos, o simplemente los soportaremos con una cuota de nerviosismo disimulado.

Pero alguien resentido o egoísta, que busque a Dios para liberarse de las molestias de lo demás, no sería un verdadero místico. Sería solo un terrible ególatra o un enfermo que usa a Dios para disimular su incapacidad de amar.

Si alguna vez hemos amado de verdad a alguien, sabemos que el amor vale la pena; si algún día hemos sido verdaderamente generosos, sabemos que eso nos hace felices. Un corazón generoso vive mejor.

Pero como el amor no se fabrica ni se inventa con las capacidades humanas, hay que pedirlo como un regalo sublime del Espíritu Santo: «!Ven, Espíritu Santo, y enséñame a amar!».

Mons. Víctor M. FernándezLos cinco minutos del Espíritu Santo; Publicaciones Claretianas, Madrid, 2017; págs. 263-264.

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TÚ, SEÑOR, ERES TODO LO NUESTRO

Hermanos, seamos fieles a nuestra vocación. A través de ella nos llama a la fuente de la vida aquel que es la vida misma, que es fuente de agua viva y fuente de vida eterna, fuente de luz y fuente de resplandor, ya que de él procede todo esto: sabiduría y vida, luz eterna. El autor de la vida es fuente de vida, el creador de la luz es fuente de resplandor.

Por eso, dejando a un lado lo visible y prescindiendo de las cosas de este mundo, busquemos en lo más alto del cielo la fuente de la luz, la fuente de la vida, la fuente de agua viva, como si fuéramos peces inteligentes y que saben discurrir; allí podremos beber el agua viva que salta hasta la vida eterna.

Dios misericordioso, piadoso Señor, haznos dignos de llegar a esa fuente. En ella podré beber también yo, con los que tienen sed de ti, un caudal vivo de la fuente viva de agua viva. Si llegara a deleitarme con la abundancia de su dulzura, lograría levantar siempre mi espíritu para agarrarme a ella y podría decir: «¡Qué grata resulta una fuente de agua viva de la que siempre mana agua que salta hasta la vida eterna!»

Señor, tú mismo eres esa fuente que hemos de anhelar cada vez más, aunque no cesemos de beber de ella. Cristo Señor, danos siempre esa agua, para que haya también en nosotros un surtidor de agua viva que salta hasta la vida eterna.

Es verdad que pido grandes cosas, ¿quién lo puede ignorar? Pero tú eres el rey de la gloria y sabes dar cosas excelentes, y tus promesas son magníficas. No hay ser que te aventaje. Y te diste a nosotros. Y te diste por nosotros.

Por eso, te pedimos que vayamos ahondando en el conocimiento de lo que tiene que constituir nuestro amor. No pedimos que nos des cosa distinta de ti. Porque tú eres todo lo nuestro: nuestra vida, nuestra luz, nuestra salvación, nuestro alimento, nuestra bebida, nuestro Dios.

Infunde en nuestros corazones, Jesús querido, el soplo de tu Espíritu e inflama nuestras almas en tu amor, de modo que cada uno de nosotros pueda decir con verdad: «Muéstrame al amado de mi alma, porque estoy herido de amor».

Que no falten en mí esas heridas, Señor. Dichosa el alma que está así herida de amor. Ésa va en busca de la fuente. Ésa va a beber. Y, por más que bebe, siempre tiene sed. Siempre sorbe con ansia, porque siempre bebe con sed. Y, así, siempre va buscando con amor, porque halla la salud en las mismas heridas.

Que se digne dejar impresas en lo más íntimo de nuestras almas esas saludables heridas el compasivo y bienhechor médico de nuestras almas, nuestro Dios y Señor Jesucristo, que es uno con el Padre y el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.

De las instrucciones de san Columbano, abad (Instrucción 13, Sobre Cristo, fuente de vida, 2-3: Opera, Dublín 1957, pp. 118-120)

https://ibreviary.com/m2/breviario.php?s=ufficio_delle_letture


El maná de cada día, 30.8.23

agosto 30, 2023

Miércoles de la 21ª semana de Tiempo Ordinario

Señor, tú me sondeas y me conoces
Señor, tú me sondeas y me conoces

PRIMERA LECTURA: 1 Tesalonicenses 2, 9-13

Recordad, hermanos, nuestros esfuerzos y fatigas; trabajando día y noche para no serle gravoso a nadie, proclamamos entre vosotros el Evangelio de Dios.

Vosotros sois testigos, y Dios también, de lo leal, recto e irreprochable que fue nuestro proceder con vosotros, los creyentes; sabéis perfectamente que tratamos con cada uno de vosotros personalmente, como un padre con sus hijos, animándoos con tono suave y enérgico a vivir como se merece Dios, que os ha llamado a su reino y gloria.

Ésa es la razón por la que no cesamos de dar gracias a Dios, porque al recibir la palabra de Dios, que os predicamos, la acogisteis no como palabra de hombre, sino, cual es en verdad, como palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes.

SALMO 138, 7-8. 9-10. 11-12ab

Señor, tú me sondeas y me conoces.

¿Adónde iré lejos de tu aliento, adónde escaparé de tu mirada? Si escalo el cielo, allí estás tú; si me acuesto en el abismo, allí te encuentro.

Si vuelo hasta el margen de la aurora, si emigro hasta el confín del mar, allí me alcanzará tu izquierda, me agarrará tu derecha.

Si digo: «Que al menos la tiniebla me encubra, que la luz se haga noche en torno a mí», ni la tiniebla es oscura para ti, la noche es clara como el día.

ALELUYA: 1 Jn 2, 5

Quien guarda la palabra de Cristo, ciertamente el amor de Dios ha llegado en él a plenitud.

EVANGELIO: Mateo 23, 27-32

En aquel tiempo, habló Jesús diciendo:

«¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que os parecéis a los sepulcros encalados! Por fuera tienen buena apariencia, pero por dentro están llenos de huesos y podredumbre; lo mismo vosotros: por fuera parecéis justos, pero por dentro estáis repletos de hipocresía y crímenes.

¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas, que edificáis sepulcros a los profetas y ornamentáis los mausoleos de los justos, diciendo: «Si hubiéramos vivido en tiempo de nuestros padres, no habríamos sido cómplices suyos en el asesinato de los profetas!» Con esto atestiguáis en contra vuestra, que sois hijos de los que asesinaron a los profetas. ¡Colmad también vosotros la medida de vuestros padres!»

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Los Cinco Minutos del Espíritu Santo (11) 

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30 de agosto

«Ven, Espíritu Santo. Tu amor me contiene y me eleva.

Pero muchas veces las preocupaciones de la vida me tiran abajo, como si no tuviera tu amor.

Y algunas veces me dejo llevar por la angustia cuando los problemas no son tan grandes.

Dame un corazón más agradecido, para que pueda vivir con más optimismo, sin dejar que se me amargue el alma por las cosas que me pasan. Porque siempre, en medio de los problemas, hay muchos regalos de tu amor. Ayúdame a descubrirlos, Espíritu que sostienes mi vida.

Ven, Espíritu Santo, una vez más quiero dejar ante ti todo lo que me preocupa, y confiar en tu ayuda.

Te entrego mi salud, mi hogar, mis tareas, mis proyectos. Quiero que te hagas presente en todos los momentos, que me protejas, y que lleves todo a buen puerto.

Y te doy las gracias, Espíritu de amor, por todo lo que me has dado: Por el aire, las personas que me ayudan y me alientan, el corazón que late, la sangre, la piel, las sensaciones agradables, y tantas simples cosas que llenan cada día de mi vida. Gracias, Espíritu Santo. Amén.

Mons. Víctor M. Fernández: Los cinco minutos del Espíritu Santo; Publicaciones Claretianas, Madrid, 2017; págs. 262-263.


El maná de cada día, 29.8.23

agosto 29, 2023

Martirio de San Juan Bautista

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San Juan Bautista-Zurbaran
Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos


Antífona de entrada: Sal 118, 46-47

Comentaré tus preceptos ante los reyes, Señor, y no me avergonzaré; serán mi delicia tus mandatos, que tanto amo.

Oración colecta

Señor, Dios nuestro, tú has querido que san Juan Bautista fuese el precursor del nacimiento y de la muerte de tu Hijo; concédenos, por su intercesión, que, así como él murió mártir de la verdad y la justicia, luchemos nosotros valerosamente por la confesión de nuestra fe. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: 1 Tesalonicenses 2, 1-8

Sabéis muy bien, hermanos, que nuestra visita no fue inútil.

A pesar de los sufrimientos e injurias padecidos en Filipos, que ya conocéis, tuvimos valor -apoyados en nuestro Dios – para predicaros el Evangelio de Dios en medio de fuerte oposición. Nuestra exhortación no procedía de error o de motivos turbios, ni usaba engaños, sino que Dios nos ha aprobado y nos ha confiado el Evangelio, y así lo predicamos, no para contentar a los hombres, sino a Dios, que aprueba nuestras intenciones.

Como bien sabéis, nunca hemos tenido palabras de adulación ni codicia disimulada. Dios es testigo. No pretendimos honor de los hombres, ni de vosotros, ni de los demás, aunque, como apóstoles de Cristo, podíamos haberos hablado autoritariamente; por el contrario, os tratamos con delicadeza, como una madre cuida de sus hijos.

Os temamos tanto cariño que deseábamos entregaros no sólo el Evangelio de Dios, sino hasta nuestras propias personas, porque os habíais ganado nuestro amor.

SALMO 138, 1-3. 4-6

Señor, tú me sondeas y me conoces.

Señor, tú me sondeas y me conoces; me conoces cuando me siento o me levanto, de lejos penetras mis pensamientos; distingues mi camino y mi descanso, todas mis sendas te son familiares.

No ha llegado la palabra a mi lengua, y ya, Señor, te la sabes toda. Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma. Tanto saber me sobrepasa, es sublime, y no lo abarco.

Aclamación antes del Evangelio: Mt 5, 10

Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los cielos, dice el Señor.

EVANGELIO: Marcos 6, 17-29

En aquel tiempo, Herodes había mandado prender a Juan y lo había metido en la cárcel, encadenado.

El motivo era que Herodes se había casado con Herodías, mujer de su hermano Filipo, y Juan le decía que no le era lícito tener la mujer de su hermano.

Herodías aborrecía a Juan y quería quitarlo de en medio; no acababa de conseguirlo, porque Herodes respetaba a Juan, sabiendo que era un hombre honrado y santo, y lo defendía. Cuando lo escuchaba, quedaba desconcertado, y lo escuchaba con gusto.

La ocasión llegó cuando Herodes, por su cumpleaños, dio un banquete a sus magnates, a sus oficiales y a la gente principal de Galilea.

La hija de Herodías entró y danzó, gustando mucho a Herodes y a los convidados. El rey le dijo a la joven: «Pídeme lo que quieras, que te lo doy.»

Y le juró: «Te daré lo que me pidas, aunque sea la mitad de mi reino.»

Ella salió a preguntarle a su madre: «¿Qué le pido?»

La madre le contestó: «La cabeza de Juan, el Bautista.»

Entró ella en seguida, a toda prisa, se acercó al rey y le pidió: «Quiero que ahora mismo me des en una bandeja la cabeza de Juan, el Bautista.»

El rey se puso muy triste; pero, por el juramento y los convidados, no quiso desairarla. En seguida le mandó a un verdugo que trajese la cabeza de Juan. Fue, lo decapitó en la cárcel, trajo la cabeza en una bandeja y se la entregó a la joven; la joven se la entregó a su madre.

Al enterarse sus discípulos, fueron a recoger el cadáver y lo enterraron.

Antífona de comunión: Jn 3, 27. 30

Contestó Juan: Él tiene que crecer y yo tengo que menguar.

 

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Los cinco minutos del Espíritu Santo (10)

29 de agosto

Hoy celebramos el martirio de Juan el Bautista, y eso nos permite descubrir algo muy importante: Los que se dejan llevar por el Espíritu Santo, son fieles a sus convicciones hasta la muerte. Pero los que rechazan las inspiraciones del Espíritu Santo, terminan destruyendo lo bueno que hay en el mundo.

El texto de Marcos 6,17-29 se detiene a narrar la muerte de Juan el Bautista, donde se muestra que el poder de la apariencia social y de la vanidad es tan fuerte que puede torcer las mejores intenciones. Porque Herodes admiraba a Juan, lo protegía, lo consultaba y lo escuchaba, pero no podía negarse a entregar la cabeza de Juan para no quedar mal delante «de los convidados» (Marcos 6,26).

Hasta ese momento, Herodes respetaba a Juan. Sin embargo, la palabra del profeta no había logrado llegar al corazón, donde se toman las decisiones más profundas. Allí tenían más poder las habilidades de una mujer, que lo llevó a asesinar a Juan.

Esta historia no deja de ser una profunda exhortación para que reconozcamos nuestro propio corazón, lo que realmente nos mueve, más allá de la apariencia, más allá de los sentimientos y emociones superficiales, más allá de las palabras.

Nos hace ver las resistencias que hay en el mundo frente al Espíritu Santo, que nos invita a modificar las cosas establecidas y a cambiar un estilo de vida. Porque el ser humano normalmente prefiere dejar las cosas como están y evita lanzarse a lo que todavía no sabe controlar. Por eso le tiene miedo al Espíritu Santo y prefiere eliminarlo de su vida.

Esto nos invita también a que nos preguntemos de modo permanente si nuestro deseo de tener todo bajo control no nos está cerrando el corazón a los nuevos caminos del Espíritu Santo.

Juan el Bautista se entregaba lleno de confianza, porque estaba lleno del Espíritu, y sabía que su muerte injusta no era el final de la historia. Del amor brota esa certeza. Ese amor lleno de esperanza es infundido por el Espíritu Santo en nuestros corazones (Romanos 5,5).

Mons. Víctor M. Fernández: Los cinco minutos del Espíritu Santo; Publicaciones Claretianas, Madrid, 2017; págs. 261-262.



PRECURSOR DEL NACIMIENTO Y DE LA MUERTE DE CRISTO

De las homilías de san Beda el Venerable, presbítero

El santo Precursor del nacimiento, de la predicación y de la muerte del Señor mostró en el momento de la lucha suprema una fortaleza digna de atraer la mirada de Dios, ya que, como dice la Escritura, la gente pensaba que cumplía una pena, pero él esperaba de lleno la inmortalidad.

Con razón celebramos su día natalicio, que él ha solemnizado con su martirio y adornado con el fulgor purpúreo de su sangre; con razón veneramos con gozo espiritual la memoria de aquel que selló con su martirio el testimonio que había dado del Señor.

No debemos poner en duda que san Juan sufrió la cárcel y las cadenas y dio su vida en testimonio de nuestro Redentor, de quien fue precursor, ya que, si bien su perseguidor no lo forzó a que negara a Cristo, sí trató de obligarlo a que callara la verdad; ello es suficiente para afirmar que murió por Cristo.

Cristo, en efecto, dice: Yo soy la verdad; por consiguiente, si Juan derramó su sangre por la verdad, la derramó por Cristo; y él, que precedió a Cristo en su nacimiento, en su predicación y en su bautismo, anunció también con su martirio, anterior al de Cristo, la pasión fuera del Señor.

Este hombre tan eximio terminó, pues, su vida derramando su sangre, después de un largo y penoso cautiverio.

Él, que había evangelizado la libertad de una paz que viene de arriba, fue encarcelado por unos hombres malvados; fue encerrado en la oscuridad de un calabozo aquel que vino a dar testimonio de la luz y a quien Cristo, la luz en persona, dio el título de «lámpara que arde y brilla»; fue bautizado en su propia sangre aquel a quien fue dado bautizar al Redentor del mundo, oír la voz del Padre que resonaba sobre Cristo y ver la gracia del Espíritu Santo que descendía sobre él.

Mas, a él, todos aquellos tormentos temporales no le resultaban penosos, sino más bien leves y agradables, ya que los sufría por causa de la verdad y sabía que habían de merecerle un premio y un gozo sin fin.

La muerte –que de todas maneras había de acaecerle por ley natural– era para él algo apetecible, teniendo en cuenta que la sufría por la confesión del nombre de Cristo y que con ella alcanzaría la palma de la vida eterna. Bien dice el Apóstol: A vosotros se os ha concedido la gracia de estar del lado de Cristo, no sólo creyendo en él, sino sufriendo por él.

El mismo Apóstol explica, en otro lugar, por qué sea un don el hecho de sufrir por Cristo: Los su­frimientos de ahora no pesan lo que la gloria que un día se nos descubrirá.



El maná de cada día, 28.8.23

agosto 28, 2023

San Agustín, Nuestro Padre, obispo y doctor de la Iglesia


¡Felicidades a la familia agustino-recoleta y a todas las comunidades agustinianas del mundo. Seamos lo que somos por gracia: Hijos del gran Agustín!

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Claudio Coello. Triunfo de San Agustín. Óleo sobre lienzo. 1664. Museo del Prado. Madrid
Claudio Coello. Triunfo de San Agustín. 1664. Museo del Prado. Madrid.


Antífona de entrada: Re 4, 29.31c

Dios le concedió sabiduría e inteligencia muy grandes y un corazón dilatado; su nombre se extendió por todos los pueblos.

Oración colecta

Renueva, Señor, en tu Iglesia el espíritu que infundiste en san Agustín, obispo, y así también nosotros, sedientos de la verdadera sabiduría nunca cesemos de buscarte, fuente viva de amor eterno. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Hechos de los Apóstoles 2, 42-47

Después del día de Pentecostés, los hermanos eran constantes en escuchar la enseñanza de los apóstoles, en la vida en común, en la fracción del pan y en las oraciones.

Todo el mundo estaba impresionado por los muchos prodigios y signos que los apóstoles hacían en Jerusalén.

Los creyentes vivían todos unidos y lo tenían todo en común; vendían posesiones y bienes y lo repartían entre todos, según la necesidad de cada uno.

A diario acudían al templo todos unidos, celebraban la fracción del pan en las casas y comían juntos, alabando a Dios con alegría y de todo corazón; eran bien vistos de todo el pueblo, y día tras día el Señor iba agregando al grupo los que se iban salvando.

SALMO 83, 2-6.11

Dichosos los que viven en tu casa, Señor.

¡Qué deseables son tus moradas, Señor de los ejércitos! Mi alma se consume y anhela los atrios del Señor, mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo.

Hasta el gorrión ha encontrado una casa; la golondrina, un nido donde colocar sus polluelos: tus altares, Señor de los ejércitos, Rey mío y Dios mío.

Dichosos los que viven en tu casa, alabándote siempre. Dichosos los que encuentran en ti su fuerza al preparar su peregrinación.

Vale más un día en tus atrios que mil en mi casa, y prefiero el umbral de la casa de Dios a vivir con los malvados.

SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 4, 1-8

Querido hermano: Ante Dios y ante Cristo Jesús, que ha de juzgar a vivos y muertos, te conjuro por su venida en majestad: proclama la palabra, insiste a tiempo y a destiempo, reprende, reprocha, exhorta, con toda paciencia y deseo de instruir.

Porque vendrá un tiempo en que la gente no soportará la doctrina sana, sino que, para halagarse el oído, se rodearán de maestros a la medida de sus deseos y, apartando el oído de la verdad, se volverán a las fábulas.

Tú estate siempre alerta; soporta lo adverso, cumple tu tarea de evangelizador, desempeña tu ministerio.

Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de mi partida es inminente. He combatido bien mi combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.

Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida.

Secuencia (Ad libitum)

De un abismo de tinieblas
brota una luz esplendente
que hoy para el mundo fulgura.

Agustín, el que había sido
presa del error, es dado
como un honor a la Iglesia.

A la llamada divina,
abraza la fe, y se acerca
a la fuente del bautismo.

Con elocuencia combate,
y en sus escritos condena
sus pasados extravíos.

Confirma la fe; modela
las costumbres; su palabra
destruye el error y el vicio.

Enmudece Fortunato,
deden Manes y Donato
al fulgor de su palabra.

Aquel mundo en decadencia,
ebrio de opiniones vanas
y turgente de herejías,

Fruto abundante comienza
a producir, cuando esparce
la fe, Agustín, por el orbe.

Según norma de los fieles
de Jerusalén, ajusta
la vida del monacato.

Pues sus hermanos vivían
en común, sin nada propio
que considerasen suyo.

Para salvación del hombre
él cultivó de por vida
las virtudes: murió anciano,
y reposó con sus padres.

Nada dejó en testamento
quien nada propio tenía,
pues los bienes reputaba
comunes con sus hermanos.

Salve, modelo de sabios,
de Cristo luz, voz celeste,
pregonero de la vida,
lumbrera de los doctores.

Los que Padre te proclaman,
teniéndote como guía,
consigan la vida eterna
en la gloria de los santos.
Amén.

Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 14

Yo soy el Buen Pastor, que conozco a mis ovejas, y mis ovejas me conocen a mí.

EVANGELIO: Juan 10, 7-18

En aquel tiempo dijo Jesús: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.

Yo soy la puerta: quien entre por mí, se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos. El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.

Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir al lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.

Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que el Padre me conoce y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas.

Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a esas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor.

Por eso me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre».

Antífona de comunión: 1 Cor 10, 17

El pan es uno, y así nosotros, aunque somos muchos, formamos un solo cuerpo, porque comemos todos del mismo pan.

¡OH ETERNA VERDAD, VERDADERA CARIDAD Y CARA ETERNIDAD!

Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo

Habiéndome convencido de que debía volver a mí mismo, penetré en mi interior, siendo tú mi guía, y ello me fue posible porque tú, Señor, me socorriste.

Entré, y vi con los ojos de mi alma, de un modo u otro, por encima de la capacidad de estos mismos ojos, por encima de mi mente, una luz inconmutable; no esta luz ordinaria y visible a cualquier hombre, por intensa y clara que fuese y que lo llenara todo con su magnitud.

Se trataba de una luz completamente distinta. Ni estaba por encima de mi mente, como el aceite sobre el agua o como el cielo sobre la tierra, sino que estaba en lo más alto, ya que ella fue quien me hizo, y yo estaba en lo más bajo, porque fui hech­o por ella. La conoce el que conoce la verdad.

¡Oh eterna verdad, verdadera caridad y cara eternidad! Tú eres mi Dios, por ti suspiro día y noche. Y, cuando te conocí por vez primera, fuiste tú quien me elevó hacia ti, para hacerme ver que había algo que ver y que yo no era aún capaz de verlo.

Y fortaleciste la debilidad de mi mirada irradiando con fuerza sobre mí, y me estremecí de amor y de temor; y me di cuenta de la gran distancia que me separaba de ti, por la gran desemejanza que hay entre tú y yo, como si oyera tu voz que me decía desde arriba:

«Soy alimento de adultos: crece, y podrás comerme. Y no me transformarás en substancia tuya, como sucede con la comida corporal, sino que tú te transformarás en mí».

Y yo buscaba el camino para adquirir un vigor que me hiciera capaz de gozar de ti, y no lo encontraba, hasta que me abracé al mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, el que está por encima de todo, Dios bendito por los siglos, que me llamaba y me decía:

Yo soy el camino de la verdad, y la vida, y el que mezcla aquel alimento, que yo no podía asimilar, con la carne, ya que la Palabra se hizo carne, para que, en atención a nuestro estado de infancia, se convirtiera en leche tu sabiduría por la que creaste todas las cosas.

¡Tarde te amé, Hermosura tan antigua y tan nueva, tarde te amé! Y tú estabas dentro de mí y yo afuera, y así por fuera te buscaba; y, deforme como era, me lanzaba sobre estas cosas hermosas que tú creaste.

Tú estabas conmigo, mas yo no estaba contigo. Reteníanme lejos de ti aquellas cosas que, si no estuviesen en ti, no existirían.

Me llamaste y clamaste, y quebrantaste mi sordera; brillaste y resplandeciste, y curaste mi ceguera; exhalaste tu perfume, y lo aspiré, y ahora te anhelo; gusté de ti, y ahora siento hambre y sed de ti; me tocaste, y deseé con ansia la paz que procede de ti.

https://www.youtube.com/watch?v=Wlbwtq_L69w&authuser=0

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Los Cinco Minutos del Espíritu Santo (9)

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28 de agosto, San Agustín

Hoy recordamos a San Agustín, y su conversión es un estímulo para que invoquemos al Espíritu Santo, y con su gracia tratemos de cambiar lo que haya que cambiar en nuestras vidas.

La vanidad nos lleva a pensar que somos el centro del universo y que la vida no puede privarnos de ningún placer. Esa misma vanidad nos lleva a pretender tener a Dios a nuestro servicio, nos hace incapaces de entregar la vida, y finalmente nos hace probar el sabor amargo de la propia miseria y del propio vacío.

Algo de eso le sucedía a Agustín. Y cuando Agustín estaba encaminado hacia la conversión, esas viejas experiencias seguían mostrando su falso atractivo y le sugerían que era imposible vivir sin ellas:

«Lo que me retenía eran bagatelas de bagatelas, vanidades de vanidades, antiguas amigas mías que me sacudían la vestidura carnal diciéndome: ‘¿Así que nos vas a dejar? ¿Desde este momento te privarás de nosotras por toda la eternidad? ¿Nunca más te será lícito esto y aquello?’ Y así ¡cuántas cosas no me sugerían Señor! Me sentía aún amarrado a ellas y lanzaba gemidos llenos de miseria: ¿Cuándo, cuándo acabaré de decidirme? ¿Lo voy a dejar siempre para mañana?» (Confesiones Libro VIII, Capítulos 11-12).

Sin embargo, en Agustín triunfó la potencia del Espíritu Santo. Así pudo descubrir que no era la humana debilidad la que podía triunfar, sino el amor que derrama el Espíritu en esa fragilidad. Su conversión fue una experiencia maravillosa que cambió por completo su existencia.

Es más, podemos oír a este hombre que lo probó todo, lamentándose por haber desgastado su vida pasada en los vicios y vanidades mundanas. Lo escuchamos quejándose por no haberse entregado antes: «¡Tarde te amé, hermosura tan antigua y tan nueva! ¡Tarde te amé!» (Confesiones Libro X, Capítulo 27).

Es cierto que los condicionamientos que con frecuencia nos dominan impiden a la gracia manifestarse plenamente en todas las dimensiones de nuestra existencia. Pero el testimonio de Agustín nos muestra la eficacia de la gracia del Espíritu Santo. Esa misma eficacia puede realizarse con mayor plenitud en nuestras vidas si lo dejamos actuar, y le ofrecemos nuestra pequeña cooperación.

Mons. Víctor M. Fernández: Los cinco minutos del Espíritu Santo; Publicaciones Claretianas, Madrid, 2017; págs. 259-261.




El maná de cada día, 27.8.23

agosto 26, 2023

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27 de agosto, Santa Mónica, Madre de San Agustín. Memoria, Fiesta o Solemnidad.

Textos del Misal Agustiniano, Roma 2007

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¡Felicidades a todas las Madres del mundo, en especial a las Madres Cristianas Santa Mónica o «Madres Mónicas»!

Las felicito efusivamente porque Dios las ama de una manera tan particular y preferente. Las ha llamado para que encarnen su ternura y misericordia en el mundo y en la Iglesia.

Ustedes son sacramento del amor de Dios, en el seguimiento de Jesús y en la imitación de la Virgen María y de Santa Mónica.

No las merecemos, pero las necesitamos. Feliz día. Con estima personal.

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Santa Mónica, esposa y madre cristiana


Mónica nació en Tagaste, actual Souk Ahras, Argelia, en el año 331 o en el 332, en una familia cristiana de buena condición social.

Era todavía una adolescente cuando fue dada como esposa a Patricio, quien aún no había recibido el bautismo.

Ganó para Cristo a su marido y después consiguió la conversión de Agustín, «el hijo de tantas lágrimas». Con inmenso gozo asistió a su bautismo en la Pascua del año 387, en Milán.

Cuando regresaba a África con Agustín y sus amigos, murió en Ostia Tiberina, a las puertas de Roma, en el otoño del año 387, antes del 13 de noviembre. Tenía 55 años.

HIMNO

Escuela de domésticas virtudes, que los deberes del hogar exigen,

Mónica, eres ejemplo que nos muestra cómo se alcanza santidad sublime.

Esposa que en servicio de su casa se consagra al amor de su marido;

la madre, que no tiene otro tesoro que modelar el corazón del hijo.

¡Ah! La madre que llora, que trabaja, que rehúsa descanso a sus fatigas,

porque comprende que en los hijos tiene el profundo sentido de su vida.

Dios hizo de las madres un misterio de amor y de esperanza y de ternura,

y al perfumar con ellas nuestra historia, dejó en el mundo una sonrisa suya.

Camino de humildad es el secreto de las almas que aspiran a ser grandes,

¡Oh, Mónica, es así como consigues ser modelo de esposas y de madres!

(El subrayado es mío)

Antífona de entrada (Mt 7, 7-8)

Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre.

Oración colecta eclesial

Oh Dios, consuelo de los que lloran, que acogiste piadosamente las lágrimas de santa Mónica impetrando la conversión de su hijo Agustín, concédenos, por intercesión de madre e hijo, la gracia de llorar nuestros pecados y alcanzar tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.

Oración colecta «agustiniana«

Señor, Dios nuestro, misericordia de los que en ti esperan, que adornaste a tu sierva Mónica con el don inestimable de ganar para ti, por su oración y ejemplo, a su esposo e hijos, concédenos, por su intercesión, ser mensajeros de tu amor para con nosotros y llevar a ti los corazones de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Eclesiástico 26, 1-4; 16-21

Dichoso el marido de una mujer buena; se doblarán los años de su vida.

La mujer hacendosa hace prosperar al marido, él cumplirá sus días en paz.

Mujer buena es buen partido que recibe el que teme al Señor; sea rico o pobre, estará contento y tendrá cara alegre en toda sazón.

Mujer hermosa deleita al marido, mujer prudente lo robustece; mujer discreta es don del Señor: no se paga un ánimo instruido; mujer modesta duplica su encanto: no hay belleza que pague un ánimo casto.

El sol brilla en el cielo del Señor, la mujer bella, en su casa bien arreglada.

SALMO 137, 1.3.8; R/ 144.18

Cerca está el Señor de los que lo invocan sinceramente

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, porque escuchaste mis palabras; delante de los ángeles tañeré para ti.

Cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.

El Señor completará sus favores conmigo. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

SALMO 130, 1.2.3

Guarda mi alma en la paz, junto a ti, Señor.

Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.

Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.

Espere Israel en el Señor ahora y por siempre.

(O bien)

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos, 12, 9-16 b

Hermanos: que vuestra caridad no sea una farsa: aborreced lo malo y apegaos a lo bueno. Como buenos hermanos, sed cariñosos unos con otros, estimando a los demás más que a uno mismo. En la actividad, no seáis descuidados; en el espíritu, manteneos ardientes. Servid constantemente al Señor.

Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración. Contribuid en las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis.

Con los que ríen, estad alegres; con los que lloran, llorad. Tened igualdad de trato unos con otros: no tengáis grandes pretensiones, sino poneos al nivel de la gente humilde.

ALELUYA

Que la esperanza os tenga alegres: estad firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración.

(O bien)

EVANGELIO: Lectura del santo Evangelio según san Mateo 7, 7-12

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque quien pide recibe, quien busca encuentra y al que llama se le abre. Si a alguno de vosotros le pide su hijo pan, ¿le va a dar una piedra?; y si le pide pescado, ¿le dará una serpiente?

Pues si vosotros, que sois malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más vuestro Padre del cielo dará cosas buenas a los que le piden! Así, pues, tratad a los demás como queráis que ellos os traten; en esto consisten las Ley y los Profetas.

(O bien)

EVANGELIO: Lectura del santo Ecangelio según san Lucas, 7, 11-17.

En aquel tiempo, iba Jesús camino de una ciudad llamada Naín, e iban con él sus discípulos y mucho gentío.

Cuando se acercaba a la entrada de la ciudad, resultó que sacaban a enterrar a un muerto, hijo único de su madre, que era viuda; y un gentío considerable de la ciudad la acompañaba.

Al verla el Señor, le dio lástima y le dijo:

-«No llores.»

Se acercó al ataúd, lo tocó (los que lo llevaban se pararon) y dijo:

-«¡Muchacho, a ti te lo digo, levántate!»

El muerto se incorporó y empezó a hablar, y Jesús se lo entregó a su madre.

Todos, sobrecogidos, daban gloria a Dios, diciendo:

-«Un gran Profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.»

La noticia del hecho se divulgó por toda la comarca y por Judea entera.

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Oración de los fieles

Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.

Después de cada invocación: Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y enseñanzas. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por las vocaciones a la vida contemplativa, sobre todo entre las monjas agustinas recoletoas, y por la fidelidad de cuantas viven este santo propósito por amor a Dios. Oremos.

R. Señor, que tu gracia nos santifique.

Oración sobre las ofrendas

Santifica con tu bendición, Señor, estos dones que te presentamos en la fiesta de santa Mónica; concédenos, por su intercesión, que siempre obremos para gloria tuya y utilidad de los hermanos. Por Cristo nuestro Señor.

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PREFACIO DE LA MISA DE SANTA MÓNICA, Misal agustiniano

En verdad es justo y necesario darte gracias, Señor Padre Santo:

En la festividad de santa Mónica, es necesario celebrar tus dones en ella, pues , vivificada en Cristo, vivió de tal manera que fuese alabado tu nombre en su fe y en sus costumbres, y en su corazón se sintiese tu presencia.

Ganó a su marido para ti al final de sus días. Formó a los hijos, dándolos a luz tantas veces cuantas veía que se desviaban de ti; ante sus lágrimas, diarias y sinceras, le concediste que su hijo Agustín no pereciese.

Por eso, Señor, con todos los ángeles te alabamos diciendo con humilde fe: Santo, Santo, Santo es el Señor…


Oración después de la comunión

Te damos gracias, Señor, por el sacramento de salvación del que hemos participado, y te pedimos experimentar también nosotros los dones de tu misericordia, con que adornaste a santa Mónica. Por Jesucristo, nuestro Señor.

ALCANCEMOS LA SABIDURÍA ETERNA

Del libro de las Confesiones de san Agustín, obispo

Cuando ya se acercaba el día de su muerte –día por ti conocido, y que nosotros ignorábamos–, sucedió, por tus ocultos designios, como lo creo firmemente, que nos encontramos ella y yo solos, apoyados en una ventana que daba al jardín interior de la casa donde nos hospedábamos, allí en Ostia Tiberina, donde, apartados de la multitud, nos rehacíamos de la fatiga del largo viaje, próximos a embarcarnos.

Hablábamos, pues, los dos solos, muy dulcemente y, olvidando lo que queda atrás y lanzándonos hacia lo que veíamos por delante, nos preguntábamos ante la verdad presente, que eres tú, cómo sería la vida eterna de los santos, aquella que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar.

Y abríamos la boca de nuestro corazón, ávidos de las corrientes de tu fuente, la fuente de vida que hay en ti.

Tales cosas decía yo, aunque no de este modo ni con estas mismas palabras; sin embargo, tú sabes, Señor, que, cuando hablábamos aquel día de estas cosas –y mientras hablábamos íbamos encontrando despreciable este mundo con todos sus placeres–, ella dijo:

«Hijo, por lo que a mí respecta, ya nada me deleita en esta vida. Qué es lo que hago aquí y por qué estoy aún aquí, lo ignoro, pues no espero ya nada de este mundo. Una sola cosa me hacía desear que mi vida se prolongara ¬por un tiempo: el deseo de verte cristiano católico, antes de morir. Dios me lo ha concedido con creces, ya que te veo convertido en uno de sus siervos, habiendo renunciado a la felicidad terrena. ¿Qué hago ya en este mundo?»

No recuerdo muy bien lo que le respondí, pero, al cabo de cinco días o poco más, cayó en cama con fiebre. Y, estando así enferma, un día sufrió un colapso y perdió el sentido por un tiempo.

Nosotros acudimos corriendo, mas pronto recobró el conocimiento, nos miró, a mí y a mi hermano allí presentes, y nos dijo en tono de interrogación:

«¿Dónde estaba?»

Después, viendo que estábamos aturdidos por la tristeza, nos dijo:

«Enterrad aquí a vuestra madre».

Yo callaba y contenía mis lágrimas. Mi hermano dijo algo referente a que él hubiera deseado que fuera enterrada en su patria y no en país lejano. Ella lo oyó y, con cara angustiada, lo reprendió con la mirada por pensar así, y, mirándome a mí, dijo:

«Mira lo que dice».

Luego, dirigiéndose a ambos, añadió:

«Sepultad este cuerpo en cualquier lugar: esto no os ha de preocupar en absoluto; lo único que os pido es que os acordéis de mí ante el altar del Señor, en cualquier lu¬gar donde estéis».

Habiendo manifestado, con las palabras que pudo, este pensamiento suyo, guardó silencio, e iba luchando con la enfermedad que se agravaba.

Nueve días después, a la edad de cincuenta y seis años, cuando yo tenía treinta y tres, salió de este mundo aquella alma piadosa y bendita.

NOTA.- Es muy probable que muchas madres devotas, sobre todo durante la novena a santa Mónica, hayan experimentado alguna gracia especial de Dios concedida a ellas personalmente o bien a sus esposos o hijos.

Con esta nota quiero invitarlas a dar testimonio, en su ámbito familiar o comunitario, de esos favores divinos para que muchas personas den gracias a Dios por santa Mónica, y muchos hogares sean bendecidos. Les agradezco por anticipado.

Que Dios siga estando con ustedes, gracias al favor de santa Mónica. Amén.


El maná de cada día, 27.8.23

agosto 26, 2023

Domingo XXI del Tiempo Ordinario, Ciclo A

27 de AGOSTO, SANTA MÓNICA

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¿Quién decís vosotros que soy yo?
¿Quién decís vosotros que soy yo?

 

Antífona de entrada: Sal 85, 1-3

Inclina tu oído, Señor, escúchame. Salva a tu siervo que confía en ti. Piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día.

Oración colecta

Oh, Dios, que unes los corazones de tus fieles en un mismo deseo, concede a tu pueblo amar lo que prescribes y esperar lo que prometes, para que, en medio de las vicisitudes del mundo, nuestros ánimos se afirmen allí donde están los gozos verdaderos. Por nuestro Señor Jesucristo.

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PRIMERA LECTURA: Isaías 22,19-23

Así dice el Señor a Sobná, mayordomo de palacio: «Te echaré de tu puesto, te destituiré de tu cargo. Aquel día, llamaré a mi siervo, a Eliacín, hijo de Elcías: le vestiré tu túnica, le ceñiré tu banda, le daré tus poderes; será padre para los habitantes de Jerusalén, para el pueblo de Judá.

Colgaré de su hombro la llave del palacio de David: lo que él abra nadie lo cerrará, lo que él cierre nadie lo abrirá. Lo hincaré como un clavo en sitio firme, dará un trono glorioso a la casa paterna.»


SALMO 137, 1-2a.2bc-3.6.8bc

Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón; delante de los ángeles tañeré para ti, me postraré hacia tu santuario, daré gracias a tu nombre.

Por tu misericordia y tu lealtad, porque tu promesa supera a tu fama; cuando te invoqué, me escuchaste, acreciste el valor en mi alma.

El Señor es sublime, se fija en el humilde y de lejos conoce al soberbio. Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos.


SEGUNDA LECTURA: Romanos 11, 33-36

¡Qué abismo de generosidad, de sabiduría y de conocimiento, el de Dios! ¡Qué insondables sus decisiones y qué irrastreables sus caminos!

¿Quién conoció la mente del Señor? ¿Quién fue su consejero? ¿Quién le ha dado primero, para que él le devuelva?

Él es el origen, guía y meta del universo. A él la gloria por los siglos. Amén.

AleluyaMt 16, 18

Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará.

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EVANGELIO: Mateo 16, 13-20

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?»

Ellos contestaron: «Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.»

Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»

Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.»

Jesús le respondió: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.»

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.
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Antífona de la comunión: Sal 103, 13. 14-15

La tierra se sacia de tu acción fecunda, Señor, para sacar pan de los campos y vino que alegre el corazón del hombre.

 

¿Quién decís vosotros que soy yo?

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Existe, en la cultura y en la sociedad de hoy, un hecho que nos puede introducir a la comprensión del Evangelio de este domingo, y es el sondeo de las opiniones. Se practica un poco por todas partes, pero sobre todo en el ámbito político y comercial.

También Jesús un día quiso hacer un sondeo de opinión, pero con fines, como veremos, muy diversos: no políticos sino educativos. Llegado a la región de Cesarea de Filipo, es decir, la región más al norte de Israel, en una pausa de tranquilidad, en la que estaba solo con los apóstoles, Jesús les dirigió a quemarropa la pregunta: «¿Quién dice la gente que es el hijo del Hombre?»

Parece como si los apóstoles no esperaran otra cosa para poder finalmente dar rienda suelta a todas las voces que circulaban a propósito de él. Responden: «Algunos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o alguno de los profetas».

Pero a Jesús no le interesaba medir el nivel de su popularidad o su índice de simpatía entre la gente. Su propósito era bien diverso. A renglón seguido les pregunta: «¿Vosotros quién decís que soy yo?»

Esta segunda pregunta, inesperada, les descoloca completamente. Se entrecruzan silencio y miradas. Si en la primera pregunta se lee que los apóstoles respondieron todos juntos, en coro, esta vez el verbo es singular; sólo «respondió» uno, Simón Pedro: «¡Tú eres el Cristo, el hijo del Dios vivo!»

Entre las dos respuestas hay un salto abismal, una «conversión». Si antes, para responder, bastaba con mirar alrededor y haber escuchado las opiniones de la gente, ahora deben mirarse dentro, escuchar una voz bien distinta, que no viene de la carne ni de la sangre, sino del Padre que está en los cielos. Pedro ha sido objeto de una iluminación «de lo alto».

Se trata del primer auténtico reconocimiento, según los evangelios, de la verdadera identidad de Jesús de Nazaret. ¡El primer acto público de fe en Cristo de la historia! Pensemos en el surco dejado por un barco: se va ensanchando hasta perderse en el horizonte, pero comienza con una punta, que es la misma punta del barco.

Así sucede con la fe en Jesucristo. Es un surco que ha ido ensanchándose en la historia, hasta llegar a los «últimos confines de la tierra». Pero empieza con una punta. Y esta punta es el acto de fe de Pedro: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo». Jesús usa otra imagen, vertical no horizontal: roca, piedra. «Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia».

Jesús cambia el nombre a Simón, como se hace en la Biblia cuando uno recibe una misión importante: lo llama «Kefas», Roca. La verdadera roca, la «piedra angular» es, y sigue siendo, él mismo, Jesús. Pero, una vez resucitado y ascendido al cielo, esta «piedra angular», aunque presente y operante, es invisible.

Es necesario un signo que la represente, que haga visible y eficaz en la historia este «fundamento firme» que es Cristo. Y éste será precisamente Pedro, y, después del él, el que haga las veces de él, el Papa, sucesor de Pedro, como cabeza del Colegio de los apóstoles.

Pero volvamos a la idea del sondeo. El sondeo de Jesús, como hemos visto, se desarrolla en dos tiempos, comporta dos preguntas fundamentales: primero, «¿Quién dice la gente que soy yo?»; segundo, «¿Quién decís vosotros que soy yo?

Jesús no parece dar mucha importancia a lo que la gente piensa de él; le interesa saber qué piensan sus discípulos. Les coge con ese «¿y vosotros quién decís que soy yo?». No permite que se atrincheren tras las opiniones de otros, quiere que digan su propia opinión.

La situación se repite, casi idéntica, en el día de hoy. También hoy «la gente», la opinión pública, tiene sus ideas sobre Jesús. Jesús está de moda.

Miremos lo que sucede en el mundo de la literatura y del espectáculo. No pasa un año sin que salga una novela o una película con la propia visión, torcida y desacralizada, de Cristo. El caso del Código Da Vinci de Dan Brown ha sido el más clamoroso y está teniendo muchos imitadores.

Luego están los que se quedan a medio camino. Como la gente de su tiempo, cree que Jesús es «uno de los profetas». Una persona fascinante, se le coloca al lado de Sócrates, Gandhi, Tolstoi.

Estoy seguro de que Jesús no desprecia estas respuestas, porque se dice de él que «no apaga el pábilo vacilante y no quiebra la caña cascada», es decir, sabe apreciar todo esfuerzo honesto por parte del hombre.

Pero hay una respuesta que no cuadra, ni siquiera a la lógica humana. Gandhi o Tolstoi nunca han dicho «yo soy el camino, la verdad y la vida», o también «el que ama a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí».

Con Jesús no se puede quedar uno a medio camino: o es lo que dice ser, o es el mayor loco exaltado de la historia. No hay medias tintas. Existen edificios y estructuras metálicas (creo que una es la torre Eiffel de París) hechas de tal manera que si se toca un cierto punto, o se traslada cierto elemento, se derrumba todo. Así es el edificio de la fe cristiana, y ese punto neurálgico es la divinidad de Jesucristo.

Pero dejemos las respuestas de la gente y vayamos a los no creyentes. No basta con creer en la divinidad de Cristo, es necesario también testimoniarla. Quien lo conoce y no da testimonio de esta fe, sino que la esconde, es más responsable ante Dios que el que no tiene esa fe.

En una escena del drama «El padre humillado» de Claudel, una muchacha judía, hermosísima pero ciega, aludiendo al doble significado de la luz, pregunta a su amigo cristiano: «Vosotros que veis, ¿qué uso habéis hecho de la luz?». Es una pregunta dirigida a todos nosotros que nos confesamos creyentes.

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DOMINGO 21 del TIEMPO ORDINARIO
Lectura Orante del Evangelio

Paso 1. Disponerse: Abre tu Biblia y tu corazón a la escucha del Señor. Piénsalo: El Señor habla en la Palabra, porque nos ama. Todos encontramos tiempo para lo que queremos. Pide al Espíritu el deseo de conocer más a Jesús en esta Palabra. Conocer y sentir vivamente su cercanía para poder hablar con él como se habla con un amigo.

DOMINGO 2O del Tiempo Ordinario, Ciclo A. Mt 15, 21-28

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: «¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?». Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas». Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?». Simón Pedro tomó la palabra y dijo: «Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo».

Jesús le respondió: «¡Bienaventurado tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Ahora yo te digo: tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

Paso 2. Leer: Lee despacio el texto, como si fuera la primera vez. ¿Para qué entra Jesús en diálogo con sus discípulos? Fíjate en el que mantiene con Pedro.

Paso 3. Escuchar: En la escucha busca abrirte al amor de Dios en el silencio del corazón. ¿Qué resuena de esta Palabra en tu interior? ¿Qué dice Jesús a la vida que llevas?

Paso 4. Orar: Busca responder al Señor con lo que esta lectura te hace decirle. Lee este verso del salmo de hoy: «Señor, tu misericordia es eterna, no abandones la obra de tus manos». ¿Verdad que te ayuda?

Paso 5. Vivir: La Palabra da vida. Intenta hacer tuya la confesión de Pedro: «Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo». ¿Vives tu vida desde esta fe?

27 de AGOSTO, SANTA MÓNICA, memoria, fiesta o solemnidad. LdeH de Santa Mujeres.

Que sus lágrimas y oraciones, unidas a su intercesión en el Cielo, hagan retornar a todos los esposos e hijos extraviados, como sucedió con Patricio y Agustín.

No lo olvidemos: Dios es capaz de hacer milagros, sobre todo milagros de conversión. Pues ¿acaso Dios se complace en la muerte del pecador? Por tanto, perseveremos en la oración y veremos las obras de Dios. Amén.

 


Novena a Santa Mónica, modelo de esposa y madre cristiana (9/9)

agosto 26, 2023

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NOVENA A SANTA MÓNICA (y 9)

Modelo de esposa y madre cristiana

Con textos bíblicos para la misa

NOTA: Con esta novena nos unimos a todas las mujeres que desean sinceramente ser fieles a su vocación de esposas y de madres cristianas. Asumimos sus alegrías y sus penas y les animamos a seguir los ejemplos de Santa Mónica.

Que sus lágrimas y oraciones, unidas a su intercesión en el Cielo, hagan retornar a todos los esposos e hijos extraviados, como sucedió con Patricio y Agustín.

No lo olvidemos: Dios es capaz de hacer milagros, sobre todo milagros de conversión. Pues ¿acaso Dios se complace en la muerte del pecador? Por tanto, perseveremos en la oración y veremos las obras de Dios. Amén.

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…

1. Oración preparatoria

Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, sobre todo en el hogar, y el poder llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida.

Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y el mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

2. Textos bíblicos y agustinianos para el noveno día

El éxtasis compartido de Ostia Tiberina de Mónica y Agustín

1.- Textos bíblicos para la misa

• Romanos, 8, 26-39.
• Salmo 83, 2-6.11. Dichosos los que viven en tu casa. M. Ag. pág. 79.
• San Juan, 17, 1-8.21-24.

2.- Textos agustinianos

“Estando ya cercano el día de su partida de esta vida, aconteció, por tus disposiciones misteriosas, según creo, (Dios mío), que ella y yo nos hallábamos asomados a una ventana que daba al jardín de la casa donde nos hospedábamos. Era en las cercanías de Ostia Tiberina. Allí, apartados de la gente, tras las fatigas de un viaje pesado, reponíamos fuerzas para la navegación.

Conversábamos, pues, solos los dos, con gran dulzura. Olvidándonos de lo pasado y proyectándonos hasta las realidades que teníamos delante, buscábamos juntos, en presencia de la verdad que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni llegó al corazón del hombre.

Abríamos con avidez la boca del corazón al elevado chorro de tu fuente, de la fuente de la vida que hay en ti, para que, rociados por ella según nuestra capacidad, pudiéramos en cierto modo imaginarnos una realidad tan maravillosa.

Y cuando nuestra reflexión llegó a la conclusión de que, frente al gozo de aquella vida, el placer de los sentidos carnales, por grande que sea y aunque esté revestido del máximo brillo corporal, no tiene punto de comparación y ni siquiera es digno de que se le mencione, tras elevarnos con afecto amoroso, más ardiente hacia él mismo, recorrimos gradualmente todas las realidades corporales, incluyendo el cielo desde donde el sol, la luna y las estrellas mandan sus destellos sobre la tierra.

Tú sabes, Señor, que aquel día, mientras hablábamos de estas cosas y, mientras al filo de nuestra conversación sobre estos temas, nos parecía más vil este mundo con todos sus atractivos, ella añadió: Hijo, por lo que a mí respecta, nada en esta vida tiene ya atractivo para mí. No sé qué hago aquí ni por qué estoy aquí, agotadas ya mis expectativas en este mundo. Una sola razón y deseo me retenían un poco en esta vida, y era verte cristiano católico antes de morir. Dios me lo ha dado con creces, puesto que, tras decir adiós a la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago aquí?” (Confesiones 9, 10).

3. Oración de los fieles

Dios, nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.

Después de cada invocación: Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por las vocaciones a la vida contemplativa, sobre todo entre las monjas agustinas recoletas, y por la fidelidad de cuantas viven este santo propósito por amor a Dios. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

Se pide la gracia que se desea alcanzar (pausa).

4. Oración final

Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de despedida

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

V. Bienaventurada santa Mónica,
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín, ruega por nosotros.

NOTA:

Enhorabuena a todas las madres y personas devotas que hayan rezado esta novena todos los días. La oración es perseverante y confiada. Las felicito y las animo a esperar con fe, pues los leprosos se curaron «mientras» obedecían a Jesús e iban a presentarse a los sacerdotes.

Ustedes pueden consolarse y volver confiadas a su vida ordinaria, pues la Palabra de Dios ha sido invocada sobre ustedes y sus familias. Ánimo. Bendiciones.


El maná de cada día, 26.8.23

agosto 26, 2023

Sábado de la 20ª semana de Tiempo Ordinario

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Noveno y último día de la Novena a Santa Mónica

El que se enaltece…
El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido

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PRIMERA LECTURA Rut 2, 1-3. 8-11; 4, 13-17

Tenía Noemí un pariente por parte de su marido; un hombre muy acomodado de la familia de Elimélec; su nombre era Booz.

Rut, la moabita, dijo a Noemí: «Puedo ir a espigar en el campo de quien me lo permita?».

Noemí respondió: «Sí, hija mía».

Marchó Rut a recoger espigas detrás de los segadores, y sucedió que vino a parar en una parcela de Booz, el de la familia de Elimélec.

Booz dijo entonces a Rut: «Escucha, hija mía. No vayas a espigar a otro campo, no te alejes de aquí. Quédate junto a mis criados. Fíjate dónde siegan los hombres y ve detrás de ellos. He mandado que no te molesten. Cuando tengas sed, bebe de los cántaros que ellos han llenado».

Ella se postró ante él y le dijo: «Por qué te interesas con tanta amabilidad por mí, que soy una simple extranjera?».

Booz respondió: «Me han contado cómo te has portado con tu suegra después de morir tu marido; cómo has dejado a tus padres y tu tierra natal para venir a un pueblo que no conocías».

Booz tomó a Rut por mujer. Se unió a ella, y el Señor hizo que concibiera y diera a luz un hijo.

Las mujeres dijeron a Noemí: «Bendito sea el Señor, que no te ha dejado sin protección. El nombre del difunto seguirá vivo en Israel. El niño será tu consuelo y amparo en la vejez, pues lo ha dado a luz tu nuera, que te quiere y ha demostrado ser para ti mejor que siete hijos».

Noemí tomó al niño, lo puso en su regazo y se encargó de criarlo. Las vecinas exclamaron: «A Noemí le ha nacido un hijo».

Y le pusieron por nombre Obed. Fue padre de Jesé, el padre de David.

SALMO 127, 1-2. 3. 4-5

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.

ALELUYA: Mt 23, 9. 10

Uno sólo es vuestro Padre, el del cielo; y uno sólo es vuestro maestro, el Mesías.

EVANGELIO: Mateo 23, 1-12

En aquel tiempo, habló Jesús a la gente y a sus discípulos, diciendo:

«En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y los fariseos: haced y cumplid todo lo que os digan; pero no hagáis lo que ellos hacen, porque ellos dicen, pero no hacen. Lían fardos pesados y se los cargan a la gente en los hombros, pero ellos no están dispuestos a mover un dedo para empujar. Todo lo que hacen es para que los vea la gente: alargan las filacterias y agrandan las orlas del manto; les gustan los primeros puestos en los banquetes y los asientos de honor en las sinagogas; que les hagan reverencias en las plazas y que la gente los llame “rabbí”.

Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar “rabbí”, porque Uno solo es vuestro maestro y todos vosotros sois hermanos.

Y no llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque Uno solo es vuestro Padre, el del cielo.

No os dejéis llamar maestros, porque uno solo es vuestro maestro, el Mesías.

El primero entre vosotros será vuestro servidor.

El que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».

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NOVENA A SANTA MÓNICA (9/9)
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Modelo de esposa y madre cristiana

Con textos bíblicos para la misa

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NOTA: Con esta novena nos unimos a todas las mujeres que desean sinceramente ser fieles a su vocación de esposas y de madres cristianas. Asumimos sus alegrías y sus penas y les animamos a seguir los ejemplos de Santa Mónica.

Que sus lágrimas y oraciones, unidas a su intercesión en el Cielo, hagan retornar a todos los esposos e hijos extraviados, como sucedió con Patricio y Agustín.

No lo olvidemos: Dios es capaz de hacer milagros, sobre todo milagros de conversión. Pues ¿acaso Dios se complace en la muerte del pecador? Por tanto, perseveremos en la oración y veremos las obras de Dios. Amén.

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Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…

1. Oración preparatoria

Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, sobre todo en el hogar, y el poder llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida.

Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

2. Textos bíblicos y agustinianos para el noveno día

El éxtasis de Ostia Tiberina de Mónica y Agustín

1.- Textos bíblicos para la misa

  • Romanos, 8, 26-39.
  • Salmo 83, 2-6.11. Dichosos los que viven en tu casa. M. Ag. pág. 79.
  • San Juan, 17, 1-8.21-24.

2.- Textos agustinianos

“Estando ya cercano el día de su partida de esta vida, aconteció, por tus disposiciones misteriosas, según creo, (Dios mío), que ella y yo nos hallábamos asomados a una ventana que daba al jardín de la casa donde nos hospedábamos. Era en las cercanías de Ostia Tiberina. Allí, apartados de la gente, tras las fatigas de un viaje pesado, reponíamos fuerzas para la navegación.

Conversábamos, pues, solos los dos, con gran dulzura. Olvidándonos de lo pasado y proyectándonos hasta las realidades que teníamos delante, buscábamos juntos, en presencia de la verdad que eres tú, cuál sería la vida eterna de los santos, que ni el ojo vio, ni el oído oyó ni llegó al corazón del hombre.

Abríamos con avidez la boca del corazón al elevado chorro de tu fuente, de la fuente de la vida que hay en ti, para que, rociados por ella según nuestra capacidad, pudiéramos en cierto modo imaginarnos una realidad tan maravillosa.

Y cuando nuestra reflexión llegó a la conclusión de que, frente al gozo de aquella vida, el placer de los sentidos carnales, por grande que sea y aunque esté revestido del máximo brillo corporal, no tiene punto de comparación y ni siquiera es digno de que se le mencione, tras elevarnos con afecto amoroso, más ardiente hacia él mismo, recorrimos gradualmente todas las realidades corporales, incluyendo el cielo desde donde el sol, la luna y las estrellas mandan sus destellos sobre la tierra.

Tú sabes, Señor, que aquel día, mientras hablábamos de estas cosas y, mientras al filo de nuestra conversación sobre estos temas, nos parecía más vil este mundo con todos sus atractivos, ella añadió: Hijo, por lo que a mí respecta, nada en esta vida tiene ya atractivo para mí. No sé qué hago aquí ni por qué estoy aquí, agotadas ya mis expectativas en este mundo. Una sola razón y deseo me retenían un poco en esta vida, y era verte cristiano católico antes de morir. Dios me lo ha dado con creces, puesto que, tras decir adiós a la felicidad terrena, te veo siervo suyo. ¿Qué hago aquí?” (Confesiones 9, 10).

3. Oración de los fieles

Dios, nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.

Después de cada invocación: Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos hacia ti. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y enseñanzas. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por las vocaciones a la vida contemplativa, sobre todo entre las monjas agustinas recoletoas, y por la fidelidad de cuantas viven este santo propósito por amor a Dios. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

Se pide la gracia que se desea alcanzar (pausa).

4. Oración final

Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de despedida

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

V. Bienaventurada santa Mónica R. Ruega por nosotros. V. Glorioso padre san Agustín R. Ruega por nosotros.


Novena a Santa Mónica, modelo de esposa y madre cristiana (8/9)

agosto 25, 2023

Estábamos en aquel silvestre apartamiento en compañía de mi madre, que se había asociado a nosotros con atuendo femenino, fe varonil, seguridad de anciana, amor de madre y piedad cristiana

NOVENA A SANTA MÓNICA (8)

Modelo de esposa y madre cristiana

Con textos bíblicos para la misa

NOTA: Con esta novena nos unimos a todas las mujeres que desean sinceramente ser fieles a su vocación de esposas y de madres cristianas. Asumimos sus alegrías y sus penas y les animamos a seguir los ejemplos de Santa Mónica.

Que sus lágrimas y oraciones, unidas a su intercesión en el Cielo, hagan retornar a todos los esposos e hijos extraviados, como sucedió con Patricio y Agustín.

No lo olvidemos: Dios es capaz de hacer milagros, sobre todo milagros de conversión. Pues ¿acaso Dios se complace en la muerte del pecador? Por tanto, perseveremos en la oración y veremos las obras de Dios. Amén.

Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…

1. Oración preparatoria

Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, sobre todo en la familia, y el poder llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida.

Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y el mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

2. Textos bíblicos y agustinianos para el octavo día.

Santa Mónica en Casiciaco, con Agustín y sus compañeros

1.- Textos bíblicos para la misa

• Romanos, 12, 9-16b. M. Ag. p. 72.
• Salmo 72, 25-28. Para mí lo bueno es estar junto a Dios. M. Ag. pág. 61.
• San Juan, 15, 1-14.

2.- Textos agustinianos

“Estábamos en aquel silvestre apartamiento en compañía de mi madre, que se había asociado a nosotros con atuendo femenino, fe varonil, seguridad de anciana, amor de madre y piedad cristiana” (Confesiones 9, 4).

Uno de los días, mientras se discute al estilo de los filósofos, llega Mónica, y Agustín quiere se tome nota de su entrada en escena. Ella se opone. Sin embargo, Agustín, entre otras cosas, le dice: “En estos escritos míos te expondría, pues, al ridículo si tú no amaras la sabiduría; no te despreciarías si la amases solamente un poco, y mucho menos, si la amases como yo mismo.

Pero tú la amas mucho más de lo que me amas a mí, y bien sé cuánto me amas, y has progresado tanto en ella que no te dejas asustar por el temor de una posible desgracia e incluso de la muerte. Esta tal disposición fue difícil de encontrar incluso en filósofos eminentes, y es, por unánime acuerdo de todos, la cumbre del amor de la sabiduría. Y yo, ¿no debería ser discípulo?

A este punto, con expresión dulce y caritativa, me respondió que jamás había dicho yo tantas mentiras” (Del orden 2, 33).

“Dios escucha largamente a quien vive bien. Oremos, pues, no para que nos dé riquezas, honores o bienes semejantes caducos e inciertos, a pesar de cualquier esfuerzo, sino aquellos bienes que nos hacen buenos y felices.

A ti, sobre todo, madre mía, confiamos el cometido de que nuestros deseos se cumplan en la fe. Yo creo sin duda ninguna y afirmo que por tus oraciones Dios me ha concedido la intención de no proponer, no querer, no pensar, no amar otra cosa que la con-secución de la verdad.

Y continúo creyendo que por tus peticiones conseguiremos un bien tan grande, al que hemos aspirado por tus méritos” (Del Orden, 2, 20, 53).


3. Oración de los fieles

Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.

Después de cada invocación: Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos hacia ti. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y enseñanzas. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por los profesores y los hombres de ciencia, para que siempre se dejen guiar en sus enseñanzas e investigaciones por la luz del Evangelio. Oremos.
R. Señor, que tu gracia nos santifique.

Se pide la gracia que se desea alcanzar (pausa)

4. Oración final

Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de despedida

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

V. Bienaventurada santa Mónica
R. Ruega por nosotros.
V. Glorioso padre san Agustín
R. Ruega por nosotros.


El maná de cada día, 25.8.23

agosto 25, 2023

Viernes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario

Octavo día de la Novena a Santa Mónica

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Alaba alma mía al Señor
Alaba, alma mía, al Señor


PRIMERA LECTURA: Rut 1, 1.3-6.14b-16.22

En tiempo de los jueces, hubo hambre en el país, y un hombre emigró, con su mujer Noemí y sus dos hijos, desde Belén de Judá a la campiña de Moab. Elimelec, el marido de Noemí, murió, y quedaron con ella sus dos hijos, que se casaron con dos mujeres moabitas: una se llamaba Orfá y la otra Rut.

Pero, al cabo de diez años de residir allí, murieron también los dos hijos, y la mujer se quedó sin marido y sin hijos.

Al enterarse de que el Señor había atendido a su pueblo dándole pan, Noemí, con sus dos nueras, emprendió el camino de vuelta desde la campiña de Moab. Orfá se despidió de su suegra y volvió a su pueblo, mientras que Rut se quedó con Noemí.

Noemí le dijo: «Mira, tu cuñada se ha vuelto a su pueblo y a su dios. Vuélvete tú con ella.»

Pero Rut contestó: «No insistas en que te deje y me vuelva. Donde tú vayas, iré yo; donde tú vivas, viviré yo; tu pueblo es el mío, tu Dios es mi Dios.»

Así fue como Noemí, con su nuera Rut, la moabita, volvió de la campiña de Moab. Empezaba la siega de la cebada cuando llegaron a Belén.


SALMO 145, 5-6ab.6c-7.8-9a.9be-10

Alaba, alma mía, al Señor.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob, el que espera en el Señor, su Dios, que hizo el cielo y la tierra, el mar y cuanto hay en él.

Que mantiene su fidelidad perpetuamente, que hace justicia a los oprimidos, que da pan a los hambrientos. El Señor liberta a los cautivos.

El Señor abre los ojos al ciego, el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos. El Señor guarda a los peregrinos.

Sustenta al huérfano y a la viuda y trastorna el camino de los malvados. El Señor reina eternamente, tu Dios, Sión, de edad en edad.

Aclamación antes del Evangelio: Sal 24, 4b. 5a

Dios mío, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad.

EVANGELIO: Mateo 22,34-40

En aquel tiempo, los fariseos, al oír que Jesús había hecho callar a los saduceos, formaron grupo, y uno de ellos, que era experto en la Ley, le preguntó para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿cuál es el mandamiento principal de la Ley?»

Él le dijo: «»Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con todo tu ser.» Este mandamiento es el principal y primero. El segundo es semejante a él: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo.»

Estos dos mandamientos sostienen la Ley entera y los profetas.»


NOVENA A SANTA MÓNICA (8)

Modelo de esposa y madre cristiana

Con textos bíblicos para la misa

.Rito de entrada

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.
Gloria al Padre…

1. Oración preparatoria

Padre y Señor nuestro, misericordia de cuantos en ti esperan, tú concediste a tu sierva santa Mónica el don inapreciable de saber reconciliar las almas entre sí y contigo; danos a nosotros el ser mensajeros de unión y de paz en nuestros ambientes, sobre todo en la familia, y el poder llevar a ti los corazones de nuestros hermanos con el ejemplo de nuestra vida.

Tú que hiciste a Mónica modelo y ejemplo de esposas, de madres y de viudas, concede por su intercesión la paz y mutuo amor a los casados; el celo y la solicitud en la educación de los hijos, a las madres; obediencia y docilidad, a los hijos; la santidad de vida, a las viudas; y a todos, el fiel seguimiento de Cristo, nuestro único y verdadero maestro. Te lo pedimos por el mismo Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

2. Textos bíblicos y agustinianos para el octavo día.

Santa Mónica en Casiciaco, con Agustín y sus compañeros

1.- Textos bíblicos para la misa

  • Romanos, 12, 9-16b. M. Ag. p. 72.
  • Salmo 72, 25-28. Para mí lo bueno es estar junto a Dios. M. Ag. pág. 61.
  • San Juan, 15, 1-14.

2.- Textos agustinianos

“Estábamos en aquel silvestre apartamiento en compañía de mi madre, que se había asociado a nosotros con atuendo femenino, fe varonil, seguridad de anciana, amor de madre y piedad cristiana” (Confesiones 9, 4).

Uno de los días, mientras se discute al estilo de los filósofos, llega Mónica, y Agustín quiere se tome nota de su entrada en escena. Ella se opone. Sin embargo, Agustín, entre otras cosas, le dice: “En estos escritos míos te expondría, pues, al ridículo si tú no amaras la sabiduría; no te despreciarías si la amases solamente un poco, y mucho menos, si la amases como yo mismo.

Pero tú la amas mucho más de lo que me amas a mí, y bien sé cuánto me amas, y has progresado tanto en ella que no te dejas asustar por el temor de una posible desgracia e incluso de la muerte. Esta tal disposición fue difícil de encontrar incluso en filósofos eminentes, y es, por unánime acuerdo de todos, la cumbre del amor de la sabiduría. Y yo, ¿no debería ser discípulo?

A este punto, con expresión dulce y caritativa, me respondió que jamás había dicho yo tantas mentiras” (Del orden 2, 33).

“Dios escucha largamente a quien vive bien. Oremos, pues, no para que nos dé riquezas, honores o bienes semejantes caducos e inciertos, a pesar de cualquier esfuerzo, sino aquellos bienes que nos hacen buenos y felices.

A ti, sobre todo, madre mía, confiamos el cometido de que nuestros deseos se cumplan en la fe. Yo creo sin duda ninguna y afirmo que por tus oraciones Dios me ha concedido la intención de no proponer, no querer, no pensar, no amar otra cosa que la con-secución de la verdad.

Y continúo creyendo que por tus peticiones conseguiremos un bien tan grande, al que hemos aspirado por tus méritos” (Del Orden, 2, 20, 53).

3. Oración de los fieles

Dios, Nuestro Señor, concedió a santa Mónica la conversión de su esposo Patricio y de su hijo Agustín. Pidamos por intercesión de ella un espíritu de verdadera conversión y una verdadera comprensión y amor a los demás.

Después de cada invocación: Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los cónyuges cristianos que tienen dificultades en su vida familiar, para que sepan ofrecerse mutuamente consuelo y ayuda. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todas las madres cristianas del mundo, para que sepan conducir a sus hijos hacia ti. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por cuantos sufren soledad y abandono en la sociedad o sufren por las debilidades morales de sus seres queridos. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por todos los que buscan la verdad y trabajan por ser fieles a tus preceptos y enseñanzas. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por el florecimiento de vocaciones a la vida agustino-recoleta seglar y religiosa, y por la perseverancia y fidelidad de cuantos se han comprometido a seguir a Cristo imitando a san Agustín. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

– Por los profesores y los hombres de ciencia, para que siempre se dejen guiar en sus enseñanzas e investigaciones por la luz del Evangelio. Oremos. R. Señor, que tu gracia nos santifique.

Se pide la gracia que se desea alcanzar (pausa)

4. Oración final

Escucha, Padre de bondad, nuestras oraciones, y tú que concediste a santa Mónica que con su vida, sus oraciones y sus lágrimas ganara para ti a su marido Patricio y a su hijo Agustín, concédenos, por su intercesión, que hagamos de nuestras vidas una ofrenda perenne en tu honor y al servicio de los hermanos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Rito de despedida

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

V. Bienaventurada santa Mónica R. Ruega por nosotros. V. Glorioso padre san Agustín R. Ruega por nosotros.