Solemnidad de Todos los Santos. El maná de cada día, 1.11.16

octubre 31, 2016

Solemnidad de Todos los Santos

1 de noviembre de 2016

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Todos hemos sido llamados a la plenitud del amor

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Antífona de entrada

Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios.


Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 7, 2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»

Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo: «Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Ésos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»

Me respondió: «Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»


SALMO 23, 1-2.3-4ab.5-6

Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.


SEGUNDA LECTURA: Juan 3, 1-3

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es.

Todo el que tiene esta esperanza en él se purifica a sí mismo, como él es puro.


Aclamación antes del Evangelio: Mateo 11, 28

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré, dice el Señor.


EVANGELIO: Mateo 5, 1-12

En aquel tiempo, al ver Jesús a la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»


Antífona de comunión: Mt 5, 8-10

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
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(Nota: Los subrayados son míos)

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GOZO Y ESPERANZA
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Entonces, en el cielo, tendrá lugar el regocijo grande y perfecto; entonces el gozo será pleno, cuando no sea la esperanza la que nos amamante, sino la realidad misma la que nos nutra.
No obstante, también ahora, en la tierra, antes que la realidad misma llegue a nosotros, antes de que nosotros nos acerquemos a ella, alegrémonos en el Señor, pues no es pequeño el gozo que produce la esperanza de lo que luego será realidad.

 San Agustín (Sermón 21, 1).

Con la confianza que inspira en nuestro corazón el Espíritu Santo, nos alegramos de que el Padre Celestial, de manera particular hoy, se goce al ver que la Sala del Festín de las Bodas de su Hijo está casi completamente llena de invitados.

Mereció la pena, Padre Santo, fuente de toda vida, disponerlo todo desde la eternidad, y con una gran ilusión esperar hasta que tus hijos se gocen con tu Amor y Plenitud eterna.

El Espíritu nos permite también gozarnos con el Hijo que hoy está al frente de una multitud de Hermanos que, gracias a su Sangre, tienen vida en abundancia y alaban pletóricos de alegría y felicidad al Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra.

Mereció la pena, Señor Jesús, mi Salvador bendito, ser obediente y fiel hasta la muerte y una muerte de Cruz. Ahora nos dices: Mi alegría está en vosotros. Y mi alegría está también en el Padre. Me siento feliz al retomar mi condición de ser el Primogénito de muchos hermanos y hermanas para gloria de Dios Padre, que es digno de toda bendición.

Así mi alegría llega a plenitud, pues con vosotros no he guardado secretos. Os dije todo lo que había oído a mi Padre. Venid, benditos de mi Padre, venid, pues sois mi gloria y mi corona. Amén, para siempre.

En el Espíritu nos congratulamos por esta mutua felicitación del Padre y del Hijo, por esa mutua complementariedad y solidaridad, en sí mismos, y en su relación con los hombres.

Todo está cumplido, se ha cumplido lo dipuesto por el Padre, lo realizado por el Hijo.

En el Espíritu abrazamos al Padre y al Hijo para formar la familia de Dios. Experimentamos y saboreamos qué bueno es vivir los hermanos unidos. El Espíritu abraza al Padre y al Hijo. Él es la comunión en persona.

Él prolonga la comunión del Padre y del Hijo en la comunidad eclesial fundada en la comunión de los Hermanos unidos en un mismo Espíritu. El Espíritu prolonga la familia trinitaria en la familia de los Hijos de Dios.

Ven, Señor Jesús. Ven, Espíritu divino y haz nuevas todas las cosas. Amén.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Dios sea bendito en sus Ángeles y en sus Santos. Amén. Aleluya.

(P. Ismael)

 

Tres preguntas sobre el cielo

Por Guillermo Juan Morado

La consideración conjunta de las tres lecturas que la Iglesia ha seleccionado para la celebración de la solemnidad de Todos los Santos responde a tres preguntas que podemos hacernos: ¿Quiénes están en el cielo?, ¿qué es el cielo? y ¿cómo se va al cielo?

Lo más importante, creo yo, es que nosotros deseemos de verdad el cielo. Pues lo que no se desea no despierta curiosidad ni tampoco se busca. Aspiraremos al cielo si el cielo nos resulta deseable, apetecible. El deseo es movimiento, acción e impulso. Un dinamismo bueno si el objeto de ese anhelo es bueno.

¿Quiénes están en el cielo? Responde la palabra de Dios en el libro del Apocalipsis: “una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua”. Los que han llegado ya a la meta son muchos; son muchedumbre, una multitud inmensa de personas. Tantas que es imposible contarlas. Tantas que proceden de la universalidad del tiempo y del espacio: de ayer y de hoy, de cerca y de lejos. Tantas que superan las estrecheces que nos acechan y que nos dividen en la vida presente: “de toda nación, raza, pueblo y lengua”.

Yo espero que, entre tantos, estarán muchos a quienes hemos conocido y amado en esta vida. Sobre los santos canonizados por el Papa Francisco tenemos la certeza de que están gozando de Dios en el cielo. Y, como ellos, tantos otros: familiares, amigos, seres queridos… Una muchedumbre inmensa.

La segunda pregunta es: ¿Qué es el cielo? Y viene a contestarnos la primera carta del Apóstol San Juan: “lo veremos tal cual es”. El cielo es “ver” a Dios. Sin intermediarios, o con la sola mediación de quien es Dios y hombre, Jesucristo. No se puede ver a Dios sin morir, pero en el cielo ya no hay muerte y la comunicación con Dios será todo lo directa que pueda ser. Dios nos ha “divinizado” por la gracia para que podamos verle a Él. El cielo no es tanto un “qué” como un “quién”.

El cielo es Dios. Ahora vivimos ya en comunión con Dios en el claroscuro de la fe; pero la fe pertenece a la provisionalidad del camino de esta vida. La fe se verá culminada, coronada, en la visión.

La tercera pregunta es: ¿Cómo se va al cielo? Jesús nos lo dice con las bienaventuranzas: “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios”. Las bienaventuranzas constituyen el retrato de Jesús. Ser bienaventurado es ser como Jesús, parecerse a Él, dejándonos modelar por el Espíritu Santo.

No es imposible ser bienaventurado. Muchos lo son, incluso muchos cercanos a nosotros. Y, además, no es una tarea que podamos emprender solo con nuestros esfuerzos. Podemos llegar a ser bienaventurados si nos abrimos a la acción de la gracia de Dios.

¿Quiénes están en el cielo? ¿Qué es el cielo? ¿Cómo se va al cielo? La fe, que se transmite sacramentalmente en la Liturgia (cf Lumen fidei, 40) nos da una respuesta que aviva el deseo, el ansia de Dios.

Celebrar la fe es la mejor manera de profesarla y de dejarse guiar por la energía enorme que despliega. Una energía que hace posible el amor y la esperanza.

http://infocatolica.com/blog/puertadedamasco.php/1310311046-tres-preguntas-sobre-el-cielo

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SOLEMNIDAD DE TODOS LOS SANTOS
(P. Francisco Fernández Carvajal, HABLAR CON DIOS)
Alegrémonos todos en el Señor, al celebrar este día de fiesta en honor de todos los santos: de esta solemnidad se alegran los ángeles y alaban al Hijo de Dios.
La fiesta de hoy recuerda y propone a la meditación común algunos componentes fundamentales de nuestra fe cristiana, señalaba el Papa Juan Pablo II. En el centro de la Liturgia están sobre todo los grandes temas de la Comunión de los Santos, del destino universal de la salvación, de la fuente de toda santidad que es Dios mismo…
Pero la clave de la fiesta que hoy celebramos “es la alegría, como hemos rezado en la antífona de entrada:
Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos; y se trata de una alegría genuina, límpida, corroborante, como la de quien se encuentra en una gran familia donde sabe que hunde sus propias raíces…”.
Esta gran familia es la de los santos: los del Cielo y los de la tierra. La Iglesia, nuestra Madre, nos invita hoy a pensar en aquellos que, como nosotros, pasaron por este mundo con dificultades y tentaciones parecidas a las nuestras, y vencieron. Es esa muchedumbre inmensa que nadie podría contar, de toda nación, raza, pueblo y lengua, según nos recuerda la primera lectura de la Misa.
Todos están marcados en la frente y vestidos con vestiduras blancas, lavadas en la sangre del Cordero. La marca y los vestidos son símbolos del Bautismo, que imprime en el hombre, para siempre, el carácter de la pertenencia a Cristo, y la gracia renovada y acrecentada por los sacramentos y las buenas obras. Muchos Santos de toda edad y condición han sido reconocidos como tales por la Iglesia, y cada año los recordamos en algún día preciso y los tomamos como intercesores…
Pero hoy festejamos, y pedimos su ayuda, a esa multitud incontable que alcanzó el Cielo después de pasar por este mundo sembrando amor y alegría, sin apenas darse cuenta de ello; recordamos a aquellos que, mientras estuvieron entre nosotros, hicieron, quizá, un trabajo similar al nuestro: oficinistas, labriegos, catedráticos, comerciantes, secretarias…; también tuvieron dificultades parecidas a las nuestras y debieron recomenzar muchas veces, como nosotros procuramos hacer; y la Iglesia no hace una mención nominal de ellos en el Santoral.
A la luz de la fe, forman “un grandioso panorama: el de tantos y tantos fieles laicos a menudo inadvertidos o incluso incomprendidos; desconocidos por los grandes de la tierra, pero mirados con amor por el Padre, hombres y mujeres que, precisamente en la vida y actividad de cada jornada, son los obreros incansables que trabajan en la viña del Señor; son los humildes y grandes artífices por la potencia de la gracia, ciertamente del crecimiento del Reino de Dios en la historia”.
Son, en definitiva, aquellos que supieron “con la ayuda de Dios conservar y perfeccionar en su vida la santificación que recibieron” en el Bautismo. Todos hemos sido llamados a la plenitud del Amor, a luchar contra las propias pasiones y tendencias desordenadas, a recomenzar siempre que sea preciso, porque “la santidad no depende del estado soltero, casado, viudo, sacerdote, sino de la personal correspondencia a la gracia, que a todos se nos concede”.
La Iglesia nos recuerda que el trabajador que toma cada mañana su herramienta o su pluma, o la madre de familia dedicada a los quehaceres del hogar, en el sitio que Dios les ha designado, deben santificarse cumpliendo fielmente sus deberes.
Es consolador pensar que en el Cielo, contemplando el rostro de Dios, hay personas con las que tratamos hace algún tiempo aquí abajo, y con las que seguimos unidas por una profunda amistad y cariño. Muchas ayudas nos prestan desde el Cielo, y nos acordamos de ellas con alegría y acudimos a su intercesión.
Hacemos hoy nuestra aquella petición de Santa Teresa, que también ella misma escuchará, en esta Solemnidad: “¡Oh ánimas bienaventuradas, que tan bien os supisteis aprovechar, y comprar heredad tan deleitosa…! Ayudadnos, pues estáis tan cerca de la fuente; coged agua para los que acá perecemos de sed”.
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HIMNO DE LA LITURGIA DE LAS HORAS, OFICIO DE LECTURA
Peregrinos del reino celeste,
hoy, con nuestras plegarias y cantos,
invocamos a todos los santos,
revestidos de cándida veste.Estos son los que a Cristo siguieron,
y por Cristo la vida entregaron,
en su sangre de Dios se lavaron,
testimonio de amigos le dieron.

Sólo a Dios en la tierra buscaron,
y de todos hermanos se hicieron.
Porque a todos sus brazos se abrieron,
éstos son los que a Dios encontraron.

Desde el cielo, nos llega cercana
su presencia y su luz guiadora:
nos invitan, nos llaman ahora,
compañeros seremos mañana.

Animosos, sigamos sus huellas,
nuestro barro será transformado
hasta verse con Cristo elevado
junto a Dios en su cielo de estrellas.

Gloria a Dios, que ilumina este día:
gloria al Padre, que quiso crearnos,
gloria al Hijo, que vino a salvarnos,
y al Espíritu que él nos envía. Amén.


Cinco claves para conseguir más empatía en las redes sociales

octubre 31, 2016

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Tres jóvenes internautas

Tres jóvenes internautas interactuando con sus seguidores

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Cinco claves para conseguir más empatía en las redes sociales

El engagement es esencial para captar la atención y relacionarnos con nuestros seguidores

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El paradigma de las redes sociales ha ido evolucionando a lo largo de los últimos años. Parece que, por fin, las empresas empiezan a darse cuenta de que no es suficiente con estar presente, sino que también hay que captar la atención de nuestros seguidores y crear relaciones con ellos. Las marcas deben centrarse más en ser sociales y no solo estar en las redes sociales.

En este contexto, se han puesto de moda palabras como el término anglosajón engagement, que podría traducirse literalmente por compromiso. Sin embargo, ¿qué quiere decir realmente esta palabra en términos marketinianos? Y más importante aún: ¿Cómo podemos lograr conseguir más engagement con nuestros seguidores en las redes sociales?

Empecemos por definir este término: literalmente, quiere decir compromiso. Sin embargo, no es una definición del todo correcta para el ámbito de las redes sociales. En este caso, engagement puede traducirse como el grado en que un seguidor interactúa y se identifica o vincula emocionalmente con nuestra marca.

La importancia de los valores

En definitiva, cuando hablamos de redes sociales desde la perspectiva de empresa, no basta con ser competitivos o incluso transgresores, algo que en demasiadas ocasiones abunda en el actual sistema de relaciones a través de internet.

Son mucho más efectivos otros conceptos relacionados con valores que podemos generar mediante nuestras publicaciones dirigidas a la comunidad en red: empatía, compromiso, generosidad, implicación, transparencia, entusiasmo, interacción, vínculos emocionales, conexión, fidelidad y compromiso.

En ese sentido, medir una relación o un sentimiento nunca es fácil, por no decir imposible. Pero basándonos en ciertas métricas podemos saber si vamos bien encaminamos.

Por ejemplo, entre otras:

Ahora que tenemos claro de lo que hablamos, la siguiente pregunta es: ¿Cómo lograrlo? Según WebtoGo, agencia de diseño web en Barcelona, la clave está en crear contenidos que gusten a nuestros seguidores y fomenten su participación gracias a haber despertado sus emociones. Para dar en la diana, estas podrían ser cinco claves para conseguir más empatía, engagement o interacción en las redes socialesEs fundamental demostrar interés por tu público y pedirle su opinión sobre los contenidos que publicas.

  1. Céntrate en tu comunidad y no en ti

No te dediques a publicitar tus servicios o productos, pregúntate qué tipo de contenidos le gustaría leer a tu comunidad. O, mejor aún, pregúntales a ellos directamente qué tipo de contenido prefieren. La cuestión es que demuestres interés por tu público y les pidas opinión sobre los contenidos que publicas.

  1. Crea contenidos de calidad y relevantes

Siguiendo en la línea del punto anterior, regala un contenido de calidad que pueda resultar verdaderamente útil a tus seguidores. Al fin y al cabo, consiste en ser generosos, dar sin esperar nada a cambio. Pero puedes estar seguro de que, con constancia, recibirás, porque publicar un contenido relevante te llevará a que lo compartan y pueda viralizarse mejor.

  1. Conversa con tus seguidores

Es fundamental que no te dediques a comunicar unilateralmente sin tener en cuenta a tus seguidores y serles fieles. Crear diálogos que les animen a participar y dar su opinión, ofrecer soluciones a problemas planteados por ellos y responder a sus preguntas son componentes importantes que provocarán una mayor interacción con tus contenidos cada vez que publiques algo.

  1. Sorprende con contenidos más visuales y atractivos

Cada vez hay más y más contenidos en la red, y la única manera de destacar en ese océano de información es a través de contenidos más visuales. Imágenes, infografías o videos hacen que los contenidos sean mucho más atractivos para los seguidores. Por una parte, captan rápidamente su atención y, por otra, facilitan más su lectura ya que entran por los ojos.

  1. Llama a la acción de manera directa y transparente

La mejor manera de que tus fans hagan algo que quieres que hagan, es pedírselo de una manera directa y transparente. Animarles a comentar o compartir una publicación es algo que no cuesta y que, pedido de una forma correcta y usando la persuasión, va a dar resultados sorprendentes.

Artículo originalmente publicado por Forum Libertas

Cinco claves para conseguir más empatía en las redes sociales


El maná de cada día, 31.10.16

octubre 31, 2016

Lunes de la 31ª semana del Tiempo Ordinario

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Buscad todos el interés de los demás



PRIMERA LECTURA: Filipenses 2, 1-4

Si queréis darme el consuelo de Cristo y aliviarme con vuestro amor, si nos une el mismo Espíritu y tenéis entrañas compasivas, dadme esta gran alegría: manteneos unánimes y concordes con un mismo amor y un mismo sentir.

No obréis por rivalidad ni por ostentación, dejaos guiar por la humildad y considerad siempre superiores a los demás.

No os encerréis en vuestros intereses, sino buscad todos el interés de los demás.


SALMO 130, 1.2.3

Guarda mi alma en la paz junto a ti, Señor.

Señor, mi corazón no es ambicioso, ni mis ojos altaneros; no pretendo grandezas que superan mi capacidad.

Sino que acallo y modero mis deseos, como un niño en brazos de su madre.

Espera Israel en el Señor ahora y por siempre.


Aclamación antes del Evangelio: Juan 8, 31-32

Si os mantenéis en mi palabra, seréis de verdad discípulos míos y conoceréis la verdad, dice el Señor.

EVANGELIO: Lucas 14, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a uno de los principales fariseos que lo había invitado:

«Cuando des una comida o una cena, no invites a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a los vecinos ricos; porque corresponderán invitándote, y quedarás pagado.

Cuando des un banquete, invita a pobres, lisiados, cojos y ciegos; dichoso tú, porque no pueden pagarte; te pagarán cuando resuciten los justos.»


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CUIDA LA INTENCIÓN DE TUS ACTOS

Aparentemente puede que tu vida no se distinga mucho de la de los demás. Y, sin embargo, aunque hagas lo mismo que ellos, no debes hacerlo de la misma forma.

En cada acción, en cada palabra, en cada acontecimiento, en cada minuto de tu jornada, hay algo capaz de dar valor de infinito a todo y de transformar lo más ínfimo y despreciable a los ojos humanos en gloria a Dios.

Si eres capaz de rectificar a menudo la intención de tus actos, de reconducirlo todo a su centro, que es el corazón de Dios, estás dando pasos de gigante en la tarea de tu propia santificación y en la del bien de las almas.

Purificar la intención y procurar ver a Dios en todo y en todos te proporciona un continuo incremento de libertad y de señorío sobre ti mismo y sobre las cosas.

Vivir la rectitud de intención te ayuda a ir purificando esa mirada de fe que necesitas para vivir el día a día sobrevolando y planeando, como las águilas, por encima de incomprensiones, juicios ajenos, opiniones contrarias, criterios desacertados, dimes y diretes.

No olvides comenzar tu jornada ofreciendo todo a tu Dios. No olvides renovar ese ofrecimiento a lo largo del día, en momentos especialmente señalados, en circunstancias difíciles o incomprensibles, en las situaciones imprevistas y absurdas, en las propias faltas y caídas.

Y, sobre todo, no olvides llenar ese último momento del día, la última oportunidad de la jornada, con un confiado y renovado ofrecimiento a tu Dios de lo que eres y quieres ser.

Viviendo la rectitud de intención experimentarás una y otra vez que Dios es ese Padre fiel que, en cada momento de tu vida, no se cansa de esperarte y salir a tu encuentro.

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Papa Francisco concede nueva entrevista antes de su viaje a Suecia

octubre 30, 2016

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Papa entrevistado

Papa entrevistado por La Civiltà Cattolica

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Papa Francisco concede nueva entrevista antes de su viaje a Suecia

Por Miguel Pérez Pichel

VATICANO, 28 Oct. 16 / 10:17 am (ACI).- Cuando faltan tres días para su viaje a Suecia –del 31 de octubre al 1 de noviembre– con motivo de la conmemoración de los 500 años de la reforma luterana y los 50 del diálogo ecuménico católico-luterano, el Papa Francisco concedió una entrevista a la revista La Civilità Cattolica, que pertenece a la Compañía de Jesús.

En el diálogo publicado este viernes 28 de octubre, pero realizado el pasado 24 de septiembre, el Santo Padre conversa con el director de la revista jesuita sueca Signum, Ulf Jonsson, sobre la importancia de su viaje a ese país, su experiencia personal con los luteranos de Argentina y otros países, el diálogo ecuménico y el rol de las religiones en el mundo, entre otros temas.

Sobre la importancia de su viaje a Suecia, el Pontífice dijo que “me viene a la mente una sola palabra: acercarme. Mi experiencia y mi expectativa son la de acercarme más a mis hermanos y mis hermanas. La cercanía hace bien a todos. La distancia en cambio nos hace enfermar”.

“Cuando nos alejamos, nos cerramos dentro de nosotros mismos” y ya no hay capacidad para “encontrarnos. Nos dejamos atrapar por el miedo. Es necesario salir para encontrar a los otros”, dijo el Papa.

“Mi esperanza -continuó- es que podamos lograr dar un paso de cercanía, estar más cerca a mis hermanos y mis hermanas que viven en Suecia”.

Recordando la importancia del papel del diálogo teológico, el Papa señaló que “hacer algo juntos, es una forma muy eficaz de diálogo”, en particular, mediante la oración y las obras de misericordia.

En este sentido, destacó la importancia del ecumenismo de la sangre: “cuando los cristianos sufren persecución y son asesinados, esa persecución, esa muerte, la sufren por ser cristianos, no por ser luteranos, calvinistas, anglicanos, católicos u ortodoxos”, resaltó.

El Santo Padre reiteró luego que “no se puede hacer la guerra en nombre de la religión, en nombre de Dios. Eso es una blasfemia, es satánico”.

El Papa Francisco aterrizará en el aeropuerto internacional de Malmö el lunes 31 de octubre. Se reunirá con el primer ministro sueco, Stefan Löfven, en las mismas instalaciones del aeropuerto, para mantener un encuentro de cortesía. A continuación saludará a la Familia Real en el Palacio Real de Lund. En la catedral luterana de esta misma ciudad, a las 14.30, hará una oración ecuménica conjunta.

El acto central del viaje tendrá lugar a las 16.40 en el estadio de Malmö. Allí se producirá el evento ecuménico y el encuentro con las diferentes delegaciones ecuménicas y se rezará por la paz en Siria.

El martes 1 de noviembre, el Papa celebrará la Santa Misa a las 9.30 en el estadio Swedbank de Malmö antes de dirigirse al aeropuerto para regresar a Roma.

La entrevista completa (en italiano) AQUÍ.

 

 


El maná de cada día, 30.10.16

octubre 29, 2016

Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, Ciclo C

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Baja en seguida, hoy tengo que alojarme en tu casa



Antífona de entrada: Sal 37, 22-23

No me abandones, Señor, Dios mío, no te quedes lejos; ven a prisa a socorrerme, Señor mío, mi salvación.


Oración colecta

Señor de poder y de misericordia, que has querido hacer digno y agradable por favor tuyo el servicio de tus fieles, concédenos caminar sin tropiezos hacia los bienes que nos prometes. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Sabiduría 11, 22-12, 2

Señor, el mundo entero es ante ti como grano de arena en la balanza, como gota de rocío mañanero que cae sobre la tierra.

Pero te compadeces de todos, porque todo lo puedes, cierras los ojos a los pecados de los hombres, para que se arrepientan.

Amas a todos los seres y no odias nada de lo que has hecho; si hubieras odiado alguna cosa, no la habrías creado.

Y ¿cómo subsistirían las cosas, si tú no lo hubieses querido? ¿Cómo conservarían su existencia, si tú no las hubieses llamado? Pero a todos perdonas, porque son tuyos, Señor, amigo de la vida. Todos llevan tu soplo incorruptible.

Por eso, corriges poco a poco a los que caen, les recuerdas su pecado y los reprendes, para que se conviertan y crean en ti, Señor.


SALMO 144, 1-2. 8-9. 10-11. 13cd-14

Bendeciré tu nombre por siempre, Dios mío, mi rey.

Te ensalzaré, Dios mío, mi rey; bendeciré tu nombre por siempre jamás. Día tras día, te bendeciré y alabaré tu nombre por siempre jamás.

El Señor es clemente y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad; el Señor es bueno con todos, es cariñoso con todas sus criaturas.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.


SEGUNDA LECTURA: 2 Tesalonicenses 1, 11-2, 2

Hermanos: Pedimos continuamente a Dios que os considere dignos de vuestra vocación, para que con su fuerza os permita cumplir buenos deseos y la tarea de la fe; para que así Jesús, nuestro Señor, sea glorificado en vosotros, y vosotros en él, según la gracia de nuestro Dios y del Señor Jesucristo.

Os rogamos, hermanos, a propósito de la venida de nuestro Señor Jesucristo y de nuestra reunión con él, que no perdáis fácilmente la cabeza ni os alarméis por supuestas revelaciones, dichos o cartas nuestras, como si afirmásemos que el día del Señor está encima.


Aclamación antes del Evangelio: Jn 3, 16

Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único. Todo el que cree en él tiene vida eterna.


EVANGELIO: Lucas 19, 1-10

En aquel tiempo, entró Jesús en Jericó y atravesaba la ciudad. Un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de distinguir quién era Jesús, pero la gente se lo impedía, porque era bajo de estatura. Corrió más adelante y se subió a una higuera, para verlo, porque tenía que pasar por allí.

Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y dijo: «Zaqueo, baja en seguida, porque hoy tengo que alojarme en tu casa.»

Él bajó en, seguida y lo recibió muy contento.

Al ver esto, todos murmuraban, diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador.»

Pero Zaqueo se puso en pie y dijo al Señor: «Mira, la mitad de mis bienes, Señor, se la doy a los pobres; y si de alguno me he aprovechado, le restituiré cuatro veces más.»

Jesús le contestó: «Hoy ha sido la salvación de esta casa; también éste es hijo de Abrahán.
Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido.»


Antífona de la comunión: Sal 15, 11

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, Señor.


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LECTIO DIVINA, DOMINGO 31º del TIEMPO ORDINARIO, CICLO C

Paso 1. Disponerse: Repite varias veces: «Habla, Señor, que tu siervo escucha». Pide al Espíritu encontrarte con Jesús en las palabras del texto.

Lucas 19, 1-10

Entró en Jericó e iba atravesando la ciudad. En esto, un hombre llamado Zaqueo, jefe de publícanos y rico, trataba de ver quién era Jesús, pero no lo lograba a causa del gentío, porque era pequeño de estatura. Corriendo más adelante, se subió a un sicomoro para verlo, porque tenía que pasar por allí. Jesús, al llegar a aquel sitio, levantó los ojos y le dijo: «Zaqueo, date prisa y baja, porque es necesario que hoy me quede en tu casa». El se dio prisa en bajar y lo recibió muy contento. Al ver esto, todos murmuraban diciendo: «Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador». Pero Zaqueo, de pie, dijo al Señor: «Mira, Señor, la mitad de mis bienes se la doy a los pobres; y si he defraudado a alguno, le restituyo cuatro veces más». Jesús le dijo: «Hoy ha sido la salvación de esta casa, pues también este es hijo de Abrahán. Porque el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Paso 2. Leer: Fíjate en los personajes del texto: ¿qué hace Zaqueo a lo largo de este pasaje? ¿Qué lleva Jesús a la casa de Zaqueo?

Paso 3. Escuchar: Para que las palabras suenen en tu corazón, guarda silencio. ¿Por qué no pruebas a ser Zaqueo, a tratar de ver a Jesús para que él te vea y te hable?

Paso 4. Orar: ¿Te ayuda esta lectura a hablar a Jesús con confianza y alegría? ¿Cómo es tu encuentro con Jesús? ¿Qué es lo primero que le dices? ¿Cuáles son tus sentimientos? ¿Qué es lo más importante que, de todas maneras, quieres transmitirle y confiarle a Jesús?

Paso 5. Vivir: ¿Te invita a cambiar de actitud esta lectura? ¿Estás dispuesto a desprenderte de lo que te separa de Dios?

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Comentario para el Domingo XXXI del Tiempo Ordinario, por monseñor Jesús Sanz Montes, ofm, arzobispo de Oviedo, administrador apostólico de Huesca y de Jaca (Octubre de 2010).
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El Evangelio de este domingo nos llena de una serena esperanza. Jesús no ha venido para el regalo fácil, para el aplauso falaz y la lisonja barata de los que están en el recinto seguro, sino más bien «ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido».

Aquella sociedad judía había hecho una clasificación cerrada de los que valían y de los que no. Jesús romperá ese elenco maldito, ante el escándalo de los hipócritas, y será frecuente verle tratar con los que estaban condenados a toda marginación: enfermos, extranjeros, prostitutas y publicanos.

Era la gente que, por estar perdida, Él había venido precisamente a buscar. Concretamente, Zaqueo tenía en su contra que era rico y jefe de publicanos, con una profesión que le hacía odioso ante el pueblo y con una riqueza de dudosa adquisición.

Jesús como Pastor bueno que busca una oveja perdida, o una dracma extraviada, buscará también a este Zaqueo, y le llamará por su nombre para hospedarse en su casa: «Hoy ha llegado la salvación a esta casa».

Lucas emplea en su evangelio más veces este adverbio, hoy: cuando comienza su ministerio público («hoy se cumple esta escritura que acabáis de oír» Lc 4, 16-22), y cuando esté con Dimas, el buen ladrón, en el calvario («te aseguro que hoy estarás conmigo en el Paraíso» Lc 23, 43 ).

El odio hacia Zaqueo, el señalamiento que murmura, condena y envidia… no sirvieron para transformar a este hombre tan bajito como aprovechón.

Bastó una mirada distinta en su vida, fue suficiente que alguien le llamase por su nombre con amor, y entrase en su casa sin intereses lucrativos, para que este hombre cambiase, para que volviese a empezar arreglando sus desaguisados.

La oscuridad no se aclara denunciando su tenebrosidad, sino poniendo un poco de luz. Es lo que hizo Jesús en esa casa y en esa vida. Y Zaqueo comprendió, pudo ver su error, su mentira y su injusticia, a la luz de esa Presencia diferente.

La luz misericordiosa de Jesús, provocó en Zaqueo el cambio que no habían podido obtener los odios y acusaciones sobre este hombre. Fue su hoy, su tiempo de salvación.

¿Podremos hacer escuchar en nuestro mundo esa voz de Alguien que nos llama por nuestro nombre, sin usarnos ni manipularnos, sin echarnos más tierra encima, sin señalar inútilmente todas las zonas oscuras de nuestra sociedad y de nuestras vidas personales, sino sencillamente poniendo luz en ellas?

Quiera el Señor visitar también hoy la casa de este mundo y de esta humanidad. Será el milagro de volver a empezar para quienes le acojamos, como Zaqueo.

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El maná de cada día, 29.10.16

octubre 29, 2016

Sábado de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

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Humildad es vivir serenamente en la realidad de lo que somos



PRIMERA LECTURA: Filipenses 1, 18b-26

De la manera que sea, con segundas intenciones o con sinceridad, se anuncia a Cristo, y yo me alegro; y me seguiré alegrando, porque sé que esto será para mi bien, gracias a vuestras oraciones y al Espíritu de Jesucristo que me socorre.

Lo espero con impaciencia, porque en ningún caso saldré derrotado; al contrario, ahora, como siempre, Cristo será glorificado abiertamente en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte. Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el morir.

Pero, si el vivir esta vida mortal me supone trabajo fructífero, no sé qué escoger. Me encuentro en este dilema: por un lado, deseo partir para estar con Cristo, que es con mucho lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida veo que es más necesario para vosotros.

Convencido de esto, siento que me quedaré y estaré a vuestro lado, para que avancéis alegres en la fe, de modo que el orgullo que sentís por mí en Jesucristo rebose cuando me encuentre de nuevo entre vosotros.


SALMO 41

Mi alma tiene sed del Dios vivo.

Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío.

Mi alma tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios?

Recuerdo cómo marchaba a la cabeza del grupo hacia la casa de Dios, entre cantos de júbilo y alabanza, en el bullicio de la fiesta.


ALELUYA: Mateo 11, 29ab

Cargad con mi yugo y aprended de mí -dice el Señor-, que soy manso y humilde de corazón.


EVANGELIO: Lucas 14, 1.7-11

Un sábado, entró Jesús en casa de uno de los principales fariseos para comer, y ellos le estaban espiando. Notando que los convidados escogían los primeros puestos, les propuso esta parábola:

«Cuando te conviden a una boda, no te sientes en el puesto principal, no sea que hayan convidado a otro de más categoría que tú; y vendrá el que os convidó a ti y al otro y te dirá: «Cédele el puesto a éste.» Entonces, avergonzado, irás a ocupar el último puesto.

Al revés, cuando te conviden, vete a sentarte en el último puesto, para que, cuando venga el que te convidó, te diga: «Amigo, sube más arriba.» Entonces quedarás muy bien ante todos los comensales.

Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido.»

(Nota: La letra negrita es mía)

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LA HUMILDAD NOS PONE EN NUESTRO SITIO

El pecado original sigue actuando en nosotros como una poderosa fuerza centrípeta: continuamente nos arrastra hacia un egocentrismo que, si no sabemos desenmascarar a tiempo, termina por convertirse en el eje que va desequilibrando nuestra vida interior y hasta nuestra psicología o nuestra afectividad.

Tendemos a engrandecer y sobrevalorar todo lo nuestro, con lo que nos hacemos engreídos, soberbios, vanidosos y orgullosos, y terminamos viviendo subidos en el pedestal del propio ego, soñando en el mundo ideal de un yo ficticio e irreal.

Tendemos también a infravalorarnos, llegando incluso hasta el autodesprecio, creyendo quizá que así somos más humildes ante los demás, sin darnos cuenta de que detrás de esa autocompasión, de esa no aceptación de uno mismo, de esa visión negativa, pesimista y autodestructiva, seguimos encaramados en el mismo pedestal de nuestro ego y alimentando la misma imagen ficticia e irreal de nosotros mismos.

La humildad es el contrapeso que equilibra esta fuerza egocéntrica. Es la virtud que atempera el voluntarismo, que modera los sentimentalismos, que doblega la razón y nos coloca ajustadamente en nuestro sitio, ante Dios y ante los demás.

Humildad es vivir serenamente en la realidad de lo que somos, sin ocultar ni aparentar lo contrario, sin huir de nuestra propia condición, carácter o forma de ser, sin ñoñerías ni falsos rebuscamientos.

No midas tu propia talla con la medida que te ponen los demás, ni tampoco con la que tú te pones a ti mismo; tu verdadera medida te la da el amor sin medida de Dios, para quien siempre serás hijo predilecto en el Hijo.

www.mater-dei.es

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El maná de cada día, 28.10.16

octubre 28, 2016

San Simón y san Judas, Apóstoles

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San Simón y San Judas Tadeo

San Simón y San Judas Tadeo

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Antífona de entrada

Éstos son los santos varones, a quienes eligió el Señor amorosamente y les dio una gloria eterna.


Oración colecta

Señor Dios nuestro, que nos llevaste al conocimiento de tu nombre por la predicación de los apóstoles, te rogamos que, por intercesión de san Simón y san Judas, tu Iglesia siga siempre creciendo con la conversión incesante de los pueblos. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Efesios 2,19-22

Ya no sois extranjeros ni forasteros, sino que sois ciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios. Estáis edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y el mismo Cristo Jesús es la piedra angular.

Por él todo el edificio queda ensamblado, y se va levantando hasta formar un templo consagrado al Señor. Por él también vosotros os vais integrando en la construcción, para ser morada de Dios, por el Espíritu.


SALMO 18,2-3.4-5

A toda la tierra alcanza su pregón.

El cielo proclama la gloria de Dios, el firmamento pregona la obra de sus manos: el día al día le pasa el mensaje, la noche a la noche se lo susurra.

Sin que hablen, sin que pronuncien, sin que resuene su voz, a toda la tierra alcanza su pregón y hasta los límites del orbe su lenguaje.


Aclamación antes del Evangelio

A ti, oh Dios, te alabamos, a ti, Señor, te reconocemos. A ti te ensalza el glorioso coro de los apóstoles.


EVANGELIO: Lucas 6,12-19

En aquel tiempo, subió Jesús a la montaña a orar, y pasó la noche orando a Dios.

Cuando se hizo de día, llamó a sus discípulos, escogió a doce de ellos y los nombró apóstoles: Simón, al que puso de nombre Pedro, y Andrés, su hermano, Santiago, Juan, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago Alfeo, Simón, apodado el Celotes, Judas el de Santiago y Judas Iscariote, que fue el traidor.

Bajó del monte con ellos y se paró en un llano, con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.

Venían a oírlo y a que los curara de sus enfermedades; los atormentados por espíritus inmundos quedaban curados, y la gente trataba de tocarlo, porque salía de él una fuerza que los curaba a todos.


Antífona de comunión: Jn 14, 23

El que me ama guardará mi palabra —dice el Señor; y mi Padre lo amará y vendremos a él y haremos morada en él.

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28 de octubre
San Simón y San Judas, apóstoles

El nombre de Simón figura en undécimo lugar en la lista de los apóstoles. Lo único que sabemos de él es que nació en Caná y que se le daba el apodo de «Zelotes». Judas, por sobrenombre Tadeo, es aquel apóstol que en la última cena preguntó al Señor por qué se manifestaba a sus discípulos y no al mundo (Jn 14, 22). La liturgia romana, a diferencia de la de los orientales, conmemora el mismo día, juntamente, a estos dos apóstoles.

Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo

Del comentario de san Cirilo de Alejandría, obispo, sobre el evangelio de san Juan

Nuestro Señor Jesucristo instituyó a aquellos que habían de ser guías y maestros de todo el mundo y administradores de sus divinos misterios, y les mandó que fueran como astros que iluminaran con su luz no sólo el país de los judíos, sino también a todos los países que hay bajo el sol, a todos los hombres que habitan la tierra entera.

Es verdad lo que afirma la Escritura: Nadie puede arrogarse este honor: Dios es quien llama. Fue, en efecto, nuestro Señor Jesucristo el que llamó a sus discípulos a la gloria el apostolado, con preferencia a todos los demás.

Aquellos bienaventurados discípulos fueron columnas y fundamento de la verdad; de ellos afirma el Señor que los envía como el Padre lo ha enviado a él, con las cuales palabras, al mismo tiempo que muestra la dignidad del apostolado y la gloria incomparable de la potestad que les ha sido conferida, insinúa también, según parece, cuál ha de ser su estilo de obrar.

En efecto, si el Señor tenía la convicción de que había de enviar a sus discípulos como el Padre lo había enviado a él, era necesario que ellos, que habían de ser imitadores de uno y otro, supieran con qué finalidad el Padre había enviado al Hijo.

Por esto, Cristo, exponiendo en diversas ocasiones las características de su propia misión, decía: No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan. Y también: He bajado del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me ha enviado. Porque Dios no mandó su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.

De este modo, resume en pocas palabras la regla de conducta de los apóstoles, ya que, al afirmar que los envía como el Padre lo ha enviado a él, les da a entender que su misión consiste en invitar a los pecadores a que se arrepientan y curar a los enfermos de cuerpo y de alma, y que en el ejercicio de su ministerio no han de buscar su voluntad, sino la de aquel que los ha enviado, y que han de salvar al mundo con la doctrina que de él han recibido.

Leyendo los Hechos de los apóstoles o los escritos de san Pablo, nos damos cuenta fácilmente del empeño que pusieron los apóstoles en obrar según estas consignas recibidas.


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El maná de cada día, 27.10.16

octubre 27, 2016

Jueves de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

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Como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas

El Señor nos protege como la gallina a sus polluelos



PRIMERA LECTURA: Efesios 6, 10-20

Buscad vuestra fuerza en el Señor y en su invencible poder. Poneos las armas que Dios os da, para poder resistir a las estratagemas del diablo, porque nuestra lucha no es contra hombres de carne y hueso, sino contra los principados, autoridades y poderes que dominan este mundo de tinieblas, contra las fuerzas sobrehumanas y supremas del mal.

Por eso, tomad las armas de Dios, para poder resistir en el día fatal y, después de actuar a fondo, mantener las posiciones. Estad firmes, repito: abrochaos el cinturón de la verdad, por coraza poneos la justicia; bien calzados para estar dispuestos a anunciar el Evangelio de la paz. Y, por supuesto, tened embrazado el escudo de la fe, donde se apagarán las flechas incendiarias del malo. Tomad por casco la salvación y por espada la del Espíritu, es decir, la palabra de Dios, insistiendo y pidiendo en la oración.

Orad en toda ocasión con la ayuda del Espíritu. Tened vigilias en que oréis con constancia por todos los santos. Pedid también por mí, para que Dios abra mi boca y me conceda palabras que anuncien sin temor el misterio contenido en el Evangelio, del que soy embajador en cadenas. Pedid que tenga valor para hablar de él como debo.


SALMO 143, 1.2.9-10

Bendito el Señor, mi Roca.

Bendito el Señor, mi Roca, que adiestra mis manos para el combate, mis dedos para la pelea.

Mi bienhechor, mi alcázar, baluarte donde me pongo a salvo, mi escudo y mi refugio, que me somete los pueblos.

Dios mío, te cantaré un cántico nuevo, tocaré para ti el arpa de diez cuerdas: para ti que das la victoria a los reyes, y salvas a David, tu siervo.


Aclamación antes del Evangelio: Lc 19, 38

¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el cielo y gloria en lo alto.


EVANGELIO: Lucas 13, 31-35

En aquella ocasión, se acercaron unos fariseos a decirle: «Márchate de aquí, porque Herodes quiere matarte.»

Él contestó:

«Id a decirle a ese zorro: «Hoy y mañana seguiré curando y echando demonios; pasado mañana llego a mi término.» Pero hoy y mañana y pasado tengo que caminar, porque no cabe que un profeta muera fuera de Jerusalén.

¡Jerusalén, Jerusalén, que matas a los profetas y apedreas a los que se te envían! ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como la clueca reúne a sus pollitos bajo las alas! Pero no habéis querido. Vuestra casa se os quedará vacía.

Os digo que no me volveréis a ver hasta el día que exclaméis: «Bendito el que viene en nombre del Señor.»»


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Nuestro refugio y protección están en el amor a Dios.
Acudir al Sagrario.

P. Francisco Fernández Carvajal 

En el camino hacia Jerusalén, que con tanto detalle describe San Lucas, Jesús dejó escapar del fondo de su corazón esta queja hacia la Ciudad Santa que rehusó su mensaje: Jerusalén, Jerusalén…, cuántas veces he querido reunir a tus hijos como la gallina a sus polluelos bajo las alas…1. Así nos sigue protegiendo el Señor: como la gallina a sus polluelos indefensos.

Desde el Sagrario, Jesús vela nuestro caminar y está atento a los peligros que nos acechan, cura nuestras heridas y nos da constantemente su Vida. Muchas veces le hemos repetido: Pie pellicane, Iesu Domine, me immundum munda tuo sanguine… Señor Jesús, bondadoso pelícano, límpiame, a mí, inmundo, con tu Sangre, de la que una sola gota puede liberar de todos los crímenes al mundo entero2. En Él está nuestra salud y nuestro refugio.

La imagen del justo que busca protección en el Señor «como los polluelos se cobijan bajo las alas de su madre» se encuentra con frecuencia en la Sagrada Escritura: Guárdame como a la niña de tus ojos, escóndeme bajo la sombra de tus alas3, pues Tú eres mi refugio, la torre fortificada frente al enemigo. Sea yo tu huésped por siempre en tu tabernáculo, me acogeré bajo el amparo de tus alas4, leemos en los Salmos. El Profeta Isaías recurre a esta imagen para asegurar al Pueblo elegido que Dios lo defenderá contra los sitiadores. Así como los pájaros despliegan sus alas sobre sus hijos, así el Eterno todopoderoso protegerá a Jerusalén5.

Al final de nuestra vida, Jesús será nuestro Juez y nuestro Amigo. Mientras vivía aquí en la tierra, y también mientras dure nuestro peregrinar, su misión es salvarnos, dándonos todas las ayudas que necesitemos. Desde el Sagrario Jesús nos protege de mil formas. ¿Cómo podemos tener la imagen de un Jesús distanciado de las dificultades que padecemos, indiferente a lo que nos preocupa?

Ha querido quedarse en todos los rincones del mundo para que le encontremos fácilmente y hallemos remedio y ayuda al calor de su amistad. «Si sufrimos penas y disgustos, Él nos alivia y nos consuela. Si caemos enfermos, o bien será nuestro remedio, o bien nos dará fuerzas para sufrir, a fin de que merezcamos el cielo. Si nos hacen la guerra el demonio y las pasiones, nos dará armas para luchar, para resistir y para alcanzar victoria. Si somos pobres, nos enriquecerá con toda suerte de bienes en el tiempo y en la eternidad»6.

No dejemos cada día de acompañarle. Esos pocos minutos que dure la Visita serán los momentos mejor aprovechados del día. «¡Ah!, y ¿qué haremos, preguntáis algunas veces, en la presencia de Dios Sacramentado? Amarle, alabarle, agradecerle y pedirle. ¿Qué hace un pobre en la presencia de un rico? ¿Qué hace un enfermo delante del médico? ¿Qué hace un sediento en vista de una fuente cristalina?»7.

1 Lc 13, 34. — 2 Himno Adoro te devote. — 3 Sal 17, 8. — 4 Sal 61, 45. — 5 Is 31, 5. — 6 Santo cura de Ars, Sermón sobre el Jueves Santo. — 7 San Alfonso Mª de Ligorio, Visitas al Santísimo Sacramento, 1.



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El maná de cada día, 26.10.16

octubre 26, 2016

Miércoles de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

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Una decisión personal seguida de una conducta de vida coherente



PRIMERA LECTURA: Efesios 6, 1-9

Hijos, obedeced a vuestros padres como el Señor quiere, porque eso es justo. «Honra a tu padre y a tu madre» es el primer mandamiento al que se añade una promesa: «Te irá bien y vivirás largo tiempo en la tierra.»

Padres, vosotros no exasperéis a vuestros hijos; criadlos educándolos y corrigiéndolos como haría el Señor.

Esclavos, obedeced a vuestros amos según la carne con temor y temblor, de todo corazón, como a Cristo. No por las apariencias, para quedar bien, sino como esclavos de Cristo que hacen lo que Dios quiere; con toda el alma, de buena gana, como quien sirve al Señor y no a hombres. Sabed que lo que uno haga de bueno, sea esclavo o libre se lo pagará el Señor.

Amos, correspondedles dejándoos de amenazas; sabéis que ellos y vosotros tenéis un amo en el cielo y que ése no es parcial con nadie.


SALMO 144, 10-11.12-13ab.13cd-14

El Señor es fiel a sus palabras.

Que todas tus criaturas te den gracias, Señor, que te bendigan tus fieles; que proclamen la gloria de tu reinado, que hablen de tus hazañas.

Explicando tus hazañas a los hombres, la gloria y majestad de tu reinado. Tu reinado es un reinado perpetuo, tu gobierno va de edad en edad.

El Señor es fiel a sus palabras, bondadoso en todas sus acciones. El Señor sostiene a los que van a caer, endereza a los que ya se doblan.


ALELUYA: 2 Tesalonicenses 2, 14

Dios nos llamó por medio del Evangelio, para que sea nuestra la gloria de nuestro Señor Jesucristo.


EVANGELIO: Lucas 13, 22-30

En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»

Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: «Señor, ábrenos»; y él os replicará: «No sé quiénes sois.»

Entonces comenzaréis a decir: «Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas.» Pero él os replicará: «No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados.»

Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, Isaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios.

Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»

(Nota: Los subrayados son míos)

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LOS POCOS QUE SON MUCHOS

San Agustín, Sermón 111, 3

Aún recordáis la cuestión que hace poco nos propuso el evangelio. Preguntaron al Señor: ¿Son pocos los que se salvan? (Lc 13,23). ¿Qué respondió a esto? No dijo: «No son pocos, sino muchos los que se salvarán». No fue esa su respuesta. ¿Qué respondió, pues, a la pregunta de si eran pocos los que se salvarían? Esforzaos en entrar por la puerta estrecha (ib., 24). Habiendo escuchado el Señor la pregunta: ¿Son pocos los que se salvan?, lo confirmó (Lc 13,23-24). Por una puerta estrecha entran pocos.

El mismo Señor dijo en otro lugar: Estrecho y angosto es el camino que lleva a la vida, y pocos entran por él. Ancho y espacioso es el que conduce a la perdición, y son muchos los que caminan por él (Mt 7,13-14).

¿Por qué sentimos alegría frente a las multitudes? Oídme vosotros, los pocos. Sé que sois muchos, pero obedecéis pocos. Veo la era, pero busco el grano. Cuando se trilla en la era, el grano apenas se ve; pero llegará el tiempo de la bielda. Son pocos, pues, los que se salvan en comparación de los muchos que se pierden, pero estos pocos han de constituir una gran masa. Cuando venga el aventador trayendo en su mano el bieldo, limpiará su era, recogiendo el trigo en el granero, para quemar la paja en el fuego inextinguible (Mt 3,12).

No se burle la paja del trigo. Esto es hablar verdad y no engañar a nadie. Sed muchos entre los muchos, pero sabiendo que en comparación de cierta clase de muchos sois pocos, porque de esta era ha de salir tanto grano, que llene los graneros del cielo, pero no puede contradecirse quien dijo que son pocos los que entran por la puerta estrecha y muchos los que entran por el camino ancho.

¿Puede contradecirse quien en otra ocasión dijo: Vendrán muchos de oriente y de occidente? (Mt 8,11). Vendrán muchos, sí, pero en otro sentido pocos. Pocos y muchos. ¿Unos serán los pocos y otros los muchos? No, sino que los mismos pocos que son muchos, serán pocos en comparación con los condenados y muchos en la compañía de los ángeles.

Oíd, amadísimos lo que está escrito: Después de estas cosas, vi una multitud que nadie podía contar, de toda lengua y nación y pueblo, que venían con estolas blancas y palmas en sus manos (Ap 7,9). Ésta es la multitud de los santos.

Cuando haya sido aventada la era, cuando haya sido separada la turba de los impuros y de los malos y falsos cristianos y, separada la paja, enviados al fuego eterno esos que oprimen y no tocan -cierta mujer tocaba la orla de Cristo mientras la multitud le oprimía (Lc 8,44)-; en fin, cuando se haya consumado la separación de todos los réprobos, ¡cuán clara será la voz con que diga esa multitud de pie a la derecha, purificada, sin temor a que se mezcle algún malo y sin miedo a que se pierda algún bueno, reinando ya con Cristo; con cuánta confianza ha de decir: «Yo conocí que el Señor es grande»! (Sal 134,5).

Hermanos míos, si hablo a granos, si los predestinados a la vida eterna comprenden lo que digo, hablen con los hechos, no con la boca. Me veo obligado a hablaros lo que no debía. Debía encontrar en vosotros algo que alabar, sin preocuparme de amonestaros. Con todo, os lo diré en pocas palabras, sin demorarme. Practicad la hospitalidad; por ella alguien llegó a Dios. Recibes al peregrino de quien también tú eres compañero de viaje, puesto que todos somos peregrinos.

Pero cristiano es el que se reconoce peregrino en su propia casa y patria: Nuestra patria se halla arriba; allí no seremos huéspedes, mientras que aquí todos lo son, incluso en su casa. Si no es huésped, que no salga de ella; y si ha de salir, es que es huésped. Quiera o no, es huésped. Y si deja la casa a sus hijos se trata de un huésped que la deja a otros huéspedes.

Si te encontrases en una posada, ¿no marcharías al llegar otro a ella? Esto lo haces hasta en tu casa. Tu padre te cedió el sitio; tú lo has de ceder a tus hijos. Ni tú has de permanecer siempre en tu casa, ni tampoco aquellos a quienes se la dejas. Por tanto, si todos pasamos, realicemos algo que no puede pasar a fin de que, cuando hayamos pasado y llegado al lugar de donde no hemos de pasar, encontremos nuestras buenas obras. Cristo es el guardián; ¿por qué, entonces; temes perder lo que das?


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ENTRAR POR LA PUERTA ESTRECHA

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

Existe un interrogante que siempre ha agobiado a los creyentes: ¿son muchos o pocos los que se salvan? En ciertas épocas, este problema se hizo tan agudo que sumergió a algunas personas en una angustia terrible. El Evangelio de este domingo nos informa de que un día se planteó a Jesús este problema: «Mientras caminaba hacia Jerusalén, uno le dijo: «Señor, ¿son pocos los que se salvan?»».

La pregunta, como se ve, trata sobre el número, sobre cuántos se salvan: ¿muchos o pocos? Jesús, en su respuesta, traslada el centro de atención de cuántos se salvan a cómo salvarse, esto es, entrando «por la puerta estrecha».

Es la misma actitud que observamos respecto al retorno final de Cristo. Los discípulos preguntan cuándo sucederá el regreso del Hijo del hombre, y Jesús responde indicando cómo prepararse para esa venida, qué hacer en la espera (Mt 24, 3-4).

Esta forma de actuar de Jesús no es extraña o descortés. Sencillamente es la manera de obrar de alguien que quiere educar a sus discípulos para que pasen del plano de la curiosidad al de la verdadera sabiduría; de las cuestiones ociosas que apasionan a la gente a los verdaderos problemas que importan en la vida.

En este punto ya podemos entender lo absurdo de aquellos que, como los Testigos de Jehová, creen saber hasta el número preciso de los salvados: ciento cuarenta y cuatro mil. Este número, que recurre en el Apocalipsis, tiene un valor puramente simbólico (12 al cuadrado, el número de las tribus de Israel, multiplicado por mil) y se explica inmediatamente con la expresión que le sigue: «una muchedumbre inmensa que nadie podría contar» (Ap 7, 4.9).

Además, si ese fuera de verdad el número de los salvados, entonces ya podemos cerrar la tienda, nosotros y ellos. En la puerta del paraíso debe estar colgado, desde hace tiempo, como en la entrada de los aparcamientos, el cartel de «Completo».

Por lo tanto, si a Jesús no le interesa tanto revelarnos el número de los salvados como el modo de salvarse, veamos qué nos dice al respecto. Dos cosas sustancialmente: una negativa, una positiva; primero, lo que no es necesario, después lo que sí lo es para salvarse. No es necesario, o en cualquier caso no basta, el hecho de pertenecer a un determinado pueblo, a una determinada raza, tradición o institución, aunque fuera el pueblo elegido del que proviene el Salvador.

Lo que sitúa en el camino de la salvación no es un cierto título de propiedad («Hemos comido y bebido en tu presencia…»), sino una decisión personal seguida de una coherente conducta de vida. Esto está más claro aún en el texto de Mateo, que contrapone dos caminos y dos entradas, una estrecha y otra ancha (Mateo 7, 13-14).

¿Por qué a estos dos caminos se les llama respectivamente el camino «ancho» y el «estrecho»? ¿Es tal vez el camino del mal siempre fácil y agradable de recorrer y el camino del bien siempre duro y fatigoso? Aquí hay que estar atentos para no caer en la frecuente tentación de creer que todo les va magníficamente bien, aquí abajo, a los malvados, y sin embargo todo les va siempre mal a los buenos.

El camino de los impíos es ancho, sí, pero sólo al principio; a medida que se adentran en él, se hace estrecho y amargo. Y en todo caso es estrechísimo al final, porque se llega a un callejón sin salida. El disfrute que en este camino se experimenta tiene como característica que disminuye a medida que se prueba, hasta generar náusea y tristeza.

Ello se ve en ciertos tipos de ebriedades, como la droga, el alcohol, el sexo. Se necesita una dosis o un estímulo cada vez mayor para lograr un placer de la misma intensidad. Hasta que el organismo ya no responde y llega la ruina, frecuentemente también física.

El camino de los justos en cambio es estrecho al comienzo, cuando se emprende, pero después se transforma en una vía espaciosa, porque en ella se encuentra esperanza, alegría y paz en el corazón.

http://www.homiletica.org

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El maná de cada día, 25.10.16

octubre 25, 2016

Martes de la 30ª semana del Tiempo Ordinario

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Un poco levadura hace fermentar toda la masa



PRIMERA LECTURA: Efesios 5, 21-33

Sed sumisos unos a otros con respeto cristiano. Las mujeres, que se sometan a sus maridos como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la Iglesia; él, que es el salvador del cuerpo. Pues como la Iglesia se somete a Cristo, así también las mujeres a sus maridos en todo.

Maridos, amad a vuestras mujeres como Cristo amó a su Iglesia. Él se entregó a sí mismo por ella, para consagrarla, purificándola con el baño del agua y la palabra, y para colocarla ante sí gloriosa, la Iglesia, sin mancha ni arruga ni nada semejante, sino santa e inmaculada.

Así deben también los maridos amar a sus mujeres, como cuerpos suyos que son. Amar a su mujer es amarse a sí mismo. Pues nadie jamás ha odiado su propia carne, sino que le da alimento y calor, como Cristo hace con la Iglesia, porque somos miembros de su cuerpo. «Por eso abandonará el hombre a su padre y a su madre, y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne.»

Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia. En una palabra, que cada uno de vosotros ame a su mujer como a sí mismo, y que la mujer respete al marido.

SALMO 127

Dichosos los que temen al Señor.

Dichoso el que teme al Señor y sigue sus caminos. Comerás del fruto de tu trabajo, serás dichoso, te irá bien.

Tu mujer, como parra fecunda, en medio de tu casa; tus hijos, como renuevos de olivo, alrededor de tu mesa.

Esta es la bendición del hombre que teme al Señor. Que el Señor te bendiga desde Sión, que veas la prosperidad de Jerusalén todos los días de tu vida.


ALELUYA: Mateo 11, 25

Bendito seas, Padre, Señor de cielo y tierra, porque has revelado los secretos del Reino a la gente sencilla.


EVANGELIO: Lucas 13,18-21

En aquel tiempo, decía Jesús: «¿A qué se parece el reino de Dios? ¿A qué lo compararé? Se parece a un grano de mostaza que un hombre toma y siembra en su huerto; crece, se hace un arbusto y los pájaros anidan en sus ramas.»

Y añadió: «¿A qué compararé el reino de Dios? Se parece a la levadura que una mujer toma y mete en tres medidas de harina, hasta que todo fermenta.»

(Los subrayados con míos)

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CULTIVAR EL DETALLE

Las cosas pequeñas pueden encerrar significados grandes, incluso infinitos. El bien nunca es pequeño, aunque lo hagamos revestido de circunstancias y gestos humanamente insignificantes.

Y es ahí, en esos detalles, aparentemente intrascendentes, donde se nos presentan a diario tantas ocasiones de hacer el bien a los demás. Una sonrisa a tiempo, una palabra oportuna, un favor desinteresado, un gesto de acogida, un buen consejo, una llamada de teléfono. Cualquier detalle de trato o de convivencia es bueno para humanizar las relaciones y crear comunión con los demás.

No te conformes con aprovechar las ocasiones extraordinarias y puntuales de hacer el bien. Tu santidad se labra con el cincel de cada día, y ha de ir cuajada de esos pequeños detalles, que hacen extraordinariamente divina la monotonía casi rutinaria de nuestra vida. No olvides que el lenguaje de Dios siempre es el de la pequeñez y sencillez, porque es el que todos entienden.

Has de cultivar esos pequeños detalles, con Dios y con los demás, en lo pequeño y ordinario de tu vida. Dicen mucho de tu delicadeza y finura de alma. Pero, han de nacer de esa magnanimidad de corazón, en la que no caben distinciones de trato, antipatías o simpatías.

La entrega de Cristo en la Cruz estuvo preparada y anticipada por muchas de esas pequeñas entregas, que sazonaron el día a día del Señor. Cuántos detalles de renuncia, de generosidad, de trabajo, de servicio, de alegría, de cariño, llenaron aquellos largos años del Señor, en la vida familiar de Nazaret.

Cuántos detalles de paciencia, de espera, de perdón, recibieron aquellos apóstoles, que conocieron tan de cerca el día a día apostólico de su Maestro. Cuántos detalles de Dios en el día a día de tu vida que pasan, quizá, inadvertidos a nuestra mirada superficial y atolondrada. En todas esas pequeñas ocasiones de entrega, en cada uno de los recovecos de tu vida, te espera siempre el Dios fiel.

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