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Papa Francisco brinda consejos y “selfies” a jóvenes
Ameno almuerzo, con bromas, del Sumo Pontífice
CRACOVIA (EFE).— “Fue como comer con mi papá”, explicó Paula Mora, una de los 14 jóvenes que compartió el almuerzo con el papa Francisco en Cracovia, quienes recibieron muchos consejos, bromearon y, sobre todo, se tomaron selfies.
Los 14 jóvenes, uno de ellos una traductora, se convirtieron ayer en las grandes estrellas de la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) y la prensa de todo el mundo quiso hacerles una entrevista y es que no es para menos: no todos los días se come con un papa.
La organización de la JMJ eligió por sorteo entre los “voluntarios a largo plazo” —quienes han ayudado a los jóvenes que vienen de todo el mundo— a representantes por continente, de Polonia y una traductora para almorzar en el arzobispado con el Santo Padre, en una de las citas habituales en las últimas JMJ.
Sentados a la mesa, con un mantel blanco y algunos centros de flores amarillas —colores de la bandera vaticana— estaban los 14 chicos y chicas, procedentes de Nueva Zelanda, Ucrania, Vietnam, Canadá, Estados Unidos, Zimbabue, entre otros; el arzobispo de Cracovia, el cardenal Stanislaw Dziwisz, y el papa.
Al principio los jóvenes no abrieron la boca, ante los nervios, no saber el protocolo y el peso de la responsabilidad de estar ante el pontífice, pero Francisco rompió inmediatamente el hielo.
“A ver, ¿quién habla español?”, señaló Francisco, según explicó Marco Bulgarelli, un costarricense que todavía no cree lo que acaba de vivir.
“Al final levantaron la mano cinco personas y un polaco dijo que sabía algunas palabras y entonces el Papa decidió que por mayoría se hablaba español”, contó Bulgarelli, y empezó la conversación entre consejos y preguntas serias, algunas bromas y, sobre todo, una sesión final de fotos.
“Ha sido una experiencia maravillosa y única en la vida, nos estuvo preguntando sobre nosotros, lo que nos gustaba hacer, sobre nuestras vidas y luego nos dio consejos sobre cómo evangelizar y que lo primero es evangelizar con los actos y no con las palabras”, añadió.
El menú fue típicamente polaco: Pierogi, carne y postre, y a la pregunta de los chicos sobre cuál era su plato preferido, el Papa argentino les aseguró que tiene “un estómago de hierro” y puede comer de todo.
Y que sin el mate se puede vivir, “pero si un argentino le convida pues acepta con mucho gusto”.
Pero el papa también se puso serio cuando les habló de cómo rezar o de la importancia de confesarse y en otra confesión les explicó que “cuando se confiesa busca entre los pecados que tiene y aquel que más vergüenza le da es el primero que cuenta porque así siente antes el perdón de Dios”.
También se habló de Siria, donde los jóvenes cristianos de este país también están celebrando una pequeña JMJ a pesar de la guerra y las penurias.
Paula Mora, que ha venido a Cracovia como voluntaria desde el sur de Colombia, cuenta que sólo le pudo obsequiar al papa una pequeña imagen de la Virgen de Las Lajas, la patrona de su tierra, porque recibió la sorpresa aquí y no tenía nada más que regalar.
Aunque el verdadero regalo se lo hizo el papa cuando confirmó que el próximo año, aunque aún no conoce la fecha, viajará a Colombia.
El tema de los próximos viajes salió cuando Marco Bulgarelli, que viene de Costa Rica le preguntó cuándo viajaría a su país.
El papa contestó que sería muy difícil volver pronto a Latinoamérica ya que para el próximo año tenía previsto viajar a Colombia, “aunque aún no había fecha”.
Para Paula, este almuerzo que le ha “cambiado la vida”, fue como el que se tiene en casa con la familia y en el que tu padre te da consejos de vida. “Fue como comer con papá”, explicó a Efe esta colombiana, que resaltó la cercanía y la paz que emana del pontífice argentino.
Al final de la comida, todos le pidieron “una sesión de selfies” y el pontífice, con paciencia, pasó un buen rato con los chicos haciéndose fotos. “El papa hubiera continuado, pero los gendarmes nos dijeron que ya se tenía que ir”, explicaron.
El papa futbolero no pudo evitar preguntar a uno de los chicos, un seminarista de Brasil: “Entonces, quién era mejor Pelé o Maradona”. “A mí me gusta Messi, santidad”, zanjó la discusión.
De Siria
El Pontífice escuchó ayer durante la ceremonia de la vigilia de la Jornada Mundial de la Juventud el testimonio de Rand Mittri, una joven de 26 años, que relató la terrible vida en Alepo, en Siria, “un país olvidado”.
Rand, a quien se le quebró la voz por la emoción, comenzó explicando que viene de Alepo, “una ciudad totalmente destrozada, en ruinas y donde hemos perdido el significado de nuestras vidas. Estábamos en una ciudad olvidada”.
La chica fue una de las tres jóvenes que habló ante el papa en esta ceremonia en el Campus de la Misericordia donde asistieron cientos de miles de jóvenes.
Aunque afirmó que es muy duro explicar lo que está sucediendo en su país, relató cómo viven “rodeados por la muerte”.
“Pero al igual que vosotros, cada mañana, cerramos nuestras puertas detrás de nosotros para salir al trabajo o la escuela. Pero en ese momento estamos atenazados por el miedo porque puede suceder que no volvamos a encontrar a nuestros hogares y nuestras familias, ya que los dejamos”.
“Es una sensación difícil y dolorosa saber que estás rodeada de muerte y asesinatos, y que no hay manera de escapar; no hay quien ayude”, dijo
Rand explicó que trabaja en el centro Don Bosco de Alepo ayudando, pero reconoció que es muy difícil “dar alegría y fe a los demás, mientras que se quiebran estas cosas en mi vida”.
Pero aseguró que sigue creyendo en Dios porque “a veces a través de nuestro dolor, nos enseña el verdadero significado del amor y que nadie va a ser capaz de robar esta verdadera alegría que hay en mí”.
Otro de los testimonios lo dio Miguel, de 34 años, de Asunción, Paraguay, que tiene 11 hermanos y fue “el único con problemas de drogadicción”.
Se drogó desde los 11 años y estuvo en la cárcel seis años “por un grave delito”, pero al salir de prisión un sacerdote amigo de la familia le invitó a conocer un lugar llamado “Fazenda de la Esperanza”, donde empezó a trabajar ayudando a otras personas.
La primera joven que habló ante el pontífice argentino fue una chica polaca, redactora de una revista de moda, con una vida en la que se pasaba de una fiesta a otra, y que cambió su vida después de confesarse.
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