¿Qué debe decir un católico en un debate hostil de televisión para convencer a la audiencia?

febrero 29, 2012

Jack Valero, creador de Catholic Voices

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El areópago de la televisión generalista parece vetado para la transmisión serena de la fe cristiana… pero hay esperanza con Catholic Voices.

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Es frecuente ver ciertos debates en televisión planteados con hostilidad a la cosmovisión cristiana de la sociedad, y las dificultades de muchos de los representantes de la Iglesia en convencer a la audiencia con sus reflexiones.

Catholic Voices nació en el Reino Unido de la mano del periodista español Jack Valero, tras comprobar el gran interés de las televisiones por cubrir el viaje de Benedicto XVI al país, y las dificultades de los portavoces eclesiales por transmitir el mensaje en el siempre difícil mundo del debate televisivo con formato más bien superficial.

Jack Valero, curtido en el mundo de la comunicación, decidió con otros colegas formar a portavoces católicos no oficiales, preferentemente seglares, para que pudieran ir a la televisión y dar un mensaje veraz y convincente sobre el viaje papal y la Iglesia.

En concreto, Catholic Voices toma como modelo al Cardenal Newman, beatificado por el Papa el pasado septiembre, el cual decía: “Quiero un laicado, que no sea arrogante, ni charlatán, ni polemizador, sino hombres [y mujeres] que conozcan su religión, que entran en ella, que saben dónde están, que saben lo que tienen y lo que no, que conocen su fe tan bien que pueden dar testimonio, que saben mucho de la historia que se puede defender. Quiero un laicado inteligente, bien instruido, […que…] entienda cómo la fe y la razón están cada una en la base y los principios del Catolicismo”.

La iniciativa de Jack Valero tuvo tanto éxito, que su Catholic Voices se está implantando en otros países, además del Reino Unido, como España, México, Polonia, Costa Rica…

ReL extracta los diez principios básicos que Catholic Voices considera que debe interiorizar un católico que acude a un debate televisivo para exponer la fe:

1. Busca la intención positiva detrás de la crítica

«En vez de pensar en los argumentos que vas a tener que rebatir, piensa en los valores que están detrás de esos argumentos. Busca el principio ético cristiano (a veces escondido) que sostiene esos valores. ¿Qué otros valores (cristianos) está ignorando o no teniendo en cuenta el que critica? Los problemas acaban siendo neurálgicos cuando tratan de valores absolutos; los conflictos, como las guerras, surgen cuando esos valores se ven amenazados.

»Eso es lo que genera la mentalidad defensiva y el antagonismo.

»En lugar de caer en esta trampa, cuando estés discutiendo piensa en los diferentes valores en juego y en cómo se deben sopesar. Después, reflexiona sobre cómo puedes, al principio de la discusión, unirte al valor que sostiene el que critica. Esto tiene un efecto cautivador y permite tener una discusión mucho más tranquila y considerada. Ya no eres un guerrero en una batalla cultural de valores absolutos, sino alguien que aporta tolerancia y sabiduría a un problema contencioso.

»A veces el valor que revelas puede no ser cristiano sino lo contrario, un valor opuesto a la concepción cristiana.

2. Aporta luz y no calor

»Como personas de fe, queremos arrojar luz sobre los temas difíciles: los temas ya son acalorados de por sí. Y también queremos que se vea, por nuestro comportamiento y manera de hablar, la Iglesia a la que pertenecemos y que nos ha formado. Cuando hablamos (y por la manera en la que hablamos), dejamos ver lo que queremos decir.

»Si acudes a una discusión para aportar luz en vez de calor, el énfasis será completamente diferente. Escucharás con atención la opinión del otro por mucho que estés en desacuerdo. Tu objetivo será dejar que entren rayos de luz sobre el tema, y así abrir la discusión, respetando el punto de vista del otro pero manteniendo el tuyo.

»Al igual que se puede llegar a la fe al ver la vida de personas de fe que impresionan, también se puede llegar a la luz en una discusión por la manera en que se habla. Mantener la calma nunca falla.

3. La gente no se acuerda de lo que has dicho, pero sí de cómo les has hecho sentir

»Intelectuales y teólogos: cuidado. La erudición es lo contrario a la comunicación, la cual se sirve de palabras sencillas para explicar ideas complejas. La finalidad no consiste en que tus argumentos sean lúcidos, sino en que tus palabras sean entendidas.

»Por supuesto, es muy importante la verdad que hay en tus palabras. El objetivo de ser un Catholic Voice es, por encima de todo, aclarar. Lo que nos proponemos al responder a preguntas o críticas no es más que iluminar allá donde haya oscuridad o confusión. Pero no somos nosotros los que persuadimos; es la Verdad.

»Nuestra tarea consiste en servir a la Verdad lo mejor que podamos. Y cuando mejor servimos a la Verdad es cuando no intentamos “derrotar” al que se opone, sino lo contrario, buscamos actuar con civismo, empatía y claridad.

»Así, pues, evalúa, tras cada intercambio, según este criterio: ¿he ayudado a que los demás entiendan mejor la enseñanza o posturas de la Iglesia? ¿Y cómo les he hecho sentir: animados o derrotados? ¿Inspirados o acosados? ¿Con ganas de escuchar más o aliviados de que se haya terminado?

4. No cuentes, muestra

»Solemos preferir una historia a una charla, y prestamos más atención a la experiencia que a los argumentos. Eso no quiere decir que no se deban utilizar argumentos. Pero siempre que puedas, compleméntalos con ilustraciones: anécdotas sobre experiencias personales o situaciones hipotéticas que ayuden a “imaginar” lo que quieres decir. En lugar de contar que la Iglesia ayuda a los que padecen el SIDA en África, habla de los hospitales y dispensarios en los pueblos más remotos del campo africano, donde las monjas cuidan de los pacientes en cabañas que se caen a trozos.

»No te sientas el portavoz de una compañía distante, sino un discípulo encantado de compartir historias.

5. Piensa en triángulos

»Las discusiones pueden ser muy desorganizadas, deslizándose a ciegas cuesta abajo hasta que se nos olvida cuál era el tema principal. Asegúrate de que tu contribución es concisa, clara y que no dejas de lado a nadie. Pule tus ideas reduciéndolas a los tres argumentos que quieres proponer; suele ser difícil sacarlos todos, así que con que puedas tocar dos de los tres puedes darte por satisfecho. Aun así, es esencial que ordenes tus ideas en tres argumentos principales.

6. Sé positivo

»Este es un principio básico de la comunicación y más importante aún cuando estamos argumentando el punto de vista de la Iglesia en contra de algo, lo cual puede ser común en la sociedad de hoy. La Iglesia se opone a muchas cosas, pero porque desea proteger y mejorar.

»Casi todo lo que proclama la Iglesia lo hace porque quiere conducir a la gente, y a la sociedad en general, a la plenitud de la vida, la salud y la prosperidad sostenible. La Iglesia no es como un policía moral con cara de huraño; es más bien como la Madre Teresa, que se entrega a la gente olvidada y débil.

»Los miembros de Catholic Voices tienen que ser idealistas y radicales, e invitar a la sociedad a escoger otro camino, uno mejor. Los pro-vidas tienen que ser como los que luchaban contra la esclavitud, no moralistas que riñen a la gente; los que se oponen a la muerte asistida tienen que ser promotores de hospicios en cada esquina. No seas el ángel del juicio, sino el que señala el camino luminoso.

7. Sé compasivo

»La compasión es la cualidad que debería distinguir a los cristianos, pero desafortunadamente, puede estar ausente en discusiones con un católico.

» Aquellos que creen fervientemente en sus valores suelen sentirse frustrados cuando otros rechazan o ignoran lo que es tan importante para ellos. Sin embargo, ese sentimiento es esencialmente egocéntrico. Pretenden que otra persona entienda y valore lo que ellos consideran importante. Pero el que critica también tiene sus propios principios y puede que también se sienta frustrado si no se valoran.

»Entramos así en un círculo vicioso. Ser compasivo, incluso en grandes discusiones, es esencial para salir de este círculo vicioso de reproche mutuo.

» Es muy probable que la persona con la que estés discutiendo haya tenido una experiencia directa con el tema neurálgico, ya sea personalmente o como testigo de primera mano; también es posible que haya tenido una mala experiencia con las autoridades o alguna institución que le haya dejado huella. Puede que sepas que esa persona ha tenido esa experiencia, o puede que no; si no, lo mejor es asumirlo. Dios es la cabeza de turco para la furia, un polo de atracción para las frustraciones, aunque sean vagas o imprecisas.

»Ser compasivo es poder entender esta furia y dolor, y así relacionarse con los demás como un ser humano a otro. Los que critican a la Iglesia se muestran particularmente sensibles al hecho de que los católicos aparezcan de forma sistemática repitiendo lo que les “dijeron” que debían pensar.

»La experiencia personal se opone a la ortodoxia institucional, la experiencia de cada víctima se contrapone al interés colectivo, y así sucesivamente.

»Para un Catholic Voice supone un reto constante evitar ser el frío e insensible representante de una institución humana distante. Hay muchas maneras de salir de esta trampa: hablar de tu propia experiencia, contar historias que muevan a la emoción, o dar ejemplos. Pero también puede ser que simplemente necesitemos saber escuchar y estar preparados para absorber la furia y el dolor que algunos sienten hacia la Iglesia; tan solo esto ya supone una herramienta de compasión completamente válida. Si es la primera experiencia que tienen de que alguien con fe les escuche, la compasión es el mejor testimonio que podemos ofrecer.

8. Ten datos preparados, pero evita actuar como un robot

»Hay que partir de una buena preparación y tener datos que enmarquen la discusión. Pero recuerda que las estadísticas pueden resultar abstractas e inhumanas, o simplemente una tapadera: se suele pensar que los políticos que hacen uso de ellas están mintiendo.

»Sobre todo, intenta que la discusión no se convierta en un ping-pong de estadística, un juego del que muchos pagan por alejarse. Si usas estadísticas, no te compliques. Asegúrate de que las cifras sean redondas, claras y que todo el mundo pueda entenderlas: en vez de 30 de 100 personas, di “uno de cada tres”; y en vez de “25 por ciento” di “un cuarto”. Úsalas solo cuando realmente las necesites, no como simples refuerzos.

»La crítica hacia la Iglesia suele estar fundamentada en citas erróneas o falta de comprensión global. Por lo tanto, es importante ir a la fuente y comprobar dónde se ha torcido la verdad o en qué parte se ha interpretado mal.

9. No se trata de ti

»Para una buena comunicación es esencial aparcar el ego. No es que el crítico no te valore o no te respete a ti, sino a lo que tú representas. Tu miedo, timidez y defensiva son los productos de tu ego que se queja. Piensa en Juan el Bautista, un comunicador sin miedo; la fuente de su fuerza fue saber que él era la puerta por la que tenía que pasar la gente para llegar a Jesucristo.

»Ahora pasemos a zanjar la cuestión de si tu intervención va a ser fantástica o espantosa. Es inevitable sentirse un poco nervioso antes de hablar en público, la adrenalina ayuda a concentrarse. Pero un exceso de nervios suele tomarse como una señal de timidez. Recuerda que a la gente no le interesa lo que tú pienses, sino lo que tú sientas (¿?).

»Sin embargo, el ego nos engaña y nos hace pensar que nosotros somos el centro de la atención, lo que nos hace temblar por los nervios o hincharnos de absurdo orgullo.

»Respira hondo para calmarte antes de empezar y haz una pausa antes de responder a la pregunta. Por supuesto, la mejor forma de apagar los nervios es prepararse bien.

»Rezar antes de entrar en un plató o de empezar un debate es vital: no solo para apagar los nervios y aparcar el ego, sino también para recordar para qué y para quién vas a hablar. Reza para que el Espíritu Santo esté contigo y hable a través de ti.

»Si sale mal, ¡alégrate! El éxito no tiene casi nada que enseñarnos. Pídele a alguien de confianza que repase la intervención contigo para ver dónde te equivocaste y lo que puedes mejorar. Es una oportunidad para aprender, así que agradece la lección.

»Y recuerda: es mucho menos importante de lo que crees y seguro que no lo hiciste tan mal como piensas.

»Estás trabajando para Dios lo mejor que puedes y eso ya es suficiente, aunque no salga bien. El ego intentará persuadirnos de que somos el mejor orador del mundo o la criatura más desgraciada que jamás haya hablado por un micrófono. La verdad es que no somos ni lo uno ni lo otro, y por lo general somos bastante buenos, por lo que te puedes quedar tranquilo.

10. Vas a dar testimonio, no a ganar

»Uno de los periodistas encargados de cubrir el viaje papal estaba descansando en Londres después de escribir sobre el segundo día de Benedicto XVI en dicha ciudad. En la mesa de al lado había dos mujeres que miraban sin demasiado interés el seguimiento en directo de la llegada del Papa a Hyde Park. Dos miembros de Catholic Voices estaban siendo entrevistados y comentaban, explicando con precisión y entusiasmo, lo que el Papa significaba para ellos, para los católicos y para el Reino Unido. También contaban por qué creían que el viaje en cuestión era un beneficio para la sociedad en general. Una vez hubieron terminado, una de las mujeres se giró y le dijo a la otra: “Bueno, parece que no todos están locos».

»El periodista nos dijo: “¡Habéis ganado el partido!”.

»El poder de estas reacciones no es algo fácil de medir. Sin embargo, bastante gente que vuelve a la Iglesia después de muchos años o que decide interesarse por convertirse al catolicismo, suele alegar haber oído o visto a alguien decir algo que les causó impresión y seguía dándole vueltas en la mente.

»No obstante, no suele ser el resultado de una discusión brillante o de una frase bonita. Casi siempre se trata de una “reformulación”: un prejuicio o una preconcepción que es rebatida o incluso dada la vuelta. A esto lo llamamos “conversión”.

»Catholic Voices existe para contarle a la gente la verdad sobre la Iglesia y que así la puedan ver con otros ojos. En la Introducción, hablamos de cómo la fe católica puede “escandalizar”: provoca reacciones bruscas así como preguntas difíciles. Dijimos que «escandalizar» es un obstáculo en el camino. Hace que la gente se pare y piense; que se pregunte cosas. Y esto puede significar el comienzo de un nuevo camino: un camino que nos lleve a ver la vida de otra manera. O por el contrario, que nos lleve a abandonar el camino y darnos la vuelta, de lo que nos previene Jesús.

»El cometido de Catholic Voices es entrar en ese momento preciso, el momento del “escándalo”, cuando la gente todavía no se ha dado la vuelta pero está indignada, confundida o curiosa. Cualquier reto es para nosotros una oportunidad de ser testigos: disipar malentendidos, difundir luz donde hay mito y confusión, demostrar empatía y compasión así como una visión más profunda.

»El enemigo de ese testimonio es el deseo de “vencer” y “derrotar”. Una actitud de rivalidad y victoria, de ganadores y perdedores, de “nosotros contra ellos”, de “bien y mal”…

»Este es el idioma de las batallas y ataques, de la guerra y la persecución. Hay algunos católicos a los que les gustaría levantar el puño en contra de los que atacan a un Papa que, según ellos, está siendo injustamente atacado en temas como la adopción por homosexuales o el abuso sexual clerical. Pero aunque tienen el derecho a defenderlo y a explicar mejor las cosas, también deberían evitar formar parte del ciclo de acusación y defensa.

»Y, como es bien sabido, nadie está más fuera de ese ciclo que el mismo Papa Benedicto. ¿Qué fue lo que hizo tras aterrizar en Escocia? Bendijo al país, agradeció su hospitalidad, besó bebés y derritió corazones. Dijo palabras fuertes, palabras provocadoras, a los que lo escuchaban; pero eran palabras razonables, llenas de compasión y dichas con convicción. No daba órdenes, sino que hacía un llamamiento. Demostró compasión, empatía y verdadero amor. Por ese testimonio que dio de sí mismo, la gente del Reino Unido estuvo dispuesta a escucharle. Esa fue su victoria, el único tipo de victoria que tenemos que perseguir».

Catholic Voices tiene publicado Catholic Voices: Putting the Case for the Church in the Era of 24-Hour News

Más información: www.CatholicVoices.org.es

www.religionenlibertad.com


Mana y Vivencias Cuaresmales (10)

febrero 29, 2012

Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.

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Miércoles de la 1ª semana de Cuaresma

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Antífona de entrada: Salmo 24, 6.3.22

Recuerda, Señor, que tu ternura y tu misericordia son eternas y no permitas que nos derrote el enemigo. Sálvanos, Dios de Israel, de todas nuestras angustias.
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Primera lectura: Jonás 3, 1-10

Vino la palabra del Señor sobre Jonás: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y predícale el mensaje que te digo.»
Se levantó Jonás y fue a Nínive, como mandó el Señor. Nínive era una gran ciudad, tres días hacían falta para recorrerla. Comenzó Jonás a entrar por la ciudad y caminó durante un día, proclamando: «¡Dentro de cuarenta días Nínive será destruida!»

Creyeron en Dios los ninivitas; proclamaron el ayuno y se vistieron de saco, grandes y pequeños.
Llegó el mensaje al rey de Nínive; se levantó del trono, dejó el manto, se cubrió de saco, se sentó en el polvo y mandó al heraldo a proclamar en su nombre a Nínive: «Hombres y animales, vacas y ovejas, no prueben bocado, que no pasten ni beban; vístanse de saco hombres y animales; invoquen fervientemente a Dios, que se convierta cada cual de su mala vida y de la violencia de sus manos; quizá se arrepienta, se compadezca Dios, quizá cese el incendio de su ira, y no pereceremos.»

Y vio Dios sus obras, su conversión de la mala vida; se compadeció y se arrepintió Dios de la catástrofe con que había amenazado a Nínive, y no la ejecutó.
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Salmo: Sal 50, 3-4.12-13.18-19

Un corazón quebrantado y humillado, tú, Dios mío, no lo desprecias.

Misericordia, Dios mío, por tu bondad, por tu inmensa compasión borra mi culpa; lava del todo mi delito, limpia mi pecado.

Oh Dios, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu.

Los sacrificios no te satisfacen: si te ofreciera un holocausto, no lo querrías.Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias.
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Aclamación antes del Evangelio: Ezequiel 18, 31

Arrojad lejos de vosotros todo el mal y estrenad un corazón nuevo, y vivid con ánimo renovado.
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Evangelio: Lucas 11, 29-32

En aquel tiempo, la gente se apiñaba alrededor de Jesús, y él se puso a decirles: «Esta generación es una generación perversa. Pide un signo, pero no se le dará más signo que el signo de Jonás. Como Jonás fue un signo para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para esta generación.

Cuando sean juzgados los hombres de esta generación, la reina del Sur se levantará y hará que los condenen; porque ella vino desde los confines de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón. Cuando sea juzgada esta generación, los hombres de Nínive se alzarán y harán que los condenen; porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás.»
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Antífona de comunión: Salmo 5, 12

Que se alegren, Señor, cuantos en ti confían, que se regocijen eternamente porque tú estás con ellos.
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VIVENCIAS CUARESMALES (10)

San Agustín, maestro de la conversión cristiana

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8. MIÉRCOLES

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

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Esta generación es una generación perversa, porque los habitantes de Nínive se convirtieron con la predicación de Jonás; y aquí hay uno que es más que Jonás.


TEMA: La conversión, “la determinada determinación” de cambio. Intransigencia con toda forma de mal. Transformación del corazón.

La conversión es para todos sin excepción y no podemos excusarnos ni exigir demasiadas pruebas. Cristo ya ha venido, Dios ya no tiene más que hacer por nosotros; ahora se pone en acción nuestra respuesta generosa, nuestra creatividad, la hora de la Iglesia, la hora de la imaginación. ¿Sientes, hermano, celos y fuego por la gloria de Dios en ti y en los demás?

Deberías pedir a Dios con toda sinceridad que te purifique sin miramientos, deberías ponerte en sus manos cada día, pues él es un experto cirujano. El Espíritu intervendría en toda tu persona para que reprodujeras la imagen de Cristo. Como solícito hortelano, Cristo podaría tus ramas muertas para que dieses más fruto aunque la poda te doliera. ¿Vives con deportividad tu entrega al Señor y a los hermanos? No busques muchas pruebas del amor de Dios hacia ti, ni de sus exigencias, para que seas verdaderamente libre.

La conversión de los bautizados supera la conversión de los ninivitas porque se abren a un Dios «siempre mayor». Nuestra conversión consistirá en acoger todo el plan de Dios, pues llegaron los últimos tiempos. Esa acogida exige matar de raíz toda negligencia ante el advenimiento del reino de Dios pues se ha cumplido el plazo… Por eso, Ezequiel 18, 31 nos pide: «Arrojad lejos de vosotros todo el mal y estrenad un corazón nuevo, y vivid con ánimo renovado” (Aclamación del Evangelio).

Nuestra conversión se traducirá en una auténtica renuncia al mal en todas sus formas, con total determinación, de manera absoluta. Renunciar a todo lo que Dios llama pecado aunque nosotros no lo percibamos del todo así, o no nos parezca tan malo; sólo de esta manera llegaremos a la verdad total y la libertad de los hijos de Dios.

Reza el salmo 50 una y otra vez, en esta cuaresma, porque es el salmo penitencial por excelencia. Tu oración cuaresmal, por excelencia. ¿Si no lo rezas ahora de verdad, cuándo lo harías? Además, ahora toda la Iglesia te acompaña, de manera especial. ¿No lo notas? Trata de sentirlo. La Iglesia es tu familia, no la sientas en modo alguno ajena. Tú rezas por la conversión de los otros y, al rezar, los comienzas a perdonar y pides que sus pecados les sean perdonados. Y los demás rezan por ti. Tus pecados, de alguna manera, son de los otros o afectan a todos. Lo que hacen los demás, lo haces tú con ellos. En la Cuaresma puedes sentir más intensamente la unidad de la Iglesia.

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Oración:

Misericordia, Dios mío; por tu bondad, por tu inmensa compasión, borra mi culpa. Mi sacrificio es un espíritu quebrantado; un corazón quebrantado y humillado, tú no lo desprecias. ¡Oh Dios!, crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme. Y mi boca cantará tu alabanza. Amén.

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Amable lector, apreciada lectora, hace ocho días comenzamos el itinerario cuaresmal, con la imposición de la ceniza. Me alegra pensar que sigues con renovado amor el día a día de la Cuaresma. Pero nadie está libre de caer en la rutina. Por eso, hermano, hermana, te invito a echar un vistazo atrás y preguntarte cómo has aprovechado estos ocho días: ¿Has encontrado algo nuevo que te ha impactado, que te hace vibrar, has avanzado en tu vida espiritual?

Da gracias a Dios por lo conseguido, y pide la gracia de una conversión sincera. San Agustín, el gran convertido, te recuerda: No necesitas escuchar novedades, sino ser nuevo tú mismo por el afán de aprender, de superarte, de conocer más a Dios y de hacer más felices a tus hermanos.

Pensando en los hermanos terciarios, pero sin excluir a nadie, a continuación te ofrezco un resumen de cómo entendía y sentía san Agustín la Cuaresma, y cómo la predicaba a sus fieles. A ver si sus palabras siguen teniendo inspiración y fuerza para ti. Suerte, con la gracia de Dios, y con el obsequio de tu actitud humilde. Hasta mañana, si Dios quiere.

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SAN AGUSTÍN EN VIVO, para la Cuaresma

El ciclo litúrgico de los misterios del Señor significa para la Iglesia una consagración y santificación del tiempo, totalmente opuesto a los ciclos cósmicos de la filosofía antigua. Contra el perpetuo rodar de los siglos sin esperanza, la Iglesia introdujo la Pascua, cuyo hecho central es la resurrección del Señor, y en esperanza la resurrección de todos los hombres.

Tal ha sido la máxima revolución de la historia, que ya ordena y encabeza los tiempos en Cristo dándoles un contenido espiritual que nunca tuvieron los paganos, ni tiene el tiempo entre los musulmanes o entre los hindúes.

Nuestro tiempo está lleno de Cristo, y por eso lo llamamos cristiano. Situándose, pues, San Agustín en medio de este acontecimiento cósmico, divide o acoge la división del tiempo en dos secciones: antes y después de Pascua.

El primero es de tentación, lucha y tristeza; el segundo, de triunfo y de gozo. «Este tiempo de miseria y gemido nuestro significa la cuaresma antes de la Pascua, y los cincuenta días posteriores dedicados a la alabanza divina representan el tiempo de alegría, del reposo en la felicidad, de la vida eterna, del reino sin fin que todavía no ha llegado.

Hay, pues, dos tiempos; uno, antes de la resurrección del Señor; otro, después de la misma; uno, en el que estamos ahora; otro, en el que esperamos estar. El tiempo cuaresmal, que es nuestro tiempo actual, es de tristeza. El aleluya pascual significa el tiempo de gozo, del descanso y del reino que poseeremos. Son frecuentes en la Iglesia las alabanzas de Dios -el canto del aleluya- para significar la vida de alabanzas incesantes del reino futuro.

La pasión del Señor significa nuestro tiempo, en que estamos. Los azotes, las ataduras, injurias, salivazos, corona de espinas, el vino con hiel, el vinagre en la esponja, los insultos, los oprobios y, finalmente, la cruz con el cuerpo pendiente en ella, ¿qué significan sino el tiempo en que vivimos, que es de tristeza, mortalidad, tentación?

Por eso es un tiempo feo… Tiempo feo; pero, si lo usamos bien, tiempo fiel. ¿Qué cosa más fea que un campo estercolado? Más hermoso estaba antes de recibir el estiércol; mas fue abonado para que diese fruto. La fealdad, pues, de este tiempo es un signo; ella sea para nosotros tiempo de fertilidad» (Sermón 254,5).

Aunque todo el tiempo cristiano, mientras vivimos en este mundo, tiene un rasgo cuaresmal en el sentido mencionado, la cuaresma cristiana comprende un espacio limitado de días para prepararse a la fiesta de la Pascua. Este tiempo se celebraba muy solemnemente en la época del Obispo de Hipona: «Ya llega el tiempo solemne que debo recomendarles para que reflexionen más seriamente sobre su alma y sobre la penitencia corporal. Porque éstos son los cuarenta días sacratísimos en todo el orbe de la tierra en que, al acercarse la Pascua, todo el mundo, que Dios reconcilia consigo en Cristo, celebra con loable devoción» (Sermón 209, 1).

Este exordio solemne de un sermón cuaresmal indica bien la seriedad con que la Iglesia promovía la reconciliación de los cristianos con Dios. Pensamiento central de la cuaresma era el misterio de la redención humana obrada por Cristo, y que debía ser actuada por los cristianos con una cooperación espiritual y corporal.

En la raíz misma de la espiritualidad cuaresmal pone el Santo la humildad: «Porque este tiempo de humildad significado por estos días es la misma vida de este mundo en que Cristo, nuestro Señor, que murió una vez por nosotros, en cierto modo vuelve a padecer todos los años con el retorno de esta solemnidad. Pues lo que se realizó una vez en el tiempo para que fuese renovada nuestra vida, se celebra todos los años para traerlo a nuestra memoria.

Si, pues, durante todo el tiempo de nuestra peregrinación, viviendo en medio de tentaciones, debemos ser humildes de corazón, ¡cuánto más en estos días, en que no sólo se vive, sino que también se simboliza en la celebración este tiempo de nuestra humillación!

Humildes nos enseñó a ser la humildad de Cristo, pues se entregó a la muerte por los impíos; grandes nos hace la grandeza de Cristo, porque, resucitando, se adelantó a nuestra piedad» (Sermón 206, 1).

El cristiano, pues, ha de participar de la pasión y resurrección de Cristo. Por la humildad de la pasión, a la gloria de la resurrección: he aquí el itinerario espiritual de la cuaresma cristiana. Por eso la cruz se alza en medio de este tiempo, no sólo como signo de redención, sino también como bandera de la milicia cristiana: «Y en esta cruz, durante toda esta vida que se lleva en medio de tentaciones, debe estar siempre clavado el cristiano» (Sermón 205, 1).

¿Cuál es el programa espiritual de este tiempo? El de una más copiosa alimentación espiritual por la meditación de la palabra de Dios, o digamos de las verdades eternas; y el de la crucifixión o mortificación corporal, significada, sobre todo, por el ayuno.

Tres tipos de penitencia cuaresmal nos ofrece la Escritura en otros tres personajes de la historia de la salvación: Moisés, Elías y Cristo. Ellos nos enseñan que «no hemos de conformarnos y apegarnos a este mundo, sino crucificar al hombre viejo, no andando en comilonas y embriagueces, en los placeres carnales e impurezas, ni en discordias o envidias, sino que debemos revestirnos de Jesucristo, sin preocuparnos de las pasiones del cuerpo (Rom. 13,13-14).

Vive así siempre, ¡oh cristiano! Si no quieres sumergirte en el fango de la tierra, no desciendas de esta cruz. Y así se debe vivir, sobre todo en este tiempo cuaresmal, en espera de la vida nueva» (Sermón 205, 1).

La cuaresma tiene una significación total para la vida cristiana: la de renuncia a los deseos desordenados del mundo. Es la misma exigencia bautismal con su abnegación de las vanidades mundanas: «Se nos recomienda en nuestra conducta, mientras vivimos en este mundo, abstenernos de las codicias del siglo; esto indica el ayuno de este tiempo conocido de todos con el nombre de cuaresma» (Sermón 270, 3).

La ocupación de este tiempo se resume en la meditación de la palabra de Dios, en la penitencia corporal -significada particularmente por el ayuno- y en las obras de misericordia. La Iglesia recomienda más oración para este tiempo: «Durante estos días dedíquense a más frecuentes y fervorosas oraciones» (Sermón 205, 2). El fin es conseguir humildad y contrición de los pecados, o lo que llama el Santo «afanarse gimiendo» (in gemitu laborare).

El gemido de la oración reconoce dos causas: el sentimiento de los pecados y la ausencia de la patria durante la peregrinación. Reflexionar sobre la miseria del pecado y de la ausencia de Dios y de los grandes bienes que esperamos en la vida futura da a la cuaresma su sello de austeridad. Por eso la memoria de la pasión de Cristo impregna todo este programa, porque el aniversario de los trabajos de Cristo en la pasión nos recuerda la condición temporal de la existencia cristiana, sujeta a tantas tentaciones, y nos confirma en la esperanza del perdón.

San Agustín da también una gran importancia al ejercicio de las obras de misericordia, y dedica un sermón cuaresmal al perdón de las ofensas. El hombre que odia es una cárcel tenebrosa para sí mismo; su corazón es su cárcel. Con este motivo comenta las palabras de san Juan: El que no ama a su hermano está en las tinieblas todavía (Jn 3, 15).

Este ejercicio es necesario para los cristianos durante su vida, pero en la cuaresma es cuando debe purificarse el corazón, y Agustín no se cansa de repetir que es uno de los ejercicios cuaresmales que más deben tenerse en cuenta: «Atención todos, hombres y mujeres, pequeños y grandes, laicos y clérigos; y yo también me dirijo a mí mismo. Oigamos todos, temamos todos. Si hemos faltado contra los hermanos, hagamos lo que manda el Padre, que también será nuestro juez; pidamos perdón a todos, a los que tal vez hemos ofendido y dañado con nuestras faltas» (Sermón 211, 5).

El ejercicio del perdón mutuo era muy necesario en la diócesis de Hipona, porque los africanos eran vengativos. Ya se sabe también que el ayuno corporal era práctica universal de la Iglesia, con privación de cosas lícitas e ilícitas: «Castiguemos nuestro cuerpo y reduzcámoslo a servidumbre; y, a fin de que las pasiones insumisas no nos arrastren a cosas ilícitas, para dominarlas privémonos también de cosas lícitas» (Sermón 207, 2).

Pero lo que se le niega al cuerpo debe distribuirse a los necesitados, porque el ayuno no aprovecha al que lo guarda sin practicar la misericordia. Constantemente une el Santo las tres cosas -ayunos, oraciones y limosnas-, como medio de prepararse para la Pascua: «Hay que dar limosna, ayunar y orar para vencer las tentaciones del mundo, las insidias del diablo, los trabajos de la vida, las sugestiones de la carne, las turbulencias temporales y toda clase de adversidad corporal y espiritual» (Sermón 207, 1).

Toda esta ascética cuaresmal es propia de cualquier tiempo. Por eso san Agustín asemeja la cuaresma a la misma peregrinación humana, que avanza en este mundo entre contradicciones, fatigas y combates que sólo acabarán con el descanso de la Pascua. «Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué otra cosa son sino nuestros portaequipajes, que nos ayudan a transportar nuestros bienes de la tierra al cielo? Los entregas al portaequipajes, y él lleva al cielo lo que le das» (Sermón 97 A, 1).

«Mi exhortación, hermanos, sería ésta: den del pan terreno y llamen a las puertas del Pan celeste. El Señor es ese Pan. Yo soy -dice- el pan de la vida (Jn 5, 35). ¿Cómo te lo va a dar a ti, cuando tú no se lo ofreces al necesitado? Ante ti está un necesitado, y tú mismo estás como necesitado ante otro. Pero aquél está como necesitado ante otro necesitado, mientras que aquél ante quien tú estás no necesita de nadie. Haz tú lo que quieres que se haga contigo (Sermón 389, 6).

(Del libro del P. Víctor Capánaga Agustín de Hipona, Maestro de la conversión cristiana, Madrid 1974, pp. 417-420; resumen del P. Pablo Panedas, oar).


Sale a la luz la emotiva carta de Asia Bibi a su familia tras su sentencia a muerte por «blasfema»

febrero 28, 2012

Asia Bibi con dos de sus hijas

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El documento, hasta ahora inédito, es un conmovedor testimonio de la católica pakistaní víctima de la ley contra la «blasfemia», que castiga con la horca a quienes supuestamente ofendan al Islam.
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Se acaba de publicar en España ¡Sacadme de aquí! (LibrosLibres), escrito en prisión por Asia Bibi en colaboración con la periodista francesa Anne-Isabelle Tollet, y traducido al español por nuestro colaborador Luis Antequera.

El caso de esta mujer pakistaní, madre de cinco hijos, se convirtió en una noticia mundial en 2010, cuando fue condenada a la pena capital en aplicación de la ley contra la «blasfemia», que castiga con la horca a quienes supuestamente ofendan al islam.

El hecho que condujo a su sentencia de muerte fue que en junio de 2009, mientras realizaba tareas de cosecha en el campo, bebió agua de un pozo reservado a musulmanes e incluso ofreció de él a otra persona sedienta. Lo que es en los Evangelios una obra de misericordia se convirtió enseguida en un acta de acusación, máxime cuando Asia Bibi comparó ventajosamente a Jesucristo con Mahoma.

Cuando una semana después volvió a la cosecha, fue a buscarla una turba de fanáticos, que la apaleó primero y la condujo después ante el mulá de la aldea, que le propuso renegar de la fe cristiana para salvarse. Asia Bibi no lo hizo, y tras recibir otra paliza de la muchedumbre fue llevada a prisión, donde meses después un tribunal resolvió su caso en cuestión de minutos.

Actualmente está a la espera de un recurso contra su condena en una celda sin ventana ni servicios higiénicos, aislada de sus compañeros de prisión porque los islamistas han puesto precio a su vida. El 19 de diciembre la visitó una delegación de la Fundación Masihi, que lanzó la alarma sobre el deterioro de su estado de salud físico y mental.

A continuación reproducimos, extraída de ¡Sacadme de aquí!, la carta hasta ahora inédita que Asia Bibi dirigió a su marido y a sus cinco hijos desde la cárcel al volver de la sala donde la habían condenado a muerte.

Carta de Asia Bibi a su familia:

Mi querido Ashiq, mis queridos hijos:

(…) Desde que he vuelto a mi celda y sé que voy a morir, todos mis pensamientos se dirigen a ti, mi amado Ashiq, y a vosotros, mis adorados hijos. Nada siento más que dejaros solos en plena tormenta.

Tú, Imran, mi hijo mayor de dieciocho años, te deseo que encuentres una buena esposa, a la que tú harás feliz como tu padre me ha hecho a mí.

Tú, mi primogénita Nasima, de veintidós años, ya tienes tu marido, con una familia que tan bien te ha acogido; da a tu padre pequeños nietecitos que educarás en la caridad cristiana como te hemos educado nosotros a ti.

Tú, mi dulce Isha, tienes quince años, aunque seas medio loquilla. Tu papá y yo te hemos considerado siempre como un regalo de Dios, eres tan buena y generosa… No intentes entender por qué tu mamá ya no está a tu lado, pero estás tan presente en mi corazón, tienes en él un lugarcito reservado nada más que para ti.

«No soy musulmana, pero soy buena pakistaní, católica y patriota, devota de mi país como de Dios.»

Sidra, no tienes más que trece años, y bien sé que desde que estoy en prisión eres tú la que se ocupa de las cosas de la casa, eres tú la que cuida de tu hermana mayor, Isha, que tanto necesita de ayuda. Nada siento más que haberte conducido a una vida de adulto, tú que eres tan jovencita y que deberías estar todavía jugando a las muñecas.

Mi pequeña Isham, sólo tienes nueve años, y vas a perder ya a tu mamá. ¡Dios mío, qué injusta puede ser la vida! Pero como continuarás yendo a la escuela, quedarás bien armada para defenderte de la injusticia de los hombres.

Mis niños, no perdáis ni el valor ni la fe en Jesucristo. Os sonreirán días mejores y allá arriba, cuando esté en los brazos del Señor, continuaré velando por vosotros. Pero por favor, os pido a los cinco que seáis prudentes, os pido no hacer nada que pueda ofender a los musulmanes o las reglas de este país. Hijas mías, me gustaría que tuvierais la suerte de encontrar un marido como vuestro padre.

Ashiq, a ti te he amado desde el primer día, y los veintidós años que hemos pasado juntos lo prueban. No he dejado nunca de agradecer al cielo haberte encontrado, haber tenido la suerte de un matrimonio por amor y no concertado, como es costumbre en nuestra provincia. Teníamos los dos un carácter que encajaba, pero el destino está ahí, implacable… Individuos infames se han cruzado en nuestro camino. Hete ahí, solo con los frutos de nuestro amor: guarda el coraje y el orgullo de nuestra familia.

Hijos míos, (…) papá y yo hemos tenido siempre el deseo supremo de ser felices y de haceros felices, aun cuando la vida no es fácil todos los días. Somos cristianos y pobres, pero nuestra familia es un sol. Me habría gustado tanto veros crecer, seguir educándoos y hacer de vosotros personas honestas… ¡y lo seréis! (…) No sé todavía cuándo me cuelgan, pero estad tranquilos, amores míos, iré con la cabeza bien alta, sin miedo, porque estaré en compañía de Nuestro Señor y con la Virgen María, que me acogerán en sus brazos.

Mi buen marido, continúa educando a nuestros niños como yo habría deseado hacerlo contigo.

Ashiq, hijos míos amadísimos, os voy a dejar para siempre, pero os amaré por toda una eternidad.
Mamá.

www.religionenlibertad.com


Maná y Vivencias Cuaresmales (9)

febrero 28, 2012

Como la lluvia

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Martes de la 1ª semana

de Cuaresma

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Antífona de entrada: Salmo 89, 1-2

Señor, tú has sido nuestro refugio de generación en generación. Desde siempre y por siempre tú eres Dios.
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Primera lectura: Isaías 55, 10-11

Así dice el Señor: «Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mi vacía, sino que hará mí voluntad y cumplirá mi encargo.»
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Salmo: Sal 33, 4-5.6-7.16-17.18-19

El Señor libra de sus angustias a los justos.

Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias.

Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias.

Los ojos del Señor miran a los justos, sus oídos escuchan sus gritos; pero el Señor se enfrenta con los malhechores, para borrar de la tierra su memoria.

Cuando uno grita, el Señor lo escucha y lo libra de sus angustias; el Señor está cerca de los atribulados, salva a los abatidos.
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Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 4

No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
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Evangelio: Mateo 6, 7-15

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando recéis, no uséis muchas palabras, como los gentiles, que se imaginan que por hablar mucho les harán caso. No seáis como ellos, pues vuestro Padre sabe lo que os hace falta antes de que lo pidáis. Vosotros rezad así:

Padre nuestro del cielo, santificado sea tu nombre, venga tu reino, hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo, danos hoy el pan nuestro de cada día, perdónanos nuestras ofensas, pues nosotros hemos perdonado a los que nos han ofendido, no nos dejes caer en la tentación, sino líbranos del Maligno. Porque si perdonáis a los demás sus culpas, también vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros. Pero si no perdonáis a los demás, tampoco vuestro Padre perdonará vuestras culpas.»
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Antífona de comunión: Salmo 4, 2

Tú, Dios, defensor mío, que me escuchaste cuando te invoqué y me consolaste en la tribulación ten piedad de mí y escucha mi plegaria.
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VIVENCIAS CUARESMALES (9)

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Nuestra dichosa dependencia vital y existencial respecto de Dios, fuente de vida

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7. MARTES

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

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TEXTO ILUMINADOR:

Dice el Señor: “Como baja la lluvia y la nieve de los cielos y no regresan allá sin haber empapado y fecundado la tierra y haberla hecho germinar… así será la Palabra que salga de mi boca; no volverá a mí sin haber hecho lo que yo quería y haber llevado a cabo su misión”.

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TEMA: Cristo, nuestra respuesta al Padre; nuestra gloria.

Marco de la primera semana, lectura de Isaías 55, 10-11.

La Cuaresma implica conversión y tomar conciencia de nuestros pecados, pero frecuentemente no nos consideramos, ni lo somos de hecho, grandes pecadores o personas perversas. No hemos cometido graves delitos, pero sí hemos dejado de hacer mucho bien que pudimos o debimos haber hecho. Son muchísimos nuestros pecados de omisión; porque mucho se nos ha dado; mucho y bueno es lo que Dios ha sembrado en nosotros; por eso, mucho se nos pide. ¿Y qué fruto estamos dando nosotros? He ahí la cuestión.

Hoy nos lo recuerda la primera lectura tomada de Isaías. Nosotros somos tierra de Dios que él quiere fecundar para que dé frutos buenos y en abundancia. La lluvia fecundante es el Espíritu Santo, el poder de Dios. La semilla dejada en nosotros es Cristo mismo, pues en él fuimos creados y en el fondo somos Cristo. Es lo más profundo de nosotros mismos. Hay un germen divino en nosotros, hay un hijo de Dios en germen que debe crecer a la estatura de Cristo. Se nos ha dado como vocación ser hijos en el Hijo Primogénito. Fue el don precioso; ahora, se nos encomienda dar la talla: hacernos día a día verdaderos y auténticos hijos del Padre Dios en su bendito Hijo Jesucristo.

Pero esta tarea, aparte de no exceder nuestras fuerzas por la gracia de Dios, ya está realizada ejemplarmente y de forma misteriosa y plena en Cristo. Él ya ha respondido por nosotros, junto con el Espíritu. Cristo es el rocío, es la lluvia que desciende a la tierra y de ésta ha brotado la justicia, la santidad, el tallo de Jesé, lleno del poder del Espíritu Santo, lleno de gracia y santidad. Sólo Cristo ha glorificado al Padre como éste se merece.

Él ha llevado a plenitud la voluntad del Padre en total fidelidad, obedeciendo hasta la muerte y muerte de cruz. Sobre esa vara de Jesé, reposa el Espíritu de sabiduría, de entendimiento… los siete dones del Espíritu, toda la floración de los frutos del Espíritu Santo. Todo lo bueno que los hombres hicieron antes de Cristo y todo lo que harán después de él, ya está recapitulado y realizado en Cristo: hacia él confluye todo y de él todo dimana, por la acción del único Espíritu, y para gloria del Padre.

Por eso nos alegramos en Cristo que es nuestro orgullo, nuestra gloria. Él nos libra de toda ansiedad y temor en nuestra relación con Dios. Él nos enseñó a llamar a Dios “Padre”. No tenemos por qué multiplicar las palabras, ni presentarnos a Dios sólo cuando nos consideramos dignos. No podemos comprar la salvación, sería nuestra ruina el quedarnos para siempre aislados de Dios, condenados en nuestra propia autosuficiencia, en la mayor soledad, y en el legalismo letal. Por Cristo, salimos de nosotros mismos para depender de Dios y alegrarnos siempre porque al Padre le pareció bien hacernos hijos en su bendito Hijo, sólo para que sea alabado su nombre.

La alabanza por la gratuidad de nuestra salvación es nuestra liberación radical, es pasar de la muerte a la vida, del temor al amor. La oración de alabanza es la más perfecta: la que más agrada a Dios porque es la que más nos libera de nosotros mismos y nos permite gozarnos en Dios. La alegría en el Señor es nuestra salvación. La alabanza de Dios es nuestra fortaleza. Dios ya lo ha hecho todo, ya dispuso el banquete de la Sabiduría: a nosotros sólo nos queda el dejarnos conducir por Cristo, tomados de su mano, hasta la presencia del Dueño de la casa, y dejarnos acomodar a la mesa por el mismo Cristo, el Dueño de la fiesta que está entre nosotros como el que sirve y ofreciéndonos el vino nuevo del Espíritu.

Agradecer la gratuidad divina es comenzar a imitarla, portándonos con los demás como Dios se ha comportado con nosotros, usando con los demás la medida que usa Dios con nosotros, para entrar así en su Reino donde se llega a tener dando; y donde renunciando, se llega a poseer. Una de las experiencias más gratificantes para el ser humano es precisamente vivir la gratuidad: recibiéndola y dándola a discreción.

Finalmente, si el Padre nos ha enviado el nuevo Adán, Cristo, lleno de gracia y santidad, no debe extrañarnos que nos proporcione con él, en él y por él las palabras mismas con las que debemos agradecerle ese magnífico don. Si nos ha dado la Vida también nos ha dado la Palabra para agradecérsela.

Por eso, Jesús enseñó a sus discípulos a orar. La existencia santa de Jesús se proyecta en la oración para volver al Padre y así la oración está al servicio de la vida. Toda una corriente de vida que viene del Padre y vuelve al Padre por Cristo en el Espíritu Santo. Y en esa corriente vital somos incorporados nosotros, por pura gracia: en virtud de la voluntad salvífica del Padre que nos ha predestinado antes de los siglos, a través de Cristo, para ser hijos en el Hijo bendito, mediante el Espíritu Santo, el del Padre y del Hijo.

Apreciemos la oración del Padrenuestro que Cristo mismo nos enseñó: la más apropiada para corresponder a la dignidad y valor del don recibido, la vida nueva en el Espíritu. La oración dominical es reconocida como “un sacramental”, es decir, tiene algo de sagrado o divino. No es una oración cualquiera. Por tanto, de alguna forma está adornada con la presencia de la divinidad: en sus orígenes, en su contenido y en las consecuencias salvíficas que produce en quienes la usan con fe.

Ofrecemos a continuación unas consideraciones de San Cipriano sobre el Padrenuestro.

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Del tratado de San Cipriano, obispo y mártir,
sobre el Padrenuestro

El que nos dio la vida nos enseñó también a orar

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Los preceptos evangélicos, queridos hermanos, no son otra cosa que las enseñanzas divinas, fundamentos que edifican la esperanza, cimientos que corroboran la fe, alimentos del corazón, gobernalle del camino, garantía para la obtención de la salvación; ellos instruyen en la tierra las mentes dóciles de los creyentes, y los conducen a los reinos celestiales.

Muchas cosas quiso Dios que dijeran e hicieran oír los profetas, sus siervos; pero cuánto más importantes son las que habla su Hijo, las que atestigua con su propia voz la misma Palabra de Dios, que estuvo presente en los profetas, pues ya no pide que se prepare el camino al que viene, sino que es él mismo quien viene abriéndonos y mostrándonos el camino, de modo que quienes, ciegos y abandonados, errábamos antes en las tinieblas de la muerte, ahora nos viéramos iluminados por la luz de la gracia y alcanzáramos el camino de la vida, bajo la guía y dirección del Señor.

El cual, entre todos los demás saludables consejos y divinos preceptos con los que orientó a su pueblo para la salvación, le enseñó también la manera de orar, y, a su vez, él mismo nos instruyó y aconsejó sobre lo que teníamos que pedir. El que nos dio la vida nos enseñó también a orar, con la misma benignidad con la que da y otorga todo lo demás, para que fuésemos escuchados con más facilidad, al dirigirnos al Padre con la misma oración que el Hijo no enseñó.

El Señor había ya predicho que se acercaba la hora en que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y verdad; y cumplió lo que antes había prometido de tal manera que nosotros, que habíamos recibido el espíritu y la verdad, como consecuencia de su santificación, adoráramos a Dios verdadera y espiritualmente, de acuerdo con sus normas.

¿Pues qué oración más espiritual puede haber que la que nos fue dada por Cristo, por quien nos fue también enviado el Espíritu Santo, y qué plegaria más verdadera ante el Padre que la que brotó de labios del Hijo, que es la verdad? De modo que orar de otra forma no es sólo ignorancia, sino culpa también, pues él mismo afirmó: Anuláis el mandamiento de Dios por mantener vuestra tradición.

Oremos, pues, hermanos queridos, como Dios, nuestro maestro, nos enseñó. A Dios le resulta amiga y familiar la oración que se le dirige con sus mismas palabras, la misma oración de Cristo que llega a sus oídos.

Cuando hacemos oración, que el Padre reconozca las palabras de su propio Hijo; el mismo que habita dentro del corazón sea el que resuene en la voz, y, puesto que lo tenemos como abogado por nuestros pecados ante el Padre, al pedir por nuestros delitos, como pecadores que somos, empleemos las mismas palabras de nuestro defensor. Pues, si dice que hará lo que pidamos al Padre en su nombre, ¿cuánto más eficaz no será nuestra oración en el nombre de Cristo, si la hacemos, además, con sus propias palabras?

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Observación final

Estimado amigo, apreciada amiga, que estás haciendo el itinerario cuaresmal: si estas Vivencias están aportando bienestar a tu vida, ¿por qué no compartes tu alegría con otros hermanos?

Piensa en alguna persona, amiga o conocida, que pueda estar necesitando, y hasta buscando a tientas, una renovación de su fe y de su razón de vivir.

El Papa Benedicto, en su mensaje para esta Cuaresma, nos invita a «mirar y fijarnos» en el hermano para descubrir sus necesidades, para apreciarlo como Dios lo aprecia y lo ama. En definitiva, para conducirlo a Dios. Anímate a ser testigo del Señor más conciente y valientemente. 

En esta Cuaresma el Señor nos dice: En el tiempo oportuno yo te escucho; pues mira, ahora es tiempo de salvación.


Comienza la grabación de una radionovela que recreará la vida de san Agustín en 52 capítulos

febrero 27, 2012

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Director y productor dan instrucciones antes de grabar

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Ha comenzado en México la grabación de los 52 capítulos de la radionovela “En la vida de san Agustín”. La serie se podrá escuchar en las emisoras de habla hispana una vez terminada la producción en el mes de marzo. El texto, escrito por la periodista Tere García, ha contado con la colaboración del agustinólogo Enrique Eguiarte. En total serán 56 los actores profesionales que darán vida a las personas que rodearon al Santo de Hipona en esta recreación radiofónica.

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La periodista mexicana y agustina recoleta seglar Tere García, ha trasladado el libro de las “Confesiones” de san Agustín a un guión radiofónico de 52 capítulos. Para ello ha contado con la ayuda de Enrique Eguiarte, agustino recoleto, experto agustinólogo y director de la revista Avgvstinvs.

El lenguaje elegido es el de los diálogos y las situaciones que van desde el presente hasta el pasado del Santo de Hipona en Tagaste, Cartago y Milán junto a su familia, sus amigos, su mujer, su hijo, las sectas de la época y los conversos con los que san Agstín comparte un contexto histórico complejo.

La obra pretende ubicar al oyente en un ambiente fraterno en el que Agustín y sus mejores amigos hacen vida de comunidad mientras forman a sus seguidores en la verdadera libertad, la humildad y el amor.

El proyecto de esta radionovela es una petición de los agustinos recoletos, cuya Orden lo asumió como propio en 2011 registrándolo a su nombre en la oficina de Derechos de Autor, en México. A principios de año las cabinas de grabación de la “Fundación para la Promoción del Altruísmo” comenzaron a recibir a los 56 actores profesionales que darán vida a los distintos personajes, bajo la dirección de Eduardo Barreda Castorena y con la producción de Rafael Melgar Álvarez.

www.agustinosrecoletos.com


Maná y Vivencias Cuaresmales (8)

febrero 27, 2012

Lunes de la 1ª semana de Cuaresma

Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda

Antífona de entrada: Salmo 122, 2-3

Como están los ojos de la esclava fijos en las manos de su señora, así están nuestros ojos en el Señor, Dios nuestro, esperando su misericordia.
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Primera lectura: Levítico 19,1-2.11-18

El Señor habló a Moisés: «Habla a la asamblea de los hijos de Israel y diles: “Seréis santos, porque yo, el Señor, vuestro Dios, soy santo. No robaréis ni defraudaréis ni engañaréis a ninguno de vuestro pueblo. No juraréis en falso por mi nombre, profanando el nombre de Dios. Yo soy el Señor. No explotarás a tu prójimo ni lo expropiarás. No dormirá contigo hasta el día siguiente el jornal del obrero. No maldecirás al sordo ni pondrás tropiezos al ciego. Teme a tu Dios. Yo soy el Señor. No daréis sentencias injustas. No serás parcial ni por favorecer al pobre ni por honrar al rico. Juzga con justicia a tu conciudadano. No andarás con cuentos de aquí para allá, ni declararás en falso contra la vida de tu prójimo. Yo soy el Señor. No odiarás de corazón a tu hermano. Reprenderás a tu pariente para que no cargues tú con su pecado. No te vengarás ni guardarás rencor a tus parientes, sino que amarás a tu prójimo como a ti mismo. Yo soy el Señor.”»
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Salmo: Sal 18, 8.9.10.15

Tus palabras, Señor, son espíritu y vida.

La ley del Señor es perfecta y es descanso del alma; el precepto del Señor es fiel e instruye al ignorante.

Los mandatos del Señor son rectos y alegran el corazón; la norma del Señor es límpida y da luz a los ojos.

La voluntad del Señor es pura y eternamente estable; los mandamientos del Señor son verdaderos y enteramente justos.

Que te agraden las palabras de mi boca, y llegue a tu presencia el meditar de mi corazón, Señor, roca mía, redentor mío.
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Aclamación antes del Evangelio: 2 Corintios 6, 2

Éste es el tiempo favorable, éste es el día de la salvación.
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Evangelio: Mateo 25, 31-46

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda.

Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi Padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme.”

Entonces los justos le contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?” Y el rey les dirá: “Os aseguro que cada vez que lo hicisteis con uno de éstos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis.”

Y entonces dirá a los de su izquierda: “Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre y no me disteis de comer, tuve sed y no me disteis de beber, fui forastero y no me hospedasteis, estuve desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis.”

Entonces también éstos contestarán: “Señor, ¿cuándo te vimos con hambre o con sed, o forastero o desnudo, o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?” Y él replicará: “Os aseguro que cada vez que no lo hicisteis con uno de éstos, los humildes, tampoco lo hicisteis conmigo.” Y éstos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna.»
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Antífona de comunión: Mateo 25, 40.34

En verdad os digo que cuanto hicieréis con el más insignificante de mis hermanos, conmigo lo habéis hecho, dice el Señor. Venid, benditos de mi Padre, y tomad posesión del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo.
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VIVENCIAS CUARESMALES (8)

No te cierres a tu propia carne

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6. LUNES

PRIMERA SEMANA DE CUARESMA

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TEMA central iluminador:

La santidad de Dios se expresa en la cercanía a los pobres. La santidad del hombre consiste en imitar a Dios: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (porque es imagen de Dios; porque el deseo de la felicidad es algo connatural a todo hombre; hay que amar al hermano “como Dios te ama a ti”).

Se pide en la oración colecta que Dios nos convierta, nos ilumine, además de extender su mano sobre nuestra debilidad para que la Cuaresma dé en nosotros sus mejores frutos.

En la Cuaresma Dios siente celos por su pueblo, por cada uno de nosotros, que fuimos iluminados en el Bautismo y llamados a ser sal de la tierra y luz del mundo. Al ver nuestro desvalimiento y la incongruencia en la práctica cristiana, Dios se remanga el brazo como cuando sacó a los israelitas de Egipto “con mano poderosa y brazo extendido”. Dijo en efecto a Moisés: He bajado y he visto que mi pueblo está oprimido, y quiero que tú lo saques de Egipto.

Dios jamás se resigna a vernos esclavizados en el pecado y viviendo como siervos cuando en realidad somos hijos. El hijo pródigo no podía seguir viviendo entre cerdos, animales impuros, comiendo su mismo alimento. Era hijo del Rey. Le correspondía otro tipo de existencia. El padre salía todas las tardes a otear el horizonte por si regresaría su hijo perdido… Dios no puede permanecer indiferente ante el sufrimiento de sus hijos.

He bajado, dice el Señor, y he visto el sufrimiento de mi pueblo en Egipto… Su santidad consiste en sentir en carne propia lo que viven sus hijos. Por eso, le dice a Moisés que su nombre es: “El que está junto a ti”, “el que no te abandona”. Su santidad no significa tanto transcendencia cuanto cercanía, fidelidad, misericordia.

Durante la Cuaresma, tratamos de acoger esa cercanía de Dios, permitiéndole que renueve y hasta rehaga nuestras vidas. Y en segundo lugar, tratamos de llevar a nuestros hermanos hasta Dios para que recuperen su libertad. Como el Padre nos trató enviando a su Hijo, así nosotros debemos comportarnos como hermanos unos de otros, prójimos o próximos y misericordiosos.

Sólo así podremos seguir gozando del amor de Dios, precisamente dándolo a discreción. Sólo así percibiremos en nuestra conciencia la voz clara del Espíritu de Cristo: Venid, benditos de mi Padre, porque tuve hambre y me disteis de comer. Si Cristo no tuvo reparo en identificarse con cualquier hombre y también conmigo, por qué voy a sentir repugnancia, si tengo ya su Santo Espíritu.

El milagro de la Cuaresma consistirá en la renovación del corazón de cada creyente, pasando del egoísmo al amor. Corazones nuevos, hombres nuevos para crear la civilización del amor, un mundo más fraterno donde prevalezca el respeto, la misericordia y el perdón de las ofensas.

Será la obra de Dios actuante en nosotros por la fuerza de su Espíritu que hace nuevas todas las cosas. Dejémonos transformar por él y supliquémosle: atráenos a ti para que podamos acercarnos a ti. Y en ti abrazaremos a todos los hombres y a toda la creación.

Ven, Espíritu divino, en esta Cuaresma y descúbrenos al Padre a través de Cristo el Señor, presente en todos los hombres, en particular, en los más necesitados. Amén.

ORACIÓN COLECTA

Conviértenos a ti, Dios Salvador nuestro; ilumínanos con la luz de tu Palabra, para que la celebración de esta Cuaresma produzca en nosotros sus mejores frutos.

Frutos de santidad: 1ª Lect. “Seréis santos, porque yo, el Señor vuestro Dios, soy santo. No robaréis. No mentiréis. No engañaréis a vuestro prójimo…” (Levítico l9, 1-2.11-18).

La santidad en Dios no significa tanto separación de la historia humana, o trascendencia, sino cercanía al hombre, plenitud en el amor. Es el primer fruto de la filiación divina, imitar al Padre, el único bueno y misericordioso, ser pacientes como él, que manda el sol y la lluvia sobre buenos y sobre malos.

“Venid, benditos de mi Padre; heredad el reino… Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber…” (Mt 25, 31-46).

En la oración después de la comunión se pide que la recepción del cuerpo y sangre de Cristo y la nueva efusión del Espíritu Santo producida por la eucaristía, durante toda la misa, constituya un alivio para el cuerpo y para el alma. Toda misa es sanadora porque llega a la persona en toda su integridad, restaurando nuestro ser según la llamada original a ser imagen de Cristo, plenitud de todas las cosas, gracias al cual y mediante su Espíritu podemos establecer relaciones positivas con toda criatura. Estamos llamados a ser bendecidos por el único Hijo en quien el Padre encuentra sus complacencias.

“Restaurar en Cristo la integridad de la persona”, “imagen” de Dios. Toda ascesis cristiana trata de hacernos volver a la “imagen prístina” que Dios puso en nosotros (purificar; iluminar). Salmo 102. Himno a la Misericordia de Dios. (Se recomienda meditar para pedir el perdón de Dios…).

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Comentario de San Agustín a Mt 25, 31-46:

Los pobres a quienes damos limosna, ¿qué son, sino nuestros portaequipajes, que nos ayudan a traspasar nuestros bienes de la tierra al cielo? Los entregas a tu portaequipajes y lleva al cielo lo que le das. “¿Cómo, dices, lo lleva al cielo? Estoy viendo que los consume en comida”. Así es precisamente como los traslada, comiéndolos en vez de conservarlos. ¿O es que te has olvidado de las palabras del Señor? Venid, benditos de mi Padre, recibid el reino. Tuve hambre y me disteis de comer…

Si no despreciaste a quien mendigaba en tu presencia, mira a quién llegó lo que diste: Cuando lo hicisteis con uno de estos pequeños, conmigo lo hicisteis. Lo que tú diste lo recibió Cristo; lo recibió quien te dio qué dar; lo recibió quien al final se te dará a sí mismo…

Mi exhortación, hermanos míos, sería ésta: dad del pan terreno y llamad a las puertas del Pan celeste. El Señor es ese pan. Yo soy, dijo, el pan de vida (Jn 5, 35)… Dios quiere que le demos a él, puesto que también él nos ha dado a nosotros… Aunque él es el verdadero Señor y no necesita de nuestros bienes, para que pudiéramos hacer algo en su favor, se dignó sufrir hambre en los pobres: Tuve hambre, dijo, y me disteis de comer… Cuando lo hicisteis con uno de estos mis pequeños, conmigo lo hicisteis (Sermón 389, 4-6).

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OBSERVACIÓN FINAL

Estimado lector, te propongo un ejercicio de síntesis en tu itinerario cuaresmal. Puedes preguntarte: De todo lo que estoy pensando hoy, orando y conversando, ¿qué debo confirmar como ya logrado y conseguido? ¿Qué progreso experimento dentro de mí y en mi comportamiento con el hermano? Haz un esfuerzo de autoanalisis invocando previamente la ayuda del Espiritu.

Y por otro lado, ¿qué debo cambiar, qué queda aún esperando ser aclarado, asumido, sanado, superado… con la gracia de Dios y la acción vivificadora y consoladora del Espíritu?

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Del remordimiento a la alabanza: Cristo continua perdonando los pecados

febrero 26, 2012

Alegría del que se sabe perdonado

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«Lo más importante que la Biblia tiene que decirnos acerca del pecado no es que somos pecadores, sino que tenemos un Dios que perdona el pecado y, una vez perdonado, lo olvida, lo cancela, hace algo nuevo».

P. Raniero Cantalamessa
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Un día que Jesús estaba en casa -tal vez en la casa de Simón Pedro, en Cafarnaúm-, se reunió tal multitud que no se podía de modo alguno entrar por la puerta. Un grupito de personas que tenía un familiar o amigo paralítico pensó superar el obstáculo destapando el techo y descolgando al enfermo por los bordes de una sábana ante Jesús. Él, vista la fe de aquellos, dice al paralítico: «Hijo, tus pecados te son perdonados».

Algunos escribas presentes piensan en sus corazones: «¡Blasfemia! ¿Quién puede perdonar los pecados, sino sólo Dios?». Jesús no desmiente su afirmación, pero demuestra con los hechos tener sobre la tierra el poder mismo de Dios: «Para que sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra poder de perdonar pecados –dice al paralítico-: “A ti te digo, levántate, toma tu camilla y vete a casa”».

Lo que ocurrió aquel día en casa de Simón es lo que Jesús sigue haciendo hoy en la Iglesia. Nosotros somos aquel paralítico, cada vez que nos presentamos, esclavos del pecado, para recibir el perdón de Dios.

Una imagen de la naturaleza nos ayudará -por lo menos me ha ayudado a mí- a entender por qué sólo Dios puede perdonar los pecados. Se trata de la imagen de la estalagmita. La estalagmita es una de esas columnas calizas que se forman en el fondo de ciertas grutas milenarias por la caída de agua calcárea desde el techo de la cueva. La columna que pende del techo de la gruta se llama estalactita, la que se forma abajo, en el punto en que cae la gota, estalagmita. La cuestión no es el agua y su flujo al exterior, sino que en cada gota de agua hay un pequeño porcentaje de caliza que se deposita y hace masa con la precedente. Es así que, con el paso de milenios, se forman esas columnas de reflejos irisados, bellas de contemplar, pero que si se miran mejor se parecen a barrotes de una celda o a afilados dientes de una fiera de fauces abiertas de par en par.

Lo mismo ocurre en nuestra vida. Nuestros pecados, en el curso de los años, han caído en el fondo de nuestro corazón como muchas gotas de agua calcárea. Cada uno ha depositado ahí un poco de caliza -esto es, de opacidad, de dureza y de resistencia a Dios- que iba haciendo masa con lo que había dejado el pecado precedente. Como sucede en la naturaleza, el grueso se iba, gracias a las confesiones, a las Eucaristías, a la oración. Pero cada vez permanecía algo no disuelto, y ello porque el arrepentimiento y el propósito no eran «perfectos». Y así nuestra estalagmita personal ha crecido como una columna de caliza, como un rígido busto de yeso que enjaula nuestra voluntad. Se entiende entonces de golpe qué es el famoso «corazón de piedra» del que habla la Biblia: es el corazón que nos hemos creado nosotros mismos, a fuerza de convenios y de pecados.

¿Qué hacer en esta situación? No puedo eliminar esa piedra con mi voluntad sola, porque aquella está precisamente en mi voluntad. Se comprende pues el don que representa la redención obrada por Cristo. De muchas maneras Cristo continúa su obra de perdonar los pecados. Pero existe un modo específico al que es obligatorio recurrir cuando se trata de rupturas graves con Dios, y es el sacramento de la penitencia.

Lo más importante que la Biblia tiene que decirnos acerca del pecado no es que somos pecadores, sino que tenemos un Dios que perdona el pecado y, una vez perdonado, lo olvida, lo cancela, hace algo nuevo. Debemos transformar el remordimiento en alabanza y acción de gracias, como hicieron aquel día, en Cafarnaúm, los hombres que habían asistido al milagro del paralítico: «Todos se maravillaron y glorificaban a Dios diciendo: “Jamás vimos cosa parecida”».

www.religionenlibertad.com


Maná y Vivencias Cuaresmales (7)

febrero 25, 2012

Domingo I de Cuaresma – Ciclo B

Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás

Antífona de entrada: Salmo 90, 15-16

Me invocará y yo lo escucharé; lo libraré y lo glorificaré; prolongaré los días de su vida.
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Primera lectura: Génesis 9, 8-15

Dios dijo a Noé y a sus hijos: «Yo hago un pacto con vosotros y con vuestros descendientes, con todos los animales que os acompañaron: aves, ganado y fieras; con todos los que salieron del arca y ahora viven en la tierra. Hago un pacto con vosotros: el diluvio no volverá a destruir la vida, ni habrá otro diluvio que devaste la tierra.»

Y Dios añadió: «Ésta es la señal del pacto que hago con vosotros y con todo lo que vive con vosotros, para todas las edades: pondré mi arco en el cielo, como señal de mi pacto con la tierra. Cuando traiga nubes sobre la tierra, aparecerá en las nubes el arco, y recordaré mi pacto con vosotros y con todos los animales, y el diluvio no volverá a destruir los vivientes.»

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Salmo: 24, 4bc-5ab.6-7bc.8-9

Tus sendas, Señor, son misericordia y lealtad para los que guardan tu alianza.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

Recuerda, Señor, que tu ternura  y tu misericordia son eternas. Acuérdate de mí con misericordia, por tu bondad, Señor.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.

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Segunda lectura: 1 Pedro 3, 18-22

Cristo murió por los pecados una vez para siempre: el inocente por los culpables, para conduciros a Dios. Como era hombre, lo mataron; pero, como poseía el Espíritu, fue devuelto a la vida. Con este Espíritu, fue a proclamar su mensaje a los espíritus encarcelados que en un tiempo habían sido rebeldes, cuando la paciencia de Dios aguardaba en tiempos de Noé, mientras se construía el arca, en la que unos pocos, ocho personas, se salvaron cruzando las aguas.

Aquello fue un símbolo del bautismo que actualmente os salva: que no consiste en limpiar una suciedad corporal, sino en impetrar de Dios una conciencia pura, por la resurrección de Jesucristo, que llegó al cielo, se le sometieron ángeles, autoridades y poderes, y está a la derecha de Dios.

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Aclamación antes del Evangelio: Mateo 4, 4

No sólo de pan vive el hombre, sino también de toda palabra que sale de la boca de Dios.
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Evangelio: Marcos 1, 12-15:

En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían. Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.
Decía: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»
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Antífona de comunión: Mt 4,4

No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que viene de Dios.
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VIVENCIAS CUARESMALES (7)

San Agustín, padre de la Iglesia.

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5. PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
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Observación general:

Los mensajes bíblicos de los Domingos cuaresmales correspondientes a los tres ciclos giran en torno a estos temas y realidades:

1era. y 2da. Lectura:
Historia de la salvación

Evangelios:
Catequesis prebautismal.

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La oración colecta de la misa de hoy resume lo que pedimos y lo que deseamos alcanzar durante la Cuaresma:

“Al celebrar un año más la Santa Cuaresma
concédenos, Señor Todopoderoso,
avanzar en la inteligencia del misterio de Cristo
y vivirlo en su plenitud”.

Las tres tentaciones que Cristo venció son ”resumen“ de todas las tentaciones que puede sufrir o padecer el hombre en el mundo. Con el ejemplo y la gracia de Cristo, nosotros podemos también vencer toda tentación hasta con facilidad, si ponemos los medios pertinentes.

Reducimos las tentaciones a tres clases:
 
1. Comodidad y avaricia, hasta utilizar a Dios para transformar las piedras en pan (egocentrismo, egolatría). Sucumbir a las apetencias corporales.
Domina o vence la caridad frente al egoísmo: Jesús vive para los demás y no utiliza los dones de Dios en su propio provecho sino en función de los demás. Por eso, ahora no hace el milagro que le sugiere el diablo. Lo hará a favor de la multitud hambrienta, pensando en los demás; pues la voluntad del Padre es que alimente a la multitud.
 
2. Honor sobre los demás (soberbia, endiosamiento). Ceder a las apetencias espirituales hasta provocar una intervención milagrosa de Dios enviando ángeles que auxilien a Jesús, y así lograr fama y veneración de la gente.
Domina o vence la esperanza sobre la acomodación a las ofertas fáciles e inmediatas de una felicidad ficticia… Ir por el recto camino.

3. Honor sobre Dios (dominio, poder… adoración): “Todo esto te lo daré, si te postras”. Endiosamiento (claudicar ante el mal).
Domina o vence la fe frente a la egolatría o adoración de otros dioses. Jesús defiende la fe en su Padre y no se deja llevar por falsos dioses.
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La oración después de la comunión nos recuerda que la eucaristía fortalece la vida teologal: la fe, la esperanza y la caridad. La tentación pone a prueba nuestra unión con Dios sustentada en esas tres virtudes.
Reza así:

Después de recibir el pan del cielo
que alimenta la fe,
consolida la esperanza
y fortalece en el amor,

te rogamos, Dios nuestro,
que nos hagas sentir hambre de Cristo,
pan vivo y verdadero,
y nos enseñes a vivir constantemente
de toda palabra que sale de tu boca. Por Jesucristo.
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De los comentarios de san Agustín, obispo, sobre los salmos

En Cristo fuimos tentados, en él vencimos al diablo

Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica. ¿Quién es el que habla? Parece que sea uno solo. Pero veamos si es uno solo: Te invoco desde los confines de la tierra con el corazón abatido. Por lo tanto, si invoca desde los confines de la tierra, no es uno solo; y, sin embargo, es uno solo, porque Cristo es uno solo, y todos nosotros somos sus miembros.

¿Y quién es ese único hombre que clama desde los confines de la tierra? Los que invocan desde los confines de la tierra son los llamados a aquella herencia, a propósito de la cual se dijo al mismo Hijo: Pídemelo; te daré en herencia las naciones, en posesión, los confines de la tierra. De manera que quien clama desde los confines de la tierra es el cuerpo de Cristo, la heredad de Cristo, la única Iglesia de Cristo, esta unidad que formamos todos nosotros.

Y ¿qué es lo que pide? Lo que he dicho antes: Dios mío, escucha mi clamor, atiende a mi súplica; te invoco desde los confines de la tierra. O sea: “Esto que pido, lo pido desde los confines de la tierra”, es decir, desde todas partes.

Pero, ¿por qué ha invocado así? Porque tenía el corazón abatido. Con ello da a entender que el Señor se halla presente en todos los pueblos y en los hombres del orbe entero no con gran gloria, sino con graves tentaciones.

Pues nuestra vida en medio de esta peregrinación no puede estar sin tentaciones, ya que nuestro progreso se realiza precisamente a través de la tentación, y nadie se conoce a sí mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni vencer si no ha combatido, ni combatir si carece de enemigo y de tentaciones.

Éste que invoca desde los confines de la tierra está angustiado, pero no se encuentra abandonado. Porque a nosotros mismos, esto es, a su cuerpo, quiso prefigurarnos también en aquel cuerpo suyo en el que ya murió, resucitó y ascendió al cielo, a fin de que sus miembros no desesperen de llegar adonde su cabeza los precedió.

De forma que nos incluyó en sí mismo cuando quiso verse tentado por Satanás. Nos acaban de leer que Jesucristo, nuestro Señor, se dejó tentar por el diablo. ¡Nada menos que Cristo tentado por el diablo! Pero en Cristo estabas siendo tentado tú, porque Cristo tenía de ti la carne, y de él procedía para ti la salvación; de ti procedía la muerte para él, y de él para ti la vida; de ti para él los ultrajes, y de él para ti los honores; en definitiva, de ti para él la tentación, y de él para ti la victoria cierta y definitiva.

Si hemos sido tentados en él, también en él vencemos al diablo. ¿Te fijas en que Cristo fue tentado, y no te fijas en que venció? Reconócete a ti mismo tentado en él, y reconócete también vencedor en él. Podía haber evitado al diablo; pero, si no hubiese sido tentado, no te habría aleccionado para la victoria cuando tú fueras tentado (Salmo 60, 2-3: CCL, 39, 766).



Maná y Vivencias Cuaresmales (6)

febrero 25, 2012

Día del Señor, día de la familia

Sábado después de Ceniza

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Antífona de entrada: Salmo 68, 17

Escúchanos, Señor, pues eres bueno y míranos conforme a tu bondad infinita.
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Primera lectura: Isaías 58,9b-14

Así dice el Señor Dios: «Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te dará reposo permanente, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña; reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán reparador de brechas, restaurador de casas en ruinas.

Si detienes tus pies el sábado y no traficas en mi día santo, si llamas al sábado tu delicia y lo consagras a la gloria del Señor, si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia. Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob.» Ha hablado la boca del Señor.
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Salmo: Sal 85, 1-2.3-4.5-6

Enséñame, Señor, tu camino, para que siga tu verdad.

Inclina tu oído, Señor, escúchame, que soy un pobre desamparado; protege mi vida, que soy un fiel tuyo; salva a tu siervo, que confía en ti.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.
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Aclamación antes del Evangelio: Ezequiel 33, 11

No quiero la muerte del pecador, sino que se arrepienta y viva, dice el Señor.
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Evangelio: Lucas 5, 27-32

En aquel tiempo, Jesús vio a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: «Sígueme.»
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros.

Los fariseos y los escribas dijeron a sus discípulos, criticándolo: «¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?»
Jesús les replicó: «No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan.»
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Antífona de comunión: Mateo 9, 13

Misericordia quiero y no sacrificios, dice el Señor; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores.
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VIVENCIAS CUARESMALES (6)

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4. SÁBADO DESPUÉS DE CENIZA

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TEMA: Santificación del Sábado.

Sumisión a Dios, amor ordenado hacia el hermano.

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La vida feliz en el amor a Dios y al prójimo, necesita un tiempo fuerte de revisión, de celebración y afirmación personal y comunitaria. Ese tiempo sagrado es el Día del Señor, el Domingo.

En el Antiguo Testamento se nos prescribe el descanso sabático: «Si detienes tus pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de tratar tus asuntos, entonces el Señor será tu delicia» (Is 58, 13-14).

En otras palabras y abundando en lo mismo:

Seis días tendrás para tus trabajos y ocupaciones, pero el séptimo día, no trabajarás, no lucrarás, pues no te pertenece; es del Señor. Por tanto, descansarás y lo santificarás. ¿Cómo? Dando culto a tu Dios, por una parte, y, por otra, entregándote a los hermanos, sobre todo a tu propia familia. Ellos, además del pan de cada día, necesitan tu cariño, tu cercanía, tu amor sincero. También te acordarás de los pobres: Darás limosna de lo que el Señor te ha regalado en tu trabajo durante la semana. Si tienes fe darás hasta el diezmo de todo cuanto el Señor te da, porque tu confianza está en el Señor, no en tus fuerzas ni en tus previsiones, ni en tus provisiones o seguridades.

Ese día es sagrado, reservado para Dios; no le pertenece al hombre, es de Dios, y el hombre debe respetarlo haciendo lo que Dios prescribe. Lo expresa la primera lectura: es preciso renovar el amor al hermano practicando una convivencia verdaderamente fraterna, en primer lugar en el hogar, que es la iglesia doméstica; y en segundo lugar, participando en la eucaristía, en la familia eclesial como cuerpo místico de Cristo, llevando al altar la ofrenda, compartiendo los bienes con el hermano necesitado.

En el Domingo, todos los bautizados celebran la mayor riqueza que tienen en común: la salvación en Cristo. Si comparten lo más valioso, con más razón compartirás lo que vale menos, lo material. Por tanto, los hermanos deben igualarse o nivelarse en la posesión y en el uso de los bienes materiales; es decir, tienen que hacer limosna.

En el domingo debe anticiparse aquella unidad que tendremos en la Jerusalén celestial. Los santos padres son muy exigentes en la construcción del reino de Dios sobre la justicia, la limosna y la intercomunión o comunicación de los bienes materiales. La común herencia de los bienes eternos debe relativizar y orientar la posesión y el uso de los bienes temporales y pasajeros.

La caridad y la justicia para con todos los hombres, especialmente para con los más necesitados, acarreará al cristiano la plenitud de vida y la máxima capacidad de trasmitir vida, empezando por su propia casa:

“Brillará tu luz en las tinieblas y tu oscuridad se volverá mediodía. El Señor te guiará siempre, en el desierto saciará tu hambre, hará fuertes tus huesos, serás un huerto bien regado, un manantial de aguas cuya vena nunca engaña, reconstruirás viejas ruinas, levantarás sobre cimientos de antaño; te llamarán tapiador de brechas, restaurador de casas en ruinas. Si detienes tus pies el sábado, y no traficas en mi día santo; si llamas al sábado tu delicia, y lo consagras a la gloria del Señor; si lo honras absteniéndote de viajes, de buscar tu interés, de realizar tus negocios, entonces el Señor será tu delicia. Te asentaré sobre mis montañas, te alimentaré con la herencia de tu padre Jacob –ha hablado la boca del Señor– “ (Is 58, 9-14).

Como se trata de algo tan importante, Dios no lo deja a la improvisación sino que manda santificar el Sábado, para nosotros el Día del Señor, el Domingo. Dios sabe que el hombre necesita dedicar un día íntegro cada semana, para renovar los fundamentos de su existencia, para mantener y aun hacer crecer su bienestar integral: su relación con Dios y su relación con el hermano, comenzando por la familia; y hasta para salvaguardar su propia salud física, psicológica y emocional.

La Iglesia prescribe este descanso dominical para todos sus hijos bajo conciencia de pecado grave, porque se trata de algo transcendental en la vida cristiana. Efectivamente, quien no santifica el Día del Señor estaría dañando gravemente su vida espiritual: su relación vital con Dios y su relación afectuosa con los hermanos. Ese tal lastimaría gravemente su bienestar integral como persona creyente. En fin, no estaría capacitado para vivir como el Señor espera de él: siendo sal de la tierra y luz del mundo.

El Día del Señor es un día de fiesta para renovar la vida familiar: reconciliación y diálogo entre los esposos y renovación de la relación con los hijos; el domingo pueden rezar juntos y, si se puede, acudir en familia al templo para escuchar la palabra de Dios, darle gracias por la salud, el trabajo, la fe… y renovar la verdadera comunión entre todos los miembros de la familia en el seno de la comunidad eclesial.

Con el precepto dominical, Dios y la Iglesia salen al encuentro de la debilidad del hombre, procurándole una vida feliz. Con la observancia obsequiosa del Domingo, nosotros le permitimos a Dios extender su mano misericordiosa cada semana sobre nosotros para sanar nuestras dolencias, darnos ánimo para seguir caminando por la vida con esperanza y fortaleza hasta llegar a la Patria definitiva. Cada domingo, reconocemos que estamos enfermos, y acudimos esperanzados al Señor; y él se va glorificando en nuestra debilidad y adelantando su Reino en nuestra persona, en nuestra familia, en la Iglesia.

“Éste -el día domingo- es un día que constituye el centro mismo de la vida cristiana… El descubrimiento de este día es una gracia que se ha de pedir, no sólo para vivir en plenitud las exigencias propias de la fe, sino también para dar una respuesta concreta a los anhelos íntimos y auténticos de cada ser humano” (Dies Domini, 7).

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El mensaje del Papa Benedicto XVI para la Cuaresma 2012 en 40 frases

febrero 24, 2012

Responsabilidad para con el hermano

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«Fijémonos los unos en los otros

para estímulo de la caridad

y las buenas obras» (Hb 10, 24)

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1.- La Cuaresma nos ofrece una vez más la oportunidad de reflexionar sobre el corazón de la vida cristiana: la caridad. En efecto, este es un tiempo propicio para que, con la ayuda de la Palabra de Dios y de los Sacramentos, renovemos nuestro camino de fe, tanto personal como comunitario.

2.- Se trata de un itinerario marcado por la oración y el compartir, por el silencio y el ayuno, en espera de vivir la alegría pascual.

“Fijémonos”: la responsabilidad para con el hermano

3.- Este año deseo proponer algunas reflexiones a la luz de un breve texto bíblico tomado de la Carta a los Hebreos: «Fijémonos los unos en los otros para estímulo de la caridad y las buenas obras» (10, 24).

4.- Esta frase forma parte de una perícopa en la que el escritor sagrado exhorta a confiar en Jesucristo como sumo sacerdote, que nos obtuvo el perdón y el acceso a Dios.

5.- El fruto de acoger a Cristo es una vida que se despliega según las tres virtudes teologales: se trata de acercarse al Señor «con corazón sincero y llenos de fe» (v. 22), de mantenernos firmes «en la esperanza que profesamos» (v. 23), con una atención constante para realizar junto con los hermanos «la caridad y las buenas obras» (v. 24).

6.- Asimismo, se afirma que para sostener esta conducta evangélica es importante participar en los encuentros litúrgicos y de oración de la comunidad, mirando a la meta escatológica: la comunión plena en Dios (v. 25).

7.- El primer elemento es la invitación a «fijarse»: Por tanto, el verbo que abre nuestra exhortación invita a fijar la mirada en el otro, ante todo en Jesús, y a estar atentos los unos a los otros, a no mostrarse extraños, indiferentes a la suerte de los hermanos.

8.- Sin embargo, con frecuencia prevalece la actitud contraria: la indiferencia o el desinterés, que nacen del egoísmo, encubierto bajo la apariencia del respeto por la «esfera privada».

9.- También hoy resuena con fuerza la voz del Señor que nos llama a cada uno de nosotros a hacernos cargo del otro. Hoy Dios nos sigue pidiendo que seamos «guardianes» de nuestros hermanos (cf. Gn 4, 9), que entablemos relaciones caracterizadas por el cuidado recíproco, por la atención al bien del otro y a todo su bien.

10.- El gran mandamiento del amor al prójimo exige y urge a tomar conciencia de que tenemos una responsabilidad respecto a quien, como yo, es criatura e hijo de Dios: el hecho de ser hermanos en humanidad y, en muchos casos, también en la fe, debe llevarnos a ver en el otro a un verdadero «alter ego» -otro yo-, a quien el Señor ama infinitamente.

11.- Si cultivamos esta mirada de fraternidad, la solidaridad, la justicia, así como la misericordia y la compasión, brotarán naturalmente de nuestro corazón. El Siervo de Dios Pablo VI afirmaba que el mundo actual sufre especialmente de una falta de fraternidad.

12.- La atención al otro conlleva desear el bien para él o para ella en todos los aspectos: físico, moral y espiritual.

13.-  La cultura contemporánea parece haber perdido el sentido del bien y del mal, por lo que es necesario reafirmar con fuerza que el bien existe y vence, porque Dios es «bueno y hace el bien» (Sal 119, 68). El bien es lo que suscita, protege y promueve la vida, la fraternidad y la comunión.

14.- La responsabilidad para con el prójimo significa, por tanto, querer y hacer el bien del otro, deseando que también él se abra a la lógica del bien; interesarse por el hermano significa abrir los ojos a sus necesidades.

15.- ¿Qué es lo que impide esta mirada humana y amorosa hacia el hermano? Con frecuencia son la riqueza material y la saciedad, pero también el anteponer los propios intereses y las propias preocupaciones a todo lo demás. Nunca debemos ser incapaces de «tener misericordia» para con quien sufre; nuestras cosas y nuestros problemas nunca deben absorber nuestro corazón hasta el punto de hacernos sordos al grito del pobre.

16.- En cambio, precisamente la humildad de corazón y la experiencia personal del sufrimiento pueden ser la fuente de un despertar interior a la compasión y a la empatía.

17.- El «fijarse» en el hermano comprende además la solicitud por su bien espiritual. Y aquí deseo recordar un aspecto de la vida cristiana que a mi parecer ha caído en el olvido: la corrección fraterna con vistas a la salvación eterna.

18.- Hoy somos generalmente muy sensibles al aspecto del cuidado y la caridad en relación al bien físico y material de los demás, pero callamos casi por completo respecto a la responsabilidad espiritual para con los hermanos.

19.- No era así en la Iglesia de los primeros tiempos y en las comunidades verdaderamente maduras en la fe, en las que las personas no sólo se interesaban por la salud corporal del hermano, sino también por la de su alma, por su destino último.

20.- Es importante recuperar esta dimensión de la caridad cristiana. Frente al mal no hay que callar. Pienso aquí en la actitud de aquellos cristianos que, por respeto humano o por simple comodidad, se adecúan a la mentalidad común, en lugar de poner en guardia a sus hermanos acerca de los modos de pensar y de actuar que contradicen la verdad y no siguen el camino del bien.

21.- Sin embargo, lo que anima la reprensión cristiana nunca es un espíritu de condena o recriminación; lo que la mueve es siempre el amor y la misericordia, y brota de la verdadera solicitud por el bien del hermano.

22.- En nuestro mundo impregnado de individualismo, es necesario que se redescubra la importancia de la corrección fraterna, para caminar juntos hacia la santidad.

23.- Siempre es necesaria una mirada que ame y corrija, que conozca y reconozca, que discierna y perdone (cf. Lc 22, 61), como ha hecho y hace Dios con cada uno de nosotros.

 “Los unos en los otros”: el don de la reciprocidad

24.- Este ser «guardianes» de los demás contrasta con una mentalidad que, al reducir la vida sólo a la dimensión terrena, no la considera en perspectiva escatológica y acepta cualquier decisión moral en nombre de la libertad individual (Anotación personal: permisivismo, tolerancia).

25.-Una sociedad como la actual puede llegar a ser sorda, tanto ante los sufrimientos físicos, como ante las exigencias espirituales y morales de la vida. En la comunidad cristiana no debe ser así.

26.- Esta corrección y exhortación mutua, con espíritu de humildad y de caridad, debe formar parte de la vida de la comunidad cristiana.

27.- Los discípulos del Señor, unidos a Cristo mediante la Eucaristía, viven en una comunión que los vincula los unos a los otros como miembros de un solo cuerpo. Esto significa que el otro me pertenece, su vida, su salvación, tienen que ver con mi vida y mi salvación.

28.- Aquí tocamos un elemento muy profundo de la comunión: nuestra existencia está relacionada con la de los demás, tanto en el bien como en el mal; tanto el pecado como las obras de caridad tienen también una dimensión social.

29.- En la Iglesia, cuerpo místico de Cristo, se verifica esta reciprocidad: la comunidad no cesa de hacer penitencia y de invocar perdón por los pecados de sus hijos, pero al mismo tiempo se alegra, y continuamente se llena de júbilo por los testimonios de virtud y de caridad, que se multiplican.

30.- La caridad para con los hermanos, una de cuyas expresiones es la limosna —una típica práctica cuaresmal junto con la oración y el ayuno—, radica en esta pertenencia común.

31.- Todo cristiano puede expresar en la preocupación concreta por los más pobres su participación del único cuerpo que es la Iglesia. La atención a los demás en la reciprocidad es también reconocer el bien que el Señor realiza en ellos y agradecer con ellos los prodigios de gracia que el Dios bueno y todopoderoso sigue realizando en sus hijos.

“Para estímulo de la caridad y las buenas obras”: caminar juntos en la santidad

32.- Esta expresión de la Carta a los Hebreos (10, 24) nos lleva a considerar la llamada universal a la santidad, el camino constante en la vida espiritual, a aspirar a los carismas superiores y a una caridad cada vez más alta y fecunda (cf. 1 Co 12, 31-13,13).

33.- La atención recíproca tiene como finalidad animarse mutuamente a un amor efectivo cada vez mayor, «como la luz del alba, que va en aumento hasta llegar a pleno día» (Pr 4, 18), en espera de vivir el día sin ocaso en Dios.

34.- El tiempo que se nos ha dado en nuestra vida es precioso para descubrir y realizar buenas obras en el amor de Dios. Así la Iglesia misma crece y se desarrolla para llegar a la madurez de la plenitud de Cristo (cf. Ef 4, 13). En esta perspectiva dinámica de crecimiento se sitúa nuestra exhortación a animarnos recíprocamente para alcanzar la plenitud del amor y de las buenas obras.

35.- Lamentablemente, siempre está presente la tentación de la tibieza, de sofocar el Espíritu, de negarse a «comerciar con los talentos» que se nos han dado para nuestro bien y el de los demás (cf. Mt 25, 25ss).

36.- Todos hemos recibido riquezas espirituales o materiales útiles para el cumplimiento del plan divino, para el bien de la Iglesia y la salvación personal (cf. Lc 12, 21b; 1 Tm 6, 18).

37.- Los maestros de espiritualidad recuerdan que, en la vida de fe, quien no avanza, retrocede. Queridos hermanos y hermanas, aceptemos la invitación, siempre actual, de aspirar a un «alto grado de la vida cristiana» (Juan Pablo II, Carta ap. Novo millennio ineunte [6 de enero de 2001], n. 31).

38.- Al reconocer y proclamar beatos y santos a algunos cristianos ejemplares, la sabiduría de la Iglesia tiene también por objeto suscitar el deseo de imitar sus virtudes. San Pablo exhorta: «Que cada cual estime a los otros más que a sí mismo» (Rm 12,10).

39.- Ante un mundo que exige de los cristianos un testimonio renovado de amor y fidelidad al Señor, todos han de sentir la urgencia de ponerse a competir en la caridad, en el servicio y en las buenas obras (cf. Hb 6, 10).

40.- Esta llamada es especialmente intensa en el tiempo santo de preparación a la Pascua. Con mis mejores deseos de una santa y fecunda Cuaresma, os encomiendo a la intercesión de la Santísima Virgen María y de corazón imparto a todos la Bendición Apostólica.

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