Homilía del Arzobispo de Tarragona en las Solemnes Vísperas de la Beatificación

octubre 12, 2013

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He venido para dar testimonio de la Verdad. Dichosos los que no se avergüencen de mí

He venido para dar testimonio de la Verdad. Dichosos los que no se avergüencen de mí

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HOMILÍA EN LAS SOLEMNES VÍSPERAS, por Mons. Jaume Pujol Balcells

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Celebramos las primeras Vísperas del Domingo. Y el domingo, dice San Jerónimo, es «el día de la resurrección, el día de los cristianos, nuestro día». El Señor en el atardecer del viernes santo murió con los salmos de su pueblo en los labios e introdujo «en este exilio terrestre aquel himno que se canta perpetuamente en las moradas celestiales.

El mismo une a sí la comunidad entera de los hombres y la asocia al canto de este divino himno de alabanza (Concilio Vaticano II, Sacrosanctum Concilium, n. 83). Ofrezcamos con gozo el sacrificio vespertino, unidos al Señor Jesús.

Esta Iglesia de Tarragona, ecclesia Pauli, sedes Fructuosi os recibe con afecto y alegría y os da a todos el ósculo de la paz y de la comunión.

Saludo en primer lugar al Sr. Cardenal Angelo Amato que mañana, en nombre del Santo Padre Francisco, proclamará la bienaventuranza de esta multitud tan grande de hermanos. Saludo a los señores cardenales, a mis hermanos obispos. También a vosotros queridos sacerdotes y diáconos.

A vosotros queridos hermanos y hermanas religiosos, gozosos por la glorificación de vuestros hermanos y hermanas. A todo el pueblo santo de Dios que con alegría y gozo venera y celebra la gloria de los mártires. Paz a todos. Alegrémonos todos en el Señor y que el gesto del venerable y antiguo Lucernario sea elocuente: ¡Lumen Christi cum pace!

Irradiemos, hermanos y hermanas, esta luz portadora de la paz. La paz gozosa de los discípulos de Cristo, que el mismo nos ha regalado y que nada ni nadie nos puede quitar.

La glorificación de nuestros hermanos y hermanas, como escribí en mi carta pastoral, no se hace en contra de nadie ni tampoco a favor de nadie. Los mártires son del Señor, pertenecen a la victoria del Señor, no a la de los hombres. Son un anuncio de paz y de reconciliación. Es simplemente la Iglesia que retomando la tradición desde los primeros siglos no puede olvidar a aquellos que murieron por causa del Señor y del evangelio.

Ellos escribieron el libro de la Verdad rubricado con sangre. Son los que siguieron al Señor imitándole. Como hemos escuchado en el cántico de estas vísperas: “Cristo padeció por nosotros, dejándonos un ejemplo, para que sigamos sus huellas” (1P 2,2).

Cuando mañana nuestros mártires sean beatificados en la liturgia dominical nadie de nosotros experimentará ni un ápice de resentimiento hacia aquellos que los persiguieron. Ni tampoco la satisfacción de haber cumplido con un acto de justicia histórica, a la manera del mundo. ¿Cómo no vamos a perdonar si todos ellos murieron, a imitación del Señor, con palabras de perdón en sus labios?

El primer fruto, diría, la primera gracia de los nuevos mártires, será la gracia del perdón y de la reconciliación. El Señor redime siempre toda la historia y ellos, los mártires, redimían con su inmolación silenciosa, aquella historia de muerte, vergonzante. El Señor mira con compasión un bando y el otro, el Señor mira con compasión tanto a los verdugos como a los que murieron. La última mirada de los mártires fue ésta: una mirada que perdonaba. Sea ésta también nuestra mirada.

El martirio es la expresión más perfecta de la fe, de la esperanza y de la caridad. El mártir en su entrega total a Dios ama al Señor de la forma más intensa y posible, con un corazón entero y como lo único necesario. Experimenta y acepta humildemente su total impotencia y la necesidad absoluta de estar sostenido por la gracia, obedece hasta el fondo la voluntad de Dios y se deja libremente despojar de todo lo que poseía en la tierra, incluso de la propia vida, participando así de la extrema pobreza de Cristo en la cruz.

Evocamos, pues, con un inmenso amor y ternura las biografías de nuestros mártires. Todos eran hombres y mujeres de Dios, los cuales «lavaban sus vestidos en la sangre del Cordero».

Primero a nuestros hermanos obispos de Lleida, Salvi Huix, el obispo de Jaén, Manuel Basulto y nuestro amado Manuel Borras, obispo auxiliar de esta archidiócesis, y tantos hermanos sacerdotes que vivieron su martirio como la última eucaristía, ofrecida no en el sacramento, sino en su propia persona. De alguna manera se puede decir que ellos recibieron el martirio in persona Christi por la gracia que habían recibido en la ordenación sacerdotal.

También a nuestros hermanos religiosos y religiosas que llevaron a plenitud el propio carisma y rubricaron su acta de profesión con su propia sangre. Ellos proclaman hasta qué punto cada carisma de la vida religiosa puede ser vivido hasta el extremo de dar la vida.

También los siete laicos mártires, dignos representantes del pueblo santo del Señor. Como dice el prefacio de los santos: «al coronar sus méritos, coronas tu propia gloria».

Pongámonos en sintonía y obediencia con el Santo Padre Francisco. El de manera insistente nos dice que una Iglesia autorreferencial no es lo propio de la Iglesia del Señor. Ciertamente no es la Iglesia que glorifica a sus santos. ¡Es el Señor quien lo hace!

Ni un atisbo de autoglorificación debe estar presente este domingo entre nosotros. Debemos ser Iglesia que participa en la misión y en la obediencia del Hijo que con la fuerza del Espíritu Santo sale de sí misma y quiere ser irradiación de la luz del Señor de la gloria, que destruye y desenmascara todas las oscuridades del mundo.

Y sale humildemente al encuentro de una sociedad donde los hombres necesitan del Amor más grande, donde los pobres deben ser amados y la Iglesia debe ser en medio de ella un canto a la vida, puesto que el cristianismo es una afirmación de Vida. Un anuncio del amor salvador, desde la convicción de que no hay ninguna existencia humana que no sea amada por Dios.

Y, por otra parte, nuestros mártires no se avergonzaron ni de su bautismo, ni de su condición sacerdotal ni de su consagración religiosa ni de ser cristianos, católicos. En un momento límite no escondieren ni renegaron de su condición. Pido al Señor, a través de la intercesión de nuestros mártires, que nuestros cristianos salgan de todo anonimato, que no escondan el tesoro de la fe, sean luz en el celemín para iluminar a todos.

¡Nunca jamás una actitud vergonzante de la fe! ¡El mundo necesita estos cristianos! “El mundo necesita evangelizadores, no tristes y desalentados, impacientes o ansiosos, sino servidores del Evangelio, cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo”.

Quien expresa mejor que nadie nuestros sentimientos es la Bienaventurada Virgen María. Ella es la solista del pueblo de Dios. Ella da alma y canto a la Iglesia y es ella que ahora nos hará cantar en el Magnificat: «El Señor se ha acordado de Abraham y su descendencia para siempre».

Sí, la misericordia del Señor acompañó a nuestros mártires en la hora oscura del día de su martirio y les concedió vislumbrar el amanecer del Día de la resurrección. El Señor nos acompaña a nosotros. Él que siempre «lleva a su Iglesia a la perfección por la caridad». El Señor acompañará a los que después de nosotros vendrán y creerán en Cristo.

Es el misterio de la Iglesia, terrena y celeste, gloriosa y peregrina. Los santos son las primicias de la Jerusalén celeste. Es la comunión eclesial, es el misterio de Pentecostés: «Un solo señor, una sola fe, un solo Dios y Padre». Los mártires nos ayudan a vivir esta comunión eclesial.

Alegrémonos en el Señor y como decía el santo obispo de Tarragona Fructuoso momentos antes de su cruel martirio el 21 de enero del 259: «Nunca os van a faltar ni la misericordia ni la promesa del Señor en este mundo y en el otro». Así sea.

+ Jaume Pujol Balcells
Arzobispo metropolitano de Tarragona y primado
Tarragona, 12.10.2013

http://www.revistaecclesia.com/beatificacion-martires-siglo-xx-homilia-en-las-solemnes-visperas-del-sabado-12-de-octubre/


El maná de cada día, 13.10.13

octubre 12, 2013

Domingo XXVIII del Tiempo Ordinario, Ciclo C

Tercer día de la novena a Santa Magdalena de Nagasaki
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Agradecer es devolver a Dios esa creación que salió de sus manos

Agradecer es devolver a Dios esa creación que salió de sus manos



Antífona de entrada: Sal 129, 3-4

Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón, Dios de Israel.


Oración colecta

Te pedimos, Señor, que tu gracia continuamente nos preceda y acompañe, de manera que estemos dispuestos a obrar siempre el bien. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: 2 Reyes 5, 14-17

En aquellos días, Naamán de Siria bajó al Jordán y se bañó siete veces, como había ordenado el profeta Elíseo, y su carne quedó limpia de la lepra, como la de un niño.

Volvió con su comitiva y se presentó al profeta, diciendo: «Ahora reconozco que no hay dios en toda la tierra más que el de Israel. Acepta un regalo de tu servidor.»

Eliseo contestó: «¡Vive Dios, a quien sirvo! No aceptaré nada.»

Y aunque le insistía, lo rehusó.

Naamán dijo: «Entonces, que a tu servidor le dejen llevar tierra, la carga de un par de mulas; porque en adelante tu servidor no ofrecerá holocaustos ni sacrificios a otros dioses fuera del Señor.»


SALMO 97,1.2-3ab.3cd-4

El Señor revela a las naciones su salvación.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera, gritad, vitoread, tocad.


SEGUNDA LECTURA: 2 Timoteo 2, 8-13

Querido hermano:

Haz memoria de Jesucristo, resucitado de entre los muertos, nacido del linaje de David.

Éste ha sido mi Evangelio, por el que sufro hasta llevar cadenas, como un malhechor; pero la palabra de Dios no está encadenada: Por eso lo aguanto todo por los elegidos, para que ellos también alcancen la salvación, lograda por Cristo Jesús, con la gloria eterna.

Es doctrina segura: Si morimos con él, viviremos con él. Si perseveramos, reinaremos con él. Si lo negamos, también él nos negará. Si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.


Aclamación antes del Evangelio: 1 Ts 5, 18

Dar gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros.


EVANGELIO: Lucas 17, 11-19

Yendo Jesús camino de Jerusalén, pasaba entre Samaria y Galilea. Cuando iba a entrar en un pueblo, vinieron a su encuentro diez leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían:

– «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros.»

Al verlos, les dijo:
– «Id a presentaros a los sacerdotes.»

Y, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se echó por tierra a los pies de Jesús, dándole gracias.
Éste era un samaritano.

Jesús tomó la palabra y dijo:

– «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están? ¿No ha vuelto más que este extranjero para dar gloria a Dios?»

Y le dijo:
– «Levántate, vete; tu fe te ha salvado.»


Antífona de comunión: Sal 33, 11

Los ricos empobrecen y pasan hambre, los que buscan al Señor no carecen de nada.


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DOMINGO 28º del TIEMPO ORDINARIO
Lectura Orante de la Palabra

Paso 1. Disponerse: Abre tu Biblia y tu corazón a la escucha del Señor. Piénsalo: el Señor habla en la Palabra, porque nos ama. Todos encontramos tiempo para lo que queremos. Pide al Espíritu ganas de conocer más a Jesús en la Palabra. Entrar en la presencia de Dios es como estar en familia con él, en confianza. Lee despacio.

Lucas 17, 11-19

Una vez, yendo camino de Jerusalén, pasaba entre Samaría y Galilea. Cuando iba a entrar en una ciudad, vinieron a su encuentro diez hombres leprosos, que se pararon a lo lejos y a gritos le decían: «Jesús, maestro, ten compasión de nosotros». Al verlos, les dijo: «Id a presentaros a los sacerdotes». Y sucedió que, mientras iban de camino, quedaron limpios. Uno de ellos, viendo que estaba curado, se volvió alabando a Dios a grandes gritos y se postró a los pies de Jesús, rostro en tierra, dándole gracias. Este era un samaritano. Jesús, tomó la palabra y dijo: «¿No han quedado limpios los diez?; los otros nueve, ¿dónde están ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios más que este extranjero?», Y le dijo: «Levántate, vete; tu fe te ha salvado».

Paso 2. Leer: Pon mucha atención a lo que dice cada palabra del texto. ¿Qué significaba un leproso en aquel tiempo? ¿Por qué eran extranjeros los samaritanos? ¿Cómo entender que diez fueron curados y sólo uno salvado? El samaritano descubrió por la fe el milagro realizado en él y entonces alabó a Dios y se volvió para expresar su agradecimiento a Jesús, su profeta. Creció en la fe y ésta le trajo la salvación integral.

Paso 3. Escuchar: Lo que dice el texto que lees es para tu vida: Contempla a Jesús caminando por Samaría y Galilea, sanando y salvando a los más débiles y excluidos. Los leprosos quedan sanos al obedecer a Jesús, al salir caminando hacia los sacerdotes. Creyeron sin ver. Y sólo el samaritano se sintió invadido por la compasión de Dios y volvió alabando a Dios y agradeciendo a Jesús el milagro.

Paso 4. Orar: Más que ideas y palabras, pregúntate cómo te está sanando Jesús hoy mismo, con esta lectura. ¿Te cuesta experimentarte sanado por Jesús, animado, perdonado, comprendido…? Los leprosos gritaban a Jesús, levantaban las manos pidiendo ser curados… El samaritano regresa alabando a Dios, se postra ante Jesús, da gloria a Dios, agradece el milagro. ¿Cómo sueles orar tú? ¿En qué te ayuda este pasaje a mejorar tu oración?

Paso 5. Vivir: ¿Qué te dice la fuerza con que gritaban a Jesús estos leprosos? ¿Cómo es la vida de los que se saben salvados por Jesús? ¿Qué pasos de fe te enseña a dar el Espíritu en esta lectura? ¿Cómo crecer en la fe, sin ver, cómo ponerse en camino sin verlo todo, cómo ensayar una vida nueva, llena del poder de Dios?


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SÉ AGRADECIDO

Con todo y con todos. También con los que te hacen daño o algún mal, porque si sabes aprovechar eso que tú llamas ofensas ganarás un bien espiritual para tu alma mucho mayor que el daño que quizá te hayan podido hacer. Hay que agradecer lo grande y lo pequeño, lo bueno y lo malo, porque en todo está Dios.

Comienza tu jornada agradeciendo al buen Dios todo lo que te viene de Él. A lo largo del día no te olvides de renovar ese agradecimiento y reconducirlo todo a Él. Por la noche, que el momento final de tu examen de conciencia sea también de profunda gratitud.

La gratitud nace bien enraizada en esa humildad que sabe atisbar en todo a Dios. Agradecer es reconocer el bien que hace Dios en otros y en uno mismo; es devolver a Dios esa creación que salió de sus manos.

La gratitud es, sobre todo, una actitud ante la vida, las personas y los acontecimientos que va dejando en el alma un poso de alegría y de fe sencilla en la providencia de Dios.

Crece en tu conciencia de hijo de Dios y sentirás cada vez con más fuerza la necesidad de agradecer a este buen Padre todos sus desvelos. Acuérdate de aquel leproso, el único de los diez curados, que volvió glorificando a Dios a grandes voces y que, cayendo a los pies de Cristo, con el rostro en tierra, le dio las gracias (cf. Lc 17,15-16).

No seas tú de aquellos otros leprosos que, curados, no volvieron agradecidos, y que arrancaron del corazón de Cristo aquella dolorosa queja: “¿No han sido diez los curados? Los otros nueve ¿dónde están? ¿No ha habido quien volviera a dar gloria a Dios sino este extranjero?” (Lc 17,17).

Lañas diarias www.mater-dei.es
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Novena a Santa Magdalena de Nagasaki (3)

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Pasaba muchas horas en devociones, penitencias y en alta contemplación.

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Rito de entrada para todos los días:

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Oración

Oh Padre, que te complaces en escoger a los pequeños y débiles para manifestarnos las maravillas de tu amor, y que escogiste a la joven Magdalena de Nagasaki para que propagara el Evangelio entre sus conciudadanos, velara por su fidelidad a Cristo, hiciera a ti ofrenda de su vida como terciaria seglar agustino-recoleta y muriera mártir de la fe, concédenos, por su intercesión, que sepamos, ser siempre testimonios fieles de Cristo en nuestro vivir cotidiano y sepamos amar a nuestros hermanos con amor sincero y desinteresado. Danos, Señor, saber colaborar activamente en la difusión del Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Día tercero

Reflexión: Martirio de los padres y hermanos de santa Magdalena.

Los años de 1615 a 1622 han sido años de numerosos martirios entre los cristianos de Nagasaki. Magdalena acompaña, si bien pequeñita, a sus padres, que siguen a esos cristianos condenados a muerte hasta el lugar del suplicio. El acceso es libre, y asisten muchísimos cristianos, entonando a una con los mártires cantos al Señor, mientras las víctimas eran decapitadas, crucificadas o quemadas a fuego lento. El espíritu de los cristianos se enardece y se prepara a derramar a su vez la sangre por Cristo.

Un día (¿del año 1622?) los esbirros rodean la casa de los padres de Magdalena. El padre es una persona importante, un cabeza de familia, y como tal, tiene que abjurar ante los jueces de su fe cristiana. Pero los padres y los hermanos de Magdalena tienen una fe recia. Están dispuestos a dar mil veces su vida por Cristo, antes que renegar de la fe. Los esbirros se llevan a toda la familia: los padres y los hermanos. Atados como malhechores, los conducen a las angostas y sucias jaulas de la ciudad, donde esperarán la muerte.

¿Y Magdalena? Es todavía una niña de unos once años, y los esbirros no se atreven a poner las manos sobre ella. La jovencita se queda llorando. No quiere ser separada de su familia. Ignoramos la fecha en que fueron sacrificados.

Quizá formaron parte del grupo de víctimas del Gran Martirio de Nagasaki, de agosto y septiembre de 1622. Aquella escena no la olvidará Magdalena jamás. En el aire han quedado flotando la sonrisa de sus padres y hermanos y la melodía de los cánticos que entonaban mientras los conducían al patíbulo.

Magdalena ha perdido lo único que estimaba en su vida. Huérfana, con el pensamiento en el cielo, solo abriga ahora un deseo: consagrarse al Señor y poder derramar un día su sangre por Cristo, su Amado. Libre ya de los cuidados terrenos, sola en el mundo, se dedica a la penitencia, a la oración y al apostolado. «Gastaba muchas horas dice su biógrafo, día y noche, no solamente en devociones y penitencias, sino también en alta contemplación de la pasión de Cristo, redentor nuestro, y de la gloria de los bienaventurado sacando de tales cosas tales afectos que sus ojos eran fuentes de lágrimas».

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Oración de los fieles para todos los días:

Elevemos, hermanos, nuestras oraciones al Padre común, por intercesión de santa Magdalena de Nagasaki, virgen y mártir, y patrona de nuestra fraternidad seglar agustino-recoleta.

– Por todos los misioneros, especialmente por los agustinos recoletos, para que sepan predicar única y exclusivamente a Cristo, y éste crucificado. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por todos los catequistas, para que sepan ayudar en el robustecimiento de la fe, esperanza y caridad de los creyentes y catecúmenos. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por nuestras fraternidades seglares agustino- recoletas, para que imiten los ejemplos de caridad, sencillez, desprendimiento, sacrificio y fidelidad hasta el martirio de santa Magdalena de Nagasaki. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por todos los pueblos del Extremo Oriente, para que se abran a la luz de Cristo y crean en el Evangelio. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

Por todos los que sufren persecución a causa del Evangelio, para que sepan mantenerse íntegros en la fe, constantes en la esperanza y animosos en la caridad. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

Para añadir a la oración comunitaria:

Por todos los huérfanos y todos los niños abandonados, para que encuentren en nuestro Padre Dios consuelo, fortaleza y ayuda eficaz. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

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Oración final para todos los días:

Padre y Señor nuestro, tu mártir Magdalena de Nagasaki predicó sin desfallecer el Evangelio y derramó su sangre por ti; concédenos, por su intercesión, ser fíeles testigos de tu Palabra, seguidores de sus ejemplos y participar con ella de tu gloria por la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.


El maná de cada día, 12.10.13

octubre 12, 2013

Nuestra Señora del Pilar

Segundo día de la novena a Santa Magdalena de Nagasaki

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Nuestra Señora del Pilar

Nuestra Señora del Pilar

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Antífona de entrada Cf. Sb 18, 3; Ex 13, 21-22

Tú permaneces como la columna que guiaba y sostenía día y noche al pueblo en el desierto.


Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, que en la gloriosa Madre de tu Hijo has concedido un amparo celestial a cuantos la invocan con la secular advocación del Pilar; concédenos, por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la esperanza y constancia en el amor. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Crónicas 15, 3-4.15-16; 16, 1-2

En aquellos días, David congregó en Jerusalén a todos los israelitas, para trasladar el arca del Señor al lugar que le había preparado. Luego reunió a los hijos de Aarón y a los levitas. Luego los levitas se echaron los varales a los hombros y levantaron en peso el arca de Dios, tal como había mandado Moisés por orden del Señor.

David mandó a los jefes de los levitas organizar a los cantores de sus familias, para que entonasen cantos festivos acompañados de instrumentos, arpas, cítaras y platillos. Metieron el arca de Dios y la instalaron en el centro de la tienda que David le había preparado.

Ofrecieron holocaustos y sacrificios de comunión a Dios y, cuando David terminó de ofrecerlos, bendijo al pueblo en nombre del Señor.


SALMO 26, 1.3.4.5

El Señor me ha coronado, sobre la columna me ha exaltado.

El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré? El Señor es la defensa de mi vida, ¿quién me hará temblar?

Si un ejército acampa contra mí, mi corazón no tiembla; si me declaran la guerra, me siento tranquilo.

Una cosa pido al Señor, eso buscaré: habitar en la casa del Señor por los días de mi vida; gozar de la dulzura del Señor, contemplando su templo.

Él me protegerá en su tienda el día del peligro; me esconderá en lo escondido de su morada, me alzará sobre la roca.


Aclamación antes del Evangelio

Afianzó mis pies sobre la roca y me puso en la boca un cántico nuevo.


EVANGELIO: Lucas 11, 27-28

En aquel tiempo, mientras Jesús hablaba a la gente, una mujer de entre el gentío levantó la voz, diciendo: «Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te criaron.»

Pero él repuso: «Mejor, dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplen.»


Antífona de comunión Lc 1, 48

Me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí.


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EL PILAR, LUGAR PRIVILEGIADO DE ORACIÓN Y DE GRACIA
Elogio de nuestra Señora del Pilar

Según una piadosa y antigua tradición, ya desde los albores de su conversión, los primitivos cristianos levanta­ron una ermita en honor de la Virgen María a las orillas del Ebro, en la ciudad de Zaragoza. La primitiva y pequeña capilla, con el correr de los siglos, se ha convertido hoy en una basílica grandiosa que acoge, como centro vivo y permanente de peregrinaciones, a innumerables fieles que, desde todas las partes del mundo, vienen a rezar a Virgen y a venerar su Pilar.

La advocación de nuestra Señora del Pilar ha sido objeto de un especial culto por parte de los españoles: difícilmente podrá encontrarse en el amplio territorio patrio un pueblo que no guarde con amor la pequeña imagen sobre la santa columna. Muchas instituciones la verán también como patrona.

Muy por encima de milagros espectaculares, de manifestaciones clamorosas y de organizaciones masivas, la virgen del Pilar es invocada como refugio de pecadores, consoladora de los afligidos, madre de España. Su quehacer es, sobre todo, espiritual. Y su basílica, en Zaragoza, es un lugar privilegiado de oración, donde sopla con fuerza el Espíritu.

La devoción al Pilar tiene una gran repercusión en Iberoamérica, cuyas naciones celebran la fiesta del descubrimiento de su continente el día doce de octubre, es decir, el mismo día del Pilar. Como prueba de su devoción a la Virgen, los numerosos mantos que cubren la sagrada imagen y las banderas que hacen guardia de honor a la Señora ante su santa capilla testimonian la vinculación fraterna que Iberoamérica tiene, por el Pilar, con la patria española.

Abierta la basílica durante todo el día, jamás faltan fieles que llegan al Pilar en busca de reconciliación, gracia y diálogo con Dios.



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Novena a Santa Magdalena de Nagasaki (2)

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Rito de entrada para todos los días:

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Oración

Oh Padre, que te complaces en escoger a los pequeños y débiles para manifestarnos las maravillas de tu amor, y que escogiste a la joven Magdalena de Nagasaki para que propagara el Evangelio entre sus conciudadanos, velara por su fidelidad a Cristo, hiciera a ti ofrenda de su vida como terciaria seglar agustino-recoleta y muriera mártir de la fe, concédenos, por su intercesión, que sepamos, ser siempre testimonios fieles de Cristo en nuestro vivir cotidiano y sepamos amar a nuestros hermanos con amor sincero y desinteresado. Danos, Señor, saber colaborar activamente en la difusión del Evangelio. Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Reflexión para el día segundo:

Nacimiento e infancia de Magdalena de Nagasaki

La vida de toda persona se desarrolla en un determinado ambiente y queda marcada por el lugar y las circunstancias en que ha vivido. No comprenderemos la figura de la joven Magdalena sin tener presentes los acontecimientos históricos que tuvieron lugar en Nagasaki durante su corta existencia y que le tocaban en primera persona. Allí vivió casi toda su vida.

Nagasaki, situada en la parte occidental de la isla de Kyushu, se desarrolló enormemente en las últimas décadas del siglo XVI. Y se convirtió en una ciudad-refugio a la que afluían los cristianos desterrados, en un centro cultural y, sobre todo, en un centro de expansión misionera. La llamaban “la pequeña Roma”. Por sus calles, alegres y bulliciosas, pululaban comerciantes portugueses, españoles, japoneses. Se celebraban matrimonios entre europeos y japoneses.

Hacia el 1587, Nagasaki pierde su independencia y pasa a depender de la administración central. Y comienzan las trabas contra los cristianos. Cuando nace Magdalena, de padres cristianos, en 1611, Nagasaki cuenta con más de 50.000 católicos. Un padre agustino recoleto escribe así a los seis años del martirio de Magdalena: “Hubo en la ciudad de Nagasaki una doncella hermosísima, llamada Magdalena, hija de padres nobles cristianos y virtuosos que, como tales, a ella y a otros hijos que tuvieron, los criaron en el temor de Dios, inclinándoles a huir de todo lo malo”.

En efecto, sus padres, de alto linaje, se desvelaron por dar a la niña una esmerada educación. No les faltan los medios para hacerla estudiar, pues poseen grandes extensiones de tierra en Arima. La niña responde a los afanes de sus padres. Es una niña bella, afectuosa, de mirada dulce, de inteligencia precoz, y le gusta rezar y asistir a los actos de culto. Magdalena pasa su primera niñez en el ambiente sereno de la familia. Sus padres se han refugiado en Nagasaki, donde reina todavía la tranquilidad y pueden dar una buena educación a sus hijos. Cristianos de vieja estampa, llevan a Magdalena a los actos de culto. Pero su tranquilidad durará poco.

Sin embargo, al destierro de los misioneros, en 1614, sigue en Nagasaki un período de relativa calma, que aprovechan los familiares de Magdalena para instruir cristianamente a los hijos y prepararlos a afrontar los períodos de persecución que están en el aire.

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Oración de los fieles para todos los días:

Elevemos, hermanos, nuestras oraciones al Padre común, por intercesión de santa Magdalena de Nagasaki, virgen y mártir, y patrona de nuestra fraternidad seglar agustino-recoleta.

– Por todos los misioneros, especialmente por los agustinos recoletos, para que sepan predicar única y exclusivamente a Cristo, y éste crucificado. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por todos los catequistas, para que sepan ayudar en el robustecimiento de la fe, esperanza y caridad de los creyentes y catecúmenos. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por nuestras fraternidades seglares agustino- recoletas, para que imiten los ejemplos de caridad, sencillez, desprendimiento, sacrificio y fidelidad hasta el martirio de santa Magdalena de Nagasaki. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

– Por todos los pueblos del Extremo Oriente, para que se abran a la luz de Cristo y crean en el Evangelio. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

Por todos los que sufren persecución a causa del Evangelio, para que sepan mantenerse íntegros en la fe, constantes en la esperanza y animosos en la caridad. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

Para añadir a la oración comunitaria:

– Por todos los padres y madres católicos, para que eduquen cristianamente a sus hijos y los preparen a vivir una vida de fidelidad a Cristo y amor a los demás. Oremos.
R. Te rogamos, óyenos.

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Oración final para todos los días:

Padre y Señor nuestro, tu mártir Magdalena de Nagasaki predicó sin desfallecer el Evangelio y derramó su sangre por ti; concédenos, por su intercesión, ser fíeles testigos de tu Palabra, seguidores de sus ejemplos y participar con ella de tu gloria por la eternidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.