La oración del esposo

octubre 4, 2013

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La misión del esposo creyente y padre de la familia

La felicidad del esposo fiel y padre de familia; ésta es la bendición del hombre que teme y honra al Señor: Su mujer y sus hijos

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Oración del Esposo

 

Crea en mí, oh Dios, un corazón limpio, y renueva un espíritu recto dentro de mí” (Salmo 51:10) Muéstrame dónde mi actitud y mis pensamientos no son los que deben ser, especialmente en cuanto a mi esposa se refiere. Trae convicción a mi corazón cuando no quiera perdonar.

Ayúdame a deshacerme de toda ira, para que la confusión no tome control de mi mente. Si hay alguna conducta en mí que debo cambiar, permíteme hacer cambios que perduren. Todo lo que me reveles como malo, lo confesaré como pecado.

Conviérteme en un hombre de acuerdo con tu propio corazón. Permíteme ser la cabeza de mi hogar y familia para lo cual me creaste.

Señor, muéstrame cómo realmente puedo cubrir en oración a N. (nombre de la esposa). Permíteme vivir con ella, comprendiéndola y honrándola para que mis oraciones no encuentren estorbo (1 Pedro 3:7).

Renueva nuestro amor del uno por el otro. Sana cualquier herida que haya causado división entre nosotros. Dame paciencia, comprensión y compasión. Permíteme ser amoroso, tierno de corazón y cortés con ella, tal y como me lo pides en tu Palabra (1 Pedro 3:8).

Permíteme amarla tal y como tú la amas. Hazme un instrumento de reconciliación, paz y sanidad en mi matrimonio. Capacítanos para comunicarnos bien y rescátanos de la trinchera de la separación donde comienzan las realidades del divorcio.

Señor, te pido que nos lleves a N. (nombre de la esposa) y a mí a un nuevo nivel de unidad mutua. Que seamos de una misma mente. Muéstrame lo que debo hacer para que esto sea una realidad en nuestras vidas.

Dame palabras que sanen y no palabras que hieran. Llena mi corazón con tu amor de tal manera que, lo que fluya a través de mi hablar, sean palabras que edifiquen y no que destruyan. Convénceme de mi error cada vez que no viva de acuerdo con tu voluntad.

Donde el amor ha muerto, crea un nuevo amor entre nosotros. Muéstrame lo que el amor incondicional es en realidad y cómo comunicarlo de forma que ella lo perciba con claridad. Trae unidad entre nosotros para que podamos estar de acuerdo en todas las cosas.

Que el Dios de la paciencia y el consuelo nos conceda que tengamos el mismo pensamiento el uno hacia el otro, de acuerdo con Cristo Jesús. Haz de nosotros un equipo, que no busquemos vidas separadas, competitivas o independientes, sino más bien trabajando juntos, sin estar atentos a la falta de cada uno y las debilidades para el bienestar del matrimonio.

Ayúdanos a buscar las cosas que den paz con las que podamos edificarnos el uno al otro. Que podamos estar en armonía y que no haya divisiones entre nosotros, sino que nos mantengamos unidos en un mismo pensamiento y en un mismo propósito. Ayúdame a ser el hombre y esposo que tú quieres que sea, para gloria tuya, para felicidad de los míos y para mi propia satisfacción.

Amén

(Anónimo)


El maná de cada día, 4.10.13

octubre 4, 2013

Viernes de la 26ª semana del Tiempo Ordinario

Quien a vosotros escucha, a mí me escucha.



PRIMERA LECTURA: Baruc 1, 15-22

Confesamos que el Señor, nuestro Dios, es justo, y a nosotros nos abruma hoy la vergüenza:

a los judíos y vecinos de Jerusalén, a nuestros reyes y gobernantes, a nuestros sacerdotes y profetas y a nuestros padres; porque pecamos contra el Señor no haciéndole caso, desobedecimos al Señor, nuestro Dios, no siguiendo los mandatos que el Señor nos había dado.

Desde el día en que el Señor sacó a nuestros padres de Egipto hasta hoy, no hemos hecho caso al Señor, nuestro Dios, hemos rehusado obedecerle.

Por eso, nos persiguen ahora las desgracias y la maldición con que el Señor conminó a Moisés, su siervo, cuando sacó a nuestros padres de Egipto para darnos una tierra que mana leche y miel.

No obedecimos al Señor, nuestro Dios, que nos hablaba por medio de sus enviados, los profetas; todos seguimos nuestros malos deseos, sirviendo a dioses ajenos y haciendo lo que el Señor, nuestro Dios, reprueba.


SALMO 78, 1-2.3-5.8.9

Líbranos, Señor, por el honor de tu nombre.

Dios mío, los gentiles han entrado en tu heredad, han profanado tu santo templo, han reducido Jerusalén a ruinas. Echaron los cadáveres de tus siervos en pasto a las aves del cielo, y la carne de tus fieles a las fieras de la tierra.

Derramaron su sangre como agua en torno a Jerusalén, y nadie la enterraba. Fuimos el escarnio de nuestros vecinos, la irrisión y la burla de los que nos rodean. ¿Hasta cuándo, Señor? ¿Vas a estar siempre enojado? ¿Arderá como fuego tu cólera?

No recuerdes contra nosotros las culpas de nuestros padres; que tu compasión nos alcance pronto, pues estamos agotados.

Socórrenos, Dios, salvador nuestro, por el honor de tu nombre; líbranos y perdona nuestros pecados a causa de tu nombre. 


Aclamación antes del Evangelio: Sal 94, 8ab

No endurezcáis hoy vuestro corazón; escuchad la voz del Señor.


EVANGELIO: Lucas 10, 13-16

En aquel tiempo, dijo Jesús:

«¡Ay de ti, Corozaín; ay de ti, Betsaida! Si en Tiro y en Sidón se hubieran hecho los milagros que en vosotras, hace tiempo que se habrían convertido, vestidas de sayal y sentadas en la ceniza. Por eso el juicio les será más llevadero a Tiro y a Sidón que a vosotras.

Y tú, Cafárnaún, ¿piensas escalar el cielo? Bajarás al infierno.

Quien a vosotros os escucha a mí me escucha; quien a vosotros os rechaza a mí me rechaza; y quien me rechaza a mí rechaza al que me ha enviado.»
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YO INSTRUÍ A MIS PROFETAS

Tomás de Kempis, Imitación de Cristo 3,3

Escucha, hijo mío, mis palabras, palabras suavísimas, que trascienden toda la ciencia de los filósofos y letrados de este mundo.

Mis palabras son espíritu y son vida, y no se pueden ponderar partiendo del criterio humano.

No deben usarse con miras a satisfacer la vana compla­cencia, sino oírse en silencio, y han de recibirse con hu­mildad y gran afecto del corazón.

Y dije: Dichoso el hombre a quien tú educas, al que en­señas tu ley, dándole descanso tras los anos duros, para que no viva desolado aquí en la tierra.

Yo –dice el Señor– instruí a los profetas desde anti­guo, y no ceso de hablar a todos hasta hoy; pero muchos se hacen sordos a mi palabra y se endurecen en su corazón.

Los más oyen de mejor grado al mundo que a Dios, y más fácilmente siguen las apetencias de la carne que el beneplácito divino.

Ofrece el mundo cosas temporales y efímeras, y, con todo, se le sirve con ardor. Yo prometo lo sumo y eterno, y los corazones de los hombres languidecen presa de la inercia.

¿Quién me sirve y obedece a mí con tanto empeño y diligencia como se sirve al mundo y a sus dueños?

Sonrójate, pues, siervo indolente y quejumbroso, que aquéllos sean más solícitos para la perdición que para la vida.

Más se gozan ellos en la vanidad que tú en la verdad. Y, ciertamente, a veces quedan fallidas sus esperanzas; en cambio, mi promesa a nadie engaña ni deja frustrado al que funda su confianza en mí.

Yo daré lo que tengo prometido, lo que he dicho lo cumpliré. Pero a condición de que mi siervo se mantenga fiel hasta el fin.

Yo soy el remunerador de todos los buenos, así como fuerte el que somete a prueba a todos los que llevan una vida de intimidad conmigo.

Graba mis palabras en tu corazón y medítalas una y otra vez con diligencia, porque tendrás gran necesidad de ellas en el momento de la tentación.

Lo que no entiendas cuando leas lo comprenderás el día de mi visita. Porque de dos medios suelo usar para visitar a mis elegidos: la tentación y la consolación.

Y dos lecciones les doy todos los días: una consiste en reprender sus vicios, otra en exhortarles a progresar en la adquisición de las virtudes.

El que me rechaza y no acepta mis palabras tiene quien lo juzgue en el último día.

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