Árbitro profesional y marxista cuenta ahora cómo «la adoración al Santísimo me penetró el corazón»

octubre 7, 2013


La insistente oración de sus padres resultó exitosa

.

14388_edgar_gonzalez

Edgar González

.

http://www.religionenlibertad.com

A sus 37 años, Edgar González Alayón se mueve entre la docencia y el fútbol. Mientras que de lunes a viernes es profesor de Tecnología en el Colegio Ciudad Bolívar Argentina, Bogotá, los fines de semana arbitra en la primera división de la liga de futbol profesional de Colombia. Su nombre se hace cada vez más conocido en el campeonato, por el respeto y la rigurosidad que impregna en cada jugada.

Valores que enseña además a sus pupilos en la escuela de formación. Sin embargo, para consolidar esta identidad Edgar tuvo que reconocerse hijo. Fue contemplando a Cristo Sacramentado, que escuchó el “pitido” inicial del ‘partido’ que le llevó a la victoria auténtica: Cristo.

Hijo de padres campesinos, Edgar heredó los valores de la fe. Junto a su familia asistía a misa todos los domingos. En ese tiempo, el joven creció cosechando éxitos en la parte académica y desde pequeño ocupó los mejores puestos en las notas en el colegio. “Siempre me caractericé por leer. Me gustaban mucho los temas científicos, la filosofía y los temas de misterio”.

“La religión es el opio del pueblo”

Su afición al discurrir intelectual, le traería luego los primeros dilemas en su fe. Así, con la llegada de una profesora comunista -recuerda- su visión de la Iglesia cambió radicalmente. “Presté oídos a sus críticas sobre las faltas de la institución en la historia y el gran imperio económico -decía- que controlaban.

Luego –prosigue- de tanto leer a Marx, Freud y Nietzche, se hicieron fuertes en mí las frases: “la religión es el opio del pueblo” y “fue el hombre el que creó a Dios, debido a sus necesidades”. “Así tomé la decisión de rechazar todo lo concerniente a los temas que hablaran sobre Dios”, expresa hoy arrepentido.

Esta rebeldía de Edgar comenzó a dificultar las relaciones en su casa y a generar una actitud frívola hacia la Iglesia. Hizo sus sacramentos, sencillamente, dice, “para que mis padres no se enfadaran conmigo”.

Se convierte en un bohemio

Edgar termina la secundaria e ingresa al Colegio de Árbitros de Fútbol de Bogotá, comenzando una exitosa carrera en clubes de tercera división y recibe sus primeros salarios. Deseando vivir lejos de las enseñanzas de la Iglesia y estando fragmentada la relación con sus padres -relata- “en este tiempo comulgué bastante con las ideas socialistas y comunistas”.

En 1994 comenzó a estudiar Ingeniería de Sistemas en la Universidad Distrital Francisco José de Caldas y en ese ambiente comenzó a relajarse moralmente. Como un hombre de izquierdas la bohemia le ofrecía nuevos momentos para dar rienda suelta a su nueva libertad, o eso creía.

“Con mis compañeros íbamos a rumbas y tomatas. Me sentía muy feliz. Había dejado de lado la familia, y lo sentimental no me inquietaba. Estaba tan sumergido en estas actividades, que a mi vida no le daba la prioridad que necesitaba. Me identificaba con mis amigos y compartía la mayor parte de mi tiempo con ellos”.

La súplica a Dios de los padres

Los padres de Edgar no permanecían inmóviles ante el desastre. Así buscaron respuestas acudiendo a un retiro de sanación de la Renovación Carismática Católica en 1998. Fue tan significativo el hecho en sus vidas que tras regresar invitaron, insistentes, al hijo pródigo, anhelando que viviera su misma experiencia.

“Querían acercarme a Dios -recuerda Edgar- en una forma que ellos creían correcta; me insistían constantemente para que fuera a misa y asistiera a eventos religiosos. Esta presión ocasionó que me alejara aún más de Dios, y llegamos muchas veces a discutir”.

Pasaron dos años y el hombre que afirmaba no querer nada de Dios, tomó una decisión inesperada. Su curiosidad, rasgo que le caracterizaba, al ver la transformación de sus padres, provocó que en el año 2000 decidiera asistir al Congreso de Jóvenes en Bogotá, “ya que en la iglesia solo veía a viejitos y algunos de ellos se quedaban dormidos en pleno sermón; creo que entonces fui porque me gustaba bastante tener nuevas experiencias”.

En la Adoración Eucarística, quebrantado ante Cristo

El sacerdote dominico Fray Nelson Medina, uno de los predicadores del retiro -que hacía parte de aquél Congreso en Bogotá-, era quien guiaba la Adoración Eucarística ante una asamblea llena de almas anhelantes de la intimidad con Cristo; y entre ellos estaba Edgar.

No esperaba lo que sucedió… “Me dejé quebrantar el corazón en esa Adoración al Santísimo y me di cuenta que no podía continuar mi caminar por la vida en soledad,… mi ser no era sólo cuerpo, sino alma y espíritu. Fueron tres días en los cuales conocí de un Dios que me amaba a pesar de mis problemas”.

El Paráclito terminó por habitar mi corazón joven -recuerda- durante un retiro de sanación de enfermos y liberación, en febrero del 2000. “Fue ahí donde me di cuenta del poder de Dios y me convencí más de su existencia”.

Tal y como en el Evangelio, Edgar pasó los meses siguientes a dedicarse por completo a la propagación de la fe. “Por obra del Espíritu Santo, surge en mí la vocación y fuerza para trabajar en la pastoral juvenil de mi localidad. ¡La primera reunión se efectuó un día jueves en mi casa y con la autorización de mi madre!”.

El año siguiente regresó a sus estudios en la Universidad Nacional de Colombia y paralelamente, relata, “recibí muchas cosas del Señor. Asistí a más congresos nacionales de jóvenes, y el Señor me seguía hablando en la Adoración al Santísimo. ¡Andaba con una Biblia debajo del brazo para arriba y para abajo!… participando en todas las actividades organizadas por la Iglesia y en los grupos de oración. ¡Estoy feliz, conozco a Jesucristo!”.


El maná de cada día, 7.10.13

octubre 7, 2013

Lunes de la 27ª semana de Tiempo Ordinario

La oración del Rosario es cristocéntrica y mariana a la vez

Nuestra Señora del Rosario



Antífona de entrada: Lc 1. 28. 42

Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre.


Oración colecta

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos por su pasión y su cruz, y con la intercesión de la Virgen María, a la gloria de la resurrección. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Jonás 1, 1–2,1.11

Jonás, hijo de Amitai, recibió la palabra del Señor: «Levántate y vete a Nínive, la gran ciudad, y proclama en ella: «Su maldad ha llegado hasta mí.»»

Se levantó Jonás para huir a Tarsis, lejos del Señor; bajó a Jafa y encontró un barco que zarpaba para Tarsis; pagó el precio y embarcó para navegar con ellos a Tarsis, lejos del Señor.

Pero el Señor envió un viento impetuoso sobre el mar, y se alzó una gran tormenta en el mar, y la nave estaba a punto de naufragar. Temieron los marineros, e invocaba cada cual a su dios. Arrojaron los pertrechos al mar, para aligerar la nave, mientras Jonás, que había bajado a lo hondo de la nave, dormía profundamente.

El capitán se le acercó y le dijo: «¿Por qué duermes? Levántate e invoca a tu Dios; quizá se compadezca ese Dios de nosotros, para que no perezcamos.»

Y decían unos a otros: «Echemos suertes para ver por culpa de quién nos viene esta calamidad.»

Echaron suertes, y la suerte cayó sobre Jonás. Le interrogaron: «Dinos, ¿por qué nos sobreviene esta calamidad? ¿Cuál es tu oficio? ¿De dónde vienes? ¿Cuál es tu país? ¿De qué pueblo eres?»

Él les contestó: «Soy un hebreo; adoro al Señor, Dios del cielo, que hizo el mar y la tierra firme.»

Temieron grandemente aquellos hombres y le dijeron: «¿Qué has hecho?» Pues comprendieron que huía del Señor, por lo que él había declarado.

Entonces le preguntaron: «¿Qué haremos contigo para que se nos aplaque el mar?» Porque el mar seguía embraveciéndose.

Él contestó: «Levantadme y arrojadme al mar, y el mar se aplacará; pues sé que por mi culpa os sobrevino esta terrible tormenta.»

Pero ellos remaban para alcanzar tierra firme, y no podían, porque el mar seguía embraveciéndose. Entonces invocaron al Señor, diciendo: «¡Ah, Señor, que no perezcamos por culpa de este hombre, no nos hagas responsables de una sangre inocente! Tú eres el Señor que obras como quieres.»

Levantaron, pues, a Jonás y lo arrojaron al mar; y el mar calmó su cólera. Y temieron mucho al Señor aquellos hombres. Ofrecieron un sacrificio al Señor y le hicieron votos. El Señor envió un gran pez a que se comiera a Jonás, y estuvo Jonás en el vientre del pez tres días y tres noches seguidas. El Señor dio orden al pez, y vomitó a Jonás en tierra firme.


SALMO: Jon 2, 3.4.5.8

Sacaste mi vida de la fosa, Señor.

En mi aflicción clamé al Señor y me atendió; desde el vientre del abismo pedí auxilio, y escuchó mi clamor.

Me arrojaste a lo profundo en alta mar, me rodeaban las olas, tus corrientes y tu oleaje pasaban sobre mí.

Yo dije: «Me has arrojado de tu presencia; quién pudiera ver de nuevo tu santo templo.»

Cuando se me acababan las fuerzas me acordé del Señor; llegó hasta ti mi oración, hasta tu santo templo.


Aclamación antes del Evangelio: Jn 13, 34

Os doy un mandamiento nuevo -dice el Señor-: que os améis unos a otros, como yo os he amado.


EVANGELIO: Lucas 10, 25-37

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba: «Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?»

Él le dijo: «¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?»

Él contestó: «Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.»

Él le dijo: «Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.»

Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús: «¿Y quién es mi prójimo?»

Jesús dijo: «Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo. Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: «Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.» ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?»

Él contestó: «El que practicó la misericordia con él.»

Díjole Jesús: «Anda, haz tú lo mismo.»


Antífona de comunión Lc 1, 31

Concebirás y a darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús.


.
7 de Octubre

Nuestra Señora, la Virgen del Rosario

Esta conmemoración fue instituida por el papa san Pío V en el día aniversario de la victoria obtenida por los cristianos en la batalla naval de Lepanto (1571), victoria atribuida a la Ma­dre de Dios, invocada por la oración del rosario. La celebración de este día es una invitación para todos a meditar los misterios de Cristo, en compañía de la Virgen María, que estuvo asocia­da de un modo especialísimo a la encarnación, la pasión y la gloria de la resurrección del Hijo de Dios.

Conviene meditar los misterios de salvación

De los sermones de san Bernardo, abad

El Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. ¡La fuente de la sabiduría, la Palabra del Padre en las alturas! Esta Palabra, por tu mediación, Virgen santa, se hará carne, de manera que el mismo que afirma: Yo estoy en el Padre y el Padre está en mí podrá afirmar igualmente: Yo salí de Dios, y aquí estoy.

En el principio –dice el Evangelio– ya existía la Palabra. Manaba ya la fuente, pero hasta entonces sólo dentro de sí misma. Y continúa el texto sagrado: Y la Palabra estaba junto a Dios, es decir, morando en la luz inaccesible; y el Señor decía desde el principio: Mis designios son de paz y no de aflicción. Pero tus designios están escondidos en ti, y nosotros no los conocemos; porque ¿quién había penetrado la mente del Señor?, o ¿quién había sido su consejero?

Pero llegó el momento en que estos designios de paz se convirtieron en obra de paz: La Palabra se hizo carne y ha acampado ya entre nosotros; ha acampado, ciertamente, por la fe en nuestros corazones, ha acampado nuestra memoria, ha acampado en nuestro pensamiento y desciende hasta la misma imaginación. En efecto, ¿qué idea de Dios hubiera podido antes formarse el hombre que no fuese un ídolo fabricado por su corazón? Era incomprensible e inaccesible, invisible y superior a todo pensamiento humano; pero ahora ha querido ser comprendido, visto, accesible a nuestra inteligencia.

¿De qué modo?, te preguntarás. Pues yaciendo en un pesebre, reposando en el regazo virginal, predicando en la montaña, pasando la noche en oración; o bien pendiente de la cruz, en la lividez de la muerte, libre entre los muertos y dominando sobre el poder de la muerte, como también resucitando al tercer día y mostrando a los apóstoles la marca de los clavos, como signo de victoria, y subiendo finalmente, ante la mirada de ellos, hasta lo más íntimo de los cielos.

¿Hay algo de esto que no sea objeto de una verdadera, piadosa y santa meditación? Cuando medito en cualquiera de estas cosas, mi pensamiento va hasta Dios y, a través de todas ellas, llego hasta mi Dios. A esta meditación la llamo sabiduría, y para mí la prudencia consiste en ir saboreando en la memoria la dulzura que la vara sacerdotal infundió tan abundantemente en estos frutos, dulzura de la que María disfruta con toda plenitud en el cielo y la derrama abundantemente sobre nosotros.