Lucrecia García, viuda, será beatificada el domingo

octubre 9, 2013

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He venido para dar testimonio de la Verdad

He venido para dar testimonio de la Verdad

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La viuda española que sirvió a sus hermanas religiosas hasta sufrir el martirio

El domingo será beatificada Lucrecia García Solanas

Religión en Libertad

El próximo 13 de octubre, en una ceremonia presidida por el cardenal Angelo Amato, prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos y representante del Papa Francisco para esta ocasión, serán beatificados en Tarragona 522 mártires de la guerra civil española, entre los cuales figuran muchos religiosos pero también varios laicos, personas comunes que dieron su vida por no renegar de la propia fe.

Se trata, para la Conferencia Episcopal Española, de uno de los acontecimientos principales del Año de la Fe.

Monseñor Vicente Cárcel Ortí, historiador y autor de varios libros sobre católicos españoles perseguidos por los republicanos en los años treinta, explicó en una entrevista a tempi.it la importancia de este acontecimiento para la Iglesia.

Era el 19 de julio de 1936 cuando, a las 9 de la mañana, una mujer llegó corriendo al convento para avisar a las religiosas de que escaparan lo antes posible. Los responsables de la persecución anticatólica habían empezado a quemar iglesias en Barcelona, y pronto habrían hecho lo mismo con la de ellas.

La madre superiora, que hasta ese momento y a pesar de la violencia no había querido abandonar el convento, dijo a las hermanas que se quitaran el hábito y se vistieran con indumentaria civil; después, las escondió en una torre cercana que pertenecía al propietario de ese terreno. Desde allí se trasladarían una a una para buscar lugares mejores donde refugiarse.

El terror en el refugio

Algunas monjas se escondieron con la futura beata Lucrecia García Solanas, una viuda sin hijos, que estaba allí para ayudar a su hermana, la madre superiora, y las otras monjas. Lucrecia vivía con ellas desde hacía más de diez años, en una casa fuera del convento, haciendo de mediadora entre el monasterio y el mundo exterior.

Las religiosas se escondieron en un sótano, donde el propietario del mismo guardaba sus herramientas de trabajo. Desde allí las mujeres podían oír el ruido de los milicianos del Frente Popular que, con la ayuda de perros, buscaban a sus víctimas.

El 21 de julio un grupo armado entró en el monasterio, forzando la puerta con dinamita. Los “rojos” entraron en la iglesia adyacente, la profanaron y después la quemaron. Tras haber revisado el monasterio para saquearlo, los republicanos profanaron los cuerpos de dos hermanas enterradas algunos meses antes, dejándolos expuestos a la mofa pública.

Traicionadas y encontradas

El 22 de julio, el grupo de religiosas refugiadas aumentó porque algunas de ellas volvieron al no poder permanecer más en sus casas, pero al día siguiente el portero del convento, que conocía su escondite, las traicionó. Los anticatólicos las encontraron en la torre rezando el rosario. Preguntaron quién era la madre superiora para interrogarla sobre las riquezas que esperaban encontrar en el monasterio.

La madre abadesa ofreció su propia vida a cambio de la de sus hermanas. Dijo a los milicianos que Lucrecia era una laica, pero estos no la escucharon y quisieron saber dónde estaban las otras monjas. Las hallaron en el sótano, rezando de rodillas. Todas fueron arrestadas, y empezó para ellas su calvario.

Las torturas a las religiosas

Los republicanos insultaron a las religiosas, les apretaron sus rosarios alrededor del cuello y burlándose de ellas las pusieron en fila para arrastrarlas por la calle. Sólo se salvó una de ellas, hermana de un famoso anarquista. El final de las otras lo describió Amparo Bosch Vilanova, testigo ocular, que contó: “Las han puesto en fila como si fueran a recibir la Hostia, las han empujado a la calle donde había un camión, donde las han echado como sacos de patatas, con una violencia tal que seguramente les han roto algún hueso”.

El camión se dirigió a San Andrés, donde las mujeres, después de haber sido sometidas a prolongadas torturas, fueron asesinadas. Algunos testigos dijeron que hacia las siete de la tarde de ese día se oyeron varios disparos. Los cuerpos de las monjas fueron hallados amontonados. En total eran diez, nueve religiosas y una laica. Tenían heridas de arma blanca en el pecho y las partes íntimas, con los vestidos arrancados y agujereados por armas de fuego.

Mientras eran torturadas por los “rojos”, todas las monjas, y con ellas Lucrecia, temieron más a la violación que a la muerte, y en sus cuerpos se hallaron signos de una lucha terrible.

Una mujer refirió que los mismos republicanos se quedaron turbados de la valentía de esas mujeres; incluso comentaron en el bar, después de martirizarlas: «¡Qué monjas más valientes han muerto hoy!». Según otros testigos, las diez mártires habían entregado su vida rezando de rodillas y pidiendo perdón para sus verdugos.

Benedetta Frigerio / Tempi.it
(Traducción de Helena Faccia Serrano)

http://www.aleteia.org/es/religion/noticias/la-viuda-espanola-que-sirvio-a-sus-hermanas-religiosas-hasta-sufrir-el-martirio-4762001


El maná de cada día, 9.10.13

octubre 9, 2013

Miércoles de la 27ª semana del Tiempo Ordinario

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Señor, enséñanos a orar

Señor, enséñanos a orar

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PRIMERA LECTURA: Jonás 4, 1-11

Jonás sintió un disgusto enorme y estaba irritado. Oró al Señor en estos términos: «Señor, ¿no es esto lo que me temía yo en mi tierra? Por eso me adelanté a huir a Tarsis, porque sé que eres compasivo y misericordioso, lento a la cólera y rico en piedad, que te arrepientes de las amenazas. Ahora, Señor, quítame la vida; más vale morir que vivir.»

Respondióle el Señor: «¿Y tienes tú derecho a irritarte?»

Jonás había salido de la ciudad, y estaba sentado al oriente. Allí se habla hecho una choza y se sentaba a la sombra, esperando el destíno de la ciudad. Entonces hizo crecer el Señor un ricino, alzándose por encima de Jonás para darle sombra y resguardarle del ardor del sol.

Jonás se alegró mucho de aquel ricino. Pero el Señor envió un gusano, cuando el sol salía al día siguiente, el cual dañó al ricino, que se secó. Y, cuando el sol apretaba, envió el Señor un viento solano bochornoso; el sol hería la cabeza de Jonás, haciéndole desfallecer.

Deseó Jonás morir, y dijo: «Más me vale morir que vivir.»

Respondió el Señor a Jonás: «¿Crees que tienes derecho a irritarte por el ricino?»

Contestó él: «Con razón siento un disgusto mortal.»

Respondióle el Señor: «Tú te lamentas por el ricino, que no cultivaste con tu trabajo, y que brota una noche y perece la otra. Y yo, ¿no voy a sentir la suerte de Nínive, la gran ciudad, que habitan más de ciento veinte mil hombres, que no distinguen la derecha de la izquierda, y gran cantidad de ganado?»


SALMO 85,3-4.5-6.9-10

Tú, Señor, eres lento a la cólera, rico en piedad.

Tú eres mi Dios, piedad de mí, Señor, que a ti te estoy llamando todo el día; alegra el alma de tu siervo, pues levanto mi alma hacia ti.

Porque tú, Señor, eres bueno y clemente, rico en misericordia con los que te invocan. Señor, escucha mi oración, atiende a la voz de mi súplica.

Todos los pueblos vendrán a postrarse en tu presencia, Señor; bendecirán tu nombre: «Grande eres tú, y haces maravillas; tú eres el único Dios.»


Aclamación antes del Evangelio: Rm 8, 15bc

Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: «!Abba¡, Padre.»


EVANGELIO: Lucas 11, 1-4

Una vez que estaba Jesús orando en cierto lugar, cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: «Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos.»

Él les dijo: «Cuando oréis decid: «Padre, santificado sea tu nombre, venga tu reino, danos cada día nuestro pan del mañana, perdónanos nuestros pecados, porque también nosotros perdonamos a todo el que nos debe algo, y no nos dejes caer en la tentación.»»
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ORAR SIN REGATEOS

No seas tacaño y medidor con el Señor. Tu tiempo no es tuyo sino de Dios, pues Él te lo da. El que necesitas para tu santificación, ni más ni menos. Dáselo tu a Él sin regateos, pues es su verdadero Dueño.

No recortes minutos a tu oración diaria; no tengas prisa en la acción de gracias de la Eucaristía; no reces el rosario apresuradamente, como quien quiere acabar cuanto antes un deber pesado y aburrido; tómate el tiempo necesario para hacer bien tu examen de conciencia diario; saborea pausadamente todas tus oraciones y devociones personales; no quieras que la Eucaristía dure menos o que la confesión sea más rápida y breve.

Porque todos los minutos del tiempo de tu vida que Dios te dé sólo podrás vivirlos una vez.

¿No te sentirías molesto si alguien te atendiera de cualquier manera, o te hablara sin interés y sin prestar atención a lo que tú dices? ¿Crees que el Señor tuvo prisa, siquiera un minuto, para que pasara cuanto antes aquellos largos años de vida oculta en Nazaret, aquel viernes santo y aquella cruz?

Es de justicia que des al Señor el tiempo que le has prometido, todo el que sea preciso, sin prisas, sin ahorrar detalles, con esa elegante generosidad de quien ya ha experimentado que el verdadero amor sólo sabe de darse.

Lañas diarias www.mater-dei.es