Siervas de María que serán beatificadas en Tarragona

octubre 11, 2013

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Estas son las que blanquearon sus vestidos en la sangre del Cordero

Estas son las que blanquearon sus vestidos en la sangre del Cordero

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«Sí, somos religiosas, no hagan daño a esta familia»: Las mártires Siervas de María en Pozuelo

El Papa Francisco reconoce el martirio en 1936 de estas 4 religiosas: dos ancianas, una paralizada, que se ocultaban en una casa vestidas de civil. Las historias y las cifras son terribles.

P. J. Ginés/ReL

El día que murió la madrileña Santa Mª Soledad Torres Acosta en 1887, dijo a las religiosas de la congregación que fundó, las Siervas de María: «Hijas, que tengáis paz y unión».

Estas religiosas, ya extendidas por toda España, Cuba, Puerto Rico y otros países americanos, tenían entonces, como hoy, la misión especial de visitar a los enfermos en sus casas, especialmente a los pobres, para cuidarlos y consolarlos.

Poco podía imaginar la fundadora que apenas 50 años después desaparecería esa «paz» entre los hombres: sus hijas serían perseguidas y asesinadas en su propio país. Algunas de las asesinadas recordarían a su fundadora y su deseo de paz en los días sangrientos de 1936.

Las 4 mártires Siervas de María

El Papa Francisco ha firmado este junio de 2013 el decreto de martirio y la beatificación de cuatro Siervas de María asesinadas en diciembre de 1936 en Aravaca, cerca de Madrid, probablemente en la fría noche del 6 al 7 de ese mes.

La madre Aurelia Arambarri Fuente, de Álava, era una monja ya anciana, de 70 años, con buena parte del cuerpo paralizado. Madre Aurelia fue misionera de las Siervas en Puerto Rico, y en México había vivido los años de la revolución. Volvió a España en 1916, atendiendo enfermos en Mataró, Alcoy, Sarriá y Barbastro, y formando nuevas vocaciones.

Más anciana todavía era Sor Aurora López González, de 86 años, natural de San Lorenzo, Madrid. No había ninguna otra Sierva de María con más años en el instituto: 62 años de vida religiosa.

Sor Daría Andiarena Sagaseta era de Donamaría, en Navarra, y tenía 57 años. Las hermanas que le conocieron recuerdan que siempre tuvo un espíritu dispuesto al martirio y a veces hablaba de ello: “Yo quiero el martirio del sacrificio diario y si Dios quiere, también morir; morir mártir por Él”, decía.

Sor Agustina Peña Rodríguez era de Ruanales, Santander, y tenía 35 años, con sólo 3 años de profesión perpetua. Era la cuidadora de Madre Aurelia, que estaba incapacitada para muchas tareas.

3.400 mártires murieron antes que ellas

De 1934 al 18 de julio de 1936, día de inicio de la Guerra Civil, fueron asesinados 50 clérigos católicos en España. Al empezar la guerra, se inició la masacre sistemática y masiva de religiosos, personal no combatiente perfectamente identificado: el 14 de septiembre ya habían asesinado 3.400 sacerdotes y religiosos.

El 21 de noviembre de 1936, las Siervas de María de Pozuelo de Alarcón decidieron dejar su casa, dividirse en grupos pequeños y esconderse en hogares de familias amigas.

Estaban sometidas a vigilancia. No podían comunicarse unas con otras, y muchas no podían rezar. No podían vestir el hábito: a la anciana Sor Aurora, después de 62 años con él, le saltaron las lágrimas al vestir de civil, aunque pese a ser tan mayor supo adaptarse con docilidad a lo que la comunidad necesitaba.

«Que a esta familia no les hagan nada»

Llegó el momento en que los milicianos decidieron entrar en la casa y llevárselas. La familia que acogía a las monjas declaró luego que fue Sor Daría, quien, al ser objeto de insultos y vejaciones declaró a los asaltantes:

“Somos, en efecto, religiosas; pueden hacer lo que quieran de nosotras, pero yo les suplico, que a esta familia no les hagan nada, pues, al vernos sin casa y autorizados por el Comité de Pozuelo nos recibieron en la suya por caridad”.

La joven Sor Agustina no fue detenida con las otras tres hermanas. Los milicianos la obligaron a separarse de ellas. Se unió a una familia que huyó a Las Rozas.

Pero estando allí sola alguien la delató o descubrió: se le acusaba de ser religiosa y de que se le había visto rezar. Se sabe que fue asesinada el 5 de diciembre, un día antes que las otras 3 Siervas de María.

La utilidad «militar» o «política» de fusilar cuatro monjas, dos de ellas ancianas, una de ellas paralizada, era evidentemente nula. Era odio a la fe.

Cuatro mujeres, entre 296 religiosas

Durante la Guerra Civil fueron asesinados por motivos religiosos más de 8.000 clérigos y religiosos en España. De ellos, 296 eran mujeres, religiosas de 62 congregaciones diferentes, según el libro «El hábito y la cruz» de Gregorio Rodríguez Fernández.

Entre marzo de 1987 y octubre de 2005 fueron beatificadas 80 de ellas. Este libro revisa y corrige las cifras del libro clásico del arzobispo e historiador Antonio Montero, de 1961, que registraba 283 religiosas asesinadas.

Rodríguez Fernández detalla que en el libro de Montero había algunas religiosas duplicadas (11 en total), otras aparecían como asesinadas pero que en realidad no lo fueron (21 murieron de muerte natural), otras cuya muerte por asesinato fue dudosa (un total de 5), otras que sí fueron asesinadas y no se incluían en el libro de Montero (38 víctimas), y 10 mujeres seglares que sin ser religiosas fueron asesinadas como tales, porque estaban vinculadas a comunidades religiosas (y que no figuran reseñadas en el libro de Montero).

Casos que hacen pensar

La eliminación de mujeres no combatientes y perfectamente identificables e inofensivas causó impacto en la opinión pública europea de los años 30.

La historia de las mártires de Astorga, Pilar Gullón, Octavia Iglesias y Olga Pérez, enfermeras católicas asesinadas en Somiedo, Asturias, el 28 de octubre del 36, circuló en la prensa extranjera con especial difusión: nunca antes en Europa se había asesinado a enfermeras de la Cruz Roja, mucho menos después de violarlas, mucho menos encargando su fusilamiento a mujeres milicianas, como fue el caso.

Tampoco el uniforme de la Cruz Roja salvó a Juana Pérez y Ramona Cao cuando los milicianos descubrieron sus rosarios ocultos. Las fusilaron en el Pozo del Tío Raimundo.

Queda por hacer un recuento de laicas asesinadas por ser católicas en esos años: sólo valencianas de Acción Católica ya suman 93.

También con ellas se dieron casos de ensañamiento: a la profesora de la Universidad de Valencia Luisa María Frías la violaron, le sacaron los ojos y le cortaron la lengua porque gritaba «viva Cristo Rey». Por el mismo motivo se la cortaron también a Francisca Cualladó.

Otro caso de ensañamiento se dio en Canillejas, donde fusilaron a Rita Dolores, una monja ciega y diabética de 83 años. Lo exigía la Revolución.

Cualquier mártir podría haberse salvado insultando a la fe, escupiendo en un crucifijo o abrazando algún eslogan de los asesinos: ninguno lo hizo y murieron perdonando a los que les mataban. Su ejemplo de fortaleza y perdón es lo que los hace ejemplares y modelos para la Iglesia.

http://www.religionenlibertad.com/articulo.asp?idarticulo=29554


El maná de cada día, 11.10.13

octubre 11, 2013

Viernes de la 27ª semana del Tiempo Ordinario

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¡Atención, Fraternidad Seglar Agustino-recoleta: Se viene ya la fiesta de la Patrona!

Primer día de la Novena a Santa Magdalena de Nagasaki

El que no recoge conmigo desparrama.


PRIMERA LECTURA: Joel 1, 13-15;2, 1-2

Vestíos de luto y haced duelo, sacerdotes; llorad, ministros del altar; venid a dormir en esteras, ministros de Dios, porque faltan en el templo del Señor ofrenda y libación.

Proclamad el ayuno, congregad la asamblea, reunid a los ancianos, a todos los habitantes de la tierra, en el templo del Señor, nuestro Dios, y clamad al Señor.

¡Ay de este día! Que está cerca el día del Señor, vendrá como azote del Dios de las montañas. Tocad la trompeta en Sión, gritad en mi monte santo, tiemblen los habitantes del país, que viene, ya está cerca, el día del Señor.

Día de oscuridad y tinieblas, día de nube y nubarrón; como negrura extendida sobre los montes, una horda numerosa y espesa; como ella no la hubo jamás, después de ella no se repetirá, por muchas generaciones.


SALMO 9, 2-3.6.16.8-9

El Señor juzgará el orbe con justicia.

Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas; me alegro y exulto contigo y toco en honor de tu nombre, oh Altísimo.

Reprendiste a los pueblos, destruiste al impío y borraste para siempre su apellido. Los pueblos se han hundido en la fosa que hicieron, su pie quedó prendido en la red que escondieron.

Dios está sentado por siempre en el trono que ha colocado para juzgar. Él juzgará el orbe con justicia y regirá las naciones con rectitud. 


Aclamación antes del Evangelio: Jn 12, 31b-32

Ahora el Príncipe de este mundo va a ser echado fuera -dice el Señor-. Y cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mí.


EVANGELIO: Lucas 11, 15-26

En aquel tiempo, habiendo echado Jesús un demonio, algunos de entre la multitud dijeron: «Si echa los demonios es por arte de Belzebú, el príncipe de los demonios.»

Otros, para ponerlo a prueba, le pedían un signo en el cielo.

Él, leyendo sus pensamientos, les dijo: «Todo reino en guerra civil va a la ruina y se derrumba casa tras casa. Si también Satanás está en guerra civil, ¿cómo mantendrá su reino? Vosotros decís que yo echo los demonios con el poder de Belzebú; y, si yo echo los demonios con el poder de Belzebú, vuestros hijos, ¿por arte de quién los echan? Por eso, ellos mismos serán vuestros jueces.

Pero, si yo echo los demonios con el dedo de Dios, entonces es que el reino de Dios ha llegado a vosotros. Cuando un hombre fuerte y bien armado guarda su palacio, sus bienes están seguros. Pero, si otro más fuerte lo asalta y lo vence, le quita las armas de que se fiaba y reparte el botín. El que no está conmigo está contra mí; el que no recoge conmigo desparrama.

Cuando un espíritu inmundo sale de un hombre, da vueltas por el desierto, buscando un sitio para descansar; pero, como no lo encuentra, dice: “Volveré a la casa de donde salí”. Al volver, se la encuentra barrida y arreglada. Entonces va a coger otros siete espíritus peores que él, y se mete a vivir allí. Y el final de aquel hombre resulta peor que el principio.»
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Novena a Santa Magdalena de Nagasaki (1)

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Rito de entrada para todos los días

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

Oración

Oh Padre, que te complaces en escoger a los pequeños y débiles para manifestarnos las maravillas de tu amor, y que escogiste a la joven Magdalena de Nagasaki para que propagara el Evangelio entre sus conciudadanos, velara por su fidelidad a Cristo, hiciera a ti ofrenda de su vida como terciaria seglar agustino-recoleta y muriera mártir de la fe, concédenos, por su intercesión, que sepamos ser siempre testimonios fieles de Cristo en nuestro vivir cotidiano y sepamos amar a nuestros hermanos con amor sincero y desinteresado. Danos, Señor, saber colaborar activamente en la difusión del Evangelio.

Te lo pedimos por Jesucristo nuestro Señor. Amén.

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Reflexión para el día primero

Comienzo del cristianismo en el Japón. Persecución.

El 15 de agosto de 1549 desembarcaba san Francisco Javier en las costas del Japón. Además del padre Cosme de Torres, le acompañaban tres jóvenes japoneses, que había convertido en Malaca. Javier comenzó a predicar el Evangelio y a bautizar a los primeros cristianos de las islas. Estuvo en Japón dos años escasos.

Pero el surco abierto por él fue fecundado por los misioneros jesuitas hasta fines del siglo XVI. Después, se unieron misioneros de otras órdenes: franciscanos, dominicos, agustinos. Y pudieron predicar con relativa paz y tranquilidad el Evangelio hasta la segunda década del siglo XVII.

En torno al 1613, se desencadenó la terrible persecución contra los católicos y contra los misioneros españoles y portugueses. Es difícil describir sucintamente la historia del largo calvario que sufrió la naciente Cristiandad del Japón durante unos cincuenta años. Los historiadores están de acuerdo en afirmar que la persecución japonesa fue mucho más sistemática, refinada y cruel que la persecución de los primeros siglos de la Iglesia.

Los japoneses no deseaban crear mártires. Hubieran quedado despobladas diversas ciudades. Les interesaba hacer apóstatas. El edicto del Shogun Ieyashu de 1614 ordenaba eliminar “sin pérdida de tiempo a todos los cristianos, de tal manera que no tengan lugar donde poner los pies”. Cuantos se negaran a apostatar del cristianismo, serían condenados a muerte. Los misioneros extranjeros debían abandonar inmediatamente el país. Había en Japón en aquel entonces unos 150 misioneros. Casi todos fueron concentrados en Nagasaki y después expulsados del país.

Quedaron escondidos en Japón unos 42 misioneros. A la expulsión siguió la destrucción de las iglesias, cruces, cementerios y de toda clase de símbolos cristianos. Y la iglesia del Japón escribió una de las más gloriosas páginas de la historia de martirio de la Iglesia católica.

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Oración de los fieles para todos los días

Elevemos, hermanos, nuestras oraciones al Padre común, por intercesión de santa Magdalena de Nagasaki, virgen y mártir, y patrona de nuestra fraternidad seglar agustino-recoleta.

– Por todos los misioneros, especialmente por los agustinos recoletos, para que sepan predicar única y exclusivamente a Cristo, y éste crucificado. Oremos.

R. Te rogamos, óyenos.

– Por todos los catequistas, para que sepan ayudar en el robustecimiento de la fe, esperanza y caridad de los creyentes y catecúmenos. Oremos…

– Por nuestras fraternidades seglares agustino- recoletas, para que imiten los ejemplos de caridad, sencillez, desprendimiento, sacrificio y fidelidad hasta el martirio de santa Magdalena de Nagasaki. Oremos...

– Por todos los pueblos del Extremo Oriente, para que se abran a la luz de Cristo y crean en el Evangelio. Oremos...

Por todos los que sufren persecución a causa del Evangelio, para que sepan mantenerse íntegros en la fe, constantes en la esperanza y animosos en la caridad. Oremos...

Para añadir a la oración comunitaria

Por todos los agustinos recoletos seglares, para que sepamos vivir con autenticidad nuestra consagración y para que nuestra vida atraiga a muchos a seguir a Cristo más de cerca. Oremos...

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Oración final para todos los días:

Padre y Señor nuestro, tu mártir Magdalena de Nagasaki predicó sin desfallecer el Evangelio y derramó su sangre por ti; concédenos, por su intercesión, ser fíeles testigos de tu Palabra, seguidores de sus ejemplos y poder participar con ella de tu gloria por la eternidad.

Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.