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ReL ofrece un testimonio (del año 2002) verdaderamente impactante del padre Raniero Cantalamessa, predicador de la casa pontificia, sobre cómo y por qué cambió radicalmente su forma de vivir el sacerdocio y su seguimiento de Cristo.
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(I) VOCACIÓN ORIGINAL
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Un hecho extraordinario
«Mi historia personal con el Señor empezó muy temprano. Fui bautizado a los pocos días después de mi nacimiento; pero esto no era todavía un encuentro personal. Mi primer encuentro personal fue a los trece años. Yo estaba en un Colegio de Capuchinos. No sabía todavía lo que iba a hacer en mi vida, cuando tuvimos un primer retiro y escuché por primera vez las grandes verdades de nuestra fe: el amor de Dios, la vida eterna, el infierno…
Recuerdo muy bien la impresión que me produjo la meditación sobre el infierno; me hizo entender que la vida es algo muy serio, una aventura muy seria. Y escuchando estas verdades, exponiéndome por primera vez a la luz del Evangelio, percibí inmediatamente mi vocación: me sentí llamado por el Señor a hacerme sacerdote franciscano. El ser franciscano era secundario en aquel momento; lo que era primordial era que yo dedicaría mi vida al Señor Jesús.
Muchos años de formación
»Empecé mi formación que duró muchos años. Estudié, fui ordenado sacerdote en Loreto, que es un lugar donde hay un Santuario de la Virgen muy importante. Fui ordenado sacerdote en 1958, hace muchos años, algunos de vosotros todavía no habíais nacido.
Después los superiores me enviaron a Suiza a estudiar Teología y me doctoré en Teología estudiando a los Padres de la Iglesia. Después me enviaron a la Universidad Católica de Milán para profundizar en el conocimiento de las lenguas clásicas, latín y griego, para estudiar mejor los Padres de la Iglesia y la Escritura.
Doy clases en la universidad
»Cuando terminé mis estudios de filología clásica, me invitaron a quedarme en la Universidad. El Rector de entonces era un santo. Ahora está en proceso su beatificación. Él fue un precioso laico para la Iglesia de Italia. Él me invitó a ser su ayudante y después de dos años se instituyó una cátedra para mí que era la cátedra de Historia de los Orígenes del Cristianismo. Se estudia en esta cátedra el Nuevo Testamento y los primeros siglos de la Iglesia, un precioso campo.
Búsqueda científica
»Llevaba allí enseñando varios años y predicaba los domingos algunas homilías, pero nada más. Mi papel era sobre todo la búsqueda científica. Estaba contento y mis superiores decían que estaban muy orgullosos de tener un miembro de su orden en la Universidad Católica. Es una importante Universidad, que en aquel tiempo tenía unos veintidós o veintitrés mil estudiantes.
Ocurren milagros…
»En 1975, una señora a quien yo acompañaba en su camino espiritual, regresó de un Retiro de fin de semana en una casa de Milán y me dijo: “He encontrado un grupo de personas extrañas que oran de una manera nueva, que levantan las manos y se habla incluso de milagros que ocurren entre ellos”. Y yo como un buen director espiritual muy prudente le dije: “Tú no irás más a estos Retiros”.
Eran los primeros grupos de oración de la Renovación Carismática que llegaban a Italia. Esta señora obedeció, pero me invitaba con frecuencia a acudir a algunos encuentros de la Renovación Carismática para ver…
Conozco la Renovación Carismática
»Una vez me llevó a Roma a un Encuentro. Yo estaba allí como observador. Había cosas que no podía aceptar, por ejemplo: abrazarse, besarse… Yo expongo mis dificultades porque sé que hay muchos que hoy encuentran las mismas dificultades, sobre todo entre el clero. Entonces me pidieron que confesase. Y escuchando estas confesiones se produjo mi primer impacto con la gracia. No simplemente las manifestaciones, sino la gracia interior de la Renovación Carismática.
Porque había un arrepentimiento que yo raramente había encontrado y se trataba de laicos, de gente muy normal. Me parecía que los pecados caían como piedras de su alma. Había una liberación, una gracia, lágrimas… Yo estaba asustado y me decía a mí mismo: “No puedes negar que aquí está la gracia de Dios. Éste es el Espíritu que obra, porque solamente Él puede dar una idea, un conocimiento tan claro del pecado, un arrepentimiento tan grande”.
Pero todavía estaba en una posición de juez. Juzgaba lo que me parecía bueno, lo que no me parecía bueno. Y los animadores de entonces, los líderes, decían a los hermanos: no vayáis con ese sacerdote porque él es un enemigo de la Renovación Carismática.
Risas y no lágrimas
»Tengo que decir otra cosa. Para mucha gente el primer impacto con la Renovación Carismática se manifiesta en lágrimas, para mí fue en una sonrisa. Yo tuve mucha dificultad en reprimir mi risa, pero sentía que era un reír santo, diferente. Era como si Dios me sacudiera, para sacudir el hombre viejo y hacerme salir de mi seguridad, de mi orgullo. Y ésta fue la primera ofrenda de liberación que el Señor me daba.
Fascinado por lo que veía
»Di un curso en la Universidad en aquel momento sobre los movimientos carismáticos proféticos de la primitiva Iglesia, para intentar comprender algo de esta nueva manifestación en la Iglesia. No me ayudó mucho esta búsqueda científica, pero me sirvió porque me mantuvo en contacto con la Renovación Carismática. Ellos me conocían, incluso me invitaban a dar algunas enseñanzas; y yo estaba ahí, atraído, fascinado por lo que veía.
Esto pasaba en las primeras comunidades cristianas
»Yo me decía a mí mismo: “Esto es lo que pasaba en las primeras comunidades cristianas, tú lo sabes, tú estudias esto y sabes que esto es precisamente lo que pasaba en aquellas primeras comunidades: carismas, profecías, laicos tomando su papel en la vida de la Iglesia, no callando siempre, no sólo hablando el sacerdote…”.
Objeciones a lo que estaba viviendo
»Algunas objeciones, que yo ponía, fueron encontrando su respuesta. Por ejemplo, para mí era una dificultad ver que si aquello era del Espíritu de Dios, por qué había algunas cosas que eran claramente carnales y humanas.
El Señor me hizo comprender que el don de Dios está siempre mediatizado por los hombres, por la debilidad humana. El carisma de la autoridad en la Iglesia a veces no está ejercitado de manera perfecta porque existe la ambición, el poder y a nadie se le ocurre abolir la autoridad. Lo mismo tenemos que decir de otros carismas: no están empleados de manera angélica y pura pero es la manera de Dios de obrar con medios humildes, pobres y defectuosos.
(Continuará)