Domingo de la XII semana de Tiempo Ordinario
.
Antífona de Entrada: Sal 27, 8-9
El Señor es fuerza para su pueblo, apoyo y salvación para su Ungido. Salva a tu pueblo y bendice tu heredad, sé su pastor y llévalos siempre.
Oración colecta
Concédenos vivir siempre, Señor, en el amor y respeto a tu santo nombre, porque jamás dejas de dirigir a quienes estableces en el sólido fundamento de tu amor. Por nuestro Señor Jesucristo.
PRIMERA LECTURA: Zacarías 12, 10-11; 13, 1
Así dice el Señor:
«Derramaré sobre la dinastía de David y sobre los habitantes de Jerusalén un espíritu de gracia y de clemencia.
Me mirarán a mí, a quien traspasaron, harán llanto como llanto por el hijo único, y llorarán como se llora al primogénito.
Aquel día, será grande el luto en Jerusalén, como el luto de Hadad-Rimón en el valle de Meguido.»
Aquel día, se alumbrará un manantial, a la dinastía de David y a los habitantes de Jerusalén, contra pecados e impurezas.
SALMO 62, 2. 3-4. 5-6. 8-9
Mi alma está sedienta de ti, Señor, Dios mío.
Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos.
Porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene.
SEGUNDA LECTURA: Gálatas 3, 26-29
Hermanos:
Todos sois hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús.
Los que os habéis incorporado a Cristo por el bautismo os habéis revestido de Cristo.
Ya no hay distinción entre judíos y gentiles, esclavos y libres, hombres y mujeres, porque todos sois uno en Cristo Jesús.
Y, si sois de Cristo, sois descendencia de Abrahán y herederos de la promesa.
Aclamación antes del Evangelio: Jn 10, 27
Mis ovejas escuchan mi voz –dice el Señor–, y yo las conozco, y ellas me siguen.
EVANGELIO: Lucas 9, 18-24
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: «¿Quién dice la gente que soy yo?»
Ellos contestaron: «Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros dicen que ha vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.»
Él les preguntó: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Pedro tomó la palabra y dijo: «El Mesías de Dios.»
Él les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y añadió: «El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, sumos sacerdotes y escribas, ser ejecutado y resucitar al tercer día.»
Y, dirigiéndose a todos, dijo: «El que quiera seguirme, que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo. Pues el que quiera salvar su vida la perderá; pero el que pierda su vida por mi causa la salvará.»
Antífona de la comunión: Sal 144, 15
Los ojos de todos te están aguardando, Señor, tú les das la comida a su tiempo.
.
PEDRO HACE UNA PRECISA PROFESIÓN DE FE EN CRISTO
San Cirilo de Alejandría
Homilía 39 sobre el evangelio de san Lucas
Una vez que Jesús estaba orando solo, en presencia de sus discípulos, les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo? Así pues, el Salvador y Señor de todos se presentaba a sí mismo como modelo de una vida digna a sus santos discípulos cuando oraba solo, en su presencia. Pero tal vez había algo que preocupaba a sus discípulos y que provocaba en ellos pensamientos no del todo rectos.
En efecto, veían hoy orar a lo humano al que la víspera habían visto obrar prodigios a lo divino. En consecuencia, no carecería de fundamento que se hiciesen esta reflexión: «¡Qué cosa tan extraña! ¿Hemos de considerarlo como Dios o como hombre?».
Con el fin de poner coto al tumulto de semejantes cavilaciones y tranquilizar su fluctuante fe, Jesús les plantea una cuestión, conociendo perfectamente de antemano lo que decían de él los que no pertenecían a la comunidad judía e incluso lo que de él pensaban los israelitas.
Quería efectivamente apartarlos de la opinión de la muchedumbre y buscaba la manera de consolidar en ellos una fe recta. Les preguntó: ¿Quién dice la gente que soy yo?
Una vez más es Pedro el que se adelanta a los demás, se constituye en portavoz del colegio apostólico, pronuncia palabras llenas de amor a Dios y hace una profesión de fe precisa e intachable en él, diciendo: El Mesías de Dios. Despierto está el discípulo, y el predicador de las verdades sagradas se muestra en extremo prudente.
En efecto, no se limita a decir simplemente que es un Cristo de Dios, sino el Cristo, pues «cristos» hubo muchos, así llamados en razón de la unción recibida de Dios por diversos títulos: algunos fueron ungidos como reyes, otros como profetas, otros finalmente, como nosotros, habiendo conseguido la salvación por este Cristo, Salvador de todos, y habiendo recibido la unción del Espíritu Santo, hemos recibido la denominación de «cristianos».
Por tanto, son ciertamente muchos los «cristos» en base a una determinada función, pero única y exclusivamente él es el Cristo de Dios Padre.
Una vez que el discípulo hubo hecho la confesión de fe, les prohibió terminantemente decírselo a nadie. Y anadió: El Hijo del hombre tiene que padecer mucho, ser reprobado y ejecutado y resucitar al tercer día. Pero, ¿no era ésa una razón de más para que los discípulos lo predicaran por todas partes?
Esta era efectivamente la misión de aquellos a quienes él había consagrado para el apostolado. Pero, como dice la sagrada Escritura: Cada asunto tiene su momento. Convenía que su predicación fuera precedida de la plena realización de aquellos misterios que todavía no se habían cumplido.
Tales son: la crucifixión, la pasión, la muerte corporal, la resurrección de entre los muertos, este gran milagro y verdaderamente glorioso por el cual se comprueba que el Emmanuel es verdadero Dios e Hijo natural de Dios Padre.
En efecto, la total destrucción de la muerte, la supresión de la corrupción, el espolio del infierno, la subversión de la tiranía del diablo, la cancelación del pecado del mundo, la apertura a los habitantes de la tierra de las puertas del cielo y la unión del cielo y de la tierra: todas estas cosas son, repito, la prueba fehaciente de que el Emmanuel es Dios verdadero.
Por eso les ordena cubrir temporalmente el misterio con el respetuoso velo del silencio hasta tanto que todo el proceso de la economía divina haya llegado a su natural culminación. Entonces, es decir, una vez resucitado de entre los muertos, dio orden de revelar el misterio al mundo entero, proponiendo a todos la justificación por la fe y la purificación mediante el santo bautismo.
Dijo efectivamente: Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.
Así pues, Cristo está con nosotros y en nosotros por medio del Espíritu Santo y habita en nuestras almas. Por el cual y en el cual sea a Dios Padre la alabanza y el imperio, junto con el Espíritu Santo por los siglos de los siglos. Amén.
.
QUIÉN ES PARA NOSOTROS?
JOSÉ ANTONIO PAGOLA, lagogalilea@hotmail.com…SAN SEBASTIÁN (GUIPUZCOA).
ECLESALIA, 19/06/13.- La escena es conocida. Sucedió en las cercanías de Cesarea de Filipo. Los discípulos llevan ya un tiempo acompañando a Jesús. ¿Por qué le siguen? Jesús quiere saber qué idea se hacen de él: “Vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Esta es también la pregunta que nos hemos de hacer los cristianos de hoy. ¿Quién es Jesús para nosotros? ¿Qué idea nos hacemos de él? ¿Le seguimos?
¿Quién es para nosotros ese Profeta de Galilea, que no ha dejado tras de sí escritos sino testigos? No basta que lo llamemos “Mesías de Dios”. Hemos de seguir dando pasos por el camino abierto por él, encender también hoy el fuego que quería prender en el mundo. ¿Cómo podemos hablar tanto de él sin sentir su sed de justicia, su deseo de solidaridad, su voluntad de paz?
¿Hemos aprendido de Jesús a llamar a Dios “Padre”, confiando en su amor incondicional y su misericordia infinita? No basta recitar el “Padrenuestro”. Hemos de sepultar para siempre fantasmas y miedos sagrados que se despiertan a veces en nosotros alejándonos de él. Y hemos de liberarnos de tantos ídolos y dioses falsos que nos hacen vivir como esclavos.
¿Adoramos en Jesús el Misterio del Dios vivo, encarnado en medio de nosotros? No basta confesar su condición divina con fórmulas abstractas, alejadas de la vida e incapaces de tocar el corazón de los hombres y mujeres de hoy. Hemos de descubrir en sus gestos y palabras al Dios Amigo de la vida y del ser humano. ¿No es la mejor noticia que podemos comunicar hoy a quienes buscan caminos para encontrarse con él?
¿Creemos en el amor predicado por Jesús? No basta repetir una y otra vez su mandato. Hemos de mantener siempre viva su inquietud por caminar hacia un mundo más fraterno, promoviendo un amor solidario y creativo hacia los más necesitados. ¿Qué sucedería si un día la energía del amor moviera el corazón de las religiones y las iniciativas de los pueblos?
¿Hemos escuchado el mandato de Jesús de salir al mundo a curar? No basta predicar sus milagros. También hoy hemos de curar la vida como lo hacía él, aliviando el sufrimiento, devolviendo la dignidad a los perdidos, sanando heridas, acogiendo a los pecadores, tocando a los excluidos. ¿Dónde están sus gestos y palabras de aliento a los derrotados?
Si Jesús tenía palabras de fuego para condenar la injusticia de los poderosos de su tiempo y la mentira de la religión del Templo, ¿por qué no nos sublevamos sus seguidores ante la destrucción diaria de tantos miles de seres humanos abatidos por el hambre, la desnutrición y nuestro olvido?
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia)