El maná de cada día, 8.1.17

enero 7, 2017

Epifanía del Señor

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Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra

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Antífona de entrada: Mal 3, 1; 1 Cro 19, 12

Mirad que llega el Señor del señorío: en su mano está el reino y la potestad y el imperio.


Oración colecta

Señor, tú que este día revelaste a tu Hijo unigénito a los pueblos gentiles, por medio de una estrella, concede a los que ya te conocemos por la fe poder contemplar un día, cara a cara, la hermosura infinita de tu gloria. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Isaías 60,1-6

¡Levántate, brilla, Jerusalén, que llega tu luz; la gloria del Señor amanece sobre ti! Mira: las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti.

Y caminarán los pueblos a tu luz, los reyes al resplandor de tu aurora.
Levanta la vista en torno, mira: todos ésos se han reunido, vienen a ti; tus hijos llegan de lejos, a tus hijas las traen en brazos.

Entonces lo verás, radiante de alegría; tu corazón se asombrará, se ensanchará, cuando vuelquen sobre ti los tesoros del mar y te traigan las riquezas de los pueblos.

Te inundará una multitud de camellos, de dromedarios de Madián y de Efá. Vienen todos de Saba, trayendo incienso y oro, y proclamando las alabanzas del Señor.



SALMO 71

Se postrarán ante ti, Señor, todos los pueblos de la tierra.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

Que los reyes de Tarsis y de las islas le paguen tributo. Que los reyes de Saba y de Arabia le ofrezcan sus dones; que se postren ante él todos los reyes, y que todos los pueblos le sirvan.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.


SEGUNDA LECTURA: Efesios 3, 2-3a.5-6

Habéis oído hablar de la distribución de la gracia de Dios que se me ha dado en favor vuestro.

Ya que se me dio a conocer por revelación el misterio, que no había sido manifestado a los hombres en otros tiempos, como ha sido revelado ahora por el Espíritu a sus santos apóstoles y profetas: que también los gentiles son coherederos, miembros del mismo cuerpo y partícipes de la promesa en Jesucristo, por el Evangelio.


Aclamación antes del Evangelio: Mateo 2, 2

Hemos visto salir su estrella y venimos a adorar al Señor.


EVANGELIO: Mateo 2,1-12

Jesús nació en Belén de Judea en tiempos del rey Herodes.
Entonces, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: «¿Dónde está el Rey de los judíos que ha nacido? Porque hemos visto salir su estrella y , venimos a adorarlo. »

Al enterarse el rey Herodes, se sobresaltó, y todo Jerusalén con él; convocó a los sumos sacerdotes y a los escribas del país, y les preguntó dónde tenia que nacer el Mesías.

Ellos le contestaron: «En Belén de Judea, porque así lo ha escrito el profeta:

«Y tú, Belén, tierra de Judea, no eres ni mucho menos la última de las ciudades de Judea, pues de ti saldrá un jefe que será el pastor de mi pueblo Israel.»»

Entonces Herodes llamó en secreto a los magos para que le precisaran el tiempo en que había aparecido la estrella, y los mandó a Belén, diciéndoles: «ld y averiguad cuidadosamente qué hay del niño y, cuando lo encontréis, avisadme, para ir yo también a adorarlo.»

Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino, y de pronto la estrella que habían visto salir comenzó a guiarlos hasta que vino a pararse encima de donde estaba el niño.

Al ver la estrella, se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y cayendo de rodillas lo adoraron; después, abriendo sus cofres, le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra.

Y habiendo recibido en sueños un oráculo, para que no volvieran a Herodes, se marcharon a su tierra por otro camino.

Antífona de comunión: Mateo 2, 2

Hemos visto salir la estrella del Señor y venimos con regalos a adorarlo.



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EL MANÁ DE LA NAVIDAD

La Natividad

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SE DECÍAN UNOS A OTROS

«QUÉ ES ESTO»

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Los israelitas murmuraron contra Dios en el desierto. Entonces Dios ordenó a Moisés decirle al pueblo: “Al atardecer comeréis carne y por la mañana os hartaréis de pan; y así sabréis que Yo soy Yahvé, vuestro Dios”.

Cuando los israelitas vieron sobre el suelo del desierto una especie de escarcha, “se decían unos a otros: ‘¿qué es esto?’ Pues no sabían lo que era. Moisés les dijo: ‘Este es el pan que Yahvé os da por alimento’” (Ex 16, 12.15).

Reproduzco la nota de la Biblia de Jerusalén: «¿Qué es esto?», en hebreo mân hû; la etimología popular de la palabra «maná». Es la pregunta de los hijos de Israel ante algo asombroso realizado por la mano providente de Dios.

También nosotros, ante el Niño nacido en Belén, nos decimos unos a otros: ¿Qué es esto? ¿Qué está sucediendo, qué nos está revelando Dios en estos hechos a la vez tan sencillos y tan portentosos?

En la Navidad Dios revela a los hombres los misteriosos designios que eternamente ha guardado en la intimidad de la familia trinitaria.

El sueño más acariciado por Dios: hacerse hombre para que éste llegue a ser Dios. Nada menos que Dios se ha enamorado de su propia criatura y ha decidido desposarse con la humanidad para siempre, en justicia y santidad.

Por tanto, mientras Dios sea Dios no podrá vivir sin el hombre. Y mientras haya hombres en el mundo no podrán vivir sin Dios.

He ahí el misterio de los sagrados desposorios de Dios con el hombre, con cada hombre, contigo, conmigo. Pero ¿cómo, no es demasiado? ¿Por qué se comporta Dios así, qué busca?

Busca razones, y se te dirá: Porque así le pareció bien; eso fue lo que más le gustó, lo que más le agradó… Porque así es Dios, amor; y así actúa, por puro amor.

¿Con qué finalidad? Para alabanza de su gloria. Todo comienza y acaba en él. Con razón nos preguntamos en Navidad: ¿Qué es esto?

Y como es un misterio tan grande, la fiesta de Navidad la celebramos con octava: la prolongamos por ocho días como si fuese un único «día en que actuó el Señor». Lo mismo sucederá con la Pascua.

¿Qué nos queda a nosotros? Imitar la actitud de María y de José, la reacción gozosa de los ángeles; sintonizar con la alegría de los pastores, seguir a los reyes de oriente; gozarnos con las palabras de Simeón y de Ana; en fin, unirnos a cuantos bendecían a Dios por lo que habían visto y oído sobre el Niño.

Por su parte, el hombre dará la talla de su valía, demostrará su dignidad y ejercerá su grandeza acogiendo al que viene en el nombre del Señor. Él viene a culminar su obra en el hombre: al que creó, ahora lo recrea; al que pecó ahora lo perdona; al que se desvió ahora lo rehabilita y endereza.

El Niño que nace no es un intruso, pues viene a su propia casa, ya que nada fue creado sino por él. No violenta al hombre, hecho a su imagen y semejanza. No lesiona o altera su dignidad pues el hombre está llamado a ser amigo de Dios y está capacitado para entenderse con Dios.

El homre camina erecto, puede mirar a Dios cara a cara, hablarle y responderle. Es superior a toda la creación. Entre todos los seres creados sólo el hombre es amado por sí mismo: es persona. Por eso Dios lo desposa consigo por pura gracia y para siempre.

Si Dios se ha mostrado tan amoroso y fiel, ¿qué puedes hacer de tu parte? A ti sólo te queda acoger, alabar y agradecer… Dejarte inundar por la ternura de Dios y alegrarte en el Señor, como lo hizo María, como lo hizo José. Pues la alegría que encuentra el marido con su mujer, la encuentra tu Dios contigo.

Perteneces al Señor; eres esposa del Señor para siempre, su amigo más íntimo. Alégrate desde lo más profundo de tu ser, y que de esta manera todo florezca en tu vida. Eres hijo del Rey, no simple jornalero, llevas anillo real. Vístete de fiesta porque ya llega tu Salvador.

Mientras seas persona estás llamado a vivir en íntima comunión con Dios. Cuanto más le dejes entrar en tu ser, más valioso te volverás, más recto será tu proceder y más centrado y feliz te sentirás.

Es decir, crecerás en dignidad y valía, en moralidad, en madurez, en la realización de tus posibilidades, en plenitud y felicidad. Cuanto más unido a Dios, más hombre serás, porque él es el mejor amigo que tienes y tendrás.

Ahí está la razón y la fuente de tu felicidad: en acoger a Dios que viene a ti con agradecimiento y alegría. Dejarte iluminar por esa gran Luz. ¡Qué menos! Hazlo así, y vive la Navidad en plenitud de gozo y santidad, con toda alegría, sintiéndote mimado por el mismo Dios.

Dios ama a los que, como María, le responden pronta y generosamente. Dios es quien más goza con que el hombre llegue a su plenitud y sea feliz. Sólo él colma y realiza todas las potencialidades del hombre. Sólo Dios es la medida del hombre, nada más, pero tampoco nada menos. No te contentes con menos.

La Vida estaba junto a Dios… Vino a los suyos, a su propia casa… y a cuantos la recibieron les dio la posibilidad de hacerse hijos de Dios por el Espíritu.

Tú estás llamado a ser un amigo de Dios, y tú quieres ser hijo de Dios; perteneces a su familia. No porque lo entiendas y menos aún porque te lo merezcas; sino porque así le pareció bien a Él, para alabanza de su gloria.

¿Qué es esto que estamos viendo, qué significa lo que hemos escuchado sobre el Niño? Y se admiraban de lo que decían del Niño y daban gloria a Dios… Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que se dejan amar por Dios, que gozan del amor de Dios.

Alaba a tu Dios y vive feliz. El gozo en el Señor sea tu fortaleza. Sabrás que has pasado de la muerte a la vida porque amas de verdad, a discreción, a Dios y a tu prójimo. Amén, amén. Enhorabuena, hermano. ¡Gloria a Dios! ¡Es Navidad!


El maná de cada día, 7.1.17

enero 7, 2017

Sábado 7 de enero. Feria de Navidad


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Permanecemos fieles al único Dios verdadero



PRIMERA LECTURA: 1 Juan 5, 14-21

Queridos hijos: La confianza que tenemos en Dios consiste en que, si le pedimos algo conforme a su voluntad, él nos escucha. Si estamos seguros de que escucha nuestras peticiones, también lo estamos de poseer ya lo que le pedimos.

Si alguno ve que su hermano comete un pecado de los que no llevan a la muerte, que pida por él y le obtendrá la vida. Esto vale para los que cometen pecados que no llevan a la muerte, porque hay un pecado que sí lleva a la muerte (por ése no digo que se pida). Toda mala acción es pecado, pero hay pecados que no llevan a la muerte.

Sabemos que todo el que ha nacido de Dios no peca, sino que el Hijo de Dios lo protege, y no lo toca el demonio. Sabemos que somos de Dios, mientras que el mundo entero yace en poder del demonio. También sabemos que el Hijo de Dios ha venido ya y que nos ha dado inteligencia para conocer al Dios verdadero. Nosotros permanecemos fieles al único verdadero, porque permanecemos en su Hijo Jesucristo. Él es el verdadero Dios y la vida eterna. Hijos míos, no adoren a los ídolos.


SALMO 149, 1-2. 3-4. 5. y 6a y 9b

El Señor es amigo de su pueblo.

Entonen al Señor un canto nuevo, en la reunión litúrgica proclámenlo. En su creador y rey, en el Señor, alégrese Israel, su pueblo santo.

En honor de su nombre, que haya danzas, alábenlo con arpa y tamboriles. El Señor es amigo de su pueblo y otorga la victoria a los humildes.

Que se alegren los fieles en el triunfo, que inunde el regocijo sus hogares, que alaben al Señor con sus palabras, porque en esto su pueblo se complace.



Aclamación antes del Evangelio: Lc 7, 16

Un gran profeta ha surgido entre nosotros. Dios ha visitado a su pueblo.


EVANGELIO: Juan 2, 1-11

En aquel tiempo, hubo una boda en Cana de Galilea, a la cual asistió la madre de Jesús. Este y sus discípulos también fueron invitados.

Como llegara a faltar el vino, María le dijo a Jesús: “Ya no tienen vino”.

Jesús le contestó: “Mujer, ¿qué podemos hacer tú y yo? Todavía no llega mi hora”.

Pero ella dijo a los que servían: “Hagan lo que él les diga”.

Había allí seis tinajas de piedra, de unos cien litros cada una, que servían para las purificaciones de los judíos. Jesús dijo a los que servían: “Llenen de agua esas tinajas”. Y las llenaron hasta el borde. Entonces les dijo: “Saquen ahora un poco y llévenselo al mayordomo”.

Así lo hicieron, y en cuanto el mayordomo probó el agua convertida en vino, sin saber su procedencia, porque sólo los sirvientes la sabían, llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo sirve primero el vino mejor, y cuando los invitados ya han bebido bastante, se sirve el corriente. Tú, en cambio, has guardado el vino mejor hasta ahora”. Esto que Jesús hizo en Cana de Galilea fue la primera de sus señales milagrosas. Así mostró su gloria y sus discípulos creyeron en él.
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Las nupcias de Cristo y de la Iglesia
Fausto de Riez
Sermón en la Epifanía 5,2

A los tres días hubo unas bodas. ¿Qué otras bodas pueden ser éstas, sino las promesas y gozos de la salvación humana? Las mismas que se celebran evidentemente o bien a causa de la confesión de la Trinidad, o bien por la fe en la resurrección, como se indica en el misterio del número tres.

Así como también, en otra de las lecturas evangélicas, se acoge con cantos y música, y con atuendos nupciales, la vuelta del hijo más joven, o sea, la conversión del pueblo gentil.

Por eso, como el esposo que sale de su alcoba, descendió el Señor hasta la tierra para unirse, mediante la encarnación, con la Iglesia, que había de congregarse de entre los gentiles, a la cual dio sus arras y su dote: las arras, cuando Dios se unió con el hombre; la dote, cuando se inmoló por su salvación.

Por arras entendemos la redención actual, y por dote, la vida eterna. Todas estas cosas eran, para quienes las veían, otros tantos milagros; para quienes las entendían, otros tantos misterios. Porque, si nos fijamos bien, de alguna manera en la misma agua se da una cierta analogía del bautismo y de la regenera­ción. Pues, mientras una cosa se transforma en otra, mientras la creatura inferior se transforma en algo su­perior mediante una secreta conversión, se lleva a cabo el misterio del segundo nacimiento. Se cambian súbita­mente las aguas que luego van a cambiar a los hombres.

Así pues, por el poder de Cristo, en Galilea el agua se convierte en vino –esto es, concluye la ley y le sucede la gracia; se aparta lo que no era más que sombra y se hace presente la verdad; lo carnal se sitúa junto a lo espiritual; la antigua observancia se trasmuta en Nuevo Testamento; como dice el Apóstol: Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado–; y como el agua aquella que se contenía en las tinajas, sin dejar de ser en absoluto lo que era, comen­zó a ser lo que no era, de la misma manera la ley, mani­festada por el advenimiento de Cristo, no perece, sino que se mejora.

Si falta el vino, se saca otro: el vino del Antiguo Testamento es bueno, pero el del Nuevo es mejor; el Antiguo Testamento, que observan los judíos, se diluye en la le­tra, mientras que el Nuevo, que es el que nos atañe, con­vierte en gracia el sabor de la vida.

Se trata de «buen vino» siempre que oigas hablar de un buen precepto de la ley: Amarás a tu prójimo y aborrecerás a tu enemigo. Pero es mejor y más fuerte el vino del Evangelio, como cuando oyes decir: Yo, en cambio, os digo: Amad a vuestros enemigos, y rezad por los que os persiguen.