«Forma de vivir»: las normas de la Recolección

diciembre 9, 2022

El Espíritu Santo que movía a los primeros recoletos hacia una mayor perfección

Forma de vivir: las normas de la Recolección

Tras la decisión en 1588 de abrir nuevos conventos agustinos con un espíritu de mayor perfección, Fray Luis de León redactó el documento que regía la vida de los primeros recoletos.

Un numeroso grupo de religiosos agustinos, animados por la reforma del Concilio de Trento, llevaba ya varias décadas con un anhelo de mayor perfección en su vocación.

El 5 de diciembre de 1588, el Capítulo provincial de Castilla, reunido en Toledo bajo la presidencia del prior general de la Orden, escuchó este deseo y mandó erigir en la provincia «tres o más monasterios de varones y otros tantos de mujeres en los que se practicase un género de vida más austera, la que, tras madura reflexión, reglamentase nuestro padre provincial con su definitorio».

El Consejo provincial cumplió la orden del Capítulo y, en septiembre de 1589, ya aprobó el documento normativo para los nuevos conventos. Fue titulado Forma de vivir y era obra exclusiva de fray Luis de León, quien tradujo el deseo de mayor perfección del que hablaba el Capítulo en una intensificación de la vida contemplativa y comunitaria y en una acentuación de sus rasgos ascéticos.

Deseo de perfección

La Forma de Vivir consta de 14 capítulos, que fueron aprobados por la provincia de Castilla el 17 de septiembre de 1589. Posteriormente, en 1597, fue aprobada por el Papa Clemente VIII.

Aunque el texto de la Forma de Vivir estuvo vigente durante cuarenta años (fue sustituido en 1637 por unas constituciones más amplias), su espíritu, más allá de la letra del texto, recoge y refleja el deseo de “perfección monástica” que perpetuaría a lo largo de los siglos a la familia religiosa de los recoletos.

De este modo, dentro del texto de la Forma de Vivir, hay dos líneas transversales que le dan cohesión y sentido: la oración y la vida común.

La vida de los primeros recoletos estaba orientada a fomentar todo aquello que “encendiera más en el amor de Dios” al religioso y le hiciera recordar que su principal “meta y blanco” es amar a Dios. Se buscaba una mayor intimidad con Dios, de tal manera que las diversas actividades de cada día no fueran un obstáculo, sino un elemento que facilitara y fomentara el diálogo ininterrumpido del religioso con Dios.

Oración y recogimiento

Todo en la vida recoleta debe invitar a la recolección, al recogimiento interior. El recogimiento exterior se convierte en un elemento que facilita y favorece el recogimiento interior.

En la Forma de Vivir no se rechaza el apostolado, pero se limita y determina, para evitar que, bajo pretexto de labor pastoral, el religioso busque excusas para salir, bien sea de su recogimiento interior, bien sea del recinto exterior del convento.

Las dos horas de oración mental cotidianas no pretenden otra cosa sino señalar, por una parte, la importancia que debe tener la oración personal, y por otra la necesidad profunda que el religioso recoleto debe sentir de Dios, de tal manera que esas dos horas, se conviertan no en una pesada exigencia, sino en el mínimo necesario para cada religioso.

Vida comunitaria

Pero el ritmo exigente de oración, no convierte al recoleto en un ermitaño. La oración, siguiendo una autentica tradición agustiniana, abre al religioso al encuentro con Dios en el hermano dentro de la comunidad.

La Forma de Vivir insistirá mucho en la vida de comunidad, reglamenta incluso los recreos, los momentos de encuentro entre los hermanos, el espacio para manifestar con sencillez y alegría el hecho de tener una sola alma y un solo corazón orientado hacia Dios, viviendo en la paz, pues “la paz de los religiosos entre sí, es muy cierta señal de que el Espíritu Santo vive en ellos”.

Y para favorecer las relaciones interpersonales dentro de la comunidad, la Forma de Vivir limita el número de los religiosos dentro de ella a 20, siendo consciente de que “el amor se conserva mejor entre los pocos”.

En la comunidad recoleta se prescinde de privilegios y diferencias entre los religiosos, se destierra el peculio y el trato de excepción. Todos dentro del convento son iguales. Nadie puede disponer de ninguna cosa propia, y la comida, el vestido y la celda son iguales para todos.

La vida ascética

Como un elemento que ayuda a vivir la oración y fortalece la vida de la comunidad se encuentra la ascesis. La Forma de Vivir está imbuida de normas y disposiciones ascéticas, desde los ayunos y mortificaciones, hasta las disciplinas, el silencio y el recogimiento.

La Forma de Vivir, hija de su tiempo, pone gran interés en destacar estos elementos ascéticos, pero no pierde tampoco de vista su ordenamiento hacia la vida de oración y la comunidad, donde está el acento esencialmente agustiniano.

Es cierto, por otra parte, que en el siglo XVI se tenía una escasa información de la vida de san Agustín y de las comunidades agustinianas. Se pretendía presentar a san Agustín como un ascético ermitaño, y que por ende, la imitación externa de su tenor de vida tenía que ver con las prácticas propias de los ermitaños del momento, es decir con la austeridad, el silencio, la soledad, las prácticas ascéticas.

Sin embargo, hay en la Forma de Vivir ideas de profunda raigambre agustiniana que no pueden pasar desapercibidas como la primacía de la caridad y la vida fraterna de la comunidad.


El maná de cada día, 9.12.22

diciembre 9, 2022

Viernes de la 2ª semana de Adviento

El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida
El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida

PRIMERA LECTURA: Isaías 48, 17-19

Así dice el Señor, tu redentor, el Santo de Israel: «Yo, el Señor, tu Dios, te enseño para tu bien, te guío por el camino que sigues.

Si hubieras atendido a mis mandatos, sería tu paz como un río, tu justicia como las olas del mar; tu progenie sería como arena, como sus granos los vástagos de tus entrañas; tu nombre no sería aniquilado ni destruido ante mí.»

SALMO 1, 1-2.3.4.6

El que te sigue, Señor, tendrá la luz de la vida.

Dichoso el hombre que no sigue el consejo de los impíos, ni entra por la senda de los pecadores, ni se sienta en la reunión de los cínicos; sino que su gozo es la ley del Señor, y medita su ley día y noche.

Será como un árbol plantado al borde de la acequia: da fruto en su sazón y no se marchitan sus hojas; y cuanto emprende tiene buen fin.

No así los impíos, no así; serán paja que arrebata el viento. Porque el Señor protege el camino de los justos, pero el camino de los impíos acaba mal.

Aclamación antes del Evangelio

El Señor llega, salid a su encuentro; él es el Príncipe de la paz.

EVANGELIO: Mateo 11, 16-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente:

«¿A quién se parece esta generación? Se parece a los niños sentados en la plaza, que gritan a otros: «Hemos tocado la flauta, y no habéis bailado; hemos cantado lamentaciones, y no habéis llorado.»

Porque vino Juan, que ni comía ni bebía, y dicen: «Tiene un demonio.» Vino el Hijo del hombre, que come y bebe, y dicen: «Ahí tenéis a un comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores.»

Pero los hechos dan razón a la sabiduría de Dios.»

NO OS CANSÉIS DE HACER EL BIEN

Es difícil no hacer el bien cuando sabemos que, en el fondo, algo conseguiremos a cambio. Aunque sean unas migajas de reconocimiento, de valoración personal, de subir puestos o de caer bien a los demás.

Pero, las personas somos tan volubles en nuestros sentimientos y estados de ánimo que, al final, ese buen actuar puede quedar a merced de la simpatía o antipatía que tengamos hacia los demás.

No, un bien así, apoyado en motivaciones humanas tan frágiles, a la larga no se sostiene.

Sólo la gracia es capaz de sostener, hasta lo inimaginable, esa caridad que debe impregnar tus gestos, palabras, actitudes, criterios, todo el entramado de tu día a día.

Y sólo la gracia es capaz de animar infatigablemente ese afán de hacer el bien en el que el alma encuentra su verdadero descanso.

Hace falta un corazón muy puro y desprendido, muy empapado de amor a Dios, para buscar siempre el bien y hacerlo sin cálculos ni reservas, sin reparar en si me dijo o no me dijo, si me hizo una vez o no me hizo, si me lo sabrá agradecer o no…

¿Crees que el Señor se dedicó en aquella oración de Getsemaní a sopesar y valorar si le convenía o no, si le compensaba o no abrazar la Cruz? ¿Crees que el Señor se dejó crucificar sólo porque tú y yo le caímos bien o íbamos a corresponder a su entrega?

Has de pedirle muchas veces al Señor que te sostenga en el bien. No te canses de repartirlo a manos llenas, aunque caiga, como aquella semilla, a lo largo del camino, en terreno pedregoso o entre abrojos.

http://www.mater-dei.es


El maná de cada día, 8.12.22

diciembre 7, 2022

La Inmaculada Concepción de la Virgen María

Inmaculada Concepción - José de Ribera (1591-1652) - Lo Sagnoletto
Inmaculada Concepción – José de Ribera (1591-1652), Lo Spagnoletto

Antífona de entrada: Is 61, 10

Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas.

Oración colecta

Oh Dios, que por la Concepción Inmaculada de la Virgen María preparaste a tu Hijo una digna morada, y en previsión de la muerte de tu Hijo la preservaste de todo pecado, concédenos por su intercesión llegar a ti limpios de todas nuestras culpas. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Génesis 3, 9-15.20

Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: «¿Dónde estás?»

Él contestó: «Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí.»

El Señor le replicó: «¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?»

Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»

El Señor dijo a la mujer: «¿Qué es lo que has hecho?»

Ella respondió: «La serpiente me engañó, y comí.»

El Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón.»

El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.

SALMO 97, 1.2-3ab.3c-4

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.

Cantad al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas: su diestra le ha dado la victoria, su santo brazo.

El Señor da a conocer su victoria, revela a las naciones su justicia: se acordó de su misericordia y su fidelidad en favor de la casa de Israel.

Los confines de la tierra han contemplado la victoria de nuestro Dios. Aclama al Señor, tierra entera; gritad, vitoread, tocad.

SEGUNDA LECTURA: Efesios 1, 3-6. 11-12

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya.

Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.

Aclamación antes del Evangelio: Lc 1, 28

Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú eres entre las mujeres.

EVANGELIO: Lucas 1, 26-38

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.

El ángel, entrando en su presencia, dijo: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.»

Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.

El ángel le dijo: «No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.»

Y María dijo al ángel: «¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?»

El ángel le contestó: «El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.»

María contestó: «Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra.»

Y la dejó el ángel.

Antífona de la comunión

¡Qué pregón tan glorioso para ti, Virgen María!, porque de ti ha nacido el sol de justicia, Cristo, nuestro Dios.

INMACULADA CONCEPCIÓN DE SANTA MARÍA VIRGEN
Solemnidad

P. Francisco Fernández Carvajal


— La Virgen en el misterio de Cristo.

— Su plenitud de gracia recibida en el instante de su Concepción Inmaculada.

— Para imitar a la Virgen es necesario tratarla. Devociones.

I. Desbordo de gozo con el Señor y me alegro con mi Dios; porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novia que se adorna con sus joyas1. Son palabras que la Liturgia pone en labios de Nuestra Señora en esta Solemnidad, y expresan el cumplimiento de la antigua profecía de Isaías.

Todo cuanto de hermoso y bello se puede decir de una criatura, se lo cantamos hoy a nuestra Madre del Cielo. «Exulte hoy toda la creación y se estremezca de gozo la naturaleza. Alégrese el cielo en las alturas y las nubes esparzan la justicia.

Destilen los montes dulzura de miel y júbilo las colinas, porque el Señor ha tenido misericordia de su pueblo y nos ha suscitado un poderoso salvador en la casa de David su siervo, es decir, en esta inmaculadísima y purísima Virgen, por quien llega la salud y la esperanza a los pueblos»2, canta un antiguo Padre de la Iglesia.

La Trinidad Santa, queriendo salvar a la humanidad, determinó la elección de María para Madre del Hijo de Dios hecho Hombre. Más aún: quiso Dios que María fuera unida con un solo vínculo indisoluble, no solo al nacimiento humano y terrenal del Verbo, sino también a toda la obra de la Redención que Él llevaría a cabo.

En el plan salvífico de Dios, María está siempre unida a Jesús, perfecto Dios y hombre perfecto, Mediador único y Redentor del género humano. «Fue predestinada desde toda la eternidad como Madre de Dios juntamente con la Encarnación del Verbo, por disposición de la Divina Providencia»3.

Por esta elección admirable y del todo singular, María, desde el primer instante de su ser natural, quedó asociada a su Hijo en la Redención de la humanidad. Ella es la mujer de la que nos habla el Génesis en la Primera lectura de la Misa4.

Después de cometido el pecado de origen, dijo Dios a la serpiente: Pongo enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y la suya. María es la nueva Eva, de la que nacerá un nuevo linaje, que es la Iglesia. En razón de esta elección, la Virgen Santísima recibió una plenitud de gracia mayor que la concedida a todos los ángeles y santos juntos, como correspondía a la Madre del Salvador.

María está en un lugar singular y único entre Dios y los hombres. Ella es la que en la Iglesia ocupa después de Cristo el lugar más alto y el más cercano a nosotros5; es el ejemplar acabado de la Iglesia6, modelo de todas las virtudes7, a la que hemos de mirar para tratar de ser mejores. Es tan grande su poder salvador y santificador que, por gracia de Cristo, cuanto más se difunde su devoción, más atrae a los creyentes hacia su Hijo y hacia el Padre8.

En Ella, purísima, resplandeciente, fijamos nuestros ojos, «como en la Estrella que nos guía por el cielo oscuro de las expectativas e incertidumbres humanas, particularmente en este día, cuando sobre el fondo de la liturgia del Adviento brilla esta solemnidad anual de tu Inmaculada Concepción y te contemplamos en la eterna economía divina como la Puerta abierta, a través de la cual debe venir el Redentor del mundo»9.

II. Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo; bendita tú entre todas las mujeres10.

Por una gracia del todo singular, y en atención a los méritos de Cristo, Santa María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original, desde el primer instante de su concepción. Dios «la amó con un amor tan por encima del amor a toda criatura, que vino a complacerse en Ella con singularísima benevolencia.

Por esto, tan maravillosamente la colmó de la abundancia de todos sus dones celestiales, sacados del tesoro de su divinidad, muy por encima de todos los ángeles y santos, que Ella, absolutamente libre siempre de toda mancha de pecado, y toda hermosa y perfecta, manifestó tal plenitud de inocencia y santidad, que no se concibe en modo alguno mayor después de Dios ni nadie puede imaginar fuera de Dios»11.

Esta preservación del pecado en Nuestra Señora es, en primer lugar, plenitud de gracia del todo singular y cualificada; la gracia, en María enseñan los teólogos, se adelantó a la naturaleza. En Ella todo volvía a tener su sentido primitivo y la perfecta armonía querida por Dios. El don por el que careció de toda mancha le fue concedido a modo de preservación de algo que no se contrae.

Fue exenta de todo pecado actual, no tuvo ninguna imperfección ni moral, ni natural, no tuvo inclinación alguna desordenada, ni pudo padecer verdaderas tentaciones internas; no tenía pasiones descontroladas; no sufrió los efectos de la concupiscencia. Jamás estuvo sujeta al diablo en cosa alguna.

La Redención alcanzó también a María y actuó en Ella, pues recibió todas las gracias en previsión de los méritos de Cristo. Dios preparó a la que iba a ser la Madre de su Hijo con todo su Amor infinito. «¿Cómo nos habríamos comportado, si hubiésemos podido escoger la madre nuestra? Pienso que hubiésemos elegido a la que tenemos, llenándola de todas las gracias. Eso hizo Cristo: siendo Omnipotente, Sapientísimo y el mismo Amor (Deus caritas est, Dios es amor, 1 Jn 4, 8), su poder realizó todo su querer»12.

Desde esta fiesta grande divisamos ya la proximidad de la Navidad. La Iglesia ha querido que ambas fiestas estén cercanas. «Del mismo modo que el primer brote verde señala la llegada de la primavera en un mundo helado y que parece muerto, así en un mundo manchado por el pecado y de gran desesperanza esa Concepción sin mancha anuncia la restauración de la inocencia del hombre.

Así como el brote nos da una promesa cierta de la flor que de él saldrá, la Inmaculada Concepción nos da la promesa infalible del nacimiento virginal (…). Aún era invierno en todo el mundo que la rodeaba, excepto en el hogar tranquilo donde Santa Ana dio a luz a una niña. La primavera había comenzado allí»13. La nueva Vida se inició en Nuestra Madre en el mismo instante en que fue concebida sin mancha alguna y llena de gracia.

III. Tota pulchra es, María, eres toda hermosa, María, y no hay mancha alguna de pecado en Ti.

La Virgen Inmaculada será siempre el ideal que debemos imitar. Ella es modelo de santidad en la vida ordinaria, en lo corriente, sin llamar la atención, sabiendo pasar oculta, Para imitarla es necesario tratarla. Durante estos días de la Novena hemos procurado, con Ella, dar un paso hacia adelante. Ya no la podemos dejar; sobre todo, porque Nuestra Madre no nos deja.

Aquella profecía que un día hiciera la Virgen, Me llamarán bienaventurada todas las generaciones…14, la estamos cumpliendo ahora nosotros y se ha cumplido al pie de la letra a través de los siglos: poetas, intelectuales, artesanos, reyes y guerreros, hombres y mujeres de edad madura y niños que apenas han aprendido a hablar; en el campo, en la ciudad, en la cima de un monte, en las fábricas y en los caminos, en situaciones de dolor y de alegría, en momentos trascendentales (¡cuántos millones de cristianos han muerto con el dulce nombre de María en sus labios o en su pensamiento!), se ha invocado y se llama a Nuestra Señora todos los días.

En tantas y tan diversas ocasiones, millares de voces, en lenguas diversísimas, han cantado alabanzas a la Madre de Dios o le han pedido calladamente que mire con misericordia a esos hijos suyos necesitados.

Es un clamor inmenso el que sale de esta humanidad dolida hacia la Madre de Dios. Un clamor que atrae la misericordia del Señor. Nuestra oración en estos días de preparación para la gran Solemnidad de hoy se ha unido a tantas voces que alaban y piden a Nuestra Señora.

Sin duda ha sido el Espíritu Santo quien ha enseñado, en todas las épocas, que es más fácil llegar al Corazón del Señor a través de María. Por eso, hemos de hacer el propósito de tratar siempre confiadamente a la Virgen, de caminar por ese atajo la senda por donde se abrevia el camino– para llegar antes a Cristo: «conservad celosamente ese tierno y confiado amor a la Virgen nos alienta el Romano Pontífice. No lo dejéis nunca enfriar (…). Sed fieles a los ejercicios de piedad mariana tradicionales en la Iglesia: la oración del Ángelus, el mes de María y, de modo muy especial, el Rosario»15.

María, llena de gracia y de esplendor, la que es bendita entre todas las mujeres, es también nuestra Madre. Una manifestación de amor a Nuestra Señora es llevar una imagen suya en la cartera o en el bolso; es multiplicar discretamente sus retratos a nuestro alrededor, en nuestras habitaciones, en el coche, en el despacho o en el lugar de trabajo. Nos parecerá natural invocarla, aunque sea sin palabras.

Si cumplimos nuestro propósito de acudir con más frecuencia a Ella, desde el día de hoy, comprobaremos en nuestras vidas que «Nuestra Señora es descanso para los que trabajan, consuelo de los que lloran, medicina para los enfermos, puerto para los que maltrata la tempestad, perdón para los pecadores, dulce alivio de los tristes, socorro de los que rezan»16.

1 Antífona de entrada. Is 61, 10. — 2 San Andrés de Creta, Homilía I en la Natividad de la Santísima Madre de Dios. — 3 Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 61. — 4 Gen 3, 9-15; 20. — 5Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen gentium, 54. — 6 Ibídem, 63. — 7 Ibídem, 65. — 8 Ibídem, 65. — 9Juan Pablo II, Alocución 8-XII-1854. — 10 Evangelio de la Misa, Lc 1, 28. — 11 Pío IX, BulaIneffabilis Deus, 8-XII-1854. — 12 San Josemaría Escrivá, Es Cristo que pasa, 171. — 13 R. A. Knox, Tiempos y fiestas del año litúrgico, p. 298. — 14 Cfr. Lc 2, 48. — 15 Juan Pablo II, Homilía12-X-1980. — 16 San Juan Damasceno, Homilía en la Dormición de la B. Virgen María.

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El maná de cada día, 7.12.22

diciembre 7, 2022

Miércoles de la 2ª semana de Adviento


Noveno día de la novena a la Inmaculada Concepción

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré
Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré


PRIMERA LECTURA: Isaías 40, 25-31

«¿A quién podéis compararme, que me asemeje?», dice el Santo. Alzad los ojos a lo alto y mirad: ¿Quién creó aquello?

El que cuenta y despliega su ejército y a cada uno lo llama por su nombre; tan grande es su poder, tan robusta su fuerza, que no falta ninguno.

Por qué andas hablando, Jacob, y diciendo, Israel: «Mi suerte está oculta al Señor, mi Dios ignora mi causa»? ¿Acaso no lo sabes, es que no lo has oído?

El Señor es un Dios eterno y creó los confines del orbe. No se cansa, no se fatiga, es insondable su inteligencia.

Él da fuerza al cansado, acrecienta el vigor del inválido; se cansan los muchachos, se fatigan, los jóvenes tropiezan y vacilan; pero los que esperan en el Señor renuevan sus fuerzas, echan alas como las águilas, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse.

SALMO 102,1-2.3-4.8.10

Bendice, alma mía, al Señor.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Él perdona todas tus culpas y cura todas tus enfermedades; él rescata tu vida de la fosa y te colma de gracia y de ternura.

El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en clemencia; no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.

Aclamación antes del Evangelio

Mirad que llega el Señor para salvar a su pueblo; dichosos los que están preparados para salir a su encuentro.

EVANGELIO: Mateo 11, 28-30

En aquel tiempo, exclamó Jesús:

«Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

JESÚS, MODELO DE MANSEDUMBRE

P. Francisco Fernández Carvajal

El texto del profeta Isaías en la Primera lectura de la Misa (1), como el Salmo responsorial (2), nos invitan a contemplar la grandeza de Dios, frente a esa debilidad nuestra que conocemos por la experiencia de repetidas caídas.

Y nos dicen que el Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira y rico en misericordia (3), y quienes esperan en Él renuevan sus fuerzas, les nacen alas como de águila, corren sin cansarse, marchan sin fatigarse (4).

El Mesías trae a la humanidad un yugo y una carga, pero ese yugo es llevadero porque es liberado y la carga no es pesada, porque Él lleva la parte más dura. Nunca nos agobia el Señor con sus preceptos y mandatos; al contrario, ellos nos hacen más libres y nos facilitan siempre la existencia.

Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré, nos dice Jesús en el Evangelio de la Misa. Tomad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga ligera (5).

Se propone a Sí mismo el Señor como modelo de mansedumbre y de humildad, virtudes y actitudes del corazón que irán siempre juntas.

Se dirige Jesús a aquellas gentes que le siguen, maltratadas y abatidas como ovejas sin pastor (6), y se gana su confianza con la mansedumbre de su corazón, siempre acogedor y comprensivo.

La liturgia de Adviento nos propone a Cristo manso y humilde para que vayamos a Él con sencillez, y también para que procuremos imitarle como preparación de la Navidad. Sólo así podremos comprender los sucesos de Belén; sólo así podremos hacer que quienes caminan junto a nosotros nos acompañen hasta el Niño Dios.

A un corazón manso y humilde, como el de Cristo, se abren las almas de par en par. Allí, en su Corazón amabilísimo, encontraban refugio y descanso las multitudes; y también ahora se sienten fuertemente atraídas por Él, y en Él hallan la paz.

El Señor nos ha dicho que aprendamos de Él. La fecundidad de todo apostolado estará siempre muy relacionada con esta virtud de la mansedumbre.

Si observamos de cerca a Jesús, le vemos paciente con los defectos de sus discípulos, y no tendrá inconveniente en repetir una y otra vez las mismas enseñanzas, explicándolas detalladamente, para que sus íntimos, lentos y distraídos, conozcan la doctrina de la salvación.

No se impacienta con sus tosquedades y faltas de correspondencia. Verdaderamente, Jesús, «que es Maestro y Señor nuestro, manso y humilde de corazón, atrajo e invitó pacientemente a sus discípulos» (7).

Imitar a Jesús en su mansedumbre es la medicina para nuestros enfados, impaciencias y faltas de cordialidad y de comprensión. Ese espíritu sereno y acogedor nacerá y crecerá en nosotros en la medida en que tengamos más presencia de Dios y consideremos con más frecuencia la vida de Nuestro Señor.

«Ojalá fuera tal tu compostura y tu conversación, que todos pudieran decir al verte o al oírte hablar: éste lee la vida de Jesucristo» (8). Especialmente la contemplación de Jesús nos ayudará a no ser altivos y a no impacientarnos ante las contrariedades.

No cometamos el error de pensar que ese «mal carácter» nuestro, manifestado en ocasiones y circunstancias bien determinadas, depende de la forma de ser de quienes nos rodean.

«La paz de nuestro espíritu no depende del buen carácter y benevolencia de los demás. Ese carácter bueno y esa benignidad de nuestros prójimos no están sometidos en modo alguno a nuestro poder y a nuestro arbitrio. Esto sería absurdo.

La tranquilidad de nuestro corazón depende de nosotros mismos. El evitar los efectos ridículos de la ira debe estar en nosotros, y no supeditarlo a la manera de ser de los demás. El poder de superar nuestro mal carácter no ha de depender de la perfección ajena, sino de nuestra virtud» (9).

La mansedumbre se ha de poner especialmente de manifiesto en aquellas circunstancias en las que la convivencia puede resultar más dificultosa.

(1) Cfr. Is 40, 25-31.- (2) Sal 102, 1-2. 8. 10.- (3) Sal 102, 8.- (4) Is 40-31.- (5) Mt 11, 28-30.- (6) Mt 9, 36.- (7) CONC. VAT. II, Decl. Dignitatis humanae, 11.- (8) J. ESCRIVA DE BALAGUER, Camino, n. 2.- (9) CASIANO, Constituciones, 8.-

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NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

milagrosa



DÍA NOVENO

La Asunción de María al Cielo

Y se abrió el Santuario de Dios en el cielo, y apareció el arca de su alianza el en Santuario, y se produjeron relámpagos, y fragor, y truenos, y temblor de tierra y fuerte granizada.

Una gran señal apareció en el cielo: una Mujer, vestida del sol, con la luna bajo sus pies, y una corona de doce estrellas sobre su cabeza. (Apoc 11,19-12,1)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

En sus homilías de Nuestra Santísima Madre, San Francisco de Sales predicaba que María fue perfectamente una con Cristo en el Calvario en la adoración de Jesús al Padre. Ella ofreció amorosamente a Jesús al Padre y ofreció su sufrimiento por sus hijos. El Santo nos dice que María hubiera muerto con Cristo en el Calvario de no haber sido porque su Hijo se lo impidió.

Jesús quería que ella se quedara más tiempo con la Iglesia en la tierra después de su ascensión al Cielo y compartiera más tarde la muerte de él por amor.

Cuando llegó el tiempo querido por Dios, María murió de muerte natural, pero esa muerte fue un acto consciente de adoración en el amor. La Madre de Dios ansiaba con todo su ser estar con Jesús en el Reino. Cuando llegó la hora de la muerte, ella se ofreció como se había ofrecido Jesús al Padre al morir.

Encomendándose al abrazo de Dios, María, encendida con el Espíritu Santo, transformó su muerte en un acto de amor al Padre: un acto eucarístico de adoración en Cristo, por Cristo y con Cristo.

Preservada de la corrupción de la tumba, María fue elevada de entre los muertos por Cristo y fue llevada, en cuerpo y alma, a la gloria del cielo. En 1950, el Papa Pío XII definió solemnemente que la Asunción de María es parte integral de la Revelación cristiana:

Por la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y nuestra, proclamamos, declaramos y definimos ser dogma divinamente revelado: Que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María, cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial.

La dormición de María, es decir, su muerte, resurrección y asunción a la gloria, son una fuente de esperanza para los cristianos que creemos en la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro.

Los Padres del Concilio Vaticano II nos enseñaron: La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y en alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor (Lumen Gentium, 68).

Desde su lugar en el Cielo, María intercede con Cristo y a través de Cristo por todas las necesidades de sus hijos en la tierra.

Oración

María, Madre de Dios y nuestra querida Madre, quédate con nosotros en la hora de nuestra muerte. Ayúdanos a comprender que, al morir por nosotros, tu Hijo transformó la muerte en un acto de adoración al Padre, un momento sagrado de pasaje de esta vida a la otra; en el momento que sólo Dios dispone.

Fortalecidos por los sacramentos de la Iglesia, ayúdanos a morir como tú, en un acto de amor y ofrecimiento de la propia persona por la salvación de los demás.

Madre Santa, Madre de Dios, ruega por nosotros pecadores ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


El maná de cada día, 6.12.22

diciembre 6, 2022

Martes de la 2ª semana de Adviento


Octavo día de la novena a la Inmaculada Concepción

Como un pastor, el Señor cuida de todas sus ovejas
Como un pastor, el Señor cuida de todas sus ovejas

PRIMERA LECTURA: Isaías 40, 1-11

«Consolad, consolad a mi pueblo, –dice vuestro Dios–; hablad al corazón de Jerusalén, gritadle, que se ha cumplido su servicio, y está pagado su crimen, pues de la mano del Señor ha recibido doble paga por sus pecados.»

Una voz grita: «En el desierto preparadle un camino al Señor; allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios; que los valles se levanten, que montes y colinas se abajen, que lo torcido se enderece y lo escabroso se iguale. Se revelará la gloria del Señor, y la verán todos los hombres juntos –ha hablado la boca del Señor–.»

Dice una voz: «Grita.»
Respondo: «¿Qué debo gritar?»

«Toda carne es hierba y su belleza como flor campestre: se agosta la hierba, se marchita la flor, cuando el aliento del Señor sopla sobre ellos; se agosta la hierba, se marchita la flor, pero la palabra de nuestro Dios permanece por siempre.

Súbete a un monte elevado, heraldo de Sión; alza fuerte la voz, heraldo de Jerusalén; álzala, no temas, di a las ciudades de Judá: «Aquí está vuestro Dios. Mirad, el Señor Dios llega con poder, y su brazo manda. Mirad, viene con él su salario, y su recompensa lo precede. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos los corderos y hace recostar a las madres.»

SALMO 95, 1-2.3.10ac.11-12.13-14

Nuestro Dios llega con poder.

Cantad al Señor un cántico nuevo, cantad al Señor, toda la tierra; cantad al Señor, bendecid su nombre, proclamad día tras día su victoria.

Contad a los pueblos su gloria, sus maravillas a todas las naciones. Decid a los pueblos: «El Señor es rey, él gobierna a los pueblos rectamente.»

Alégrese el cielo, goce la tierra, retumbe el mar y cuanto lo llena; vitoreen los campos y cuanto hay en ellos, aclamen los árboles del bosque.

Delante del Señor, que ya llega, ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia y los pueblos con fidelidad.

Aclamación antes del Evangelio

El día del Señor está cerca; él viene a salvarnos.

EVANGELIO: Mateo 18, 12-14

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «¿Qué os parece? Suponed que un hombre tiene cien ovejas: si una se le pierde, ¿no deja las noventa y nueve en el monte y va en busca de la perdida?

Y si la encuentra, os aseguro que se alegra más por ella que por las noventa y nueve que no se habían extraviado.

Lo mismo vuestro Padre del cielo: no quiere que se pierda ni uno de estos pequeños.»

CORAZÓN DE BUEN PASTOR, RUEGA POR NOSOTROS

Conoces íntimamente a tus ovejas, a cada una la llamas por su nombre, das la vida por ellas.

En cada acontecimiento inesperado o aparentemente absurdo, en cada dolor, fracaso o sufrimiento, en todos los instantes de mi jornada, eres siempre el Buen Pastor, que me busca solícito para llevarme sobre sus hombros y recorrer conmigo el camino de mi vida.

Corazón de Buen Pastor, que no escatimas deseos, amores y gracias, con tal de atraer hacia Ti un poco del amor y correspondencia de tus ovejas.

¡Cómo me cuesta adelantarme a las necesidades de los demás! ¡Cuánto me molesta e incomoda estar disponible para servirles sin medida ni regateos, para acompañar sus agobios y soledades, para calmar sus heridas!

¿Cómo no ofrecer mis hombros para que otras ovejas, todos los hombres, descansen en ellos y se apoyen en mí, para ayudarles a seguir caminando juntos hacia el Padre?

Hay todavía muchas ovejas que no son de este redil y que esperan de ti que seas su cayado y pastor.

Corazón de Buen Pastor, que cuidas los apriscos donde resguardar el alma y conoces los verdes pastos donde me llevas a descansar. Sólo siendo tu oveja podré ser para otros pastor y cayado y llevar en mis hombros las cargas de tantos hermanos, que sufren sin la fuerza de Dios.

En el redil de tu Corazón entrañable quisiera yo descansar, viendo en tus divinos ojos el amor vigilante de quien conoce y abraza a cada una de sus ovejas.

Lañas diarias www.mater-dei.es

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

milagrosa



DÍA OCTAVO

María y el Misterio de la Pascua

Porque os transmití, en primer lugar, lo que a mi vez recibí: que Cristo murió por nuestros pecados, según las Escrituras; que fue sepultado y que resucitó al tercer día, según las Escrituras; que se apareció a Cefas y luego a los Doce; después se apareció a más de quinientos hermanos a la ve, de los cuales todavía la mayor parte viven y otros murieron.

Luego se apareció a Santiago; más tarde, a todos los apóstoles. Y en último término se me apareció también a mí, como a un abortivo. (1 Cor 15,3-7)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

La costumbre de dedicar el sábado a la Virgen María se origina en la sensación que tenían los cristianos de que sólo María creía firmemente en la resurrección de Cristo de entre los muertos después de que el cuerpo de Jesús fuera colocado en la tumba el Sábado santo. Todos los demás discípulos estaban consternados y, con suerte, confundidos por la promesa de Jesús de que resucitaría de entre los muertos. Sólo María permaneció fiel en su fe. Es precisamente esa fe la que la Iglesia honra todos los sábados del año.

El beato Juan Pablo II explicaba en su mensaje durante una Audiencia General que María fue probablemente la primera de los discípulos en ver y abrazar al Señor resucitado:

Más aún, es legítimo pensar que verosímilmente Jesús resucitado se apareció a su madre en primer lugar. La ausencia de María del grupo de las mujeres que al alba se dirigieron al sepulcro (cf. Mc 16, 1; Mt 28, 1), ¿no podría constituir un indicio del hecho de que ella ya se había encontrado con Jesús?

Esta deducción quedaría confirmada también por el dato de que las primeras testigos de la resurrección, por voluntad de Jesús, fueron las mujeres, las cuales permanecieron fieles al pie de la cruz y, por tanto, más firmes en la fe.

En efecto, a una de ellas, María Magdalena, el Resucitado le encomienda el mensaje que debía transmitir a los Apóstoles (cf. Jn 20, 17-18). Tal vez, también este dato permite pensar que Jesús se apareció primero a su madre, pues ella fue la más fiel y en la prueba conservó íntegra su fe.

Por último, el carácter único y especial de la presencia de la Virgen en el Calvario y su perfecta unión con su Hijo en el sufrimiento de la cruz, parecen postular su participación particularísima en el misterio de la Resurrección (21 de mayo de 1997).

Las Escrituras nos refieren que luego de que Cristo ascendiera a los cielos, María permaneció con los Apóstoles en espera de la venida del Espíritu Santo (Hechos 1:14). Ella se encontraba con los Doce en Pentecostés y, con ellos, recibió el Espíritu Santo. Los Doce recibieron el Espíritu para su tarea de predicar el Evangelio y bautizar a la gente de todas las naciones.

María recibió el Espíritu Santo para su misión de madre de los discípulos de Cristo. Hasta el fin del mundo, María, Madre de la Iglesia, ayudará a sus hijos a vivir según la fe, a difundir la fe y trabajar incansablemente por la conversión de todos los hombres a Cristo.

En su obra maestra, el Tratado de la verdadera devoción a María, San Luis de Montfort explica que María, asunta al Cielo, comparte la fe con sus hijos en la tierra:

La Santísima Virgen te hará partícipe de su fe. La cual fue mayor que la de todos los patriarcas, profetas, apóstoles y todos los demás santos. Ahora que reina en los cielos, no tiene ya esa fe, porque ve claramente todas las cosas en Dios por la luz de la gloria.

Sin embargo, con el consentimiento del Señor, no la ha perdido al entrar en la gloria: la conserva para comunicarla a sus fieles en la Iglesia peregrina. Por lo mismo, cuanto más te granjees la benevolencia de esta augusta Princesa y Virgen fiel, tanto más reciamente se cimentará toda tu vida en la fe verdadera (214).

Los católicos de hoy en día necesitamos que María nos fortalezca para mantenernos firmes en la lucha para proteger la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural y para preservar la libertad religiosa. Que ella, elegida por Dios para aplastar la cabeza de la serpiente (Gen 3,15), consiga la renovación de la fe y el celo apostólico en la sociedad a través de nuestra entrega al Evangelio.

Oración

Señor, concédenos una fe viva, que, animada por la caridad, nos habilite para hacer todas nuestras acciones por puro amor a Ti, y a verte y servirte en nuestro prójimo; una fe firme e inconmovible como una roca, por la cual estemos tranquilos y seguros en las cruces, afanes y desengaños de la vida; una fe valerosa, que nos inspire comenzar y llevar a cabo sin vacilación, grandes empresas por tu gloria y por la salvación de las almas; una fe que sea la Columna de Fuego que nos guíe, que hasta el fin nos lleve unidos, que encienda en todas partes el fuego de tu amor, que ilumine a aquellos que están en oscuridad y sombra de muerte, que inflame a los tibios, que resucite a los muertos por el pecado; y que guíe nuestros pasos por el Camino de la Paz, para que, terminada la lucha de la vida, todos los hijos de María nos reunamos en el reino de tu amor y gloria. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


Recolección Agustiniana (2 de 2)

diciembre 5, 2022

Convento de San Millán de la Cogolla, Monasterio de Yuso. Agustinos Recoletos

(Continúa)

6. Actualidad de la espiritualidad recoleta

La reflexión postconciliar ha concretado las aspiraciones de la Recolección primitiva en tres vocablos: interioridad, comunidad y apostolado. Y ha visto en ellos una respuesta válida a tres exigencias básicas del cristiano. La contemplación satisface su sed de soledad y de absoluto. La comunidad sale al encuentro de las exigencias de su naturaleza social, y el apostolado responde al mandato misionero de Cristo.

Son, además, remedios utilísimos de tres grandes males de nuestro mundo actual: la dispersión, el individualismo y el relativismo; y equipan al religioso para sostener con éxito el triple combate de la unificación de la persona, de su sociabilidad y de su vocación apostólica.

La reforma recoleta fue una protesta contra la mediocridad y la rutina, protagonizada por gente radical, que quería señalarse en el servicio de su Señor; gente consciente de la inmensidad de Dios y de que siempre queda mucho de él por conocer y amar; de que no es propio del hombre pararse a contemplar con fruición el camino recorrido cuando queda tanto por descubrir.

Su recuerdo estimula, por un lado, a buscar modos de convertir nuestras comunidades en lugares donde los fieles encuentren las facilidades, las técnicas y los maestros de oración que pedía Juan Pablo II al constatar el eco que hoy encuentran las religiones orientales; y, por otro, a abrirse al mundo circunstante.

La vivencia comunitaria debe traspasar los umbrales del convento y convertir a sus miembros, a sus parroquias y a sus colegios en agentes de solidaridad, de acogida y de diálogo.

La comunidad agustiniana tiene mucho de denuncia social, porque está construida no sobre las fuerzas que de ordinario rigen las colectividades –orgullo, ambición, afán de poder, rivalidad–, sino sobre la comunión y la búsqueda del otro. Con la puesta en común de cuanto son y cuanto poseen, sus miembros muestran la posibilidad de construir la sociedad sobre pilares más solidarios.

La regla de san Agustín «resuena como una protesta contra la desigualdad de una sociedad caracterizada por el egoísmo y el individualismo, por la sed de poseer, el orgullo y el afán del poder». La Recolección recogió sus valores y los revistió de un ropaje de sencillez, sobriedad y austeridad que los hace más tangibles.

La sobriedad y el silencio son rasgos constitutivos del alma recoleta. Ninguno de los dos encuentra mayor eco en nuestra cultura. Y cuando se llega a apreciar su valor, suele faltar valentía para acogerlos y transfundirlos a la vida práctica. Sin embargo, cada día va quedando más clara su actualidad, ya que salen al encuentro de dos de los males que más afligen a nuestro mundo.

La sobriedad, nombre actual de la penitencia, es el mejor antídoto contra el consumismo que tanto se depreca, pero que con tanto afán se persigue. Templa el carácter y dispone el alma a la oración y a la lucha. No sin razón afirmaba Agustín que quien no se abstiene de cosas lícitas está cerca de caer en las ilícitas: qui enim a nullis refrænat licitis, vicinus est et illicitis.

Un autorizado intérprete actual de su pensamiento, a pesar de ser consciente de las insidias que encierra, ve en la ascesis uno de los pocos rasgos que permiten identificar al religioso en el mundo de hoy.

También Juan Pablo II creía que la ascesis «es indispensable a la persona consagrada para permanecer fiel a la propia vocación y seguir a Jesús por el camino de la Cruz». Libera a las personas y a las comunidades «del egocentrismo y la sensualidad» y las capacita para dar «testimonio de las características que reviste la auténtica búsqueda de Dios, orillando el peligro de confundirla con la búsqueda sutil de sí mismas o con la fuga en la gnosis». El empeño ascético «es necesario para dilatar el corazón y abrirlo a la acogida del Señor y de los hermanos».

Benedicto XVI ha insistido en la necesidad de la ascética y en su inseparable conexión con la mística, al punto de no ser posible la una sin la otra. En un tiempo de fragmentación y fragilidad como es el nuestro, es necesario superar la dispersión del activismo y cultivar la unidad de la vida espiritual a través de la adquisición de una profunda mística y de una sólida ascética.

«Una vida simple, pobre, sobria, esencial y austera» ayuda al religioso a robustecer la respuesta vocacional, a afrontar las insidias del aburguesamiento y le acerca más a los menesterosos.

El rechazo de la ascesis y del esfuerzo desvela dos lagunas de la renovación postconciliar de la vida religiosa. La primera es una idea parcial, cuando no falsa, del hombre caído, que se manifiesta en la preeminencia que de ordinario se da al aspecto racional en la formación inicial y, sobre todo, en la permanente.

Es una confianza digna de los ilustrados del siglo XVIII, que creían que para cambiar al hombre bastaba con educar su entendimiento. La segunda sería la poca atención prestada a la acción de la gracia.

Agustín y los recoletos primitivos estaban convencidos de que sin el auxilio de la gracia el esfuerzo humano resulta estéril. La convicción intelectual es insuficiente para abrazarse decididamente con el bien , la voluntad humana se resiste a arrostrar las angosturas del camino que a él conduce  y a sacrificar los bienes terrenos para adquirir la margarita del evangelio .

El recogimiento es aún más necesario. Es un presupuesto esencial del hombre interior. La reflexión, la contemplación, la inquisición, la búsqueda incesante y otras actitudes afines son imprescindibles para quienes aspiran a ser dueños de su vida y de sus destinos.

Las constituciones preconciliares lo tenían por el adorno más hermoso de las órdenes –præcipuum omnium ordinum regularium decus-. El Kempis lo comparaba al terreno fértil en que crece vigorosa la virtud: In silentio et quiete proficit anima devota.

Sin interioridad el hombre es pura superficialidad, sin consistencia interna, un ser siempre a la deriva, víctima de la emoción del momento, de la moda, de la voz que más grita o del viento que más sopla.

Séneca advirtió que la primera señal de un ánimo equilibrado es la capacidad de detenerse y permanecer en compañía de sí mismo: primum argumentum compositæ mentis existimo posse esse consistere et secum morari.

Agustín hizo suyo ese pensamiento y lo enriqueció con las célebres fórmulas en que resumió su teoría sobre la interioridad: Noli foras ire, in te ipsum redi, in interiore homine habitat veritas […]; transcende teipsum.

Sólo en nuestra recámara interior, decían los recoletos del siglo XVI, nos encontramos con nosotros mismos y llegamos a conocer la verdad.

Hoy, más que nunca, es necesario pararse a pensar, distanciarse de lo que nos rodea y nos aturde, si queremos reencontrarnos con nosotros mismos y encontrar al Dios que habita en nosotros: «Regresa primero a tu corazón, tú que andas desterrado y errante. ¿A dónde? Al Señor. […] Vuelve al corazón […]. Allí está la imagen de Dios. En el interior del hombre habita Cristo».

Ángel MARTÍNEZ CUESTA, OAR

Roma


La Recolección Agustiniana (1 de 2)

diciembre 5, 2022

San Agustín, padre de muchas familias religiosas

LA RECOLECCIÓN AGUSTINIANA:

ORIGEN, HISTORIA Y MENSAJE

Por Ángel Martínez Cuesta, agustino recoleto

1. Orígenes

La Recolección Agustiniana hunde sus raíces en la reforma tridentina y en la aspiración a una vida más perfecta. Confluyen en ella dos fuentes principales. La primera es la herencia de la orden de san Agustín, con sus leyes, su liturgia, sus santos, su organización y sus tradiciones. La segunda es el movimiento recoleto, con sus exigencias ascéticas y espirituales.

La primera aporta el cauce, las estructuras materiales y la relación básica con san Agustín y un sin número de referencias religiosas y culturales. La segunda enriquece ese cauce con un deseo de radicalidad, que empuja por el camino de la ascesis, de la igualdad, del recogimiento y del espíritu de oración. El concilio de Trento preparó un clima favorable a la germinación de estos ideales.

a. La raíz agustiniana

Al estallar la Reforma protestante la orden agustiniana, al igual que otras órdenes, seguía inmersa en la decadencia. A lo largo del siglo XVI hizo un gran esfuerzo reformador, en el que colaboraron generales de la talla de Seripando, santos como Tomás de Villanueva o Alonso de Orozco y ascetas como Luis de Montoya y Tomé de Jesús.

Esos esfuerzos prepararon el camino a la reforma de Trento y favorecieron la aparición de religiosos dispuestos a llevarla a cabo. Los decretos tridentinos fueron acogidos en el capítulo general de 1564 y en las constituciones de 1581. El nivel religioso de la orden subió vistosamente, facilitando la aparición de un buen número de pastores y escritores eminentes.

Pero fueron las misiones las que aportaron la pieza más preciosa a aquel rico mosaico. En 1533 desembarcaron siete religiosos en el puerto de Veracruz (México). En los decenios siguientes centenares de religiosos llevaron el mensaje cristiano a la mayoría de los países de América del Sur: Perú (1551), Ecuador (1573), Colombia (1575), Venezuela (1580) y Chile (1595); y a algunos del Extremo Oriente: Filipinas (1565), India (1572) y Japón (1602).

b. Anhelos de mayor perfección

Pero esos logros no satisfacían los anhelos de los partidarios de las experiencias que estaban surgiendo en otras órdenes. Por una parte, no habían desterrado todos los privilegios contrarios a la vida común, y, por otra, ellos no se contentaban con la observancia de las constituciones. Aspiraban a una vida de pobreza real, de más oración, más silencio, más austeridad y más igualdad.

Esos ideales habían fraguado a principios del siglo XVI en el solar franciscano de Castilla y desde él se habían propagado por toda la geografía española. En la segunda mitad del siglo su eco, potenciado por la irrupción teresiana, llegó a gran parte de las comunidades masculinas y femeninas de España, dando origen en algunas de ellas a nuevas ramas de descalzos y recoletos .

La orden agustina no permaneció al margen. Entre 1540 y 1588 fueron apareciendo religiosos deseosos de trasplantarlos esos valores a su orden. Los primeros misioneros de México y el portugués Tomé de Jesús (†1582) fueron los más representativos.

En 1575 el capítulo general de la orden aprobó una determinación, recogida en las constituciones del 1581, que autorizaba a las provincias a promulgar estatutos más rigurosos para los religiosos que, inspirados por el Espíritu Santo, “quisieran” abrazar una disciplina más austera . Esa cláusula deparó el cauce jurídico a los promotores de la Recolección.

Tras varios intentos infructuosos, su sueño, favorecido por Felipe II, comenzó a hacerse realidad en 1588. El 5 de diciembre el capítulo provincial de Castilla, reunido en Toledo bajo la presidencia del general de la orden, mandó erigir en la provincia “tres o más monasterios de varones y otros tantos de mujeres en los que se practicase un género de vida más austera, la que, tras madura reflexión, reglamentase nuestro padre provincial con su definitorio”.

2. La Forma de vivir

Fray Luis de León, encargado de dar forma al proyecto, lo concretó en un escrito que tituló Forma de vivir (1589). Es un texto de apenas 14 capitulitos y sólo tuvo vigencia jurídica hasta el año 1637, pero su influjo sobre la organización espiritual de la Recolección fue decisivo hasta la desamortización de Mendizábal (1835).

Traduce el deseo de mayor perfección de que hablaba el capítulo de Toledo en una intensificación de la vida comunitaria y contemplativa y en una acentuación de los rasgos ascéticos de la vida religiosa. El espíritu de oración es su rasgo más característico. Los recoletos dedicarán dos horas diarias a la oración mental, restringirán sus salidas del convento y se esforzarán por crear en él una atmósfera de quietud y paz que favorezca la contemplación.

El segundo rasgo del texto es el amor a la vida común perfecta. Un aire comunitario lo impregna de principio a fin. En el convento no hay lugar para el privilegio, el peculio o el trato de excepción. Todos sus moradores gozan de los mismos derechos y están sujetos a las mismas obligaciones.

Nadie puede disponer de cosa propia, por mínima que sea, y el trato en la comida, el vestido y la celda es idéntico para todos. Los títulos honoríficos quedan desterrados. Todo tiende a promover “la paz de los religiosos entre sí, [que] es muy cierta señal [de] que el Espíritu Santo vive en ellos”. El número de frailes en cada convento no debe pasar de 20, “porque el amor se conserva mejor entre pocos”.

Otro de sus elementos cualificantes es la ascesis. Una ascesis que procede del radicalismo evangélico, del recuerdo idealizado de las primeras comunidades de la orden y de una antropología teñida de pesimismo y que se descomponía en mil manifestaciones que envolvían la totalidad de la vida del fraile.

El rechazo de toda propiedad inmueble, la tosquedad de los edificios, la pequeñez y desaliño de las celdas, la vileza del vestido y del calzado, la abundancia de ayunos y alimentos cuaresmales, la frecuencia de las disciplinas, el silencio, el retiro, todo recordaba al fraile recoleto su compromiso de seguir a Cristo pobre a través de las privaciones, renuncias y estrecheces que la pobreza lleva siempre consigo.

No siempre ha sido fácil conciliar su espiritualidad con la concepción agustiniana de la vida religiosa. En concreto, se le han reprochado su acentuado ascetismo y un cierto recelo ante el apostolado. Los promotores de la Recolección aspiraban a reproducir en sus comunidades la vida de las fundaciones de san Agustín. Pero su información acerca de ellas era muy deficiente.

Compartían la creencia, entonces general, de que el santo doctor había fundado comunidades de corte eremítico. En consecuencia, asociaban su ideal religioso con las prácticas típicas del eremitismo –silencio, soledad, austeridad, apostolado limitado, recelo ante los estudios–, que, por otra parte, eran las más estimadas por el movimiento reformista de la época.

3. Difusión de la Recolección por España y sus colonias

Esta Forma de vivir comenzó a practicarse el 19 de octubre de 1589 en el convento de Talavera de la Reina, desde donde se propagó a los pueblos vallisoletanos de Portillo (1590) y Nava del Rey (1591). En 1596 los recoletos se establecieron en Madrid, donde construyeron su sede central; y en 1600, en El Toboso. Dos años más tarde Roma formaba con esos cinco conventos una provincia recoleta.

El espaldarazo romano reavivó las esperanzas de los recoletos. Con el apoyo del pueblo fiel en pocos años se extendieron por la geografía española, y cruzaron los océanos. El año 1604 inician su andadura en torno a la ermita colombiana de La Candelaria los recoletos americanos. Al año siguiente los españoles se asocian a la vanguardia misional de la Iglesia zarpando para las lejanas tierras de Filipinas. En 1619 se establecieron en Roma.

En 1621 Gregorio XV elevó la provincia a congregación y encomendó su gobierno a un vicario general. A finales de noviembre del mismo año el capítulo general de la nueva congregación eligió a su primer vicario y la dividió en cuatro provincias.

Las tres primeras, localizadas en España, tendrían una fisonomía prevalentemente contemplativa. La cuarta, de carácter misional, comprendería los conventos y misiones de Filipinas. En 1629 absorbieron a los recoletos colombianos que pasaron a formar la quinta provincia, que tendría carácter mixto. A imitación de la Recolección española surgieron reformas descalzas en Italia (1592), Francia (1596) y Portugal (1664).

Durante el siglo XVIII la tensión religiosa decrece ostensiblemente. El espíritu místico y misional merma en la misma medida en que crecen la aspiración a una vida más cómoda y la sed de títulos honoríficos con su letanía de privilegios y exenciones. Fruto y, a la vez, síntoma de esa languidez espiritual son el estancamiento de la comunidad, la rutina y la decadencia de la vida común. Entre 1688 y 1824 la comunidad no logra abrir ni una sola casa en España. A mediados del siglo XVII alcanzó la cifra de 1.500 religiosos y en ella se mantuvo durante siglo y medio. En 1808 había descendido a unos 1.100.

4. Entre guerras y revoluciones

En el siglo XIX la Recolección careció de libertad para programar su vida. Comenzó con la invasión napoleónica y concluyó con la revolución filipina. Entre ambas fechas sendas desamortizaciones desmantelaron su estructura material en España (1835) y Colombia (1861) e le impusieron un nuevo perfil. En España perdió 32 de sus 33 conventos.

Sólo sobrevivió el de Monteagudo, fundado poco antes como plantel de misioneros para Filipinas. En Colombia quedó reducida a un minúsculo grupo de religiosos exclaustrados sin apenas vínculos entre sí.

Esta violenta intervención estatal modificó la orientación espiritual de la congregación. Hasta 1835 había sido una corporación de corte contemplativo, con un fuerte apéndice misional en Filipinas y otro, más débil, en Colombia; ahora, despojada de sus conventos y sin posibilidad de reanudar la vida común, se convierte en una congregación de talante apostólico, adoptando toda ella un sistema de vida que hasta entonces había sido exclusivo de una de sus provincias.

5. Expansión por América y España

En 1898 un nuevo embate puso a prueba la solidez de la Recolección. 34 religiosos murieron a manos de los revolucionarios filipinos y otros 80 dieron con sus huesos en la cárcel. Los demás se refugiaron en Manila o huyeron precipitadamente a España. En pocos meses la congregación se encontró con 300 religiosos desocupados y desesperanzados. Sólo los más magnánimos fueron capaces de reaccionar.

A mediados de 1899 ya andaban por Panamá, Venezuela y Brasil más de 40 religiosos. Poco después pasaron a la isla de Trinidad. Durante cuatro lustros se dedicaron casi exclusivamente al apostolado parroquial en zonas marginadas. Hacia 1915 comenzaron a congregarse en centros propios, en los cuales era más fácil conjugar el apostolado con la vida religiosa.

Esa idea condujo a fundar residencias en ciudades como São Paulo (1916), Caracas (1918), Río de Janeiro (1920) y Buenos Aires (1927); a abrir territorios misionales en China (1924), Colombia (1927) y Brasil (1925 y 1928) y a buscar tareas compatibles con la vida común.

El capítulo general de 1908, reunido en San Millán tras 79 años de interrupción, puso fin a un periodo de experimentación anárquica e inauguró otro en que se impuso la reflexión y se dio curso a una serie de medidas que en pocos años condujeron la comunidad a la reconstitución de su antiguo régimen de gobierno (1908), a su autonomía administrativa (1912), a la actualización de sus leyes (1912) y, sobre todo, a la recuperación de rasgos fundamentales de su fisonomía espiritual que durante el siglo XIX habían caído en el olvido (Continuará).

Blog Padre Ismael Ojeda

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LA RECOLECCIÓN AGUSTINIANA:

ORIGEN, HISTORIA Y MENSAJE

Por Ángel Martínez Cuesta, agustino recoleto

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1. Orígenes

La Recolección Agustiniana hunde sus raíces en la reforma tridentina y en la aspiración a una vida más perfecta. Confluyen en ella dos fuentes principales. La primera es la herencia de la orden de san Agustín, con sus leyes, su liturgia, sus santos, su organización y sus tradiciones. La segunda es el movimiento recoleto, con sus exigencias ascéticas y espirituales.

La primera aporta el cauce, las estructuras materiales y la relación básica con san Agustín y un sin número de referencias religiosas y culturales. La segunda enriquece ese cauce con un deseo de radicalidad, que empuja por el camino de la ascesis, de la igualdad, del recogimiento y del espíritu de oración. El concilio de Trento preparó un clima favorable a la germinación de estos ideales.

a. La raíz agustiniana

Al estallar…

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Mensaje del Prior general en el Aniversario de la Recolección Agustiniana 2022

diciembre 5, 2022

Los primeros frailes agustinos recoletos, en un collage del P. Esteban Peña, oar.

A TODA LA FAMILIA AGUSTINA RECOLETA: Que el Dios de la esperanza colme nuestros corazones de alegría y paz.

Estimados hermanos y hermanas:

Se aproxima el día de la Recolección Agustiniana, 434 años del nacimiento de nuestra familia y por lo tanto una oportunidad y motivo importante para recordar, reflexionar, agradecer y celebrar.

Como cualquier familia tenemos una historia que se ha ido abriendo paso entre luces y sombras, una historia que es siempre maestra y de la que tenemos mucho que aprender; una historia que no debe ser nunca pretexto para no avanzar o caer en el inmovilismo, en la rigidez o en la cerrazón del corazón, porque el Señor hace nuevas todas las cosas (cf. Ap. 21,5)  y nos sigue llamando siempre, pero especialmente en este tiempo de Adviento, a abrir surcos y caminos y a roturar tierras para que germine entre nosotros, la novedad de Dios.

La Recolección no puede perder la valentía y la libertad que vivió en sus orígenes. La definición quinta del capítulo de Toledo, que dio inicio a la Recolección decía: no queriendo oponerse al Espíritu Santo, determinamos… Los padres de aquel capítulo de la Provincia agustiniana de Castilla actuaron con libertad, fueron capaces de tomar una decisión valiente y de acoger las sorpresas de Dios; fueron capaces de no silenciar el ruido que hace el Espíritu cuando se manifiesta en la Iglesia.

Pido a toda la familia agustino-recoleta: frailes, monjas, religiosas, Fraternidades seglares, JAR, Madres Mónicas y colaboradores laicos de nuestros ministerios, que no resistamos al Espíritu Santo, como no resistieron nuestros padres fundadores. Así como Dios ha tenido la creatividad de crear el mundo, de la misma manera sigue teniendo la creatividad de crear cosas nuevas todos los días y de seguir sorprendiéndonos.

Y ese no resistir al Espíritu del Señor exige de cada uno de nosotros buenas dosis de docilidad y de sintonía con ese mismo Espíritu, para saber interpretar sus gemidos y secundar sus insinuaciones. La resistencia al Espíritu mata la alegría, la esperanza y la fidelidad y destruye el carisma. Nuestro carisma, como decía Vicente de Lerins, un santo Padre francés del siglo V hablando de las verdades de la Iglesia, se consolida con los años, se desarrolla con el tiempo y se profundiza con la edad. En palabras más actuales podemos decir análogamente con el Papa Francisco, que no se puede conservar el carisma sin hacerlo progresar. El carisma está vivo, progresa y crece, y eso es algo que los hombres no podemos detener.

Otra característica del movimiento recoleto fue la insatisfacción o, mejor dicho, el inconformismo. No todos los frailes agustinos estaban contentos con la vida cómoda y rutinaria que se iba extendiendo por la sociedad del siglo XVI y que se estaba infiltrando en los conventos, dando lugar a la acomodación, la relajación en la pobreza, la búsqueda de privilegios y exenciones y el descuido de la oración, lo que hizo que se resintiera bastante el ideal de la vida fraterna.

Pero había un grupo de insatisfechos, de inconformistas, que buscaban con ansia la santidad perfecta, que observaban la Regla y las Constituciones con todo rigor, vivían en pobreza extrema, tenían una oración intensa y continua, y eran apóstoles ardientes en la misión. Su vida era denuncia y testimonio.

El inconformismo está en la esencia de la Recolección porque está también en la esencia del evangelio: No os acomodéis a este mundo, antes transformaos con una mentalidad nueva, para discernir la voluntad de Dios, lo que es bueno y aceptable y perfecto (Rm, 12,2-3)

En medio de una sociedad que busca arrastrarnos con sus ideologías y que quiere imponernos su pensamiento único, los cristianos tenemos la obligación de ser inconformistas: inconformistas con la mediocridad, inconformistas con unas relaciones interpersonales superficiales, inconformistas con la mentalidad de lo descartable y de lo light, inconformistas con la polarización que estamos sufriendo entre derechas e izquierdas, buenos y malos, progresistas y conservadores; inconformistas con la falta de respeto al que no piensa como yo, inconformistas con el modelo de familia y de moral que nos quieren imponer e inconformistas con la relativización de absolutamente todo. El inconformismo evangélico y recoleto es constructivo, se fundamenta en el amor y está llamado a ser profético.

Celebramos este 434 aniversario de la Recolección en el marco de la clausura del IV centenario del primer capítulo general de los Agustinos Recoletos en noviembre de 1621 en el convento de Madrid. A partir de este capítulo histórico, la recién creada Congregación de Recoletos, entre otras cosas, consolida el espectacular crecimiento que tuvo en apenas 33 años, se organiza en cuatro Provincias, gana en autonomía y se dota de instrumentos necesarios para su buen funcionamiento: Constituciones, Ritual, etc.

Cuatrocientos años después, la Orden recoleta se vuelve a organizar nuevamente en cuatro provincias. Dentro del año del centenario se han celebrado el capítulo general y los cuatro capítulos provinciales. Capítulos que han sido un momento para ejercer la sinodalidad en toda la Orden, un momento de gracia y de paso de Dios por nuestra familia. Como decía Fr. Miguel Miró, prior general en la apertura de este IV Centenario, estamos arraigados en la historia, pero, confiando en la fuerza del Espíritu, queremos responder a lo que el Señor nos pide, a los signos de los tiempos y a lo que el pueblo de Dios espera de nosotrosEchemos un vistazo a estos 400 años, y tratemos de sacar propuestas de vida y esperanza para el futuro.

Aprendamos de nuestra historia recoleta a ser valientes, a dejarnos conducir por el Espíritu del Señor, sin resistencias, abiertos a las sorpresas de Dios y no conformándonos a este mundo, sino que con docilidad y audacia sigamos encarnando y viviendo este carisma recoleto, actualizándolo en las diferentes formas de vida y vocación, pero siempre con la autenticidad que caracterizó al movimiento recoleto. Y que el Señor que comenzó en la nosotros esta obra buena, Él mismo la lleve a término.

Roma, 1 de diciembre de 2022.

Fr. Miguel Ángel Hernández Domínguez OAR
Prior general


El maná de cada día, 5.12.22

diciembre 5, 2022

Lunes de la 2ª semana de Adviento

Séptimo día de la novena a la Inmaculada Concepción

5 de diciembre de 1588: Día de la Recolección Agustiniana

Enhorabuena a la Orden Agustinos Recoletos

El Señor nos conceda la fidelidad al carisma original

El páramo será un estanque; lo reseco, un manantial
El páramo será un estanque; lo reseco, un manantial

PRIMERA LECTURA: Isaías 35, 1-10

El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría. Tiene la gloria del Líbano, la belleza del Carmelo y del Sarión. Ellos verán la gloria del Señor, la belleza de nuestro Dios.

Fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes; decid a los cobardes de corazón: «Sed fuertes, no temáis. Mirad a vuestro Dios, que trae el desquite; viene en persona, resarcirá y os salvará.»

Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Porque han brotado aguas en el desierto, torrentes en la estepa; el páramo será un estanque, lo reseco, un manantial.

En el cubil donde se tumbaban los chacales brotarán cañas y juncos. Lo cruzará una calzada que llamarán Vía Sacra: no pasará por ella el impuro, y los inexpertos no se extraviarán. No habrá por allí leones, ni se acercarán las bestias feroces; sino que caminarán los redimidos, y volverán por ella los rescatados del Señor.

Vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán.

SALMO 84, 9ab-10.11-12.13-14

Nuestro Dios viene y nos salvará.

Voy a escuchar lo que dice el Señor: «Dios anuncia la paz a su pueblo y a sus amigos.» La salvación está ya cerca de sus fieles, y la gloria habitará en nuestra tierra.

La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan; la fidelidad brota de la tierra, y la justicia mira desde el cielo.

El Señor nos dará la lluvia, y nuestra tierra dará su fruto. La justicia marchará ante él, la salvación seguirá sus pasos.

Aclamación antes del Evangelio

Mirad, el Rey viene, el Señor de la tierra, y él romperá el yugo de nuestra cautividad.

EVANGELIO: Lucas 5, 17-26

Un día estaba Jesús enseñando, y estaban sentados unos fariseos y maestros de la ley, venidos de todas las aldeas de Galilea, Judea y Jerusalén. Y el poder del Señor lo impulsaba a curar.

Llegaron unos hombres que traían en una camilla a un paralítico y trataban de introducirlo para colocarlo delante de él. No encontrando por donde introducirlo, a causa del gentío, subieron a la azotea y, separando las losetas, lo descolgaron con la camilla hasta el centro, delante de Jesús.

Él, viendo la fe que tenían, dijo: «Hombre, tus pecados están perdonados.»
Los escribas y los fariseos se pusieron a pensar: «¿Quién es éste que dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados más que Dios?»

Pero Jesús, leyendo sus pensamientos, les replicó: «¿Qué pensáis en vuestro interior? ¿Qué es más fácil: decir «tus pecados quedan perdonados», o decir «levántate y anda»? Pues, para que veáis que el Hijo del hombre tiene poder en la tierra para perdonar pecados… –dijo al paralítico–: A ti te lo digo, ponte en pie, toma tu camilla y vete a tu casa.»

Él, levantándose al punto, a la vista de ellos, tomó la camilla donde estaba tendido y se marchó a su casa dando gloria a Dios.

Todos quedaron asombrados, y daban gloria a Dios, diciendo llenos de temor: «Hoy hemos visto cosas admirables.»

EL ADVIENTO

Preparar la llegada de Cristo al mundo necesita de un tiempo necesario para predisponer nuestro interior a semejante misterio.

El adviento viene revestido de esperanza, además de una cierta actitud de tensión espiritual: el color morado con el que el sacerdote se reviste en la celebración de la Eucaristía, es signo de penitencia, austeridad y discreción… Son los mismos instrumentos que utilizó Dios para hacerse carne.

Lo que denominamos el anonadamiento divino no es otra cosa sino la contemplación del misterio de Dios, que deja de ser tal, para que tú y yo podamos experimentar en nuestra propia carne la gloria de Aquel que se ha hecho de nuestra misma condición.

El adviento es ir también de la mano de María. La Virgen, durante este tiempo, lleva en su seno a Aquel que resuelve el misterio de Dios y mi propio misterio.

Ella, con sencillez, me invita a descomplicar mi existencia para responder a la llamada de Dios sin miedo, sino con la esperanza puesta en el milagro de Belén: todo el poder de Dios hecho niño, asequible a mi entendimiento y a mi voluntad.

Mater Dei

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

milagrosa



DÍA SÉPTIMO

María en el Calvario

Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clofás, y maría Magdalena.

Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo.»

Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre.» Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. (Juan 19,25-27)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

De pie junto a su hijo crucificado, María sufrió en su corazón todo lo que padeció él. Fue enorme el sacrificio que Dios le pidió a María en el Calvario. Le pidió que creyera, a pesar de que no había ninguna razón humana para creer, lo que le había anunciado a través del Ángel Gabriel treinta años antes: Él será grande y será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob por los siglos y su reino no tendrá fin (Lucas 1,32-33).

Dios le pidió a María que consintiera el sacrificio de Cristo ofreciendo a Jesús al Padre en un acto de adoración, y que uniera sus propios sufrimientos a los de Cristo por nuestra salvación. Los Padres del Concilio Vaticano II describieron maravillosamente la obra de María en el Calvario: María cooperó en forma enteramente impar a la obra del Salvador con la obediencia, la fe, la esperanza y la ardiente caridad con el fin de restaurar la vida sobrenatural de las almas. Por eso es nuestra madre en el orden de la gracia (Lumen Gentium, 61).

Para revelar que, al pie de la cruz, María estaba en pleno parto, dando a luz a la Iglesia, Jesús dijo: Mujer, ahí tienes a tu hijo. Y al discípulo que amaba, que representa a cada uno de nosotros: Ahí tienes a tu madre. El antiguo autor cristiano Orígenes de Alejandría escribió lo siguiente: Pues si María, como declaran quienes con solidez argumental la exaltan, no tuvo otro hijo que Jesús, y sin embargo Jesús dice a su madre «Mujer, ahí tienes a tu hijo» y no «Ahí tienes a este otro hijo», lo que dice Jesús es prácticamente «Ahí tienes a Jesús, a quien diste a luz». Si es cierto que todo el que es perfecto ya no vive en sí mismo sino que es Cristo quien vive en él, entonces si Cristo vive en él, lo que se le dice a María es «Ahí tienes a tu hijo Cristo» (Orígenes, Comentario al Evangelio de Juan, Libro 1, cap. 6).

San Juan agrega enseguida que desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Los estudiosos de las Escrituras señalan que el texto podría traducirse literalmente como desde aquella hora el discípulo la acogió como propia. Cristo quiere que todos sus discípulos amados establezcan una relación hijo-madre con su madre, la primera y más perfecta de sus discípulos. El discípulo la recibe en su intimidad y le pide que le enseñe los caminos de Cristo.

El beato Juan Pablo II comprendía la consagración a Jesús a través de María a partir de este versículo de la Escritura: «El discípulo la acogió como propia». San Luis de Montfort y San Maximiliano Kolbe le habían enseñado la importancia de la consagración total a Jesús a través de María. Estos tres sacerdotes santos también nos ayudarán a nosotros a entregar todo a Jesús por medio de María.

Es tan importante en estos tiempos de peligro hacer un acto de Consagración total a Jesús a través de la Santísima Virgen. Mediante este acto en el que el cristiano se ofrece a sí mismo, se entrega todo a Cristo por medio de María: el cuerpo, el alma, las posesiones materiales y las ocupaciones, así como todo don espiritual.

Por medio de la consagración, el cristiano se hace libremente siervo y esclavo de María para pertenecer completamente a Jesús. A diferencia de la esclavitud del pecado, esta esclavitud elegida libremente es la única atadura que nos da verdadera libertad y paz.

Entregando todo a Cristo por medio de María, el cristiano confía en que el Espíritu Santo lo utilizará para aplastar la cabeza de Satanás (Gen 3,15) y preparar el Reino de Jesucristo.

Oración

Oración de Consagración escrita por San Maxilimiano Kolbe

Oh Inmaculada, reina del cielo y de la tierra, refugio de los pecadores y Madre nuestra amorosísima, a quien Dios confió la economía de la misericordia. Yo, (su nombre), pecador indigno, me postro ante ti, suplicando que aceptes todo mi ser como cosa y posesión tuya.

A ti, Oh Madre, ofrezco todas las dificultades de mi alma y mi cuerpo, toda la vida, muerte y eternidad. Dispón también, si lo deseas, de todo mi ser, sin ninguna reserva, para cumplir lo que de ti ha sido dicho: «Ella te aplastará la cabeza» (Gen 3,15), y también: «Tú has derrotado todas las herejías en el mundo».

Haz que en tus manos purísimas y misericordiosas me convierta en instrumento útil para introducir y aumentar tu gloria en tantas almas tibias e indiferentes, y de este modo, aumento en cuanto sea posible el bienaventurado Reino del Sagrado Corazón de Jesús. Donde tú entras, Oh Inmaculada, obtienes la gracia de la conversión y la santificación, ya que toda gracia que fluye del Corazón de Jesús para nosotros nos llega a través de tus manos.

V. Ayúdame a alabarte, Oh Virgen Santa
R. y dame fuerza contra tus enemigos. Amén

V. Oh María, sin pecado concebida
R. Ruega por nosotros que recurrimos a ti.


El maná de cada día, 4.12.22

diciembre 3, 2022

Domingo II de Adviento, Ciclo A


Sexto día de la novena a la Inmaculada Concepción

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos

Antífona de entrada: Is 30, 19.30

Pueblo de Sión: mira al Señor que viene a salvar a todos los pueblos. El Señor hará oír la majestad de su voz y os alegraréis de todo corazón.

Oración colecta

Señor todopoderoso, rico en misericordia, cuando salimos animosos al encuentro de tu Hijo, no permitas que lo impidan los afanes de este mundo; guíanos hasta él con sabiduría divina para que podamos participar plenamente de su vida. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Isaías 11, 1-10

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor. Le inspirará el temor del Señor.

No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados.

Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios.

La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea. La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.

No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

SALMO 71,1-2.7-8.12-13.17

Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.

Dios mío, confía tu juicio al rey, tu justicia al hijo de reyes, para que rija a tu pueblo con justicia, a tus humildes con rectitud.

Que en sus días florezca la justicia y la paz hasta que falte la luna; que domine de mar a mar, del Gran Río al confín de la tierra.

Él librará al pobre que clamaba, al afligido que no tenía protector; él se apiadará del pobre y del indigente, y salvará la vida de los pobres.

Que su nombre sea eterno, y su fama dure como el sol: que él sea la bendición de todos los pueblos, y lo proclamen dichoso todas las razas de la tierra.

SEGUNDA LECTURA: Romanos 15, 4-9

Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia.

Así dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre.»

Aclamación antes del Evangelio: Lc 3, 4.6

Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos. Toda carne verá la salvación de Dios.

EVANGELIO: Mateo 3, 1-12

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.»

Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.»»

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo: «¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: «Abrahán es nuestro padre», pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.»

Antífona de comunión: Bar 5,5; 4,36

Ponte en pie, Jerusalén, sube a la altura, contempla el gozo que Dios te envía.

Una voz en el desierto

P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

En el Evangelio del segundo domingo de Adviento no nos habla directamente Jesús, sino su precursor, Juan el Bautista. El corazón de la predicación del Bautista se contiene en esa frase de Isaías que repite a sus contemporáneos con gran fuerza: «Voz del que grita en el desierto: preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas». Isaías, a decir verdad, expresaba: «Una voz clama: en el desierto abrid camino al Señor» (Is 40, 3). No es por lo tanto una voz en el desierto, sino un camino en el desierto. Los evangelistas, aplicando el texto al Bautista que predicaba en el desierto de Judea, han modificado la puntuación, pero sin cambiar el sentido del mensaje.

Jerusalén era una ciudad rodeada por el desierto: a Oriente los caminos de acceso, en cuanto se trazaban, fácilmente desaparecían por la arena que mueve el viento, mientras que a Occidente se perdían entre las asperezas del terreno hacia el mar. Cuando una comitiva o un personaje importante debía llegar a la ciudad, era necesario salir y caminar por el desierto para abrir una vía menos provisional; se cortaban las zarzas, se colmaban las hondonadas, se allanaban los obstáculos, se reparaba un puente o un paso.

Así se hacía, por ejemplo, con ocasión de la Pascua para acoger a los peregrinos que llegaban de la Diáspora. En este dato de hecho se inspira Juan el Bautista. Está a punto de llegar, clama, uno que está por encima de todos, «el que debe venir», el que esperan las gentes: es necesario trazar una senda en el desierto para que pueda llegar.

Pero he aquí el salto de la metáfora a la realidad: este sendero no se traza sobre el terreno, sino en el corazón de cada hombre; no se traza en el desierto, sino en la propia vida. Para hacerlo, no es necesario ponerse materialmente al trabajo, sino convertirse: «Enderezad las sendas del Señor»: este mandato presupone una amarga realidad: el hombre es como una ciudad invadida por el desierto; está cerrado en sí mismo, en su egoísmo; es como un castillo con un foso alrededor y los puentes alzados.

Peor: el hombre ha complicado sus sendas con el pecado y ahí se ha quedado, seducido, como en un laberinto. Isaías y Juan el Bautista hablan metafóricamente de precipicios, de montes, de pasos tortuosos, de lugares impracticables.

Basta con llamar estas cosas por sus verdaderos nombres, que son orgullo, acidia, vejaciones, violencias, codicias, mentiras, hipocresía, impudicias, superficialidades, ebriedades de todo tipo (se puede estar ebrio no sólo de vino o de drogas, sino también de la propia belleza, de la propia inteligencia, o de uno mismo ¡que es la peor ebriedad!).

Entonces se percibe inmediatamente que el discurso también es para nosotros; es para cada hombre que en esta situación desea y espera la salvación de Dios.

Enderezar un sendero para el Señor tiene por lo tanto un significado concretísimo: significa emprender la reforma de nuestra vida, convertirse. En sentido moral lo que hay que allanar y los obstáculos que hay que retirar son el orgullo -que lleva a ser despiadado, sin amor hacia los demás–, la injusticia -que engaña al prójimo, tal vez aduciendo pretextos de resarcimiento y de compensación para acallar la conciencia–, por no hablar de rencores, venganzas, traiciones en el amor. Son hondonadas a colmar la pereza, la acidia, la incapacidad de imponerse un mínimo esfuerzo, todo pecado de omisión.

La palabra de Dios jamás nos aplasta bajo una mole de deberes sin darnos al mismo tiempo la seguridad de que Él nos brinda lo que nos manda hacer. Dios, dice [el profeta] Baruc, «ha ordenado que sean rebajados todo monte elevado y los collados eternos, y colmados los valles hasta allanar la tierra, para que Israel marche en seguro bajo la gloria de Dios» [Ba 5, 7. Ndr]. Dios allana, Dios colma, Dios traza la senda; es tarea nuestra secundar su acción, recordando que «quien nos ha creado sin nosotros, no nos salva sin nosotros».

http://www.homiletica.org

NOVENA A LA INMACULADA CONCEPCIÓN

milagrosa



DÍA SEXTO

Las bodas de Caná

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos.

Y, como faltara vino, porque se había acabado el vino de la boda, le dice a Jesús su madre: «No tienen vino.»

Jesús le responde: «¿Qué tengo yo contigo, mujer? Todavía no ha llegado mi hora.» Dice su madre a los sirvientes: «Haced lo que él os diga.»

Había allí seis tinajas de piedra, puestas para las purificaciones de los judíos, de dos o tres medidas cada una. Les dice Jesús: «Llenad las tinajas de agua.» Y las llenaron hasta arriba. «Sacadlo ahora, les dice, y llevadlo al maestresala.»

Ellos lo llevaron. Cuando el maestresala probó el agua convertida en vino, como ignoraba de dónde era (los sirvientes, los que habían sacado el agua, sí que lo sabían), llama el maestresala al novio y le dice: «Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora.»

Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. (Juan 2,1-11)

Oración

Bajo tu amparo nos acogemos, Santa Madre de Dios; no desprecies las plegarias que te dirigimos en nuestras necesidades; antes bien, líbranos siempre de todo peligro, ¡oh Virgen gloriosa y bendita!

Reflexión

La primera mención explícita de la Madre de Jesús en el Evangelio según San Juan es en una fiesta de bodas. María llegó a la celebración, que duraba una semana, antes que Jesús. Cuando llegó Jesús, María inmediatamente le hizo notar: No tienen vino. Ella quería que todos, particularmente los recién casados y sus familias y amigos, disfrutaran la celebración. Sin duda, María sintió la vergüenza que estaría pasando la joven pareja y tuvo la confianza de acercar su necesidad a Jesús.

Él actuó ante la intercesión de María: sí, ésta es una instancia poderosa de la mediación materna de María. Al cambiar el agua en vino, Jesús realizó el primer gran milagro de su ministerio público.

San Juan relata que Jesús actuó para dar testimonio de su divinidad ante los Apóstoles: Así, en Caná de Galilea, dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos. Antes del milagro, los Apóstoles lo consideraban un rabino, una especie de profesor de la Torá. Al ver el agua convertirse en vino ante sus ojos, los Apóstoles experimentaron la gloria de Jesús como Mesías y Señor y empezaron a creer en él.

Por intercesión de María, se salvó la fe de los elegidos como los primeros sacerdotes de la Iglesia. Tan pronto como en ese momento, María comprendió que tenía derecho a acercar cada necesidad humana y espiritual ante la presencia de su Hijo. Tanto en Caná en aquel entonces como ahora en el Cielo, la Madre de Dios desea que su Hijo revele su poder como Mesías y Señor de toda la creación para salvar a los suyos.

El Catecismo de la Iglesia Católica asocia el primer milagro de Jesús con el Sacramento del Matrimonio: En el umbral de su vida pública, Jesús realiza su primer signo — a petición de su Madre — con ocasión de un banquete de boda (cf Jn 2,1-11). La Iglesia concede una gran importancia a la presencia de Jesús en las bodas de Caná. Ve en ella la confirmación de la bondad del matrimonio y el anuncio de que en adelante el matrimonio será un signo eficaz de la presencia de Cristo (Catecismo de la Iglesia Católica, 1613).

Desde el Cielo, María sigue llevando las necesidades humanas y espirituales de las familias a la órbita del poder mesiánico de Cristo.

Oración

María Madre, en Caná te mostraste como la madre de muchos hijos. Comprendiste el dolor que sintieron los pobres y recurriste a tu Hijo para pedirle ayuda. Llena del Espíritu de Dios, quisiste también que los Apóstoles de Jesús compartieran tu fe en él. Comprendiste que la falta de fe es la peor de las pobrezas que puede experimentar una persona. También sabías que sólo Dios puede dar el don de la fe.

Al acercar esas necesidades a Jesús en la oración, hubo abundante vino en la pequeña ciudad de Caná y el vino fuerte de la fe inundó los corazones de los Apóstoles.

María, todos tenemos necesidades, grandes y pequeñas. Todos estamos necesitados de recursos materiales y bienes espirituales. Te rogamos que acerques todas nuestras necesidades a Jesús. Nunca pides nada que pueda dañar a tus hijos. Jesús nunca te niega nada que le pidas.

Ruega especialmente por nuestras familias destruidas por la infidelidad de los esposos, la violencia doméstica, las faltas de amor de los padres y el dolor que causa la anticoncepción, la esterilización y el aborto.

Ayuda a todos a comprender que el Sacramento del Matrimonio fue instituido por tu Hijo para que marido y mujer, mediante su amor mutuo, encuentren la gracia de Jesús y eduquen a sus hijos para el reino.

Mira con bondad a todos esos hijos tuyos que sufren la pesada carga de su atracción a una persona de su mismo sexo. Ayúdalos a descubrir la libertad que brinda la castidad y su belleza.

María, pide por nuestras familias, para que vivan en armonía y con amor, como viviste tú con Jesús y José en tu hogar de Nazaret. María, te necesitamos como madre nuestra y madre de todas las familias. Amén.

V. Oh María, sin pecado concebida.
R. Ruega por nosotros que recurrimos a Ti.