El maná de cada día, 1.2.15

Domingo IV del Tiempo Ordinario, Ciclo B

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Hasta los espíritus inmundos le obedecen

Hasta los espíritus inmundos le obedecen

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Antífona de entrada: Sal 105, 17

Sálvanos, Señor y Dios nuestro; reúnenos de entre los gentiles: daremos gracias a tu santo nombre, y alabarte será nuestra gloria.


Oración colecta

Señor, concédenos amarte con todo el corazón y que nuestro amor se extienda también a todos los hombres. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo.


PRIMERA LECTURA: Deuteronomio 18, 15-20

Moisés habló al pueblo, diciendo:

«Un profeta, de entre los tuyos, de entre tus hermanos, como yo, te suscitará el Señor, tu Dios. A él lo escucharéis. Es lo que pediste al Señor, tu Dios, en el Horeb el día de la asamblea: «No quiero volver a escuchar la voz del Señor, mi Dios, ni quiero ver más ese terrible incendio; no quiero morir.»

El Señor me respondió: «Tienen razón; suscitaré un profeta de entre sus hermanos, como tú. Pondré mis palabras en su boca, y les dirá lo que yo le mande. A quien no escuche las palabras que pronuncie en mi nombre, yo le pediré cuentas. Y el profeta que tenga la arrogancia de decir en mi nombre lo que yo no le haya mandado, o hable en nombre de dioses extranjeros, ese profeta morirá.”»


SALMO 94, 1-2. 6-7. 8-9

Ojalá escuchéis hoy la voz del Señor: «No endurezcáis vuestro corazón.»

Venid, aclamemos al Señor, demos vítores a la Roca que nos salva; entremos a su presencia dándole gracias, aclamándolo con cantos.

Entrad, postrémonos por tierra, bendiciendo al Señor, creador nuestro. Porque él es nuestro Dios, y nosotros su pueblo, el rebaño que él guía.

Ojalá escuchéis hoy su voz: «No endurezcáis el corazón como en Meribá, como el día de Masá en el desierto; cuando vuestros padres me pusieron a prueba y me tentaron, aunque habían visto mis obras.»


SEGUNDA LECTURA: 1 Corintios 7, 32-35

Hermanos:

Quiero que os ahorréis preocupaciones: el soltero se preocupa de los asuntos del Señor, buscando contentar al Señor; en cambio, el casado se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su mujer, y anda dividido.

Lo mismo, la mujer sin marido y la soltera se preocupan de los asuntos del Señor, consagrándose a ellos en cuerpo y alma; en cambio, la casada se preocupa de los asuntos del mundo, buscando contentar a su marido.

Os digo todo esto para vuestro bien, no para poneros una trampa, sino para induciros a una cosa noble y al trato con el Señor sin preocupaciones.


Aclamación antes del Evangelio: Mt 4, 16

El pueblo que habitaba en tinieblas vio una luz grande; a los que habitaban en tierra y sombras de muerte, una luz les brilló.


EVANGELIO: Marcos 1, 21b-28

En aquel tiempo, Jesús y sus discípulos entraron en Cafarnaún, y cuando el sábado siguiente fue a la sinagoga a enseñar, se quedaron asombrados de su doctrina, porque no enseñaba como los escribas, sino con autoridad.

Estaba precisamente en la sinagoga un hombre que tenía un espíritu inmundo, y se puso a gritar: «¿Qué quieres de nosotros, Jesús Nazareno? ¿Has venido a acabar con nosotros? Sé quién eres: el Santo de Dios».

Jesús lo increpó: «Cállate y sal de él».

El espíritu inmundo lo retorció y, dando un grito muy fuerte, salió. Todos se preguntaron estupefactos: «¿Qué es esto? Este enseñar con autoridad es nuevo. Hasta a los espíritus inmundos les manda y le obedecen».

Su fama se extendió en seguida por todas partes, alcanzando la comarca entera de Galilea.


Antífona de comunión: Sal 30, 17-18

Haz brillar tu rostro sobre tu siervo, sálvame por tu misericordia, Señor, que no me avergüence de haberte invocado.
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EL ESPÍRITU INMUNDO SALIÓ DE ÉL
P. Raniero Cantalamessa, ofmcap

«Entonces un hombre poseído por un espíritu inmundo se puso a gritar: “¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios”.

Jesús, entonces, le conminó diciendo: “Cállate y sal de él”. Y agitándose violentamente el espíritu inmundo dio un fuerte grito y salió de él». ¿Qué pensar de este episodio narrado en el evangelio de este domingo y de muchos otros sucesos análogos presentes en el Evangelio? ¿Existen aún los «espíritus inmundos»? ¿Existe el demonio?

Cuando se habla de la creencia en el demonio, debemos distinguir dos niveles: el nivel de las creencias populares y el nivel intelectual (literatura, filosofía y teología). En el nivel popular, o de costumbres, nuestra situación actual no es muy distinta de la de la Edad Media, o de los siglos XIV-XVI, tristemente famosos por la importancia otorgada a los fenómenos diabólicos.

Ya no hay, es verdad, procesos de inquisición, hogueras para endemoniados, caza de brujas y cosas por el estilo; pero las prácticas que tienen en el centro al demonio están aún más difundidas que entonces, y no sólo entre las clases pobres y populares.

Se ha transformado en un fenómeno social (¡y comercial!) de proporciones vastísimas. Es más, se diría que cuanto más se procura expulsar al demonio por la puerta, tanto más vuelve a entrar por la ventana; cuánto más es excluido por la fe, tanto más arrecia en la superstición.

Muy diferentes están las cosas en el nivel intelectual y cultural. Aquí reina ya el silencio más absoluto sobre el demonio. El enemigo ya no existe. El autor de la desmitificación, R. Bultmann, escribió : «No se puede usar la luz eléctrica y la radio, no se puede recurrir en caso de enfermedad a medios médicos y clínicos y a la vez creer en el mundo de los espíritus».

Creo que uno de los motivos por los que muchos encuentran difícil creer en el demonio es porque se le busca en los libros, mientras que al demonio no le interesan los libros, sino las almas, y no se le encuentra frecuentando los institutos universitarios, las bibliotecas y las academias, sino, precisamente, a las almas.

Pablo VI reafirmó con fuerza la doctrina bíblica y tradicional en torno a este «agente oscuro y enemigo que es el demonio». Escribió, entre otras cosas: «El mal ya no es sólo una deficiencia, sino una eficiencia, un ser vivo, espiritual, pervertido y pervertidor. Terrible realidad. Misteriosa y espantosa».

También en este campo, sin embargo, la crisis no ha pasado en vano y sin traer incluso frutos positivos. En el pasado a menudo se ha exagerado al hablar del demonio, se le ha visto donde no estaba, se han cometido muchas ofensas e injusticias con el pretexto de combatirle; es necesaria mucha discreción y prudencia para no caer precisamente en el juego del enemigo.

Ver al demonio por todas partes no es menos desviador que no verle por ninguna. Decía Agustín: «Cuando es acusado, el diablo se goza. Es más, quiere que le acuses, acepta gustosamente toda tu recriminación, ¡si esto sirve para disuadirte de hacer tu confesión!».

Se entiende por lo tanto la prudencia de la Iglesia al desalentar la práctica indiscriminada del exorcismo por parte de personas que no han recibido ningún mandato para ejercer este ministerio. Nuestras ciudades pululan de personas que hacen del exorcismo una de las muchas prácticas de pago y se jactan de quitar «hechizos, mal de ojo, mala suerte, negatividades malignas sobre personas, casas, empresas, actividades comerciales».

Sorprende que en una sociedad como la nuestra, tan atenta a los fraudes comerciales y dispuesta a denunciar casos de exaltado crédito y abusos en el ejercicio de la profesión, se encuentre a muchas personas dispuestas a beber patrañas como éstas.

Antes aún de que Jesús dijera algo aquel día en la sinagoga de Cafarnaúm, el espíritu inmundo se sintió desalojado y obligado a salir al descubierto. Era la «santidad» de Jesús que aparecía «insostenible» para el espíritu inmundo.

El cristiano que vive en gracia y es templo del Espíritu Santo, lleva en sí un poco de esta santidad de Cristo, y es precisamente ésta la que opera, en los ambientes donde vive, un silencioso y eficaz exorcismo.
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SERVICIO DE ORACIÓN
O MINISTERIO DE INTERCESIÓN – 145

1. Macarena
2. Julián
3. Carmen
4. Rebeca
5. Chela
6. Ana M.
7. Ali y Cipri
8. Susana
9. Julia R.
10. Anita
11. Jaime
12. Jesús
13. Ángel
14. Marcela
15. Carlos
16. María del Valle y Luis
17. Gerardo (hijo; cambio de actitudes; conversión…)

18. Edu, Mónica y Alba

19. Dorian Jesús

20. Samuel y Manuel

21. Mónica

22. + Rubén

23. + Julia A.

24. + Esteban

25. En favor de cuantos se encomienden a nuestras oraciones, por vivos y difuntos.

1 Responses to El maná de cada día, 1.2.15

  1. FRANCISCO JOSÉ AUDIJE PACHECO dice:

    De eso precisamente es de lo que hablan los profetas verdaderos en nombre de Dios: de cambiar de vida, de hacer una vida nueva, de dejar atrás todo lo que corrompe el espíritu y las cosas del mundo, de hacer salir de nosotros los espíritus inmundos de los vicios egoístas, que nos llevan a dañar al prójimo y a dañarnos a nosotros mismos con esos comportamientos que perjudican a los de nuestros alrededor. Cuando alguien abogue por dejar en paz a los inocentes que son víctimas de nuestra falta de humanidad y cristiandad, ese, aunque no sea consciente, está siendo utilizado por Dios para hacerle bien al mundo; ese es un profeta verdadero, del que nos podemos fiar, pues le está moviendo el amor. Hoy lo advierte San Pablo: todos tenemos intereses familiares y laborales, pero no debemos ir por el mundo avasallando a los demás, por mucha necesidad que tengamos de defender lo nuestro. Aquellos que no están en el radio de acción de lo que solemos considerar como propio, también son hermanos y se merecen nuestro respeto y apoyo. El respeto hacia los demás, siempre, sin excepciones que valgan. El apoyo hacia los demás, siempre que nos sea posible; y es posible más veces de las que, por nuestra comodidad, somos capaces de procurar. El límite a los intereses particulares que podamos tener, está en el bien que se merecen los demás, aunque me tenga que perjudicar yo, y no alcance a satisfacer ese interés mío. De otra manera el mundo se convierte en una selva, donde impera la ley del más fuerte, que es la ley de la anticivilización, porque la civilización se otorga unas normas para poder alcanzar la libertad, teniendo en cuenta que tenemos que convivir, y, por tanto, la libertad de uno acaba donde empieza la del otro. El Evangelio no es otra cosa que una propuesta de convivencia entre los hombres, que les ayude en hermandad, a alcanzar los objetivos humanos de la tierra, de manera que podamos alcanzar el Cielo, es decir, la salvación. El que no esté dispuesto a acatar esas normas elementales y de sentido común para la convivencia, es mejor que se aísle en algún lugar donde no pueda morder al prójimo.

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