El maná de cada día, 4.2.15

Miércoles de la 4ª semana del Tiempo Ordinario

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No desprecian a un profeta más que en su tierra

No desprecian a un profeta más que en su tierra



PRIMERA LECTURA: Hebreos 12, 4-7.11-15

Todavía no habéis llegado a la sangre en vuestra pelea contra el pecado. Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos?

Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.

Buscad la paz con todos y la santificación, sin la cual nadie verá al Señor. Procurad que nadie se quede sin la gracia de Dios y que ninguna raíz amarga rebrote y haga daño, contaminando a muchos.


SALMO 102, 1-2.13-14.17-18a

La misericordia del Señor dura siempre, para los que cumplen sus mandatos.

Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por sus fieles; porque Él conoce nuestra masa, se acuerda de que somos barro.

Pero la misericordia del Señor dura siempre, su justicia pasa de hijos a nietos: para los que guardan la alianza.


Aclamación: Jn 10, 27

Mis ovejas escuchan mi voz -dice el Señor-, y yo las conozco, y ellas me siguen.


EVANGELIO: Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, fue Jesús a su pueblo en compañía de sus discípulos.

Cuando llegó el sábado, empezó a enseñar en la sinagoga; la multitud que lo oía se preguntaba asombrada: «¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es ésa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas ¿no viven con nosotros aquí?» Y esto les resultaba escandaloso.

Jesús les decía: «No desprecian a un profeta más que en su tierra, entre sus parientes y en su casa.»

No pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y se extrañó de su falta de fe. Y recorría los pueblos de alrededor enseñando.


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S.S.Benedicto XVI.  Angelus del domingo 8 de julio de 2012

Voy a reflexionar brevemente sobre el pasaje evangélico de este domingo, un texto del que se tomó la famosa frase «Nadie es profeta en su patria», es decir, ningún profeta es bien recibido entre las personas que lo vieron crecer (cf. Mc 6, 4).

De hecho, Jesús, después de dejar Nazaret, cuando tenía cerca de treinta años, y de predicar y obrar curaciones desde hacía algún tiempo en otras partes, regresó una vez a su pueblo y se puso a enseñar en la sinagoga. Sus conciudadanos «quedaban asombrados» por su sabiduría y, dado que lo conocían como el «hijo de María», el «carpintero» que había vivido en medio de ellos, en lugar de acogerlo con fe se escandalizaban de él (cf. Mc 6, 2-3).

Este hecho es comprensible, porque la familiaridad en el plano humano hace difícil ir más allá y abrirse a la dimensión divina. A ellos les resulta difícil creer que este carpintero sea Hijo de Dios. Jesús mismo les pone como ejemplo la experiencia de los profetas de Israel, que precisamente en su patria habían sido objeto de desprecio, y se identifica con ellos.

Debido a esta cerrazón espiritual, Jesús no pudo realizar en Nazaret «ningún milagro, sólo curó algunos enfermos imponiéndoles las manos» (Mc 6, 5). De hecho, los milagros de Cristo no son una exhibición de poder, sino signos del amor de Dios, que se actúa allí donde encuentra la fe del hombre, es una reciprocidad. Orígenes escribe: «Así como para los cuerpos hay una atracción natural de unos hacia otros, como el imán al hierro, así esa fe ejerce una atracción sobre el poder divino» (Comentario al Evangelio de Mateo 10, 19).

Por tanto, parece que Jesús —como se dice— se da a sí mismo una razón de la mala acogida que encuentra en Nazaret. En cambio, al final del relato, encontramos una observación que dice precisamente lo contrario. El evangelista escribe que Jesús «se admiraba de su falta de fe» (Mc 6, 6). Al estupor de sus conciudadanos, que se escandalizan, corresponde el asombro de Jesús.

También él, en cierto sentido, se escandaliza. Aunque sabe que ningún profeta es bien recibido en su patria, sin embargo la cerrazón de corazón de su gente le resulta oscura, impenetrable: ¿Cómo es posible que no reconozcan la luz de la Verdad? ¿Por qué no se abren a la bondad de Dios, que quiso compartir nuestra humanidad? De hecho, el hombre Jesús de Nazaret es la transparencia de Dios, en él Dios habita plenamente. Y mientras nosotros siempre buscamos otros signos, otros prodigios, no nos damos cuenta de que el verdadero Signo es él, Dios hecho carne; él es el milagro más grande del universo: todo el amor de Dios contenido en un corazón humano, en el rostro de un hombre.

Quien entendió verdaderamente esta realidad es la Virgen María, bienaventurada porque creyó (cf. Lc 1, 45). María no se escandalizó de su Hijo: su asombro por él está lleno de fe, lleno de amor y de alegría, al verlo tan humano y a la vez tan divino. Así pues, aprendamos de ella, nuestra Madre en la fe, a reconocer en la humanidad de Cristo la revelación perfecta de Dios.

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3 Responses to El maná de cada día, 4.2.15

  1. FRANCISCO JOSÉ AUDIJE PACHECO dice:

    Esto que le pasaba a Jesús en su pueblo, lo podemos corroborar muchos por nuestra propia experiencia. Muchas grandes figuras de la humanidad han tenido que huir de su tierra, porque allí no eran comprendidos, eran, incluso, despreciados, y hay casos en que sufrían hasta la persecución y el asesinato, como es el caso de Jesús. Lo que tenemos más próximo nos cuesta valorarlo en su justa medida, porque no podemos compararlo con otras realidades, y, también, porque somos egoístas, orgullosos y envidiosos, y nos cuesta digerir que nuestro hermano o vecino sea mejor que nosotros, o destaque en algo donde nosotros no lo hacemos. Tenemos casos muy sonados en la historia, como el de Miguel de Cervantes, que estando para morirse en medio de una gran miseria, dejó sorprendidos a unos embajadores franceses por su lastimosa situación, los cuales se preguntaban cómo se podía morir así después de haber dado tanta gloria con la novela cumbre de la literatura universal: El Quijote. Otro caso muy conocido y que me viene ahora a la memoria, es el de Albert Einstein, el gran y popular científico, que se ha convertido en el prototipo oficial de la sabiduría (Su imagen se emplea cuando se quiere expresar algo brillante). Pues bien, Einstein era un judío alemán, que tuvo que huir de su país durante la dictadura del régimen nazi, porque era molestado y perseguido, siendo ya una gran figura de la ciencia. Es verdad que existen casos en que esto no ha sido así: recuerdo, por ejemplo, a Isaac Newton o a Darwin, que obtuvieron un gran reconocimiento en vida, siendo considerados como héroes nacionales británicos hasta su muerte y después de esta. Pero, aunque hay casos que contradicen lo que dice Jesús, estos son más bien escasos, más bien son las excepciones que confirman la regla. Que no seamos capaces de reconocer la valía de nuestros hermanos, vecinos o compatriotas, otorgándoles el puesto que se merecen por sus méritos, es algo que habla mal de los que no somos capaces de hacerlo, porque habla de virtudes muy escasas en nuestro haber, y de una incapacidad para ser justos. Si fuéramos más listos, nos daríamos cuenta de que, unidos, podemos llegar a ser más grandes de lo que somos; pero, pisándonos los unos a los otros, nos arruinamos todos.

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  2. Cuando Dios nos corrige siempre lo hace como un Padre que quiere lo mejor para su hijo, siempre es para asegurarnos la salvación. En ocasiones nos pide renuncias y pruebas que conllevan un sufrimiento, pero Él está allí y nos va diciendo:»hijo, te amo, me importas muchísimo».

    Dios respeta nuestra libertad, pero hace las cosas de tal manera que siempre consigue lo que se propone…Se vale de personas, libros, situaciones, enfermedades…Todo está bien, aunque sus palabras hieran como puñales y quemen como fuego, como leemos en Jeremías,23.

    Cristo es la Palabra. Todo en Él es palabra viva y Buena Noticia. Cuando le escuchamos con atención, nos liberamos poco a poco de esas cadenas diabólicas que nos esclavizan y nos matan.Él nos da la mano y nos dice ¡Levantáos!; y, aunque estuviéramos muertos, como la hija de Jairo, nos resucitará.

    Estuve un par de meses sin tener acceso al «Maná de cada Día».Soy feliz por haberlo conseguidode nuevo. Lo eché mucho de menos.Un fuerte abrazo. MªJosé Bermúdez.

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  3. ismaelojeda dice:

    Lamento mucho, María José, que no te haya llegado bien el Maná de cada día. Y me alegra muchísimo tu deseo de la Palabra de Dios, para cada día. Es la ración de energía, cariño y vida que él nos prepara con tanto primor para cada jornada, para que nuestra vida sea plena de sentido en Dios. Él nos creó para que fuésemos felices con él, en cada momento. ¡Qué pena que andemos preocupados en otras cosas, olvidando confiarle todos nuestros problemas! Un abrazo, María José. Muchas gracias por tu testimonio de vida. Unidos en el Amor del Señor. Oro por ti y por todos los que se benefician con este blog, por todos a los que Dios alimenta a diario. Un abrazo y que el Señor siga estando grande contigo, p. Ismael

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