Meditaciones: Solemnidad de la Santísima Trinidad (ciclo C)

junio 12, 2024

Meditaciones: Solemnidad de la Santísima Trinidad (ciclo C)

Reflexión para meditar en la solemnidad de la Santísima Trinidad. Los temas propuestos son: la Trinidad está en nuestra alma; amor del Padre, del Hijo y del Espíritu; el Espíritu Santo nos lleva a Cristo y al Padre.

12/06/2022

LA SOLEMNIDAD de la Santísima Trinidad recapitula todo lo que se nos ha revelado durante la Pascua: la muerte y resurrección del Señor, su ascensión a la derecha del Padre y la efusión del Espíritu Santo en Pentecostés. En esta fiesta, la liturgia comienza alabando y adorando a la Trinidad, que se nos ha manifestado en Jesucristo: «Bendito sea Dios Padre y el Hijo unigénito de Dios y el Espíritu Santo, porque ha tenido misericordia de nosotros» (Antífona de entrada). La Trinidad no es únicamente un misterio sobre la identidad de Dios. Es, de manera especial, el misterio de su amor misericordioso hacia el mundo y hacia cada uno de nosotros.

«Yo te bautizo –dijo un sacerdote, mientras derramaba por tres veces el agua sobre nuestra cabeza– en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo». Y comenta san Hilario: «El Señor mandó bautizar (…) en la profesión de fe en el Creador, en el Hijo único y en el que es llamado Don. Uno solo es el Creador de todo, ya que uno solo es Dios Padre, de quien procede todo; y uno solo el Hijo único, nuestro señor Jesucristo, por quien ha sido hecho todo; y uno solo el Espíritu, que a todos nos ha sido dado»1.

La Trinidad nos introdujo en la intimidad divina en calidad de hijos. El agua del bautismo nos dio la capacidad de relacionarnos con las tres Personas. Más aún: fuimos creados para esa relación de amor; para dar gloria al Padre, al Hijo, al Espíritu Santo. «Me habéis oído decir muchas veces –predicaba san Josemaría– que Dios está en el centro de nuestra alma en gracia; y que, por lo tanto, todos tenemos un hilo directo con Dios Nuestro Señor. ¿Qué valen todas las comparaciones humanas, con esa realidad divina, maravillosa? Al otro lado del hilo está, aguardándonos, (…) la Trinidad entera: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, porque donde se encuentra una de las divinas Personas, allí están las otras dos. No estamos nunca solos»2.


CADA VEZ que nos santiguamos, recordamos el nombre de Dios en el cual fuimos bautizados. La celebración eucarística comienza y termina con el signo de la cruz. Muchas veces, lo mismo sucede cuando nos ponemos a orar o terminamos de hacerlo. También hay personas que tienen la costumbre de santiguarse al entrar o salir de su casa, y en muchos otros momentos de oración. «En el signo de la cruz y en el nombre del Dios vivo está contenido el anuncio que genera la fe e inspira la oración»3.

San Pablo nos recuerda que caminamos hacia Dios, por medio de Cristo, en el amor «derramado en nuestros corazones por el Espíritu que se nos ha dado» (Rom 5, 5). Esta es la «esperanza que no defrauda». En la plenitud de los tiempos, Dios ha querido revelarnos su intimidad divina para hacernos hijos de Dios Padre, por la redención de Dios-Hijo, en virtud de la gracia de Dios-Espíritu Santo. Su amor sigue realizando la obra de nuestra salvación y santificación. Santa Teresa de Calcuta encontró un día a una anciana en una calle, cubierta de llagas, así que empezó a limpiarla. En un momento dado, la otra mujer preguntó: “¿Por qué estás haciendo esto? La gente no hace cosas como esta. ¿Quién te enseñó?” Santa Teresa respondió: “Mi Dios me enseñó”. La anciana replicó: “¿Quién es este Dios?”. Y Teresa de Calcuta dijo con sencillez: “Tú conoces a mi Dios. Mi Dios se llama amor”.

Dios es amor, «no en la singularidad de una sola Persona, sino en la Trinidad de una sola naturaleza» (Prefacio). «No es un amor sentimental, emotivo, sino el amor del Padre que está en el origen de cada vida, el amor del Hijo que muere en la cruz y resucita, el amor del Espíritu que renueva al hombre y el mundo»4. Dios no es un ser solitario, que vive alejado e indiferente del destino del hombre; es una familia, una fuente inagotable de vida que se entrega.


EN EL DISCURSO de la última cena, Jesús anuncia y promete el envío del Espíritu Santo: él será consuelo y fuerza para sus discípulos. El Señor lo llama «Espíritu de la verdad» porque nos «guiará hacia toda la verdad, pues no hablará por sí mismo, sino que dirá todo lo que oiga y os anunciará lo que va a venir» (Jn 16,13). El Espíritu Santo no añade nada nuevo al Mesías; «recibe de lo mío y os lo anunciará», dice Jesús (Jn 16,14). Del mismo modo que Jesucristo dice solo lo que oye y recibe del Padre, «el Espíritu Santo es intérprete de Cristo. No nos conduce a otros lugares, lejanos de Cristo, sino que nos conduce cada vez más dentro de la luz de Cristo»5.

En palabras de san Gregorio Nacianceno, «el Antiguo Testamento ha manifestado claramente al Padre, oscuramente al Hijo. El Nuevo Testamento ha revelado al Hijo e insinuado la divinidad del Espíritu. Hoy el Espíritu vive entre nosotros, y se hace ver con claridad»6. El Paráclito «enseña ahora a los fieles todas las cosas espirituales de que cada uno es capaz, mas también enciende en sus pechos un deseo más vivo de crecer en aquella caridad que los hace amar lo conocido y desear lo que no conocen»7.

«Con la acción del Espíritu Santo ha irradiado una luz nueva sobre la tierra y en cada corazón humano que le acoge; una luz que revela los rincones oscuros, las durezas que nos impiden llevar los frutos buenos de la caridad y de la misericordia»8. Del mismo modo que cuando se rompe un frasco de perfume su olor se difunde por todas partes, al romperse el Cuerpo de Cristo en la cruz, su Espíritu se derramó en los corazones de todos9. Podemos pedir a María, hija, madre y esposa de Dios, que nos enseñe a entrar en la comunión trinitaria, para vivir y dar testimonio del amor que da sentido a nuestra vida.


San Hilario, Tratado sobre la Santísima Trinidad, libro 2, 1, 33.35.
San Josemaría, Apuntes de la predicación, 8-XII-1972.
Benedicto XVI, Ángelus, 30-V-2010.
Francisco, Ángelus, 26-VI-2013.
Benedicto XVI, Homilía, 7-V-2005.
San Gregorio de Nacianceno, Discurso 31, 25-27 (PG 36, 159).
San Agustín, Tratado 97,1 (Sobre el Evangelio de San Juan).
Francisco, Ángelus, 11-VI-2017.
Cfr. San Hipólito, Comentario al Cantar de los Cantares 13,1.

https://opusdei.org/es-es/article/meditaciones-solemnidad-de-la-santisima-trinidad-domingo-despues-de-pentecostes-ciclo-c/


El maná de cada día, 12.6.24

junio 12, 2024

Miércoles de la 10ª semana del Tiempo Ordinario

No he venido a abolir, sino a dar plenitud

PRIMERA LECTURA: 1 Reyes 18, 20-39

En aquellos días, el rey Ajab despachó órdenes a todo Israel, y los profetas de Baal se reunieron en el monte Carmelo. Elías se acercó a la gente y dijo: «¿Hasta cuándo vais a caminar con muletas? Si el Señor es el verdadero Dios, seguidlo; si lo es Baal, seguid a Baal.»

La gente no respondió una palabra. Entonces Elías les dijo: «He quedado yo solo como profeta del Señor, mientras que los profetas de Baal son cuatrocientos cincuenta. Que nos den dos novillos: vosotros elegid uno; que lo descuarticen y lo pongan sobre la leña, sin prenderle fuego; yo prepararé el otro novillo y lo pondré sobre la leña, sin prenderle fuego. Vosotros invocaréis a vuestro dios, y yo invocaré al Señor; y el dios que responda enviando fuego, ése es el Dios verdadero.»

Toda la gente asintió: «¡Buena idea!»

Elías dijo a los profetas de Baal: «Elegid un novillo y preparadlo vosotros primero, porque sois más. Luego invocad a vuestro dios, pero sin encender el fuego.»

Cogieron el novillo que les dieron, lo prepararon y estuvieron invocando a Baal desde la mañana hasta mediodía: «¡Baal, respóndenos!»

Pero no se oía una voz ni una respuesta, mientras brincaban alrededor del altar que habían hecho.

Al mediodía, Elías empezó a reírse de ellos: «¡Gritad más fuerte! Baal es dios, pero estará meditando, o bien ocupado, o estará de viaje; ¡a lo mejor está durmiendo y se despierta!»

Entonces gritaron más fuerte; y se hicieron cortaduras, según su costumbre, con cuchillos y punzones, hasta chorrear sangre por todo el cuerpo. Pasado el mediodía, entraron en trance, y así estuvieron hasta la hora de la ofrenda. Pero no se oía una voz, ni una palabra, ni una respuesta.

Entonces Elías dijo a la gente: «¡Acercaos!»

Se acercaron todos, y él reconstruyó el altar del Señor, que estaba demolido: cogió doce piedras, una por cada tribu de Jacob, a quien el Señor había dicho: «Te llamarás Israel»; con las piedras levantó un altar en honor del Señor, hizo una zanja alrededor del altar, como para sembrar dos fanegas; apiló la leña, descuartizó el novillo, lo puso sobre la leña y dijo: «Llenad cuatro cántaros de agua y derramadla sobre la víctima y la leña.» Luego dijo: «¡Otra vez!» Y lo hicieron otra vez. Añadió: «¡Otra vez!» Y lo repitieron por tercera vez. El agua corrió alrededor del altar, e incluso la zanja se llenó de agua.

Llegada la hora de la ofrenda, el profeta Elías se acercó y oró: «¡Señor, Dios de Abrahán, Isaac e Israel! Que se vea hoy que tú eres el Dios de Israel, y yo tu siervo, que he hecho esto por orden tuya.

Respóndeme, Señor, respóndeme, para que sepa este pueblo que tú, Señor, eres el Dios verdadero, y que eres tú quien les cambiará el corazón.»

Entonces el Señor envió un rayo que abrasó la víctima, la leña, las piedras y el polvo, y secó el agua de la zanja. Al verlo, cayeron todos sobre su rostro, exclamando: «¡El Señor es el Dios verdadero! ¡El Señor es el Dios verdadero!»

SALMO 15

Protégeme, Dios mío, que me refugio en ti.

Protégeme, Dios mío,  que me refugio en ti; yo digo al Señor: «Tú eres mi bien.» Multiplican las estatuas de dioses extraños; no derramaré sus libaciones con mis manos, ni tomaré sus nombres en mis labios.

El Señor es el lote de mi heredad y mi copa; mi suerte está en tu mano. Tengo siempre presente al Señor, con él a mi derecha no vacilaré.

Me enseñarás el sendero de la vida, me saciarás de gozo en tu presencia, de alegría perpetua a tu derecha.

Aclamación antes del Evangelio: Sal 24, 4bc

Dios mío, instrúyeme en tus sendas, haz que camine con lealtad.

EVANGELIO:  Mateo 5, 17-19

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

«No creáis que he venido a abolir la Ley o los profetas: no he venido a abolir, sino a dar plenitud.

Os aseguro que antes pasarán el cielo y la tierra que deje de cumplirse hasta la última letra o tilde de la Ley.

El que se salte uno solo de los preceptos menos importantes, y se lo enseñe así a los hombres será el menos importante en el reino de los cielos. Pero quien los cumpla y enseñe será grande en el Reino de los cielos.»

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Los Cinco Minutos del Espíritu Santo – 10 de junio

Juan el Bautista anunciaba que el Mesías iba a bautizar «en el Espíritu Santo y en el fuego», purificando todo lo que no sirve (Lucas 3,16-17). El Bautismo que trae el Mesías será una verdadera purificación, porque derrama el Espíritu Santo como fuego.

El Mesías cumple aquel anuncio del profeta Ezequiel: «Los purificaré de toda inmundicia y de toda basura, y les daré un corazón nuevo… Infundiré mi Espíritu en ustedes y haré que caminen según mis preceptos» (Ezequiel 36,25-27).

Esto significa que la manifestación del poder del Mesías se realiza sobre todo en los corazones. Y esa obra interior del Mesías hace que los hombres puedan cumplir de verdad la voluntad de Dios.

Porque una predicación atractiva no es suficiente; es necesaria la acción secreta de la gracia de Dios en el interior de la persona.

Pensemos un momento de qué quisiéramos ser purificados, y pidámoslo al Espíritu Santo, que es fuego purificador.

Autor: Mons. Víctor Manuel Fernández. ® *Editorial Claretiana*