Los DINKS no quieren hijos aunque puedan

.

Los DINKS (dos salarios y sin hijos) suponen ya 2,8 millones de los hogares en España, un 15 % del total.

.

El cambio del rol de la mujer, la dificultad para conciliar, una formación que se alarga y los fracasos previos en las familias de las que proceden paralizan a los jóvenes que sí se pueden permitir procrear

Rodrigo Moreno Quicios – 3 de Junio de 2024

.

«Tradicionalmente la mujer era ama de casa y, antes que incorporarse al mercado laboral, lo que la sociedad esperaba de ella era que se convirtiera en madre», explica a Alfa y Omega Pablo Redondo, profesor de Sociología en la Universidad de Zaragoza.

Sin embargo, «a día de hoy convertirse en madre es una opción más y la identidad de una mujer en general no gira exclusivamente en torno a esto».

Es, a su juicio, «una de las principales causas» de que, de acuerdo con el Instituto Nacional de Estadística, en los últimos cinco años hayan crecido en 50.000 el número de parejas jóvenes y con ingresos estables pero sin hijos ni deseo de tenerlos.

Debido a cómo se las denomina en inglés, «dual income, no kids» (dos salarios y sin hijos), se las conoce como DINKS y suponen ya 2,8 millones de los hogares en España, un 15 % del total.

Redondo achaca el crecimiento de este fenómeno a que actualmente «lo que se espera de una mujer es que adquiera cierta posición dentro de la empresa». «Cuando una familia decide tener un hijo, la mujer suele ser la primera perjudicada porque se ve obligada a renunciar a una parte de su carrera laboral», diagnostica.

De hecho, de las 12.169 excedencias voluntarias que se tramitaron en el primer trimestre de 2023 para cuidar a un familiar, el 85 % eran de mujeres.

Por tanto, «cuando les preguntamos los motivos» por los que las parejas no tienen niños, ellas señalan una imposible perspectiva de «conciliación» como primer motivo, a diferencia de los varones, quienes alegan como principal obstáculo «que no han encontrado trabajo a tiempo completo».

Algo difícil cuando, según los datos del SEPE, uno de cada cinco contratos firmados en enero de 2024 duró menos de una semana. Esa inestabilidad laboral también influye en la decisión de posponer la prole cuando se dispone de la edad y la energía óptimas para ello.

Según el estudio Radiografía socioeconómica del estado de la juventud en España, de Comisiones Obreras, solo un 23,3 % de los españoles tiene empleo indefinido y está emancipado al cumplir los 30 años.

Esta carrera de obstáculos para lograr un puesto seguro aboca a muchos a larguísimos periodos de formación en busca de la oportunidad que no se les presenta. Según la OCDE, el 48 % de los jóvenes entre 25 y 30 años tiene estudios superiores. Son 15 puntos más que en el 2000.

«Cuando alguien sale de la universidad a los 22 años y termina el máster con 24, empieza a trabajar en la época reproductiva», apunta Redondo. Nada más incorporarse a su primer empleo, no está pensando en los hijos. Es después, «cuando tiene experiencia y la perspectiva de avanzar laboralmente, cuando se lo plantea».

Luego queda comprar la casa, que según el portal inmobiliario Fotocasa cuesta de media 40.000 euros más que hace una década.

Así, el trabajo fijo y el techo se acaban conquistando; pero mientras, la decisión de tener niños «se va retrasando hasta que ya no se pueden tener» o el proyecto ha caído en el olvido. Para entonces, «muchas mujeres deciden continuar con su carrera y no renunciar a ese puesto que tanto les ha costado conseguir».

Imposible ser padres perfectos

A ello se suma que una amplia disponibilidad de conocimientos puede generar parálisis por exceso de análisis. «Cuanto mayor es el nivel educativo, también lo es nuestro nivel de conciencia y nos exigimos ser padres perfectos», una imposición literalmente imposible de satisfacer.

En contraste con los años 80, cuando el consumo de heroína azotaba las calles, «hoy las ciudades son más seguras que nunca», pero es cada vez más extraño ver en ellas grupos de niños jugando. «Ya no consiste solo en que se diviertan; tienen que ir a inglés y un montón de extraescolares», lamenta Redondo.

El sociólogo señala como otra causa el desánimo que genera la idea de que «la gente joven va a vivir peor que nuestros padres». «Quienes ahora estamos en edad de tener hijos, hemos crecido entre dos crisis», la del 2008 y la de la COVID-19, dos momentos en los que ya ha habido bastantes dificultades para mantenerse a uno mismo.

Muchos, además, han sido testigos de rupturas en las familias de las que proceden, pues según el informe El divorcio en España, del Observatorio Demográfico CEU, más del 50 % de los matrimonios se separan.

Pablo Redondo pide evitar análisis en exceso simples y llamar «egoístas» a los jóvenes que deciden no procrear. En todo caso, achaca esta negativa al «individualismo que viene por parte de la propia cultura».

«Han cambiado las prioridades», señala; «antes vivíamos en una sociedad marcada por lo comunitario, el vínculo con la propia familia y su bienestar». Hoy, por el contrario, «nos movemos por nuestro propio bienestar, que es perfectamente compatible con el de la familia, pero ya no nos centramos en ella».

La solución, por tanto, antes del señalamiento, es la construcción urgente de otro modelo de vida.

.

«¡QUÉ BIEN VIVÍS SIN NIÑOS!»

POR Cristina López del Burgo. Escritora y profesora en la Universidad de Navarra.

.

La infertilidad es una realidad que afecta a una de cada seis parejas. Puede aparecer también después de haber tenido uno o varios hijos. Más de un matrimonio católico en esta situación me ha compartido la soledad que vive en la Iglesia.

Cuántas veces tienen que soportar comentarios como: «¡Qué bien vivís sin hijos!». Y a cuántas se les pone la etiqueta de «egoístas», sin conocer sus circunstancias. Detrás de esas etiquetas y comentarios hay un gran desconocimiento de qué supone la infertilidad.

Algunos católicos a veces confunden la santidad con el número de hijos. Sin darse cuenta, pueden herir a otros matrimonios cuando muestran su sorpresa al ver que tienen «pocos» hijos o ninguno.

La prole da la oportunidad de desarrollar muchas virtudes, especialmente la generosidad, pero eso no significa que las personas sin ella sean egoístas o no puedan alcanzarlas por otros medios. Todos estamos llamados a ser santos con nuestras circunstancias.

También hay quien piensa que quienes no podemos tener hijos somos egoístas si no adoptamos. Pero la adopción es una auténtica vocación, y no todos estamos llamados a ella. Por otra parte, la generosidad tiene 1.000 caras y cada familia la vive a su manera.

Los matrimonios sin hijos cuyo camino no es la adopción están llamados a amar de otras maneras. Quizás lo egoísta sería adoptar para llenar un vacío emocional o para sentirse realizado, en lugar de por el bienestar del niño.

Es obvio que vivir sin hijos tiene ciertas ventajas, pero eso no significa que los matrimonios que no los tenemos no tengamos problemas. De igual manera, creer en Dios no nos ahorra el sufrimiento de no poder tener hijos cuando los deseas con toda el alma.

Pero la fe nos ayuda a seguir confiando aunque no entendamos nada. Es importante profundizar en este campo para que todos sepamos acompañar a quienes sufren por esta causa.

La autora acaba de publicar El camino de la infertilidad (Alienta Editorial).

Deja un comentario