El Papa a la Curia: «La religión no debe prestarse a alimentar conflictos»

diciembre 23, 2022

Saludo del Papa Francisco a la Curia Romana. Foto: Vatican News

En su tradicional mensaje navideño a los responsables de los dicasterios vaticanos, advierte de la existencia de «un demonio educado» y les pide no creerse mejores

Redacción 22 de Diciembre de 2022

El Papa Francisco ha alertado a la Curia Romana de la existencia de «un demonio educado» que no llega «haciendo ruido sino trayendo flores», al tiempo que les ha advertido de los peligros de creerse mejores, como ha señalado en su tradicional saludo a los responsables de los dicasterios vaticanos, informa Europa Press.

Así, el Papa ha afirmado que una de las virtudes «más útiles» que tiene que practicar la Curia es la de «la vigilancia».

«La mayor atención que debemos prestar en este momento de nuestra existencia es al hecho de que formalmente nuestra vida actual transcurre en casa, tras los muros de la institución, al servicio de la Santa Sede, en el corazón del cuerpo eclesial; y justamente por esto podríamos caer en la tentación de pensar que estamos seguros, que somos mejores, que ya no nos tenemos que convertir», ha advertido.

En este punto, se ha excusado ante los cardenales por su forma de hablar. «Si a veces digo cosas que pueden sonar duras y fuertes, no es porque no crea en el valor de la dulzura y de la ternura, sino porque es bueno reservar las caricias para los cansados y los oprimidos, y encontrar la valentía de afligir a los consolados», ha precisado.

También les ha pedido ser misericordiosos, lo que significa «aceptar que el otro pueda tener sus límites». «Incluso en este caso, es justo admitir que personas e instituciones, precisamente porque son humanas, son también limitadas. Una Iglesia pura para los puros es solo la repetición de la herejía cátara», ha defendido.

Por otro lado, Francisco ha instado a no aferrarse al «fijismo», que ha definido como «el error de querer cristalizar el mensaje de Jesús en una única forma válida siempre» y ha pedido que no caigan en la «herejía» de dejar de traducir el Evangelio a los lenguajes y modos actuales.

«Lo contrario a la conversión es el fijismo, es decir, la convicción oculta de no necesitar ninguna comprensión mayor del Evangelio. Es el error de querer cristalizar el mensaje de Jesús en una única forma válida siempre», ha señalado.

De este modo, se ha referido a la «gran ocasión de conversión para toda la Iglesia» que supuso el Concilio Vaticano II, del que se han celebrado los 60 años de su apertura, y lo ha remarcado como una oportunidad de comprender mejor el Evangelio, «de hacerlo actual, vivo y operante en este momento histórico».

«Creer que hemos aprendido todo nos hace caer en la soberbia espiritual», ha afirmado.

La guerra es un fracaso

El Pontífice ha aprovechado la ocasión de los tradicionales saludos navideños para volver a pedir la paz en Ucrania. «Pienso en la martirizada Ucrania, pero también en tantos conflictos que están teniendo lugar en diversas partes del mundo. La guerra y la violencia son siempre un fracaso», ha asegurado.

De esta manera, ha reiterado que la religión «no debe prestarse a alimentar conflictos». «El Evangelio es siempre Evangelio de paz, y en nombre de ningún Dios se puede declarar santa una guerra», ha apostillado.

Con todo, ha pedido una conversión individual que parte del corazón de cada uno. «Mientras sufrimos por los estragos que causan las guerras y la violencia, podemos y debemos dar nuestra contribución en favor de la paz tratando de extirpar de nuestro corazón toda raíz de odio y resentimiento respecto a los hermanos y las hermanas que viven junto a nosotros», ha argumentado.

Además, ha instado a preguntarse por lo que causa la ira. «¿Por qué los insultos, en cualquiera de sus formas, se vuelven el único modo que tenemos para hablar de la realidad?», se ha cuestionado.

Por todo ello, ha dejado claro que no existe solo la violencia de las armas, sino también «la violencia verbal, la violencia psicológica, la violencia del abuso de poder y la violencia escondida de las habladurías».


El maná de cada día, 23.12.22

diciembre 23, 2022

23 de Diciembre. Feria de Adviento

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Os envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí


Antífona de entrada: Is 9, 6; Sal 71, 17

Un niño nos va a nacer y es su nombre: Dios guerrero, él será la bendición de todos los pueblos.

Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, al acercarnos a las fiestas de Navidad, te pedimos que tu Hijo, que se encarnó en las entrañas de la Virgen María y quiso vivir entre nosotros, nos haga participes de la abundancia de su misericordia. Por nuestro Señor Jesucristo.

PRIMERA LECTURA: Malaquías 3, 1-4.23-24

Así dice el Señor: «Mirad, yo os envío a mi mensajero, para que prepare el camino ante mí. De pronto entrará en el santuario el Señor a quien vosotros buscáis, el mensajero de la alianza que vosotros deseáis. Miradlo entrar –dice el Señor de los ejércitos–.

¿Quién podrá resistir el día de su venida?, ¿quién quedará en pie cuando aparezca?

Será un fuego de fundidor, una lejía de lavandero: se sentará como un fundidor que refina la plata, como a plata y a oro refinará a los hijos de Leví, y presentarán al Señor la ofrenda como es debido. Entonces agradará al Señor la ofrenda de Judá y de Jerusalén, como en los días pasados, como en los años antiguos.

Mirad: os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día del Señor, grande y terrible. Convertirá el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, para que no tenga que venir yo a destruir la tierra.»

SALMO 24, 4-5ab.8-9.10.14

Levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Señor, enséñame tus caminos, instrúyeme en tus sendas: haz que camine con lealtad; enséñame, porque tú eres mi Dios y Salvador.

El Señor es bueno y es recto, y enseña el camino a los pecadores; hace caminar a los humildes con rectitud, enseña su camino a los humildes.

Las sendas del Señor son misericordia y lealtad para los que guardan su alianza y sus mandatos. El Señor se confía con sus fieles y les da a conocer su alianza.

Aclamación antes del Evangelio

Rey de las naciones y piedra angular de la Iglesia, ven y salva al hombre que formaste del barro de la tierra.

EVANGELIO: Lucas 1, 57-66

A Isabel se le cumplió el tiempo del parto y dio a luz un hijo. Se enteraron sus vecinos y parientes de que el Señor le había hecho una gran misericordia, y la felicitaban. A los ocho días fueron a circuncidar al niño, y lo llamaban Zacarías, como a su padre. La madre intervino diciendo: «¡No! Se va a llamar Juan.»

Le replicaron: «Ninguno de tus parientes se llama así.»

Entonces preguntaban por señas al padre cómo quería que se llamase. Él pidió una tablilla y escribió: «Juan es su nombre.»

Todos se quedaron extrañados. Inmediatamente se le soltó la boca y la lengua, y empezó a hablar bendiciendo a Dios. Los vecinos quedaron sobrecogidos, y corrió la noticia por toda la montaña de Judea.

Y todos los que lo oían reflexionaban diciendo: «¿Qué va a ser este niño?» Porque la mano del Señor estaba con él.

Antífona de comunión: Ap 3, 20

Estoy a la puerta llamando: si alguien me oye y me abre, entraré y comeremos juntos.


COMO EN ESPERA DE UN PARTO

Papa Francisco, Casa Santa Marta
Lunes 23 de diciembre de 2013

En Navidad se viven las «percepciones interiores en femenino» propias de la «espera de un parto». Una actitud espiritual que prevé un estilo de «apertura»: por ello no se debe colocar nunca en la puerta de nuestra alma «un educado cartel» con la inscripción: «Se ruega no molestar».

Es una fuerte llamada al significado más auténtico de la Navidad la propuesta del Papa Francisco durante la misa celebrada el lunes 23 de diciembre en la capilla de Santa Marta. «En esta última semana» que precede a la Navidad —recordó el Pontífice— «la Iglesia repite la oración: ¡Ven, Señor!».

Y haciendo así, «llama al Señor con tantos nombres distintos, llenos de un mensaje sobre el Señor» mismo: «Oh sabiduría, oh Dios poderoso, oh raíz de Jesé, oh sol, oh rey de las naciones, oh Enmanuel».

La Iglesia hace esto, explicó el Santo Padre, porque «está en espera de un parto». En efecto «también la Iglesia, esta semana, es como María: en espera del parto».

En su corazón la Virgen «sentía lo que sienten todas las mujeres en ese momento» tan especial: esas «percepciones interiores en su cuerpo y en su alma» por las cuales comprende que el hijo ya está por nacer. Y «en su corazón decía seguramente» al niño que llevaba en su seno: «Ven, quiero mirarte a la cara porque me han dicho que serás grande».

Es una experiencia espiritual que vivimos también «nosotros como Iglesia», porque «acompañamos a la Virgen en este camino de espera». Y «queremos apresurar este nacimiento del Señor». Éste es el motivo de la oración: «Ven, oh llave de David, oh sol, oh sabiduría, oh Enmanuel. ¡Ven!».

Una invocación evocada también en los últimos versículos de la Biblia cuando, al final del libro del Apocalipsis, la Iglesia repite: «Ven, Señor Jesús». Y lo hace con «esa palabra aramea —maranathà— que puede significar un deseo o también una seguridad: el Señor viene».

En realidad, «el Señor viene dos veces». La primera, explicó el Obispo de Roma, es «la que conmemoramos ahora, el nacimiento físico». Luego «vendrá al final, a cerrar la historia». Pero, añadió, «san Bernardo nos dice que hay una tercera venida del Señor: la de cada día».

En efecto «el Señor cada día visita a su Iglesia. Nos visita a cada uno de nosotros. Y también nuestra alma entra en esta semejanza: nuestra alma se asemeja a la Iglesia; nuestra alma se asemeja a María».

En esta perspectiva el Papa Francisco recordó que «los padres del desierto dicen que María, la Iglesia y nuestra alma son femeninas». Así «lo que se dice de una, análogamente se puede decir de la otra».

Por lo tanto «nuestra alma está en espera, en espera por la venida del Señor. Un alma abierta que llama: ¡ven, Señor!». Precisamente en estos días, dijo el Pontífice, el Espíritu Santo mueve el corazón de cada uno a «hacer esta oración: ¡ven, ven!». Por lo demás, «todos los días de Adviento —recordó— hemos dicho en el prefacio que nosotros, la Iglesia, como María, estamos «vigilantes en espera»».

Y «la vigilancia es la virtud, es la actitud de los peregrinos. Somos peregrinos». Una condición que sugirió al Papa una pregunta: «¿Estamos en espera o estamos cerrados? ¿Estamos vigilantes o estamos seguros en un albergue en el camino y ya no queremos ir más adelante? ¿Somos peregrinos o somos errantes?».

He aquí por qué la Iglesia nos invita a rezar con este «¡Ven!». Se trata, en definitiva, de «abrir nuestra alma» para que en estos días esté «vigilante en la espera». Es una invitación a comprender «qué sucede» a nuestro alrededor: «si viene el Señor o si no viene; si hay sitio para el Señor o hay sitio para las fiestas, para hacer compras, hacer ruido».

Una reflexión que, según el Pontífice, lleva a otra pregunta dirigida a nosotros mismos: «¿Nuestra alma está abierta, como está abierta la santa madre Iglesia y como estaba abierta la Virgen? ¿O nuestra alma está cerrada y hemos colgado en la puerta un cartel, muy educado, que dice: se ruega no molestar?».

«El mundo no acaba con nosotros», afirmó el Papa, y «nosotros no somos más importantes que el mundo». Así, continuó, «con la Virgen y con la madre Iglesia nos hará bien repetir hoy en oración estas invocaciones: oh sabiduría, oh llave de David, oh rey de las naciones, ven, ven». Y será un bien, insistió, «repetir muchas veces: ¡ven!».

Una oración que se convierte en examen de conciencia, para verificar «cómo es nuestra alma» y hacer que «no sea un alma que diga» a los demás que no le molesten, sino más bien «un alma abierta, un alma grande para recibir al Señor en estos días». Un alma, concluyó el Santo Padre, «que comienza a sentir lo que mañana en la antífona nos dirá la Iglesia: Hoy sabréis que vendrá el Señor, y mañana veréis su gloria».

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