El maná de cada día, 1.11.14

Solemnidad de Todos los Santos

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Todos hemos sido llamados a la plenitud del amor

Todos hemos sido llamados a la plenitud del amor

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Antífona de entrada

Alegrémonos todos en el Señor al celebrar este día de fiesta en honor de todos los Santos. Los ángeles se alegran de esta solemnidad y alaban a una al Hijo de Dios.


Oración colecta

Dios todopoderoso y eterno, que nos has otorgado celebrar en una misma fiesta los méritos de todos los Santos, concédenos, por esta multitud de intercesores, la deseada abundancia de tu misericordia y tu perdón. Por nuestro Señor Jesucristo.


PRIMERA LECTURA: Apocalipsis 7, 2-4.9-14

Yo, Juan, vi a otro Ángel que subía del Oriente y tenía el sello de Dios vivo; y gritó con fuerte voz a los cuatro Ángeles a quienes había encomendado causar daño a la tierra y al mar: «No causéis daño ni a la tierra ni al mar ni a los árboles, hasta que marquemos con el sello la frente de los siervos de nuestro Dios.»

Y oí el número de los marcados con el sello: ciento cuarenta y cuatro mil sellados, de todas las tribus de los hijos de Israel. Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos.

Y gritan con fuerte voz: «La salvación es de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero.»

Y todos los Ángeles que estaban en pie alrededor del trono de los Ancianos y de los cuatro Vivientes, se postraron delante del trono, rostro en tierra, y adoraron a Dios diciendo:

«Amén, alabanza, gloria, sabiduría, acción de gracias, honor, poder y fuerza, a nuestro Dios por los siglos de los siglos, amén.»

Uno de los Ancianos tomó la palabra y me dijo: «Ésos que están vestidos con vestiduras blancas quiénes son y de dónde han venido?»

Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.»

Me respondió: «Ésos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la Sangre del Cordero.»


SALMO 23, 1-2.3-4ab.5-6

Éste es el grupo que viene a tu presencia, Señor.

Del Señor es la tierra y cuanto la llena, el orbe y todos sus habitantes: él la fundó sobre los mares, él la afianzó sobre los ríos.

¿Quién puede subir al monte del Señor? ¿Quién puede estar en el recinto sacro? El hombre de manos inocentes y puro corazón, que no confía en los ídolos.

Ése recibirá la bendición del Señor, le hará justicia el Dios de salvación. Éste es el grupo que busca al Señor, que viene a tu presencia, Dios de Jacob.


SEGUNDA LECTURA: 1 Juan 3, 1-3

Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos! El mundo no nos conoce porque no le conoció a él.

Queridos, ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos. Sabemos que, cuando se manifieste, seremos semejantes a él porque le veremos tal cual es.

Todo el que tiene esta esperanza en él se purificará a sí mismo, como él es puro.


Aclamación antes del Evangelio: Mateo 11, 28

Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré -dice el Señor.


EVANGELIO: Mateo 5, 1-12

Viendo la muchedumbre, subió al monte, se sentó, y sus discípulos se le acercaron. Y tomando la palabra, les enseñaba diciendo:

«Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los Cielos. Bienaventurados los mansos, porque ellos poseerán en herencia la tierra. Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Bienaventurados los que trabajan por la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos.

Bienaventurados seréis cuando os injurien, y os persigan y digan con mentira toda clase de mal contra vosotros por mi causa. Alegraos y regocijaos, porque vuestra recompensa será grande en los cielos; pues de la misma manera persiguieron a los profetas anteriores a vosotros.»


Antífona de comunión: Mt 5, 8-10

Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios. Dichosos los que trabajan por la paz, porque se llamarán los hijos de Dios. Dichosos los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos.
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(Nota: Los subrayados son míos)

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GOZO Y ESPERANZA
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Entonces, en el cielo, tendrá lugar el regocijo grande y perfecto; entonces el gozo será pleno, cuando no sea la esperanza la que nos amamante, sino la realidad misma la que nos nutra.
No obstante, también ahora, en la tierra, antes que la realidad misma llegue a nosotros, antes que nosotros nos acerquemos a ella, alegrémonos en el Señor, pues no es pequeño el gozo que produce la esperanza de lo que luego será realidad.

San Agustín (Sermón 21, 1).

Con la confianza que inspira en nuestro corazón el Espíritu Santo, nos alegramos de que el Padre Celestial, de manera particular hoy, se goce al ver que la Sala del Festín de las Bodas de su Hijo está casi completamente llena de invitados.

Mereció la pena, Padre Santo fuente de toda vida, disponerlo todo, desde la eternidad y con una gran ilusión, para que tus hijos se gocen con tu Amor y Plenitud eternos.

El Espíritu nos permite también gozarnos con el Hijo que hoy está viendo una multitud de Hermanos que, gracias a su Sangre, tienen vida en abundancia y alaban pletóricos de alegría y felicidad al Padre, de quien toma nombre toda familia en el cielo y en la tierra.

Mereció la pena, Señor Jesús, mi Salvador bendito, ser obediente y fiel hasta la muerte y muerte de Cruz. Ahora nos dices: Mi alegría está en vosotros. Y mi alegría está también en el Padre. Me siento feliz al retomar mi condición de ser el Primogénito de muchos hermanos y hermanas para gloria de Dios Padre, que es digno de toda bendición.

Así mi alegría llega a plenitud, pues con vosotros no he guardado secretos. Os dije todo lo que había oído a mi Padre. Venid, benditos de mi Padre, venid, pues sois mi honra y mi corona. Amén, para siempre.

En el Espíritu nos congratulamos por esta mutua felicitación del Padre y del Hijo, por esa mutua complementariedad y solidaridad, en sí mismos, y en su relación con los hombres.

Todo está cumplido, se ha cumplido lo dipuesto por el Padre, lo realizado por el Hijo.

En el Espíritu abrazamos al Padre y al Hijo para formar la familia de Dios. Experimentamos y saboreamos qué bueno es vivir los hermanos unidos. El Espíritu abraza al Padre y al Hijo. Él es la comunión en persona.

Él prolonga la comunión del Padre y del Hijo en la comunidad eclesial fundada en la comunión de los Hermanos en un mismo Espíritu. El Espíritu prolonga la familia trinitaria en la familia de los Hijos de Dios.

Ven, Señor Jesús. Ven, Espíritu divino y haz nuevas todas las cosas. Amén.

Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Dios sea bendito en sus Ángeles y en sus Santos. Amén. Aleluya.

(P. Ismael)


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SERVICIO DE ORACIÓN
O MINISTERIO DE INTERCESIÓN – 120

1. Macarena
2. Julián
3. Carmen
4. Rebeca
5. Chela
6. Ana M.
7. Ali y Cipri
8. Susana
9. Julia R.
10. Anita
11. Jaime
12. Jesús
13. Ángel
14. Marcela
15. Carlos
16. María del Valle y Luis
17. Gerardo

18. Edu, Mónica y Alba

19. Dorian Jesús

20. + Rubén

21. + Julia A.

22. + Esteban

23. En favor de cuantos se encomienden a nuestras oraciones, por vivos y difuntos.

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2 Responses to El maná de cada día, 1.11.14

  1. FRANCISCO JOSÉ AUDIJE PACHECO dice:

    Hermanos, nadie es perfecto, todos tenemos defectos y nos equivocamos. Reconocer esta realidad tan humana, es el primer paso que hemos de dar para la santidad. Es más, quien da este paso de corazón y toma conciencia de que es un pecador, ya casi ha alcanzado la santidad, porque, inevitablemente, pondrá todos los medios para superarse y acercarse a la perfección a la que estamos llamados como hijos de Dios. Hoy, las Lecturas, nos hablan de adorar a Dios. A Dios no se le adora con los labios, se le adora con el corazón, porque solo del corazón pueden salir los esfuerzos y desvelos por hacer las obras de amor que agradan a nuestro Dios. Pues, hermanos, la obra más importante y básica que podemos hacer, mandada por el Señor, es la reforma de nuestro espíritu. Reformar los sentimientos de nuestro corazón, que es la fábrica de las cosas buenas que hacemos en la vida. Es fácil decirlo de palabra, pero, ¿Cómo se hace esta reforma?, ¿alguien sabe reformar el espíritu?. Os diré la verdad: ninguna persona sabe hacerlo, solo el Dios del amor y la verdad sabe. Pero Él solo puede hacer esta reforma si nosotros se lo pedimos. Hay que pedírselo por medio de la oración, y por medio del anhelo del corazón. Si el Señor ve en nuestros corazones ganas reales de parecernos a Él, os aseguro que se obrará el milagro. Pero, hermanos, que no se quede esto en un mero deseo, aunque provenga del corazón. Debemos vivir la vida, debemos luchar, movernos, no quedarnos quietos en los bancos de la iglesia o ante el altar del santísimo. Ahí hemos de acercarnos para reponer nuestras energías, pero una vez hecho esto, salgamos a la calle y enfrentémonos a la vida en la confianza de que el Señor nos acompaña y nos ayuda. Porque somos nosotros los que hemos de vencer las tentaciones de ceder a las malas apetencias, pero algo nos recordará que eso que nos apetece, no es nuestro deber cristiano, porque nuestro deber cristiano es amar y hacer el bien al prójimo, aunque nos cueste, incluso, aunque tengamos que sudar sangre. Ser cristiano no es fácil, hermanos, pero, aunque nos equivoquemos y traicionemos al Señor, nuestro deber es volvernos a levantar y pedirle perdón al Señor de corazón, decirle que queremos volver a intentarlo, porque, con las experiencias vividas, estamos más preparados para salir victoriosos la próxima vez. Ser cristiano, ser santo, no es fácil, pero merece la pena vivir la vida al estilo de Cristo, buscando la superación de nuestra miseria, y sin conformarnos.

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